Lee+ 169 El padre

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La otra carta al padre: sobre Maus , de Art Spiegelman, por Bernardo Fernández, Bef

Un homenaje literario a su padre: la nueva apuesta de Juan Villoro, por Carlos Torres

Tiempo, agua, memoria. Elena Garro: la tragedia esperada, por Brenda Ríos

Conversamos con Santiago Roncagliolo y Agustín Laje 120 años de

AÑO 14 • NÚMERO 169 • JUNIO 2023 PRECIO AL PÚBLICO 25 PESOS 7151050002063
inabarcable
Marguerite Yourcenar, la

COLECCIÓN el ALA del TIGRE PRESENTA

Poesía para leer y compartir en verano

••• Jiñi yäjyäx tyuñ wäle, mi ikolel iwich’. Xts’uñ-xts’uñuñixme.

VIII

Preso en el aire el colibrí de jade mueve sus alas.

Lo que se mira del cuerpo no es todo el cuerpo, sólo su armonía

Reviento el silencio para entregar mi voz

no entiendo estas voces. Son lenguaje, dices.

libros.unam.mx / librosunam

Editorial / El padre

La literatura ha sido testigo de la exploración y la exaltación de la figura paterna en todas sus facetas. Desde los padres cariñosos y protectores hasta los complicados y distantes, a través de las palabras, las y los escritores han capturado la complejidad y el impacto que la relación con nuestros padres tiene en nuestra identidad y en la forma en que enfrentamos el mundo. Este mes, en el que hay un día para conmemorarlos, decidimos dedicarles nuestra edición. Acompáñanos en este viaje repleto de emociones y descubrimientos.

Gracias a un entrecruce literario hecho por Juan Villoro, en el que toca tanto lo público como lo privado, conoceremos de cuerpo entero a su papá, Luis Villoro. Te presentaremos a Michel de Crayencour, padre de Marguerite Yourcenar y copartícipe de la creación del seudónimo de la escritora, quien este 2023 cumpliría 120 años; así como al padre de Elena Garro, quien se encargó de la iniciación literaria de la autora de Los recuerdos del porvenir

Para continuar con la inmersión en el asunto paterno, Carlos Torres Tinajero nos trae una reseña de El origen de todos los males. Madres y padres autoritarios (Cal y Arena), un libro de relatos que abordan los claroscuros de estos personajes fundacionales. Torres Tinajero nos ofrece, además, una lectura sobre Pedro Páramo, de Juan Rulfo, y Los años falsos, de Josefina Vicens, para mostrar la relevancia del padre en la literatura mexicana. Este número marca la vuelta de Bernardo Fernández, Bef, como colaborador de Lee+, con un texto sobre la novela gráfica Maus, de Art Spiegelman, ¿qué nos revelará acerca de la paternidad?

No podían faltar los adelantos literarios y en este número te traemos dos: Juárez. La otra historia (Océano), de José Luis Trueba Lara, y Desconcierto (AdN), de Richard Powers. Además, entrevistamos a Santiago Roncagliolo a propósito de su libro El año en que nació el demonio (Seix Barral) y a Agustín Laje, autor de Generación idiota (Harper Collins México).+

Directora general

Revista Lee+ de Librerías Gandhi

con nosotros!

6 [Adelanto] Juárez. La otra historia

José Luis Trueba Lara

8 La figura paterna en dos novelas mexicanas del siglo xx

Carlos Torres Tinajero

10 Un homenaje literario a su padre: la nueva apuesta de Juan Villoro

Carlos Torres Tinajero

12 120 años de Marguerite Yourcenar, la inabarcable

Mariana Aguilar Mejía

14 Una conversación con Santiago Roncagliolo

José Luis Trueba Lara

16 La otra carta al padre: sobre Maus, de Art Spiegelman

Bernardo Fernández, Bef

18 Tiempo, agua, memoria.

Elena Garro: la tragedia esperada

Brenda Ríos

20 Agustín Laje. Cinco críticas al adolescentrismo

José Luis Trueba

22 [Reseña] Padres y madres: un vistazo a la familia mexicana

Carlos Torres Tinajero 24 [Adelanto] Desconcierto

Richard Powers

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/mascultura @revistaLeemas /revistaleemasdegandhi /Desde el librero En portada : Maus, de Art Spiegelman Ilustración: Darío Cortizo
Índice
contacto@revistaleemas.mx Envía tus comentarios a: elcliente@gandhi.com.mx
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Junto a la puerta que llevaba al entresuelo del convento los esperaba un achichincle. El hombre con las greñas tiesas y la ropa astrosa cumplió sus órdenes a la perfección. Sólo Dios sabe cómo pudo aguantarse las ganas de rascarse para atreguar al piojerío que le carcomía la cabeza, los sobacos y la pelambrera del bajo vientre.

En silencio y con los ojos clavados en el piso le entregó la lámpara de aceite a su patrón. La llama era intachable. Siete veces lo habían obligado a bajar para asegurarse de que la luz fuera perfecta. Por ninguna razón, el señor presidente podía quedarse en penumbras. Los rumores de que la oscuridad le disgustaba no podían echarse en saco roto.

Juárez. La otra historia

Los movimientos de Juárez eran lentos. El tiempo y las incontables pisadas habían desgastado las escaleras que caracoleaban hasta las profundidades del convento. Ni por asomo, el gobernador se atrevió a tratar de ayudarlo. El señor presidente no toleraba que lo trataran como el viejo que era. Sus más de sesenta años y las huellas del maleficio que lo condenó a la vida nómada debían ignorarse. El impasible, el eterno, el omnipotente era incapaz de darse el lujo de ser un anciano decrépito. La espalda más recta que una tabla recién cepillada, y los pelos que se mantenían negros a fuerza del aceite de los huesos de mamey tatemados le bastaban para mantener la apariencia. Poco faltaba para que se untara clara de huevo en las patas de gallo con tal de esconderlas. A pesar de esto, la vejez se le notaba a golpe de vista. Por más que lo quisiera, era imposible disimular las bolsas que le hinchaban los párpados, los cachetes flácidos y la papada que a ratos se desparramaba sobre el cuello corto y grueso.

A cada paso que daban, el hedor era más fuerte. El espesor del silencio fue lo primero que lo sorprendió. Ningún zumbido lo interrumpía. Las moscas acorazadas no tenían necesidad de adentrarse en el entresuelo y mucho menos se internaban en el sótano para husmear entre los triques olvidados y los muebles destartalados. Los destripados que seguían tirados en las calles les bastaban para atragantarse y desovar. Poco faltaba para que las larvas se desparramaran sobre los adoquines y los empedrados.

—Déjeme solo —le ordenó al gobernador, que se largó sin pronunciar una palabra.

El entresuelo era mucho más alto de lo que imaginaba. Las paredes estaban carcomidas por el moho. En algunas, los ladrillos se revelaban como llagas incurables. Aquí y allá se veían las rajaduras que provocaron los temblores y los cañonazos. La oscuridad del sótano apenas se asomaba entre los gruesos tablones del piso y en las escaleras que descendían para ser devoradas por la negrura.

En silencio avanzó hasta llegar frente al cadáver. Maximiliano colgaba del techo, su cuerpo estaba desnudo y de cabeza. La piel se le pegaba a los huesos, la podredumbre le trazaba arroyos en la cara. El hambre provocada por el sitio lo había transformado. Su larga barba y sus cabellos rizados eran un mazacote hediondo. Las inyecciones de parafina y el tanque con arsénico nada pudieron en contra de la putrefacción.

Las intentonas del doctor Licea estaban condenadas al fracaso: al cabo de unas semanas, el ataúd donde por fin lo metieron se rajaría por la presión de los gases corruptos. El cristal que mostraba su rostro se convirtió en una telaraña que se quebró cuando alguien se atrevió a tentarla.

Se acercó para mirarle la cara. Las ganas de tocarlo apenas duraron un instante. Le habían sacado los ojos y sobre la mesa estaban los globos de vidrio que le arrancaron a la estatua de Santa Úrsula. Las gruesas vetas que brotaron por el uso impedían que rodaran hasta volverse añicos en el piso. Ésa era la primera vez que lo veía. Por más que se lo pidió, nunca aceptó encontrarse con él. Su orgullo lo obligaba a mantener distancia. Maximiliano tenía la alzada de la nobleza, sus cabellos eran arroyos de oro y sus ojos remarcaban la claridad de la buena sangre. La fotografía que seguramente les habrían tomado revelaría lo inocultable. En menos de lo que canta un gallo, las litografías de los periódicos se burlarían de su apariencia. Un indio panzón y chaparro nada podía delante del gigante Habsburgo. A nadie le importaría que se pusiera su mejor levita o se calzara el más alto de sus sombreros. La cima de la copa sólo acentuaría el escaso metro y medio que medía.

Lo que le habían contado era cierto. Por más que los muerteros sudaron la gota gorda, no pudieron sambutirlo en el ataúd después de que lo fusilaron y lo ensabanaron. Las piernas se desbordaban y tuvieron que arrancarle uno de los lados a la caja. Los tacones de sus botas labraron las hendiduras de su último recorrido. Eso era mejor que quebrárselas a marrazos. Aunque estuvieran derrotados, los imperialistas habrían impedido la profanación de su cuerpo.

—Cuando el indio encanece, el blanco ya no aparece —susurró mientras recargaba todo su peso en el bastón, que apenas se curvó.+

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Adelanto Ve la entrevista en mascultura.mx

La figura paterna en dos novelas mexicanas del siglo xx

En algunas novelas mexicanas del siglo xx, la figura paterna es un asunto de gran envergadura. El tema ocupó un lugar en el trabajo de escritores cardinales para este periodo. Esto se debe a su importancia real y simbólica en la sociedad. El peso del padre fue tal que en la actualidad resulta difícil entender un trecho de la historia de la literatura mexicana sin las obras que abordan este tópico. Si el juicio suena exagerado, releer y repensar aquella etapa tal vez sirva para poner algunas cartas sobre la mesa y para abrir el debate acerca de la huella paterna en la tradición literaria y en nuestra cotidianidad. El objetivo consiste en revalorar estas ideas y asombrarnos con sus conflictos.

Hablar de la figura paterna y de sus alcances literarios quizá sea hablar de un argumento conflictivo por naturaleza. Nunca estamos de acuerdo con el papel de padre en la familia. A veces resulta muy fuerte, muy débil o está ausente. Esa ausencia obliga a algunos personajes a tomar decisiones para cambiar su rumbo.

Desde distintos ángulos y distintos momentos, en la literatura mexicana del siglo xx aparecieron personajes masculinos en contextos campesinos o domésticos, donde el padre debía ser el eje rector de la familia. Ciertos casos hablan de ausencias voluntarias y otros, de ausencias por fallecimiento. Me refiero a dos clásicos de nuestras letras: Pedro Páramo (1955), de Juan Rulfo, y Los años falsos (1982), de Josefina Vicens. Las obras están separadas por décadas, tradiciones literarias y enfoques, pero quizá las transformaciones en la trayectoria de los personajes, por la importancia del padre y los huecos por llenar, sean su denominador común.

Esta novela representa uno de los ejemplares más trascendentales en nuestro librero. Ambientada en los años de definición política, social e identitaria tras la revolución de 1910, la obra trata algunos elementos primordiales en el imaginario colectivo mexicano. Cuenta la promesa de Juan Preciado a su madre en su lecho de muerte: buscar a su padre en Comala. Éste no tenía la intención de cumplirla, pero con el tiempo se ve obligado a viajar, pues el peso de la conciencia rige sus acciones.

A través de un estilo profuso y fragmentario, la novela narra el viaje de Juan Preciado a Comala, un lugar lleno de muertos, como Pedro Páramo. La trama da detalles de la trayectoria del cacique, quien evolucionó a causa del poder emanado de la revolución hasta olvidar algunos de sus principios e ideales. Se enfatiza la caracterización psicológica del personaje, por ejemplo, su idealización juvenil alrededor de Susana San Juan, sus excesos tiránicos, sus hábitos mujeriegos y su muerte. Por la forma, por el trasfondo psicológico y por tocar aspectos centrales de la configuración familiar mexicana, como la ausencia del padre, Pedro Páramo se ha convertido en un referente y en una de las mejores muestras de nuestra tradición literaria.

Todos hemos venido a verme. La tarea de aliño será larga porque es fecha especial: aniversario. El tercero, el cuarto, ya no sé. Tenía quince años y acabo de cumplir diecinueve. El cuarto aniversario. Como siempre, yo no hago absolutamente nada. Me cruzo de brazos. Estoy de visita con mi corbata negra. Vengo a verme, me recibo en silencio y me agradezco las flores que traje: hortensias, mis predilectas. Esas hortensias tumultuosas, apretadas, jóvenes, cuyo color está casi por despuntar, pero que aún no se sabe si serán azules o lilas o rosadas.

Los años falsos, Josefina Vicens

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1. Pedro Páramo, de Juan Rulfo
Tinajero
Carlos Torres Carlos Torres Tinajero es licenciado en lingüística. Ha impartido clases de Filosofía del lenguaje y Narratología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Textos suyos han aparecido en Casa del Tiempo, de la uam, y en la Revista de la Universidad, de la unam. Facebook: Carlos Torres Tinajero

2. Los años falsos, de Josefina Vicens

Esta obra es la segunda novela de la escritora mexicana. El personaje Luis Alfonso Fernández se desempeña como ayudante de un diputado. A su muerte, su hijo mayor, del mismo nombre, adquiere la obligación social de hacerse cargo de las responsabilidades paternas. Luis Alfonso ejerce un rol putativo en la casa, con su madre y sus hermanas, pues tiene el mandato de encauzar el orden y la estabilidad. Sin embargo, el personaje carece de las condiciones anímicas y sociales para llevar a cabo esta tarea: suplanta a su padre en el trabajo y con sus compañeros, pero se enfrenta a las costumbres enquistadas de la oficina, que lo obligan a cumplir una función falsa en los terrenos profesional y relacional.

Según el crítico literario Javier Molina, la madre de Luis Alfonso acepta su autoridad y renuncia a la suya por las prácticas machistas dominantes en el país, las cuales le exigen cederle el don de mando a la figura masculina frente a las hijas, quienes ya le deben respeto paterno a su hermano. La situación de Luis Alfonso se convierte en una dualidad de amor-odio al padre, pues le pesa el compromiso de ocupar su puesto. Además, el hijo pierde su identidad y sus atributos juveniles se ven destrozados.

La presencia de Luis Alfonso no sólo se reduce a sus encargos laborales. Con mucha claridad, la novela aborda el mandato patriarcal y el dolor del protagonista: a temprana edad, ya es el sustituto del otro. A Luis Alfonso se le construye el género, a partir de las exigencias familiares, laborales y sociales. En su análisis, Molina plantea que “la función biológica de su esposa es decisiva para el ejercicio del poder y el reconocimiento de los otros”. Ella se desempeña como una “sombra” de Luis Alfonso y asume la autoridad ausente, pero, de acuerdo con el estudioso Gerardo Bustamante Bermúdez, también confirma la figura naciente del nuevo patriarca.

Después de estos dos ejemplos, podemos concluir que la literatura mexicana ofrece obras magistrales sobre la relevancia de la figura paterna en la sociedad. A partir de estas novelas con gran trascendencia, se muestra una de las caras más sensibles de nuestro entramado social: la impresionante relevancia del padre entre nosotros, su inigualable huella en el imaginario colectivo del siglo xx y en los días por correr.+

Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. “No dejes de ir a visitarlo —me recomendó—. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte” .

Juan Rulfo

Un homenaje literario a su padre: la nueva apuesta de Juan Villoro

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Ve la entrevista en mascultura.mx
Carlos Torres Tinajero
Entrevista
©Sofía Grivas

Sociólogo,

novelista, promotor, una de las principales voces en la vida cultural y literaria del país desde las últimas décadas gracias a su trabajo cotidiano en la prensa, en la difusión y en la industria editorial, Juan Villoro es autor de obras como El disparo de argón (1991), El testigo (2004) y La tierra de la gran promesa (2022).

Su reciente novela, La figura del mundo (Literatura Random House, 2023), se vuelca sobre una de las personas más trascendentales de su vida: su padre, el gran filósofo catalán Luis Villoro (1922-2014), quien fue un reconocido académico en la Universidad Nacional Autónoma de México. Luis Villoro escribió volúmenes imprescindibles en nuestras lecturas, como Los grandes momentos del indigenismo en México (1950), Estado plural, pluralidad de culturas (1998) y Los retos de la sociedad por venir (2007), sólo por mencionar algunos de los más relevantes en la construcción de conocimiento científico, como resultado de su trabajo intelectual.

El resultado es la creación de una “permanente carta al padre”, pues La figura del mundo recupera algunas épocas en las que la lejanía física impidió que padre e hijo convivieran.

Las argumentaciones formales de Luis Villoro en sus distintos ensayos, ponencias y entrevistas siempre serán un faro de luz en la discusión filosófica de la evolución social y cultural, así como sus potenciales adecuaciones para mejorar y para proponer reformas legislativas a la altura de los tiempos y de los contextos de cada sociedad. Sus aportes fueron determinantes para el fortalecimiento de las humanidades y para la forma de entender la cultura en México.

A través de una justa dimensión intelectual y emocional, en La figura del mundo, Juan Villoro aborda a uno de los máximos exponentes del debate necesario sobre la pluriculturalidad en el Estado-nación. Mención aparte merece la recreación literaria y emotiva alrededor de la carrera de su padre, ese gran pensador del siglo xx. De forma testimonial, cercana y nuclear, el hijo da cuenta de la huella de Luis Villoro en los ambientes universitarios, ideológicos e intelectuales en los que se desarrolló por muchos años y donde brilló por sus ideales, por sus sustentadas hipótesis y por sus observaciones especializadas, basadas en teorías científicas. El tono del libro de Juan Villoro nace de la intención evocativa de ofrecer una imagen certera del trabajo de su padre.

Además, esta flamante entrega resalta algunos episodios memorables en los espacios y en la vida privada de Luis Villoro. Lejos de ser una biografía, el hilo conductor tiene como objetivo jerarquizar una serie de planteamientos filosóficos de este autor. La obra devela algunas complejidades naturales en el camino de los seres humanos, que en voz de Juan Villoro revelan un capítulo secreto en la evolución del humanista.

De esta manera, hay una propuesta argumental importante: hacer un entrecruce muy original entre la vida pública y la vida privada para mostrar de cuerpo entero al personaje público y al intelectual, al mismo tiempo que al padre afectuoso. El resultado es la creación de una “permanente carta al padre”, pues La figura del mundo recupera algunas épocas en las que la lejanía física impidió que padre e hijo convivieran. El intento de comprensión del propio Juan Villoro se convierte en una forma de acercarse a su padre, a su vasta y a su arraigada tradición en el pensamiento contemporáneo y a su herencia imborrable en las ciencias sociales.

Más allá de los argumentos académicos, hay un ingrediente significativo en la cocina de esta propuesta editorial: la muerte de Luis Villoro. A partir de este acontecimiento, Juan Villoro recabó relatos, testimonios y

entrevistas a distintas personas para recrear un trecho sustancial de la vida de su padre, sobre todo a través de la mirada de su madre, gracias a quien Juan reconstruyó su imagen. Para la escritura de este libro, Villoro entrevistó a su madre con el propósito de profundizar en múltiples detalles de Luis Villoro, desconocidos por el novelista por la naturaleza relacional entre los dos. En algún momento pensó que, si esa entrevista tenía fallas de origen, podía poner en riesgo el resto del trabajo. La relevancia documental de esa plática radicaba en el afán de darle un toque realista, siempre con bases sólidas en una documentación seria y formal. En este sentido, el objetivo de Juan Villoro consistió en elaborar una especie de trama narrativa para esclarecer, de la mejor manera, la relación con su padre, con la motivación de entenderla, apoyado en la memoria, la cercanía y el oficio literario.

La entrevista de Juan Villoro con su madre fue un encuentro cercano. Ella descubrió para el autor algunas intimidades de la familia, enterradas en el imaginario colectivo y consanguíneo. Con esas particularidades, configuró algunas partes de su trabajo y reafirmó una relación filial imprescindible. Hubo revelaciones esenciales sobre la presencia de Luis Villoro, con base en el amor y en una fraternidad a prueba de cualquier circunstancia.

A partir de este ejercicio, el escritor se aleja de una posible imagen del padre como villano, oculta en el recuerdo de los lazos familiares. La figura paterna se reelabora con la escritura y con las reminiscencias. Existe, también, una reflexión sobre la tarea en el ejercicio literario. Alrededor de la introspección acerca de la creación artística e intelectual, el hijo destruye la idea de su padre como una persona vengativa y de la imagen de mujeriego, clásica en cualquier hombre. En suma, La figura del mundo es una fina concatenación de emociones y remembranzas en la que se enaltecen las virtudes epistemológicas y humanas de Luis Villoro. Tal vez la importancia de este texto radique en el cruce de la memoria, la evocación y la admiración a un padre con quien existe un común denominador claro: el ejercicio literario y la calidad ética puestas al servicio de su familia y de la conciencia emocional y social.+

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120 años de Marguerite Yourcenar, la inabarcable

Yo no creo como ellos creen, no vivo como ellos viven, no amo como ellos aman… Moriré como ellos mueren.

Fuegos

12 Mariana Aguilar Mejía

Hay libros que encienden en nosotros el deseo profundo de experimentar todo lo que la vida sea. La obra de Marguerite Yourcenar contagia una fuerza vital que arrasa con todos los límites impuestos a la experiencia humana: el temor al mundo, la cortedad de vista, los prejuicios, la reticencia a amar desesperadamente. Las oraciones perfectas de Marguerite, a las que no les falta ni les sobra nada, tienen la contundencia de un golpe de realidad y, a la vez, contienen una sabiduría honesta, fruto de largas horas de reflexión.

La mañana del 8 de junio de 1903, la ciudad de Bruselas recibió a una niña de ascendencia francesa y belga. Marguerite nació en una familia adinerada, en la que se privilegiaba el espíritu aventurero gracias a la personalidad de su padre, Michel de Crayencour. La madre, Fernande, murió diez días después del parto.

Marguerite experimentó la relación con su padre como una complicidad absoluta: él se entusiasmó con su educación clásica, que pronto se convirtió en erudición; también le transmitió el placer de viajar y el gozo de la libertad. Juntos idearon el seudónimo de la escritora, un anagrama a partir del apellido Crayencour: Yourcenar. En Recordatorios (1974), el primer libro de la trilogía

El laberinto del mundo, la escritora define a su padre:

Casi siempre accedía a los deseos de sus mujeres sucesivas, igual que accedería más tarde a los de su hija, que era yo. Había en ello, sin duda, una generosidad que, llevada hasta tal punto, no he visto en nadie más que en él, y que le hacía decir sí en lugar de no a los que amaba.

Los primeros libros famosos de Yourcenar ya mostraban el incendio de una mente apasionada. En Alexis o el tratado del inútil combate (1928), la escritora ahondó en la confesión de un joven que le explica a su esposa el motivo por el que la abandona: su homosexualidad. La libertad de amar sin restricciones de ningún tipo fue una bandera que Yourcenar portó durante toda su vida.

Diez años después, una Marguerite enamorada hasta la infatuación de su editor, André Fraigneau, publicó un libro en el que su pasión no correspondida se eleva a lo sublime: Fuegos (1936). Se trata de una serie de recreaciones líricas de mitos griegos. A través de la belleza y la tragedia, la escritura profundiza en el amor como una rebelión contra el mundo burgués, apagado, mediocre. El libro contiene, además, una serie de aforismos que deslumbran por sí mismos:

Amar con los ojos cerrados es amar como un ciego. Amar con los ojos abiertos tal vez sea amar como un loco. Yo te amo como una loca.

Marguerite Yourcenar nunca abandonó el tema amoroso, ni en sus libros ni en su vida, pero sí extendió ese amor a una conexión con todo lo existente durante su madurez. La pasión por el conocimiento de lo humano llevó a la autora a identificarse con seres de otras latitudes, otras culturas y otras épocas. Éste es el origen de sus novelas consideradas históricas: Memorias de Adriano

(1951) y Opus nigrum (1968), las obras que la llevaron al reconocimiento universal. Yourcenar concibió las ideas de estos dos libros durante su juventud, cerca de los veinte años; sin embargo, su proceso creativo vio la luz décadas después. Durante todo ese tiempo, los personajes la acompañaron. En las anotaciones de Memorias de Adriano explica:

En todo caso, yo era demasiado joven. Hay libros a los que no hay que atreverse hasta no haber cumplido los cuarenta años.

Además de la investigación exhaustiva que implicó esta obra, la escritora logró acercarse hasta la unicidad a Adriano, emperador de Roma. En una entrevista de 1983, comentó que la experiencia de Adriano se volvió inseparable de la suya y se nutrió de sus propias sensaciones. La novela mezcla la sabiduría de un hombre excepcional, no atado a nada más que a la pasión vital, con la exploración de los sentimientos universales y eternos. El emperador reflexiona sobre su posición en el mundo y concentra en una frase la fascinación que siente por la vida:

El catador de belleza termina por encontrarla en todas partes.

En Opus nigrum destaca la pasión por la libertad y el conocimiento. Zenón, un médico alquimista a inicios del Renacimiento, lleva hasta el extremo la defensa de ser quien es, el derecho a transgredir lo establecido y, de nuevo, el espíritu de la aventura. Perseguido por la Iglesia, entregado a un mundo científico que apenas nacía, el personaje porta una rebeldía que resonó con fuerza en su año de publicación: 1968. Cuando Zenón toma el camino de lo incierto, sin saber dónde dormirá esa noche, es capaz de sentir la emoción de estar vivo:

Casi le parecía haber insultado a las infinitas posibilidades de la existencia renunciando tan largamente al ancho mundo.

Marguerite Yourcenar nunca renunció al mundo. Amó profundamente. Escribió otras obras tan maravillosas como las aquí retomadas. Viajó hasta el año de su muerte, 1987. Manifestó en sus libros una profunda empatía con todos los seres humanos (recopiló durante veinte años spirituals negros, oraciones de los pueblos afroamericanos del siglo xix, que definió como “patrimonio poético de la humanidad”), así como su unión con todo lo vivo, incluyendo la defensa de los animales (en un capítulo de Opus nigrum, Zenón compra una jaula de conejos que le venden para cocinar y los libera en el bosque). Ejerció esa labor de comprensión del otro que es la traducción (trasladó al francés a Virginia Woolf, Cavafis, Henry James y Mishima). Este 2023 celebramos 120 años del nacimiento de una escritora inabarcable, cuya biografía y obra siguen inspirando a los lectores a convertirse en catadores de belleza y a aproximarse profundamente a sí mismos.+

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¿Quién puede ser tan insensato como para morir sin haber dado, por lo menos, una vuelta a su cárcel?
Opus nigrum
Mariana Aguilar Mejía estudió letras latinoamericanas; después entró al mundo editorial y no ha salido de ahí. Twitter: @chau_mariana

Una conversación con Santiago Roncagliolo

La nueva novela de Santiago Roncagliolo, El año en que nació el demonio, obliga a conversar sobre la santidad y la perversión, sobre la Inquisición y los inquisidores, sobre las mujeres que vivían el paroxismo divino y podían ser condenadas a la hoguera. Platicar era sencillo: los temas estaban sobre la mesa y sólo había que dejarse llevar por las palabras.

El año en que nació el demonio es una trampa maravillosa. En esta novela recreaste un documento inquisitorial del siglo xvii. ¿Cómo lograste crear un documento histórico con todas las de la ley y, además, absolutamente legible y fascinante para un lector de nuestros días?

Esto se hace con trampas, con muchas trampas. Para comenzar, leí los procesos reales, los informes de la Inquisición sobre las cosas demoníacas que ocurrían en los virreinatos, en esas tierras salvajes de ultramar. Lo primero que pensé fue que la novela estuviera enteramente escrita con aquel lenguaje. Pero, después de trabajar unas páginas, me di cuenta de que sería absolutamente incomprensible.

La distancia que nos separa del siglo xvii resulta brutal en términos del lenguaje. Y, sobre todo, necesitaba que Alonso Morales —el alguacil de la Inquisición que envía este documento a España— también nos contara su historia, cosa que no ocurría en estos procesos, como sigue sin ocurrir en los legajos judiciales de nuestros días. El resultado final era predecible: tuve que comenzar de nuevo la novela para crear un lenguaje que hiciera sentir al lector que está en el siglo xvii y que lo llevara a vivir una historia con imágenes potentes, con mucho suspenso, para que quisiera avanzar en las páginas hasta el final y descubrir la historia de Alonso, así como si Rosa, la sospechosa que está investigando, es en realidad una santa o una bruja.

Te confieso que desde hace tiempo tengo debilidad por la Inquisición. Cuando empecé a leer

El año en que nació el demonio, pensaba que en cualquier momento uno de los inquisidores afirmaría que Rosa sólo tenía el pecado de la soberbia y que la iban a despachar a su casa. Eso era lo pasaba en muchos procesos…

La verdadera Rosa fue la primera santa de América y este informe forma parte del proceso para saber si la canonizarían. Este hecho es una paradoja casi perfecta: a sus amigas —por hacer las mismas cosas que ella, como flagelarse, decir que hablaban con Dios y hacer milagros— las quemaron casi a todas por ser brujas. En este caso, la diferencia entre una santa y una bruja fue que Rosa se puso el hábito de los dominicos y con eso se ganó la protección de la orden, al grado de que promovieron su canonización.

Esta paradoja tiene una explicación: el mundo colonial no era racional. La gente piensa que cuando llegaron los españoles y se encontraron con las culturas originarias alguno de esos bandos era racional. Sin embargo, yo creo que ninguno lo era. La razón no existía, las cosas ocurrían porque las querían los dioses; el mundo sólo significaba un campo de batalla entre los dioses y los demonios. Lo interesante es que también existían los intérpretes de lo que ocurría: si llegaba una tormenta, seguramente la había mandado el demonio, porque estábamos de su lado; aunque también existía la posibilidad de que Dios la hubiera mandado, porque somos malos. Ese intérprete no se basaba en asuntos racionales: se trataba de un señor —siempre un señor, quizás el inquisidor, o tal vez el virrey— que tomaba decisiones de acuerdo con sus caprichos y, frecuentemente, según su simpatías o sus antipatías. Por esta razón, para ser santa, había que estar en el bando político adecuado; si te equivocabas, te podían quemar en la hoguera.

Tu novela también es una obra sobre el cuerpo en el siglo xvii

Efectivamente, el cuerpo es un drama para Alonso. En la sociedad colonial tú no eras lo que hacías, tú eras quien eras por la herencia de tus padres. Por esa razón resultaba muy importante mantener los linajes puros: los hijos de los curas no tenían acceso a muchos cargos y los hijos de quienes no eran blancos estaban en condiciones muy parecidas. Los derechos dependían de un linaje “puro” y generalmente blanco. Sin embargo, no siempre se podía saber quién era tu padre y, como no se podían controlar los embarazos, se controlaban los coitos que “ensuciaban” los linajes; por esto se reprimía cualquier manifestación de los apetitos catalogándolos como satánicos. Además de esto, el cuerpo representaba el lugar de la maldad, que debía ser castigada. Rosa, por ejemplo, amarraba su cabello a un clavo para no poder dormir; si un hombre le decía que sus manos eran hermosas, ella las metía en cal viva para destruirlas, y lo mismo sucedía con los cinturones que castidad con púas que utilizaba. El mensaje era claro: Dios te había dado la vida y a cambio te pedía dolor y sufrimiento.

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Entrevista
José Luis Trueba Lara. Escritor, editor y profe. Colabora en la radio y de pilón sale en la tele. Duerme la siesta con su esposa y ha publicado varios libros. Es un lector que ha llegado al extremo de trabajar para pagarse el vicio. Twitter: @TruebaLara

Parecería que entre la santidad y la perversión no hay distancia ni diferencia… ellas dependían del inquisidor que las juzgara.

Ésa es la peripecia de Alonso, el protagonista de la novela. Él comienza como un torturador de la Inquisición porque cree que está bien lo que le enseñaron; está convencido de que hace su trabajo en nombre de Dios y del rey. Sin embargo, hacia el final, Alonso descubre que tendría que torturarse a sí mismo. Ésa es la paradoja del virreinato y su búsqueda de la pureza en un mundo donde nada era puro, donde reinaba la hipocresía y donde la sexualidad estaba completamente descontrolada. Los europeos decían que en América todo el mundo se descontrolaba. De hecho, la mayor labor del Santo Oficio no era quemar brujas o judíos, la mayor parte de expedientes que debían atender eran los que protagonizaban los curas que se acostaban con sus feligreses.

Hay otra cosa que me encantó, no sólo de esta novela, sino de otras que has escrito, justo como ocurre con La cuarta espada y Abril rojo: la presencia del pasado, el detalle de la investigación que te permite escribir.

Tengo una formación de periodista que me hace investigar mucho y, además, me gusta que las novelas tengan múltiples detalles: cómo olían las calles de Lima del siglo xvii o cómo es la fiesta de la Semana Santa ayacuchana. Como novelista tienes que estar lleno de detalles, que yo aprendí a investigar gracias al periodismo, pero —además de esto— lo que a mí me motiva de una novela es mi vida personal. Siempre se tratan de cosas que me afectan, siempre parto de cosas que siento de una manera muy real: la sociedad del siglo xvii de la que habla esta novela se parece mucho a la de hoy. La nueva Inquisición es la cultura de la cancelación.

Y, además de lo que dices, observo una pasión por el lenguaje como creador de mundos. Da lo mismo si hablas sobre los tiempos de Sendero Luminoso o acerca de la Lima del siglo xvii; lo interesante es que tu lenguaje bien podría tener dos rostros: una gran sofisticación y una apuesta absoluta por la legibilidad, que atrapa al lector.

Yo siempre me sentí muy culpable de no ser como los grandes escritores del boom con mis primeros libros. Me cuestionaba ¿por qué no soy un escritor latinoamericano frondoso y exuberante que tiene un lenguaje complejo? Ahora entiendo que a mi generación ya no le tocaba hacerlo. Ya no podíamos aportar nada en este terreno, pero siempre sentí que se debe trabajar con el lenguaje. Una novela no es un audiovisual; está hecha de palabras y hay que crear algo con ellas. En este caso, con el lenguaje del siglo xvii +

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©jeosm

La otra carta al padre: sobre Maus, de Art Spiegelman

Maus : historia de un sobreviviente, publicado en dos partes entre 1986 y 1991, fue el primer libro mercadeado por una editorial grande como “novela gráfica” en Estados Unidos, pese a que ya otros autores como Will Eisner habían apostado por este formato en el vecino país. Resulta curioso que la nación que prácticamente inventó las historietas haya tardado tanto en valorarlas como algo más que entretenimiento para niños y multitudes semianalfabetas. Franceses, japoneses y hasta argentinos aquilataron muchos años antes a la historieta como un medio narrativo legítimo, no como un subgénero.

Acaso por ello la aparición de Maus fue tan celebrada en su día. Tanto, que gozó de un premio especial Pulitzer y, casi cuarenta años después, se le refiere como la gran novela gráfica estadounidense (ay, esa categoría, The Great American Novel, que obsesiona a nuestros vecinos).

Art Spiegelman, veterano de la escena de los comix underground que liderara Robert Crumb en los años sesenta, provenía de la contracultura hippie. Nacido en Estocolmo en 1948 y migrado a los pocos años junto con su familia a Estados Unidos, es hijo de dos judíos polacos sobrevivientes de Auschwitz. Como tal, creció asolado por los recuerdos familiares de la Shoah (el exterminio del pueblo judío durante el régimen nazi) y la muerte de su hermano mayor, Richieu, durante la guerra.

Poco antes del suicido de Anja, su madre, en 1968, Spiegelman fue recluido durante un mes en un hospital psiquiátrico. Años después, en 1973, intentaría exorcizar ese periodo de su vida en un cómic de tres páginas, Prisoner on the Hell Planet, desgarradora historieta en la que quedó asentada la semilla de Maus. Para este momento, aún era notable la influencia del ubicuo Robert Crumb en el estilo de Art, con fuertes dosis de expresionismo alemán.

La experiencia de guerra de su padre, Vladek Spiegelman, no dejó cicatrices sino heridas en carne viva que lo atormentarían el resto de su vida. Desconfiado y avaro hasta lo grotesco, Art ve encarnados en su padre los peores rasgos del Shylock de El mercader de Venecia

Con el paso del tiempo, Spiegelman se propuso seriamente deponer la compleja relación que llevaba con Vladek, por quien siempre se sintió rechazado, para recabar su testimonio histórico y “hacer algo con ello”. Tras una salida en falso en 1972, desde 1978 y hasta la muerte de su padre cuatro años después, el artista grabó las conversaciones en las que Vladek Spiegelman contó su tránsito a través del Holocausto.

Spiegelman fue recluido durante un mes en un hospital psiquiátrico. Años después, en 1973, intentaría exorcizar ese periodo de su vida en un cómic de tres páginas, Prisoner on the Hell Planet.

El diálogo no está exento de dificultades. Ambos hombres tienen personalidades sumamente complejas. Las obsesiones paranoides de Vladek y su afán acumulador chocan con las inseguridades del hijo, quien ha crecido a la sombra de Richieu. Éste fue encargado con sus tíos durante la guerra y murió envenenado junto con sus primos por sus propios familiares para no acabar en los campos de exterminio.

Sin embargo, Vladek es un gran narrador. Y, al menos mientras da cuenta de su testimonio, padre e hijo se entregan a una historia que los devora y rebasa, la gran tragedia del siglo xx, ciclón destructor que los atraviesa y consume.

Así, a los treinta años, Art Spiegelman inició la gran obra de su vida y comenzó a dibujar Maus, que publicó por episodios en la mítica revista de cómic experimental Raw, coeditada con su esposa, la artista francesa Françoise Mouly, actualmente directora de

Bernardo Fernández, Bef

arte de la prestigiosa revista The New Yorker y quien se convirtió al judaísmo exclusivamente para complacer al suegro.

Con un dibujo alejado del estilo big foot de Crumb, la gráfica de Maus se revela desenfadada, aparentemente descuidada. En realidad, se trata de una línea expresiva y contundente, que renuncia a cualquier refinamiento en aras de completar una narración dolorosa. Spiegelman tomó la controversial decisión narrativa de utilizar animales antropomorfos: los judíos son ratones; los alemanes, gatos; los polacos, cerdos; los estadounidenses, perros; etcétera. No se piense que esto implicó dibujar animalitos tiernos al estilo de Carl Barks. Todo lo contrario: Maus es un cómic sombrío, pues ¿resultaba posible dibujar de otra manera esta historia?

El autor renunció deliberadamente a las herramientas tradicionales del oficio (plumillas, pinceles, cartulina gruesa satinada) para dibujar sobre papel bond con una pluma fuente, a la misma talla de publicación (normalmente se dibuja por lo menos un 20% más grande, para que, al reducir, el dibujo gane detalle y luzca más). El autor ha declarado que hacerlo de este modo le hizo sentir el proceso más cercano a la escritura de una novela que al de ilustrar una historieta.

El artista dibujaba las viñetas por sepa rado para luego pegarlas en la página ter minada con un lápiz adhesivo de pape lería. Vale la pena mencionar que el ilustrador mexicano Santiago Cohen asistió parte del proceso de monta je de las páginas.

Este proceso creativo resultó demoledor para Spiegelman. Por las páginas de la novela, revela al desesperante Vladek al lado de sus propias fallas. Art, neurótico y obsesivo, contrapuntea la narración histórica con los diálogos con el padre, al que cuestiona e interpela todo el tiempo, un privilegio del que no gozó su admirado Franz Kafka.

La historia de Vladek no es preci sa; apela a la memoria menguante; su recorrido es accidentado y si bien evita la autohagiografía, por momentos parece exagerada la buena suerte del protagonista, así como su habilidad para negociar dentro y fuera de Auschwitz. El hecho objetivo reside en que atravesó la guerra con miserias y penurias sólo para reencontrarse con su amada Anja, también veterana del campo de exterminio, al otro lado del conflicto.

Mientras la novela avanza, la salud de Vladek se deteriora. La primera parte de la historia, titulada “Mi padre sangra historia”, cierra con el protagonista ya preso en el pavoroso campo de concentración y con el autor al borde del colapso nervioso. Al inicio del segundo tomo, “Ahí es cuando comenzaron mis problemas”, atestiguamos cómo Spiegelman hijo, abrumado por la muerte de Vladek y el éxito del libro, acude con Paul Pavel, psicoanalista judío también sobreviviente de Auschwitz y no libre de sus propias excentricidades.

Las sesiones con Pavel permitirán a Art salir adelante y terminar, exhausto, la novela gráfica como una gran carta de amor —y de no poco odio— a su padre. No es para menos: en la última página, vemos a Vladek, cansado y enfermo, concluir su historia y pedir al hijo que lo deje descansar. Art lo cobija para dejarlo dormir al tiempo que el viejo dice: “Estoy cansado de hablar, Richieu. Ya fueron suficientes historias”.

La última viñeta muestra la lápida doble de Anja y Vladek.

Desde entonces, el mito de Maus no ha hecho sino crecer. Se le ha premiado e incluido en todo tipo de listas de lecturas fundamentales. Se le reconoce como un trabajo seminal para la narrativa gráfica mundial. Se lee en universidades y se ha analizado profusamente (véase el libro Metamaus). Tanto, que su autor ha vivido a la sombra de su propia creación y hasta el momento no se sabe que haya emprendido un nuevo esfuerzo narrativo tan ambicioso.

Convertido en una especie de Juan Rulfo gringo de la novela gráfica, la compleja relación que Spiegelman sostuvo con Vladek podría haberse transferido al libro. El J. D. Salinger del cómic parece resignado a ser recordado por una sola novela. Y si bien no es lo elusivo que era el autor de El guardián entre el centeno —al contrario, es muy extrovertido a la hora de hablar sobre su libro y acerca de sí mismo—, sí parece decidido a engrosar la lista de los bartlebys de Vila-Matas.

Mientras Art Spiegelman decide si romper ese silencio o no, su lugar como el novelista gráfico estadounidense más importante de entre siglos se vuelve indiscutible, y como un clásico de la narrativa contemporánea, dentro y fuera del cómic, irrefutable.+

Mientras la novela avanza, la salud de Vladek se deteriora. La primera parte de la historia, titulada “Mi padre sangra historia”, cierra con el protagonista ya preso.

Bernardo Fernández, Bef (Ciudad de México, 1972) es un tipo que escribe novelas y dibuja cómics. Twitter: @monorama

Tiempo, agua, memoria Elena Garro: la tragedia esperada

Ya sabes que le dan miedo los caminos vacíos y los ojos de los indios.

Más que el realismo mágico, lo que definió la obra de Elena Garro fue sin duda la capacidad de elaborar un mundo fantasmal. Los fantasmas no pertenecen a la magia sudamericana propiamente, pero sí al reino de la invención y la memoria. Los muertos en Los recuerdos del porvenir, aquellos que esperan a que “caigan” los que aún viven para seguir contando el mismo relato de la vida cotidiana, pertenecen a esa realidad irreal.

El hombre-primo-amante de “La culpa es de los tlaxcaltecas” es también eso: recuerdo inventado, recuerdo real, realidad tergiversada. Como en un relato de ciencia ficción, ese recuerdo-instante atraviesa el tiempo. Uno de mis cuentos favoritos es el de la mujer que está en el hotel esperando al amante y éste no llega: “¿Qué hora es?”. La mujer espera. Mientras tanto, la cuenta del hotel se extiende. Ella paga con un collar de perlas y cada perla alarga su estancia: compra el tiempo. El tiempo es la esperanza del amor. El amor representa la recompensa de todo: “El amor es para este mundo y para el otro”, afirma el personaje, Lucía. Al final del relato, cuando todos dan por perdido al amante, éste aparece. Fantasma tardío. Y, como todo amor, llega cuando ya no se puede hacer nada.

Garro sabe el oficio de contar dos épicas fundamentales: la tragedia amorosa, que consiste en la esperanza, y la impaciencia terrible de quien se sabe perseguida. La paranoia es neurosis y viacrucis, pasión de Cristo. Se vive para el miedo, para la intranquilidad, para saberse vista. Se vive para el sacrificio.

De niña, su padre representaba la vigilancia y el orden. En los primeros cuentos de Elena Garro, el padre está presente, entre benevolente e inflexible: dueño de la razón, el establecimiento de la rutina, la ley. Ella se va o él se va. No están juntos por mucho tiempo. Tampoco los amantes. Los que se aman tienen a la separación de enemiga. No hay amor en reposo. El tiempo se convierte en personaje, aliado y enemigo: viaja de un sitio a otro, de un siglo a otro. Nunca el mismo, el tiempo es máscara y transición, pasado difuso, presente borroso, tiempo pendular, fondo de estanque y carro sin freno.

Pero el padre de Elena también significó su iniciación literaria. José Antonio Garro pobló la infancia de su hija a través de una biblioteca universal. Las páginas de Hans Christian Andersen y del teatro del Siglo de Oro español formaron a aquella niña inusual; la fantasía, los saltos temporales y la dramaturgia marcaron para siempre su camino. Al llegar a la universidad, Elena ya había leído a los grandes autores rusos, amaba la danza clásica y llevaba el teatro dentro de sí.

En ocasiones, resulta difícil distinguir la línea que cruza entre personaje y autora. Ella misma se construyó un personaje extraño, una mujer esquiva y difusa. No se hizo un mito al estilo Duras; no se hizo deidad al estilo Highsmith: se transformó en una mujer confundida entre lo real y lo imaginario. Era un personaje salido de la invención. Los malentendidos de política y de

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Brenda Ríos

religión, una voluntad apasionada y una neurosis fervorosa la tenían caminando siempre de puntitas, huyendo de manera ostentosa, con varios gatos, a habitaciones caras en hoteles de París.

¿Qué es real? Su idea sobre México. Su obsesión con el exesposo. Con el amante. Con su conciencia racial. La obra de Elena Garro tiene más servidumbre que mayordomos las novelas de Ágata Christie. Y esa servidumbre es de origen indígena. No hay mestizos, sino indígenas. Indios, insiste ella. Indios morenos y dueños de una magia que puede causar daño. Indios que ayudan y crían, pero que en cualquier momento cruzan a la tierra de la traición. Al modo de Revueltas, Garro imagina que su origen los hace guardar un secreto; mientras para él este origen promete un levantamiento en armas necesario, para ella convierte a estos personajes en aliados-enemigos: si se tratan bien, ayudan; si no, muestran una cara cruel.

La autora corresponde más a una estampa religiosa que a un imaginario literario. Madre de una hija alcohólica y frágil que llevó consigo en ese vínculo de odio al padre. Ese padre que negaba, pero pagaba cuentas. Un padre dual. Un padre-poeta-Estado benefactor, pero cruel. El padre de Helena Paz. Garro acaso podría ser un tipo de Medea: mata a la hija en vida para castigar al padre, que la ha dejado por otra. Ofendida, ataca en el vínculo paterno. Corta la raíz. Para ella, huir del país significó escapar también del padre de la hija. Castigar al amante que humilla implica someter a la hija a otro tipo de escarnio. Dos contra uno. Con y sin razón, eso no tiene la menor importancia. El castigo es la separación familiar.

La hija, por otro lado, escribe poesía. ¿No es también eso el vínculo con el padre? Una familia completa, un triángulo amoroso/odioso unido por un oficio extraño, difícil. En otras circunstancias, habrían sido un fenómeno literario, como una familia de circo: la mujer barbada y sus hijas; una familia de músicos o de cineastas. La tragedia opera en el sentido de lo predecible y también de lo inevitable. No puede ser nunca de otra manera. Cada sujeto trágico debe continuar, pese a que ellos y el público anticipan el final. Ésa era la lección escénica: aprender de la vida ajena, esa vida ejemplar por extrema, por exagerada, por casi imposible. Tan hiperreal que se vuelve irreal. En Los recuerdos del porvenir dice:

Sólo mi memoria sabe lo que encierra. La veo y me recuerdo y, como el agua va al agua, así yo, melancólico, vengo a encontrarme en su imagen cubierta por el polvo, rodeada por las hierbas, encerrada en sí misma y condenada a la memoria y a su variado espejo.

Son, pues, los sujetos trágicos los que fluyen en el tiempo, que es agua. Las vidas sólo pueden fluir, en todo caso, porque el destino, si se evita, también se cumple.+

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Perdíamos cuerpo y el mundo había perdido cuerpo. Por eso andábamos con el amor desesperado de los fantasmas.
Brenda Ríos. Escritora. Vive en Ciudad de México (intentó escapar, pero no lo logró) y no tiene mascotas. Tampoco es vegetariana. Ha escrito unos diez libros de ensayo y poesía. Algunos de ellos pueden ser descargados de manera libre (porque es buena y generosa) en <poesiamexa.wordpress.com>
y en <laflecharoja.com.mx>. Foto: Archivo

Agustín

LajeCinco críticas al adolescentrismo

Lapublicación de Generación idiota, el más reciente libro de Agustín Laje, obliga a la conversación, al encuentro que nos permite discutir algunas de sus ideas más provocadoras. La plática fue larga y puedes verla en nuestro canal; sin embargo, al momento de editarla para este número de Lee+ tomé una decisión: el preguntón debía desaparecer y ceder su espacio para que Laje mostrara cinco críticas al adolescentrismo que marca nuestros días.

1. Generación idiota parte de una idea que va a contrapelo de lo que habitualmente se sostiene: la existencia de una separación tajante, rotunda y delimitada entre las generaciones. Esta noción es tan poderosa que nos esforzamos por nombrarlas de maneras precisas: la generación X, por ejemplo, está integrada por quienes nacieron en un periodo acotado, y lo mismo sucede con la generación Z o con los millennial, tan sólo por dar tres ejemplos. Sin embargo, estas fronteras son absolutamente falsas y también resultan incapaces de mostrarnos lo que sucede en la realidad: lo que observamos en la sociedad y la cultura contemporáneas es una inmensa presión adolescéntrica que se ejerce en los distintos ámbitos de la vida. La sociedad presiona a sus integrantes para que transformen a los niños en adolescentes y conviertan a los adultos en adolescentes. Estamos ante un fenómeno que va más allá de una fecha precisa, que supuestamente distingue a quienes nacieron en una etapa imaginaria.

Vivimos en un mundo adolescéntrico, en el que una joven de quince años nos salvará del apocalipsis climático; un mundo en el que, para convencer a las personas de que deben vacunarse, la administración Biden no tiene una mejor idea que llamar a una adolescente de 18 años que se dedica a la música pop para que ella le pida al pueblo estadounidense que lo haga. Aunque estos ejemplos tal vez podrían parecer parte de una moda, lo que sucede es inédito… El mundo adolescéntrico es el mundo en el que la política y la sociedad están empeñadas en discutir tópicos adolescentes: qué tengo entre las piernas, en qué consiste mi orientación sexual, con quién me acuesto, cuál es mi autopercepción, cómo puedo salvar al planeta gracias al lenguaje inclusivo, cómo puedo llevar a cabo la revolución feminista mientras canto un himno…

Estos fetiches políticos son muy exitosos y nos han llevado a una política adolescéntrica, que remite a las características psicológicas propias de esa etapa de la vida: crisis de identidad, discontinuidad del yo, falta de sentido, victimismo, narcisismo… Generación idiota desarma esa cultura y muestra una idea precisa a sus lectores: no estamos tan diferenciados entre generaciones, sólo existen fuerzas culturales que nos apelmazan en una instancia adolescente.

2. La cultura no puede existir sin soportes materiales. Por esta razón, el gran problema que enfrentamos se formula con una pregunta precisa: ¿cuáles son los soportes materiales de la cultura actual? En las sociedades premodernas, la cultura tenía un soporte oral. Pensemos en Sócrates, que se negaba a escribir, o en Platón, que lo hizo aunque dudaba de las bondades de los libros… Ahora pensemos en el mundo medieval, en el que aquellos que copiaban los libros no necesitaban saber escribir, en la medida en que eran dibujantes. Esa cultura resultaba gerontocéntrica: sus transmisores habían acumulado muchos años de experiencia. Las canas no eran un motivo de vergüenza, sino una demostración del orgullo que daba la sabiduría. Sin embargo, con el advenimiento de la modernidad —la cual está absolutamente vinculada con la imprenta— pasamos a un mundo adultocéntrico. Se transitó de un soporte oral a un soporte escrito, y quienes comenzaron a hacerse cargo de la industria del libro formaban parte del mundo adulto, que se separaba de la niñez.

Hoy, el soporte material de la cultura ha cambiado y sus mejores usuarios y creadores son los

adolescentes. Esto explica el dominio cultural del adolescentrismo. Pensemos en las redes sociales, ¿quiénes las crearon? ¡Adolescentes! Mark Zuckerberg tenía 19 años cuando ideó Facebook. De hecho, Facebook ya está en caída libre, porque los adolescentes lo abandonaron: es una red social para viejos que tienen más de cuarenta años; mientras que TikTok o Instagram se convirtieron en las nuevas redes juveniles. Esto implica algo muy simple: quien domina los soportes domina la cultura y, por supuesto, le impone sus características y su visión del mundo.

En los nuevos soportes de la cultura, la dimensión del juego resulta vital, y podría llegarse a pensar que esta dimensión representa su motor y su sentido. En la modernidad, Foucault identificó al poder como un panóptico, como un proceso disciplinario; pero cuando el poder se volvió lúdico —o cuando ludificamos el poder—, la vida se transformó en un espacio digital donde prometen divertirnos eternamente, justo como sucedió desde la aparición de Second Life hace algunos años. Vivimos en una dictadura de la diversión. Allí donde no estamos divertidos, sentimos que algo está mal: si mi pareja no me divierte, es hora de abandonarla; si mi familia es aburrida, mi familia es vomitiva; si no me divierte mi trabajo, enfrento una crisis existencial de la cual sólo me pueden sacar los antidepresivos, y si estudiar me resulta aburrido, pues no estudio nada y me dedico a ver TikTok. El hundimiento de nuestra cultura está vinculado con la dictadura de la diversión.

3. La decadencia de la cultura tiene una explicación precisa: perdimos la noción clásica a medida que la encontramos jerárquica y aburrida. Pensemos en el caso de los ilustrados: ¿qué entendía la Ilustración por la cultura? Sus partidarios remitían la palabra cultura a su origen etimológico, a la idea de cultivar; a la agricultura, como el esfuerzo que labra la tierra para que dé frutos. Debido a esto, existía la convicción de que el esfuerzo cultural era un trabajo sobre el espíritu humano, que lograría el florecimiento de sus facultades: la razón, la inteligencia, las virtudes, los buenos modales y el gusto, entre muchas otras.

Pero hoy, cuando hablamos de cultura, la confundimos con las industrias culturales, con un fenómeno que nació en la segunda mitad del siglo xx. En esta concepción, existe una diferencia

Entrevista
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fundamental respecto de la que sostenían los ilustrados: las industrias culturales sólo venden en el mercado, y hacen pasar por cultura al rapero de turno. Para lograr este cometido, están obligadas a destruir las jerarquías culturales y lo mismo hacen con una noción básica: la idea de que la cultura requiere esfuerzo y que no tiene la obligación de ser divertida. Para los griegos y los medievales, la cultura era el fruto del ocio, pero cuando hoy decimos ocio pensamos en jugar con una PlayStation, ver TikTok o pasar la tarde consumiendo Netflix. El ocio era la contemplación, el descanso para poder reiniciar el trabajo. Todo esto se ha perdido, y también se ha perdido la posibilidad de discutir: hoy es imposible hacerlo porque nos hemos acostumbrado a vivir en burbujas digitales, donde todos piensan de la misma manera y donde, cuando alguien dice algo que no corresponde a la corrección política en turno, esa persona recibe el castigo que supuestamente se merece: es cancelada, desterrada o desaparecida del mundo digital donde se desarrolla la política actual.

4. Vivimos una cultura de la cancelación: la generación idiota presume de haber levantado las banderas de la diversidad, la tolerancia y la inclusión, pero es incapaz de tolerar cualquier opinión que no encaje con la suya. Esto no sólo ocurre en el mundo de las redes sociales, también forma parte del mundo de la farándula, en el que algunos actores han sido cancelados por tener opiniones que no se ajustaban con el sistema, y lo mismo está sucediendo en muchos ámbitos sociales. La generación idiota sólo tolera una opinión: la suya y, por lo tanto, la diversidad, la tolerancia y la inclusión sólo dependen de lo que se ajusta a sus creencias. Los demás sólo merecen la censura, la demonización, la condena al silencio.

Durante muchos años, escribí en algunos periódicos argentinos y en mis artículos mostré sin problemas mis acuerdos y desacuerdos. Sin embargo, las cosas cambiaron de una manera radical: la posibilidad de continuar escribiendo se perdió cuando llegaron los editores de género. A partir de ese momento, perdí la posibilidad de mantener una opinión crítica sobre algunos movimientos feministas; solamente tenía que aplaudirlos y, como no estaba dispuesto a hacerlo, fui cancelado. La cancelación es total, incluso en el mundo universitario: hace unos cuantos meses estuve en la Universidad de Costa Rica, a la que tuve que entrar con protección. La generación idiota era incapaz de tolerar el diálogo o el debate. Ante lo que les molestaba, sólo existía la posibilidad de la agresión y la violencia. Esta actitud es muy peligrosa para todos. Puede implicar el fin del conocimiento por una razón muy simple: el saber avanza gracias a la contraposición de ideas y la generación idiota no está dispuesta a hacerlo.

Evidentemente, éste no es un fenómeno latinoamericano. En Estados Unidos hay una crisis tremenda porque ya no se puede lidiar con los estudiantes. Debido a esto, en muchas universidades se creó algo llamado espacio seguro, lugares donde un estudiante puede resguardarse si escucha a su profesor decir algo que le incomoda o le ofrende, como puede ocurrir si se atreve a señalar que la esclavitud fue real, que en los circos tenían animales amaestrados o que las mujeres no tenían la posibilidad de votar o ser votadas. Estamos ante una generación que se ofende por todo; por lo tanto, ese estudiante tiene derecho a levantarse, a retirarse del aula e ir a su espacio seguro para restablecerse psicológicamente porque le resultó intolerable el hecho de que el profesor haya dicho algo con lo cual no coincide. Este tipo de cosas que aún nos parecen lejanas pronto llegarán a nuestras universidades.

Además de esto, también tenemos una generación que disfruta destruyendo monumentos o demonizando a cualquier persona sin plantearse la posibilidad de comprender o entender. Hace unos meses, veía en Inglaterra cómo en el nombre de las luchas antirracistas destruían los monumentos dedicados a Churchill. Esa postura es absolutamente ahistórica y se adueña de un pedestal moral para decir “yo voy a juzgar al pasado, porque yo provengo de una sociedad que quiere limpiarse a sí misma. Yo voy a decidir y voy a condenar, pues tengo la posibilidad de juzgar el pasado”. Esta actitud sólo es una pulsión narcisista, en la medida en que supone que ellos se elevan moralmente respecto al pasado. La generación idiota supone que nació de la nada, que nada le debe a la historia, que sólo tiene deudas con ella misma. Éste es el victimismo narcisista que ha caracterizado la política en los últimos años. Eso me parece atroz y propio del hombre masa que describió Ortega y Gasset, que hoy es un hombre masa que tiene TikTok.

5. El uso del tiempo también se transformó en una tragedia. Escribo que es una tragedia porque nunca habíamos tenido tanto tiempo disponible, pero jamás lo habíamos dilapidado de una manera tan miserable. Al mismo tiempo en que la máquina nos liberó del trabajo manual, nos encadenó sin miramientos y dio paso a los grilletes digitales: las casi cuatro horas que diariamente las personas invierten en las redes sociales son una vergüenza. ¿Qué hacemos en esos momentos? Vemos gatitos, perritos, platos de comida o bailes ridículos. Esto me parece brutal, porque la generación idiota perdió la posibilidad de usar su tiempo de otra manera. Vivimos en un presentismo adolescéntrico y eso nos atrofia culturalmente, porque la cultura es un edificio que se construye con el transcurso de las generaciones que se pasan una antorcha. Ahora, la generación idiota no quiere tomar ninguna antorcha; quiere construirlo todo desde cero porque está convencida de que las ideas, la moral, la estética y la política son un simple reflejo de los seres humanos que no tienen pasado y son dueños de la superioridad moral que les otorga la posesión del teléfono celular más reciente.+

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Padres y madres: un vistazo a la familia mexicana

El origen de todos los males. Madres y padres autoritarios (Cal y Arena, 2022) es una compilación de relatos a cargo de Bibiana Camacho. El volumen reúne historias de escritores mexicanos en situaciones límite, relacionadas con un tema capital en la vida privada: el autoritarismo de la figura paterna. Escriben autores primordiales en las letras nacionales del siglo xx y de la actualidad, como Ricardo Garibay, Liliana Blum, Ana Clavel y Luis Jorge Boone, entre otros. Cada anécdota enfatiza diferentes componentes de los conflictos. Algunos se llevan hasta las últimas consecuencias, si se piensa en los roces de la convivencia y el tiempo. Estas historias representan una radiografía de la familia en nuestros días y sin duda fomentan una larga reflexión.

El objetivo de la antología consiste en caracterizar las figuras paterna y materna en México lejos de su sacralidad inherente y de los intentos por transgredirla. La causa de este análisis son los excesos en el ejercicio de la autoridad doméstica. En buena medida, esos excesos surgieron de una herencia ideológica que trasladó al ámbito casero los valores de ciertos regímenes totalitarios del siglo pasado. Según la filósofa alemana Hannah Arendt, un puñado de padres compartían el mismo argumento: al ser autoritarios en su círculo más cercano, cumplían con su deber histórico y social: preservar el orden en casa. Actuaban sin cuestionar sus acciones y sin darles la oportunidad a sus hijos de pelear sus propias batallas, mucho menos de dialogar para llegar a acuerdos. Ejercían la autoridad sin cortapisas, sólo por un aparente bienestar colectivo, aunque provocaran huellas sentimentales irremediables en los hijos.

En todo momento, este compendio de narraciones pone sobre la mesa de discusión los claroscuros de las figuras paterna y materna, en distintas etapas de la relación con sus hijos. La obra se aleja de la idealización y del sentimentalismo; al contrario, desarrolla una perspectiva clara de esta unión humana, entrañable y definitiva para cualquiera. Una de las dificultades principales en el vínculo de los escritores con sus padres reside en la falta de comunicación derivada de la brecha generacional. Esta condición condujo a los familiares a distanciarse, a guardar rencores y odios y, en el futuro, a romper nexos cercanos y afectuosos.

Una muestra clara de los conflictos está en el relato de Liliana Blum. Los problemas nucleares se acentuaron por el alcoholismo paterno y fueron constantes en la niñez de la autora. El regreso a la casa familiar de Liliana, sólo en visitas ocasionales ya de adulta, revive muchas prácticas desagradables de años atrás. La vejez de su padre choca con los anhelos infantiles en los espacios físicos de su casa; lo cual implica una fuerte carga emocional y evocativa. La escritora entabla una reflexión del conflicto interno por el dolor pasado, así como por la responsabilidad frente a la senectud, el alcoholismo y la diabetes descuidada del padre, cada vez más grave. Quizá en esos casos resulte difícil o en apariencia imposible cambiar la situación, a pesar de los esfuerzos.

En este tipo de interacciones, la opresión es un rasgo típico de las familias mexicanas. Las infancias se convierten en recuerdos violentos y determinantes para un sinnúmero personas. De niños, tenemos una admiración indudable por la figura paterna: es un ejemplo casi inmaculado. Pero con los años, la admiración y su consecuente cercanía se transforman, tal vez por la esencia autoritaria de ese lazo. A manera de paradoja, a veces esos agravios violentos, con las décadas y con la madurez, se convierten en afectuosos o memorables para cualquier ser humano. En el fondo, se reconoce que detrás del autoritarismo paterno hubo muestras tangibles de constancia y de tesón. Los padres siempre tienen propósitos claros y ayudan a sus hijos a lograrlos.

En suma, en El origen de todos los males. Madres y padres autoritarios, Bibiana Camacho reúne voces con arraigo en nuestra tradición literaria. Éstas presentan relaciones peculiares, atravesadas por una evidente verticalidad. La antología se convierte en un reflejo y una revisión exhaustiva de un pasado autoritario en la rutina casera, pero también es un punto de arranque para mirar el futuro de nuestras relaciones consanguíneas con una óptica distinta, gracias a una nueva dinámica, más cercana y comprensiva.+

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Carlos Torres Tinajero
Reseña
Bibiana Camacho

DESCONCIERTO Richard Powers

¿Pero puede que nunca los encontremos? Habíamos montado el telescopio en el porche descubierto durante aquella noche despejada de otoño, a orillas de uno de los últimos retazos de oscuridad del este de Estados Unidos. Era difícil encontrar semejante oscuridad y, cuando se concentraba de esa manera, el cielo se iluminaba. Apuntamos con el tubo hacia un hueco entre los árboles, por encima de la cabaña que habíamos alquilado. Robin apartó el ojo del ocular. Mi hijo, con sus nueve años recién cumplidos, triste, singular, en guerra con este mundo.

—Eso es —dije—. Puede que nunca los encontremos. Intentaba decirle la verdad en cualquier circunstancia, siempre que yo la supiera y que no resultara letal. De todos modos, cuando mentía, él se daba cuenta.

Pero están por todas partes, ¿no? Lo habéis demostrado.

—Bueno, «demostrado» no exactamente.

A lo mejor están muy lejos, hay demasiado espacio vacío o algo parecido.

Trazó grandes círculos con los brazos como siempre que las palabras lo desafiaban. Se acercaba la hora de acostarse; eso tampoco ayudaba. Le puse la mano en la pelambrera rojiza y alborotada. Aquel color…, el color de Aly.

—¿Y sabes qué pasaría si nunca los oyéramos decir ni mu? ¿Qué significaría eso?

Levantó la mano. Alyssa siempre decía que, cuando se concentraba, se le oían los engranajes. Entornó los ojos para mirar por la lóbrega garganta de árboles. Con la otra mano se rascó el hoyuelo de la barbilla, una costumbre a la que recurría cuando reflexionaba. Se frotó con tanto vigor que tuve que pararlo.

—Robbie. ¡Oye! Hora de aterrizar.

Extendió la mano para tranquilizarme. Estaba bien. Solo quería pensar bien la pregunta, a oscuras, mientras pudiera.

¿Si nunca oyéramos nada? ¿Nunca jamás, quieres decir?

Asentí para alentar a mi científico: no hay prisa. La observación astronómica había concluido. Habíamos disfrutado de una noche despejadísima en un lugar famoso por la lluvia. Una luna del cazador se cernía oronda y roja sobre el horizonte. Por entre el círculo de árboles, tan afilada que parecía al alcance de la mano, se derramaba la Vía Láctea: incontables sedimentos moteados sobre un lecho negro. Si te quedabas quieto, casi veías las estrellas girar.

Nada definitivo. Eso pasaría.

Me eché a reír. Siempre me hacía reír al menos una vez al día, durante un rato además. Esa rebeldía. Ese escepticismo radical. Era tan yo. Tan ella.

—No —asentí—. No pasaría nada definitivo.

Entonces, si oyéramos «mu», ¡significaría un montón de cosas!

—Exacto.

Ya habría tiempo otra noche para explicar qué cosas. De momento, era hora de acostarse. Acercó el ojo al cañón del telescopio para echarle el último vistazo al núcleo resplandeciente de la galaxia de Andrómeda.

¿Podemos dormir fuera hoy, papá?

Yo había decidido que no asistiera al colegio durante una semana para llevarlo al bosque. Había tenido más problemas con sus compañeros de clase y ambos necesitábamos un descanso. No me parecía bien haber llegado hasta las Smoky para no dejarle dormir fuera una noche.

Entramos en la cabaña y preparamos nuestra expedición. La planta de abajo era una gran sala revestida de madera que olía a pino pulverizado con beicon. La cocina hedía a trapos húmedos y a yeso: los aromas del bosque templado lluvioso. Notas adhesivas pegadas en los armarios: «Filtros de caFé encima de la nevera», «Usen los otros platos, por Favor». Un cuaderno verde de instrucciones abierto sobre la maltrecha mesa de roble con indicaciones sobre la fontanería, la ubicación de la caja de fusibles y los teléfonos de emergencia. Todos los interruptores de la casa estaban etiquetados: «techo», «escaleras», «entrada», «cocina».

Las ventanas, hasta arriba, miraban hacia lo que, a la mañana siguiente, sería una extensión ondulada de montañas y más montañas. Un par de sofás rústicos llenos de pelotillas, decorados con un despliegue de alces, canoas y osos, flanqueaban la chimenea de piedra. Usurpamos los cojines, nos los llevamos fuera y los colocamos en el porche.

¿Podemos traer algo de picar?

—No me parece muy buena idea, colega. Ursus americanus Dos ejemplares por milla cuadrada, capaces de oler unos cacahuetes desde aquí hasta Carolina del Norte.

¡Entonces, ni pensarlo! Levantó un dedo. ¡Pero eso me ha recordado algo!

Echó a correr hacia la casa y volvió con un libro de bolsillo: Mamíferos de las Smoky.

—¿En serio, Robbie? Está oscuro como la boca del lobo. Levantó una linterna de emergencia, de esas que se cargan con una manivela. Por la mañana, al llegar, se había quedado fascinado con el artilugio y me había pedido explicaciones acerca de su funcionamiento mágico. Ahora no podía parar de generar sus propios electrones.

Nos acomodamos en nuestro campamento base improvisado. Parecía feliz, que era el único objetivo de aquel viaje especial. Tumbados en nuestros camastros sobre los listones del porche desnivelado, recitamos en voz alta la vieja oración laica de su madre y nos quedamos dormidos bajo los cuatrocientos mil millones de estrellas de nuestra galaxia.

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Adelanto
El primer paso comienza aquí.

LA BIBLIOTECA DE LA MEDIANOCHE

Matt

ALIANZA DE NOVELA

Sin saber cómo, Nora Seed aparece en la Biblioteca de la Medianoche, donde se le ofrece una nueva oportunidad para hacer las cosas bien. Hasta ese momento, su vida ha estado marcada por la infelicidad y el arrepentimiento. Nora siente que ha defraudado a todos, y también a ella misma. Pero ¿esto está a punto de cambiar?

LA FIGURA DEL MUNDO

Juan Villoro

PENGUIN RANDOM HOUSE

¿Hasta dónde podemos recuperar una memoria ajena? ¿Es posible entender lo que un padre ha sido sin nosotros? Ser hijo significa descender, alterar el tiempo, crear un desarreglo, un desajuste que se subsana con pedagogía, a veces con afecto o transmisión de conocimientos.

Juan Villoro relata en La figura del mundo, el orden secreto de las cosas, algunos pasajes memoriosos en torno a su padre, el pensador mexicano-catalán, Luis Villoro.

LA HIPÓTESIS DEL AMOR

Ali Hazelwood CONTRALUZ

Una relación falsa entre dos científicos se topa con la irresistible fuerza de la atracción. Olive Smith es una doctoranda de tercer año que no cree en las relaciones amorosas duraderas, pero su mejor amiga, Ahn, sí, y por eso Olive se ha metido en un lío monumental.

LA BAILARINA DE AUSCHWITZ

Edith Eger

EDITORIAL PLANETA

Un libro sobrecogedor, potente e inspirador que busca ayudar a todos aquellos cuyos traumas les impiden vivir en plenitud. Como su mentor, Viktor Frankl, Edith Eger es una superviviente cuya experiencia vital y trayectoria como psicóloga le han permitido ayudar a miles de personas que viven incapacitadas por sus cicatrices emocionales.

ROMPER EL CÍRCULO

Collen Hoover

PLANETA

A veces, quien más te quiere es quien más daño te hace. Lily no siempre ha tenido una vida fácil, pero eso nunca le ha impedido luchar por lo que desea, y ha recorrido un largo camino para llegar a donde está ahora. Su vida comienza a cambiar el día que Ryle Kincaid, un extraordinario neurocirujano, se fija en ella.

TRES MESES

CÓMO HACER QUE TE PASEN COSAS BUENAS

Marian Rojas Estapé

EDITORIAL PLANETA

Uniendo los punto de vista científico, psicológico y humano, la autora nos ofrece una reflexión profunda, salpicada de útiles consejos y con vocación eminentemente didáctica, acerca de la aplicación de nuestras propias capacidades al empeño de procurarnos una existencia plena y feliz.

ESTE DOLOR NO ES MÍO

IDENTIFICA Y RESUELVE LOS TRAUMAS FAMILIARES HEREDADOS

Mark Wolynn GAIA

Esta obra innovadora aporta una lúcida comprensión de los traumas heredados y ofrece nuevas herramientas poderosas para acabar con el sufrimiento que producen. Mark Wolynn guía sabia y fiablemente al lector a lo largo del viaje que conduce a la curación.

EL PODER DEL AHORA

Eckhart Tolle

GRIJALBO

Escrito en un formato de preguntas y respuestas que lo hace muy accesible, El poder del ahora es una invitación a la reflexión, que le abrirá las puertas a la plenitud espiritual y le permitirá ver la vida con nuevos ojos y empezar a disfrutar del verdadero poder del ahora.

LA REVOLUCIÓN DE LA GLUCOSA

Jessie Inchauspé

DIANA MÉXICO

Basándose en ciencia de vanguardia y en su propia investigación pionera, la bioquímica Jessie Inchauspé ofrece diez trucos simples y sorprendentes para ayudarnos a equilibrar nuestros niveles de glucosa y revertir sus síntomas, sin ponernos a dieta y sin renunciar a los alimentos que amamos.

ENCUENTRA TU PERSONA VITAMINA

Marian Rojas Estapé

ESPASA MÉXICO

Muchos, hoy en día, arrastramos heridas emocionales que nos impiden conectar de forma sana con el entorno. Este libro teayudará a comprender el vínculo con tus padres, tus hijos, tu pareja, tus amigos y tus compañeros de trabajo, a la vez que entiendes tu historia emocional. Porque cuando uno se comprende, se siente aliviado.

ANTES DE DICIEMBRE

¿Y SI NO ES CONMIGO?

Calle y Poché MONTENA

INVISIBLE

Eloy Moreno

NUBE DE TINTA

(MESES A TU LADO 3)

Joana Marcús

MONTENA

FICCIÓN NO FICCIÓN JÓVENES

(MESES A TU LADO 1)

Joana Marcús

MONTENA

UNO SIEMPRE CAMBIA AL AMOR DE SU VIDA

Amalia Andrade PLANETA MÉXICO

LEÍDOS LOS

ELECTRÓNICOS ARTE Y RECREACIÓN

LA REVOLUCIÓN DE LA GLUCOSA

Jessie Inchauspé

DIANA MÉXICO

Este libro es el resultado de tantas y tantas de estas peticiones. En él, Jessie comparte sus trucos, recetas, listas de la compra y planes, tal y como lo haría con un buen amigo o un familiar. Se trata de una guía que abarca cuatro semanas con sus cien recetas favoritas, que ayudará a los lectores a persistir en la práctica, a equilibrar sus niveles de glucosa y a empezar a sentirse mejor que nunca.

LOS DEMONIOS DEL EDÉN

Lydia Cacho DEBOLSILLO

Los demonios del Edén cumple en 2015 su décimo aniversario. Este libro presenta la cadena que comienza con el abuso sexual infantil, la explotación sexual, el turismo sexual con menores, el comercio sexual con hombres de poder, la protección tanto policiaca como política de los pederastas, la pornografía, el lavado de dinero y el tráfico de influencias. Todo englobado en una poderosa y peligrosa red mundial de crimen organizado.

GENERACIÓN IDIOTA

Agustín Laje HARPER COLLINS MÉXICO

Si estás cansado del adoctrinamiento más descarado de los medios de comunicación, las escuelas, las universidades y, sobre todo, de nuestros hijos, querrás leer Generación idiota, libro en el que Laje ofrece un modelo particular de rebelión para la Nueva Derecha. Escapemos juntos el idiotismo político y rebelémonos contra el sistema establecido. ¡Manos a la obra!

EL SUTIL ARTE DE QUE TE IMPORTE UN CARAJO

Mark Manson

HARPER COLLINS MÉXICO

Durante los últimos años, Mark Manson se ha afanado en corregir nuestras delirantes expectativas sobre nosotros mismos y el mundo en su popular blog. Ahora nos ofrece su toda su intrépida sabiduría en este libro pionero. Este manifiesto es una refrescante bofetada para que podamos empezar a llevar vidas más satisfechas y con los pies en la tierra.

CONFESIONES DE UN AMIGO IMAGINARIO

Michelle Cuevas

PUCK

¿Quién dice que los amigos imaginarios no existen? Jacques y Fleur Papier no sólo son hermanos gemelos, también son los mejores amigos del mundo. Tan unidos que Fleur sabe lo que piensa Jacques incluso antes que él. Por eso, cuando Jacques se entera de que Fleur le ha ocultado un secreto gigante, un secreto monumental, el secreto más alucinante del mundo, no se lo puede creer: ¡Fleur tiene un amigo imaginario! Imagina cómo se quedará cuando Jacques empiece a atar cabos y descubra que ese amigo imaginario es... él mismo.

JUGUEMOS A LEER

CUADERNO DE EJERCICIOS

Y LIBRO DE LECTURA, PAQUETE

Rosario Ahumada

EDITORIAL TRILLAS

DIARIO DE GREG 1

UN RENACUAJO

Jeff Kinney

MOLINO

HARRY POTTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL

J. K. Rowling

SALAMANDRA BOLSILLO

MANDALAS LAROUSSE EDITORIAL

NUEVA IMAGEN

Dibujar o pintar mandalas es algo más que un pasatiempo: mientras nuestros colores los iluminan, tenemos la posibilidad de hacer un alto, de asomarnos a nuestro interior, de concentrarnos en aquello que nos importa y, por supuesto, de crear maravillas que nos reconcilian con la naturaleza. Ésta es la apuesta de esta obra.

PAQUETE COLOREA A MONET Y A VAN GOGH

LAROUSSE EDITORIAL

NUEVA IMAGEN

En este álbum para colorear, podrás apreciar algunas de las más grandes pinturas de Monet y Van Gogh, así como las técnicas que utilizaba para pintar. Recrearás algunas de sus obras más importantes y te adentrarás en el mundo del arte como algo más que un simple observador. El álbum incluye un ejemplo de paleta de colores e instrucciones sobre técnicas de coloreado.

VAN GOGH PARA COLOREAR. LIBRO ANTIESTRÉS

Nueva Imagen

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En este fascinante álbum para colorear se podrán apreciar algunas de las más grandes pinturas de Vincent van Gogh, así como las técnicas que utilizaba para pintar. El libro está diseñado para reducir el estrés mientras se pintan y recrean las obras de arte. El álbum incluye un ejemplo de paleta de colores, instrucciones sobre técnicasde coloreado, once páginas con las pinturas a todo color y láminas para colorear que son fáciles de desprender.

EXTRAORDINARIOS MANDALAS DE LA NATURALEZA Magdalena Servín ÉPOCA

El mandala o “círculo sagrado” es una poderosa y antigua herramienta de meditación que nos recuerda que el orden natural del universo está siempre presente en nuestra realidad. Su coloreado consciente acalla el ruido mental diario, nos devuelve el equilibrio interior y nos conecta con la sabiduría del alma. Este libro ha sido creado para ayudarte a manifestar abundancia en todas las áreas de tu vida.

MANDALAS. NATURALEZA Y ANIMALES

NUEVA IMAGEN

¡Más de 60 mandalas de la naturaleza y los animales, listos para ser coloreados! La carga de sabiduría contenida en los mandalas es tal, que hoy en día podemos disfrutar no sólo de su belleza, sino también de la ayuda terapéutica para el bienestar y equilibrio de la mente y, por lo tanto, del cuerpo.

YOLO AVENTURAS 2. EL MISTERIO DEL AMAZONAS

Yolo, Mariana, Nando y Panda

MARTÍNEZ ROCA MÉXICO

EL GRAN LIBRO DE LOS PASATIEMPOS

Varios autores

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