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LONGINES PRIMALUNA
DUCRAY
KERACNYL
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SAMSUNG
TELEVISORES QUANTUM DOT
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BENEFIT
BENETINT
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ELECTROLUX
COCINAS Y HORNOS
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NESPRESSO
PUMPKIN SPICE CAKE & MAPLE PECAN
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DARROW
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Playlist
Una estación
de primavera
que suena distinto
Esta no es una lista de hits. Es una colección de melodías que se sienten como aire limpio. Once canciones para salir del letargo, dejar entrar la luz y mirar el mundo –otra vez– como si fuera nuevo.
El soundtrack perfecto para que algo florezca.
Por Francesco Martini M.
Hay algo en la primavera que pide una banda sonora distinta. No estridencias ni éxitos evidentes. Lo que necesita esta estación son canciones que sepan acompañar su ritmo caprichoso. Aquel de días largos pero aún frescos, colores que vuelven de a poco, una mezcla de nostalgia y renacimiento. Por eso, esta playlist se compone como un jardín sonoro en el que conviven lo clásico, lo excéntrico, lo íntimo y lo brillante.
El recorrido comienza con Patio Song, de Gorky’s Zygotic Mynci, que alterna versos en galés e inglés como si tejiera dos estaciones en una sola lengua. El tema combina folk psicodélico con arreglos suaves, y evoca, desde su título, la escena más doméstica y primaveral de todas, un patio que se llena de sol y sombras. En la misma línea, Pretty Ballerina, de The Left Banke –con su barroquismo pop y cuerdas envolventes–, funciona como un espejo retro de lo que florece. Una belleza que se sabe efímera, con una progresión melódica que se despliega con elegancia y tristeza.
La lista continúa con Don’t Give Up the Fight, de The Magic Numbers, una canción de esperanza contenida en armonías suaves y coros en capas. Es una flor que no se abre de golpe, pero que insiste en salir. Como contrapunto, I Saw Him Standing There en la versión de Diana Ross & The Supremes nos devuelve a la energía vibrante del soul Motown, con arreglos limpios y una relectura elegante de un clásico que recupera la inocencia sin perder sofisticación.
A esa altura, la playlist ya propone un equilibrio entre luz y sombra, entre lo melódico y lo narrativo. Entonces entra A Chicken With Its Head Cut Off, de The Magnetic Fields, con su humor negro disfrazado de canción de amor. Stephin Merritt transforma el caos emocional en un estribillo irresistible, y lo envuelve en un ritmo ligero, casi irónico, que solo él podría lograr.
La nostalgia británica aparece con The Village Green Preservation Society, de The Kinks, un homenaje irónico a lo cotidiano, lo tradicional, lo que se preserva mientras el mundo cambia. Su estructura sencilla, con guitarras limpias y órgano tenue, esconde una crítica suave a la modernidad. Luego llega Runner, de Alex G, que se presenta como un himno íntimo, con guitarras entrelazadas y voces que se deslizan sin esfuerzo, evocando la sensación de avanzar sin correr.
Hacia la mitad de la lista, Laid, de James, irrumpe con una energía inmediata, liberadora. Con su ritmo acelerado y letra provocadora, funciona como una sacudida emocional, una manera de celebrar la primavera con los pies en el suelo y la cabeza en el cielo. El impulso continúa con Can’t Hardly Wait, de The Replacements, un clásico del rock alternativo de los 80, donde la urgencia se funde con una melancolía casi adolescente.
Puedes escucharla escaneando el código QR de la imagen.
Pero no todo es vértigo. En el último tramo, la playlist se vuelve más introspectiva. Spooky, en la voz de Dusty Springfield, baja las revoluciones con una interpretación aterciopelada, seductora y ligeramente fantasmal. El soul-pop aquí se vuelve espacio, atmósfera, perfume. Y para cerrar, She’s Gone Away, de The Legendary Jim Ruiz Group, con su aire de despedida suave, nos deja suspendidos. No hay drama, solo una partida envuelta en ternura, con guitarras limpias y arreglos que saben desaparecer a tiempo.
Esta es una playlist que no se impone, pero acompaña. Que no exige atención, pero la recompensa. Ideal para tardes con olor a pasto recién cortado, para caminar a pie pelado mirando los árboles, para dejar entrar el aire tibio por la ventana abierta.
JEREMY MEEKS
DE CONVICTO A CELEBRIDAD GLOBAL
La historia de Jeremy Meeks dio la vuelta al mundo. Criado en un entorno hostil y condenado por delitos vinculados con pandillas, su vida dio un giro cuando su rostro se volvió viral tras ser arrestado. Hoy Jeremy es modelo internacional, empresario y figura pública, un ejemplo de redención, impacto mediático y segundas oportunidades.
Jeremy Ray Meeks nació el 7 de febrero de 1984 en Stockton, California, una ciudad conocida por sus altos índices de criminalidad y su ambiente social complejo. Su infancia estuvo lejos de ser fácil: creció en un entorno marcado por la violencia doméstica, la drogadicción y el abandono familiar. Su madre, Katherine Angier, tuvo problemas con las drogas durante gran parte de su vida, y su padre fue condenado por homicidio cuando Jeremy era apenas un niño.
Rodeado por ese contexto social difícil, Jeremy cayó en el mundo de las pandillas a una edad temprana. A los 18 años ya tenía antecedentes por agresión y robo, y durante años transitó un camino ligado al crimen. Sin embargo, en 2014, durante una operación policial llamada “Operation Ceasefire”, en Stockton, su nombre saltó a la fama por un motivo completamente inesperado.
Ese año, Meeks fue arrestado por posesión ilegal de armas y por presunta participación en una pandilla callejera. Como parte del procedimiento policial, su ficha fue publicada en la página de Facebook del Departamento de Policía de Stockton. En pocas horas, la imagen de Jeremy, con sus ojos celestes, piel bronceada, mandíbula definida y tatuajes visibles, se volvió viral. La publicación recibió más de 100.000 likes y miles de comentarios, muchos de los cuales elogiaban su aspecto físico. Sin quererlo, el joven detenido se había transformado en un fenómeno de internet: el “hot felon”.
SU PRESENCIA EN LA PASARELA CAUSÓ SENSACIÓN, POR
Mientras cumplía su condena de 27 meses en prisión federal, comenzaron a lloverle ofertas del mundo de la moda. Agencias y representantes vieron en él un diamante en bruto, una historia llamativa y una estética única que desafiaba los cánones tradicionales de la industria. Uno de ellos fue Jim Jordan, fundador de White Cross Management, quien se convirtió en su mánager y principal impulsor en el mundo del modelaje.
Tras su liberación en marzo de 2016, Jeremy firmó un contrato con dicha agencia y comenzó una intensa preparación para entrar al circuito profesional. Su debut oficial llegó en la Semana de la Moda de Nueva York en 2017, desfilando para el diseñador alemán Philipp Plein. Su presencia en la pasarela causó sensación, por su belleza física y por el contraste entre su pasado delictivo y su nueva imagen como modelo de lujo.
Desde entonces, Meeks ha trabajado con marcas como Tommy Hilfiger, Givenchy y Carolina Lemke, y ha protagonizado portadas de revistas como Man About Town L’Officiel Hommes, Vogue Man y GQ. Su presencia no pasó desapercibida en las principales pasarelas de París, Milán y Londres. Su historia comenzó a asociarse a una narrativa de superación personal y transformación: de convicto a celebridad global.
En paralelo a su ascenso en el mundo de la moda, Jeremy también incursionó en el cine y la televisión. Participó en películas independientes y ha declarado su intención de construir una carrera como actor. Además, se convirtió en un vocero de la reinserción social, participando en campañas que promueven las segundas oportunidades para personas que han pasado por el sistema penitenciario.
A nivel personal, su vida también cambió radicalmente. Jeremy se casó con Melissa Meeks, con quien tuvo un hijo, pero el matrimonio se disolvió poco después de su salto a la fama. Más tarde tuvo una relación mediática con Chloe Green, heredera del imperio británico de moda Topshop. Juntos tuvieron un hijo, Jayden, aunque la pareja terminó su relación en 2019. A pesar de las luces del espectáculo, Meeks ha manifestado en varias entrevistas que su prioridad son sus hijos y el deseo de darles un futuro completamente distinto al que él vivió.
A PESAR DE LAS LUCES DEL ESPECTÁCULO, MEEKS HA MANIFESTADO EN VARIAS ENTREVISTAS QUE SU PRIORIDAD SON SUS HIJOS Y EL DESEO DE DARLES
En los últimos años, Jeremy se ha dedicado a emprender: en 2020 lanzó su propia línea de ropa, The Jeremy Meeks Collection, que fusiona su estilo callejero con influencias del mundo del lujo. Más allá de lo comercial, su objetivo declarado es inspirar a jóvenes marginados a no dejarse definir por sus errores.
Hoy, con más de dos millones de seguidores en Instagram y convertido en un ícono inesperado de la moda y la cultura pop, Jeremy Meeks representa una historia profundamente contemporánea: cómo la viralidad puede cambiar el destino de una persona y cómo las segundas oportunidades pueden transformar vidas si están acompañadas de trabajo, autenticidad y propósito.
FLY PRIVATE
HAILEY BIEBER: EMPRESARIA EXITOSA
La reconocida firma de cuidado de la piel Rhode, creada por Hailey Bieber, fue adquirida por e.l.f. Beauty en un acuerdo millonario que sacudió la industria cosmética y consolidó a la modelo como una figura clave en el universo de la belleza.
Hailey Bieber es una de las modelos más fotografiadas de su generación, y la esposa de Justin Bieber. En los últimos años, se ha convertido también en una empresaria visionaria. Con el lanzamiento de Rhode en 2022, su firma de cuidado de la piel, Bieber canalizó su estilo personal y su influencia global en una propuesta fresca, minimalista y altamente deseada por el público joven.
La marca irrumpió en el mercado con una identidad clara: fórmulas sencillas, eficaces y con una estética pulida pero accesible. A los pocos meses del lanzamiento, productos como el Peptide Lip Treatment
o el Glazing Fluid se convirtieron en fenómenos virales gracias al efecto multiplicador de TikTok e Instagram.
En 2025, apenas tres años después de su fundación, Rhode fue adquirida por e.l.f. Beauty en una de las operaciones más relevantes del año en la industria cosmética. Según la compañía, Rhode generó 212 millones de dólares en ventas netas durante el año fiscal que terminó en marzo de 2025. Esta performance aceleró el interés de e.l.f., que no solo apostó por la marca, sino también por la permanencia de Hailey en el proyecto: seguirá como directora creativa y jefa de innovación.
“Hailey ha construido una comunidad apasionada en torno a Rhode al ofrecer productos efectivos con una estética que representa una nueva generación de belleza”, señalaron desde la compañía adquirente. La estrategia de e.l.f. apunta a ampliar la distribución global de la marca y consolidarla como un referente entre los consumidores más jóvenes, que valoran la autenticidad, la innovación y la cercanía.
“Hailey ha construido una comunidad apasionada en torno a Rhode al ofrecer productos efectivos con una estética que representa una nueva generación de belleza”.
El éxito de Rhode va más allá de sus fórmulas. La estética limpia, glowy y sin esfuerzo que promueve Hailey representa un cambio de paradigma en la industria. En contraposición al glamour maximalista y contorneado que dominó la última década impulsado por figuras como Kim Kardashian, Rhode propone una belleza natural, relajada y aspiracional, pero alcanzable.
“Siempre pensé en lo que realmente necesito cuando viajo o cuando estoy en movimiento. Quería crear productos que fuesen esenciales y funcionales”, comentó Hailey en una entrevista para Forbes en 2022. Su experiencia como modelo internacional –viajando sola desde los 17 años, expuesta constantemente a largas sesiones de maquillaje– fue clave para desarrollar una marca que prioriza el bienestar de la piel y la simplicidad.
El futuro de Rhode bajo el ala de e.l.f. Beauty promete una expansión global, el lanzamiento de nuevas categorías de producto y una consolidación de su imagen como símbolo de la nueva belleza consciente. En un contexto donde las consumidoras priorizan marcas con propósito y figuras auténticas al frente, Hailey Bieber se perfila como una de las empresarias más influyentes de su generación.
Su caso reafirma una tendencia en alza: las celebridades ya no se conforman con ser la cara de una campaña; hoy, construyen imperios personales y se posicionan como líderes de negocios que conectan directamente con su comunidad.
DEL ALMA OFICI O S
Desde la fibra hasta el fuego, del tejido al barro, seis mujeres dialogan con la materia como si conversaran con la vida misma. Su arte no solo se hace con las manos, sino también con la memoria. Por Francisca Vives K.
Agostina Branchi
Marcela de la Vega
Raquel Aguilar
En distintos rincones del país, entre montañas, ríos y bosques, seis creadoras sostienen con paciencia la conversación más antigua de todas: aquella entre el ser humano y la materia. Son mujeres que no solo trabajan con las manos, sino que piensan, sienten y respiran a través de ellas. En sus obras, la tradición no es nostalgia, sino un hilo que conecta tiempos y territorios.
Todas ellas fueron parte de la séptima edición de la Bienal Internacional de Artes y Oficios Révélations, que se realizó en mayo pasado bajo la imponente cúpula de cristal del Grand Palais de París, coronada por la bandera francesa. En este emblemático edificio del distrito VIII, más de quinientos creadores del mundo compartieron sus producciones en uno de los encuentros más relevantes dedicados a los oficios de arte contemporáneo.
Chile participó con una selección curada por Bárbara Velasco, antropóloga social, gestora cultural y presidenta del Consejo Mundial de Artesanías para Latinoamérica (World Crafts Council). Su propuesta buscó visibilizar la artesanía contemporánea chilena como una manifestación estética, simbólica y material conectada con el territorio y la memoria. La curaduría planteó una narrativa donde el entramado funcionó como metáfora de lo colectivo y lo resiliente, y donde los oficios demostraron su capacidad de habitar, con fuerza y coherencia, los espacios del arte, la arquitectura y el diseño interior.
El arte que construyen estas seis mujeres nace de la escucha y de la lentitud. No hay apuro, hay respiración. Cada gesto, cada trenza, cada modelado es una manera de sostener el mundo, de devolverle al presente su pulso ancestral. En sus talleres –rodeados de arcilla, fibras, cuerdas o crines– se teje algo más que objetos, se teje el alma del oficio, esa pulsación que atraviesa generaciones y transforma el trabajo manual en una forma de pensamiento.
Ellas son Agostina Branchi, Marcela de la Vega, Raquel Aguilar, Rita Soto, Viviana Rantul y Andrea Lallana. Seis miradas unidas por la materia, por la paciencia y por la belleza silenciosa de hacer.
Rita Soto
Viviana Rantul
Andrea Lallana
AGOST I NA BRANCH I EL HILO QUE CRUZA LOS TERRITORIOS
Arquitecta y artista argentina radicada en Chile, Agostina Branchi llegó desde Italia en un momento de tránsito y reinvención. La pandemia la encontró en un país nuevo, sin certezas, pero con una necesidad profunda de volver a las manos. Encargó veinte kilos de hilo, sin saber que en ese gesto se escondía el inicio de una nueva vida.
“Paciencia, concentración y pasión por el hacer son palabras que me definen”, dice. Su historia está trenzada con los caminos de la soguería criolla del norte argentino y el embarrilado precolombino, técnicas que aprendió observando a maestros artesanos y que hoy transforma en esculturas textiles de gran formato.
En su taller, los materiales parecen tener voz propia. “La tensión, el peso y la resistencia definen cómo se transforma la forma final”, explica. Cada hilo, cada cuerda o cuero le marca el ritmo: no hay imposición, sino diálogo.
El territorio chileno, con su geografía de contrastes –cordillera, mar, desierto–, se convirtió en su nueva materia de inspiración. “Esa tensión también se trenza en mi trabajo”, confiesa. En sus piezas se entrelazan la memoria textil de América y el paisaje que la rodea, como si las fibras pudieran tender puentes entre tiempos y culturas.
Su sueño es seguir tejiendo caminos: “Trabajo para que mi obra crezca como un gran tejido que conecta territorios. Quiero que las trenzas que desarrollo sigan abriendo espacios, transformando sensibilidades y devolviendo algo a los lugares que me inspiran, como los esteros del Iberá, donde la naturaleza misma enseña a entrelazarse”.
MARCELA DE LA VEGA LA RESPIRACIÓN DE LOS GLACIARES
Marcela de la Vega se define como artesana textil, pero su obra trasciende cualquier etiqueta. Autodidacta y curiosa, ha transitado por el diseño, la fabricación de mobiliario y la museografía, hasta que un día el hilo la encontró. “Quise probar el trabajo textil con cuerdas y quedé fascinada con sus posibilidades”, recuerda.
Desde entonces su búsqueda ha sido incesante. Explora fibras, biomateriales y elementos orgánicos con un objetivo claro: crear obras que dialoguen con la naturaleza y el tiempo que habitamos. En Paños de agua azul, su proyecto más emblemático, mezcló cuerda de algodón reciclado con algas, pectina y fécula de papa. El resultado fue un tejido de gran formato que evoca el movimiento de los glaciares, esas masas de
hielo que retroceden lentamente mientras guardan la historia del planeta.
“El contacto con los glaciares fue transformador”, confiesa. En su proceso se vinculó con científicas y con la Fundación Glaciares Chilenos, comprendiendo que cada hilo podía convertirse en una forma de conciencia. “La naturaleza es esencial en mi proceso. Me cuesta hacer algo sin un motor, y hoy la belleza de la naturaleza es mi mayor motivo”, afirma.
Marcela trabaja rodeada de silencio, de cuerdas que se entrelazan lentamente bajo su mirada paciente. “El trabajo manual me estabiliza, me nutre y me aporta bienestar”, dice. En su arte, cada nudo es una respiración.
En sus manos, los oficios no son solo trabajo: son lenguaje, memoria y respiración.
RAQUEL AGUILAR LA FIBRA Y EL BOSQUE
En el extremo sur de Chiloé, donde la lluvia nunca cesa del todo, Raquel Aguilar teje al abrigo del fuego. Su casa-taller está rodeada de bosque nativo, y en ese entorno natural encontró el origen de su oficio. “De niña, mirar, tocar y recolectar eran parte de mi cotidianidad. Así conocí la fibra de quilineja”, recuerda.
La quilineja, planta trepadora endémica del sur de Chile, fue utilizada por los pueblos originarios para fabricar sogas, canastos y utensilios. En manos de Raquel, se transforma en un lenguaje artístico. “Siento que es robarle un poquito a la naturaleza y a la cultura, pero también es devolverles algo: una historia que sigue viva”, afirma.
Tejer con quilineja no es fácil: exige fuerza, respeto y tiempo. “Este oficio te enseña humildad –dice–. Cuando trabajas con la
naturaleza, entiendes lo pequeño que eres ante tanta belleza. La fibra te domina, uno solo es una parte del todo”.
Hoy, además de crear, Raquel se dedica a reproducir la planta para reintroducirla en los bosques y asegurar su preservación. Su sueño es enseñar, abrir los talleres y escuelas para que los niños conozcan las fibras que crecen en su territorio. “El futuro del oficio va de la mano con transmitirlo –afirma–. Tejer es sembrar memoria”.
Cada una de ellas, desde su rincón del mundo, devuelve a la materia su
RITA SOTO LA JOYA COMO TERRITORIO
Rita Soto ha convertido el crin de caballo en un lenguaje que une lo ancestral con lo contemporáneo. Diseñadora, joyera y artista, lleva más de dos décadas dedicada a la creación y difusión de la joyería de arte. En los últimos años, su trabajo con la microcestería en crin se transformó en una práctica profundamente simbólica.
“Esta técnica me permitió desplegar un imaginario propio que solo con ella pude materializar”, explica. El carácter meditativo del tejido le abrió un espacio para explorar lo íntimo, lo corporal y lo espiritual.
Para Rita, el territorio chileno no es un paisaje, sino un cuerpo vivo cargado de memorias: “Mi obra dialoga con los pueblos originarios del sur andino, cuyas cosmovisiones me inspiran y sostienen. Tejer con crin es un gesto de resistencia, una manera de habitar el territorio desde la memoria y la creación”.
En sus joyas, el hilo se convierte en símbolo. “El tejido, la crin y las fibras naturales son lenguajes que conectan lo ancestral con lo actual”, dice. Cada pieza es una segunda piel, un contenedor de afectos y de historia.
Resignificar la artesanía de Rari fue su forma de devolverle vigencia a un legado femenino. “La técnica es la misma, pero la intención cambia: ya no represento figuraciones, sino ideas. Mis piezas hablan de cuerpo, territorio y memoria colectiva”.
Rita sueña con seguir ampliando los límites de la joyería de arte, llevándola a espacios de exhibición, reflexión y enseñanza. “Deseo que las joyas sean un lenguaje contemporáneo, capaz de comunicar más allá del adorno. Un vehículo de identidad y resistencia”.
VIVIANA RANTUL EL VIENTO TEJIDO
Huilliche, tejedora y mujer del sur, Viviana Rantul habita la región de Los Lagos rodeada de vegetación y viento. En su obra, las fibras vegetales cobran movimiento: salen del plano del telar y se expanden en el espacio, como si el tejido respirara.
Durante años trabajó con el telar de pedales y el telar vertical, creando piezas utilitarias y tapices. Pero su inquietud la llevó más lejos: quería que sus obras se desprendieran del rectángulo, que se volvieran esculturas. Así nació Kurruf –viento, en mapudungun–, un proyecto en colaboración con otras dos artistas, donde representó los vientos Lafquen y Pikun Kurruf con fibras de manila y lino.
“Fue un gran desafío: diez meses de trabajo para lograr que las obras se sostuvieran en el aire”, recuerda. Ese proyecto la llevó hasta París, donde sus piezas fueron exhibidas en la Bienal Révélations.
Viviana pertenece a una generación de mapuches que creció lejos de las comunidades, sin idioma ni ceremonias. “Por eso mi obra es un rescate. Trabajo desde la dualidad, desde lo champurria, entre lo que heredé y lo que tuve que aprender”, explica.
En su práctica, tradición y contemporaneidad se entrelazan con dulzura. “Tejer es una forma de reconectar con lo que somos. Lo ancestral me guía, pero la vida que vivo me permite proponer nuevas formas y colores”, dice.
Su sueño es seguir creando y enseñando, abrir un espacio donde otros puedan aprender el oficio y experimentar con nuevas materias. “Tejer, para mí, es una manera de amar el mundo”, finaliza.
En un tiempo dominado por la velocidad, el arte de estas mujeres nos recuerda que la belleza puede ser un acto de quietud, una manera de habitar la vida con sentido.
ANDREA LALLANA LA FORMA DEL SILENCIO
Andrea Lallana llegó a Chile desde Córdoba, Argentina, en 1991, y poco después fundó junto a su marido Compañía de Indias, una tienda que celebraba el diseño y la artesanía contemporánea. Allí conoció a los ceramistas que despertarían su vocación.
“Ahí comenzó un camino de investigación y experimentación que aún transito”, dice. Su taller se levanta en medio de un bosque nativo, sobre un suelo arcilloso donde la tierra misma le enseña a trabajar. “Mi casataller está rodeada de una gran riqueza vegetal y mineral. Allí enseño y creo”, cuenta.
Su obra está marcada por el respeto a la materia y el tiempo geológico de la tierra. “La tierra está viva –afirma–, se mueve y se transforma lenta y permanentemente. Mi
trabajo consiste en generar las condiciones para que el material se exprese con la mínima intervención de mis manos”.
Desde su infancia, marcada por un padre anticuario y un hogar lleno de arte precolombino, aprendió a observar los objetos como huellas del tiempo. En sus cuencos y contenedores se percibe esa herencia: formas que parecen haber sido encontradas, no creadas.
“Humildad, curiosidad y respeto por el reino mineral”, resume. Su proceso es silencioso, casi ritual. No busca imponer forma, sino acompañar el devenir del barro. “Más que soñar, como un cuenco y su vacío, me dispongo a hacer lugar para que lo que tenga que llegar, llegue”.
EL GUARDIÁN INVISIBLE
LA CRUZADA PARA PROTEGER AL GATO COLOCOLO
En la zona central de Chile, la presión humana avanza sobre el bosque nativo. Es a raíz de esto que un grupo de científicos y comunidades locales busca cambiar la historia del gato colocolo, un felino tan esquivo como desconocido.
La zona central de Chile es un territorio lleno de contrastes. Entre la cordillera de los Andes y la costa se extiende un paisaje que combina cerros cubiertos de bosque esclerófilo, quebradas, ríos que bajan con dificultad en los veranos cada vez más áridos y pueblos que conviven con la presión de las grandes ciudades. Es la región más habitada del país, la que concentra la agricultura, los viñedos y buena parte de la historia rural chilena. Esto ha hecho que esta zona sea un lugar donde la naturaleza ha tenido que replegarse, resistiendo en pequeños parches de vegetación nativa donde aún habita algo de vida silvestre.
Es en estos parches donde, en silencio y casi sin ser notado, se desplaza el gato colocolo. Con su pelaje moteado que lo camufla entre espinos y litres, se mueve por quebradas y laderas, dejando apenas un rastro en la tierra. Es un habitante esquivo, difícil de ver, que ha aprendido a sobrevivir en un ecosistema tensionado por el crecimiento urbano y la actividad humana. Su presencia es la prueba de que, a pesar de todo, el valle central todavía tiene secretos que se resisten a desaparecer.
El gato colocolo (Leopardus colocola) es considerado una especie endémica de Chile central, lo que en términos sencillos significa que su distribución está restringida a un territorio muy acotado y no se encuentra, en esa misma forma, en ninguna otra parte del mundo. Dicho de otro modo, si desaparece aquí, desaparece para siempre. Sin embargo, hay debate. Algunos investigadores sostienen que el colocolo sería en realidad una de las varias subespecies del llamado gato de los pajonales o pampas cat, que se extiende por Argentina, Bolivia y Perú. Otros
defienden que la población chilena presenta suficientes rasgos propios –desde su genética hasta el hábitat mediterráneo que ocupa– como para hablar de una especie única. Sea como sea, en la zona central de Chile este felino cumple un rol insustituible como regulador de presas como pequeños mamíferos y aves, y como indicador de la salud del bosque esclerófilo. De ahí que su conservación pase a ser un debate identitario: ¿somos capaces de proteger a una especie que quizá solo nosotros podemos mantener con vida?
El colocolo enfrenta un problema que lo hace especialmente vulnerable. A simple vista se confunde con un gato asilvestrado. Y en el campo, cuando las gallinas aparecen muertas, la culpa recae en él. Esa mala fama lo ha convertido en blanco de persecución justo cuando más amenazado está por la pérdida de su hábitat y la presión humana.
Fue en ese escenario que nació el Colocolo Conservation Project, un esfuerzo pionero en Chile central que busca cambiar la historia de este felino casi invisible y, de paso, la manera en que Chile mira a su fauna más desconocida.
Su meta es doble. Generar la primera base científica sólida sobre su biología y, al mismo tiempo, cambiar la manera en que las comunidades lo perciben. La idea es registrar sus movimientos con cámaras trampa, analizar su dieta y, además, ensayar nuevas formas de convivencia. Por eso, el proyecto trabaja con agricultores de la zona para implementar gallineros a prueba de depredadores, organiza talleres en escuelas rurales y conversa cara a cara con vecinos que antes veían al colocolo como amenaza. COLOCOLO
En ese cruce entre ciencia y vida cotidiana se juega la verdadera apuesta: que este felino deje de ser un fantasma perseguido y se convierta en un símbolo de identidad y conservación para la zona central.
El Colocolo Conservation Project se creó gracias a una constatación incómoda. En Chile sabíamos más de jaguares en la Amazonía o de leopardos en África que de nuestro propio felino. Para revertir esa paradoja, un grupo de especialistas decidió poner al colocolo en el mapa. A la cabeza está Carlos Castro Pastene, director general del proyecto, veterinario y rastreador de terreno, cuya experiencia en el monitoreo de fauna y el trabajo directo con comunidades rurales se transformó en pieza clave.
Desde su creación, el proyecto combina investigación científica de alto nivel –cámaras trampa, análisis genético, estudios de dieta y movimiento– con acciones comunitarias muy concretas. Esa mezcla de ciencia y práctica cotidiana le ha permitido abrir un campo de conocimiento inédito sobre el colocolo y también tender puentes con las comunidades que conviven día a día con el felino.
DESDE SU CREACIÓN, EL PROYECTO COMBINA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA DE ALTO NIVEL CON ACCIONES
COMUNITARIAS
MUY CONCRETAS.
En cada salida a terreno, en cada taller en una escuela rural o reunión con agricultores, los miembros del proyecto libran una batalla cultural, convenciendo a quienes históricamente vieron al colocolo como amenaza de que en realidad su presencia es un indicador de salud ambiental. Esa cercanía con el mundo campesino es precisamente el fuerte de Castro Pastene, quien suele decir que la conservación no se hace desde el laboratorio, sino compartiendo mate en la cocina de los lugareños. Gracias a esa mirada, el proyecto ha logrado que familias que antes habrían perseguido al felino hoy colaboren
informando de avistamientos o incluso cuidando los espacios donde se mueve.
En apenas unos años, el Colocolo Conservation Project se ha transformado en un referente para la conservación de fauna poco conocida en Chile. Se trata de rescatar a un gato endémico del olvido y de ensayar un modelo de convivencia entre naturaleza y comunidades humanas, en uno de los paisajes más presionados del país. Un modelo que entiende que, para sobrevivir, el colocolo necesita tanto de los bosques nativos como de la voluntad de quienes los habitan.
La historia del Colocolo Conservation Project se escribe también en terreno. Una de esas jornadas nos llevó hasta la Reserva Nacional Altos de Lircay, en plena cordillera del Maule, cuando el invierno había borrado los senderos y convertido el bosque en un paisaje blanco y áspero. Subimos junto a Carlos Castro Pastene y Francisco Andreas Gómez, quienes son parte del equipo de conservación, con un objetivo sencillo en apariencia: revisar las cámaras trampa instaladas semanas antes. Pero detrás de esa rutina estaba la pregunta que motivaba la caminata: ¿aparecería alguna imagen del gato colocolo?
Las horas de ascenso se hicieron sentir en cada paso hundido en la nieve, hasta que al fin apareció la primera cámara, muda y helada. Retirar la tarjeta de memoria es siempre un gesto cargado de expectativa, ya que puede no mostrar nada o, con suerte, regalar un segundo de vida salvaje. Esta vez, el golpe fue certero. En la pantalla se reveló
la silueta compacta de un gato de pelaje moteado y cola ancha. No estaba en los registros anteriores. Era un nuevo individuo. El equipo lo bautizó Forastero, símbolo de lo inesperado y de lo que se escapa de las categorías.
El hallazgo sumaba un nuevo ejemplar al mapa y abría la posibilidad de que la población en la zona fuera mayor de lo pensado, incluso con reproducción activa. Para quienes dedican meses a instalar cámaras que pueden pasar en silencio, esa sola imagen valía el esfuerzo completo. Forastero se convirtió en prueba de que el colocolo sigue resistiendo en el corazón del Maule y en metáfora de un país que recién comienza a reconocer la riqueza de su fauna más esquiva.
El Colocolo Conservation Project no tiene las cosas fáciles. Se enfrenta a amenazas crecientes, como incendios que arrasan con el bosque nativo, sequías que agotan los ríos y un cambio climático que vuelve
más frágiles los equilibrios del ecosistema. Sin embargo, cada registro de una cámara trampa, cada agricultor que decide proteger y cada niño que en una sala de clases aprende que este gato existe y merece un lugar son un paso hacia adelante.
El colocolo nunca se dejará ver con facilidad. Seguirá siendo una sombra entre el bosque. Pero si el Colocolo Conservation Project logra sostenerse en el tiempo, esas sombras no serán una advertencia de desaparición, sino señales de conservación.
Porque cuidar es aceptar que en medio del valle central, lugar donde la presión humana avanza sin tregua, todavía habitan criaturas que nos recuerdan que no todo está perdido. Y que, si somos capaces de reconocerlas y protegerlas, también estaremos cuidando la posibilidad de un futuro compartido entre nosotros y la vida silvestre que nos rodea.
WEDDING PLANNER EL MANIFIESTO NUPCIAL DE JAVIERA JORDAN
La diseñadora chilena condensa catorce años vistiendo novias en un libro-journal que une historia, método y contención emocional. Wedding Planner. Cómo planear tu boda sin perder la cordura (ni el estilo) propone un mapa elegante y lúcido para devolver la boda a su lugar esencial: un rito, sí, pero de autenticidad.
Por Francisca Vives K.
El primer libro de Javiera Jordán no nace de un apuro editorial ni de la suma aislada de trucos prácticos. Surge, más bien, del sedimento de muchas conversaciones, de fittings que se vuelven confesionario, de observaciones afinadas y de un archivo íntimo donde conviven croquis, materiales y preguntas. “Es un recuento de experiencias, conversaciones, tips y estudios que se han ido tejiendo y entrelazando durante estos catorce años”, nos cuenta Javiera mientras hojea orgullosa esta nueva creación, esta vez hecha de papel. Ese tejido –pulcro y orgánico a la vez– define el tono del libro: una guía que habla de su autora sin necesidad de hablar de ella; un journal metódico y creativo que transfiere a las páginas aquello que ya es el ADN de su taller.
Javiera se asume lectora de la historia y defensora del dato duro, no como una erudición despegada del presente, sino como el insumo más fértil para mirar críticamente lo que “se espera” de una novia. La propuesta del libro –checklists y calendarios, sí, pero también contexto, humor y calma– funciona como una estética de la cordura. Planificar, sí; impostar, no. “Despertar un pensamiento crítico respecto a lo que se nos exige socialmente” es el gesto editorial que sostiene el volumen, y que, de paso, lo aleja del típico manual ansioso que promete controlarlo todo.
La apertura histórica del journal es decisiva: situarse en tiempo y espacio para comprender qué fue y qué es la ceremonia. “Es alucinante saber y entender de dónde viene, cómo comenzó y cómo ha mutado”, afirma la diseñadora. Ese recorrido ilumina las incoherencias de ciertos rituales –cuando la forma se vuelve un cascarón–, pero también la persistencia del deseo humano de vincularse y creer en un proyecto con horizonte. Lo que cambia no es la sustancia, sino la gramática con que cada generación narra su compromiso.
Ese cambio de gramática Javiera lo ve con claridad en el fitting diario. Si al inicio de su carrera la expectativa social operaba como libreto, hoy las novias anhelan la síntesis de su propia biografía: detalles que conversen con ellas, signos que las retraten sin disfrazarlas. “Ya no quieren ser lo que la abuela espera, sino lo que ellas esperan de sí mismas”, anota. Esa frase condensa el desplazamiento de un deber ser a un querer ser, y recorre el libro como un bajo continuo: menos obediencia, más autoría.
Frente a la ansiedad que desbloquean los preparativos –el ruido de las recomendaciones cruzadas, la avalancha de comparaciones y fotogramas ajenos–, la autora levanta un principio de sobriedad, es decir, escuchar pocas voces, idealmente la propia. “Casi siempre lo que dicen las otras personas habla más de ellas que de uno”, apunta. ¿La táctica? Silencio operativo, límites claros, confianza en el criterio íntimo. El journal, en ese sentido, trae método para ordenar la agenda y, al mismo tiempo, calma para ordenar la mente.
Visualmente, el libro preserva el timbre de su casa creativa. “La imagen de mi marca y de mi arte está superclara”, dice. Diseñarlo con la editorial fue replicar en papel aquello que en el atelier ocurre frente al espejo: una traducción fiel entre idea y forma. No hay maquillaje gráfico para suplir el contenido; hay una continuidad natural entre el ojo de alta costura y la paginación. El objeto impreso se lee, pero también se toca: cartografía del proceso, memoria de la experiencia.
Javiera se permite, incluso, polemizar con gentileza con los clichés más arraigados. El blanco, por ejemplo, como dogma inamovible. “Es una invención de hace 200 años”, recuerda, y su propia elección lo ilustra: se casó por la iglesia con un vestido de corte princesa y mangas largas en rosa viejo. Tradicional en la arquitectura, audaz en el color. No se trata de romper por romper, sino de mover suavemente el eje para alinear forma y sentido. Tradición no es obediencia ciega; es herencia interpretada.
En esa coreografía de decisiones –velo, música, flores, entrada, brindis, timing–, Wedding Planner no busca instaurar recetas, sino habilitar criterios. La sofisticación, aquí, no es exceso ni ornamento. Se trata de una coherencia que también mira al otro protagonista del rito. Javiera Jordán cede espacio al novio, reivindicando la historia de su traje y su papel activo en la organización. El libro no encierra a nadie en un papel de reparto; invita a construir, de a dos, una narrativa compartida.
TRADICIÓN, TENDENCIA Y LA LICENCIA
DE SER UNA MISMA
La diseñadora rehúye la falsa dicotomía. “No se contraponen”, resume al hablar de tradiciones y tendencias. La tradición ofrece espesor simbólico –una gramática básica que ancla–; la tendencia, en cambio, abre ventanas para ventilar lo heredado y mezclar códigos con libertad. “La moda es cíclica y lo que hacemos los creadores es mezclar miles de conceptos e imágenes en una juguera
“No se trata de romper por romper, sino de mover suavemente el eje para alinear forma y sentido. Tradición no es obediencia ciega; es herencia interpretada”.
mental para sacar algo que refleje a cada persona. Nadie inventa la rueda, se rescatan elementos de la historia siempre”, afirma. La frase, dicho sea de paso, es un manifiesto sobre autoría: no se trata de fabricar excentricidad, sino de componer sentido.
Desde esa mirada, el libro trabaja con dos materiales: herramientas y permisos. Herramientas para ordenar (calendarios, listas, prioridades); permisos para personalizar (flexibilizar protocolos, redibujar tradiciones, elegir lo inesperado sin culpa). Javiera lo transmite sin grandilocuencia: hoy está “el permiso” para hacer lo que uno quiera, y el corsé suele ser autoimpuesto. A veces la creatividad no consiste en traer lo nunca visto, sino en permitir que lo clásico respire con un gesto propio. La experiencia de la autora confirma que muchas rigideces se desarman sabiendo un poco más. Entender la genealogía de un símbolo libera su uso.
Ese aprendizaje reubica también el consejo ajeno. No se trata de volver sordas a las parejas, sino de afinar su oído. La diseñadora –y ahora autora– sugiere escuchar solo a quien conoce y respeta sus límites, o incluso a nadie. No es desdén, es cuidado: la boda, cuando se llena de terceros, pierde su centro. El journal propone un minimalismo emocional: menos ruido, más voz interior. De ahí que la palabra “cordura” en el título sea tan precisa: planificar, sí, pero desde una serenidad que resista el vértigo de las expectativas.
EL ATELIER COMO REFUGIO; EL LIBRO COMO MAPA
Quien ha pasado por su taller sabe que allí sucede algo más que la ingeniería de un vestido. “Mi atelier se ha convertido en un espacio seguro para ellas, como cuando vas al psicólogo”, admite. Esa atmósfera de confianza no es un efecto colateral, es parte del servicio; es decir, persuasión para despejar fantasmas, intuición para detectar lo que la novia aún no consigue nombrar, contención para sostenerla cuando el calendario aprieta. Jordán lo precisa con justicia: “Las personas nerviosas lo son en muchos ámbitos, no por el hecho de ser novias. El rol del equipo creativo es cuidar, explicar, guiar. Diseñar, sí, pero también acompañar”.
Wedding Planner captura esa dimensión invisible y la convierte en método, recuerda que el tiempo es aliado –si se lo administra–, que el checklist existe para liberar la cabeza y no para oprimirla, que el calendario ordena la logística pero también las emociones. A esa estructura le suma la educación estética que suele faltar en el ruido social: historia de la indumentaria, genealogía de símbolos, pequeños
decálogos que enseñan a mirar. El libro no moraliza; alfabetiza. Y esa alfabetización –suave, informada– produce calma. Así, cuando comprendemos de dónde vienen las formas, elegimos con naturalidad.
El traje del novio también encuentra su cadencia en estas páginas. No como concesión políticamente correcta, sino como reconocimiento a una historia rica que ha sido simplificada por la cultura de catálogo. El equilibrio del libro es claro. La novia mantiene un proceso más extenso y complejo –y por lo mismo recibirá más foco–, pero la narrativa del matrimonio es de a dos. La elegancia también se trata de distribuir la luz, no de acapararla.
De hecho, la síntesis más limpia del proyecto está en su frase final: “La mejor guía para los que recién se comprometen”. No es un eslogan, es una promesa editorial. Guía, no oráculo. Mejor, no única. Para quienes recién se comprometen, pero también para quienes deciden recasarse con más conciencia o para quienes prefieren un
rito mínimo de belleza íntima. Cordura y estilo no son polos; son un binomio que se alimenta. La cordura permite que el estilo no se vuelva caricatura; el estilo impide que la cordura degenere en trámite.
Al cerrar el libro, queda la sensación de haber asistido a una conversación más que a una lección. Javiera dialoga con la tradición y la moda como quien conversa con amigas inteligentes: con respeto, con ironía a veces, con afán de comprender para elegir mejor. Su Wedding Planner no canoniza; acompaña. Su escritura replica lo que sucede cuando la novia se mira al espejo por primera vez con el vestido casi listo, hay un reconocimiento suave, una armonía que se parece al alivio. La ceremonia podrá durar unas horas; la lucidez que habilita este journal, con suerte, un poco más. Porque si algo enseña, es que el verdadero lujo de una boda no está en la grandilocuencia del evento, sino en la exactitud con que refleja a quienes celebran. Y esa exactitud –ese lujo– empieza mucho antes del “sí”. Empieza cuando una pareja decide escucharse.
NO HACER EL LUJO DE NADA
El niksen, la filosofía holandesa que nos invita a detener el tiempo.
Por Francisca Vives K.
Hay palabras que contienen universos enteros, y niksen es una de ellas. En los Países Bajos, este término nombra un gesto tan simple como subversivo: no hacer nada. Lejos de la apatía, es un acto consciente, casi un arte de la pausa. Un respiro que interrumpe la inercia del día y se convierte en una forma de estar en el mundo. Así, los neerlandeses han hecho del descanso un patrimonio cultural, un modo de habitar el tiempo sin someterlo.
Quizás lo más parecido al niksen que tengamos en el mundo latino sean nuestros abuelos: esos que se sientan al sol en una plaza o frente a la ventana, observando la vida pasar sin apuro. Ese instante de quietud, donde no se busca nada más que estar, contiene el mismo espíritu que en los Países Bajos se ha convertido en una filosofía de vida.
Los neerlandeses, considerados entre las poblaciones más felices del mundo, cultivan desde la infancia un equilibrio entre trabajo, ocio y bienestar. Suelen tener jornadas laborales más cortas y una vida cotidiana menos gobernada por la productividad. En ese contexto, niksen no es pereza ni procrastinación, sino un gesto deliberado: detener la vorágine, apagar el piloto automático y permitir que el tiempo fluya sin objetivos ni metas. Es mirar por la ventana, recostarse en un sillón, dejar que los pensamientos se acomoden y que la imaginación encuentre su propio cauce.
UN REMEDIO CONTRA EL DESGASTE
La Organización Mundial de la Salud reconoció hace poco el burnout como una condición asociada al trabajo. Estrés crónico, agotamiento físico y mental, sensación de vacío: síntomas que se han normalizado en oficinas, hogares y ciudades. En Chile, el estudio Laborum 2024 reveló que un 89 por ciento de los trabajadores presenta signos de síndrome de burnout, con altos niveles de cansancio emocional y estrés que deterioran el bienestar general.
En medio de esa cultura de la hiperconexión y la inmediatez, el niksen se presenta como un bálsamo. Su poder radica en la simpleza: no requiere retiros espirituales, viajes exóticos ni aplicaciones de meditación. Solo exige voluntad para detenerse y concederse un espacio propio.
Diversos estudios han demostrado que los momentos de divagación libre permiten que el cerebro se reorganice, que se fortalezcan los procesos creativos y que disminuya la ansiedad. Aquello que solíamos llamar “perder el tiempo” se revela, en realidad, como una inversión silenciosa en bienestar.
Annette Lavrijsen, periodista neerlandesa y autora del libro Niksen. El arte neerlandés de no hacer nada, cuenta que durante su infancia esta palabra tenía una connotación negativa. “Cuando era joven, mis padres me regañaban si me veían sin hacer nada; niksen era sinónimo de vagancia. Hoy, entiendo que esos momentos eran necesarios para ser una persona más equilibrada y feliz”, reflexiona. Su libro propone una guía sencilla para reconectar con la quietud, recordando que el poder de no hacer nada puede ser profundamente transformador.
Aquello que solíamos llamar “perder el tiempo” se revela, en realidad, como una inversión silenciosa en bienestar.
APRENDER DE QUIENES
SABEN DETENERSE
En los Países Bajos, el niksen convive con otro término, gezelligheid, que se traduce como un ambiente acogedor, relajado y sin pretensiones. Es el clima que antecede al descanso: encender una vela, salir a caminar sin rumbo, leer sin mirar el reloj o simplemente estirarse en una hamaca mientras el cielo cambia de color. Si algo tiene propósito o productividad, deja de ser niksen
Lavrijsen distingue esta práctica de otras tendencias contemporáneas. No es meditación, porque no implica concentración plena; no es mindfulness, porque no exige atención absoluta al presente. Es, más bien, el permiso de quedarse inmóvil, dejar que la mente vague, regalarse tiempo sin meta.
Un ejercicio propuesto por la autora consiste en anotar, del 1 al 10, las actividades cotidianas que más felicidad nos generan. El resultado suele ser revelador: pocas veces dedicamos tiempo a lo que realmente nos nutre. El niksen nos invita justamente a eso: a volver a priorizarnos.
EL NUEVO LUJO
En una cultura saturada de agendas infinitas, detenerse se ha convertido en un lujo. Y ese lujo ha empezado a ser literal. En los últimos años, la industria de la hospitalidad ha descubierto en el descanso un nuevo horizonte de sofisticación. El llamado sleep tourism –viajes dedicados exclusivamente a dormir, desconectar y recargar energía–crece cada temporada.
Hoteles boutique y cadenas internacionales diseñan programas centrados en la recuperación del sueño: cortinas blackout perfectas, menús de almohadas, sesiones de yoga lunar, tratamientos de spa orientados al descanso profundo. En Santiago, Viña del Mar o Pucón ya se multiplican las ofertas para quienes buscan escapar de la fatiga urbana con una noche reparadora en un entorno cuidado.
Sin embargo, incluso en esos programas de lujo, el corazón de la experiencia sigue siendo el mismo: concederse el derecho a no hacer nada Dejar que el cuerpo y la mente se liberen de la exigencia y encuentren su propio ritmo.
UNA PRÁCTICA COTIDIANA
Incorporar el niksen a la vida diaria no requiere grandes transformaciones. Basta con pequeños gestos: observar las nubes desde la ventana, caminar sin destino, apagar la computadora cinco minutos antes o disfrutar de un café sin mirar el teléfono.
La clave está en normalizar la pausa y despojarla de culpa. En entrenar ese “músculo” de la inactividad que tanto cuesta ejercitar en sociedades que premian la hiperactividad. El niksen no busca evadir responsabilidades, sino convivir con ellas desde otro lugar.
En neerlandés existe otra palabra: gunnen, que significa desearle algo bueno a otro sin esperar nada a cambio. Lavrijsen sugiere aplicarla hacia uno mismo: darse permiso para descansar, para no responder mensajes, para cerrar los ojos sin un motivo. En ese
gesto hay belleza, porque nos recuerda que somos más que nuestras listas de tareas; que el valor de un día no se mide en correos enviados ni en metas cumplidas, sino en la capacidad de detenerse y contemplar.
En la era del cansancio global, donde la conexión permanente se confunde con éxito, la invitación del niksen resuena con fuerza: redescubrir la quietud, aceptar el silencio, valorar lo simple. No se trata de un manifiesto contra la modernidad, sino de un recordatorio: la vida también ocurre en los espacios intermedios, en la mirada perdida, en el pensamiento que viaja sin rumbo.
Quizás allí radique el verdadero lujo contemporáneo: en darnos la libertad de no hacer nada y descubrir que, en esa pausa, ocurre todo.
La vida también ocurre en los espacios intermedios, en la mirada perdida, en el pensamiento que viaja sin rumbo.
La noche
adulta
tiene un nuevo refugio
BARDOT
Bardot ha irrumpido en la vida nocturna capitalina con una propuesta que está dando que hablar. Un espacio donde la buena mesa se une a la coctelería de autor, la música en vivo y la pista de baile, todo en un mismo lugar y sin necesidad de trasnochar. Una experiencia distinta que ya se ganó un lugar en la agenda nocturna de los mayores de 35.
Por Francisca Vives K.
En Santiago hay nombres que se repiten cuando se habla de entretención y gastronomía nocturna. Uno de ellos es Mauricio Guerrero, ingeniero comercial que junto a su socio y excompañero de universidad Cristián de la Barra lleva más de quince años apostando por proyectos que marcaron tendencia, como Candelaria y Casa Animal en Vitacura, o Azotea Matilde en Bellavista. Conversamos con él sobre su más reciente desafío: Bardot, un lugar que mezcla gastronomía, coctelería, música y baile bajo un mismo techo. Una idea que parece sencilla, pero que –como él mismo reconoce– en la noche santiaguina no es fácil de encontrar.
¿Cómo nace la idea de Bardot?
La decisión de desarrollar Bardot nació de entender que existía un público adulto joven, mayor de 35 años, que había dejado de ir a Candelaria, ya fuera por la edad o por el tipo de ambiente, y que buscaba un lugar distinto. Ese público quiere un espacio 360: llegar temprano, tener una buena experiencia gastronómica y luego quedarse en el mismo lugar con una fiesta coherente en términos de música y atmósfera. La ubicación en Parque Titanium fue clave, porque Sanhattan concentra gran parte del público al que queríamos llegar. Además, el hecho de estar en un espacio cerrado, con seguridad y conectado a terrazas que ofrecen un paisajismo único, nos daba una característica muy especial.
Ustedes ya tenían una larga trayectoria en la gastronomía y la entretención. ¿Qué aprendizajes aplicaron en este proyecto?
La experiencia ha sido fundamental. Siempre fuimos más buenos para generar experiencias que solo para hacer gastronomía. Con proyectos como Azotea Matilde y Casa Animal entendimos que íbamos en la dirección correcta, que lográbamos conectar con la gente. Pero también nos dimos cuenta de que había un segmento que estaba quedando sin espacios. Muchas personas no quieren trasladarse de un restaurante a un bar y luego a una discoteca, ya sea por seguridad o por comodidad. Bardot permite tener todo en un mismo lugar, sin necesidad de moverse, con un servicio continuo desde el almuerzo hasta la madrugada.
De la nostalgia al presente
El nombre no es casual. Inspirado en Brigitte Bardot, la actriz francesa que encarnó glamour, rebeldía y bohemia, el proyecto busca evocar un imaginario nostálgico y sofisticado. “No queríamos algo explícito ni temático, sino un nombre que transmitiera elegancia y que fuera fácil de recordar. Aunque no todos reconozcan a la actriz, el espíritu que representa conecta muy bien con nuestro segmento”, dice.
Ese espíritu se materializa en el diseño interior creado por Gino Falcone, reconocido por su trabajo en Sarita Colonia. Sofisticado y ecléctico, el espacio combina referencias culturales con materiales contemporáneos, logrando una atmósfera que invita a quedarse. Con capacidad para 800 personas, Bardot funciona como un caleidoscopio: al mediodía recibe a ejecutivos en busca de un almuerzo rápido; por la tarde se transforma en un lugar para after office y cenas relajadas; y a partir de las 23 horas abre su pista de baile para un público adulto que busca revivir la fiesta con otro ritmo.
“Nos dimos cuenta de que la gente ya no quiere trasnochar como antes. Nuestro público trabaja, tiene familia, deportes. La
propuesta es simple: comer bien, bailar un rato, pasarlo increíble y a la una de la mañana estar en tu casa descansando. Más que un cambio cultural, lo veo como responsabilidad social”, comenta Guerrero entre risas.
¿Cómo definieron la propuesta gastronómica y de barra?
La propuesta gastronómica responde a dos momentos muy distintos. En el almuerzo, el foco está en la rapidez y la calidad, porque recibimos a ejecutivos que tienen tiempos acotados. En la noche, en cambio, la gente busca quedarse, relajarse y compartir. Por eso diseñamos una carta internacional con tapas, pizzas de autor, piqueos y platos para disfrutar en grupo. Nuestro chef, Enzo Galleguillos, ha hecho un trabajo espectacular y ya estamos trabajando en una nueva carta primavera-verano que sorprenderá a nuestros clientes.
En cuanto a la barra, también pensamos en dos dinámicas. Durante el día predominan los vinos y los pisco sour; en la noche, en cambio, entran los destilados y la coctelería de autor. La idea es que cada momento tenga su propio sello, que la experiencia de almorzar en Bardot sea distinta a la de cenar y quedarse a bailar.
Una apuesta cultural
Si la gastronomía es uno de los pilares, la música y la cultura son el otro gran eje. Bardot ofrece jazz en vivo los martes, además de conciertos de bandas locales y DJ que giran en torno a grandes hits de los 80 y 90. La curatoría musical también incluye R&B y electrónica, aunque con un foco claro en los sonidos que marcan la memoria de su público. “Lo más lindo es llegar temprano, disfrutar de una comida y al mismo tiempo escuchar un banda en vivo. Eso no se encuentra en cualquier parte”, asegura Guerrero.
¿Cómo se proyecta Bardot más allá de la cocina y el baile?
Desde el inicio pensamos en Bardot no solo como un restaurante ni como una discoteca,
sino como un espacio con vocación cultural. Queremos seguir creciendo en esa línea, con actividades circenses, exposiciones de arte y programación cultural en nuestras terrazas. Nuestro objetivo es que Bardot sea también un lugar donde la cultura y el encuentro tengan cabida.
El equipo detrás del proyecto supera las cien personas, entre staff fijo y colaboradores externos como DJ, músicos, artistas y fotógrafos. Esa amplitud humana se traduce en hospitalidad. “Nuestro capital humano es fundamental. Queremos que la experiencia sea como estar en el living de tu casa, pero con toda la infraestructura de un gran local. Esa cercanía hace que la gente quiera volver”, enfatiza.
Camino a convertirse en clásico
Sostener un proyecto de este tipo en Santiago no es fácil. La ciudad está llena de propuestas que aparecen y desaparecen rápidamente, víctimas de las modas o de la falta de identidad. Guerrero lo sabe, pero tiene claro el camino: “Un clásico es un lugar donde siempre encuentras caras conocidas, donde te sientes seguro y respetado. Queremos que Bardot sea ese espacio, un punto de encuentro para amigos, colegas y familias. Eso es lo que buscamos construir”.
En sus primeras semanas, la respuesta del público ha superado las expectativas. Las reservas nocturnas se hacen necesarias, la pista se llena a partir de las 23 horas y la combinación de cocina y música ha encontrado su público fiel. “La gente nos dice que esto era lo que faltaba en Santiago.
Eso nos confirma que estábamos en lo correcto”, afirma Guerrero.
Con su mezcla de glamour nostálgico, propuesta culinaria sólida y una pista que invita a redescubrir la noche sin necesidad de trasnochar, Bardot se perfila como un nuevo referente. Y aunque su historia recién comienza, la visión es clara: instalarse como un clásico de la capital, un lugar que trascienda la moda y que acompañe a varias generaciones.
“Queremos que cuando piensen en salir a cenar y bailar, Bardot sea la primera opción. Que lo recomienden, que vuelvan, que lo sientan suyo. Esa es nuestra meta y nuestro sueño”, concluye Guerrero.
SUPLEMENTOS: ¿ÚTILES O SOBREVALORADOS?
* Licenciada en Nutrición y profesora universitaria con más de 25 años de experiencia clínica y formación continua.
Por Andrea Argibay – Lic. en Nutrición*
Entre la moda y la necesidad, los suplementos ganan terreno en la vida diaria.
La nutricionista Andrea Argibay comparte casos reales y pautas claras para entender cuándo son aliados de la salud y cuándo se convierten en un gasto innecesario. Una visión científica y práctica sobre cómo los suplementos pueden complementar la alimentación, optimizar la salud y potenciar el bienestar, siempre integrando nutrición, emociones y funcionamiento del cuerpo.
Cada vez más personas suman suplementos a su rutina diaria: vitamina C para el sistema inmune, colágeno para la piel, magnesio para dormir, omega 3 para el corazón… La lista es larga. Pero ¿de verdad los necesitamos todos? ¿O estamos consumiendo productos sin saber si nos hacen bien?
Como nutricionista clínica y especialista en Nutrición Preventiva y Metabólica, trabajo todos los días con personas que llegan con dudas genuinas. Algunas ya los consumen, otras no saben por dónde empezar, y muchas se sienten abrumadas entre lo que ven en redes y lo que realmente necesitan.
¿Cuándo un suplemento es realmente necesario?
Voy a compartirte algunos casos que veo con frecuencia en mi consultorio para que tomemos perspectiva del tema.
Clara es una mamá de 42 años que llega a la consulta con esa sensación tan común de quienes somos madres: se siente sin energía, como si el día no le alcanzara para nada. Ella pensaba que lo que necesitaba era un multivitamínico genérico. Al revisar sus análisis, descubrimos juntas una anemia leve y niveles bajos de vitamina B12. Es decir, no se trataba de indicar un simple suplemento; se trataba de encontrar lo que su cuerpo realmente necesitaba. Diseñamos un plan de suplementación específico y un seguimiento, y en pocas semanas Clara comenzó a notar un cambio: ya no se sentía tan cansada, por el contrario, estaba con más energía para realizar sus actividades.
Otro caso es el de Marcos, de 25 años, vegano y deportista. Lo evalué y vi que cuidaba su alimentación, ya que entrenaba varias veces por semana y participaba
activamente en su club de rugby. Aun así, desconocía que ciertos nutrientes esenciales, como la vitamina B12 y la vitamina D, no se encuentran fácilmente en una dieta basada únicamente en plantas. La consulta sobre su importancia fue un momento revelador para él, la suplementación no era un “extra”, sino una herramienta preventiva para proteger su salud a largo plazo. A partir de esto, Marcos incorporó estos suplementos a su rutina sabiendo que estaba cuidando su cuerpo de una manera más consciente y diferente.
María (60 años) es una paciente a la que atiendo hace años. Siempre ha sido una mujer activa, incluso después de la menopausia, cuida a sus nietos, le gusta pintar, tiene un buen entorno social (amigos, familia). Con antecedentes de osteopenia, su preocupación era mantenerse fuerte y prevenir complicaciones futuras, para seguir haciendo las cosas que tanto disfrutaba hacer. Con un enfoque interdisciplinario, junto a su médica indicamos vitamina D, calcio y omega 3, evaluando dosis y controles periódicos. María comprendió que no se trataba de tomar suplementos de manera automática, sino de incorporarlos dentro de un plan de prevención que consideraba su historia clínica, su estilo de vida y sus metas de estar bien.
¿Y cuándo no hace falta incorporarlos?
De los casos que veo con mis pacientes, los suplementos no son necesarios en:
Personas con buena salud, alimentación equilibrada y sin déficits. Más que sumar cápsulas, necesitan mejorar la hidratación, el sueño o el manejo del estrés.
Personas que combinan varios suplementos sin saber si hay interacción entre ellos o si podrían estar consumiendo dosis tóxicas (como con el hierro, la vitamina A o el zinc).
Personas que compran productos costosos por recomendación de influencers, pero que no se ajustan a su realidad.
“La nutrición verdadera no está en una cápsula, sino en tu capacidad de cuidarte con conciencia. Los suplementos tienen su lugar, pero el centro sigue siendo la persona”.
Entonces, ¿cuál sería el enfoque correcto?
No se trata de estar a favor o en contra de los suplementos, sino de entender su verdadero lugar. Un suplemento puede ser una herramienta útil, pero nunca reemplaza la comida, los hábitos ni el contexto clínico y de vida de esa persona. La indicación debe surgir de una evaluación personalizada, con fundamentos y objetivos claros.
Como profesional, mi compromiso es ayudar a mis pacientes a decidir desde la información y no desde el miedo o el marketing.
Intento acompañarlos a construir un camino de bienestar donde las decisiones tengan sentido y no sean una moda más y pasajera.
En resumen, te diría:
Los suplementos pueden ser aliados en casos puntuales y bien indicados.
No todos los necesitan.
No deben usarse sin guía profesional.
No reemplazan una alimentación real, el descanso ni el cuidado emocional.
“
Si no dejas de tomar, nos separamos”. Ese es el ultimátum que Matilde Manríquez le da a Coke Benavides, su marido, el único hombre en su vida. Con esa frase pone en jaque un matrimonio de más de 30 años, iniciado cuando ambos eran compañeros de colegio. Pero a ella no solo le preocupa el alcohol: detrás de la pareja hay meses sin intimidad y, para peor, comienza –sin saberlo– la perimenopausia, una bomba hormonal que la tiene constantemente contra las cuerdas.
Aunque más de alguien podría sentirse reflejado en esta historia, lo cierto es que pertenece a la ficción, al guion de la nueva teleserie nocturna de Mega, Reunión de superados. Una trama con altas dosis de comedia donde Ignacia Baeza interpreta a una mujer que, además de pasarlo mal, se caracteriza por su fragilidad.
Sin duda, un personaje muy distinto a las mujeres que suele interpretar, como Loreto del Valle, su último rol en las nocturnas de la misma casa televisiva. Un papel fuerte, aunque marcado por la soledad y también ligado al alcohol. Uno de tantos que la han llevado a ser nominada dos veces a los Copihues de Oro y a ganar un premio Caleuche.
Esta vez es diferente. “Creo que esos personajes tenían más carácter. Generalmente me tocan mujeres fuertes, power, y Matilde es más frágil: empieza una crisis consigo misma, con su marido, que está metido en el alcohol. Por supuesto que le dice lo que piensa, le para los carros, no es una mujer sometida. Ha sido interesante habitar ese espacio, el de una mujer más suave, muy buena. Me encanta”, aclara.
“Generalmente me tocan mujeres fuertes, power, y Matilde es más frágil. Ha sido interesante habitar ese espacio, el de una mujer más suave, muy buena. Me encanta”.
“Estoy en una etapa en la que busco justamente eso: ser más reflexiva, como ella. Matilde es amorosa, piensa antes de actuar, es cálida, no agresiva ni explosiva”.
¿Tiene un atractivo distinto para ti?
Cada personaje siempre tiene algo. A mí me encanta el drama y disfruto la comedia; me gustan los personajes con cuento, con rollos profundos, y creo que Matilde tiene uno. Aunque es una comedia, mi personaje enfrenta una perimenopausia, una crisis matrimonial y un marido borracho… amoroso, pero borracho. En eso la teleserie está muy bien, porque podrían haber puesto a un hombre alcohólico y pesado, pero él es bueno, la quiere, le tiene paciencia, la escucha. Entonces es muy difícil, porque se empiezan a separar, pero no es porque no se amen. Por ahora, al menos por lo que yo sé.
Algo similar a lo que vimos con tu rol de Loreto del Valle en Generación 98: una mujer con un luto latente, soledad y también alcoholismo, pero en medio de una comedia.
Ella era un personaje muy solo, que evadía en el alcohol y tenía dos hijos a los que no miraba. Estaba totalmente ensimismada, superada. Lo que me gustó de la Loreto es que se mostraba muy cool hacia afuera, pero en el fondo era superfrágil. Creo que, si existiera, tendría la autoestima baja… por lo mismo se mete con un cabro chico, como buscando sentirse más deseada. Al final el personaje fue bordeando lo patético: se cae, se corta una mano, los hijos se enteran, todo se vuelve más intenso. Pero fue superentretenido, lo pasé muy bien interpretándola.
¿Cómo ha sido el rodaje de esta nueva historia?
Me río todo el día. Ha sido muy divertido. Estoy trabajando con amigos: la Daniela Ramírez (Javiera Echeverría en la teleserie), la Paloma Moreno (Pilar Rodríguez) y la Elisa Zulueta (Teresa Astaburuaga) son amigas mías de la vida… así que todo se hace más liviano. Por otro lado, nunca me había tocado actuar con Diego Muñoz (Coke Benavides, su marido en la historia) y está funcionando superbién, fluimos, hemos hecho un buen match. Al resto ya los conozco. Lo paso increíble, aunque es intenso, somos pocos personajes y a veces la carga se vuelve más pesada. Además trabajo con niños, lo que siempre es un desafío, pero en este caso han sido mejores que los adultos [ríe]. Son talentosos, llegan con sus textos aprendidos y son encantadores.
¿En qué te ves reflejada en Matilde y en qué te gustaría parecerte a ella?
Me gustaría parecerme más. Estoy en una etapa en la que busco justamente eso: ser más reflexiva, como ella. Matilde es amorosa, piensa antes de actuar, es cálida, no agresiva ni explosiva. Y me reflejo en su humor, sobre todo en la complicidad que tiene con su amiga Teresita.
Después de pasar tantas horas grabando, ¿cómo es tu rutina fuera del set? Tienes mellizos, Clemente y Gabriel, de 11 años… ¿qué tal eres como apoderada?
Son exquisitos. No tengo tantas reuniones de apoderados, solo las importantes, y tampoco es que me llenen de actividades. Estoy en los chats, pero son más informativos, nada del “asado no sé dónde”… me encanta. Como apoderada trato de estar siempre, voy a las reuniones uno a uno con las profesoras y me interesa mucho saber en qué están los niños, cómo se sienten. La parte académica la entiendo, pero me importa más lo emocional: el corazón de mis hijos, saber que están bien, que no les hagan bullying, que ellos tampoco lo hagan… eso es lo que más me preocupa.
¿Pero te importa que estudien?, ¿eres estricta?
Me importa mucho que mis hijos sean respetuosos. Soy estricta, pero sanamente. Entiendo que tienen 11 años, que son dispersos, que quieren jugar a la pelota, pero por suerte son bastante responsables. Uno tiene que estar ahí atajándolos, pero si les digo las tareas primero, se encierran, cada uno hace las suyas, entienden. Vamos bien por lo menos.
¿Y cómo ha sido ser mamá de mellizos?
Ha sido fascinante, un verdadero regalo. Ya casi se me olvida todo lo de antes, aunque al principio fue agotador: dos guaguas, doble pechuga, doble muda, una lloraba en la noche y después la otra… los cólicos. Pero ahora veo la relación que tienen y es maravillosa. Son muy unidos, se cuidan, se dicen “hermano” [ríe], nunca se han llamado por su nombre. Una vez les pregunté por qué y me dijeron: “Es que, mamá, se siente raro”. Y eso que son superdistintos, tanto física como emocionalmente. Conmigo son unos exquisitos, me cuidan y me protegen.
“Empecé a meditar, salgo poco, paso mucho más tiempo en casa. No tomo alcohol, estoy más tranquila, hago deporte… necesitaba parar, sobre todo mi cabeza, no el trabajo”.
Un nuevo ritmo de vida
Decías que estás en un período de reflexión…
Sí. Siento que, de un tiempo a esta parte, me agoté un poco de la intensidad con que vivía. Quise bajar las revoluciones. Empecé a meditar, salgo poco, paso mucho más tiempo en casa. No tomo alcohol, estoy más tranquila, hago deporte… necesitaba parar, sobre todo mi cabeza, no el trabajo.
¿Por algo en especial?
Creo que tiene que ver con haber entrado a los 40 y con querer vivir un estado de lucidez distinto, sobre todo por mis hijos. Tengo una familia muy bonita y espiritual, y para mí es inevitable no conectar con ese mundo. Estoy mucho más introspectiva. Tengo mi terapia, que me encanta y me ayuda, pero me encuentro tranquila. No es que esté deprimida, simplemente siento que algo se está acomodando.
¿Hacerte cargo de ti misma?
Sí, tiene que ver con cuidarme y con pensar en cómo quiero ser en los años que vienen. Es divertido, porque justo estoy haciendo un pódcast con la Mariana Derderián que se llama Elige a tu vieja y nació de una conversación sobre eso: cómo queremos ser, cómo nos vemos, cómo imaginamos a esa “vieja” en la que nos convertiremos. Y dije: “Ya, la fiesta ya la bailé, ya tomé lo que tenía que tomar”. No soy una amargada, al contrario, lo paso mucho mejor. Se trata de hacerme cargo de mi futuro y de mi presente.
Este pódcast las encuentra a ambas en momentos muy intensos… [El hijo de Mariana falleció en un incendio en 2024]. Somos amigas hace 20 años. Incluso vivimos juntas, en plena soltería, cuando una siente que está en la cresta de la ola. Somos como hermanas, tenemos una relación demasiado linda. Mis hijos adoran a su hija, vivimos a una cuadra y compartimos el mismo ritmo de vida con los niños los fines de semana. Somos una pequeña familia. Y ahora hemos sido un gran apoyo la una para la otra. La quiero muchísimo.
En el pódcast se nota que, cuando alguna se acerca a temas muy personales, la otra sale al rescate… Si empiezo a hablar demasiado de mí o me estoy metiendo en algo muy íntimo, la “Rucia” [Mariana] me saca. Y eso ha sido bonito, porque nos escuchamos y estamos muy atentas la una a la otra. Ha sido precioso trabajar juntas, compartir, y aprendo muchísimo de ella. Ha sido una verdadera terapia.
¿En qué lo notas?
Lo primero es que, cuando grabamos el pódcast, estamos completamente ahí.
Las dos. Es un presente absoluto, todo lo demás desaparece, y eso ya es sanador y rico. Terminamos con una especie de adrenalina, como después de hacer deporte. Además, hablar te hace bien, es un regalo. No te quedas con la mierda adentro, la sueltas. Y como es un pódcast, a veces dices cosas muy tuyas, pero sin exponerte del todo. Nos reímos muchísimo, y reírse también es terapia. Hoy, por ejemplo, venía escuchando el capítulo sobre el desamor que grabamos, y cuando llegué la llamé y le dije: “Me reí a carcajadas, sola en el auto”. Tenemos energías muy similares; a veces nos dicen que parecemos hermanas, aunque somos superdistintas. Trabajar con ella ha sido un regalo. Imagínate que el pódcast nació justamente de eso: de sentarnos a pensar. La Mariana está en una etapa reflexiva, y yo también.
“Nadie se muere de amor, y una ya sabe que cuando pasa una pena y piensa ‘No voy a salir nunca’, al final sales… y te vuelves a enamorar”.
Con mucho caos y risas… Por eso admiro tanto a la Mariana. No conozco a una mujer con más sentido del humor que ella. Es capaz de reírse de todo, y eso se lo celebro y aplaudo, porque lo encuentro genial. La “Rucia” le aporta eso al pódcast: esa intensidad que contagia, que nos saca risas en medio del caos del trabajo, los hijos, las parejas y las penas de amor.
¿Muchas penas de amor?
He tenido mucha suerte. Ahora estoy sola, terminé una relación hace poco, pero he tenido grandes amores y parejas maravillosas, así que me siento absolutamente afortunada. Que una relación termine no lo veo como un fracaso, aunque el desamor pucha que duele. Con la Mariana siempre decimos: “Ya no tenemos edad para seguir sufriendo por amor”. Pero ahora hay algo distinto, una tranquilidad. He sufrido, he llorado, pero también me digo: “Ya, voy a estar bien”, porque sé que voy a estar bien.
Nadie se muere de amor, y una ya sabe que cuando pasa una pena y piensa “No voy a salir nunca”, al final sales… y te vuelves a enamorar. Así es.
¿Eres buena para enamorarte?
Sí. Cuando era más chica me costaba mucho, me escapaba, siempre terminaba las relaciones. Creo que cuando me enamoré de quien fue mi marido y el papá de mis hijos, ahí se me abrió el corazón. Antes tuve pololos a los que quise, por supuesto, pero cuando decidí casarme y compartir tantos años con él, fue porque estaba realmente enamorada.
En junio de 2022 contaste en una entrevista que estabas enamorada de una mujer. Tiempo después dijiste que, al hacerlo público, temiste que eso pudiera afectarte incluso laboralmente… Sí, me dio miedo al principio. Pero fue solo una idea, porque no pasó nada. Al contrario, recibí puro amor: de mi jefa, de mis compañeros… te mueres cómo me escribían, con una buena onda impresionante. Me llegaron mensajes como “Tengo una hija que es gay, ¿cómo lo hacemos?” o “Yo soy gay y no se lo he contado a mis papás”. Es fuerte. Mi miedo tenía que ver con que una, en la tele, ocupa un lugar donde se espera cierta imagen, la de una mujer “deseada”, y pensé que podía perder eso. Pero no pasó nada. Fue solo susto. Y cuando lo hablé con mi gente cercana, fue increíble.
¿Te ayudó contarlo?
En ese momento estaba en pareja y fue como decir “Ya, vamos con todo”. Fue una necesidad. Yo no suelo hablar de mi vida privada, me da pudor, siempre pienso “¿A quién le podría importar?”, pero sentí que era importante decirlo, sacarlo afuera. Fue un “Esta soy yo”. Vengo de una familia para la que nunca fue tema, así que me preguntaba por qué tenía que esconderme. Mis hijos ya lo sabían, entonces no entendía de dónde venía tanto miedo. Fue simplemente decir: “Sí, tengo una pareja, me enamoré de una mujer”, listo, fin. Igual que cuando me enamoré de un hombre. Y si hoy me preguntas si estoy en pareja, te diría “Sí, con tal persona” y ya está. Es un proceso, pero fue muy sanador.
“Si tuviera que elegir una palabra, sería ‘voluntad’. Creo que la voluntad es todo. Hay cosas difíciles, pero hay que ponerle ganas”.
Y después de este tiempo de sanación y cuidado… ¿sientes que estás más cerca de la “vieja” que eliges ser? Mira, tengo varios tatuajes [los muestra], y uno de ellos dice “Respira”, porque sentía que no lo hacía; era una forma de recordármelo. Ahora, si tuviera que elegir una palabra, sería “voluntad”. Creo que la voluntad es todo. Hay cosas difíciles, pero hay que ponerle ganas. Si quiero ser esa “vieja” sana, tengo que dejar de tomar. Me he ido poniendo pruebas a mí misma, y eso está bueno. Siento que voy en ese camino. Me falta, pero voy bien.
TUDOR JUNTO A JAY CHOU
BRILLA AL COMPÁS DE LA LUNA
TUDOR
presenta su primer reloj con una complicación de fases lunares... y una pizca de magia de Jay Chou.
La Luna ocupa un lugar especial en la sabiduría tradicional de oriente: en la tradición china del Festival del Medio Otoño, simboliza la solidaridad y la unión de la familia. Era la ocasión más apropiada para aprovechar la energía creativa de la propia familia de TUDOR, sobre todo del multitalentoso Jay Chou, para crear el primer reloj con fases lunares de la colección.
La sutil sofisticación de la línea 1926 era el lugar perfecto para empezar. Esta línea recibe su nombre por el año en el que «The TUDOR» fue registrada por primera vez en nombre del fundador de Rolex, Hans Wilsdorf. Captura y se mantiene fiel a la filosofía de TUDOR, representando la belleza y el valor. Junto con los diseñadores de TUDOR, Jay añadió su magia al reloj, y el resultado es tan magnífico como una luna llena resplandeciente iluminando el cielo nocturno. Enmarcado por un ángulo perfectamente pulido con acabado biselado, el indicador de las fases lunares aparece a las 6 horas en tres nuevas esferas en las cajas de acero inoxidable de 39 mm para el 1926:
Azul, negra y la de Jay, color champán. El indicador de fases lunares para cada esfera es diferente, y la visión de Jay para el modelo con esfera de color champán se ha hecho realidad de una forma realmente fantástica: el disco de oro revela la misteriosa luz de luna, representando la luna escondida detrás de un recorte negro oscuro que desaparece lentamente mientras la luna crece y mengua.
En la mitología romana, la diosa Luna personifica la belleza divina y el espíritu mágico y misterioso de la luna. La mayoría de los años tienen 12 lunas llenas que aparecen una vez cada ciclo lunar, que dura 29,5 días aproximadamente, pero nuestro calendario no se sincroniza a la perfección, por lo que algunos años pueden tener 13 lunas llenas. Esta es la razón por la que la complicación de fases lunares es tan hipnotizante: el reloj calcula nuestros días de 24 horas hasta el último segundo. Mientras tanto, también mide un ciclo completamente diferente; el ciclo lunar. No solo le muestra la hora, sino que también puede indicarle cuando es hora de... tener cuidado de los hombres lobo.
TUDOR 1926
ES “BORN TO DARE”
Desde su creación en 1926, TUDOR ha tratado de fabricar los mejores relojes al mejor precio. Este objetivo sumamente audaz, que se mantiene a día de hoy, se inspira en el ideal de Hans Wilsdorf, fundador de la marca. Wilsdorf, creador de varios pilares de la alta relojería moderna —precisión en un reloj de pulsera, hermeticidad y un mecanismo de cuerda automática—, soñó con un reloj que sería técnicamente perfecto a la par que asequible y, para hacer ese sueño realidad, fundó la marca TUDOR. Los modelos 1926 forman parte de este firme legado y se comprometen a ofrecer a sus futuros dueños nada menos que la mejor calidad al mejor precio. Fabricada a partir de un bloque de uno de los aceros inoxidables más robustos que existen, el acero 316L, y destacada con toques de oro rosa satinado, la caja en estos modelos es hermética hasta 100 metros gracias a la corona y a la parte trasera a rosca. Su movimiento, máxima expresión del savoir‑faire suizo, presenta una elegante decoración a pesar de ser invisible y se ha regulado en consonancia con los mejores estándares cronométricos del sector de la relojería. Las agujas y las esferas grabadas son creadas por los profesionales del sector más meticulosos. Por último, el brazalete metálico se caracteriza por la calidad del diseño, la fabricación y el acabado. Todas estas características, junto con muchas otras, conforman la reconocida calidad de TUDOR, una filosofía recogida en el lema de la marca, «Born To Dare»... siempre esforzándose por hacerlo mejor.
LA ESFERA DEL 1926 HACE UN GUIÑO AL LEGADO DE TUDOR
Las esferas del modelo 1926 son un bonito ejemplo de la meticulosa atención por los detalles de TUDOR. Abombada para un toque vintage, el delicado diseño hace un guiño a los orígenes de TUDOR. Estas esferas cuentan con apliques en los números arábigos pares, entre los marcadores de las horas facetados con forma de flecha. La riqueza de detalles en las esferas de la línea 1926 crea un llamativo e intrincado juego de luces que complementa a la perfección
ELEMENTOS CLAVE
Caja pulida de 39 mm en acero 316L —
Esferas abombadas en negro, azul y color champán, con una complicación de fases lunares a las 6 horas
—
Calibre T607-9 mecánico de cuerda automática suizo comparable a un «master chronometer» con indicador de fases lunares
—
Brazalete pulido y satinado en acero 316L
—
Garantía transferible de cinco años sin necesidad de registro ni de revisiones de mantenimiento periódicas
EL BRAZALETE METÁLICO DE TUDOR
El brazalete metálico ha ocupado un lugar destacado del diseño de TUDOR desde el principio. Mucho más que un mero accesorio, forma parte de la herencia estética y funcional de la marca. La línea 1926 posee desde luego un brazalete formulado para este fin, cuyo diseño obedece a criterios de confort, sofisticación y calidad. Se adapta a la curvatura de la muñeca y está compuesto por siete eslabones de distintos tamaños; los externos tienen un acabado satinado y los del medio presentan un aspecto pulido, una variedad que enfatiza la elegancia del reloj. Meticulosamente ensamblado con la pericia que TUDOR ha ido adquiriendo con el tiempo en este ámbito, el brazalete es flexible y fuerte.
Por Francisca Vives K.
LORE GALLARDO Y EL PODER DE CREER EN GRANDE
En el mundo del emprendimiento femenino, Lore Gallardo ha marcado un antes y un después. Al frente de Fundadoras, red que ya ha acompañado a más de 70 mil mujeres, y como impulsora del Business Festival 2025, su liderazgo combina visión estratégica, ambición y generosidad.
Cuando se conversa con Lore, la primera impresión es que no se trata de una líder convencional. Habla con la misma claridad de la importancia de la autoconfianza como de las finanzas, y sostiene que lo psicológico y lo emocional son tan estratégicos como cualquier plan de negocios. “Lo técnico cobra relevancia cuando lo estratégico está claro, y lo estratégico tendrá sentido en la medida que la fundadora esté tomando decisiones desde su claridad mental”, asegura. Esa perspectiva explica por qué Fundadoras ha instalado una narrativa distinta, que se traduce en que el crecimiento no se sostiene solo con herramientas, sino con energía, emociones y autoconocimiento.
Y es que en un ecosistema donde el emprendimiento suele presentarse como un camino solitario, Lore Gallardo ha demostrado que la verdadera fuerza de los negocios surge cuando se combinan la estrategia, la confianza personal y el poder de la comunidad. Fundadora y directora de Fundadoras, la red que ya ha acompañado a más de 70 mil mujeres en Chile y Latinoamérica, Gallardo es hoy una de las líderes más influyentes en el debate sobre cómo las mujeres construyen negocios sostenibles. Su trayectoria, marcada por aciertos, crisis y reinvenciones, se amplifica en el marco del Business Festival 2025, que volvió a reunir a miles de personas con un lema tan simple como radical: “Emprender es de valientes”.
En Lore Gallardo conviven la estratega y la mentora, la mujer ambiciosa y la generosa, la empresaria que cayó y se levantó, la líder que impulsa a otras a creer en grande.
El corazón del liderazgo
Uno de los conceptos más potentes que Lore transmite es el del “rol de abeja reina”, inspirado en el libro Clockwork, de Mike Michalowicz. Se refiere a esa función central que sostiene el propósito y el crecimiento de cualquier negocio: el verdadero corazón por el cual los clientes confían, pagan y regresan. “Así como toda la colmena gira en torno a proteger y cuidar a la abeja reina, en la empresa todo debería organizarse para proteger, fortalecer y hacer más eficiente ese rol clave”, explica.
En Fundadoras, este concepto ha ayudado a que muchas mujeres identifiquen cuál es el núcleo vital de sus proyectos, liberándose de la presión de “hacerlo todo”. El salto de ejecutora a líder estratégica –dice–comienza con un diagnóstico honesto: reconocer dónde se aporta más valor y delegar lo demás. Para Gallardo, proteger lo esencial no es egoísmo, sino visión.
Ese cambio de paradigma conecta con otra de sus convicciones: la autoconfianza como punto de partida. Ninguna estrategia funciona si la fundadora no cree primero en sí misma. Lo ha visto en la práctica. Cuando una mujer se atreve a confiar en su intuición y en el valor de su proyecto, su manera de hablar, vender y liderar se transforma por completo. “La autoconfianza es el superpoder que todos debemos cultivar; es el paso uno de ser una gran fundadora”, afirma.
En este camino, la comunidad se convierte en espejo. Rodearse de mujeres exitosas y poderosas multiplica la confianza de cada una, derribando el síndrome de la impostora. Para ella, esa sensación de duda no es una señal de incapacidad, sino de expansión. Aparece porque se está cruzando un umbral nuevo.
Todo ello se une a una fórmula que Lore reivindica como transformadora: la ambición sumada a la generosidad. “Durante mucho tiempo se nos enseñó que eran opuestas. Yo creo lo contrario. Una mujer que sueña en grande y al mismo tiempo comparte, abre camino y levanta a otras, tiene un
Su historia y su festival son hoy símbolos de un movimiento que trasciende los negocios y se proyecta como una nueva manera de concebir el liderazgo femenino: uno que protege lo esencial, que se multiplica en comunidad y que recuerda, siempre, que emprender es de valientes.
poder enorme”, asegura. La ambición entrega dirección y valentía, mientras que la generosidad construye comunidad y alianzas. Esa dualidad explica la fuerza que ha tenido Fundadoras para consolidarse como movimiento.
Lo que comenzó en 2017 con 60 cupos es hoy una escuela digital y comunidad que ha acompañado a más de 70 mil mujeres en Latinoamérica. Fundadoras, creada por Lore Gallardo, impulsa a emprendedoras a crecer en grande, a facturar sin miedo y a consolidar negocios con propósito.
Crisis, reinvención y comunidad
La historia de Lore Gallardo no está hecha solo de logros. En 2019 vivió un momento crítico con cierre de oficinas, despidos y deudas. Una experiencia que podría haber significado el final, pero que terminó siendo un punto de inflexión. “Entendí que la vulnerabilidad no me hacía débil, sino humana. Aprendí a soltar lo que no funcionaba y a reinventar el modelo”, recuerda.
De esa caída nació la decisión de digitalizar Fundadoras, lo que permitió que en 2020, cuando la pandemia golpeó al mundo, la red ya estuviera preparada para escalar. Esa anticipación, que multiplicó el alcance de la escuela y la comunidad, confirmó algo que Lore repite: la visión siempre tiene que ir un paso adelante de las circunstancias.
Hoy, tras acompañar a decenas de miles de mujeres, lo que más la sorprende es la creatividad brutal con que enfrentan la incertidumbre. Para ella, ese ingenio cotidiano es el verdadero motor de innovación y cambio social. Convertir obstáculos en oportunidades, abrir mercados inesperados e incluso inventar nuevas industrias.
Business Festival 2025, inspiración en acción
El regreso del Business Festival este año fue, para Lore Gallardo, la cristalización de todo lo que representa Fundadoras. Con el lema “Emprender es de valientes”, el encuentro convocó a miles de personas en torno a la inspiración, pero también a la acción.
“Ver casos de éxito y fracaso mejora la autoconfianza. Pero lo importante es que esa inspiración se convierta en pasos concretos, contactos y acuerdos que cambien negocios y vidas para siempre”, explica.
Por eso el festival no se limita a charlas: incluye experiencias inmersivas, networking dirigido y mentorías con seguimiento posterior. Es un espacio que refleja la visión de Lore sobre el emprendimiento; es decir, que la ambición se multiplica cuando se comparte, que la confianza crece en comunidad y que el liderazgo se sostiene cuando se protege lo esencial.
“Queremos que cada mujer sepa que tiene
derecho a soñar en grande y a construir empresas de alto impacto”, afirma su fundadora. Con presencia en Chile, México, Colombia y Perú, la plataforma ya se perfila como el movimiento de emprendimiento femenino más influyente de la región.
Su mensaje final, simple y contundente, resume su filosofía: “Si encontraste un problema real que resolver, el éxito es inevitable. No hacerlo sería privarte no solo de un negocio, sino de expresar todo tu potencial como ser humano”.
Desde Londres, la diseñadora chilena Antonia Jara –cofundadora de Ponda–responde a esa pregunta con hechos. A través de la paludicultura –cultivos en humedales rehumedecidos–, su empresa desarrolla tejidos regenerativos que devuelven vida a los ecosistemas mientras transforman la industria textil.
Y SI LOS TEXTILES TRABAJARAN CON LA NATURALEZA Y NO CONTRA ELLA?
En un taller luminoso de Londres, donde los tubos de ensayo conviven con muestras de fibras vegetales y hojas secas, Antonia Jara observa cómo la ciencia y el diseño pueden entrelazarse para contar una historia distinta. Una en la que los tejidos no extraen, sino que devuelven. Desde su rol como cofundadora y Chief Creative Officer de Ponda, la diseñadora chilena ha llevado la idea de regeneración más allá del discurso ecológico, transformándola en una práctica tangible.
Su punto de partida no fue la moda, sino una pregunta que parecía casi filosófica: ¿y si los textiles pudieran trabajar con la naturaleza y no en contra de ella? Esa intuición se volvió
acción durante su máster en Innovation Design Engineering en el Royal College of Art y el Imperial College London, donde junto a Finlay Duncan, Julian Ellis-Brown y Neloufar Taheri comenzó a experimentar con las propiedades de las plantas acuáticas.
De esas exploraciones nació Ponda, una empresa que cultiva biomateriales en humedales rehidratados, devolviendo el agua, el carbono y la vida a territorios degradados. Allí, entre raíces y turberas, crece la totora, planta de la que extraen una fibra aislante –BioPuff®– capaz de reemplazar al plumón animal y los sintéticos derivados del petróleo. Una respuesta bella y precisa a una industria que, por siglos, olvidó de dónde venía la materia.
Por Francisca Vives K.
¿Cómo recuerdas los primeros pasos de Ponda y el momento en que la idea empezó a tomar forma más allá del laboratorio?
Durante el máster, Finlay leyó un paper sobre cultivos poco comerciales que crecían en su hábitat natural. Eso nos motivó a hacer un road trip por zonas rurales y costeras de Inglaterra, donde fuimos recolectando distintas plantas, hasta que dimos con la totora. La propuesta era disruptiva, pero tuvo muy buena llegada con profesores y concursos, e incluso algunas marcas de moda se interesaron de inmediato. Nosotros pensábamos que habíamos encontrado algo que podía comercializarse de inmediato… aunque después nos dimos cuenta de que los biomateriales suelen tardar entre 10 y 15 años en consolidarse. Esa mezcla de entusiasmo y realidad nos obligó a trabajar rápido en un modelo de negocio que respondiera a todas las preguntas que iban apareciendo. Así nació Ponda.
La fibra que se encuentra en la flor de la totora es naturalmente excepcional.
Tiene una estructura en racimo muy similar a la de las plumas…
Su material estrella es el BioPuff®, un aislante que compite con el plumón y lo sintético, pero cultivado desde la totora, una planta de humedal. ¿Qué desafíos enfrentaron para transformar esta fibra vegetal en un producto textil de alto rendimiento?
La fibra que se encuentra en la flor de la totora es naturalmente excepcional. Tiene una estructura en racimo muy similar a la de las plumas: las fibras se concentran en un punto central y forman pequeñas bolsas de aire que funcionan de manera muy eficiente como aislante térmico. En nuestras pruebas de aislamiento y valor CLO, los resultados han estado muy cerca de los de las plumas. Además, esta fibra contiene ceras naturales que la hacen repelente al agua, es suave al tacto y tiene un buen volumen.
El desafío, eso sí, ha sido enorme. No solo hemos tenido que trabajar constantemente en reforzar la fibra y mejorar su durabilidad sin recurrir a recubrimientos dañinos para el medio ambiente, como los que se usan en plumas o fibras convencionales. También enfrentamos grandes retos en la manufactura. Al principio necesitábamos inventar una forma de extraer las fibras rápidamente, y nuestro primer método fue en mi cocina, usando una licuadora y peinetas de lana. Con ese proceso nos demorábamos dos días en producir apenas 100 gramos. Hoy, después de mucha experimentación, logramos desarrollar nuestra propia tecnología y maquinaria que nos permite producir toneladas en nuestra fábrica.
Me gustaría detenerme en la paludicultura, un término desconocido para muchos. ¿Cómo explicarías de manera simple este concepto y por qué representa una revolución en la agricultura y en la moda? Las turberas son humedales que han acumulado, durante miles de años, materia orgánica parcialmente descompuesta bajo el agua. Mientras se mantienen húmedas, esa materia queda atrapada y funciona como una gran reserva de carbono. El problema es que cuando se drenan para la agricultura convencional, esa materia entra en contacto con el oxígeno, comienza a oxidarse y se libera en forma de CO₂. Son responsables de alrededor del 5 por ciento de las emisiones globales, casi el doble de lo que genera toda la industria de la moda.
La paludicultura busca revertir ese proceso: en lugar de mantener los suelos drenados, los rehumedecemos y cultivamos especies que prosperan en condiciones acuáticas. La totora es un gran ejemplo, porque captura carbono de manera eficiente, ayuda a filtrar el agua, entrega hábitat a la biodiversidad y produce una biomasa abundante.
Hoy la paludicultura es todavía una práctica emergente y poco conocida. Lo que hacemos en Ponda es abrirle mercado a través de BioPuff®, demostrando que esa biomasa puede convertirse en textiles de alto rendimiento. De esta forma, regenerar turberas no solo significa un beneficio ambiental, sino también una nueva cadena de valor para la agricultura y para la moda.
Ponda trabaja con un principio que va más allá de la sostenibilidad: la regeneración. ¿Qué diferencia fundamental existe entre ser una empresa “sustentable” y ser una empresa “regenerativa”?
Lo sustentable apunta a minimizar el impacto negativo: usar menos recursos, contaminar menos, compensar emisiones, etc. Es importante, pero suele quedarse en “no empeorar las cosas”.
Lo regenerativo, en cambio, busca lo contrario: devolver más de lo que se toma. En nuestro caso significa que cada cultivo de totora no solo produce materia prima, sino que también ayuda a restaurar turberas, mejorar la calidad del agua y abrir nuevas oportunidades para comunidades rurales. Es pasar de “no dañar” a “sanar”.
Los humedales son algunos de los ecosistemas más antiguos y frágiles del planeta, pero también los más efectivos en capturar carbono. ¿Qué te ha enseñado trabajar directamente con ellos sobre la relación entre naturaleza y tecnología?
Trabajar con humedales me enseñó que cuando alteramos los ecosistemas rompemos un equilibrio que ha sostenido la vida durante miles de años. La naturaleza no está para servirnos, sino para convivir con nosotros en una relación de simbiosis. La tecnología, en ese sentido, debe ponerse al servicio de esa lógica.
Desde el inicio han colaborado con agricultores y comunidades. ¿Qué impacto social has visto en quienes hoy cultivan totora para Ponda y cómo este modelo abre nuevas oportunidades económicas en zonas rurales?
La paludicultura abre una oportunidad concreta para agricultores que ven sus tierras dañadas y poco productivas. No se trata solo de vender la cosecha de totora, sino también de acceder a lo que llamamos “modelos acumulativos”: distintas fuentes de ingreso que incluyen, por ejemplo, la biomasa, los créditos de carbono o programas de restauración como la Ganancia Neta de Biodiversidad.
Como mencioné antes, esta práctica todavía es emergente y Ponda es una de las empresas pioneras en desarrollarla. Pero nuestra visión nunca ha sido trabajar solos, sino en alianza con los agricultores. Queremos construir los modelos en conjunto, porque la regeneración requiere la colaboración de todos los actores. Más que imponer una solución, buscamos impulsarla colectivamente.
Y sabemos que los beneficios son enormes: mejoran la calidad de los suelos, elevan la calidad del agua para las comunidades, ayudan a mitigar inundaciones y, sobre todo, fortalecen el sustento de los agricultores.
La industria de la moda tiene un enorme desafío con su huella ambiental. ¿Qué tan abiertos has visto a los grandes actores de la moda a integrar materiales regenerativos como el de ustedes?
El interés existe y es transversal. Prácticamente todas las marcas nos han contactado en algún momento. Pero una cosa es querer probar un material y otra muy distinta es comprometerse en serio. La mayoría se queda en ejercicios de marketing o en una colección puntual, y son pocas las que realmente están dispuestas a invertir y firmar acuerdos de compra a largo plazo (offtake agreements) que aseguren la integración de estos materiales en sus cadenas de suministro.
Hay iniciativas como Parley for the Oceans junto a Dover Street Market, y marcas como Berghaus o Stella McCartney que han apostado de forma más consistente. Pero en general vemos que los biomateriales se están estancando, porque aún falta inversión y compromiso real de parte de la industria.
También hay diferencias importantes según el segmento: el fast fashion busca volumen y precio, las marcas técnicas se enfocan en el rendimiento, y las de lujo ponen el acento en la durabilidad. Nuestro trabajo ha sido adaptar la propuesta a esas distintas expectativas, aunque el gran desafío sigue siendo escalar con el apoyo de quienes realmente se atrevan a dar el paso.
Vives en Londres, pero vienes de Chile, un país con grandes humedales en el sur. ¿Imaginas una posibilidad de que este modelo se replique en Chile u otros países de Latinoamérica?
Chile tiene humedales y turberas de enorme valor, y a nivel personal me ilusiona imaginar que algún día este modelo pueda llegar allá. Sin embargo, hoy nuestro foco está en Reino Unido y Europa, principalmente porque la mayoría de las marcas con las que trabajamos producen en esta región o en Asia, lo que hace más eficiente la integración del material.
Dicho eso, la totora es una planta que vuelve a crecer cada año sin necesidad de replantearse y que se da de forma natural en muchas partes del mundo. Eso abre un gran potencial a nivel global.
Para cerrar, ¿cómo imaginas el futuro de los textiles regenerativos? ¿Crees que algún día vestiremos prendas que, literalmente, ayuden a sanar el planeta? Ese es el sueño, pero todavía queda mucho camino por recorrer. Para llegar
ahí necesitamos que tanto las marcas como los consumidores estén dispuestos a repensar la oferta de materiales. Durante décadas hemos perfeccionado productos muy durables, pero a costa de procesos y materias primas que dañan el medio ambiente. Renunciar a eso no es fácil.
Hoy el mundo de los biomateriales vive un momento complejo: falta inversión, acuerdos de compra a largo plazo y marcas que realmente se comprometan a impulsar estos desarrollos. También necesitamos que los consumidores entiendan que los resultados no serán inmediatos, que se requieren años para perfeccionar materiales y tecnologías.
Lo importante es empezar ahora. Si generamos demanda e inversión desde hoy, podremos pavimentar el camino para que en el futuro usemos prendas que no solo reduzcan su impacto, sino que también ayuden activamente a regenerar el planeta.
LOS MENTAWAI
LA TRIBU QUE
VIVE ENTRE TATUAJES, ESPIRITUS Y SELVA
En el corazón verde de Siberut, entre lianas, ríos y lluvias eternas, llegué a uno de los rincones más remotos de Indonesia: la selva profunda donde habita el pueblo mentawai. Aislados en la densa vegetación de la isla de Sumatra, estos guardianes de una cosmovisión ancestral han resistido al paso del tiempo, conservando prácticas chamánicas, tatuajes simbólicos y una relación espiritual con la naturaleza que se siente en cada paso por su territorio.
Después de mucho buscar, dimos con una agencia que hizo posible que nuestra inmersión con los mentawai fuera auténtica y respetuosa. Discover Sumatra, especializada en experiencias culturales profundas en esta región remota de Indonesia, nos llevó al corazón de la isla de Siberut para participar de una de las ceremonias más significativas de este pueblo ancestral.
Para los mentawai, la selva no es simplemente un entorno natural: es un ser vivo con alma propia. Cada árbol, animal, roca o río posee un simagere, un espíritu que lo habita. Vivir en armonía con estos espíritus es una responsabilidad sagrada. Cazar sin agradecer, talar sin permiso o tomar más de lo necesario puede romper ese equilibrio y desencadenar enfermedades o desgracias.
La cosmovisión mentawai gira en torno a la conexión entre cuerpo, espíritu y entorno. Toda acción –desde sembrar hasta construir una casa o cocinar– está atravesada por rituales que aseguran esa armonía. Cuando alguien enferma, no se busca únicamente una explicación física. Se acude al sikerei, el chamán tradicional, quien consulta a los espíritus para entender qué se ha alterado en el plano espiritual.
El alma humana, también llamada simagere, es frágil. Puede abandonar el cuerpo por una emoción fuerte, un susto o una falta de respeto al mundo espiritual. Cuando eso ocurre, el cuerpo pierde su fuerza vital. En estos casos, el sikerei danza, canta y utiliza plantas medicinales no solo para curar el cuerpo, sino para atraer al alma nuevamente y restaurar el equilibrio perdido.
En el universo mentawai no hay distinción entre lo sagrado y lo cotidiano. Comer, tallar una canoa, tatuarse, educar o cazar son actos profundamente simbólicos. Cada gesto tiene un sentido espiritual. Y en una selva que hoy lucha contra la presión de la modernidad, esta cosmovisión sigue siendo el pilar que sostiene la identidad de un pueblo que se resiste a desaparecer.
Por Sofía Prado
Tatuajes mentawai: memoria ancestral grabada
Para los mentawai, tatuarse no es una decisión estética, es un acto profundamente espiritual. Cada línea, cada trazo sobre la piel, representa una conexión con el universo, con los ancestros, con la naturaleza que los rodea. Lejos de ser un adorno, el tatuaje es parte de un complejo sistema de creencias que guía su existencia. Se cree que los tatuajes ayudan a que el alma reconozca el cuerpo en el más allá, facilitando el tránsito espiritual después de la muerte.
Los diseños no son aleatorios: cada motivo tiene un significado específico y responde a la historia, el rol social y la identidad de quien lo lleva. Por ejemplo, los dibujos en las piernas indican que esa persona ha alcanzado una etapa de madurez o ha cumplido con ciertos rituales importantes. Los tatuajes en los brazos y el pecho suelen estar asociados con la fuerza, la protección y la conexión con los espíritus guardianes.
Los hombres, especialmente los sikerei, suelen estar completamente tatuados como símbolo de su sabiduría y compromiso espiritual. El proceso del tatuaje es largo, doloroso y profundamente ritual. Utilizan espinas, carbón vegetal y un pequeño martillo de madera para ir insertando la tinta natural en la piel. Durante el proceso, se realizan cánticos, ofrendas y a veces intervienen los ancianos, ya que tatuar es también transmitir conocimiento, marcar un momento clave en la vida de una persona.
Cada tatuaje es una narración viva, una autobiografía espiritual que acompaña al individuo hasta la muerte y, obviamente, después de ella. A pesar de la influencia creciente del mundo moderno en las islas, esta práctica ancestral persiste como una forma de resistencia cultural. Para los mentawai, conservar sus tatuajes no es solo preservar su estética tradicional, es mantener viva su cosmovisión.
la ceremonia del punen
Nuestra visita al territorio mentawai se vio guiada por la ceremonia del Punen. Los mentawai son un pueblo animista que vive en íntima comunión con la naturaleza. Su existencia gira en torno a mantener un delicado equilibrio espiritual mediante diversos rituales, dirigidos por los sikerei, quienes interpretan y comunican la voluntad de los espíritus.
Después de un día entero de navegación, llegué a la casa del gran Pittoro, un punto de encuentro para esta cultura milenaria. Al día siguiente, tres sikerei más arribaron para dar comienzo a la ceremonia del Punen, un ritual central que busca comunicarse con los espíritus y entender su voluntad a través de la interpretación de las vísceras de un cerdo, un regalo valioso y necesario para facilitar ese contacto.
La ceremonia, aunque difícil de mostrar en su totalidad por la naturaleza sensible de algunas escenas, comenzó con el sacrificio del cerdo por el miembro más joven de la familia. Posteriormente, los sikerei bendijeron el animal, extrajeron sus vísceras, las lavaron en el río y las purificaron con humo de hojas de palma, creando un espacio sagrado para la lectura espiritual. El chamán más experimentado examinó detenidamente la forma, el color y la textura de las vísceras, pues cada detalle es un símbolo con un lenguaje propio, a través del cual los espíritus comunican presagios, advertencias o consejos para proteger a la comunidad y mantener la armonía.
La lectura reveló un mal presagio: el territorio mentawai atravesaba un momento turbulento, ya que un miembro de la
comunidad había asesinado a otro, un hecho inusual en una sociedad pacífica. Los chamanes solicitaron ayuda espiritual, y poco después uno de ellos falleció repentinamente, sumando misterio y peso a la ceremonia. Tras la interpretación, los sikerei entraron en trance mediante un baile ritual, fortaleciendo la conexión con el mundo espiritual para propiciar sanación, purificación y protección.
Finalmente, tras el ritual y el sacrificio, la carne del cerdo se compartió en comunidad, un acto que trasciende la mera alimentación: simboliza la unión, la celebración y el respeto hacia los espíritus y el animal que fue ofrecido en sacrificio. Esta ceremonia, con toda su complejidad y carga simbólica, representa el corazón de la identidad mentawai y su perpetua búsqueda de equilibrio con el mundo que los rodea.
VIÑA MATETIC
El vino como paisaje, relato y carácter
En el Valle del Rosario, zona central de Chile, la Viña Matetic combina vino, naturaleza y cocina local en una experiencia que respeta el ritmo de la tierra. Un lugar para recorrer con calma, saborear con atención y desconectarse, sin salir tan lejos.
Texto
Camila Rikli
Fotos
Tere Pérez
@forasterastravel
Amenos de dos horas de Santiago, en una curva escondida del Valle del Rosario, lugar donde las nubes se estiran con calma sobre los cerros costeros y el aire tiene un poquito de olor a sal y romero, se despliega una joya vitivinícola que tiene una historia muy interesante: la Viña Matetic. Recorrer sus caminos es una experiencia que se vive con todos los sentidos y se guarda, casi sin querer, en la memoria del cuerpo.
Aquí, el ritmo es distinto. Uno entra en otra cadencia, más tranquila y silenciosa. El viento corre entre los cerros con suavidad, y hay una sensación de orden natural que se percibe apenas uno se baja del auto. La luz va cambiando con el día, marcando momentos distintos sobre los viñedos. La claridad del amanecer, la intensidad del sol del mediodía, la sombra alargada del atardecer. Todo ocurre a su tiempo.
El paisaje, dominado por colinas suaves y vegetación nativa, no ha sido invadido por el concreto ni por el apuro de las ciudades. Las parras crecen en suelos graníticos de millones de años, alimentadas por el agua y el sol, y por una filosofía que cree que la tierra tiene memoria.
UNA VIÑA QUE NACIÓ CON PACIENCIA
Lo primero que impacta al llegar a la Viña Matetic no es el vino, las barricas de roble ni los tintos que más tarde recorrerán las copas. Es el silencio. Un silencio real, de campo amplio y cielo grande. Solo interrumpido, de vez en cuando, por el zumbido de una abeja o el crujido de las hojas bajo los pies. Ese silencio prepara el terreno para lo que vendrá.
La historia de Matetic comienza en 1999, cuando la familia del mismo nombre decidió instalarse en este rincón del Valle del Rosario con una idea clara: producir vinos de calidad respetando el entorno desde la raíz. En un país donde el enfoque mayoritario era el rendimiento por hectárea y la eficiencia
productiva, Matetic apostó por otra ruta, la agricultura biodinámica. En ese momento era una rareza. Hoy es un sello.
Trabajar de forma orgánica y biodinámica no es una etiqueta comercial, sino más bien un compromiso con la tierra, con el clima y con los ciclos naturales. Significa eliminar pesticidas y químicos sintéticos. Significa que el calendario lunar influye en las labores agrícolas y que las malezas no se erradican, sino que se gestionan como parte de un ecosistema vivo. Que el suelo se trabaja con compost, preparados naturales y labores manuales. Todo esto con el objetivo de que la viña sea un organismo equilibrado, sano y sostenible en el tiempo.
Este enfoque tiene su fundamento, entre otras cosas, en la geología del lugar. Los suelos en Matetic son de origen granítico, formados hace millones de años por la acción del mar y el levantamiento de la cordillera de la Costa. Su textura es gruesa, con excelente drenaje, lo que obliga a las raíces a profundizar para buscar agua y nutrientes. Son suelos pobres en lo inmediato, pero generosos en lo que importa, que es permitir que la planta se exprese con nitidez en su entorno.
Y eso se nota en cada copa. Los vinos de Matetic no son exuberantes ni excesivos. Son precisos, equilibrados, con una identidad marcada por la influencia costera, la amplitud térmica y el trabajo respetuoso en el campo.
VINO CON ALMA COSTERA
El vino insignia de Matetic es el Syrah. Y no por estrategia de mercado, sino porque fue el que mejor se comunicó desde el principio. En este terroir –influenciado por la brisa marina y los suelos graníticos– esta cepa se expresa con carácter. Tiene un color profundo, aromas de mora madura, pimienta negra y violetas, y una estructura firme pero sin rigidez. Lo que lo hace destacar, sin embargo, es su frescura. Una acidez natural que le da energía y capacidad de guarda. Esa frescura es obra del Pacífico, que cada tarde refresca los viñedos y prolonga el ciclo de maduración de la uva, permitiendo que el sabor se desarrolle con calma.
Pero reducir la propuesta de Matetic al Syrah sería injusto. Su línea de blancos también tiene nivel internacional. El Sauvignon Blanc, por ejemplo, es filoso y mineral, con notas cítricas y un fondo salino que remite directamente al mar cercano. El Chardonnay, en tanto, pasa por barrica, pero sin perder precisión. Se siente la fruta blanca, la acidez bien integrada y una textura cremosa que le da complejidad. Y el Riesling –menos común en Chile– aparece como una sorpresa. Un vino delicado, expresivo, con una nariz floral y un final largo.
Todos estos vinos tienen algo en común. Son el resultado directo del microclima del valle, de su exposición costera, de la gestión en el viñedo y de un equipo enológico que prefiere escuchar a la tierra antes que imponerle un estilo determinado.
EXPERIENCIAS MÁS ALLÁ DEL VINO
Visitar Matetic no está pensado solamente para entendidos del vino. De hecho, es el lugar perfecto para quienes buscan una pausa sin tener que alejarse demasiado de la ciudad. Aquí se trata de reconectar con la naturaleza, con el aire limpio y el ritmo lento del campo chileno.
El viñedo puede recorrerse de distintas maneras, ya sea a pie, en bicicleta o a caballo. Cada una ofrece una manera diferente de descubrir el paisaje. A pie, el ritmo invita a observar detalles como flores nativas, insectos y pájaros entre las ramas. En bicicleta, se cubre más terreno y se percibe la amplitud del valle. A caballo, la conexión es más profunda, cruzando senderos que se internan entre parras, quebradas y lomas suaves.
Una de las grandes riquezas silenciosas de Matetic, más allá de sus vinos, es su bosque nativo, que está presente como parte activa del ecosistema que la viña protege y respeta. En las laderas que rodean los viñedos, crecen boldos, litres, peumos y quillayes, junto a arbustos y hierbas que han estado ahí mucho antes de que se plantara la primera parra. Este bosque es clave para
la biodiversidad del lugar, ya que alberga aves, insectos polinizadores y pequeños mamíferos, y mantiene el equilibrio natural del suelo y el agua.
Caminar por esos senderos es experimentar un aire más fresco, donde hay sombra natural, y cada tanto se escucha el canto de un chucao o el vuelo rápido de un rayadito entre las ramas. En primavera, las flores nativas tiñen el suelo y el ambiente se llena de aromas.
La visita a la bodega es otro punto alto. La construcción está semienterrada, no por estética, sino por funcionalidad, ya que permite trabajar por gravedad, sin bombas agresivas, respetando el paso natural del vino en cada etapa. El recorrido muestra cómo se produce un vino de calidad sin intervención artificial, desde la recepción de la uva hasta el reposo en las barricas.
Además, los visitantes pueden participar en catas guiadas, donde se prueban distintas líneas de vinos, desde los más frescos y jóvenes hasta los íconos de guarda, siempre acompañadas de una explicación clara y accesible. La idea es enseñar a apreciar.
COCINA CON IDENTIDAD Y SENTIDO
Y luego está la mesa. Porque en Matetic el vino no se entiende sin comida, y la cocina no es un complemento sino una parte central de la experiencia.
El restaurante “Equilibrio” honra su nombre. Bajo la dirección del chef Juan Morales, la propuesta gastronómica busca conectar el producto con su origen, sin artificios, respetando lo que entregan la tierra y el mar. Juan Morales no cocina para impresionar (aunque lo hace), sino para expresar, trabajando con ingredientes frescos y de estación.
Su cocina es directa, de sabores limpios, con inspiración en lo chileno pero sin caer en clichés, todo preparado con técnicas que respetan el sabor de origen y sirven para realzarlo. Cada plato se marida cuidadosamente con vinos Matetic, en una colaboración activa entre cocina y enología. La armonía entre copa y bocado es fruto de múltiples pruebas
y de un enfoque común que es buscar que el vino no opaque ni la comida compita, sino que ambos se realcen mutuamente.
“Equilibrio” es cocina honesta, basada en el producto y el momento. Una mesa que habla el mismo idioma que el vino y que el paisaje a su alrededor.
HOSPEDAJE CON ALMA DE CAMPO
Para quienes quieren prolongar la experiencia, La Casona de Matetic es el lugar ideal. Una antigua casa patronal restaurada con sobriedad, sin lujos innecesarios, pero con todo lo que se necesita para descansar bien. Habitaciones amplias, silenciosas, con muebles de madera noble, telas suaves y vista directa a los jardines.
Afuera, una piscina rodeada de flores se convierte en refugio durante las tardes cálidas. Más allá, senderos para caminar sin prisa entre árboles y caminos de tierra que invitan a bajar el ritmo.
Por la noche, la oscuridad es de verdad, sin contaminación lumínica, y el cielo se abre como una cúpula estrellada. Y por la mañana, el despertar no lo marca la alarma, sino el canto de las aves y la luz suave que logra colarse por entre los postigos.
El desayuno es otra forma de seguir la línea de Matetic con café recién molido, pan hecho en casa, huevos de campo, frutas de estación y jugos naturales. Todo servido sin apuro, como tiene que ser.
TRUE STORIES, THE GLAMOUR
El streaming vive una era dorada de historias reales transformadas en espectáculos visuales irresistibles.
Crímenes, moda, poder y arte se entrelazan en producciones que seducen tanto por su narrativa como por su estética impecable.
Por Francisca Vives K.
Agotado el encanto de la ficción desechable, las plataformas de streaming miraron hacia atrás y redescubrieron el poder de lo real. Volvieron al pasado y rescataron historias verdaderas, para contarlas con el pulso y la estética de una película de lujo.
La tendencia es clara: los hechos reales ya no se narran como crónicas, sino como piezas de arte. La cámara se detiene en los pliegues del vestuario, en el humo de un cigarrillo, en el brillo de una copa de cristal.
Las biografías se convierten en pasarelas, los crímenes en óperas visuales, los escándalos en retratos psicológicos llenos de belleza.
Y el público, cansado de ficciones vacías, responde con entusiasmo. Porque detrás del glamour, hay un deseo colectivo: comprender a los íconos que definieron nuestra cultura y explorar, desde el placer estético, los pliegues más humanos de su historia.
CRÍMENES CON ESTILO
El crimen, cuando se viste de elegancia, fascina aún más. Ripley (Netflix) es el ejemplo perfecto. Basada en la novela de Patricia Highsmith, la serie transforma la oscuridad moral de su protagonista –Tom Ripley, interpretado magistralmente por Andrew Scott– en un espectáculo hipnótico en blanco y negro. La dirección de Steven Zaillian convierte cada escena en una composición pictórica, donde la belleza del paisaje italiano convive con la tensión psicológica. No hay un solo plano casual: todo es diseño, atmósfera, obsesión.
En el otro extremo del espectro, Griselda (Netflix) reinterpreta el narco drama con una perspectiva femenina inédita. Sofía Vergara –también productora– se aleja del humor para encarnar a la llamada “Madrina de la Cocaína”, una mujer que conquistó el poder en un mundo de hombres. Ambientada entre Miami y Medellín en los años 70 y 80, la serie deslumbra por su dirección de arte saturada, su paleta cálida y un vestuario que mezcla opulencia, peligro y sensualidad.
Y si de poder y apariencia se trata, Feud: Capote vs. The Swans (Disney+) eleva el chisme neoyorquino de los años 70 a categoría de tragedia social. Ryan Murphy vuelve a su territorio favorito: el lujo envenenado. Truman Capote (Tom Hollander) traiciona a sus amigas de la alta sociedad –las “cisnes” interpretadas por Calista Flockhart, Chloë Sevigny, Diane Lane, Demi Moore y Naomi Watts– al publicar sus secretos más oscuros. El resultado es un festín visual de peinados perfectos, joyas auténticas y una melancolía que flota bajo el brillo de los cócteles.
MODA, ARTE Y PODER
En este nuevo auge del biopic sofisticado, la moda tiene un protagonismo absoluto. Becoming Karl Lagerfeld (Disney+) se sumerge en el París de los años 70, cuando un joven Lagerfeld –interpretado por Daniel Brühl– luchaba por hacerse un nombre mientras competía con su amigo y rival Yves Saint Laurent. La serie captura el nacimiento de un ícono a través de telas, fiestas y amores prohibidos. Su mayor logro: mostrar que detrás de cada esmoquin impecable hubo un hombre frágil, ambicioso y profundamente creativo.
The New Look (Apple TV+) también retrata una batalla, pero en plena posguerra. Ben Mendelsohn encarna a Christian Dior enfrentando las sombras de la ocupación nazi para crear una nueva silueta que devolviera esperanza a Europa. Juliette Binoche brilla como Coco Chanel, compleja y magnética, en una interpretación que evita el cliché. Todo en la serie –desde la iluminación hasta la música– celebra el renacimiento de la elegancia como resistencia.
El exceso llega con Palm Royale (Apple TV+), donde Kristen Wiig y Laura Dern nos transportan a la Florida de los años 70, entre estampados psicodélicos, palmeras y cócteles. Bajo su humor ácido, la serie es una sátira deliciosa sobre el deseo de pertenecer y la belleza como pasaporte social. Cada plano es una postal de colores vibrantes, una coreografía de ambición envuelta en seda y bronceador.
Y en el terreno musical, Maestro (Netflix), dirigida y protagonizada por Bradley Cooper, rinde homenaje al compositor Leonard Bernstein con una narrativa tan precisa como su batuta. El film alterna blanco y negro con color para explorar la dualidad entre el artista público y el hombre privado. En paralelo, Back to Black (Prime Video, solo para comprar) le devuelve a Amy Winehouse la voz que la industria le arrebató: la de una artista que cantó su vulnerabilidad con autenticidad feroz.
Estas producciones comparten una sensibilidad común: el lujo no está solo en el vestuario o los escenarios, sino en la manera en que se narran las emociones. Porque el verdadero glamour, parece decirnos esta nueva ola del streaming, no es el brillo, sino la honestidad con la que se muestra el alma.
El auge de los biopics y relatos reales con estética cinematográfica no es casualidad. En tiempos de ruido y saturación digital, buscamos verdad y belleza al mismo tiempo.
LA BELLEZA DE LO FRÁGIL
Detrás de la estética y los nombres rutilantes, estas producciones comparten un mismo propósito: mostrar la fragilidad que existe incluso en las vidas más deslumbrantes.
Priscilla (HBO Max), dirigida por Sofia Coppola, reinterpreta la historia de la esposa de Elvis Presley desde una mirada femenina, silenciosa y melancólica. Cailee Spaeny –que ganó en Venecia por este papel– ofrece una actuación contenida, casi etérea, que se apoya en una dirección de arte de ensueño: tonos pastel, luces suaves, habitaciones que parecen jaulas doradas.
Otra de las grandes historias es Maria Callas (Prime Video), con Angelina Jolie en el papel de la legendaria soprano. La película, dirigida por Pablo Larraín, rescata la intimidad detrás del mito, la mujer detrás de la voz.
Si Spencer y Jackie –anteriores trabajos del director– fueron retratos del aislamiento y la perfección, Maria Callas es una elegía visual al arte, la soledad y el sacrificio.
Historias que existieron, pero que ahora podemos mirar con una nueva sensibilidad.
El streaming, convertido en museo contemporáneo, nos ofrece retratos de vidas extraordinarias con dirección de arte impecable, música envolvente y guiones que respiran humanidad. Mirar ya no es solo entretenerse: es un acto de placer visual y de reconocimiento emocional. Porque, al final, no hay ficción más fascinante que la vida misma… cuando se cuenta con estilo.
EL LENGUAJE INVISIBLE AVIAD HERMAN DE
El diseñador israelí formado entre Roma, El Cairo y Estocolmo ha convertido su historia multicultural en una forma de arte que trasciende fronteras. Desde una infancia rodeada de diplomacia, seda y danza, hasta vestir a reinas de belleza, actrices, novias y mujeres reales, su obra encarna la idea de que la moda puede ser un acto de conexión y respeto entre culturas.
Por Francisca Vives K.
De paso por Chile, donde trabajó junto al embajador de Israel en diversos proyectos culturales, Aviad Herman hizo una pausa en su agenda para conversar sobre su trayectoria. En torno a un café, habló con la serenidad de quien ha vivido muchas vidas y ha sabido transformarlas en belleza. Su voz es cálida y reflexiva, como si cada palabra también estuviera bordada a mano.
“Fui hecho en Italia –dice entre risas Aviad Herman al recordar los años en que sus padres, ambos diplomáticos israelíes, vivieron en Roma–. La moda italiana está inyectada en mi ADN”. No exagera. Nació en Israel, creció en Egipto y vivió en Suecia, pero su herencia es un mapa entero: una abuela española, un abuelo rumano, otra abuela de Irak, en la región del Kurdistán. “En Israel lo llamamos un melting pot. Es un crisol que me hizo ser abierto, tolerante y curioso por otras culturas. Eso es lo que soy, como persona y como creador”, explica.
Esa curiosidad se manifestó temprano. Cuando tenía dos años y vivía con su familia en El Cairo, la esposa del embajador de Israel le regaló una muñeca Barbie: “Era 1985. Nadie le regalaba una Barbie a un niño, pero yo la amé. Pasaba horas vistiéndola y desvistiéndola”. En ese mismo Egipto de infancia, quedó hipnotizado por las bailarinas de vientre, las telas brillantes, los movimientos, los cuerpos que contaban historias. “Me ponía los manteles y las cortinas de mi madre y bailaba en el living Después comencé a dibujar esos vestuarios. Creo que ahí empezó toda mi pasión por la búsqueda de belleza, la idea del cuerpo como un lenguaje”, cuenta.
Antes de convertirse en diseñador, Herman fue bailarín profesional, una experiencia que marcó su sentido del movimiento y la teatralidad. “Creo que eso todavía está en mi forma de crear. Cada vestido tiene su coreografía”, dice. Esa sensibilidad escénica
lo ha llevado a trabajar tanto en teatro y musicales como en el universo de la moda internacional. Ha diseñado para Miss Universo, actrices, primeras damas, novias y clientas privadas, todas atraídas por su dominio del detalle y su capacidad de capturar emociones en tela. “Puedo hacer un vestido o trescientos vestuarios, y los trato como lo más importante del mundo en ese momento. Cada detalle importa. Esa devoción nunca cambia”, asegura.
Su estilo combina la técnica artesanal de la alta costura con una investigación histórica y simbólica que lo ha hecho célebre: “Cada diseño es una oportunidad para construir un puente entre culturas. No se trata solo de belleza, sino de respeto. La investigación es mi punto de partida, entender la tradición, la memoria y el alma de cada lugar”. Esa visión lo ha convertido en referente de la llamada fashion diplomacy: usar la moda como vehículo de diálogo.
National costume 2021. Miss Universe Sweeden.
En 2021, fue el primer israelí en diseñar el vestido de noche de Miss Marruecos para Miss Universo, poco después de la firma de los Acuerdos de Abraham. “Fue un gesto simbólico, un puente entre dos países. A veces digo que el vestido es solo una excusa: lo importante es la conexión que genera”, afirma.
Sin embargo, el vestido que cambió su vida fue otro. En 2017, la ministra de Cultura de Israel le encargó crear una pieza conmemorativa de los 50 años de la reunificación de Jerusalén. El resultado fue el Jerusalem Dress, hoy considerado el vestido más famoso en la historia de la moda israelí, pero en ese entonces se convirtió en un fenómeno mundial: un vestido dorado y blanco, bordado con las murallas de la Ciudad Vieja y los lugares sagrados de las tres religiones. “Como israelí y judío, fue un honor enorme, pero nunca imaginé lo que vendría después”, confiesa. La pieza despertó fascinación y controversia a partes iguales, y las redes sociales se convirtieron en campo de batalla. “Recibí amenazas de muerte. Gente que decía que vendría a matarme o a hacerme daño. Fue muy duro. Los primeros meses me afectó, hasta que logré poner todo en perspectiva. Entendí que mientras mi corazón esté en el lugar correcto, confío en la vida”, dice.
De aquella experiencia aprendió que crear también es exponerse y que los símbolos pueden adquirir vidas propias: “Hay quienes manipulan los significados, pero mi trabajo nace del amor y el respeto. No tengo una agenda política, solo estética y humana”. Y lo humano, en Herman, es una constante. Sus diseños son profundamente emocionales, aunque su impacto sea visible solo en los pliegues de una falda o en un bordado casi imperceptible. “El elemento invisible en mi trabajo es el amor y el cuidado que pongo en cada creación. Quiero creer que la gente lo nota, nada está hecho al azar. Cada puntada tiene intención”.
A veces, ese amor también se manifiesta en la tensión entre historia y modernidad. Herman es conocido por rendir homenaje a figuras icónicas –de Frida Kahlo a reinas europeas– y por reinterpretar trajes tradicionales de Medio Oriente o Europa del Este. “El equilibrio está en investigar y respetar, pero sin dejar de crear algo propio. No hay fórmula. A veces tomo riesgos, y algunos se vuelven escándalos. Pero prefiero eso antes que repetirme”, asegura.
“El elemento invisible en mi trabajo es el amor y el cuidado que pongo en cada creación. Quiero creer que la gente lo nota, nada está hecho al azar. Cada puntada tiene intención”.
Miss Universe Romania.
Detrás de su fama internacional hay una filosofía simple: el diseño como acto de empatía. Así lo explica: “Diseñar es entender al otro. No basta con telas o colores; hay que comprender quién usará la prenda, cómo se moverá, qué quiere comunicar. Es una forma de amor”. Lo aplica tanto a un vestido de alfombra roja como a una novia anónima o a una Miss en el escenario. “El desafío no está en la costura, sino en convencer a quien lo lleva de que esa es su mejor versión. A veces tengo ideas que incluso generan dudas, pero mi trabajo es mostrarles que pueden brillar con algo que nunca imaginaron”, dice.
“No sé si mi moda inspirará a alguien, pero si logro que una sola persona se atreva a perseguir su sueño, ya es suficiente”.
En su trayectoria hay muchas colaboraciones memorables, pero una lo marcó especialmente: Gila Almagor, la gran dama del teatro israelí. “En el estreno de un musical que hicimos juntos, tomó el micrófono y dijo que yo era el mejor diseñador con el que había trabajado en toda su vida. No lo podía creer. Fue un honor, pero también una lección de humildad”, recuerda con emoción.
Hoy, Aviad Herman vive entre Israel y Europa, diseñando, dando charlas y participando en proyectos teatrales. “No sé si mi moda inspirará a alguien –dice–, pero si logro que una sola persona se atreva a perseguir su sueño, ya es suficiente”.
Habla con calma, pero su vida entera es una danza. Quizás por eso su estudio es cualquier lugar: un avión, una playa, una conversación. “La inspiración no tiene dirección. A veces llega mientras lavo los platos o me ducho. Y ese momento es mi estudio”.
Aviad Herman se mueve en ese territorio invisible donde la moda se vuelve gesto, símbolo y emoción. “Somos seres humanos en este planeta loco. La gente dirá muchas cosas, pero mientras mi corazón esté en el lugar correcto, confío en la vida”, finaliza.
TEMPORADA FESTIVA JUNTO AL MAR EN BAL HARBOUR
VILLAGE
Bal Harbour, Miami se prepara para despedir el año y dar la bienvenida a 2026 con una programación especial que invita a residentes y visitantes a disfrutar del arte, la naturaleza y la vida al aire libre. Desde noviembre hasta enero, la comunidad ofrecerá actividades culturales, recreativas y familiares que reflejan el espíritu sofisticado y relajado de este oasis costero del sur de Florida.
Bienestar bajo la luna
La temporada comienza el miércoles 5 de noviembre con una nueva edición de¨Full Moon Yoga on the Beach¨, una experiencia de yoga frente al mar, junto al muelle norte, donde los participantes podrán alinear cuerpo y mente bajo la luz de la luna y el sonido de las olas. Estas sesiones, abiertas a todos los niveles, se repetirán el jueves 4 de diciembre y el sábado 3 de enero de 2026, consolidándose como un clásico de bienestar en Bal Harbour Beach.
Encendido de luces y espíritu festivo
El jueves 20 de noviembre, se realiza da incio a la iluminación navideña en todo el distirto de Bal Harbour y realizándose una celebración on música en vivo, delicias de temporada, actividades para niños y el tradicional sabrage de champaña a cargo del St. Regis Bal Harbour Resort, marcando el inicio de las celebraciones navideñas en Bal Harbour.
Bal Harbour Village invita a disfrutar de una temporada festiva donde el arte, la comunidad y la naturaleza se unen para celebrar los mejores momentos del año.
Arte al aire libre
Durante Miami Art Week, Bal Harbour presentará dos instalaciones imperdibles. El domingo 30 de noviembre se realizará la inauguración de la obra de la artista argentina Ana Bonamico, con residencia en Santiago de Chile, en el acceso a la playa 102, exhibiendo un mural y una instalación al aire libre, mientras que el lunes 1 de diciembre se llevará a cabo la apertura de Aspire to Inspire, una instalación creada por la artista y residente local Tania Esponda Aja en el Bal Harbour Waterfront Park. Ambas propuestas inmersivas busca transformar el paisaje urbano a través de frases inspiradoras e instalaciones que unen arte y naturaleza.
Moda y diseño con historia
Del viernes 12 al domingo 14 de diciembre, el Salon du Vintage llega a Bal Harbour Waterfront Park con una edición que reunirá más de 500 m² dedicados al lujo y la alta costura vintage. Por primera este evento de prestigio en Francia cruza fronteras y aterriza en Bal Harbour Village, aportando un escenario y experiencia única dedicada al lujo, la moda y el estilo atemporal francés. La apertura será el viernes por la noche con un cóctel exclusivo para invitados VIP, prensa e influencers, mientras que el fin de semana ofrecerá dos días completos de compras y descubrimiento con piezas únicas de Chanel, Dior, Hermès, Yves Saint Laurent, Prada y más.
Experiencias creativas y noches estrelladas
El martes 23 de diciembre, en colaboración con el MOCA (Museum of Contemporary Art), se realizará Sunlit Palette, una experiencia artística en el parque donde los asistentes podrán disfrutar de bocadillos, bebidas y actividades guiadas por educadores del museo.
El sábado 27 Starstruck: A Night at the Park invitará a descubrir los secretos del universo con observaciones astronómicas, charlas de especialistas y la posibilidad de acampar bajo las estrellas en Bal Harbour Waterfront Park, en una velada organizada junto al Frost Museum of Science y representantes de la NASA.
Cena de Nochebuena en el St Regis Bal Harbour, abrace el espíritu festivo y déjese llevar por una velada de refinada celebración en The St. Regis Bal Harbour Resort. En el deslumbrante Ocean View Ballroom, una espectacular cena buffet invita a vivir las fiestas a través de una experiencia culinaria excepcional, enmarcada por el encanto del
mar. La noche comenzará con una copa de champaña de cortesía, una bienvenida brillante a una celebración inolvidable, colmada de calidez, alegría y sabores exquisitos. Un buffet, cuidadosamente diseñado, celebra la conexión y el compartir. Los platos combinan las tradiciones más queridas de la temporada con ingredientes de estación de la más alta calidad. Cada bocado refleja la sofisticación característica de la gastronomía de St. Regis, transformando esta cena en un auténtico festín para recordar.
Cena de Fin de año en el St Regis Bal Harbour. Despida el 2025 y reciba el nuevo año con una noche de elegancia y celebración en el majestuoso Astor Ballroom de The St. Regis Bal Harbour Resort. La velada comenzará con una recepción de cóctel, que incluirá una exquisita selección de hors d’oeuvres y cócteles artesanales, seguida de un magnífico buffet de cena preparado por nuestro equipo culinario. A medida que se acerque la medianoche,
los invitados se reunirán en la playa para brindar con champaña bajo las estrellas, mientras un deslumbrante espectáculo de fuegos artificiales ilumina el Atlántico. La celebración continuará con música en vivo, baile, fuentes de champaña y mucho más, dando la bienvenida al 2026 con el inconfundible estilo de St. Regis
Celebraciones de fin de año
El miércoles 31 de diciembre, la playa de Bal Harbour será el escenario del tradicional espectáculo de fuegos artificiales de Año Nuevo, que iluminará el cielo desde la medianoche.
La celebración continuará el jueves 1 de enero de 2026 con el New Year’s Day Concert, un concierto especial de la South Florida Symphony Orchestra junto al mar, que marcará el inicio del nuevo año con música y una brisa de optimismo.
Bal Harbour Village invita a disfrutar de una temporada festiva donde el arte, la comunidad y la naturaleza se unen para celebrar los mejores momentos del año.
Bal Harbour, Florida, ha sido y será un nombre por siempre asociado con la mejor experiencia de compras y a un destino turístico obligado para quienes visitan Miami, ya que cuenta con una playa de arenas blancas, perfectamente mantenida, junto a un sendero verde para paseos soñados al aire libre. Hotelería excepcional, restaurantes gourmet y celebrados programas culturales. Su reconocido centro de compras, Bal Harbour Shops, es un paraíso de compras para los fanáticos de la moda y los viajeros
de primer nivel, se trata de una experiencia única que concentra una selección de tiendas de lujo en un paseo a cielo abierto rodeado de vegetación tropical exuberante. Esta soleada comunidad playera ofrece un amplio rango de hoteles elegantes, entre ellos, el exquisito St. Regis Bal Harbour Resort, The Ritz-Carlton Bal Harbour, Beach Haus Residences Bal Harbour y el The Sea View Hotel. Su exultante escena gastronómica incluye el restaurante Makoto, cocina moderna Japonesa, Carpaccio para la mejor comida italiana, Avenue31 Café, Hillstone, cocina americana, Atlántikos de cocina mediterránea localizado en St Regis Resort y Artisan Beach House en The RitzCarlton Bal Harbour.
www.balharbourflorida.com
PERÚ
EN CLAVE SLOW TRAVEL
Viajar lento no es solo moverse despacio. Es aprender a detenerse, a mirar el paisaje sin apuro y a dejar que cada lugar se revele en su propio ritmo. Bajo esa premisa, Marriott propuso un recorrido por Perú pensado para reconectar con el presente a través de sus hoteles más emblemáticos: The Westin en Lima, Tambo del Inka en el Valle Sagrado y Palacio del Inka en Cusco. Un viaje que combinó historia, gastronomía, descanso y espiritualidad, recordándonos que, a veces, la mejor forma de avanzar es simplemente quedarse un poco más.
LIMA
The Westin, punto de partida
La llegada a Lima tuvo el ritmo amable de las ciudades que respiran océano. Desde las alturas del barrio de San Isidro, The Westin Lima Hotel & Convention Center se impone con elegancia moderna: amplias habitaciones bañadas por la luz del atardecer limeño y una vista que se abre sobre una ciudad que no deja de crecer.
La experiencia empieza desde adentro: su propuesta gastronómica recorre el mundo con sutileza y precisión, fusionando técnicas globales con el toque peruano que todo lo ennoblece.
El hotel alberga un bar speakeasy inspirado en la época de la prohibición, donde los cócteles de autor marcan el pulso de la noche entre luces bajas y jazz. Durante los días en la capital, el recorrido por los barrios más vibrantes –como Barranco, con su arte callejero y su energía bohemia– reveló una Lima contemporánea, creativa y diversa.
Pero si algo se impuso como hilo conductor, fue la gastronomía: cada plato, cada mercado y cada mesa confirmaron que, en esta ciudad, comer sigue siendo una forma de celebrar la vida.
VALLE SAGRADO
El viaje hacia el Valle Sagrado es, en sí mismo, una transición. Desde las alturas cusqueñas hasta el corazón andino, el paisaje se abre paso entre montañas, terrazas y un silencio que parece tener peso. Allí, junto al río Vilcanota, se levanta Tambo del Inka, a Luxury Collection Resort & Spa, una de esas propiedades que logran integrar el lujo con la naturaleza sin alterar su equilibrio. Su arquitectura de madera y piedra dialoga con el entorno, los jardines parecen parte del paisaje, y el sonido del agua atraviesa cada rincón.
La conexión con la tierra no es un concepto, sino una práctica diaria. El hotel cuenta con su propia huerta orgánica, de donde provienen la mayoría de los ingredientes que el chef Liner convierte en platos que cuentan historias. Cada servicio es una ceremonia: antes de cada comida, se acerca a la mesa para explicar el origen de los productos, casi todos cultivados en la propiedad o adquiridos a pequeños productores de la zona.
Tambo del Inka, el pulso de la tierra
Entre las experiencias más memorables, el programa “Del campo a la mesa” resume el espíritu del lugar: cosechar los propios vegetales en la huerta, guiados por el chef, para luego preparar un almuerzo al aire libre a la vera del río, donde el protagonista es un pesto andino elaborado con hierbas frescas y un paisaje que parece suspendido en el tiempo. Una vivencia simple y a la vez profunda, que convierte la gastronomía en un acto de conexión con la tierra.
En el spa, el circuito de aguas termales invita a desacelerar el cuerpo y la mente, mientras la galería Mantay exhibe obras de artistas peruanos contemporáneos. Detrás de esa propuesta estética hay un propósito social: el espacio destina sus recursos a acompañar a madres jóvenes, brindándoles capacitación, cuidado para sus hijos y herramientas para reinsertarse en el mercado laboral.
Tambo del Inka también funciona como puente entre culturas. Sus programas de intercambio con las comunidades locales incluyen talleres de tejido tradicional y experiencias de contacto con las alpacas, que forman parte de la vida cotidiana del hotel. Allí conocimos a Chaska, una cría de alpaca cuidada por Melisa, una niña de seis años que vive en la zona y participa de los programas educativos del resort. Ambas se han convertido en parte del espíritu del lugar: Chaska suele recorrer los jardines e incluso entrar al lobby por las noches, interactuando con los huéspedes con la naturalidad y dulzura de quien pertenece a la casa. Momentos así condensan el alma de Tambo del Inka: un equilibrio entre belleza, respeto y aprendizaje.
La excursión a Ollantaytambo, con sus terrazas incas y la historia de Pachacútec –el gran reformador del imperio–, completó el cuadro. Entre ruinas y relatos, el Valle Sagrado recordó por qué la lentitud no es falta de movimiento, sino una forma más profunda de avanzar.
CUSCO
Palacio del Inka, la historia que respira
En el corazón de Cusco, frente al majestuoso Qorikancha –el antiguo templo del Sol– se levanta Palacio del Inka, a Luxury Collection Hotel, una de las joyas arquitectónicas más imponentes de la ciudad. La propiedad, que data del siglo XV y fue residencia de Gonzalo Pizarro, hermano del conquistador Francisco Pizarro, conserva la esencia de su pasado en cada piedra. Con más de un centenar de piezas entre pinturas y objetos de la Escuela Cusqueña, cada pasillo y cada salón parecen custodiar siglos de historia. Algunas de las habitaciones aún conservan muros y detalles originales del período inca, creando un diálogo fascinante entre el tiempo y la modernidad.
La llegada estuvo marcada por un momento especial. En los jardines del hotel, el chamán Kuntur Pachakuty –“cóndor” en quechua– nos dio la tradicional bienvenida inca, acompañado por instrumentos ceremoniales y cánticos ancestrales. La energía del ritual, entre sonidos de pututos, hojas de coca y humo de hierbas andinas, creó una atmósfera tan poderosa como serena. Al día siguiente, Kuntur realizó una limpieza espiritual a un pequeño grupo de
huéspedes, en un encuentro profundamente movilizador que algunos terminaron viviendo entre lágrimas de emoción y gratitud.
Cusco sorprende por su vitalidad. En los últimos años creció de manera vertiginosa, un tanto caótica, pero sin perder la impronta colonial e incaica que la define. Su centro histórico es un museo al aire libre, donde los balcones de madera, las calles empedradas y las fachadas centenarias conviven con cafés, galerías y mercados que laten con energía propia.
Desde el hotel, el Qorikancha se aprecia en todo su esplendor. Antiguamente dedicado al Sol, la Luna, el Rayo y las Estrellas, este templo fue uno de los espacios ceremoniales más importantes del Imperio inca. Tras la conquista española, se construyó sobre él el convento de Santo Domingo, pero la arquitectura original sobrevivió en gran parte, revelando la precisión milimétrica con la que trabajaban los arquitectos incas.
La experiencia gastronómica del Palacio del Inka también es un viaje dentro del
viaje. El chef Carlos Risco diseñó una carta que rinde homenaje a los productos locales –papa, maíz, quinua, hierbas andinas– con fusiones orientales y técnicas contemporáneas. Cada cena se convierte en una puesta en escena: ocho pasos acompañados por cócteles de autor, maridajes sutiles y un servicio impecable que logra equilibrar elegancia y calidez.
Entre las visitas imperdibles, Sacsayhuamán se impone como una de las más impactantes. Este complejo ceremonial, levantado con bloques de piedra de hasta 300 toneladas ensamblados con precisión absoluta, muestra el dominio arquitectónico del mundo inca. Allí, entre muros que desafían la lógica y un horizonte que se abre sobre Cusco, uno entiende que los incas no solo construyeron templos, sino también una cosmovisión en piedra.
El viaje culmina con esa sensación única que dejan los lugares que vibran con historia. Cusco no se recorre: se habita. Y el Palacio del Inka, con su equilibrio entre pasado, espiritualidad y presente, es quizás la mejor manera de hacerlo.
AREC JORGE
ETA
Por Francisca Vives K.
Fotos
Paz Vásquez para Estudio Fe
Glam
Gabriela Arévalo
Outfits
Wendy Pozo
Booking
Esteban Aparicio para Versus Management
Actor, músico y padre, Jorge Arecheta ha aprendido a habitar los silencios con la misma intensidad que los escenarios. Nacido en Punta Arenas y formado en Santiago, transita entre la actuación, la música y la vida cotidiana con una serenidad que contrasta con la fuerza de sus personajes. Habla de su oficio con honestidad y de la paternidad como una nueva forma de mirar el mundo.
JORGE AREC HE TA Y EL OFICIO DE SENTIR
Desde el extremo sur de Chile, donde el viento parece no tener fin, Jorge Arecheta recuerda con gratitud sus primeros años. “Nací en Punta Arenas y agradezco mucho haber crecido en un lugar como ese. A quien no haya ido, se lo recomiendo como destino”, dice con una sonrisa que todavía conserva algo del asombro austral. A los 18 años, en 2004, decidió mudarse a Santiago, básicamente porque en su ciudad natal no existían escuelas de teatro profesional y, aunque en ese momento no lo sabía, ese viaje marcaría el inicio de una vida entera dedicada al arte.
Hasta bien entrado cuarto medio, su plan era estudiar Periodismo. Pero una invitación cambió el rumbo. Un profesor lo llamó a participar en una obra para un festival escolar. “Fue Óscar Barrientos”, recuerda; y agrega: “Hoy es un gran amigo y un escritor que recomiendo mucho leer”. Los ensayos fueron intensos, absorbentes, una revelación: “Ese proceso lo gocé mucho, pero lo que terminó por convencerme fue haber entrado a escena con el teatro municipal lleno y pensar “Esto es lo que quiero hacer, a esto me quiero dedicar’”. Desde entonces, entendió que la actuación podía ser no solo un oficio, sino también una forma de incidir en el entramado social. “Creo que la cultura es una herramienta fundamental en cualquier sociedad, ayuda a cuestionar, a abrir preguntas, a educar, a entretener, a elaborar pensamiento crítico”, dice.
La música, sin embargo, fue su primer idioma artístico: “A los 15 años aprendí a tocar bajo y tuve la típica banda con compañeros de colegio. Con esa banda fueron las primeras veces que me subí a un escenario, incluso antes del teatro”. Con el tiempo, la música y la actuación dejaron de ser caminos paralelos, de hecho se cruzaron. “Ambos quehaceres están muy ligados, la actuación, sea en el formato que sea, es muy musical. Tiene un tiempo, un ritmo, una partitura. Y la música, a su vez, es muy actoral, hay interpretación, emoción, cuerpo. Una actuación sin ritmo no funciona; una partitura sin emoción no conmueve”, afirma. De hecho, además de su formación actoral, estudió producción musical. “Tengo mi computador lleno de música que he compuesto pero que aún no ve la luz”, confiesa, dejando entrever que su otra voz creativa sigue latente, esperando su momento.
“La actuación, sea en el formato que sea, es muy musical. Tiene un tiempo, un ritmo, una partitura. Y la música, a su vez, es muy actoral, hay interpretación, emoción, cuerpo. Una actuación sin ritmo no funciona; una partitura sin emoción no conmueve”.
“Ver teleseries en Netflix es un incentivo y también un orgullo. Creo que la ficción nacional no tiene nada que envidiarles a muchas producciones internacionales. Cualquier espacio que promueva nuestra cultura es muy bueno, y espero que esto siga en aumento”.
Esa sensibilidad se percibe en cada uno de sus personajes. En Los Casablanca, por ejemplo, su papel de Juan Pablo provocó un fenómeno curioso. El público detestaba al personaje, pero celebraba su interpretación. “Agradezco mucho ese reconocimiento –dice con modestia–. Creo que todos los personajes implican una pequeña crisis. A veces me cuesta tomar decisiones, y al principio el trabajo es más racional. Pero cuando bajo las barreras de lo racional y empieza a operar el instinto, siento que el personaje realmente cobra vida”. Esa intuición inicial, asegura, es clave: “Los personajes están en esa primera lectura. Ahí se despierta algo, como cuando uno lee un libro y empieza a imaginar”.
Interpretar a Juan Pablo también implicó adentrarse en una realidad dura: la violencia en las relaciones. “Algunas personas me escribieron contándome experiencias similares, situaciones de violencia que habían vivido. Creo que ahí la ficción se vuelve práctica, útil. Cuando alguien puede darse cuenta de una realidad que está viviendo, de algo que quiere cambiar o cuestionar”, dice.
De todos los personajes que ha interpretado, hay uno que guarda un lugar especial en su memoria. Se trata de Pablo Valenzuela, de Vuelve temprano: “Le tengo cariño por muchas razones. Fue mi primera experiencia grande en ficción audiovisual, me abrió puertas, me permitió conocer gente que hoy sigue siendo cercana. Además, fue un personaje con el que aprendí muchísimo, un antes y un después en mi entendimiento actoral. Y, como con Juan Pablo, sentí ese reconocimiento del público, esa sensación de que el trabajo traspasa la pantalla”.
Hoy, la ficción chilena cruza fronteras gracias a las plataformas digitales, y Jorge siente orgullo: “Ver teleseries en Netflix es un incentivo y también un orgullo. Creo que la ficción nacional no tiene nada que envidiarles a muchas producciones internacionales. Cualquier espacio que promueva nuestra cultura es muy bueno, y espero que esto siga en aumento”.
“Ser papá me hizo cuestionarme muchas cosas, cambiar hábitos, cuidarme más para tener energía y estar bien para él. Me ha hecho volver a mirar las cosas con detención, ha sido una invitación constante a volver a vivir por primera vez”.
Ante la pregunta sobre qué le gustaría interpretar en el futuro, no menciona un papel en particular. Prefiere hablar de búsquedas. “Quizás poder experimentar más en otros formatos”, responde, con esa apertura que define a los artistas que no se encierran en una sola disciplina.
Fuera del set, su vida transcurre con calma: “Soy bastante tranquilo, me gusta estar en casa, leer, acostarme temprano, ver a mis amigos y familia”. Reconoce que el equilibrio se vuelve más complejo cuando está en teatro. “Los horarios son difíciles, el teatro ocurre al final del día, y eso cambia la dinámica con mi hijo; hay días en que puedo verlo menos”, dice.
Porque si algo transformó su manera de mirar el mundo, fue la paternidad. “Mi vida cambió muchísimo y para bien. Es trabajoso y muchas veces cansador, pero lo que me da de vuelta es impagable. Ser papá me hizo cuestionarme muchas cosas, cambiar hábitos, cuidarme más para tener energía y estar bien para él. Me ha hecho volver a mirar las cosas con detención, ha sido una invitación constante a volver a vivir por primera vez”, confiesa.
Esa mirada –atenta, curiosa, sensible–parece atravesar toda su vida y su trabajo. En cada papel, en cada nota que compone, en cada tarde que pasa con su hijo, Jorge Arecheta encuentra nuevas formas de estar presente, de escuchar, de sentir. Tal vez por eso sus personajes resuenan tanto, porque detrás de ellos hay un hombre que no teme mirarse, reinventarse y seguir creando.
BALLERINAS UN MUST PARA ESTA TEMPORADA
El regreso de lo clásico con un giro moderno y único
Hay piezas que nunca pierden su lugar en el clóset, que trascienden épocas, modas pasajeras y generaciones. Las ballerinas son una de ellas. Atemporales y versátiles, vuelven esta temporada para consolidarse como el calzado imprescindible.
Con un giro moderno y un lenguaje propio, las ballerinas se transforman en protagonistas indiscutibles, listas para acompañar a mujeres auténticas que buscan proyectar estilo sin renunciar a la comodidad.
En Hush Puppies entendemos que la moda no solo es estética, también es experiencia. Nuestro compromiso siempre ha sido ofrecer calzado que combine diseño, calidad y comodidad.
Inspiradas en tendencias internacionales, reinterpretadas con un sello único y elaboradas con materiales de calidad, estas piezas celebran lo clásico, pero desde una perspectiva moderna que habla de autenticidad y de confianza.
Una historia que nunca pasa de moda
Hablar de ballerinas es hablar de historia, de feminidad. Este calzado tiene sus raíces en el ballet clásico.
Sin embargo, su salto al mundo de la moda se dio gracias a iconos que marcaron un antes y un después en la cultura contemporánea.
Su encanto radica en esa dualidad: son delicadas, pero poderosas; simples, pero profundamente expresivas. Se adaptan al contexto: pueden ser desenfadadas con jeans y camiseta, o refinadas junto a un vestido de cóctel. Y en esa capacidad camaleónica está su vigencia.
En Hush Puppies creemos que los clásicos merecen evolucionar. Las ballerinas que presentamos esta temporada son el resultado de un proceso creativo que combina herencia, innovación y sensibilidad por las tendencias globales.
Para esta colección hemos identificado tres grandes ejes que definen el espíritu de las ballerinas Hush Puppies. Cada uno responde a una sensibilidad distinta, a una forma de expresión que conecta con diversas personalidades y estilos de vida.
Animal Print: el poder salvaje de cada paso
El animal print es un clásico que nunca se extingue. Temporada tras temporada regresa con nuevas interpretaciones, demostrando su capacidad de reinventarse. En nuestras ballerinas, este estampado adquiere un aire sofisticado y versátil, pensado para quienes buscan transformar un look sencillo en una declaración de estilo.
Imagina un atuendo minimalista en tonos neutros: jeans rectos, blusa blanca, blazer negro. Ahora añade un par de ballerinas con print de leopardo. Automáticamente, el look se llena de energía, carácter y modernidad. El estampado no solo aporta color y textura, también transmite confianza y audacia.
Minimalismo: la belleza de lo esencial
Siluetas limpias, líneas depuradas y colores neutros o metálicos definen esta propuesta. Perfectas para quienes valoran lo elegante y buscan destacar desde
Texturas: el valor de lo artesanal
La tercera gran tendencia que define esta temporada es el redescubrimiento de las texturas. En un mercado cada vez más industrializado, las piezas que rescatan lo artesanal adquieren un valor incalculable.
Por eso, nuestras ballerinas con detalles tejidos, tramados y terminaciones a mano representan una celebración de la tradición y del cuidado por los detalles.
Las texturas no solo aportan calidez y originalidad, también crean un vínculo emocional con quien las usa. En tiempos donde la moda se mueve rápido, detenerse a apreciar lo hecho a mano es un acto de autenticidad.
El mundo de la moda se mueve con rapidez, pero la verdadera elegancia reside en lo que perdura. Las ballerinas son un recordatorio de que lo esencial nunca pasa de moda. Y con la visión de Hush Puppies, este clásico se eleva, se transforma y se convierte en un must que trasciende la temporada.
ASÍ SE PREPARA LA PIEL PARA EL VERANO (Y NO HABLAMOS DE CREMAS)
El verano ya asoma, y la piel empieza a pedir atención. No se trata de cremas milagrosas ni de dietas exprés, sino de ciencia, regeneración y bienestar.
Por Francisca Vives K.
l cuerpo tiene su propio calendario, aunque a veces lo olvidemos. Basta que cambie la luz o que el aire se vuelva más cálido para que empiece a reclamar cuidado. La piel, ese órgano que nos conecta con el mundo, registra cada exceso, cada noche corta, cada estrés acumulado durante el invierno. Y en esa transición hacia el verano –cuando las mangas se acortan y el sol se hace más directo–, muchas personas sienten la necesidad de recomenzar, de limpiar, de revitalizar.
Pero los tiempos cambiaron. La preparación para la temporada más luminosa del año ya no pasa por promesas imposibles ni por bisturís. Hoy se construye sobre la ciencia y la sensatez. “Las personas buscan resultados
reales, pero naturales. No quieren parecer distintas, solo descansadas, luminosas, con energía”, explican los especialistas de Clínica La Parva, y agregan: “Durante la primavera aumenta la demanda de tratamientos como el rejuvenecimiento facial con láser fraccionado, los peelings personalizados o las aplicaciones de bótox y ácido hialurónico. Son procedimientos que aportan vitalidad sin cambiar los rasgos ni exigir largos períodos de recuperación”.
Esa idea –la de mejorar sin transformarse–es la base de una revolución silenciosa. La belleza ya no se mide en centímetros ni en arrugas borradas, sino en autenticidad. Se trata de recuperar textura, color, expresión. De verse fresca, pero reconocible.
La era regenerativa
Detrás de este cambio hay un movimiento que definitivamente se ha vuelto global: la medicina estética regenerativa. Es un término que puede sonar técnico, pero su propósito es simple: ayudar a que la piel se repare por sí misma. En lugar de añadir, estimular. En vez de tapar, despertar. “Buscamos activar la producción natural de colágeno, elastina y ácido hialurónico con procedimientos cada vez menos invasivos y más efectivos”, señalan desde Clínica de La Parva.
Los protagonistas son los equipos y fórmulas de nueva generación. El láser fraccionado trata manchas, cicatrices y pérdida de firmeza con tiempos de recuperación mínimos. El HIFU de última generación, que trabaja con ultrasonido focalizado, logra tensar el rostro sin agujas ni anestesia. Y la radiofrecuencia facial reafirma la piel en una sola sesión. “Los pacientes ya no están dispuestos a detener su vida por un tratamiento estético –apuntan los especialistas–. Quieren resultados visibles, pero sin dolor ni baja médica”.
En este nuevo escenario, la biotecnología abrió un camino fascinante. El ADN de salmón, por ejemplo, se ha convertido en una de las terapias más comentadas por su capacidad regenerativa. Utiliza polinucleótidos naturales para estimular la producción de colágeno y mejorar la hidratación, logrando una piel más firme y elástica. “Lo que hace especial este procedimiento es que revitaliza desde adentro, sin alterar la expresión –explican desde Clínica La Parva–. Cuando se aplica en condiciones adecuadas, produce un efecto luminoso y duradero que se potencia con el tiempo”.
El éxito de estos tratamientos tiene que ver con algo más profundo que la estética. El cuerpo, la ciencia y la belleza dejaron de ser universos separados. Las clínicas se convirtieron en espacios donde la tecnología y el bienestar conviven con la empatía. Las consultas ya no se centran solo en el diagnóstico, sino en entender el estilo de vida, el nivel de estrés, los hábitos de sueño. “Cada piel tiene su historia –dicen los especialistas–. Y un buen tratamiento es aquel que respeta esa historia”.
“Lo que hace especial este procedimiento es que revitaliza desde adentro, sin alterar la expresión. Produce un efecto luminoso y duradero que se potencia con el tiempo.”
Belleza desde adentro
La idea de que la piel se prepara solo desde afuera quedó atrás. Hoy se habla de belleza funcional, un concepto que une medicina, nutrición y psicología. “Los resultados más naturales son los que nacen del equilibrio interno –explican los expertos de La Parva–. Por eso abordamos cada caso desde una visión integral que incluye suplementación, acompañamiento kinesiológico y hábitos saludables”.
Desde esa filosofía nació CLP Nutrascience, una línea de suplementos formulados con vitaminas, aminoácidos y antioxidantes que fortalecen la piel y optimizan la recuperación postratamiento. Estos suplementos “permiten que la piel responda mejor, reducen inflamaciones y aceleran la cicatrización. También ayudan a prevenir el envejecimiento prematuro y a mantener la luminosidad por más tiempo”.
Este enfoque –que combina ciencia y bienestar– está transformando la experiencia de los pacientes. Los tratamientos ya no terminan en la camilla. Se complementan
con cámaras hiperbáricas, que oxigenan los tejidos y estimulan la regeneración celular, y con drenajes linfáticos que eliminan toxinas y mejoran la circulación. Incluso las intervenciones quirúrgicas adoptaron esta visión más consciente. “El VASER, por ejemplo, ha evolucionado muchísimo. Hoy permite una lipoescultura más precisa y menos invasiva, con recuperación mucho más corta”, explica el equipo del doctor Pedro Vidal. “Pero más allá de la técnica, lo importante es la planificación integral y el seguimiento”, agrega.
En esta nueva estética, la tecnología no reemplaza la sensibilidad; la amplifica. La medicina se convierte en una herramienta para acompañar los ritmos del cuerpo, no para forzarlos. “La piel no olvida. Cuando la cuidamos desde adentro y desde afuera, responde con una energía distinta, más viva”, dice uno de los especialistas.
El cambio cultural
La transformación estética actual no puede entenderse sin el contexto social. En los últimos años, el discurso de la belleza ha
cambiado tanto como los estándares. Las redes sociales, paradójicamente, aceleraron el retorno a la naturalidad. Después de años de filtros, rostros uniformes y volúmenes exagerados, la autenticidad volvió a ser aspiracional.
“Las personas quieren verse bien sin que se note lo que se hicieron. Y eso nos obliga a trabajar con sutileza. Hoy el éxito de un tratamiento se mide por su invisibilidad”, aseguran los médicos. Lo mismo ocurre con el cuerpo: la piel firme reemplazó al abdomen plano como símbolo de vitalidad. La belleza ya no se confunde con juventud, sino con energía.
El fenómeno es global. En Francia, las revistas hablan de slow beauty; en Corea, de glass skin, una piel tan saludable que parece transparente; en América Latina, de equilibrio. En todos los casos, el mensaje es el mismo: menos artificio, más bienestar.
“Cuando alguien está bien, eso se nota en todo, en la piel, en la mirada, en la forma de moverse. Por eso, el objetivo ya no es restar años, sino sumar vitalidad”, afirman.
La cuenta regresiva
En esta época del año, las agendas médicas se llenan. Los llamados “tratamientos exprés” –radiofrecuencia corporal, peelings suaves, microdermoabrasiones, cócteles de vitaminas– son los favoritos. “Permiten resultados rápidos sin tiempos de reposo”, explican. Pero incluso estos tratamientos de última hora se piensan dentro de un plan integral. Se combinan con suplementación antioxidante o drenaje linfático para potenciar sus efectos.
Y, aunque la motivación inicial suele ser estética, lo que las personas buscan en realidad es algo más profundo: sentirse bien. “Hay un componente emocional fuerte. La gente no solo quiere verse diferente, quiere volver a sentirse como antes; es decir, descansada, vital, segura”, reconocen los médicos.
El bienestar, antes reservado al lenguaje del spa, entró por fin en el discurso médico. La salud cutánea se convirtió en un espejo del equilibrio interno. Dormir, hidratarse, moverse. Cada pequeño hábito deja huella. En ese sentido, preparar la piel para el verano se parece más a un ritual de reconexión que a una operación estética.
Las estadísticas acompañan el cambio. La Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética reportó en su último estudio un
aumento de casi 30 por ciento en los procedimientos no invasivos en América Latina, impulsados sobre todo por mujeres entre 30 y 55 años. En Chile, el crecimiento es sostenido, y la demanda se concentra en tratamientos que combinan tecnología y biología.
“La estética dejó de ser una cuestión de vanidad para transformarse en una extensión del bienestar –concluyen los especialistas de Clínica La Parva–. No se trata de esconder, sino de revelar. De aceptar el paso del tiempo, pero con cuidado y conocimiento”.
Quizás la verdadera novedad no está en las máquinas ni en los productos, sino en el tono. Por primera vez, la belleza y la ciencia hablan el mismo idioma, el del respeto por los ritmos del cuerpo. Lo que antes era una carrera contra el tiempo se volvió un acto de pausa.
El rostro ya no es un lienzo en blanco, sino un mapa de experiencias. Las arrugas no se borran, se suavizan; la firmeza no se impone, se estimula. Y esa sutileza –ese gesto de inteligencia emocional aplicada a la estética–es lo que define la nueva sofisticación.
Preparar la piel para el verano, entonces, no es una obligación, sino una oportunidad. Una forma de agradecerle al cuerpo todo lo que hace, de devolverle energía y atención. De habitarlo con más conciencia.
En cada edición de Mustique, cerramos con una voz invitada. Una mirada personal que proviene del arte, la literatura, la música o el pensamiento; una reflexión libre sobre la belleza de la estación que nos habita.
Esta crónica final es un gesto íntimo y abierto. Una despedida suave, escrita por quienes saben mirar el mundo con sensibilidad. Porque, a veces, lo más importante se dice al final.
En esta edición, la última palabra la tiene Isabel Baboun Garib.
PRIMAVERA
Fue una alumna quien me la regala. “¿Por qué?”, le pregunto. “Por todo”, dice, y me la entrega. Me explica que da flor una vez al año. Que el resto del tiempo sus hojas serán largas, gruesas y muy verdes. Me dice que después de la floración, y una vez que la flor caiga, podré cortar su tallo a cinco centímetros de la tierra si quiero incentivar el nacimiento de flores nuevas. Mientras aparece, la flor, yo la miraré cada día hasta que brote. Esperaré como esperaba de niña al ratón que traería un regalo por cada diente de leche caído. ¿El brote esconde la flor o es ella escondida en el brote? ¿Soy yo escondiéndome aquí afuera, o es la flor dentro del brote quien mira? “La única que sabe qué aspecto tiene –le digo– eres tú”.
* Las cocinas son amables en primavera: tengan el tamaño que tengan, resisten todo tipo de preparaciones. Licuados de fruta, ensaladas frías, gazpacho. Tiempo líquido más que sólido el que corre entre las manos aunque tengamos que despegar masa cruda cuando preparamos bizcocho. Tiempo sólido, y para nada amable, el que toca frente al clóset: pide embolsar chaquetas, parkas, desenfundar vestidos. Suspender toda prenda que en esta época del año no debe usarse hasta el año siguiente. Salen lanas, cotelé; entran el algodón, los hilos, las mangas cortas. Salen texturas y entran otras como si fueran un equipo de recambio hasta que acabe su tiempo de juego. Me resisto a soltar el pijama
de franela. Me resisto a dormir con la piel desnuda. ¿Porque duermo sola, me resisto? Aunque todavía corre viento fresco, las altas temperaturas ya llegaron. Pero es primavera, tiempo de ajustes; calor todavía no, y menos su desborde. “Primavera gris”, dicen que se llama; tiempo de vacíos, de angustia. Leo en el diario: “Hombre se tira a las vías; en menos de una semana, seis personas ya saltaron”. “Pero era primavera. Hasta el león lamió la frente lisa de la leona. Los dos animales rubios. La mujer desvió los ojos de la jaula, donde solo el olor caliente recordaba la matanza que ella viniera a buscar en el Jardín Zoológico”, dice un cuento de Clarice Lispector.
* A cuatro días de cumplir cuarenta y un años, voy a la sección de electrodomésticos de un supermercado. Allí supe de la existencia de esta máquina: batidora planetaria. Una herramienta indispensable para cualquier cocina; su nombre evoca el movimiento de los planetas alrededor del sol. Su andar es preciso, metódico. Mezcla los ingredientes buscando homogeneidad. “Alcanza cada rincón del recipiente gracias a la doble rotación sobre su eje, como si las hojas suaves y aceradas hicieran una danza, consciente de su gracia refinada. Como si cada giro fuera una ofrenda alrededor del sol, ¿me explico?”, me pregunta la única vendedora que encuentro. Esta máquina no es que funcione, orbita. No es que gire, danza. No es que se enchufe, despierta. No es que cueste entre 80 y 800 mil pesos según la cantidad de funciones que tenga; es que tiene la capacidad de mezclar, delicada y con paciencia, igual que la mano humana. ¿Ha visto usted nacer una flor? Exacto, así mismo. Así tal cual es como funciona.
Collage: Francisca Vives
EL BIENESTAR DE NUESTRA
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