Lee+ 168 La novela

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AÑO 14 • NÚMERO 168 • MAYO 2023 PRECIO AL PÚBLICO 25 PESOS 7151050002056

¡Brincamos de alegría!

3 Llegaron los nuevos títulos de la

por ellos!
¡Salta
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Editorial / La novela

La novela ha sido una herramienta invaluable para explorar otras vidas y otros universos, y para sumergirnos en experiencias y emociones que no podríamos imaginar de otra manera. Desde sus inicios, que algunos sitúan en el siglo xvii, con la publicación de Don Quijote de la Mancha, la novela ha indagado en la condición humana: a través de las historias que encontramos en ella, podemos adentrarnos en la mente y el corazón de personajes que en otras circunstancias nos parecerían inaccesibles o extraños. Ésta nos permite entender las motivaciones y los deseos de los demás, así como observar el mundo desde perspectivas con las que quizá ni siquiera habríamos soñado.

A esa “hija ingrata del romance en prosa”, como la llama Harold Bloom, le dedicamos nuestra edición 168, en la que Alberto Chimal nos invita a pensar que, cuando alguien escribe una novela, simultáneamente redescubre o reinventa la historia de este género. El artículo de José Luis Trueba Lara gira en torno a las condiciones que hicieron posible la consolidación del reinado de la novela. Para seguir regocijándonos con las posibilidades de este tipo de obras, invitamos a nuestro querido Jorge F. Hernández, quien piensa que “toda novela vale por los cuentos que contiene, la lírica que enuncia o evoca, la memoria e imaginación que ensaya en eso que llamamos ficción”.

Si elegimos este género fundamental, teníamos que hablar de una novelista fundacional: Joyce Carol Oates, heredera de William Faulkner, Carson McCullers y Flannery O'Connor, que en junio cumplirá 85 años. Además, incluimos un par de códigos qr en los que dos autoras increíbles, Marguerite Yourcenar y Elena Garro, dialogan sobre sus novelas, que no dejan de maravillarnos.

No nos queda sino desear que las novelas nos sigan escribiendo el camino para encontrarnos.+

6 [Infinitivos Cuerpos] Leer y otras gulas

Itzel Mar

8 El recuerdo de una conversación y otros apuntes sobre Joyce Carol Oates

Irma Gallo

10 Historia incompleta de la novela

Herles Velasco

12 Cada novela es la historia de la novela

Alberto Chimal

14 Novela

Jorge F. Hernández

16 [Póster] Librero de la interplacencia

Darío Cortizo

18 Andar a caballo entre el cuento y la novela

Carlos Torres Tinajero

20 Un retablo sobre la novela

José Luis Trueba

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En portada : Joyce Carol Oates

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Leer y otras gulas

En la taxonomía actual de los que leen, las lectoras ocupan un lugar preponderante. Es posible sorprenderlas en muy diversas posturas corporales y bajo cualquier condición climatológica o anímica, dedicadas a su capricho. Ellas, de distintas edades, ocupaciones, preferencias, orígenes, tallas y religiones, aparentan conducirse con normalidad hasta que un impulso incontrolable las lleva a meter la mano en el librero o en el bolso para dar con el fetiche en turno.

Entonces, lo aprehenden con vehemencia y se disponen a gozar, reflexionar o sufrir, según el contenido del texto. Leer anuncios en la calle, notas, menús, oficios, recetas médicas, contratos, informes, etcétera, representa un acto de sobrevivencia. Leer un libro por “puritito gusto” es un acto de libertinaje. Sobre todo si se es mujer. Y es que tradicionalmente la palabra ha sido un asunto de hombres.

Ya en la Antigüedad grecolatina se ponía de manifiesto el imperativo de negarles a las mujeres el acceso a su propia voz y, por supuesto, a la palabra pública y a la lectura. Durante muchos siglos se ejerció una vigilancia estrecha dirigida a que las damas leyeran lo menos posible y solamente textos aprobados por la suspicacia masculina.

La liberación de dicho yugo surge gracias al deseo: una especie de tirón que se corresponde con el entusiasmo. Lo contrario de no padecer curiosidad. Los deseos son así, están hechos de lo que falta. Su materia prima es la insuficiencia, la insatisfacción, eso que nos inquieta y nos vuelve delirantes de tanto no tenerlo todavía. Los hombres se apoderan de territorios y gobiernan los pueblos a través de la voluntad. Las mujeres se emancipan a partir del deseo.

La novela, identificada como una forma literaria con una identidad realmente propia, más osada y provocadora, surge en los albores del siglo xviii y crea un nuevo público que se multiplicará a lo largo del tiempo. La invención de dicho género descubre un potencial económico y sentimental inagotable; también eleva el derecho al disfrute y a la reflexión a niveles nunca antes vistos. Los elementos claves fueron su accesibilidad, el atractivo de la caracterología, la descripción de los espacios y de las pasiones, así como la creación de imaginarios.

Por unanimidad, la primera novela de esta nueva especie fue Robinson Crusoe, de Daniel Defoe (1719). Utilizando la crónica fantástica como eje, el autor logra atrapar la atención de los lectores, en medio de caníbales e intensivas aventuras. A partir de entonces, el formato de la novela alcanza un grado comestible: se crea con la expectativa de ser consumida, engullida en el menor tiempo posible por el mayor número de individuos. Y todo con la finalidad de desatar de nuevo el apetito voraz por más y más relatos. Éste es el inicio de la gula literaria. La enfermedad que se convierte al mismo tiempo en su propia medicina. El pecado capital preferido de los adictos a las historias. Será imposible escapar ya de la isla a la que llega Robinson Crusoe. Naufragamos

con él, honorariamente, para siem pre, en la desmesura de su travesía. La desesperada inquietud de leer nos ha convertido en entes sospechosos. Adictos que sufren constantemente el síndrome de abstinencia. Caníbales. El deseo no permanece en la mente, ha invadido el cuerpo entero. Se ha convertido en un problema visceral. Dicha glotonería invade Europa en el siglo Las mujeres, inevitablemente, terminan sufriendo del contagio y asumen un papel protagónico. En el pró logo de Julia o la nueva Eloísa (1761), un best seller de aquel momento, Jean-Jaques Rousseau senten cia: “Jamás una virgen ha leído novelas”. Resulta suficiente con tomar una novela entre las manos para convertirse en una mujer disoluta. Los li bros parecen poseer demoniacamente a quienes se acercan a ellos, y más si se trata de espíritus susceptibles y endebles, como los femeninos. Antes de la Ilustración, las lectoras eran anó nimas. A partir del siglo xviii, se habla de ellas y pasan a formar parte de un colectivo. Se les teme. Han deformado la lectura; la han vuelto defectuo sa, enfermiza, sensiblera, irracional. El libro les ha mostrado a las mujeres que la vida también existe afuera, en espacios imaginarios, más allá del mojigatería. La ficción se vuelve iniciática y proclama el placer. Una persona con un libro en la mano repre senta la viva imagen de la libertad individual. Las mujeres tienen la manera de ser del tacto, es decir, de la cercanía. Su relación con el mundo se da a través de la continuidad entre ellas y los objetos. Así, las lectoras se vinculan novedosamente con la realidad a partir de los libros y la lectura. ¿Esto les asusta a los hombres? La ciencia médica del si glo xix, por ejemplo, estaba convencida de que las bicicletas, las máquinas de coser — especialmente las de doble pedal— y los libros constituían instrumentos perjudiciales para la salud femenina y, de paso, fomentaban la inmoralidad a través del apetito sexual. La velocidad ejercida en los pedales que accionan la rueda de las máquinas de coser pro voca una vibración masturbatoria similar a la percibida entre las piernas al permanecer sobre el asiento de la bicicleta cuando ésta acelera. El efecto de las palabras parece producir la misma acción. Condiciones que, por supuesto, según la sensi bilidad masculina, afectaban exclusivamente a la mujer. Así, pues, la novela forma parte del triunfo desme surado del asombro de las mujeres ante el mundo y de la democratización de la lectura. La gula y la lu juria elevadas a la máxima potencia en la sintaxis, al mismo nivel excitatorio y escandaloso del traqueteo de artilugios diabólicos como la máquina de coser y la bicicleta.+

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Infinitivos Cuerpos Itzel Mar Itzel Mar es poeta, editora y psicóloga. Disfruta releer muchas veces sus libros preferidos e inventar palabras. Twitter: @aegina23

En San Miguel de Allende, a mediados de febrero de 2016, el sol quemaba las pupilas en los espacios a cielo abierto. Al mismo tiempo, era un mediodía frío. Parece una contradicción, pero quien haya estado ahí sabrá que no miento. En los cuidados jardines del hotel sede del Festival de Escritores de esa pequeña ciudad de Guanajuato, que atrae al turismo nacional e internacional, y adonde estadounidenses, canadienses y europeos se mudan una vez que se han jubilado, una figura toda vestida de negro —falda larga, saco, sombrero y gafas oscuras— caminaba como si flotara unos centímetros por encima del pasto. Joyce Carol Oates, la escritora nacida en 1938 en Lockport, Nueva York, era la cereza en el pastel de ese encuentro. Todo el mundo quería una entrevista con ella, y yo ya la tenía apalabrada… y me moría de los nervios, por supuesto.

En ese entonces, yo había leído solamente La hija del sepulturero (Punto de Lectura, 2012), una novela de casi setecientas páginas inspirada en la historia de la abuela de Oates: una familia sale huyendo de la inminente guerra en Alemania y llega a un pequeño pueblo de Nueva York —no es casualidad, muchas de las historias de Joyce Carol Oates están situadas en su estado de nacimiento, tal como Stephen King ubica las suyas en Maine—, en el que el padre, a pesar de ser un profesor titulado, sólo encuentra empleo como cuidador de un cementerio, y termina volándole los sesos a su esposa y suicidándose.

La presencia de Oates me impuso. Alta, de piel muy blanca, con los labios pintados de un rojo seco que contrastaba con su tez; circunspecta, muy seria. Pero, ni modo, ya estaba ahí, con el compromiso de entrevistarla, así que me senté a un lado de ella y la saludé. Inmediatamente me respondió con una sonrisa leve, apenas insinuada, pero con amabilidad. Me interesaba, primero, conocer su proceso de escritura, porque una no puede dejar de sorprenderse con lo prolífica que es —tiene más de cincuenta novelas, cerca de cuatrocientos relatos breves, más de una docena de libros de no ficción, ocho poemarios y hasta obras de teatro; además, colabora con artículos, reseñas y críticas literarias en The New York Review of Books y ocasionalmente en The New Yorker—. En la fecha en que hicimos la entrevista, Joyce Carol Oates tenía 78 años y ninguna intención de parar. Hoy, a sus casi 85, sigue publicando por lo menos un libro al año. Creo que su vitalidad tiene mucho que ver con su método de trabajo, que en esa entrevista describió así:

Mi escritura comienza con el pensamiento. Así que pienso en un proyecto y medito. Me gusta correr y caminar, y después de caminar varias millas trabajo en alguna novela que tenga en proceso.

y otros apuntes sobre Joyce Carol Oates El recuerdo de una conversación

Irma Gallo

Cada vez más relajada y confiada, Oates me dijo que a veces no termina ni un capítulo, pero sí le sirve de mucho el ejercicio de caminar. Lo que más importa a la autora de Blonde (Alfaguara, 2012), una biografía ficcionada de Marilyn Monroe publicada en inglés en 1999, en este proceso —parecido al de Henry David Thoreau, quien recogió sus reflexiones sobre caminar como un acto político en su ensayo del mismo nombre, publicado en 1861— es estar sola:

Es importante que no hables con nadie, porque tan pronto como empiezas a hablar con otra persona tu imaginación se dispersa.

Otra cualidad de Joyce Carol Oates, indispensable para cualquiera que pretenda ser escritor, es la forma en que crea a sus personajes. De su abundante obra, no sólo Blonde está basada en una persona de carne y hueso; también Hermana mía, mi amor (Alfaguara, 2008) se inspira en la trágica historia de JonBenét Ramsey, una pequeña de seis años cuya madre la obligaba a participar en concursos de belleza para niñas, y que fue asesinada en 1996. En la novela, Oates elige la voz narrativa del hermano, Skyler —que en la vida real se llamaba Burke y fue uno de los sospechosos del asesinato, junto con sus padres—, para contar casi toda la historia de la pequeña, que en esta ficción se llama Bliss y es una reina del patinaje sobre hielo.

Resulta natural que el segundo aspecto que yo quisiera conocer acerca de esta impresionante escritora fuera su trabajo de creación de personajes. “Creo personajes al encontrar una voz que exprese cierta situación”, me respondió. Para explicarse mejor, puso como ejemplo a Skyler:

Él se percibe como el hijo de una tragedia de tabloide y se ve a sí mismo como un personaje de la imaginación de otras personas. Así que él representa una voz más callada, muy consciente de sí misma y con mucho sentido del humor, un sentido del humor muy negro. Más o menos escuché su voz en mi imaginación.

La construcción de atmósferas es otra cualidad de la escritura de Oates. Así como William Faulkner describió el sureste profundo, conservador y racista a través del condado ficticio de Yoknapatawpha, Mississippi, Joyce Carol Oates sitúa la mayoría de sus historias en el estado de Nueva York, pero lejos de la vibrante urbe de Manhattan, en ciudades pequeñas en medio de bosques espesos, donde oscurece muy temprano en invierno y los criminales se esconden en los lugares más insospechados. La autora de Carthage (Alfaguara, 2014) reflexionó esa mañana helada de sol punzante:

La atmósfera también se crea a través de la meditación y escribo como si estuviera recordando, con este tipo de emoción que es la nostalgia

Joyce Carol Oates es heredera de una tradición literaria que se remonta a William Faulkner y sus escenarios de un sur mítico, aunque árido y hostil, pero también abreva del american domestic style de Carson McCullers, Eudora Welty y Flannery O’Connor.

En las novelas de Joyce Carol Oates, el lector encontrará una suerte de nuevo gótico estadounidense, en ocasiones rural y en otras urbano; novelas de suspense psicológico en las que la familia representa una célula cancerígena de una sociedad de por sí enferma.

En Persecución (Gatopardo Ediciones, 2020), por ejemplo, la atmósfera de las pesadillas de Abby, la protagonista, resulta de ese tipo de ambientes opresivos que también Stephen King recrea a la perfección: un bosque cerrado y un sendero de maleza crecida, en el cual se avizoran dos esqueletos humanos. A este escenario regresa inevitablemente la joven recién casada, cuyo pasado es un completo misterio aun para su marido.

Hay que recordar que Oates rinde homenaje a King en Rey de Picas (Alfaguara, 2016), cuando a Andrew J. Rush, protagonista de la novela —también un escritor de terror—, lo empiezan a llamar en los medios “el Stephen King de los caballeros”. Pero no es la única referencia al autor de Carrie: a lo largo de las 229 páginas —muy pocas, para las que acostumbra Joyce Carol Oates—, Rush se seguirá comparando una y otra vez con King.

A lo largo y ancho de seis décadas de escribir ficción —su primer libro de relatos, By The North Gate, se publicó en 1963—, la familia, esa célula muchas veces cancerígena de la sociedad, ha constituido una de las obsesiones de Joyce Carol Oates. Su novela más reciente traducida al español, Babysitter (Alfaguara, 2022), no es la excepción: a partir de que se encuentra con el misterioso Señor R y lo toma como amante, la vida de Hannah Jarret y la de su familia se precipitan al abismo, al mismo tiempo que los medios no dejan de mencionar a un asesino serial de niños, al que han apodado Babysitter.

Una gran ventaja de haber vivido todos estos años consiste en que Oates logra situar sus obras a la perfección en distintas épocas, las cuales no representan simples escenarios, sino que influyen —incluso determinan— la atmósfera de sus historias y la forma en que se comportan sus personajes.

La hija del sepulturero comienza a mediados de la década de los treinta, cuando la Segunda Guerra Mundial estaba muy cerca de oscurecer el horizonte, y termina en 1999. Qué fue de los Mulvaney (Lumen, 2020) —también la historia de una familia conflictiva y que oculta secretos infames— se sitúa desde 1976 hasta 1993. En Breathe (Ecco / HarperCollins Publishers, 2021), aunque la autora no especifica una fecha concreta, sabemos que se trata de la época actual por los tratamientos médicos a los que accede Gerard —el esposo de la protagonista, Micaela—, que está internado, muy grave, en un hospital de Nuevo México: una historia inspirada en la muerte de su propio marido, Raymond Smith, sobre quien ya había escrito un espléndido libro testimonial, Memorias de una viuda (Alfaguara, 2008).

Mi entrevista con Joyce Carol Oates terminó ese mediodía helado y soleado de febrero de 2016. Pero agradezco que mi diálogo con ella haya encontrado la posibilidad de continuar a través de sus obras.

El próximo 16 de junio, cuando celebremos sus 85 años, recordaré con emoción que un día la vi de frente, la tuve muy cerca y que, cuando le pregunté qué opinaba de que la colocaban entre las favoritas para ganar el Nobel de Literatura, me contestó riendo: “Bueno, eso yo no lo he escuchado”.+

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Irma Gallo escribe, hace pódcast y videos. Último libro: Cuando el cielo se pinta de anaranjado. Twitter: @irmagallo

entro del universo literario, la novela es, hoy por hoy, el género favorito entre los lectores. Las posibilidades estéticas y de exploración de los rasgos que nos hacen humanos encuentran en la narración de mediano y largo alientos el mejor espacio para explayarse, para magnificar las luces y ahondar en las sombras de prácticamente cualquier aspecto relativo a nuestra ambivalente naturaleza. Este potencial casi infinito de indagación de lo humano ha convertido a la novela en un artefacto interdisciplinario que se nutre de la psicología, la sociología, la historia o la filosofía, pero también los pesos de los espacios, los olores, los sabores y las emociones de sus protagonistas influyen en el desarrollo de las historias. En ese sentido, la novela representa quizá el género que mejor se adapta a la experimentación, pues tiene la posibilidad de construirse a partir de los elementos más profundos en conjunto con los más banales. Existen esquemas y reglas, por supuesto, formas reconocibles y estructuras que se han replicado por décadas; sin embargo, ya que la voz del novelista se genera en un lugar y tiempo determinados, los armazones casi siempre comunes sobre los que se construyen los relatos se terminan por diluir en una variedad inagotable de sutilezas. La historia de la novela es como los capítulos de una narración, pero el viaje de este personaje nunca llega a puerto, no se agota y se va bifurcando en infinitos finales abiertos.

Del Cantar de Roldán (siglo xi), atribuido a un monje francés de nombre Turoldo, o el Cantar del Mio Cid, en España (siglo xii), que contaban las hazañas heroicas de personajes míticos, legendarios y que se entonaban en las plazas y los caminos. Aparecieron después las primeras novelas medievales escritas, como las de María de Francia o las de Chrétien de Troyes (ambos del siglo xii), este último considerado por muchos como el padre de la novela en Occidente. Sus historias se centraban en temas como el amor cortés, las aventuras fantásticas y, de nuevo, los ideales de caballería.

Hacia el final de la Edad Media y con el comienzo del Renacimiento, las novelas se volvieron más realistas y seculares, pues se centraron en la exploración de los sentimientos y las complejidades de la vida cotidiana. Una de las obras más influyentes de esta época fue el Decamerón, de Giovanni Boccaccio, que presenta una serie de cuentos cortos que exploran temas como el amor, la muerte y la religión. El trabajo de Boccaccio representó un alejamiento del tono grandilocuente de las novelas de caballería, acercándose más a algo que podríamos llamar hoy realismo psicológico. Autores como Boccaccio o Petrarca (siglo xiv) trabajaron temas considerados más bien mundanos, como las pasiones, la socialización y las relaciones interpersonales.

Así como la concebimos hoy, la novela resulta un constructo suficientemente entendido desde el Medioevo; hereda, sin duda, ciertas intenciones de formas anteriores: la poesía épica, el cuento y la tradición oral podrían ser los génesis más reconocibles de su largo linaje. Autores como Heliodoro (siglo iii) compusieron largas historias de aventuras llenas de peripecias e intriga amorosa. Antes estuvo Homero (siglo vii a. de C.), con sus eternas Iliada y Odisea, y mucho antes alguien compuso algo que se conocería como La epopeya de Gilgamesh (2000 a. de C.), que cuenta las aventuras de héroes, villanos y dioses. Otros ejemplos de lo que podríamos llamar hoy novela se encuentran en las literaturas griega y romana de la Antigüedad; estas obras, como Las metamorfosis, de Ovidio (43 d. C.), o Vida de Apolonio de Tiana, de Filóstrato (170 d. C.), presentan una estructura narrativa compleja y un enfoque claro en la construcción de personajes. Sin embargo, cumplían funciones más bien históricas o mitológicas, antes que estéticas.

Ya para el siglo xvii llegó la novela picaresca española, que se centraba en la descripción de la vida de los marginados y los pobres. La novela también se expandió geográficamente durante este periodo y los novelistas españoles impulsaron la popularizaron del género; obras como La vida de Lazarillo de Tormes, del famoso anónimo, o El Buscón, del no menos famoso Francisco de Quevedo, mostraban personajes imperfectos y moralmente ambiguos, lo que supuso un gran cambio respecto a la tradición de los héroes perfectos y virtuosos. El Quijote, de Cervantes, se produce en este contexto. Los antihéroes modernos de libros, películas o series ya encantaban a los lectores hace más de cuatrocientos años.

La novela experimentó un gran auge gracias al movimiento cultural de la Ilustración, en el siglo xviii. Las obras de autores como Daniel Defoe, Jonathan Swift y Samuel Richardson abordaban temas complejos, como la razón, la moralidad y la identidad individual. También en esta época surgieron las novelas epistolares, que se escribían en forma de cartas entre personajes y permitían una introspección más profunda en los pensamientos y sentimientos de éstos. La experimentación con las formas ya no iba a detenerse.

Durante la Edad Media, los relatos novelares se transmitieron principalmente a través de la oralidad, contados por narradores itinerantes. Estas historias abarcaron temas como la caballería, aventuras fantásticas y leyendas religiosas. A medida que las ciudades crecieron, hubo una demanda creciente de historias para el entretenimiento. Los primeros ejemplos de novelas medievales fueron las canciones de gesta, como

En el siglo xix, la novela se diversificó en varios géneros: por un lado, la novela gótica; por otro, la novela victoriana, y al ladito, el realismo. Autores como Dickens, Thackeray, Eliot, Stendhal y Balzac escribieron largas y detalladas narraciones que exploraban la sociedad de su época. Novelistas franceses, como Flaubert, perfeccionaron el realismo psicológico. Las novelas rusas de Tolstói y Dostoievski exploraron temas filosóficos como la fe, la razón y la existencia humana. Por un lado, la novela se densificó, y por otro, al lector se le empezó a exigir

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Herles Velasco

más, como en pocos momentos de la historia. En este periodo surgió el género de la novela de aventuras, de corte más ligero, popularizado por Verne y Salgari.

La novela se transformó radicalmente una vez más en el siglo xx. El modernismo, el existencialismo y las corrientes posmodernas cuestionaron las convenciones del género y la naturaleza de la verdad y de la realidad. Las novelas de esta época mostraron un profundo interés en la psicología humana. Ejemplos notables incluyen el Ulises, de James Joyce, o En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust: obras espesas, metafóricas y laberínticas, en las que el tiempo y las voces internas llevan el ritmo de lo narrado; pero también están La náusea, de Sartre, o El extranjero, de Camus, con las cuales se cuestiona lo absurdo de la existencia. La novela posmoderna, por otro lado, se centró en la fragmentación y la desconstrucción de la realidad. Ejemplos notables incluyen a Borges o a Kafka, con sus mundos fantásticos dentro de una realidad extrañamente verosímil y, por supuesto, se trata del siglo del boom latinoamericano y su realismo mágico.

En el siglo xxi, los autores contemporáneos han adoptado una variedad de enfoques y estilos. La tendencia no va en una sola línea; el rumbo es la diversidad. La novela ha constituido un medio importante para la experimentación formal

La tecnología también ha tenido un impacto significativo en la novela actual. La popularidad de los dispositivos electrónicos de lectura, como el Kindle y el iPad, acrecentó la publicación de libros electrónicos, que permite a los lectores acceder a una amplia variedad de obras de todo el mundo. Además, las redes sociales y las tecnologías de la comunicación han permitido a los autores interactuar directamente con sus lectores y promocionar sus obras a través de canales alternativos. Estas situaciones influyen y modifican también la manera en la que los novelistas de este siglo piensan sus obras y, si bien aún es temprano para determinar las tendencias dominantes en la novela del futuro, resulta evidente que este género literario seguirá evolucionando para adaptarse a los cambios en el mundo y para explorar los aspectos más profundos y complejos de la condición humana.+

Historia incompleta de la novela

en temas como la diversidad sexual, la raza, la migración, la identidad de género y las discapacidades, y ha permitido a los lectores conocer y comprender mejor las experiencias de aquellos que son diferentes a ellos. Muchos autores han ido más allá de las convenciones narrativas tradicionales para crear obras que desafían las expectativas del lector y exploran nuevas formas de contar historias. Esto se ha traducido en novelas que utilizan técnicas como la estructura no lineal, el uso de múltiples narradores y la mezcla de géneros literarios. La novela del siglo xxi se ha moldeado por los cambios en la sociedad y la cultura. Las preocupaciones sociales y políticas, como el cambio climático, la desigualdad económica y la violencia se reflejan en las obras de muchos autores contemporáneos: Chimamanda Ngozi Adichie, Mieko Kawakami o Antonio Ortuño.

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La historia de la novela es como los capítulos de una narración, pero el viaje de este personaje nunca llega a puerto, no se agota y se va bifurcando en infinitos finales abiertos.
Herles Velasco estudió artes en la Universidad de Guadalajara y creación literaria en la Sogem. Maratonista de series, carga siempre con una cámara, es poeta y profesor de literatura, fundador de la Escuela de Escritores de México.

Cada novela es la historia de la novela

La novela tiene —entre los géneros actuales de la literatura— la posición de privilegio en librerías, publicaciones culturales, etcétera. La ha ocupado durante mucho tiempo, y la ha conservado incluso ante el ascenso de los medios audiovisuales, dentro y fuera de internet, los más importantes para las culturas de la actualidad. También ha logrado mantener su posición ante la aparición de nuevas prácticas de escritura y la persistencia de géneros más antiguos, como el cuento.

Pero la novela no ha existido siempre. No en la historia del universo, evidentemente, pero tampoco en la historia humana ni en la historia de lo que llamamos la cultura occidental. Más aún, la novela tiene un origen relativamente reciente. La historia de ese origen resulta interesante por varias razones, y una de ellas es que siempre está cerca de quienes se animan a escribir una novela.

La palabra novela proviene del italiano novella, que a su vez se deriva del ad jetivo latino novus. Según los diccionarios, el vocablo novella puede tener la acepción de noticia o novedad (como cuando se habla de “nuevas” en el cas tellano), pero también otra, más extraña: la de cuento. En su origen, la palabra que hoy escribimos como novela quería decir exactamente lo contrario de lo que significa hoy.

Para entender esto, hay que considerar que, hace mucho tiempo, las plural) representaban también un género literario muy diferente. Antes de la invención de la imprenta, durante el periodo que hoy llamamos Edad Media, novelle otras narraciones que circulaban por escrito: se asentaban a mano y luego se transportaban de un lugar a otro, para ser leídas en voz alta a públicos, por lo general, totalmente iletrados. En el siglo xx, las últimas descendientes de esas novelle eran las llamadas vagamente provienen los flyers, propas y demás anuncios en formato jpg de esplendor, en el siglo xi o xii, las novelle constituían un medio de comunicación de los más eficaces en existencia, porque servían para comunicar numerosos temas de forma concisa y rápida para su época. Y, aunque muchas novelle podían referirse a acontecimientos reales y urgentes (una guerra, digamos, o un brote de peste), también podían contener ficciones, es decir, cuentos como los entendemos hasta la actualidad: narraciones de corta extensión acerca de sucesos inventados, con pocos personajes y un solo asunto o tema central.

Con el tiempo, a la vez que seguían siendo transcritas, las novelle de ficción empezaron a recopilarse en libros. Libros escritos y encuadernados a mano, naturalmente, que se guardaron en las bibliotecas de monasterios y palacios. Una colección del siglo xiii, reunida por un autor anónimo, se hizo famosa con el título de Il Novellino (y también como Cento novelle antiche: cien novelas antiguas), y fue inspiración de algunos de los primeros libros de cuentos importantes de la tradición europea, como el Decamerón (1349), de Giovanni Boccaccio. Como había novelle en otros países europeos, además de Italia, y como las ficciones de distintos temas proliferaron, acabó habiendo numerosos libros de novelle por toda Europa. Algunas de las “antologías de novelas” más famosas son, además de Il Novellino, los libros de caballerías, que Cervantes menciona en el Quijote: series de historias fantásticas acerca de caballeros andantes, que para el siglo xv ya se transcribían completas de libro a libro, incluso con modificaciones, agregados y continuaciones.

Alberto Chimal
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Este cambio abrió el camino a la novela como la conocemos. Algunas variedades de novelle, en especial las de la tradición del rey Arturo y sus caballeros —inglesa en su origen y adoptada por Francia después del siglo xi— empezaron a ser modificadas a través de una técnica que se llamó entrelacement (entrelazado o entrelazamiento). Esta técnica consiste en tomar dos o más historias breves separadas y transcribirlas agregando referencias entre unas y otras.

De este modo, se da la impresión de que narraciones muy distintas (incluso de siglos diferentes y autores muy separados entre sí geográficamente) comparten un mismo escenario y una misma época. Una versión contemporánea del entrelacement está en las escenas poscréditos de las películas de Marvel, en las que personajes de la historia que está terminando llegan a interactuar con los de otras series o películas, para recordar a los espectadores que todos pertenecen a un mismo universo cinematográfico. El entrelacement alcanzó un punto culminante alrededor de 1470, el año en que, más probablemente, un noble inglés venido a menos, sir Thomas Malory, completó su propia versión de las historias (casi todas novelle) del rey Arturo, que tituló Le Morte d’Arthur: la muerte de Arturo. La obra pretende contar, como otros libros de caballerías, diferentes narraciones de hazañas, guerras y peligros, pero además declara desde el comienzo su intención de que todo lo que relate forme parte de una sola historia: el ascenso y la caída del rey Arturo como ejemplo insuperable de virtud. Los relatos en los que Malory se basó abarcan mil años de tradiciones en las islas británicas y varias naciones europeas; su libro las condensa todas en un tiempo y un lugar míticos, y es esencialmente una novela en el sentido moderno: una narración extensa dividida en secciones (que hoy llamaríamos capítulos), en la que puede haber muchos personajes e historias diferentes, pero todo da una impresión de totalidad.

En 1485, unos quince años después de la muerte de Malory, William Caxton —uno de los pioneros del uso de la imprenta en Europa, siguiendo el ejemplo de Johannes Gutenberg— imprimió un tiraje de La muerte de Arturo, que se convirtió de inmediato en uno de los primeros bestsellers de la historia. Éste sigue siendo, hasta hoy, el texto clásico más conocido de la tradición artúrica y la fuente más común de todas las versiones posteriores del mito. La difusión acelerada y masiva por medio de la imprenta es el último elemento que hacía falta para que empezara el tiempo de la novela: un tipo de prosa literaria que se puede leer a solas y en silencio, en vez de escuchar en público, y en el que quien lee puede dejarse llevar, durante largos periodos, por la ilusión de un mundo amplio y complejo.

La tradición de las novelle no regresará, y nadie puede llegar a ser Thomas Malory otra vez. Ni siquiera el famoso Pierre Menard, aquel personaje fantástico de Jorge Luis Borges, podría volver a escribir La muerte de Arturo en el siglo xxi y convencernos de que está creando, de nuevo, la forma de la novela, basándose en tradiciones y accidentes de varios siglos anteriores a su propio tiempo. Sin embargo, como dije al comienzo, cualquier persona que intenta ser novelista (o que lo consigue) está reproduciendo en su trabajo la historia completa de la novela.

¿Qué sucede cuando decidimos trabajar en el proyecto de una nueva historia larga? Usualmente, pensamos en una primera idea, un personaje, una serie inicial de acontecimientos. Se trata de una narración que podría tener una extensión breve, pero a la que vamos agregado otros elementos para prolongarla: para enriquecer el mundo en el que se desarrolla, para volverlo más amplio y profundo. ¿Cómo se agregan estos elementos? Entrelazándolos con los que ya hemos establecido. Ludovico Ariosto —autor de Orlando furioso (1516), gran poema épico con influencia de las novelas de caballería— decía que un cuento era como un trozo de tela, que se podía unir a otros con un par de hilos sueltos para ir creando un gran tapiz. ¿No es esto lo que se hace para preservar la consistencia y la unidad entre las diferentes partes de la historia de una novela? Incluso si no partimos de historias separadas, como se hacía en el pasado, nos aseguramos de no contradecirnos en lo esencial: de lograr al menos cierta consistencia, que contribuya a que no se rompa la ilusión del entorno continuo y constante que la novela ofrece.

No hay nada mágico o sobrenatural en este proceso. Como muchas otras imágenes relacionadas con la escritura literaria, decir que reproducimos o recapitulamos la historia entera de la novela resume, de forma llamativa y simplificada, un trabajo que en ocasiones puede resultar difícil, complejo o simplemente aburrido. No es literalmente cierto, como tampoco es cierto que “escribimos con las vísceras” o que “los personajes nos dictan lo que quieren hacer”.

Pero ¿no es una imagen hermosa? Aun si no lo sabe, si no ha leído nunca La muerte de Arturo o Il Novellino, cada persona que escribe una novela debe reinventar o redescubrir el mismo camino (que tardó siglos en aparecer) y luego recorrerlo. No importa si la novela resultante es larguísima o si tira a novela corta, si es buena o mala, si es convencional o experimental. Ni siquiera importa si llegamos a concluir la novela o no. Estamos explorando recuerdos compartidos, un depósito de conocimiento que abarca tiempos y espacios enormes. A su propia manera, cada novela es la historia de la novela.+

*
La muerte del rey Arturo , de James Archer, 1860
13 Alberto Chimal es autor de La visitante. Se ha dedicado principalmente al cuento y la novela, así como a la enseñanza de la escritura creativa.
Le Morte d’Arthur: la muerte de Arturo. La obra pretende contar, como otros libros de caballerías, diferentes narraciones de hazañas, guerras y peligros.

¡Feliz atrevimiento! Juntar palabras que son nombres o cosas, sus atributos o su esencia e ir narrando la hermosa aventura, la vida misma, el horror de madrugada o la andanza de unos labios. Imagino el solitario silencio en que alguien se libera de la métrica de sus propios versos y rebasa sin amarre alguno los contados diálogos de una comedia para narrar libremente un mundo entero, mejor o peor que éste… pero otro. Decía el poeta Pessoa que vivir es ser otro, pero ese impulso que lo llevó a multiplicar y desdoblarse en versos y relatos cortos no alcanzó para que navegase la novela, incluso antes de que se extendiera por la imprenta; fue quizá en una mazmorra de la cárcel de Sevilla donde, entre sombras, un tal Cervantes murmuró en voz alta su propósito de hilar toda la vida de un hombre que, habiendo perdido la razón por lector, decide salir al mundo para enderezarlo. Y quizá en esa misma celda conversa con Cervantes un tal Mateo Alemán, que habría de signar la novela de un Guzmán, cuyas andanzas y delirios parecen cuadricularse con las de Alonso Quijano, llamado el Bueno Novela, entonces, es la nao donde caben todos los cuentos e incluso los poemas con y sin sus rimas; los ensayos que son pensamiento andante se vuelven —dentro de la novela— en otras disquisiciones y demás inquisiciones; así como caben las crónicas y sus entrevistas, los aforismos y sus greguerías… todos los géneros en el embudo o duya de alta repostería envuelta en novela; mas no al revés o contrario, pues no cabe en un soneto la navegación entera de la novela, que rebasa o extiende su hipnosis inmarcesible más allá del cuento. De hecho, tengo certificado que toda novela vale por los cuentos que contiene, la lírica que enuncia o evoca, o bien, la memoria e imaginación que ensaya en eso que llamamos ficción.

Novela que proyecta en la pantalla de la mente el paisaje que se reinventa en el momento de leerse, tal como vuelve a la vida el Caballero de la Triste Figura cada abril por saberse leído. Parece incluso que, al llegar a la vista, las letras vuelven a escribirse y, en manos de la lectora —en papel o pantalla—, la novela vuela invisible e impalpable, absolutamente sonora en la callada voz interior de cada párrafo… para volver a sonar en cada caricia de las yemas de otros dedos o en el espejo de agua salada que transpira. Novela lluvia o lágrima, hasta formar el mar por donde se busca incesantemente la inmensa ballena blanca de la obsesión o el niño de madera que boga sobre puras mentiras. Novela neblina, en la que otro Caballero Andante conversa en secreto con su Sancho los misterios de un asesinato pintado en escarlata o la lluvia que llega con Ilona, tan cerca del inmenso jardín novela que alguien deletreó para la eternidad.

Dice mi amigo Joao —gigante lector— que la diferencia nodal entre las novelas del realismo ruso y del realismo mágico, brotado en América, resulta apenas una consonante: mientras que Dostoievski apunta hacia el dolor, García Márquez desató el color; apenas una letra para diferenciar los íntimos laberintos mentales… uno que mira hacia el abismo al mirarse a sí mismo, el otro que vuela con mariposas amarillas allí donde una Bella se suelta a volar por las nubes y un Gitano resucita cada año con el embrujo de sus imanes. Novela hilo de sangre y páramo de silencio, en la que Rulfo hizo hablar a las tumbas entre sí… Novela Manhattan, que, paso a paso, Dos Passos armó edificio por edificio en una rapsodia que habla en voz alta entre tantos cronistas y reporteros, ensayistas y reseñistas que pasaron del papel periódico a la caja tipográfica y, ahora, a la pantalla de mano.

Novela de mujeres y por mujeres que rompen las cadenas de lo impuesto y liberan el aroma de las sílabas, y novelas que equivocadamente llaman de niños, negación de que todo lector es siempre niño al abrir la ventana de las páginas o desempañar el espejo de esto que llamamos novela y que es —evidentemente— muy difícil de explicar, porque no basta con señalar sus aristas o medir sus tamaños; no es justo limitar sus alcances o delimitar sus vicios o virtudes; no es necesario adjetivar cada una de sus manifestaciones ni mucho menos pontificarla o condenarla.

Intente usted el cuento que narra entre versos una historia que se desenrolla a lo largo de una extensión intensa, una extensa intensidad… Intente, entonces, edulcorar su fisionomía con relatos que apuntalan todos los nudos de su trama y encaminan como atardecer hacia el desenlace o punto final, en el que más de una novela exige su inmediata relectura o la continuación interminable de su conversación entre personajes, climas de paisajes y taquicardia de sus nudos. Verá entonces qué vano ha resultado el intento por intentar, con estos párrafos, el retrato de lo inasible, el mapa de lo ignoto, la cara de Novela… así: una y todas, sin título, pero privilegiada de mano en mano; proyectada en diferentes tipografías e iluminada por vela o pantalla luminosa. Novela narrada de memoria, tatuada en el corazón de quien la quiere transformar en imagen fluida o quien la memoriza y recrea para volverla intemporal e instantánea… inmortal.+

N O V E L A

14 Jorge F. Hernández
Jorge F. Hernández es escritor, periodista y aforista. Nació en 1962 y, desde entonces, no ha parado de contar historias.
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Dibujo de Jorge F. Hernández

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Andar a caballo entre el cuento y la novela: el caso dos nouvelles en la literatura universal

Enla literatura del siglo xx la nouvelle o novela corta se consolidó como un subgénero narrativo. Se trata de narraciones a caballo entre el cuento y la novela, según Julio Cortázar. Éstas muestran un solo conflicto y un cambio sicológico, pues describen los rasgos del personaje al luchar por sus objetivos, en un microcosmos ficcional más grande que el del cuento, pero más acotado que el de la novela.

Si se piensa en sus generalidades, estas obras parten de una situación concreta. El objetivo, a lo largo del desarrollo, es transformar la vida y la interioridad del personaje. Ofrecen una radiografía de la mente y de la época desde esa situación concreta, el hilo conductor de la trama. Finalmente, se da pie a la resolución de las intenciones para poner en evidencia la naturaleza humana.

La construcción psicológica en la nouvelle adquiere la misma importancia que la concepción estética de un ritmo palpitante, de acuerdo con el crítico literario Jean-Pierre Blin. Todo el tiempo, la función del ritmo consiste en seducir al lector con la concreción del lenguaje, la brevedad y la vertiginosidad narrativas. Dichas características son claves importantes en la lectura de una nouvelle. En las secuencias sólo se enfatiza el trayecto del personaje rumbo a su objetivo, sin caer en distracciones ni en ripios. Existe la posibilidad de desplegar tramas secundarias; pero se circunscriben al propósito central, en medio de complejidades humanas.

Hay una gama muy amplia de nouvelles notables por la transformación psicológica, los años que recrean y el arraigo ético de sus personajes. Con la intención de echarle un vistazo al tema, en este texto hablaremos de sus elementos constitutivos. A continuación se exponen ciertas características de dos nouvelles.

Las batallas en el desierto (1982)

Esta obra, del mexicano José Emilio Pacheco, es la historia de Carlos, un niño, habitante de la colonia Roma, en Ciudad de México, que forma parte de una familia clasemediera en la década de los cuarenta. Gracias a la rutina escolar, se hace amigo de Jim, un chico nacido en Estados Unidos. Al pasar los meses, Carlos es invitado a comer en la casa de Jim y se enamora de Mariana, la madre de su amigo, una mujer divorciada de 28 años. Se entusiasma con ella; pero también descubre los chismes y las trabas sociales. La trama se concibe a partir de una nouvelle de crecimiento, en la que la idealización de la figura materna conlleva una transgresión infantil con secuelas escolares y familiares. Además del conflicto de Carlos, la obra pone al descubierto las costumbres y los prejuicios morales de aquella época. El rechazo de la sociedad al enterarse del estado civil de Mariana representa una mirada a algunos valores y a algunos personajes con un perfil conservador en el México del siglo xx. Esta nouvelle revive los hábitos y las aspiraciones colectivas de ese periodo en un pequeño barrio en Ciudad de México: la colonia Roma.

El lector (1995)

El título original de esta obra de Bernhard Schlink es Der Vorleser, que en alemán significa “el que lee en voz alta”. En el desarrollo concreto de esta historia hay componentes de fondo para caracterizarla como una novela corta. A los quince años, Michael Berg sufre los primeros síntomas de hepatitis en la calle. Hanna, una mujer de 36 años, lo ayuda a regresar a casa al darse cuenta de su debilidad. Tras la convalecencia, Michael le regala un ramo de flores en señal de agradecimiento. Michael y Hanna entablan una relación amorosa, íntima. Ella siempre le pide que le lea en voz alta fragmentos de la escritura de Schiller, Goethe, Tolstói o Dickens. A pesar de la convivencia, la historia y las motivaciones de Hanna se mantienen en secreto. La lectura se convierte en costumbre hasta la desaparición misteriosa de ella. Tiempo después, Michael estudia derecho y asiste como observador y testigo al juicio oral de cinco mujeres, acusadas de crímenes de guerra nazis, incluida Hanna, su antiguo amor de infancia. Es evidente que el encuentro le provoca un choque emocional a Michael por el pasado de Hanna. Se consigue una dimensión social y también humana muy peculiares. La trama resulta entrañable por plantearle a Michael un debate ético, en el que pone en jaque sus convicciones profesionales y sus recuerdos amorosos de la adolescencia, entre la añoranza y el ensueño.

En suma, al pensar en la tradición literaria del siglo xx, la nouvelle tuvo como exigencia primordial desarrollar un solo tema en un universo completo, más amplio que el cuento y más reducido que la novela. Se debe remarcar la solidez estética que este subgénero posee, así como el arraigo que provoca en cualquier lector contemporáneo interesado en el descubrimiento de distintas formas expresivas. La importancia del estudio de la novela corta radica en poner por delante su precisión narrativa para mostrar una parte de la naturaleza humana. En este texto se expusieron las tramas de dos nouvelles, pero la tradición literaria goza de una larga historia y de una muestra muy vasta de este subgénero narrativo, a través de las cuales es necesario transitar en el ejercicio de la lectura y del análisis literario.+

Carlos Torres Tinajero
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Carlos Torres Tinajero es licenciado en lingüística. Ha impartido clases de Filosofía del lenguaje y Narratología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Textos suyos han aparecido en Casa del Tiempo, de la uam, y en la Revista de la Universidad, de la unam. Facebook: Carlos Torres Tinajero
Claudia Andujar y la lucha Yanomami 27.05.2023 –15.10.2023 muac.unam.mx Claudia Andujar. Susi Korihana thëri. Catrimani, 1972-1974 Impresión de inyección de tinta a partir de película infrarroja. Colección de la artista. Exposición organizada por el Instituto Moreira Salles, el Museo Universitario Arte Contemporáneo, MUAC, UNAM, y el Museo Amparo, en colaboración con la Hutukara Associação Yanomami y el Instituto Socioambiental Davi Kopenawa · Aida Harika · Poraco Hiko · Morzaniel Iramari Mariana Lacerda · Joseca Mokahesi · Orlando Naki uxima André Taniki · Edmar Tokorino · Vital Warasi · Ehuana Yaira Roseane Yariana · Forensic Architecture

señorío de la novela es extraño. Su poder avasalló a los otros géneros y los condenó a la marginalidad casi absoluta. Las consecuencias de su victoria son más que notorias: la poesía se esconde en los estantes más lejanos de las librerías y algo muy parecido ocurre con el teatro, el cuento o el ensayo. Por si esto no bastara, la novela despunta como la gran protagonista en las mesas de novedades, y los estantes que las contienen son los más grandes. Sólo de cuando en cuando los libros marcados por el escándalo o algunos textos de autoayuda ensombrecen su primacía en las listas de las obras mejor vendidas. Sin embargo, la venta de esos ejemplares casi siempre está determinada por el segundero de los medios masivos: las biografías no autorizadas de algún famoso o el reportaje que alumbra las cloacas apenas resultan una turbulencia para las novelas, que volverán por sus fueros en el preciso instante en que el escándalo envejezca.

Debido a esto, no es una casualidad que los editores de ese tipo de libros hagan una apuesta precisa cuando los lanzan al mercado: un tiraje muy abultado y una serie de reimpresiones rápidas y cautas, pues tienen claro que su vida será muy breve en la medida en que a los lectores les encantan las novelas. Esto fue lo que ocurrió —tan sólo por mencionar un caso— con En la sombra, la autobiografía del príncipe Harry, que de inmediato escaló en la lista de los mejor vendidos y cuyas ventas cayeron con la misma velocidad. En cambio, las novelas se mantienen en esta nómina como el género preferido y, en algunas ocasiones, su vida se prolonga más allá de las semanas que dura su campaña publicitaria: los nuevos clásicos casi siempre son novelas, y la gente, aunque no las lea, presume de conocerlas al dedillo. Ninel Conde, por ejemplo, le informó a la prensa que sus libros favoritos son Cien años de soledad y el Quijote

A golpe de vista podríamos suponer que el reinado de la novela ha sido casi eterno. Nuestros ojos se acostumbraron a las librerías modernas, donde inexorablemente ocupan un lugar privilegiado: da lo mismo si están marcadas por el olvido y la fugacidad —como sucedió con la saga de Crepúsculo— o si se transforman en libros que merecen la maravilla de la reedición —como ocurre con Cien años de soledad o con Las batallas en el desierto, sólo por mencionar un par de casos—. Sin embargo, debemos asumir que esta impresión es completamente falsa: la mayor parte de la historia de la literatura transcurrió sin su presencia y su reinado apenas tiene unos cuantos siglos. Durante milenios, la poesía fue la reina indiscutible, sin que importara gran cosa si se declamaba o si ya se había transformado en escritura. Y algo parecido sucedió con el teatro: la literatura que estaba pensada para los oídos y se mostraba como un acto comunitario en los escenarios, las plazas o en algunos hogares.

§2.Establecer la fecha precisa en que se inició el reinado de la novela me parece imposible. Nadie, hasta donde tengo noticia, se ha atrevido a firmar su acta de nacimiento. Tal vez —sólo tal vez—, ella comenzó a mostrar su poderío gracias a la irrupción de las novelas de caballerías, que pronto se transformaron en un género editorial que dio a la imprenta las secuelas y las precuelas de los esforzados caballeros que tenían la capacidad de convertir a sus lectores en aventureros de sillón —en este caso, quizá lo mejor sería escribir “aventureros de sillas de caderas”—.

Aunque esta idea parece sensata, también podríamos asumir que su primacía se inició con la novela que les puso fin a estas aventuras y que, según los entendidos, se transformó en la primera obra moderna de este tipo: el Quijote de Cervantes. Hipótesis no faltan, pero todas están condenadas a la parcialidad o al fracaso. A pesar de esto, me atrevo a pensar que la novela sólo pudo convertirse en la ama y señora de la literatura gracias a la confluencia de una serie de hechos extraliterarios: el desarrollo de la alfabetización y el nacimiento de un nuevo tipo de lectores; el surgimiento del individuo y la valoración de los sentimientos; la preeminencia de una nueva manera de comprender la arquitectura y el dominio de la noche. Evidentemente, estos hechos no lo explican todo —la parcialidad es una amenaza que siempre se cumple—, pero creo que nos permiten alumbrar algunas de las causas del señorío del género literario que marca a los lectores desde hace unos cuantos siglos.

sobre la novela

Un retablo
20 José Luis Trueba Lara
§1.El
´ 21 A
Woman Reading, after Pieter Janssens Elinga de François Bonvin

§3.Tengo la impresión de que el rei nado de la novela se consolidó gracias al nacimiento de un nuevo tipo de lectores: aquellos que aban donaron la escucha para apostarlo todo a la vista. Sin el surgimiento de la lectura silente, la novela no habría podido derrotar a los otros géneros. La razón de esto resulta casi obvia: la nueva manera de leer exigía a sus devotos un encuentro solitario que les permitiera experimentar aquello que no podían vivir ni expresar en público. Evidentemente, estamos ante un proceso que no ocurrió de un día para otro, pero tuvo la fuerza ne cesaria para trastocar por completo la escritura: los autores dejaron de crear para los oídos y comenzaron a hacerlo para la vista, para el encuentro íntimo con sus lectores. Efectivamente, las palabras dejaron de pensarse para sonar y mutaron en los fantasmas que recorren la mente, un fenómeno que Lope de Vega explica en algunos de los versos de El guante de doña Blanca:

… que entre leer y escuchar hay notable diferencia, que aunque [hay] voces en ambas, una es viva y otra muerta.

A pesar de la obvia diferencia que existe entre las palabras vivas y muertas, no es descabellado asumir que la lectura silente comenzó a mostrarse con fuerza desde el siglo xvi y se consolidó en el siglo xix. Los ejemplos de esta nueva manera de adentrarse en las páginas son legión y, por supuesto, van más allá de la novela en la medida que la lectura se convirtió en individual. En la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Bernal Díaz del Castillo nos muestra cómo esta transformación en el siglo xvi ya resultaba notoria: “Mi historia, si se imprime, cuando la vean y oigan, le darán por verdadera”. Obviamente, Bernal no es el único que revela este cambio en la escritura; Cervantes hace una apuesta muy parecida en el Quijote, y esta novedad también marca algunos de los versos en los que sor Juana se encuentra en la intimidad con su lector:

Óyeme con los ojos, ya que están tan distantes los oídos, y de ausentes enojos en ecos de mi pluma mis gemidos; y ya que a ti no llega mi voz ruda, óyeme sordo, pues me quejo muda.

El nacimiento de la lectura silenciosa no ocurrió por generación espontánea; en su parto intervinieron factores con distintos pesos: las tipografías que usaban las imprentas comenzaron a crearse para ser leídas en silencio y dejaron de parecerse a las que se trazaban en los manuscritos; el diseño de las páginas se transformó para dejar atrás la voz; el número de personas alfabetizadas aumentó lo suficiente para que la demanda de impresos tuviera un consumo más allá de las lecturas comunitarias, y, además, se asistió a un hecho que trastocó la historia de Occidente: el surgimiento de la idea de individuo, un ser capaz de tener un mundo propio y adentrarse en la vida de los protagonistas de las novelas y los folletines que lo educaban sentimentalmente para mostrarle los caminos de la felicidad y la desdicha. La duda es imposible: el nuevo lector tenía la facultad de odiar a los villanos, de idolatrar a las heroínas más sufridoras o de morirse de ganas por ayudar a los héroes. Tan fuerte resultó este impacto que se construyó la certeza de que los sentimientos eran importantes y valiosos, algo que nos parece obvio, aunque quizá no lo sea tanto. Alguien podría decirme que esto también ocurría en los teatros de la Antigüedad clásica o en las lecturas públicas del siglo xix; sin embargo, en el caso de la novela, existe un hecho que determina la distancia: el lector silencioso que vive la obra de manera solitaria.

El impacto que tuvo la alfabetización en la creación de los nuevos lectores resulta obvio. En Europa —según lo señala Marie-Claire Hoock-Demarle— durante los años que van de 1780 a 1880 se instauró plenamente la educación primaria y secundaria —incluso para las mujeres—, y la tasa de alfabetización se incrementó notablemente. En Alemania comenzó a crecer a partir de 1750 hasta llegar a 86.5 por ciento de la población en las primeras décadas del siglo xix. En el caso de México —al decir de José Ortiz Monasterio—, la alfabetización también experimentó mejoras, aunque no tan grandes como las de Alemania y el resto de Europa: en 1895, la población alfabetizada equivalía a 17.9 por ciento del total, mientras que en 1900 aumentó a 22.3 por ciento, y en 1910 a 27.7 por ciento. Como resultado de estos hechos, la producción libresca cambió con gran velocidad y las prensas comenzaron a producir las páginas que los nuevos lectores demandaban. Los catálogos que publicaba la Feria de Leipzig revelan este hecho: en 1770, las obras religiosas ocupaban una cuarta parte del listado, mientras que los libros de la llamada “bella literatura” pasaron de 16.5 por ciento a 21.5 por ciento en 1800. Las obras dedicadas a la fe tenían un nuevo rival que terminó por desplazarlas.

22
A Woman Reading de Boris Grigoriev José Luis Trueba Lara

§4.La modernidad, que corre al parejo de la historia de la novela, también implicó una nueva concepción de lo humano: el individualismo que nació junto con las ideas liberales. El impacto de esta nueva mirada no es despreciable: desde finales del siglo xviii y durante el siglo xix ya parecía claro que los seres humanos tenían la libertad para buscar su felicidad de manera individual, y que este derecho no podía ser coartado por la tiranía de la mayoría o por un gobierno despótico. Por esta razón, el único límite para la búsqueda de la felicidad estaba en las acciones que perjudicaban la felicidad de los otros. Esta creencia tiene una implicación fundamental para el señorío de la novela: para encontrar la felicidad, los seres humanos cuentan con la educación sentimental que corre por cuenta de las obras que exploran las pasiones y los sentimientos, al tiempo que permiten explorar la vida de otras personas para comprender la suya o vivir las aventuras que están más allá de su alcance. En este sentido, la publicación de Madame Bovary o de Anna Karenina puede verse como parte de la marea que exploraba la intimidad y ofrecía la posibilidad de experimentar lo que jamás se viviría o aquello que estaba prohibido vivir.

Gracias a las novelas que se leían en la intimidad, las viejas escuelas sentimentales se enfrentaron a una competencia que casi las derrotó por completo. El teatro, la ópera y la lectura comunitaria de poesía perdieron su importancia y la cedieron a la nueva literatura que permitía a sus devotos experimentar en privado lo que antes era un asunto público. Sin embargo, el liberalismo y el individualismo contenían una contradicción que parecía irresoluble: los fieles seguidores de las nuevas ideas asumían que las mujeres debían mantenerse como ángeles del hogar y acceder a la educación que las transformaría en las madres de los ciudadanos del futuro. Es decir, ellas debían leer y, al mismo tiempo, dejar de leer. Algo parecido sucedió con los niños y los jóvenes, que fueron condenados a las lecturas adecuadas y útiles. Por esta causa, la lectura de novelas fue perseguida, aunque jamás logró la condena absoluta: el espacio se había transformado y las recámaras devinieron en un refugio casi secreto.

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The Artist's Wife, de Albert Bartholomé
Cuando la presencia de la recámara se generalizó, la lectura de novelas encontró su paraíso.

Entrar a la recámara de otro es atrevido: ahí, a diferencia de lo que ocurre en otros espacios de la casa, no está lo que se quiere mostrar, sino aquello que se desea o se necesita ocultar. Las razones que explican la claustrofilia y el secreto son sencillas de comprender: ahí se desarrollan la verdadera intimidad, así como el aislamiento que desafía al tabú y al temor del pecado; ése —cuando menos en un principio— es el lugar donde la persona puede ser como realmente es o como anhela ser. Ahí no están las miradas que obligan a dejar de ser uno mismo, a comportarse como se espera. Ahí sólo está la intimidad perfecta, el espacio donde resulta posible conquistar la libertad y crear un mundo.

La idea de la recámara —tal y como hoy la comprendemos en Occidente— es un asunto casi novedoso: durante la larguísima Edad Media, los nobles jamás pensaron en ella como un lugar privado, íntimo. En aquellos tiempos, sólo existían los espacios comunes y multifuncionales, que mutaban a lo largo del día: se convertían en el taller, el lugar de los negocios, el sitio de la convivencia ineludible, el ámbito donde, a pesar de la oscuridad de la noche, el secreto era imposible. Por si esto no bastara, la idea de lo “confortable” brillaba por su ausencia. No sería sino hasta el siglo xviii cuando comenzó a revelarse junto con las nociones del individuo y lo íntimo. Quizá por esta razón no debe sorprendernos que la invención de la recámara represente una creación tan inglesa como el liberalismo radical, tal como Balzac lo señaló al afirmar que los británicos “veían a la alcoba como un sanctasanctórum. Jamás era admitido un extraño en ella. Los propios miembros de la familia sólo entraban allí en casos de emergencia”.

El ocultamiento de la recámara también afectó su coloratura: la viveza de los colores públicos —como el rojo encendido— se fue perdiendo conforme avanzaba la privacidad. Las recámaras de las jóvenes inmaculadas comenzaron a pintarse de azul cielo para recordar a la virgen; el verde claro se hizo presente en los aposentos maritales o en los de aquellos que buscaban la paz y el sosiego, mientras que el crema —a pesar de su falta de personalidad— se convirtió en un color bien recibido: se tenía la certeza de que un buen sueño sólo podría lograrse en un ambiente iluminado con tonos suaves y opacos.

Cuando la presencia de la recámara se generalizó, la lectura de novelas encontró su paraíso: ahí, en la soledad lejana de las miradas, los lectores podían adentrarse en sus páginas para vivir las pasiones que les estaban negadas o descubrir los mundos que se encontraban más allá de la monotonía de sus vidas. Incluso, cuando el mobiliario de estos espacios se especializó, surgieron nuevas posibilidades para estar cerca de los libros. En la mesa de noche o en el buró estaban los ejemplares que no debían ser vistos por los otros: las novelas a la francesa que mostraban las pasiones; los libros escritos por los libertinos, que se leían con la mano izquierda; las aventuras que desafiaban la grisura cotidiana, y las páginas que se mostraban como el espejo de los deseos inconfesables. El nacimiento de la recámara como el espacio de la literatura íntima y solitaria también está unido a la conquista de la noche: la historia de la modernidad y la novela avanzan por el mismo camino de los sistemas de iluminación. La derrota de las velas —da lo mismo si eran de cera o de sebo—, la aparición de los quinqués, la irrupción de las lámparas de gas y del poder de la electricidad permitieron que la oscuridad fuera vencida y la lectura de novelas se transformara en una actividad nocturna, equiparable a los actos amorosos y perversos que nadie, absolutamente nadie, debería mirar.+

§5.
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La duda es imposible: el nuevo lector tenía la facultad de odiar a los villanos, de idolatrar a las heroínas más sufridoras o de morirse de ganas por ayudar a los héroes.
Pintura de Barbino, ilustración vintage. Del Universo y la Humanidad , 1910. Trueba Lara
José Luis José Luis Trueba Lara es escritor, editor y profe. Colabora en la radio y de pilón sale en la tele. Duerme la siesta con su esposa y ha publicado varios libros. Es un lector que ha llegado al extremo de trabajar para pagarse el vicio. Twitter: @TruebaLara Abre estos códigos y descubre un par de artículos sobre dos escritoras maravillosas: Marguerite Yourcenar y Elena Garro.

LOS

FICCIÓN NO FICCIÓN

EXTRAÑAS

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VOLVER A EMPEZAR (IT STARTS WITH US)

Collen Hoover

PLANETA

Este libro alterna las perspectivas de Lily y Atlas, y continúa justo donde nos dejó Romper el círculo. Descubriremos más sobre el pasado de Atlas y seguiremos a Lily en busca de una segunda oportunidad de encontrar el amor verdadero mientras tiene que lidiar con un exmarido celoso.

LA QUÍMICA DEL AMOR

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ROMPER EL CÍRCULO

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Mark Wolynn

GAIA

Esta obra innovadora aporta una lúcida comprensión de los traumas heredados y ofrece nuevas herramientas poderosas para acabar con el sufrimiento que producen. Mark Wolynn guía sabia y fiablemente al lector a lo largo del viaje que conduce a la curación.

ENCUENTRA TU PERSONA VITAMINA

Marian Rojas Estapé

ESPASA MÉXICO

Muchos hoy en día arrastramos heridas emocionales que nos impiden conectar de forma sana con el entorno. Encuentra tu persona vitamina te ayudará a comprender el vínculo con tus padres, tus hijos, tu pareja, tus amigos y tus compañeros de trabajo a la vez que entiendes tu historia emocional. Porque cuando uno se comprende, se siente aliviado.

EL INFINITO EN UN JUNCO

JÓVENES

TRES MESES

Joana Marcús MONTENA

ANTES DE DICIEMBRE

Joana Marcús MONTENA

CUANDO NO QUEDEN

MÁS ESTRELLAS

QUE CONTAR

María Martínez

CROSSBOOKS MÉXICO

Irene

En esta obra exquisita sobre los orígenes del libro, Irene Vallejo recorre la historia del asombroso artefacto que nació hace cinco milenios, cuando los egipcios descubrieron el potencial de un junco al que llamaron papiro. Los tiempos se funden en la aventura colectiva de quienes sólo han concebido la vida en compañía de la palabra escrita.

RUGE

O ESPERA A SER DEVORADO

Daniel Habif

PLANETA MÉXICO

En estas páginas, Daniel Habif vuelve a elevar su inspiradora y estimulante voz para compartir aprendizajes profundos y aplicables que te permitirán comprender tus límites mentales y alcanzar un mayor dominio de tus capacidades. Además, explora alternativas para desatar todo tu potencial, afina el poder de tus pensamientos y te ayuda a liberar ese grito que espantará a quienes pretenden devorarte.

UNA HISTORIA COMPARTIDA

Julia Navarro PLAZA JANÉS

“Este libro es un relato personal, un viaje a través de mis inquietudes y lecturas, mi encuentro con historias protagonizadas por mujeres, ya sean reales o criaturas literarias, sin olvidar el papel de los hombres que estuvieron cerca de ellas, para bien o para mal. Y ahora doy comienzo a esta historia”. Julia Navarro.

UNO SIEMPRE CAMBIA

AL AMOR DE SU VIDA

Amalia Andrade Arango

PLANETA MÉXICO

INVISIBLE

Eloy Moreno NUBE DE TINTA

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ELECTRÓNICOS ARTE Y RECREACIÓN

NO ME PUEDES LASTIMAR

David Goggins

LIONCREST PUBLISHING

En No me puedes lastimar, Goggins comparte la asombrosa historia de su vida y revela que la mayoría de nosotros aprovechamos sólo 40 de nuestras capacidades. Goggins llama a esto La Regla del 40, y su historia ilumina un camino que cualquiera puede seguir para superar el dolor, vencer el miedo y alcanzar su máximo potencial.

LA REVOLUCIÓN DE LA GLUCOSA

Jessie Inchauspé

DIANA MÉXICO

Mejora todos los aspectos de tu salud, desde el peso, el sueño, los antojos, el estado de ánimo, la energía, la piel… e incluso retrasa el envejecimiento con trucos fáciles de implementar y basados en la ciencia, que te ayudan a controlar tus niveles de azúcar en sangre mientras sigues comiendo los alimentos que te encantan.

TE ESPERO EN EL FIN DEL MUNDO

Andrea Longarela CROSSBOOKS

Violet y Levi son mejores amigos y, cuando empiezan a crecer, se dan cuenta de que sus sentimientos también lo hacen. Pero Levi desea echar raíces mientras que Violet quiere volar muy alto. Una cabaña abandonada, una colección de figuras de madera y un amor de los que marcan toda una vida. El de Levi, el chico que hacía muchas preguntas, y el de Vi, la chica que tenía todas las respuestas.

DÉJALO IR

John Purkiss

DIANA MÉXICO

John Purkiss combina el por qué y el cómo soltar nuestros patrones, ideas y expectativas con técnicas de eficacia demostrada que nos ayudarán a que desaparezca el estancamiento y a que el cambio suceda. Nos liberaremos del dolor y de los pensamientos que nos retienen, para empezar a vivir intuitivamente, con abundancia, serenidad y alegría.

SPARE: EN LA SOMBRA

Príncipe Harry

PENGUIN RANDOM HOUSE GRUPO EDITORIAL ESPAÑA

Ésta es, por fin, la historia de Harry. Con su franqueza directa y sin concesiones, En la sombra es una publicación que marcará un hito, llena de lucidez, revelaciones, introspección y sabiduría, adquirida a un alto coste, sobre el eterno poder del amor.

EL FRAUDE DEL ARTE CONTEMPORÁNEO

Avelina Lésper

MADRE EDITORIAL

Es momento de que todos rompamos con el arte contemporáneo VIP: video, instalación, performance, un falso arte sostenido en la mediocridad, la especulación económica y el enchufismo. Aquí expongo mis argumentos para afirmar que esas obras no son arte, ese estilo es una expresión sin valor intelectual y estético.

MEDITACIONES DE CINE

Quentin Tarantino

RESERVOIR BOOKS

En este libro, Tarantino analiza, desde los puntos de vista más insólitos y con su particular conocimiento enciclopédico, varias películas clave del rompedor y descarnado cine estadounidense de la década de los setenta, vistas todas ellas en su más tierna infancia y revisitadas compulsivamente con posterioridad. El resultado es una obra tan rigurosa y reflexiva como juguetona y entretenida.

MANDALAS PREHISPÁNICOS / CULTURA MAYA

Gabriela Ardila Chausse

HACHETTE LIVRE

Basado en los códices conservados hasta hoy en día, esta serie presenta una composición armónica de los dibujos más impresionantes de dioses, costumbres, símbolos y la naturaleza propios de las culturas maya, mexica, olmeca y tolteca. La serie tiene páginas gruesas y un formato cuadrado: elementos perfectos para el coloreado con diferentes técnicas, como lápices de colores, grafito, acuarelas o pintura digital.

MANDALAS PREHISPÁNICOS / CULTURA MEXICA

Marco Antonio Vergara Salgado

HACHETTE LIVRE

Basado en los códices conservados hasta hoy en día, esta serie presenta una composición armónica de los dibujos más impresionantes de dioses, costumbres, símbolos y la naturaleza propios de las culturas maya, mexica, olmeca y tolteca. La serie tiene páginas gruesas y un formato cuadrado: elementos perfectos para el coloreado con diferentes técnicas, como lápices de colores, grafito, acuarelas o pintura digital.

DIBUJA Y CREA TU PROPIO MANGA

Editorial Guadal

GUADALX

¿Quieres convertirte en un experto dibujante de manga? En este libro aprenderás todo acerca de estas historietas y del arte de dibujar personajes, fondos, viñetas y escenas. ¡Anímate! Con esta completa guía para dibujar estarás listo para diseñar tu propio manga. ¡Toma lápiz y papel y comienza ahora mismo!

DIARIO DE GREG: UN RENACUAJO

Jeff Kinney MOLINO

COMPAS 8. LOS COMPAS Y LA AVENTURA EN MINIATURA

Mikecrack, El Trollino y Timba VK

MARTÍNEZ ROCA MÉXICO

CUENTOS DE BUENAS NOCHES PARA NIÑAS REBELDES 5

PLANETA MÉXICO

LARGA VIDA A LA REINA DE HALLOWEEN

Shea Ernshaw

PLANETA MÉXICO

MI LIBRO MÁGICO

Carmen Espinosa

Elenes De Alvárez

GRUPO EDITORIAL

ONCESETENTA

NIÑOS
29
El primer paso comienza aquí…
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