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EVANGELIZACIÓN FRANCISCANA EN TEHUACÁN, PUEBLA, MÉXICO

Cuando llegaron los evangelizadores franciscanos al Valle de Tehuacán, decidieron edificar un templo y una misión en las faldas del Cerro Colorado. Iniciaron la obra auxiliados por los nativos de la región. Aunque su celo apostólico era muy grande fue poco a poco decayendo su ánimo, porque el lugar que habían elegido, estaba infestado de hormigas y víboras que ahí habían tenido siempre su hábitat y no perdían ocasión de recordárselos con dolorosos piquetes y mordeduras. Al fin se dieron por vencidos, empacaron sus pertenencias y bajaron al valle.

Su primera parada fue en lo que hoy es SAN PEDRO ACOQUIACO, ahí hicieron la construcción de un templo, por tal razón es, indiscutiblemente, la construcción religiosa más antigua de nuestra región. La capilla de Acoquiaco figuraba desde 1535 en las listas de edificaciones de franciscanos que en esa época estaban bajo la advocación de SANTA MARIA DE LA ASUNCIÓN. la nave fue terminada en 1584 con un techo de terrado como el que tenía el Convento original.

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Se asocia esta obra a Fray García, es de una sola nave sin crucero construida con piedra de

“tecoate”. En el muro “tetero”, se encuentra una sencilla inscripción de una cruz con su base formada con piedrecitas de tezontle. Esta inscripción se encuentra en la mayoría de las iglesias edificadas en el Siglo XVI. En el Título de Tierras y Aguas de Acoquiaco fechado en 1579 se menciona a la Iglesia de San Pedro y de San Diego, así como la aparición de Nuestra Señora de la Concepción en las Peñas del Cerro Colorado el 20 de agosto de 1579. Este documento menciona una fiesta del pueblo celebrada con fuegos artificiales y la llamada Danza de Zapotitlán. Aunque desde 1567 se luchó por incorporar a San Pedro Acoquiaco como barrio de Tehuacán, en ese manuscrito se registra como Pueblo Antiguo. A pesar de su antigüedad fue erigida Parroquia hasta el 10 de diciembre de 1989 por el Obispo Norberto Rivera Carrera. Está fusionada actualmente a la urbanización de la ciudad de Tehuacán.

En su zona cerril destaca imponente el emblemático Cerro Colorado, que ha sido testigo de la evolución de la vida de nuestro valle durante miles de años, tiene flora propia de las zonas áridas, mezquites, guajes y cactáceas de diferentes clases y la fauna de la región la conforman conejos, liebres, tlacuaches, ratas de campo y escasos coyotes y en las cuevas murciélagos. El día 3 de mayo atrae cientos de visi- tantes que por tradición suben a su cima desde hace ya muchos años a escuchar misa frente a la cruz monumental. Ha sido sede de importantes pasajes de nuestra historia regional. Desde tiempos prehispánicos, las tribus autóctonas apostaban vigilantes en su altura para detectar enemigos que pretendieran atacarlos.

En la época de la Independencia en 1812 un contingente de las fuerzas insurgentes estableció ahí un fuerte y aún se pueden ver algunos vestigios de su ocupación, lo llamaron La Plaza de Armas, era un lugar muy estratégico pues en sus faldas pasaba entonces el camino real que iba hasta Guatemala. Existen multitud de cuevas pequeñas y medianas alrededor de la meseta, donde se puede comprobar que fueron hogares primitivos de los pobladores del valle, hay señales de humo en los techos, paredes recubiertas de barro, y algunas con divisiones interiores hechas por quienes ahí vivieron y tenían cerca el agua del Río Tehuacán que nace en Santa María del Monte y también pasa en sus faldas.

Muchas celebraciones a lo largo del año son fiestas comunitarias en las que toda la población participa, destacándose la fiesta patronal que se celebra el 29 de junio, día de San Pedro y San Pablo, con un gran programa de festejos religiosos y profanos, bailes, juegos mecánicos, fuegos pirotécnicos y la oportunidad de saborear un exquisito mole de guajolote y barbacoa.

Como la tradición católica dice que SAN PEDRO es el custodio de las llaves del cielo, en el centro de su parque una gigantesca llave esculpida en la piedra del piso, que lo recuerda.

Las tradiciones de hace más de quinientos años, impuestas por la orden franciscana, siguen teniendo vigencia, por estar arraigadas en las raíces de profunda devoción que han pasado de una generación a la siguiente.

Artículo por: Guadalupe Martínez Galindo

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