Revista Orillera #4

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Experiencia, pobreza y necesidad

Una lectura desde el legado decimonónico Por Manuel Rebón*

Esa realidad sobre la cual yo no tengo ningún dominio es una piel que no está protegida por nada. Desnudez que rechaza todo atributo y que no viste ningún ropaje. Es la parte más inaccesible del cuerpo y la más vulnerable. Trascendencia y pobreza. Muy alto, el rostro se me escapa al despojarme de su propia escena plástica y siendo muy débil me inhibe cuando miro sus ojos desarmados. Si está separado, sobrepasa mi poder. Sin defensa, queda expuesto y me infunde vergüenza por mi frialdad o mi serenidad. Me resiste y me requiere, no soy en primer término su espectador sino que soy alguien que le está obligado. Alain Finkelkraut, La sabiduría del amor, Generosidad y posesión Hay que pensar por tanto que la censura que las personas ejercen sobre las cuestiones relativas a su propia vida cotidiana se explica por la consciencia de su insostenible miseria, y al mismo tiempo por la sensación, quizás no declarada, pero inevitablemente experimentada un día u otro, de que todas las posibilidades verdaderas, todos los deseos impedidos por el funcionamiento de la vida social, residían precisamente en ella, y de ningún modo en actividades o distracciones especializadas. Es decir, que el conocimiento de la riqueza profunda, de la energía abandonada en la vida cotidiana, es inseparable del conocimiento de la miseria de la organización dominante de esa vida: sólo la existencia perceptible de esa riqueza inexplotada lleva a definir por contraste la vida cotidiana como miseria y como prisión, y a negar por tanto el problema en el mismo movimiento. Guy Debord, Perspectivas de modificación consciente de la vida cotidiana.

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* Manuel Rebón, Comunicólogo, traductor y docente (UBA).

uando Walter Benjamin declaraba que la historia había sido escrita desde el punto de vista del vencedor y que era preciso escribirla desde la mirada del vencido, Adorno propuso en su Mínima Moralia que hubiera sido de agregar que “el conocimiento tiene sin duda que reproducir la desdichada linealidad de la sucesión de victoria y derrota , pero al mismo tiempo debe volverse hacia lo que en esta dinámica no ha intervenido, quedando al borde del camino –por así decirlo–, los materiales de desecho y los puntos ciegos que se le escapan a la dialéctica” (Adorno, 2001: 151). La esencia del vencido es aparecer en su impotencia como inesencial, desechable, ridículo.

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Orillera • Año III – Nº 4 • primavera de 2018


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