Palabras encontradas
La voz es tan fugaz como la música que se escucha en un concierto. Luego de oírla, sólo quedan el silencio y el recuerdo que la trastocan. Nuestra memoria es infiel: magnifica y empequeñece; olvida lo que podría resultar valioso y se conforma con lo irrelevante; da valor y resta importancia. Por eso necesitamos que la memoria tenga auxiliares, muletas que le permitirán recordar con precisión y volver a lo que estaba condenado a perderse. Borges decía que los libros eran los auxiliares de la memoria y exactamente lo mismo podríamos decir de las grabaciones de audio y de las imágenes que la luz labró en los pixeles de un video. Por esta razón, en este número de Lee+ tomamos una decisión precisa: las entrevistas conformarían su objetivo y, gracias a ellas, podríamos desafiar al olvido y la desmemoria. Las conversaciones que mantuvimos con distintos autores —que lo mismo van de la novela a la historia de la ciencia, o de la literatura al muralismo— nos permiten fijar las voces, conservarlas y compartirlas. Estas pláticas, más allá de sus especificidades, nos obligan a reconocer un hecho fundamental: conversar es humano. Esto implica las posibilidades de encontrar juntos los saberes, de hallar mecanismos para el disenso y, por supuesto, de tejer las redes de palabras que nos unen con los otros.
La certeza de que conversar es humano marca este número de Lee+ y refrenda una de nuestras creencias más importantes: los libros, la música, el cine y las palabras son medios que nos permiten encontrarnos mientras nos encontramos con los otros.+
Yara Vidal Directora General Revista Lee+ de Librerías Gandhi6 Elvira Sastre, lejos de lo que nos congela Yara Vidal, Carina Vallejo
7 Aura García-Junco:
la fe en la ceguera de la escritura José Luis Trueba Lara
8 Para todos los que sufren
La terrible historia de Matthew Perry Yara Vidal
9 Extracto del libro: Matthew Perry. Amigos, amantes y aquello tan terrible
10 Ulrich Richter Morales o la pasión por la modernidad pitagórica Irma Gallo
11 Confieso que he leído, conversaciones con escritoras por Nadia Jiménez Irma Gallo
12 Conversación con Gilles Lipovetsky (2.ª parte)
Adriana Romero-Nieto
15 Entrevista a Mónica Mateos Irma Gallo
16 La realidad es un sueño recurrente Una entrevista con Mircea Cartarescu Alonso Funes/ Karlos Díaz 18 Una plática con Anna Escardó
José Luis Trueba Lara
20 Sinfonía para corazones extraviados Ana Clavel
21 Por desobedecer a sus padres, de Ana Clavel María de Alva
22 Una plática con Laura Emilia Pacheco
José Luis Trueba Lara 24 Entrevista a Mariana García Luna Carina Vallejo
26 Flamboyant, libros para que las infancias tengan un planeta donde vivir José Luis Trueba Lara
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Desde la publicación de su último poemario hasta Adiós al frío pasaron cuatro años, un periodo aparentemente amplio. Cuando la autora comparte su proceso de escritura y de edición, entendemos las peculiaridades del libro:
Yo siento que los libros de poesía no los escribo de una; son poemas que van surgiendo, que voy escribiendo y, cuando veo que tengo un número considerable que tiene un sentido, un concepto detrás, es cuando los corrijo, edito, ordeno y veo si eso da para hacer un libro. Cada libro nace de una manera distinta, pero con éste estoy muy contenta, porque creo que es el más reflexivo, precisamente por todo ese tiempo.
Entre las páginas de Adiós al frío, el dolor se revela con características particulares, incluso diferentes a otras obras de la autora:
Yo diría que en mi poesía siempre hay algo de dolor, pero en este libro el dolor está desde un punto de vista más tranquilo, como la calma o la reflexión que dejan los momentos que nos hacen daño. La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida (AGT Editor, 2017) fue muy duro. En cambio, en este libro muestro lo que hubo detrás de todo eso: lo que quedó como dolor, lo que quedó como aprendizaje y lo que quedó como la vida que pasa, se transforma y nos permite seguir.
Inicialmente, el poemario se llamaba La razón de los lamentos, pero Sastre consideraba que dejaba muchas cosas fuera: “Al final no es un libro que hable solamente de tristeza o de pena o de dolor, creo que tiene muchísimo más”. Así llegó Adiós al frío, un título que elaboró en conjunto con Benjamín Prado: “Por el simple hecho de llevar su firma tenía que ser el válido, el perfecto, y había que defenderlo hasta la muerte”.
Como Elvira señala, este libro contiene dimensiones distintas. Están los perros, por ejemplo. La autora acota que en realidad no escribe sobre ellos, sino sobre las emociones que le despiertan o lo que les ha aprendido:
Empiezo con unos poemas que le escribí a mi perro Tango, que falleció y que fue mi primera experiencia con la muerte; ésta me enseñó muchísimo y lo sufrí a la par. Son poemas que no leo en voz alta porque me cuesta todavía un montón. Pero luego llegó Viento para revolucionarlo todo y limpiar un poco todo ese daño. Eso también lo cuento ahí. Luego llegó Berta, que al inicio fue una perra muy desconfiada, pero cuando te mira y deja que la acaricies te sientes la persona más especial del mundo. Mi único requisito en la vida consiste en estar cerca de ellos.
Al hablar sobre los perros, Elvira reflexiona y dice que ellos nos recuerdan que nosotros también somos animales y nos ayudan a conectar con esa parte que solemos olvidar. Cuando le pedimos que nos comparta un fragmento de alguno de sus poemas, no duda en elegir unos versos de “Poema para entender la vida”:
Se trata de pedir calor a quien conoce el fuego, luz a quien ilumina los caminos, amor a quien sabe de miedo. Y limpiarnos la piel, los ojos, abrir las manos y sentir los oídos, cuidarnos por dentro y entender, por fin, que la vida es esto: un río sin caudal ni final, por el que dejarse llevar sin temor a la corriente, como el que sabe que esto es tanto y lo es todo +
Elvira Sastre
lejos de lo que nos congelaVe
Hace muy pocos años, en 2019 para ser exactos, Aura GarcíaJunco publicó su primera novela: Anticitera, artefacto dentado (Booket). Tres años más tarde, la revista Granta la señaló como una de las 25 narradoras jóvenes más prometedoras en lengua española. La aparición de Mar de piedra (Seix Barral, 2022), su nueva novela, obliga a indagar en su literatura, en su enceguecido método de escritura y, por supuesto, en la manera como se entretejen en su obra la ficción, la realidad y las metáforas sobre el mundo.
Tengo la impresión de que llamarse Aura podría ser una condena, un destino que te obliga a ser bruja o escritora…
O ambas.
Y tú, ¿cómo escribes?, ¿cómo llegas a crear una novela como Mar de piedra?
Mi proceso para escribir novelas es extraño: tiene más que ver con la intuición y con no saber hacia dónde voy que con un plan perfectamente detallado. Mi punto de partida son las atracciones poderosas, las intuiciones que se pueden perseguir, pero nunca nacen del saber de qué trata la historia o quiénes son exactamente los personajes. Al comenzar tampoco tengo un mensaje claro y concreto. Esto me gusta de la escritura de novelas: cada autor tiene un método que parece óptimo, pero hay algunos más claros que el mío. Cuando empiezo a escribir me encuentro en un estado de ceguera total, me entrego a un acto de fe. Yo escribo porque me gusta escribir: en los ensayos me explico cosas que suceden en este mundo; en las novelas puedo crear mundos y maravillarme de lo que puede ocurrir en una hoja en blanco. El papel y las palabras me dan la oportunidad de entender aquello que me sorprende. Toda escritura es un viaje, un trayecto en el que no sabes qué vas a encontrar.
Mar de piedra está llena de objetos inexistentes, de libros que aún no se editan… parece que en tus novelas siempre hay un elemento que se acerca a la no ficción, como sucede con los mapas.
Esto me gusta mucho, incluso ya lo había hecho en Anticitera. Creo que tiene que ver con la tradición de los libros apócrifos, con la idea de poder crear objetos en mi literatura. Como Mar de piedra debía ser una obra que transcurriera en una realidad paralela, en ella se tendrían que mostrar sus propios objetos, que debían ser creados por los personajes de esa otra realidad. Esto proviene del acto de imaginar una manera de responder a distintas preguntas: ¿cómo es el mundo en el que transcurre la novela?, ¿qué objetos, qué palabras y qué acciones pueden ocurrir en un mundo donde existe una religión totalmente distinta? Lo importante es crear una fantasía que se autogenera. En este hecho se encuentra algo poderosísimo: la fantasía que nos permite crear metáforas de la realidad en la que vivimos. Pensar la realidad como algo puro nos puede llevar al anquilosamiento. Mar de piedra bien podría ser una metáfora de la violencia, de las desaparecidas… Sí, por supuesto. La novela es un reflejo muy poderoso de las desapariciones. De hecho, en algún momento, Luisa Valenzuela —que también proviene de una realidad que ha padecido este horror, a veces inexplicable con palabras— me dijo que la novela era una metáfora muy fuerte para hablar de este tema. Las desaparecidas son las personas que ya no están, pero que no dejan de estar; ellas crean la potencia de la ausencia. La idea de una estatua que es y no es la persona provoca la misma sensación de la dureza de lo inasible, de no tener un cuerpo, de jamás tener una respuesta. Esto puede resultar mucho más terrible que conocer el verdadero desenlace, aunque éste sea la muerte. Los personajes de Mar de piedra están atrapados en esta incertidumbre.+
Rodrigo RojasGarcía-Junco: la fe en la ceguera de la escritura
Aura
Para todos los que sufren La terrible historia de Matthew Perry
Crecimos viendo Friends. Semana a semana, millones de espectadores compartimos momentos memorables por las ocurrencias bobas de jóvenes adultos descubriendo las reglas de la vida. La premisa era que todo parece superable mientras tengamos a nuestra banda de amigos apoyándonos. A través de las temporadas, pudimos ver la trayectoria de la adicción y del tipo de sustancias que Matthew Perry estaba consumiendo, por medio de los cambios físicos que tiene Chandler y que quedaron documentados chiste tras chiste, sin saber lo siniestro que ocurría detrás de cámaras. El actor confiesa que ha pasado la mitad de su vida adulta en rehabilitación y ha gastado nueve millones de dólares en alcanzar la sobriedad, la cual mantiene por periodos. Decidido a ayudar a otros con su historia, plantea un futuro alejado de la actuación.
A los 14 años tomó alcohol por primera vez y nunca paró. Era la primera vez que su mente se sentía normal y eso buscó todos los días durante décadas, parando sólo para entrar a rehabilitación o al hospital practicamente muerto.
En el libro (realmente escrito por él), relata cómo de recién nacido un doctor le recetó babitúri cos para que no llorara, lo que más tarde fue analizado como “la fuente del problema” de hacer adicto a su cerebro. A los 14 años tomó alcohol por primera vez y nunca paró. Era la primera vez que su mente se sentía normal y eso buscó todos los días durante décadas, parando sólo para entrar a rehabilitación o al hospital practicamente muerto. En 2018, su adicción lo hizo atravesar una odisea médica: neumonía, perforación en el colon, terapia intensiva y docenas de cirugías. En la introducción del libro dice: “Por favor tengan en cuenta que los próximos párrafos de este libro serán de una biografía y no de una autobiografía, porque yo ya no estaba ahí”.
Grabando el audiolibro de sus memorias, Matthew Perry pensó de pronto: “¡Por Dios!, ¡qué vida terrible tuvo esta persona!”, de inmediato se dio cuenta: “Esperen un minuto, ¡estoy hablan do de mí!”. Hoy en día, lo que lo ha mantenido con esperanza es ayudar a otros:
Cada vez que recordaba algo muy íntimo, que realmente no quería compartir, pensaba en las personas a las que podía ayudar si lo contaba, y eso me hacía continuar […] Fue duro revivir todo esto, es más duro leerlo que escribir.
Perry ya había escrito guiones para televisión —The Odd Couple, Mr. Sunshine “Nunca se me había ocurrido escribir un libro”. La dedicatoria del libro dice: “Para todos los que sufren por ahí y saben de lo que hablo”. Resulta muy difícil leer algo así, porque además lamentablemente uno no deja de hacer las cosas porque vea las consecuencias en el prójimo: no se escarmienta en cabeza ajena. Sin em bargo, se trata de un documento muy honesto y valioso para comprender lo pe ligroso y tortuoso que es alimentar y desactivar a un cerebro adicto. Más aún en una sociedad en la que es cada vez más común que se consuman drogas, como las microdosis. Cada generación se enfrenta con nuevas drogas sin pensar en lo que le están haciendo a su cerebro y sus consecuencias: un órgano adicto que controla tus acciones se convierte en algo muy delicado.
Las memorias de Perry se escribieron sin un escritor fantasma, algo no común:
No sabía cómo parar. Si la policía hubiese venido a mi casa para decirme ‘si bebes esta noche, te llevaremos a la cárcel’, hubiera comenzado a empacar. No podía parar porque la enfermedad y la adicción son progresivas. Así que empeora cada vez más a medida que envejeces […] El proceso de recuperación es día a día, y no termina porque haya escrito un libro.
Amigos, amantes y aquello tan terrible
Prólogo
Hola, me llamo Matthew, aunque tal vez me conozcas por un nombre distinto. Mis amigos me dicen Matty.
Y debería estar muerto.
Si quieres, puedes pensar en lo que estás a punto de leer como un mensaje del más allá; mi más allá.
Hoy es el Séptimo Día del Dolor. Y cuando digo Dolor no me refiero al que se siente cuando te golpeas un dedo del pie o ves la secuela de Un vecino peligroso. Escribo la palabra “Dolor” con “D” mayúscula porque éste fue el peor dolor que había sentido en mi vida —era el Ideal Platónico del Dolor, el dechado. He escuchado a algunas personas decir que el peor dolor de todos es el del parto; bueno, pues éste era el peor dolor imaginable, sólo que sin la alegría de tener a un recién nacido entre mis brazos al final.
Sin embargo, no sólo era el Séptimo Día del Dolor sino también el Décimo Día de Cero Movimiento (si entiendes a lo que me refiero). No había cagado en diez días: ahí está, lo dije con todas sus letras. Algo andaba mal, muy mal. Éste no era un dolor sordo, palpitante, como una jaqueca; ni siquiera era un dolor agudo, punzante, como la pancreatitis que me dio a los treinta. Éste era un Dolor completamente distinto. Como si mi cuerpo estuviera a punto de explotar. Como si mis entrañas quisieran salir de mi cuerpo a la fuerza. Éste era el tipo de Dolor que no debía tomarse a la ligera.
Y los ruidos. Válgame Dios, los ruidos. Por lo general, soy una persona bastante callada y reservada. No obstante, en esta noche en particular, gritaba a todo pulmón. Algunas noches, cuando el viento es óptimo y todos los autos están estacionados, se pueden escuchar los terribles sonidos de los coyotes destrozando algo que aúlla en las colinas de Hollywood. Al principio, parecen voces de niños riéndose muy, muy lejos, hasta que te das cuenta de que no se trata de eso, sino de las laderas de la muerte. Aunque, por supuesto, lo peor es cuando se dejan de escuchar los aullidos, porque sabes que lo que sea que haya sido atacado ahora está muerto. Éste es el infierno.
Y sí, existe un infierno. No dejes que nadie te diga lo contrario. Existe; yo he estado ahí. Fin de la discusión.
En esta noche en particular, yo era el animal. Gritaba y peleaba con uñas y dientes por mi supervivencia. El silencio implicaba la muerte. Yo no sabía cuán cerca me encontraba del final.
En aquel entonces, vivía en una casa de vida sobria en el sur de California. Esto no era ninguna novedad; he vivido la mitad de mi vida en uno u otro tipo de centro de rehabilitación o casa de vida sobria. Lo cual está muy bien cuando tienes veinticuatro años, pero no está tan bien cuando tienes cuarenta y dos. Ahora yo tenía cuarenta y nueve años, y aún luchaba por quitarme este problema de encima.
Para ese entonces, yo sabía más de drogadicción y alcoholismo que cualquiera de los coaches y médicos que me encontraba en los centros de rehabilitación. Por desgracia, este autoconocimiento es inútil. Si el boleto dorado a la sobriedad se hallara en el trabajo duro y en adquirir conocimientos, la bestia de la adicción no sería más que un vago recuerdo desagradable. Tan sólo para mantenerme vivo, me había convertido en un paciente profesional. No endulzaré la situación: a los cuarenta y nueve años, aún tenía miedo a quedarme solo. A solas, mi cerebro trastornado (cabe aclarar que únicamente en esta área) encontraría cualquier excusa para hacer lo impensable: consumir alcohol y drogas. Tras décadas de mi vida arruinadas por hacer esto, me aterraba volver a caer. No tengo miedo a hablar frente a veinte mil personas, pero si me dejas solo sentado en mi sillón frente a la televisión por una noche, me asusto. Y este miedo es a mi propia mente; miedo a mis propios pensamientos; miedo a que mi mente me haga recurrir a las drogas, como lo ha hecho tantas veces en el pasado. Mi mente quiere matarme, y estoy plenamente consciente de ello. A menudo me invade un sentimiento de soledad acechante, un anhelo, y me aferro a la idea de que algo externo arreglará mis partes rotas. ¡Pero ya he probado todo lo que el mundo exterior tiene para ofrecerme!
Julia Roberts es mi novia. Eso no importa, tienes que beber.
Acabo de comprar la casa de mis sueños. ¡Tiene una vista panorámica de toda la ciudad! No puedes disfrutar eso sin un dealer.
Estoy ganando un millón de dólares a la semana. Soy un ganador, ¿cierto? ¿Quieres tomar? Por supuesto, faltaba más. Muchas gracias.
Lo había tenido todo, pero no era más que un truco. Nada iba a arreglar mi situación. Pasarían años antes de que yo siquiera comenzara a imaginar una solución. Por favor, no me malinterpretes. Todas estas cosas —Julia, y la casa soñada, y el millón de dólares a la semana— eran maravillosas, y estaré eternamente agradecido por ellas. Soy uno de los hombres más afortunados del planeta. Y vaya que me divertí.
Pero ninguna de estas cosas era la respuesta. Si tuviera que hacerlo todo de nuevo, ¿volvería a audicionar para Friends? ¡Por supuesto que sí! ¿Volvería a tomar? ¡Por supuesto que sí! De no ser por el alcohol y su capacidad para calmar mis nervios y ayudarme a divertirme, hubiera saltado de un rascacielos en algún punto de mis veinte. Mi abuelo, el maravilloso Alton L. Perry, creció con un padre alcohólico, y, como resultado, a lo largo de sus noventa y seis largos y maravillosos años de vida, nunca probó el alcohol.
Ulrich Richter Morales
o la pasión por la modernidad pitagórica
GalloAveces creemos que los filósofos nada más nos hablaban de la ética, del buen ciudadano, de la democracia, de la polis, pero sin saber la otra ciencia que estudiaban, que eran las matemáticas”.
Vamos a comenzar por el principio: cuando vemos en las estanterías de ese paraíso que se llama librería un ejemplar que lleva por título Los filósofos en la era tecnológica. Los pitagóricos de hoy, lo primero que nos pasará por la mente a la mayoría de nosotros es que ya no recordamos las lecciones de la prepa en las que aprendimos quiénes eran los pitagóricos. Nos suena a Pitágoras, filósofo y matemático griego, pero hasta ahí. El título, entonces, ya encierra un misterio que nos invita a querer saber más. A querer saberlo todo.
Por eso, cuando conversamos con Ulrich Richter Morales, autor de este libro publicado por Océano de México en 2022, su pasión por el tema nos atrapa, al punto de encontrar la relación que existe entre el pensamiento de ese filósofo-matemático y los titanes de las empresas de tecnología de hoy, como Google, Apple, Amazon y un sinfín más, que, cosa curiosa, ésas sí las tenemos frescas en la mente.
El origen del libro dice Richter Morales son dos sucesos en mi vida: uno, mi pasión por la filosofía. Empecé a estudiarla por los albores, donde estaban los presocráticos, que trataban de descubrir el origen del universo. Unos decían que era el agua, otros decían que el fuego, y otros que el aire. Y el siguiente descubrimiento fue el sabio de Samos, Pitágoras, quien sentenció: “No, ya no vamos a atender a los elementos de la naturaleza: son los números el origen del universo!”. ¡Ah, caray! Y entonces, Pitágoras fundó, como sabemos, su escuela de filosofía, pero dentro de las materias más relevantes estaban las matemáticas.
En su libro más reciente, Ulrich Richter Morales lleva el pensamiento de Pitágoras a la era tecnológica:
Podemos decir que su origen son los números, las matemáticas. No podríamos entender, comprender ni construir esta era tecnológica sin las matemáticas. Entonces, empecé a relacionar este antecedente de la historia de la humanidad, de Pitágoras, con estos nuevos líderes tecnológicos, Elon Musk, los fundadores de Google, Jeff Bezos, Bill Gates, y así nos damos cuenta de que ellos estudiaron matemáticas. Si no lo hubieran hecho, a lo mejor no habrían creado esas innovaciones tecnológicas que hoy revolucionan la forma de vivir de los seres humanos.
Como ejemplo, el autor afirma que sin estos avances tecnológicos no podríamos haber subsistido en el trabajo, el estudio y los negocios en tiempos de covid.
Entonces —continúa— empecé a concatenar que en estos genios tecnológicos hay algo de Pitágoras. En algunos más, en algunos menos, en algunos no tanto, pero ese espíritu matemático de Pitágoras de alguna manera ha reencarnado. ¿Por qué? Porque a veces nosotros creemos que los filósofos nada más nos hablaban
de la ética, del buen ciudadano, de la democracia, de la polis, pero sin saber la otra ciencia que ellos estudiaban, que eran las matemáticas. De haberlo sabido, le hubiéramos echado más ganas a estudiar matemáticas, porque a la mejor ya hubiéramos sido unos jeques tecnológicos.
Si todavía no te decides a conseguir Los filósofos en la era tecnológica: los pitagóricos de hoy porque piensas que está lleno de conceptos filosóficos y matemáticos difíciles de comprender, déjame decirte que no es así: te vas a encontrar con un texto de divulgación perfectamente comprensible y, además, entretenido.
Traté de hacerlo accesible para todos los lectores. Hay también algunas recomendaciones bibliográficas para que puedan consultar más sobre el tema. Se trata de ofrecer la mayor cantidad de elementos para descubrir que hay también un sentimiento filosófico en esta era tecnológica, que además tiene sus defectos. Alguien podría decir: “¿Cómo afirma este autor que Elon Musk es un pitagórico?”. Algunos opinarán que sí y otros que no, porque no está filosofando desde un sentido humanista, sino que está comprando empresas y escalando la cima de la riqueza. Abandona la reflexión de por qué estamos aquí y hacia dónde vamos, o qué máquina es la que verdaderamente va a trascender esta existencia.
El escritor también advierte:
Hoy vemos que estos seudofilósofos o filósofos impuros están inclinados al desarrollo de inteligencia artificial. Pero, por otro lado, en el libro hablamos de otros filósofos que empiezan a decir: “No, espérate: hay que desarrollar la verdadera inteligencia, la que ha creado a la artificial. Hay que desarrollar la verdadera máquina, la que ha creado a las otras máquinas”. Y eso es parte del juego, de la polémica a la que te va llevando el libro como si fuera una aventura por diversas estaciones: en unas te paras en Google, en otra, en Elon Musk...
Ahora bien, si te parece que este libro trata sólo de protagonistas varones, no te aceleres, porque también encontrarás a Ada Lovelace, pionera de la era de la computación en el siglo xix por su trabajo en la computadora mecánica de uso general. Ah, y sí, también hija del poeta Lord Byron.+
En la entrevista que Nadia Jiménez le hizo para su libro Confieso que he leído (Hachette, 2022), Irene Vallejo afirma que los clubes de lectura son “una combinación de las dos fases históricas o los dos estadios de la literatura, la oralidad de cuando se pone en común y, después, la lectura solitaria e íntima, en silencio”.
Durante los últimos años, Nadia se ha dedicado precisamente a esto: a formar clubes de lectura en los que no sólo comparte su pasión por los libros, sino que además crea comunidad. En estos espacios, como dice la autora de El infinito en un junco hacedora ella misma del milagro de que un libro de ensayo se convirtiera en un best seller mundial—, Nadia Jiménez ha conseguido la magia de combinar las dos fases históricas de la literatura y, de paso, de conocer a algunas de las escritoras que entrevistó para su propio libro.
En entrevista para Lee+, Nadia nos habló del origen de su amor por la literatura y también del proceso de escritura de Confieso que he leído
¿Cómo empezó tu pasión por la lectura?
Yo no sabía que era una lectora. Nunca me habría puesto la etiqueta de lectora. Leía sin darme cuenta, sin ser consciente de que lo estaba haciendo, porque había libros en casa, porque veía a mis papás y a mis hermanos leer, porque nos prestábamos los libros.
Llegó un día en que, por cuestiones profesionales, tuve que hacer un recuento de cuántos libros más o menos había leído. No en número, sino que me pidieron leer diez libros para un programa de televisión. Entonces descubrí que de los diez libros había leído nueve. Para ser coincidencia, me pareció mucho. Me fui a librerías, y veía y decía: “Éste ya lo leí”. Digamos que cuando eran éxitos editoriales yo ya los había leído. Así me di cuenta de que soy más o menos buena lectora.
A partir de ese momento decidí hacer un círculo de lectura porque ¡qué bonito es compartir la lectura! Mis lecturas siempre las compartía —las comparto— en familia. Éstos fueron unos primeros microcírculos de lectura. De ahí, decidí formar un círculo ya más formal en una librería, y de unos años para acá esto se ha convertido en que ¡tengo nueve círculos de lectura! Comparto con muchísimos lectores que vienen conmigo cada semana. Leemos varios libros al
Ve la entrevista en mascultura.mx y en YouTube revistaleemasdegandhi
Confieso que he leído, conversaciones con escritoras por
Nadia Jiménez
mes. Prácticamente, estoy leyendo nueve o diez libros al mes, siempre acompañada y muy enriquecida por la lectura con todas esas personas.
¿Cómo fue el proceso de elección de las escritoras que estarían en Confieso que he leído?
Fueron escritoras de lecturas recientes, las tenía muy frescas. Entonces, precisamente en pandemia, se intensificaron los círculos por razones obvias: nos convertimos a la parte tecnológica y eso abrió las posibilidades. En lugar de que fuéramos diez personas en una librería, de repente ya éramos cincuenta personas conectadas a través de un Zoom. Había gente de todos lados; teníamos de España, de Estados Unidos, de Costa Rica y, por supuesto, de toda la república mexicana.
En esas sesiones, que yo estaba leyendo mucho y buscando literatura para compartir, puse atención en la diferencia de escritura que hay entre una autora y otra; entre una española y una mexicana. En fin, en los círculos estábamos en una degustación de escritoras. Y aquellas que yo tenía identificadas, leídas y pensadas fueron seleccionadas para el libro.
Además, se me facilitó y lo tengo que decir porque ya había tenido contacto con ellas, porque habían estado en los cierres de lectura con mis grupos. Entonces, al invitarlas, ya me conocían y tenían la confianza de poder acercarse. No fue el caso de todas. Algunas no me conocían y tuve que mandar mi tarjeta de presentación y decir: “Te quiero invitar a que estés en este libro”. Tuve mucha suerte de que aceptaran. Ha sido un libro que ha tenido muy buena estrella, desde que estas grandes escritoras accedieran a la invitación hasta que me regalaran un espacio de su tiempo para poder conversar conmigo de algo a veces muy íntimo.
Terminé de hacer estas entrevistas y, el año pasado, en la Feria Internacional del Libro (fil) de Guadalajara, dije: “El próximo año yo presento mi libro en la fil”. Estuve buscando editorial: donde yo pensaba que podría ser no hubo respuesta, y de donde menos me imaginaba alguien me dijo “a ver, eso que tienes tú me interesa”. Agradezco muchísimo a Hachette Livre México, porque me abrió las puertas y me han dado todo el apoyo del mundo. Abrazaron el libro con enorme cariño y gran confianza, y hemos hecho un equipo de trabajo muy bonito.
Elena Poniatowska, Beatriz Rivas, Carla Guelfenbein, Rosa Montero, Maritza M. Buendía, Rosa Beltrán, Isabel Allende y Sylvia Aguilar Zéleny son sólo algunas de las 30 escritoras cuyas entrevistas forman parte de Confieso que he leído, un libro que sin duda motivará otras lecturas.+
Instantáneas "en tiempos hipermodernos" de una conversación con
Gilles Lipovetsky
(segunda parte)En la entrega anterior de esta entrevista, Gilles Lipovetsky abordó el concepto de hipermodernidad: la radicalización de los componentes de la modernidad que vivimos actualmente; nos compartió su perspectiva de las sociedades postpandemia y nos ofreció sus apreciaciones críticas, pero también esperanzadoras acerca del futuro. Continuamos con otros análisis imprescindibles para reconocernos como individuos hipermodernos, con todos los claroscuros que esto implica.
Usted define a la sociedad hiperindividualista en relación con varios cultos: el culto hedonista o carpe diem: al placer; el culto al cuerpo: los spas, la salud, el deporte, y el culto psicologista: a la conexión. Todos ellos convergen en la experiencia del yo, en cómo yo experimento el mundo. Pero ¿qué repercusión tiene esto en nuestras relaciones con los demás? ¿Estamos perdiendo la empatía?
Usted lo resumió bastante bien. Indudablemente, las lógicas convergen en una reorientación del individuo, que se convierte cada vez más en el centro. La selfie es la imagen emblemática de esto: la gente se fotografía y al mismo tiempo se lo comunica a los demás. Nunca los individuos habían hecho tanta referencia a sí mismos. Y uno no comunica solo, necesita a los demás. La prueba es que los jóvenes están obsesionados con los likes en las fotos; quieren a cualquier precio estar integrados a su pequeña comunidad.
Al mismo tiempo, nunca hubo tantos movimientos colectivos, asociaciones para la protección y defensa de las mujeres, de los animales, de la naturaleza… Hay miles o centenas de miles de asociaciones. El hiperindividualismo conduce, en efecto, a una indiferencia por las elecciones, pero hay otras formas de acción colectiva, y ahí la empatía no ha desaparecido, para nada. Cuando hay un drama, la gente lo resiente muy profundamente, hay movimientos de solidaridad y eso ha cambiado las formas tradicionales.
No tengo una lectura dramática de las cosas. Pienso que el individuo contemporáneo no es cínico; conserva valores morales y está muy unido. Combatimos los atentados contra Salman Rushdie, las formas de opresión hacia la mujer, no aceptamos las nuevas formas de esclavitud. Ahí, la empatía y la solidaridad no están muertas, adquieren formas distintas. Creo que el individuo hipermoderno no es ni mejor ni peor que otros, simplemente funciona de una manera distinta. Pero yo rebato la idea de que estamos en una vida y una sociedad sin valores, sin brújula, donde sólo existe el yo.
Miremos igualmente el peso de la vida afectiva, amorosa. Las parejas se divorcian, es verdad, pero cuando lo hacen siempre hay por lo menos uno que sufre. Si estuviéramos verdaderamente centrados en nosotros mismos, la vida sentimental y sexual no tendría ningún problema, pero hay dramas sentimentales que vivimos muy mal, que crean depresiones. Cuando los jóvenes son excluidos de su comunidad experimentan horror, no pueden soportarlo. Entonces, el vínculo con los demás de ninguna manera ha caducado.
Justamente acaba de mencionar un tema que me interesa como estudiosa de la teoría feminista: la relación entre las parejas. Usted lo aborda en su libro La tercera mujer. Me gustaría vincular lo que acaba de decir con la propuesta del teórico Zygmunt Bauman, quien habla del amor líquido: éste se resume en que actualmente nos relacionamos con alguien y de pronto ya no nos interesa, entonces lo desechamos, como si el otro fuera un objeto de consumo.
No es verdad. Bauman se equivoca. Dice algo que existe, pero no ve el otro lado. La vida sentimental no es líquida, sino extremadamente contrastante. No hay nada más dramático. Se trata de una
visión abstracta de las cosas, unidimensional, simplemente falsa. ¿Por qué la gente sigue casándose? Si fuera tan líquida, la gente no se casaría. La gente tiene hijos. ¿Tener un hijo es líquido? Uno está comprometido de por vida después. No hay nada líquido ahí. Las parejas hacen proyectos a futuro, como la educación de los hijos, antes de tenerlos, que no es un tema menor. Compran departamentos juntos. Después se separan, pero porque ya no se aman o ya no se llevan bien. No resulta más líquido que antes. En el pasado, uno no se podía divorciar, ¿pero la separación afectiva?
No es verdad que todo eso nada en una tina donde todo va y se transforma sin problemas. La vida hipermoderna está hecha de forma opuesta a la ruptura. La gente cambia de oficio, por ejemplo, la gente estudia algo y al final se harta y cambia por completo. Eso no es líquido. Me sorprende la forma simplista de representar el individualismo con ese concepto, que es una metáfora. Porque ¿qué es líquido? Por todos lados hay angustia, estrés, depresión. ¿Dónde está lo líquido? Esta imagen dice algo cierto: las tradiciones la religión, por ejemplo ya no controlan los comportamientos de manera rígida. ¿Pero después? La traducción de esto no es líquida. Y si decimos líquido es porque hay cambio.
Estoy de acuerdo: nos divorciamos más que antes, es un hecho bruto, de estadísticas, pero después hay que interpretar la estadística. La gente se divorcia, pero ¿cómo se divorcia? Es un verdadero drama, en especial cuando hay niños. Si fuera líquido, uno diría: “Bueno, los niños, pues…”. Pero no, son dramas personales terribles
Regresemos a su libro La tercera mujer, que se publicó en 1997. En dicha obra, usted dice —voy a hacer un resumen injusto— que hay cosas que persisten en la relación entre los hombres y las mujeres: incluso si nosotras tenemos derecho a divorciarnos, a tener un patrimonio y hemos ganado varios derechos, la forma en la que nos conducimos en las relaciones de pareja se perpetúa. Desde que escribió el libro hasta ahora, ¿qué cree que ha cambiado y qué persiste?
El fondo sigue siendo verdadero, porque el libro muestra que existía un mundo innegable de autonomización de las mujeres, y permite, de todas formas, corregir la lectura como lo hacía Bourdieu, mostrando que sólo hay repetición: la dominación masculina sigue siendo la misma, pero a la vez hay cambios. Las mujeres ahora acceden a puestos importantes en las empresas, en la política, estudian en muchos países, no me refiero a Afganistán, por supuesto . Y en varios países, incluidos los de América Latina, el movimiento feminista está muy comprometido. Pero, al mismo tiempo, observaba que la revolución no llegaba al fondo de sí misma y que se reconstituía con desigualdades.
En la vida de pareja, desde hace más de veinte años, las encuestas internacionales muestran que la repartición de tiempo dedicado por género a las tareas domésticas se ha movido sólo por unos minutos. Tal vez va a moverse más. No encasillo a las mujeres ni a los hombres en roles eternos, pero, por ahora, globalmente, las mujeres llevan a cabo al menos tres cuartos de las actividades domésticas. Los hombres se ocupan un poco más de los hijos, hacen un poco más las compras, lavan los trastes… pero son ellas las que llevan la gestión del hogar, que se les sigue atribuyendo.
Tomemos también la dimensión estética, los gastos en cosméticos, en moda y en cirugía estética continúan marcados por el polo femenino. La importancia de la apariencia física en los hombres y en las mujeres sigue sin ser la misma. El nexo con la vida sexual no es el mismo. Tengo una lectura bastante optimista del asunto. Porque pienso que lo más importante para una vida autónoma de las mujeres va a acelerarse. Creo que hay evoluciones que van a
continuar, pero no creo que nos dirijamos hacia civilizaciones en las que todo se volverá intercambiable. Porque me parece que en un plano antropológico sin duda hay una imposición simbólica de pertenencia a un género, a marcar una diferencia. No creo en la integralidad del intercambio de roles. Probablemente habrá negociaciones, va a evolucionar en el sentido de una mayor repartición de roles, pero no veo la idea de un universo intercambiable. En todos lados observo que la dicotomía de roles se perpetúa.
¿Qué hay que hacer, entonces? En mi opinión, un gran esfuerzo en materia de educación para que las mujeres escojan un abanico de oficios más amplio en el conjunto de oficios. Porque ahora están concentradas en una cantidad mucho más reducida que los hombres. En general, las mujeres no quieren ser plomeros ni mecánicas, o muy pocas; hay pocas ingenieras, mucho menos que los hombres. Creo, por lo tanto, que la vía de emancipación de las mujeres no es el movimiento woke, que me parece peligroso, no me agrada. La verdadera emancipación de las mujeres sucede cuando generan nuevos modelos para las mujeres, que cambian la vida. No el modelo woke, en el que se les trata todo el tiempo como víctimas, acosadas constantemente, incluso si eso existe. Mejor propongamos modelos dinámicos, modelos de futuro para ampliar las formas de vida femenina.
Estoy de acuerdo con usted. Y no sé si me equivoco, pero esa limitante del papel de las mujeres en ciertos oficios está relacionada con la idea que se tiene del cuerpo. Por ejemplo, en oficios como la plomería, se piensa que se requiere fuerza física, y existe la percepción de que las mujeres no la tenemos.
Es necesario que sobre todo las mujeres puedan elegir, que no se continúe educándolas con la obsesión tradicional del matrimonio. Las mujeres deben pensar en su futuro, y su futuro es ser autónomas. Pero ser autónoma no significa negar la feminidad. La feminidad es también una forma de juego y de estrategias de seducción. Y hay que valorar la seducción. Yo no soy un puritano, como sus vecinos estadounidenses, que satanizan todo lo que involucra seducción. De hecho, en México no comparten eso. Se trata de algo gringo, un modelo agresivo que empobrece la complejidad de las relaciones entre hombres y mujeres. No todo puede ser un contrato claro; hace falta el azar en la vida, que es parte de esa seducción, un poco de enigma, juego, complicidad, humor. Entonces, en esta dimensión, los hombres y las mujeres no juegan para nada los mismos roles.
Mire, aquí un ejemplo que doy continuamente, puesto que resulta muy interesante: hoy en día, la autonomía sexual de las mujeres se reconoce ampliamente. Uno puede comenzar su vida sexual a los diecisiete años, que es más o menos la media ahora. Y, bueno, no es un vicio, no está mal, las chicas aprenden: tienen una vida sexual. Al mismo tiempo, la repartición de los roles de seducción sigue siendo muy diferente. Los hombres siguen teniendo la iniciativa. Las mujeres pueden hacerlo, pero no les gusta mucho. Los hombres tienen el rol de liderazgo sexual. ¿Por qué ellas no lo hacen? Porque esperar que el hombre se decida no implica una pérdida de autonomía. Las mujeres siguen diciendo “sí” o “no”. La autonomía es decir sí o no, la pérdida de autonomía es someterse.
Como hombre, a mí me parece muy bien que las mujeres tengan la iniciativa, pero me doy cuenta de que no muchas lo hacen. Eso forma parte de las cosas permanecen, aunque otras cambian. ¿Va a cambiar en el futuro? Es posible. Pero por ahora hay mucha retórica. Ellas dicen que sí, que ahora les toca a las mujeres comenzar las relaciones. Pero cuando uno le pregunta a alguna de ellas, dice: ¡Ah, no, yo no, mis amigas lo hacen, pero yo nunca!”. Todavía da una mala imagen y ocurre precisamente porque no quieren parecer “mujeres fáciles” o qué sé yo… continúa restringido.
Ve la entrevista en mascultura.mx y en YouTube revistaleemasdegandhi
Observo, por ejemplo, que con el fenómeno #MeToo hubo durante todos los días artículos que denunciaban a los hombres, pero sólo vi un artículo que decía que hasta que las mujeres no tomen la iniciativa sexual, la revolución no estará consumada. Y yo comparto eso.
No sé si ha escuchado hablar de una aplicación que se llama Bumble, que es como Tinder, pero la diferencia está en que somos las mujeres quienes tomamos la iniciativa. Nosotras escribimos primero. Pero pienso que lo que usted acaba de decir es cierto, pues incluso si lo hacemos, después esperamos que ellos hagan algo.
Sí, después para pasar al “vamos al hotel”, en general es el hombre quien pregunta, rara vez son las mujeres quienes dicen: “Me encantaría que fuéramos ahora a un cuarto de hotel”. ¿Ah, de verdad? Es muy poco frecuente.
Exactamente. Acerca de lo que usted acaba de decir sobre #MeToo en Estados Unidos, creo que los nuevos escenarios de lo políticamente correcto pueden ser tal vez una nueva forma de democracia entre comillas o quizá más bien limitan el individualismo, porque no podemos escribir cualquier cosa en Twitter. Por ejemplo, si decimos algo terrible, como “voy a asesinar a los musulmanes”, todo el mundo se nos viene encima. Entonces, ¿qué es y qué piensa de lo políticamente correcto y sus consecuencias?
Pues lo políticamente correcto es una cosa, las incitaciones al odio y al crimen, otra. El principio de libertad individual, de autonomía, nunca resulta absoluto, siempre está limitado por la libertad de los demás. La incitación al odio, al crimen sigue siendo un delito, y está muy bien que lo sea. Lo políticamente correcto significa conformismo. Es pura retórica que hoy se desarrolla con el movimiento woke, por ejemplo. Pronto habrá libros que uno no debe leer y esas cosas; y soy muy hostil a ello. En una sociedad libre es necesario que haya reglas, leyes, prohibiciones. Lo políticamente correcto es otro asunto. El woke es un movimiento que de pronto encierra a las personas en su comunidad. Entonces, si todo nos agrede, pues ya no voy a leer a Joyce porque era un falócrata, ya no vamos a leer los textos de Nietzsche porque lo que decía sobre las mujeres no es correcto.
¿Y hacia dónde vamos? Somos los niños del milenio. La civilización ha evolucionado: hay que abrir el pensamiento de los estudiantes, pero permitir la crítica; eso es otra cosa. Que se denuncien ciertos libros resulta incluso necesario. Pero decir, en nombre de lo políticamente correcto, que ahora se van a desmontar los estatus, que se va a eliminar todo lo que represente una marca de colonialismo pienso que no es algo bueno. Forma parte de nuestra historia. Hay que aprender de ello, hacer crítica, incluso una crítica muy severa, pero, sobre todo, no prohibirlo.
Ahora, usted lo sabe, incluso en el arte ese fenómeno se ha desarrollado. Los movimientos más radicales dicen, por ejemplo, que los papeles de los negros deben interpretarlos negros. Eso es contrario a la creación artística. Debe haber la posibilidad del juego. Prohibir tal o cual representación porque no hay suficientes indígenas, negros o mujeres es una visión que atenta contra la libertad y, personalmente, no la comparto. Sigo siendo un universalista. Creo que debemos defender valores universales: la libertad, la igualdad, y no encerrar a la gente en su comunidad.
Eso, en particular para las mujeres, es un riesgo enorme. En particular para las mujeres musulmanas. Hoy en día hay una especie de neoconformismo con el velo y todas esas cosas. Entonces, cuando se hacen sondeos, ellas dicen que lo eligen, pero la realidad es mucho más complicada. Frecuentemente, hay una especie de coerción; los padres, los hermanos, el barrio en el que está, tienen miedo de que las consideren chicas fáciles, y para no tener problemas, se ponen el velo. El peligro del comunitarismo es que se antepone el respeto a la tradición y a la comunidad a la exigencia de libertad. Y para las mujeres es muy severo. Hoy vemos a las mujeres que mueren en Irán por defender el derecho a no llevar el velo. Personalmente, no soy hostil a ello, no quiero prohibir el uso del velo, soy liberal, si usted quiere, pero hasta un cierto límite. Creo que el comunitarismo en nombre del respeto que se le debe a la comunidad destruye la libertad individual. Y para mí el individuo está primero, no la comunidad.+
No encasillo a las mujeres ni a los hombres en roles eternos, pero, por ahora, globalmente, las mujeres llevan a cabo al menos tres cuartos de las actividades domésticas.
La esperanza de una paciente diagnosticada con tumor cerebral: Mariposa negra, de
Mónica Mateos
Optimista como es, descendiente de una estirpe de mujeres oaxaqueñas fuertes, risueñas y bragadas —su abuela, su madre, sus tías—, Mónica Mateos se niega a victimizarse.
Imagine su cabeza. Imagine el interior de su cráneo. Imagine que algo malo ocurre. ¿Qué palabra da más miedo? ¿Fractura, lesión, coágulo, hemorragia, derrame, malformación? Elijo tumor. Tumor en el cerebro. Chico o grande, no importa.
Así comienza Mónica Mateos, ganadora del Premio Nacional de Periodismo 2022 por su trayectoria como periodista cultural, a narrar su periplo con la enfermedad, la que asusta a cualquiera nada más de nombrarla, y que ella sabe contar con un fino sentido del humor en su libro Mariposa negra. Diagnóstico: tumor cerebral, publicado por la Editorial Universitaria de la Universidad Autónoma de Nuevo León.
Optimista como es, descendiente de una estirpe de mujeres oaxaqueñas, fuertes, risueñas y bragadas —su abuela, su madre, sus tías—, Mónica Mateos se niega a victimizarse. Escribe este libro, a caballo entre el testimonio en primera persona, la crónica y el reportaje periodístico, desde el agradecimiento a los médicos que la atendieron y con un guiño de complicidad y cariño hacia los otros pacientes que conoció durante su periplo médico.
Esta experiencia la viví hace diez años. Entonces, cuando estaba yendo a las citas médicas, comprendí que era muy importante llevar un registro. Sobre todo porque cada médico me preguntaba siempre, desde el principio: “Oiga, ¿qué le pasa?”, a pesar de que ellos tienen los expedientes; pero tú sabes que, tratándose de los servicios de salud, es bien complicado. Así que empecé a hacer anotaciones, que, por mi formación como periodista, se convirtieron en detallitos para escribir crónicas.
Al principio, Mónica Mateos no tenía la intención de escribir un libro, pero a partir de la pandemia lo pensó mejor:
Creo que sí es importante, al ver cómo colapsó nuestro sistema de salud pública, decir que esto no es de ahorita, de 2020, que fue cuando vivimos estos momentos tan duros, sino que hay mucha historia detrás de la fragilidad de nuestro sistema de salud pública. Los que quedamos en medio somos los pacientes que no tenemos las herramientas, el conocimiento ni la información para afrontar un diagnóstico así de terrible, que a lo mejor no necesariamente significa muerte. Pero cuando te dicen “tienes un tumor”, la sola palabra, lo tengas donde lo tengas, así sea en el dedo, te da terror. Entonces, imagínate que te digan “tienes un tumor en el cerebro”: adiós mundo cruel.
Acerca de los sentimientos que atraviesan un diagnóstico difícil, la periodista recuerda su experiencia:
Se me hizo muy importante compartir mi historia para que todas las personas que están viviendo una enfermedad crónica, incluso una enfermedad terminal o de cualquier tipo, se sientan acompañadas. Me interesa decir: “No eres la única persona que ante un diagnóstico siente miedo”, aunque es lo primero que se siente.
Lo segundo que complica mucho todo para tratar de superarlo es la incertidumbre. Se trata de una enfermedad terrible que te acompaña en la enfermedad principal. Porque a veces nada más de estar en la incertidumbre, en la angustia, en el estrés, te enfermas, se te complica más.
A veces llegas al consultorio y el médico te dice: “Oiga, ¿qué le pasa?”. “No, pues tengo algo en el hígado”. “Sí, pero viene usted con la presión superalta, ¿por qué?”, “Doctor: ¡porque estoy asustada, estoy estresada y estoy viviendo una situación en la que no sé qué va a ser de mí mañana”.
Para Mónica Mateos también resultaba importante agradecer a los médicos que, a pesar de atender a cincuenta pacientes en un turno de una cuantas horas en un sistema de salud público precario, hacen su trabajo con dedicación y pasión:
Narro aquí la historia de un doctor de Guadalajara que me sorprendió. Después de todos los tratamientos, llegué aquí y me tuvieron que dar una terapia llamada radioneurocirugía. Entonces, llego a las 6:00 de la mañana. A las 6:30 estábamos ahí como veinte personas —venían de Cancún, de Sonora, de Ciudad de México, etcétera—; todavía no estaba la enfermera; dejábamos el carnet. A las 6:45 llegó el doctor; tomó todos los carnets y empezó a llamarnos uno por uno. En algún momento, ya decía: “A ver, a usted la voy a atender como a las 9:00 de la mañana; váyase a desayunar».
Además, cuando entrabas al consultorio, el doctor lo primero que hacía era levantarse, irte a recibir a la puerta y ofrecerte la mano. Y mirarte a los ojos. Le dije: “Doctor, he visto quizá diez doctores antes que usted y es la primera vez que me saludan, que me dan la mano”.
Mariposa negra. Diagnóstico: tumor cerebral se lee en unas cuantas horas y se disfruta a cada momento. La periodista incluye términos médicos y su explicación, pero no desde la pedantería científica, sino precisamente desde la empatía y el acompañamiento. Su escritura, además, no está desprovista de una aguda ironía y, como hemos dicho, un inteligente sentido del humor, que sirve de contrapeso al tema tan terrible que está narrando. El libro se puede adquirir en la página de la Editorial Universitaria de la Universidad Autónoma de Nuevo León.+
Una entrevista con
La realidad es un sueño recurrente Mircea Cărtărescu
Alonso Funes / Karlos DíazMircea Cărtărescu (Bucarest, 1956) es un poeta y novelista de gran ambición que podemos leer en español gracias a la extraordinaria labor de la editorial Impedimenta. Ha publicado títulos tan significativos como su epopeya poética El Levante, las novelas Lulu, la multipremiada Solenoide y la trilogía Cegador, entre muchos otros. Su obra ha cosechado reconocimiento y prestigiosos permios alrededor del mundo, incluido el Premio fil de Literatura en Lenguas Romances. Fue en su reciente visita a México para recoger ese importante galardón que pudimos hablar con él y armar, con sus palabras, con el magnífico discurso que dio en la inauguración de la fil y con su encuentro con los lectores, esta “entrevista aumentada”.
¿A qué edad comenzaste a escribir?
Cuando miro hacia atrás, siempre me veo con un libro en las manos. Y, como leía mucho, tanto poesía como prosa, en cierto momento sentí la necesidad de escribir, primero poemas, luego relatos cortos. Mi primera novela la comencé a los nueve años: constaba de diez páginas. Pero, en realidad, toda mi escritura inicial fue poética. Publiqué mi primer volumen de poesía a los 24 años y después seis o siete volúmenes antes de pasar a la narrativa. Me pasé a la prosa porque, en cierto momento, me cansé de escribir poesía: llevaba escritas casi mil páginas de poesía. “Suficiente”, me dije, entonces me divorcié de la poesía y me casé con la prosa.
Pero, al día de hoy, te consideras un poeta.
El narrador Cartarescu se ha beneficiado terriblemente del poeta Cartarescu. Todas las raíces de mis libros están en la poesía inicial. He escrito cuentos que en realidad son poemas, novelas que son poemas, ensayos que son poemas, incluso mis artículos tienen algo inasible que llamo poesía. Para mí no hay diferencia, escriba prosa o poesía, o no escriba nada: soy un poeta, siempre lo he sido.
¿Qué función cumple la literatura, en particular la poesía, en el mundo de hoy?
Recordando a Kafka, mi héroe, diría que la literatura debe ser un hacha que rompa el hielo en la mente de las personas. El artista, en especial el poeta, se ha opuesto siempre al orden, a la disciplina, a las reglas, a los sistemas, en todas las épocas y en cualquier tipo de sociedad. Le han repugnado siempre el conformismo y la hipocresía. Ha refutado las verdades y los valores aceptados por la mayoría. Se ha alzado siempre contra todo aquello que asfixie
Ve la entrevista en mascultura.mx y en YouTube revistaleemasdegandhi
la libertad humana. La poesía no es entretenimiento y el poeta no es, como piensan tantos todavía, un inadaptado con la cabeza en las nubes. Incluso en las formas aparentemente inofensivas, como un soneto de amor o un poema sobre la naturaleza, la poesía resulta subversiva en los mundos sometidos a un control estricto, pues esos poemas están impregnados de libertad interior. Incluso en ellos existe el fermento de la insurrección y de la desobediencia. El arte de la poesía, siempre a la búsqueda de la belleza, siempre agonizante y siempre resucitada, se ha encontrado invariablemente entre los medios más eficaces para reavivar las conciencias, para despertar la dignidad humana, para preservar la libertad amenazada. La poesía es, de hecho, otro nombre para la libertad.
¿El poder le teme a la poesía?
El poeta es temido y acosado, desde hace miles de años, no sólo por su subversión fundamental. En un relato profético titulado “El informe de Brodie”, Borges habla sobre un mundo humano en profunda decadencia, aletargado, anárquico, lo opuesto a la ciudad platónica. Los miembros de la tribu descubierta por Brodie yacen en el barro, abúlicos, carentes de conciencia de sí mismos y de las instituciones. Pero, de vez en cuando, cuenta Borges, uno de esos que yacen en el suelo se incorpora y, perturbado y alucinado, grita unas palabras que ni siquiera él mismo alcanza a comprender. Si éstas asombran y conmueven a los demás, el que las ha pronunciado es llamado poeta, y a partir de ese momento cualquiera tiene derecho a matarlo. La parábola muestra una vez más cuánta energía sagrada encierra el extraño acto de la poesía. La poesía tiene relación con la supervivencia de nuestra especie.
¿Dónde y cómo escribes?
Mi país es donde está mi familia. He tenido muchas residencias en diferentes lugares (muchas veces en Alemania, en Austria, en Ámsterdam, donde viví dos años), pero en todos ellos me sentía en casa si mi esposa y mi hijo estaban conmigo. No me importa mucho dónde escribo y sólo tengo una o dos exigencias: la primera, estar solo en un cuarto con la puerta cerrada detrás de mí; la segunda es una taza de café sobre la mesa. No necesito que algo especial me traiga inspiración: todo está adentro, in corpo. En cuanto a la escritura en sí misma, sólo escribo una o dos páginas al día, siempre por la mañana, y no añado ni quito nada después. Nunca trabajo con un plan previo o una historia, porque las páginas me son reveladas cuando empiezo a escribirlas. Para mí la escritura no es un trabajo ni un arte, sino un acto de fe, una suerte de religión personal.
¿Qué tanto de específicamente rumano hay en tu literatura?
Reconozco la influencia de muchísimos poetas y escritores rumanos. Hay un aspecto carnavalesco que sin duda es rumano. El creador del dadaísmo fue un rumano, Tristan Tzara, y el del teatro del absurdo, otro rumano, Eugene Ionesco: llevamos la ironía y el humor en la sangre. ¿Sabes? A Rumania a veces la consideran como un país latinoamericano perdido en Europa. Las similitudes con ustedes resultan asombrosas: la misma sangre y lenguaje latinos, la misma diferencia entre ricos y pobres, la misma corrupción, los mismos delincuentes en el poder. No es de extrañar que nuestra literatura, incluyendo la mía, también esté atravesada por una línea fantástica, exuberante y profunda.
Háblanos de la frontera entre realidad y fantasía.
Yo creo que la realidad es uno de los sueños soñados por nuestra mente; un sueño recurrente que tenemos todos los días y que se alterna con los sueños nocturnos. Esta forma de ver las cosas me ayuda a la hora de escribir, me ayuda concebir este continuum entre la realidad y lo fantástico; entre lo cotidiano y lo mágico; entre la vida más brutal y las visiones. Si una persona tiene unos compartimentos claramente definidos entre la realidad y los sueños, creo que no podría hacer eso. Yo no tengo una frontera clara entre poesía y prosa, entre vida y sueño, entre lo libresco y la vivencia, sino que intento beneficiarme de todo ello.
¿Y cómo es que algo tan personal se puede comunicar?
La comunicación literal es imposible. Los grandes filósofos, como Ludwig Wittgenstein, demostraron esto con gran claridad. Pero la gente se comunica indirectamente, a través de la empatía, que nos ayuda a entender lo que sucede en el alma de las otras personas y a entender indirectamente el sufrimiento de los otros: no directa, sino indirectamente, accediendo a los sentimientos propios. Éste es también el mecanismo que hace posible el entendimiento humano a través del arte y la literatura. A través de la literatura puedes comunicar tu propio dolor, tus sufrimientos, tu dicha, tu amor por otras personas, que entonces también lo sentirán. Así que el hecho de que, a través de la empatía, mucha gente de diferentes culturas y civilizaciones puedan entender lo que yo comunico resulta muy satisfactorio. Siempre he querido darle regalos a la gente, y no enfrentarlos con problemas difíciles de resolver. Lo que me interesa en el arte es la belleza.
¿Nos puedes hablar de tus influencias?
Cientos de autores me han influenciado. Me precio más como lector que como escritor. Mis influencias principales provienen de los clásicos de la modernidad, como James Joyce, Robert Musil, Franz Kafka y Virginia Woolf, pero también me influenciaron escritores latinoamericanos como Ernesto Sábato, Cortázar, por supuesto que García Márquez, Juan Rulfo (el Kafka mexicano) y Carlos Fuentes, quien me dejó sin aliento con su obra maestra absoluta, Terra nostra. También los escritores estadounidenses: Thomas Pynchon es una de las mayores influencias en mi obra, y muchos otros, como John Barth y Donald Barthelme.
¿Escribes con más seguridad que antes, ¿te ha enseñado algo la experiencia?
No. Mi último libro ha sido escrito con el mismo pánico, el mismo miedo al fracaso que el primero. Desde mi punto de vista, la inocencia viene después de la experiencia (al contrario de Blake): esa idea de que los escritores se van depurando hacia el final, aunque tiene algo de cliché, tiene también algo de verdad: te acabas aburriendo de la sofisticación.
¿Qué proyectos tienes ahora?
Continuar escribiendo. Nadie que ande en bicicleta mira hacia atrás, porque de otra forma se va a estrellar contra un árbol.+
La ilustración científica, las refutaciones y la democratización
Una plática con
Anna Escardó
Imaginemos lo imposible: durante un solo instante, pensemos que las ilustraciones desaparecen de los libros. Las páginas que los niños leyeran quedarían condenadas a la oscuridad del negro de la tipografía y, en otros volúmenes, el mundo se volvería abso lutamente incomprensible: ¿podríamos comprender una obra de geografía sin mapas? ¿Seríamos capaces de imaginar los edificios devorados por la selva de los mayas? ¿Nuestra imaginación no se desbocaría al recorrer las páginas de los tratados de anatomía o de zoología?
Sin las imágenes, nuestra comprensión del mundo resultaría imposible o, por lo menos, absolutamente distinta de la que tenemos. La publicación por parte de Taschen de una historia de la ilustración científica pone sobre la mesa aquellos cuestionamientos, y, por supuesto, nos obliga a pensar en el papel que las imágenes tienen en este saber. Por esta razón, era fundamental conversar con Anna Escardó, la autora del libro que nos llena los ojos de maravillas y nos obliga a repensar el conocimiento científico.
Durante muchos siglos, los libros se han ilustrado, pero sus imágenes no necesariamente tenían que ver con el texto; eran una suerte de adorno. Yo tenía la idea de que, desde la época de Aldo Manunzio, justo a partir de que el cardenal Bembo publicó su libro, se descubrió una cosa rarísima: que las ilustraciones podían tener que ver con el texto. Es más, ellas lo aclaraban y ampliaban. Entonces, comencemos con algo que podría parecer obvio: ¿cómo nació la maravilla de la ilustración científica?
Es muy difícil responder esta pregunta. Ella nos llevaría a otra muy espinosa: ¿cuándo empezó la ciencia? Podría decirse que nuestros antepasados, desde que se enfrentaron al primer problema, probablemente apelaron a algo parecido a la ciencia. En el caso de las obras científicas, su naturaleza necesitaba dibujos que explicasen lo que un texto más complejo no podía; por ejemplo, ¿podríamos explicar con dos o tres palabras qué es la física cuántica? Difícilmente. Pero un simple esquema, una simple infografía puede hacerlo muy bien. Resulta inexacto decir cuándo empezó la ilustración científica; sin embargo, podríamos decir que inició con la ciencia moderna, tal como la entendemos ahora.
Por esta razón, en mi libro tomé la revolución copernicana como el punto de inflexión de la ciencia moderna. En ese año, 1543, también se publicó el libro de Vesalio: la primera obra anatómica del cuerpo humano que se hizo con modelos de cadáveres. Gracias a la ilustración científica tenemos la posibilidad de devolverle la humanidad a la ciencia.
Mientras leía tu libro, recordaba que la ciencia tiene una virtud maravillosa: la historia de la ciencia —y, por tanto, de la ilustración científica— es el único conocimiento probadamente falso. Cuando pensamos en esto no nos queda más remedio que ser honestos: estamos condenados a no atinarle y, peor, si le atinamos, no podríamos saberlo.
La ciencia es algo endemoniado. Cuando se vuelve categórica, deja de ser ciencia. No se trata de una doctrina; no es un dogma; no es “sí porque sí”. Hay un porqué; siempre está abierta a nuevas refutaciones, y gracias a esto resulta interminable.
Crear un libro como el tuyo implica un dilema terrible: éste no estriba en elegir una imagen, sino en descartar las que no formarán parte de la obra.
Te doy un ejemplo: cuando comencé el trabajo tenía pensado elegir mil 200 imágenes para descartar 900. Yo pensaba que lo más difícil sería encontrar las mil 200, ¡pero no! Lo peor fue descartar, porque se vuelve injusto.
Tengo la impresión de que existen grandes rupturas en la ilustración científica: no puedo pensar en ella antes de Humboldt como algo idéntico a lo que ocurrió después de él. ¿Hasta qué punto las escuelas artísticas se muestran en esas imágenes?
Yo creo que las ilustraciones van de la mano con el momento en que los científicos se acercan a las humanidades. Aunque también podríamos pensar este asunto como resultado de las habilidades: Darwin siempre lamentó no saber dibujar. Por esta razón, en sus travesías lo acompañó un ornitólogo que se llamaba John Gould, quien tomaba apuntes de campo. Cuando éste volvió a su casa, su mujer, Elizabeth Gould, se hizo cargo de las ilustraciones para el libro dedicado a la expedición del Beagle. En este caso, el ilustrador trabaja de la mano con el científico, porque ha de mostrar todo lo que el científico requiera.
Hay algo que me encanta de la ilustración científica: su grado de preciosismo. Tú ves cada línea del pelaje del animal. A mí me parece fascinante, incluso cuando estos ilustradores científicos se dedicaban a otras cosas, hacían maravillas. ¿Este preciosismo puede derrotar a la fotografía?
La gente pensaba que, con la llegada de la fotografía, la ilustración, caería en desuso. Pero ¿qué ha pasado? La fotografía se convirtió en un aliado perfecto para la ilustración científica, porque les ayuda a tomar apuntes de campo. Una foto es un instante que resultaría imposible poder dibujar en otro momento. Cuando tomas una foto, tienes mucha información, pero a lo bruto: sin destacar, todo parece plano. En cambio, el ilustrador crea el tipo ideal que necesitan los científicos.
Veamos un caso: Durero, que por muchos es considerado el primer ilustrador científico, no logró la perfección ahora que se requiere: piensa en su obra Liebre joven. En ella sólo sale una liebre; no tiene ningún fondo que te distraiga de la información, y él se acercó a la liebre para verla. En cambio, para crear su grabado del rinoceronte no pudo ver al animal. Esta última ilustración no es científica, pues ellas han de basarse en la objetividad, en el hecho de que puedas verlo.
Carles Puche, un ilustrador científico que admiro y quiero muchísimo porque me ha ayudado bastante, me explicó lo siguiente: hay un pez que tiene una marca. A pesar de esta peculiaridad, esta mancha es única; ningún ejemplar de esta especie la tiene en el mismo lugar. La única licencia que se pueden tomar los ilustradores es hacer una estadística de más o menos dónde la tienen, basada en observaciones de campo. Así tienes que dibujar el holotipo: el primer dibujo, la primera ilustración que se hace de una especie nueva.
Imagínate que te toca dibujar el holotipo de una cebra: ¡te vuelves loco, porque una cebra tiene muchas manchas de todo tipo! En estos casos, se hace una media. Y por eso te digo que la imaginación no tiene cabida aquí dentro. Suena triste, pero es así.
A la hora de dibujar la “cebrez” de la cebra, ¿quién dice cuál es la cebrez?, ¿cómo se decide dónde queda cada raya?
Es muy frío decirlo, pero se trata de pura estadística. Se hace una observación de una manada y el promedio es la cebrez de la cebra. ¡La ilustración es absolutamente deductiva!
Sí, es deductiva, pero gracias a la observación, no de lo imaginado, aunque poco tiempo después ese saber sea refutado. En el libro hemos querido celebrar la ciencia desde este punto de vista, de que todos formamos parte de este continuum científico y nadie nos tiene ni puede decir “tú no vales para la ciencia”. Por desgracia, hemos encontrado muchísimos ejemplos de mujeres que fueron silenciadas, y homosexuales, como Alan Turing, que también sufrieron la discriminación. Nadie te puede decir “por ser así o por haber nacido pobre o por haber nacido sin un cromosoma, no sirves para la ciencias”. ¡Sí que puedes! Hay muchas maneras de servir a la ciencia: dibujar es sólo una de ellas.
Pero hay algo más: gracias a la ciencia estoy contigo. Hace cincuenta años yo estaría muerto, por lo menos en términos estadísticos.
Gracias al avance científico hemos ganado tiempo a la muerte. Siempre se dice que todo el mundo va a acabar igual: ricos, pobres, de todos los colores… Y también admiro a la gente creyente. Yo soy totalmente atea; incluso he tenido mis momentos de agnosticismo. Aunque yo no crea, pienso que si la fe te genera fuerza y luz, no hay nada malo en ello. Realmente nadie sabe qué hay más allá…
Ésa no la pueden responder los científicos, pero lo que sí podemos saber es que existen espléndidas razones para asomarnos a tu libro…
Por lo menos hay un par de razones. La primera es para celebrar la ciencia, y la segunda, para descubrir que todo el mundo es capaz de entenderla. Tal vez la siguiente revolución científica tenga que ver con su democratización. Carl Sagan decía que la ciencia no tiene valor si sólo puede comprenderla una pequeña élite de intelectuales. ¿Qué sentido tiene el conocimiento en un mundo de este tipo?, ¿qué lo diferencia de una religión? En cambio, cuando todos podamos comprenderla, podremos velar por ella. En este libro muestro que todos son capaces de entender temas que pueden parecerles incomprensibles sin las imágenes.
Pues yo te doy dos razones adicionales: porque hay que llenarse los ojos de belleza. La segunda es que tenemos que pensar que la ciencia representa una de nuestras grandes creaciones; es tan poderosa que nos pasa lo mismo que con la política o con otras cosas: la política no se la podemos confiar a los políticos; la sociedad los tiene que vigilar y entender. Con los científicos ocurre lo mismo. Nosotros tenemos que estar a su lado, pues somos quienes nos beneficiamos de sus labores. ¿Por qué no nos cuentan qué están haciendo? Esa petición implica el proceso del que hablabas, la democratización, que nace y se nutre del derecho a saber. +
Sinfonía para corazones extraviados
ClavelUn poeta español refugiado de la Guerra Civil y una joven regiomontana con un corazón fuera de lugar cruzan sus caminos en esta novela. Un corazón extraviado, de María de Alba. Él, Pedro Garfias, quien por derecho propio debió pertenecer a la afamada generación del 27, ella, la narradora que atisba con imaginación creadora el mundo del poeta en horizontes lejanos del destierro hasta asentarse en tierras regias.
Un encuentro que no tuvo lugar en la realidad (Garfias murió en 1967; María de Alva se encontró con su memoria perdida en el Monterrey de los ochenta) es posible gracias a la reconstrucción de un pulso vital que los une con el delgado hilo rojo del destino: ese hilo que, según la leyenda oriental, conecta de manera ineludible a los corazones que están destinados a encontrarse, incluso más allá del tiempo y del espacio. Precisamente, la condición médica con que nació la autora, en la que el corazón no se encuentra en el sitio habitual —conocida como dextrocardia— permite entramar una sutil metáfora de corazones extraviados que siempre están buscando su lugar, como diría Hölderlin, “en las sombras o aquí”: el del poeta refugiado por el destino de la guerra y luego por la devastación emocional que lo orilla al alcoholismo, y el de la propia María de Alva, en lucha por aquietarse más allá de arritmias y desequilibrios mortales.
La marginalidad, el desarraigo, el temor al fracaso y al olvido nos son revelados desde el horizonte de hechos de la vida del poeta, pero también desde el oleaje de una poética de la interioridad, que la autora traza con maestría en una estructura en cinco latidos que persisten y se repiten en una sinfonía vital. En “Observaciones que a nadie le importan”, descubrimos una suerte de mirada ensayística y filosófica sobre la existencia y sus pérdidas, así como información varia e intermitente, con atisbos lúdicos y saltarines, sobre las paradojas de un corazón fuera de lugar.
La sección “Fantasmas” da cuenta de la búsqueda de una ciudad de Monterrey en una década del pasado siglo, ya sólo presente en la memoria y en algunas fachadas que se han resistido a la gentrificación. Ahí, entre esas ruinas que sobreviven al olvido, aparece como un faro de luz y sabiduría la antigua librería Cosmos, una pequeña Alejandría del conocimiento en una ciudad arisca a los libros y la cultura. Justamente, en uno de sus pisos superiores, se refugió un Pedro Garfias envejecido y enfermo, que escribió y lamentó poemas y soledades. También un posible diario que la autora recupera para el mundo de la ficción.
Se trata del tercer pulso que estructura la novela uno que viene precedido de versos del poeta español que dan testimonio de cómo “palpitaba a su oído el corazón del mundo”, de su sensibilidad temprana y gusto por los libros en medio de una familia tradicional y escasa de recursos, que siempre buscará que se convierta en un
hombre de bien, productivo y formal. De sus incursiones al Madrid de los años veinte; sus correrías con poetas y artistas que después alcanzarán renombre mundial (Gar cía Lorca, Buñuel, Dalí,), y de personajes transgre sores como las mujeres artistas que cometían el pecado de descubrirse y andar sin sombrero en un Madrid estrecho y conservador, que las abucheaba y se escandalizaba por tal desacato. Primeras pe ripecias de una vida fuera de los cánones que muy pronto tendrá que ceñirse a la nueva realidad de la guerra, del destierro, de las obligaciones y responsabilidades de la vida adulta en el extranjero. Contado en una primera voz narrativa, el tono confesional de este diario es una oleada de brillante emotivi dad contenida, perfectamente verosímil por el trabajo de interiori zación y fidelidad a la mirada del poeta.
El cuarto y quinto latidos que entretejen este tejido sanguíneo novelesco son los denominados “El mar” y “Corazones”. Es precisamente en los textos marítimos y de corazón a corazón en los que la autora asimila, como si se tratase de una transfusión poética, el ritmo y la belleza de imágenes para dar cuenta de esa interioridad entre dos orillas: dos pertenencias y ausencias que dibujan mejor los abismos del vacío existencial de quienes tienen que emigrar, de los temores del desarraigo, pero también de la vulnerabilidad de sentirse perdido, como una falla fatal e ineludible del corazón humano, eterno refugiado de un paraíso primordial. Sea éste un órgano aparentemente sano, como el del poeta Garfias —pero con distrofias y síndromes de alta sensibilidad— o uno situado anatómicamente fuera de su sitio habitual —como en la dextrocardia de la narradora—, cargado de arritmias, ansiedades y fragilidad, pero también de la capacidad para latir y resonar al ritmo de una empatía contagiosa.
Intermitentes y reveladoras fotografías revelan la búsqueda de un corazón por otro. Más allá del documento histórico o el informe médico, se trata de la recreación en clave poética del extravío como condición humana. Si la novela a cinco pulsos de María de Alva se vuelve entrañable es porque en esa indagatoria percibimos también nuestra propia anomalía de corazones siempre extraviados y, sólo a veces, en algunos momentos como en la lectura gozosa, corazones reconciliados.+
Por desobedecer a sus padres
de Ana Clavel, o la transgresión como forma de escritura
María de Alvaodo en este texto transcurre dentro de la desobediencia; la escritura misma consiste en un juego de insubordinación. Si el castigo es la forma de control de los hijos y la sociedad, la rebeldía representa la manera de contraponerse al deber ser. Ana transgrede: los nombres, las situaciones, las anécdotas, los campos de realidad y ficción, los testimonios, incluso su identidad. Ana Clavel es Ana Laurel, y Darío Galicia, el poeta infrarrealista amigo de Roberto Bolaño, es tanto Darío G. Alicia (por Lewis Carroll) como Ernesto San Los detectives salvajes). Este collage de búsquedas y travesuras desarticula las normas como lo hace la poesía. ¿Quién es Darío? ¿El poeta homosexual que sufrió una lobotomía?, ¿o fue un aneurisma? En esta suerte de archivo falso y vueltas de tuerca que entran y salen de espejos, encontramos memoria y pérdida, y a un poeta maldito tan nuestro a pesar de la marginalidad.
Una de las cosas más fascinantes de esta novela es su estructura fragmentaria; como una baraja de naipes que cae sobre la mesa, uno puede tomar al azar una carta y viajar de una a otra ventana, sin un orden fijo, de modo que el texto resulta más un modelo para armar, un juego, un crucigrama que no tiene una sola forma de solución. Aunado al desgarbo del modo de narrar, algunos de los personajes son miembros de la más alta alcurnia de la sociedad literaria mexicana, como Octavio Paz o Carlos Monsiváis; ellos también tienen nombres alternativos, alter ego imaginados por la propia Ana Laurel, lo que conlleva cuestionar qué es ficción en esta novela y qué es realidad.
Ana Clavel vuelve a algunos de sus libros predilectos: Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo. Y espejos hay en esta novela. Son bonitos, con marcos elegantes que se asoman para contarnos sobre el poeta Darío G. Alicia. El espejo del poeta refleja una especie de biografía novelada, que aparece y desaparece como el gato de Cheshire. Como la fotografía extraña que abre la novela, en la que no alcanzamos a ver del todo si se trata de una inquietante mujer con cara de pajarraco, cuervo o paloma, la novela se abre a múltiples posibilidades de interpretación.
Por desobedecer a sus padres configura un archivo, en ocasiones real y en ocasiones falso, pero que sirve para denunciar la práctica inhumana de la lobotomía. El lector se vuelve testigo de múltiples casos de personas que sufrieron este procedimiento quirúrgico, que básicamente consiste en cortar las conexiones nerviosas del lóbulo frontal del cerebro. Esta terrible operación dejó incapacitadas a muchas personas que sufrían de cuestiones neurológicas o psiquiátricas, desde epilepsia y todo tipo de enfermedades mentales hasta discapacidades motrices.
TEn el caso de Darío, queda la incógnita de si esta operación fue motivada por los padres, que querían “curar” su homosexualidad. De ahí proviene el título de la novela: del hijo desobediente que no abrazaba las normas morales imperantes. Sin embargo, existe la duda de si se debió a un aneurisma. El libro nos hace reflexionar sobre la tragedia que este tipo de procedimientos castrantes ocasionó a tantos individuos. Y no sólo eso, sino que fue parte de un espectáculo atroz: las personas y la cirugía misma se exhibían, como en un circo de freaks. La novela se erige como un acto de subversión y resiliencia ante estos métodos.
En esta obra transitamos por la poesía y la vida del poeta; su pérdida; su encuentro fortuito en situación de indigencia; su capacidad para la poesía mermada; la promesa literaria que fue de joven… pero también por la vida literaria de la unam, sus estudiantes y profesores; la vida intelectual del México en los setenta y ochenta; el grupo de los infrarrealistas. Vemos a esos chicos de mochila al hombro, de libros de poesía, cigarros, fiestas trasnochadas, librerías y rock.
Somos también nuestras pérdidas, lo que no fuimos, los anhelos de juventud, la mirada ensoñada. Somos fragmentos de todo aquello, piezas inconexas que vamos hallando en esta novela hermosa que nos regala Ana Laurel o Ana Clavel. De cualquier forma, gracias, querida Ana.+
El centenario de nuestra invención y el rescate de olvido
Una plática con
Laura Emilia Pacheco
Algunos aniversarios pasan desapercibidos o completamente ignorados. En un país como el nuestro, resultaría muy extraño celebrar el natalicio de Antonio López de Santa Anna o de Porfirio Díaz; en una historia protagonizada por buenos y malos, a ellos les tocan los peores papeles. Sin embargo, hace exactamente un siglo ocurrió un hecho fundamental no sólo para la historia del arte, sino también para la construcción de lo mexicano: comenzaron a pintarse los murales del Colegio de San Ildefonso. En esas paredes nacieron un ímpetu y una mirada que terminaron por definir al país, a una buena parte de sus habitantes y a algunos de los personajes que trocaron en mitos o en santos patronos de las causas perdidas.
Este centenario, en buena medida heredero de los paneles que pintó Saturnino Herrán y de los primeros afanes muralísticos que encabezó el Dr. Atl durante los festejos del Centenario de la Independencia, es analizado en un libro que vale la pena leer y mirar: El espíritu del 22. Un siglo de muralismo en San Ildefonso (unam / Antiguo Colegio de San Ildefonso, 2022), el cual reúne una respetable cantidad de ensayos dedicados a los autores y las obras que, en tiempos de Vasconcelos, se crearon en el edificio de la antigua Escuela Nacional Preparatoria.
—Este libro es maravilloso —me dice Laura Emilia Pacheco, quien es autora de dos de sus ensayos— y, aunque no lo creas, para mí esta historia comenzó hace más de treinta años. Siempre quise ser pintora, nunca lo fui y nunca lo seré. Un día que fui a San Ildefonso, me fascinó la paleta de colores de Los danzantes de Chalma, de Fernando Leal. Desde ese momento comenzó mi apego y mi recorrido por su obra. Hoy, a cien años de distancia, podemos tener una visión más fresca del muralismo y sus participantes. Si buscas algo sobre Fernando Leal, prácticamente no hay nada. Él fue víctima de una mala jugada de la historia.
—Tienes razón, a él no le tocaron los reflectores que alumbran a los tres grandes y, a veces, podría pensarse en Leal como un personaje marginal, como alguien ninguneado…
—Fernando Leal vivió una época fundamental: en Europa ya habían surgido algunos muralismos auspiciados por instituciones públicas que buscaban afianzar el nacionalismo, pero debido a la Primera Guerra Mundial, en México quedamos un poco a la zaga. Sin embargo, Leal fue capaz de encontrar un camino distinto: si Gauguin tuvo que ir a Tahití para encontrar su otredad, Fernando Leal la descubrió en nosotros mismos, en nuestras raíces indígenas. Gracias a él se inició un nuevo canon estético: el del mundo indígena.
—Efectivamente, su cuadro Campamento de un coronel zapatista marca un antes y un después.
—Eso es indudable. Cuando Leal era muy joven, pintó este cuadro, fundamental para la historia del país. ¿Qué tiene de especial esta obra? En primer lugar, aborda un tema no europeo; además tiene una composición perfecta y los indígenas están armados. Con este cuadro se inauguró una nueva estética y, gracias a Luz Jiménez, la modelo del pintor, también se inicia una nueva manera de mostrar al país. Ella fue tan importante que también aparece en Los danzantes de Chalma, es la maestra rural de Diego Rivera y fue fotografiada por Edward Weston.
Laura Emilia me mira y yo recuerdo la escalera de San Ildefonso: ahí está uno de los murales de Leal y, frente a él, se encuentra el de Jean Charlot dedicado a la matanza del Templo Mayor. Esas paredes dialogan; son una secuencia, un antes y un después que se entrelazan para contar la historia del país. “En ese mural aparece por primera vez uno de los colores que más nos gustan y nos distinguen: el rosa mexicano”, me comenta Laura Emilia.
—Por desgracia, otras de las obras de Leal tuvieron un triste final…
—El mural que pintó en Panamá fue borrado por su contenido político y sus críticas al imperialismo estadounidense. El que hizo en la Secretaría de Salubridad, El origen de la vida, también fue aniquilado. Las autoridades lo borraron por considerarlo inapropiado, pues en él se mostraba una pareja de indígenas besándose. Eso nunca se había visto y era impensable.
Fernando Leal se transforma en las palabras de Laura Emilia: deja de ser un fantasma, alguien injustamente olvidado, para convertirse en uno de los creadores del canon que definió al nacionalismo, al país y a los mexicanos. Sin él, la posibilidad de pensarnos e imaginarnos no hubiera ocurrido igual. Nuestro mundo sería distinto y, quizá, nuestra idea de comunidad y capacidad de comunión con el pasado no habrían mirado al mundo indígena ni al mestizaje. Así pues, adentrarse en las palabras y las imágenes de El espíritu del 22. Un siglo de muralismo en San Ildefonso nos abre la posibilidad de mirar el nacimiento de nuestras señas de identidad y recuperar a un artista que muchos han olvidado.+
Mariana García Luna
o por qué necesitamos una historia de amor
VallejoHace aproximadamente 20 años surgió la idea de escribir El olor de las orquídeas (Harper Collins, 2022) y, literalmente, todo comenzó como un sueño en el que Mariana García Luna vio el Amazonas y las orquídeas: “Soñé con el final de la novela. De una manera, supe la historia de estos cinco personajes”. Sin embargo, el proceso de escritura no resultó sencillo, porque entonces se dedicaba al diseño gráfico; un poco más adelante, se animó a escribir un cuento cuyos personajes requerían más espacio.
Ese hallazgo condujo a Mariana a la profesionalización en la escritura: estudió en la Escuela de Escritores de la Sogem, en Querétaro, y también en Barcelona. En el ínter escribió tres libros: dos de cuento y su primera novela, Memorias del más allá para vivir en el más acá (Alfaguara, 2016). Paralelamente, seguía avanzando en la creación de El olor de las orquídeas, cuya primera versión quedó lista entre 2015 y 2016.
“Yo abogo mucho por el amor universal. Aparte yo creo que todos los seres humanos, alguna vez por lo menos en la vida, nos hemos enamorado o hemos sufrido por amor o gozado por amor”, contesta la escritora cuando le preguntamos por uno de los temas de esta novela.
La suya es una novela protagonizada por dos parejas situadas en épocas diferentes: “Empezamos con Alejo y Raquel en los años cincuenta, y luego con Santiago y Carmina ya en la época actual. Si te fijas, a pesar de la distancia, se siguen repitiendo los mismos patrones”. Mariana García se refiere especialmente al de una sociedad que ve mal la unión entre dos personas que pertenecen a diferente clase social.
Al tratarse de amor, no podía quedar fuera el que sentimos por nosotros mismos, que proviene del autoconocimiento. A lo largo del texto, los personajes de El olor de las orquídeas se van autodescubriendo, y ese ejercicio los lleva a darse cuenta de que, para amar a los demás, primero deben aprender a amarse a sí mismos.
Tampoco podía quedar fuera la muerte, a la que Mariana dibuja rodeada de vegetación, envuelta en el sonido de las aves de la Amazonia para contrarrestar el miedo que genera y ofrecerla como un hecho natural e ineludible, influencia del realismo mágico que ha nutrido a Mariana García Luna desde siempre y al que apela hoy, en medio de los tiempos tan convulsos que atravesamos.
“Una de las cualidades de El olor de las orquídeas es que viene a traerte mucha fe, mucha esperanza, muchas ganas de volver a enamorarte no solamente de una pareja, sino de ti mismo, de la vida”.+
Los personajes de El olor de las orquídeas se van autodescubriendo, y ese ejercicio los lleva a darse cuenta de que, para amar a los demás, primero deben aprender a amarse a sí mismos.
Flamboyant
libros para que las infancias tengan un planeta donde vivir
José Luis Trueba LaraCuando hablamos de literatura infantil, también tendríamos que pensar en que, en la medida de lo posible, las infancias tengan garantizado un futuro, de lo contrario esta labor no tendría sentido. Éste es uno de los principios que guía a Editorial Flamboyant, que apuesta siempre por la sustentabilidad, tanto de sus libros como de sus lectores.
Fue en 2009, en Barcelona, cuando Eva Jiménez, directora general, y Patricia Martín, directora editorial, comenzaron a trabajar en el proyecto: “Al principio queríamos fundar una librería infantil, pero los números no salían. ‘¿Y por qué en vez de una librería no montamos una editorial?’, y ahí arrancó la locura”, recuerda Eva.
Salieron a la luz con una reedición de libros clásicos infantiles del siglo xix; siguieron los álbumes ilustrados y la compra de derechos de traducción de obras de países como Francia, Suecia, Reino Unido: “Eran libros que todavía no se habían publicado en España y nosotras queríamos que el público hispanohablante los pudiera conocer”. Esa búsqueda las condujo a editoriales españolas y latinoamericanas.
En 2012 editaron su primer ejemplar creado por una escritora e ilustradora que, así como Flamboyant, había nacido en Barcelona: Anna Llenas, autora de El monstruo de colores, libro que desde entonces ha vendido más de cinco millones de ejemplares en todo mundo
Hacer libros desde el cuidado
Desde el inicio, el equipo de Editorial Flamboyant sabía que quería publicar poco anualmente, pero, eso sí, todo bien escogido, “con un ritmo lento pero seguro ir construyendo un catálogo que sobreviviera a largo plazo en las librerías”. Depender de las novedades no parecía una opción.
“No nos gusta que los libros desaparezcan porque cuesta mucho escribir, ilustrar y editar un libro infantil. Nos da mucha pena que un libro desaparezca en dos o tres meses”. Por eso sólo publican 20 libros al año; si hicieran más, no podrían dedicarles la atención necesaria. Además, este sistema permite que autores y escritores puedan vivir de su trabajo.
Su política del cuidado se extiende hacia el planeta, pues compensan el total de las emisiones de CO2 que emiten: “Compramos créditos de carbono que se traducen en la inversión en proyectos de energía renovable en todo el mundo, y también en la plantación de árboles, muchos de ellos en la península de Yucatán explica Eva Jiménez.
Para que las infancias continúen leyendo deben contar con un espacio donde hacerlo: “Nosotros pensamos que editar para niños sin tratar de garantizarles un futuro no tiene mucho sentido. Queremos que además de grandes lectores también tengan un planeta en el que vivir más o menos habitable”. +
EL GATO QUE AMABA LOS LIBROS
Sosuke Natsukawa GRIJALBOLa epopeya de Rintaro, el joven heredero de una entrañable librería de viejo, y de Tora, un sabio e ingenioso gato atigrado, se ha convertido en un fulgurante éxito internacional. Su emocionante misión consiste nada más y nada menos que en salvar los libros que están en peligro y extender así el amor por estos objetos bellos e inigualables que son parte imprescindible de nuestra vida.
ROMPER EL CÍRCULO
Colleen HooverPLANETA
A veces, quien más te quiere es quien más daño te hace. Lily no siempre la ha tenido fácil. Por eso, su idílica relación con un magnífico neurocirujano llamado Ryle Kincaid parece demasiado buena para ser verdad. Cuando Atlas, su primer amor, aparece repentinamente y Ryle comienza a mostrar su verdadera cara, todo lo que Lily ha construido con él se ve amenazado.
REVOLUCIÓN
ARTURO
PÉREZ REVERTE
ALFAGUARA
Revolución es mucho más que una novela sobre los dramáticos acontecimientos que sacudieron la república mexicana en el primer tercio del siglo xx. Es un relato de iniciación y madurez a través del caos, la lucidez y la violencia: el asombroso descubrimiento de las reglas ocultas que determinan el amor, la lealtad, la muerte y la vida.
LA HIPÓTESIS DEL AMOR
Ali Hazelwood CONTRALUZUna relación falsa entre dos científicos se topa con la irresistible fuerza de atracción de Olive Smith, una doctoranda de tercer año que no cree en las relaciones amorosas duraderas, pero su mejor amiga sí, y por eso Olive se ha metido en un lío monumental. A Ahn le gusta el exnovio de Olive, pero se niega a dar el primer paso porque es una buena amiga.
BOULEVARD
Flor M. Salvador MONTENALuke y Hasley no eran el prototipo de la pareja perfecta. Sin embargo, ambos definieron lo que crearon: una historia en la que dos adolescentes inventan su propio boulevard ante la llovizna que hay en sus corazones, con un cielo pintado de azul cálido en una parte, y otra de un azul eléctrico que se tiñe con un grisáceo nostálgico.
LEÍDOS LOS
NO FICCIÓN
ESTE DOLOR NO ES MÍO, IDENTIFICA Y RESUELVE
LOS TRAUMAS FAMILIARES HEREDADOS
Mark Wolynn
GAIA
La evidencia científica muestra que los traumas pueden ser heredados. Mark Wolynn, fundador y director del Instituto de Constelaciones Familiares y pionero en el estudio de los traumas familiares heredados, presenta un enfoque transformador, que permite resolver problemas crónicos que no han podido aliviarse mediante la terapia tradicional, los medicamentos u otras medidas.
CÓMO HACER QUE TE PASEN COSAS BUENAS
Marian Rojas Estapé DIANA MÉXICO
Uniendo los puntos de vista científico, psicológico y humano, este libro nos ofrece una reflexión profunda, salpicada de útiles consejos y con vocación eminentemente didáctica, acerca de la aplicación de nuestras propias capacidades al empeño de procurarnos una existencia plena y feliz, gracias a la posibilidad de conocer y optimizar determinadas zonas de nuestro cerebro.
LAS 48 LEYES DEL PODER
Robert Greene OCÉANO
Este libro es el bestseller mundial para los que quieren obtener, estudiar o combatir el poder absoluto. Amoral, inmisericorde, despiadada y, sobre todo, muy instructiva, esta incisiva obra concentra tres mil años de historia del poder en 48 leyes claras y concisas.
ENCUENTRA TU PERSONA VITAMINA
Marian Rojas Estapé ESPASA MÉXICO
La felicidad depende en gran medida de la capacidad para mantener buenas relaciones con aquellos que nos rodean. Muchos arrastramos heridas emocionales que nos impiden conectar de forma sana con el entorno. Encuentra tu persona vitamina te ayudará a comprender el vínculo con tus padres, tus hijos, tu pareja, tus amigos y tus compañeros de trabajo, a la vez que entiendes tu historia emocional.
SPINOZA EN EL PARQUE MÉXICO
Enrique
KrauzeTUSQUETS MÉXICO
Una biografía intelectual no es la biografía de la vida privada, sino la historia de una formación en la que intervienen muchos factores, presencias y escenarios: escuelas, experiencias, viajes y, sobre todo, lecturas. La vida intelectual sigue la trayectoria de las ideas en el tiempo, de ideas encarnadas en una persona: Enrique Krauze.
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ANTES DE DICIEMBRE
ALMENDRA Won-pyung Sohn OCÉANO GRAN TRAVESÍA
CUANDO NO QUEDEN MÁS
ESTRELLAS QUE CONTAR
María Martínez CROSSBOOKS MÉXICO
TE ESPERO EN EL FIN DEL MUNDO
Andrea Longarela CROSSBOOKSViolet y Levi son mejores amigos y, cuando empiezan a crecer, se dan cuenta de que sus sentimientos también lo hacen. Pero Levi desea echar raíces mientras que Violet quiere volar muy alto. Una cabaña abandonada, una colección de figuras de madera y un amor de los que marcan toda una vida. El de Levi, el chico que hacía muchas preguntas, y el de Vi, la chica que tenía todas las respuestas.
LA REVOLUCIÓN DE LA GLUCOSA
Jessie Inchauspé DIANAMejora todos los aspectos de tu salud, desde el peso, el sueño, los antojos, el estado de ánimo, la energía, la piel e incluso retrasa el envejecimiento con trucos fáciles de implementar y basados en la ciencia que te ayudan a controlar tus niveles de azúcar en sangre mientras sigues comiendo los alimentos que te encantan.
DÉJALO IR
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John Purkiss combina el por qué y el cómo soltar nuestros patrones, ideas y expectativas con técnicas de eficacia demostrada que nos ayudarán a que desaparezca el estancamiento y a que el cambio suceda. Nos liberaremos del dolor y de los pensamientos que nos retienen, para empezar a vivir intuitivamente, con abundancia, serenidad y alegría.
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David Goggins LIONCREST PUBLISHINGEn No me puedes lastimar, Goggins comparte la asombrosa historia de su vida y revela que la mayoría de nosotros aprovechamos sólo 40% de nuestras capacidades. Goggins llama a esto La Regla del 40, y su historia ilumina un camino que cualquiera puede seguir para superar el dolor, vencer al miedo y alcanzar su máximo potencial.
EL REY DEL CASH
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Sobre este libro, la autora dice que se trata de un testimonio sobre los 18 años que vivió cerca del presidente Andrés Manuel López Obrador, al ser pareja de su entonces jefe de prensa, César Yáñez. Ellos dos son los protagonistas de esta historia llena de traiciones políticas, ambiciones personales, infidelidades, abusos laborales, corrupción y autoritarismo.
LAS PERRERÍAS DE MIKE 1
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Y LA ESTRELLA MALDITA
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VAN GOGH PARA COLOREAR. LIBRO ANTIESTRÉS NUEVA IMAGEN
En este fascinante álbum para colorear se podrán apreciar algunas de las más grandes pinturas de Vincent Van Gogh, así como las técnicas que utilizaba para pintar. El libro está diseñado para reducir el estrés mientras se pintan y recrean las obras de arte. El álbum incluye un ejemplo de paleta de colores e instrucciones sobre técnicas de coloreado.
MANDALAS PARA LA ABUNDANCIA Y PROSPERIDAD Patricia López Caballero
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El mandala o “círculo sagrado” es una poderosa y antigua herramienta de meditación que nos recuerda que el orden natural del universo está siempre presente en nuestra realidad. Su coloreado consciente acalla el ruido mental diario, nos devuelve el equilibrio interior y nos conecta con la sabiduría del alma. Este libro ha sido creado para ayudarte a manifestar abundancia en todas las áreas de tu vida.
LAS MEDIDAS DE UNA CASA
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LOS SECRETOS DEL PAN CASERO Esbieta PLANETA
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LOS COMPAS
Y EL DIAMANTITO LEGENDARIO
CUENTOS DE BUENAS NOCHES PARA NIÑAS REBELDES 5
PLANETA
ELECTRÓNICOS ARTE Y RECREACIÓN NIÑOS
Mikecrack, El Trollino Y Timba VK MARTÍNEZ ROCA