Lee+ 147 Redención

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AÑO 12 • NÚMERO 147 • AGOSTO 2021

PRECIO AL PÚBLICO 25 PESOS

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6 [El librero de] Carmen Villoro 8 Entrevista a Danny Trejo Julio Trujillo

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Las derrotas y el heroísmo suicida José Luis Trueba Lara

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Directora General y editora

Tema del mes:

Índice

La obra de Patricia Highsmith Irma Gallo

16 Los libros de la redención imposible José Luis Trueba Lara

18 Entrevista a Jordi Soler José Luis Trueba Lara

20 [Infinitivos cuerpos] Itzel Mar

22 Entrevista a William Kuhn Julio Trujillo

24 Fun Home: un tragicómic familiar Gabriela Mejan

26 Púlsares del confinamiento Claudia Posadas

Redención

Yara Sánchez De La Barquera Vidal yara@revistaleemas.mx Coeditor

L

a redención tiene dos filos y dos llaves. La primera de ellas es muy peligrosa: abre la puerta del infierno y deja escapar a los demonios. Cada vez que esa puerta se abre, la negrura se apodera del espacio: las redenciones que ofrecieron los tiranos y los genocidas son el ejemplo más siniestro de ella. Lo trágico es que sus acciones estaban anunciadas y muchos ignoraron las advertencias con tal de seguir escuchando a un supuesto salvador, a la persona que a toda costa los redimiría y los conduciría a un mundo perfecto, justo como ocurrió con el milenio del Reich, con la creación del hombre nuevo en la urss, con la revolución cultural china o en el régimen del Jemer Rojo. El filo de esta redención es terrible. Sin embargo, también existen otra llave y otro filo, que no apuestan a la transformación absoluta del mundo, sino a la transformación de los individuos, a la búsqueda personal de lo que nos permite ser otros y dejar atrás nuestros horrores. Este camino no es simple: su filo, cuando se adentra en nuestra mismidad, duele. Renacer y redimirse es un acto de valor. En este número de Lee+ nos adentramos en las dos puertas de la redención: la que conduce a la tragedia y la que busca la transformación individual; por esta razón, platicamos con Danny Trejo y con Jordi Soler, al tiempo que nos encontramos con nuevas maneras para sanar y perdonarnos, y muchas veces fracasamos, pero sólo podemos llegar a cruzar esa línea de la manera en que Andy Dufresne lo hizo en la película Sueños de fuga: “Empéñate en morir o en vivir”. +

José Luis Trueba Lara jtrueba@revistaleemas.mx Editor Adjunto Julio Trujillo julio@revistaleemas.mx Director de arte y editor audiovisual Edwin Reyes Maya edwin@revistaleemas.mx Difusión Cultural Beatriz Vidal De Alba beatriz@revistaleemas.mx Marketing Fabián Vásquez Escalante fabian@revistaleemas.mx Correctora de estilo Mariana Aguilar Mejía Editor de contenido Gilberto Díaz Editora de contenido web Citlali Figueroa Consejo editorial Alberto Achar

Yara Sánchez De La Barquera Directora General

27 [La fuente verdadera] Yara Sánchez De La Barquera

30 [Jóvenes] Fabián V. Escalante

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En portada: Danny Trejo Diseño original para Lee+ por Rodrigo Rojas

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El librero de Carmen Villoro

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C

armen tenía 17 años cuando ingresó a su primer taller literario: el del poeta Juan Bañuelos. Desde ese momento, fue en busca de sus maestros y de sus amigos enseñantes, hasta formar una lista que, entre otros, incluiría a Jaime Sabines, José Emilio Pacheco, Eduardo Lizalde, Vicente Quirarte, Antonio del Toro y Ricardo Yánez, por sólo mencionar a algunos de los más notorios. Estas voces —que se entreveran con las de la Generación del 27, las de los Contemporáneos y las de Octavio Paz y Rosario Castellanos— le permitieron crear una obra en la que se mezclan el amor y la nostalgia; éstos dieron paso a poemas, prosas y libros infantiles. Conocer el librero de Carmen Villoro implica adentrarse en sus diálogos y sus querencias, en sus recuerdos y en la certeza de que la poesía no es una creación única, pues se revela como una construcción de todos los que comulgan con ella.

Todo lo que hay en mi biblioteca me ha servido de inspiración para mis libros, justo como sucede con los Contemporáneos, que formaron parte de las lecturas que realicé en uno de mis primeros talleres con Vicente Quirarte. Lo mismo me pasa con Octavio Paz, con Rosario Castellanos y con algunos otros poetas que me resultaron indispensables. Sin embargo, lo primero que influyó en mi obra no fue la poesía, sino la narrativa, en particular los cuentos que fui descubriendo cuando era muy joven. En la preparatoria tuve muy buenos maestros de literatura, que me llevaron a leer, por ejemplo, a Julio Cortázar. Ellos fueron mis primeros guías de trabajo y de vida, a tal grado que, durante toda la prepa, cargué en el morral —como si fuera un amuleto— la Rayuela, que con el paso del tiempo se convirtió en una gran ausente en mi biblioteca, algo que no ocurre con los autores de mi generación. En mi biblioteca están todos mis amigos. Incluso escribí un libro que se llama Leer a los amigos, en el que reuní algunos textos que hablan de ellos. Estos compañeros de generación me acompañan, pues los poetas nos concebimos como una gran familia y unos abrevamos en la obra de los otros. La poesía es una construcción colectiva. Mi libro más querido me ha acompañado durante toda la vida. Estuvo en mi librero de infancia y en el de mi adolescencia y, además, perteneció a mi madre: son las Obras completas de Federico García Lorca. Si hubiera un incendio y tuviera que salir corriendo, y me dijeran: “Salva algo porque todo se va a quemar”, yo salvaría este ejemplar, que no sólo reúne poesía, prosa y teatro, pues a él también se sumaron dibujos y partituras. Es un libro bellísimo, que nos permite conocer a un creador que tenía una enorme versatilidad, un homo ludens, un autor que nos invita a jugar, a inventar incesantemente. Hay que tener cerca un libro como éste para ver si, por lo menos por ósmosis, algo se nos pega. 6

Es muy difícil pensar cuáles son los libros predilectos que están en mis estantes. Hay muchos que me gustan y son parte de mis favoritos; sin embargo, hay que arriesgarse a pensar en esto: la predilección por alguno tiene que ver con su contenido, con el descubrimiento de su autor o sus autores y, por supuesto, también está profundamente unida a una historia sentimental, a los hechos que explican cómo ese libro llegó a tus manos. La antología de poesía femenina en español de 1939 a 1950 que forma parte de mi colección tiene estas cualidades: me la regaló mi gran amigo Antonio del Toro cuando me invitó a ser parte de la tertulia a la que pertenecía y donde he hecho amigos con quienes sigo reuniéndome. Me regaló este libro porque notó que mi poesía podía alimentarse de las escritoras que estaban reunidas en ese volumen. Lo he leído y disfrutado y, además, ha dejado grandes huellas en mi alma y en mi trabajo. Otra de mis autoras preferidas es Wisława Szymborska, una poeta que me permite aprender de ella. Yo sí presto libros, siempre me ha gustado compartir con mis amigos, con mis hijos y con mis alumnos. Algunos regresan, otros nunca vuelven. Su posible pérdida ya formaba parte de la idea del préstamo. Lo que más me gusta de esto es que vuelven con un comentario, con una conversación. Yo leo todos los libros en físico, aún no entro al mundo moderno de la lectura digital. Evidentemente, sí leo artículos y notas en la computadora; incluso esto me ha provocado el gran antojo de tener un lector de libros electrónicos y descargar muchas obras, aunque los impresos tienen un encanto que nunca tendrán los digitales. Por esta razón creo que las bibliotecas personales seguirán siendo como son, pequeñas y capaces de reunir los libros verdaderamente entrañables, los que uno quiere tocar, hojear y leer. Ésos nunca van a desaparecer y, al mismo tiempo, uno puede tener acceso a muchos libros digitales que forman una amplísima biblioteca de todos y que no necesariamente son entrañables. +



Entrevista a Danny Trejo

NADIE ES MáS DURO QUE UNA BALA Julio Trujillo

Ha actuado en más de 300 películas, pero es más que un actor. Sobreviviente de sí mismo, del crimen y de la adicción, encarcelado en las más rudas prisiones, Danny Trejo se ha convertido en un ejemplo puro de resiliencia y redención. Acaba de publicar Trejo. Mi vida de crimen, redención y Hollywood (Ediciones Camelot), y esto es lo que tuvo para decirle, en perfecto spanglish, a Lee+. Permíteme empezar, vaya libro y, por supuesto, vaya vida que le ha antecedido. Me parece que el título lo dice todo: Mi vida de crimen, redención y Hollywood. ¿Podrías hablarme un poco sobre la redención? ¿Sabes una cosa? Creo honestamente que la única manera en la que se pueden recibir bendiciones desde dentro —no me refiero a nada material, no me refiero a dinero o fama— es cuando nosotros también damos. Creo que todo lo bueno que me ha sucedido ha sido un resultado directo de haber ayudado a otra persona. Todo. Nunca me ha sucedido ir caminando en la calle y encontrar mil dólares, eso no pasa. Cada vez que ayudo a alguien, algo bueno sucede, y sinceramente creo que ésa es una de las únicas maneras en las que Diosito quiere que vivamos: prestando servicio a los demás. ¿Cómo fue que descubriste esto? ¿Dirías que hubo un parteaguas en tu vida, un antes y un después? Es increíble pero, cuando salí de la cárcel, en 1969, recuerdo que estaba parado afuera de la casa de mi madre, “Cuando entré al calabozo, me inyectaba tres o cuatro gramos de heroína al afuera de mi casa, y lo que decidí fue hacerdía. Tomaba diez, quince pastillas al día. Bebía todos los días. Cualquier rato le una promesa a Dios de que haría lo que sin heroína y sin acceso a la metadona es brutal, y en prisión no había acceso me fuera posible para ayudar a las personas a la metadona. Como me habían dado pastillas al comienzo de mi tiempo en a mi alrededor cada día y que lo haría en su el calabozo, alrededor del 5 de mayo, y me tomó unos meses sacármelas del nombre, todos los días. Mientras me encontraba ahí parado, me sistema, el 23 de agosto fue el día que elegí como mi fecha de sobriedad. En preguntaba: “¿Qué puedo hacer? Le he robarealidad, pudo haber sido unos días antes, pero fue ese día que me sentí limdo a todos en este vecindario, me he metido pio. Me liberaron del calabozo aislado y volví a la población general el 28 de a casa de todos a robar…”. En eso sucedió agosto de 1968. Si un adivino con una bola de cristal me hubiera dicho el viaje que salió una mujer, una viejita, jalando su exacto que haría en los próximos 51 años, habría dicho: ‘Vete a la chingada, bote de basura, porque en 1969 no existían estás loco’”. los botes con llantas, todo lo ponían en una tina y de ahí el camión recolector se lo llevaba. Así que la vi jalando esta tina con dificultad y fui a ayudarla, 8


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Entrevista a Danny Trejo

y recuerdo que sus palabras fueron: “Danny, no me robes”. Le dije: “Cállate, vieja”, y agarré el bote de basura que tenía en las manos y fui por el otro que tenía en el patio trasero, y ella no me quitó la mirada de encima, pensando que iba a correr a robarme algo, pero traje el otro basurero afuera, y eso fue lo que comencé a hacer ese día: empecé a ayudar a la gente mayor del vecindario a sacar su basura. Eso, en primer lugar, me hizo sentir bien y, en segundo lugar, unas tres semanas después de hacer lo mismo cada domingo —porque el día de recolección era el lunes—, entré a casa de mi madre y encontré un portatrajes colgado; le pregunté a ella qué era eso, y me dijo: “Fue del viejito”. Era un señor que sufría de un caso avanzado de artritis y no tenía familia, entonces él solía sacar a patadas su bote de basura, hasta que yo comencé a ayudarle, y me regaló un saco de gamuza de imitación. ¡Era muy popular en 1969, no te rías! Costaba probablemente unos 49 dólares, pero nunca lo olvidaré. Pensé en esto, ¿cómo se dice?, karma. Tienes que hacer cosas por los demás sin esperar una recompensa, sólo hazlo. Yo no estaba esperando un saco ni nada de eso, pero comenzó a suceder que me encontraba a mis vecinos al salir de casa de mi madre en la mañana y me saludaban: “Hola, señor Trejo, ¿cómo estás?”. Y yo pensaba: “Espero que no me pidan dinero”, pero la gente se volvió más amable, simplemente más cordial, así que ésta es la manera en que he vivido mi vida y todo lo bueno que me ha sucedido ha sido un resultado directo de ayudar a alguien más. Comencé a trabajar en jardinería gracias a que ayudé a alguien. Me adentré en la industria del cine gracias a que ayudé a alguien. Ingresé a la industria restaurantera gracias a que ayudé a alguien. Es algo que continúa y continúa sucediendo. Comencé una compañía discográfica al intentar ayudar a una señora y a su hija, y a ese negocio le va muy bien: lanzamos Chicano Soul Shop Volume I y ahora estamos preparando Trejo’s Soul Classics; encontré a tres cantantes que necesitaban ayuda, una de ellas es idéntica a Selena y canta como ella, es como su clon… Danny, eres famoso por ser un hombre duro. Has interpretado cientos de papeles en películas en las que apareces como tal; también diría que lo eres en la vida real, al leer tu libro lo confirmo. ¿Qué consideras que ha sido más difícil: la ficción o la vida real? La vida real es tan difícil como decidas hacértela, sabes a qué me refiero, eso depende de ti. Un buen amigo mío, un camarada llamado Eddie Bunker, alguna vez me dijo: “El mundo entero puede pensar que eres una estrella de cine, pero no en tu caso, tú tienes que desarmar a la gente de forma inmediata. Por la manera como te ves pareces malo, luces como un hombre malo, pero tú tienes que decir ‘hola’ antes que ellos”. Porque el hombre, debido al machismo, en el minuto en el que ve a otro hombre, infla el pecho y se hace el rudo, y cuando dices: “Hola, hola, ¿cómo estás? Ahí están los cholos”, se relaja, y contesta: “Oh bien, bien, señor”. No se trata de ser rudo, se trata de ser amigable. Nadie es más duro que una bala, después de todo. Entonces, como te decía, yo pregunto de forma inmediata: “¿Cómo estás?”, y eso funciona. Tengo que preguntarte sobre tu relación con México, tu otro país. ¿Cómo te hace sentir México? Amo México. He estado en varios estrenos de mis películas. Fuimos al estreno de Machete y llevé a mi hijo; nos trataron como a los Beatles, fue increíble. Y es tan hermoso tener a la gente y a los mariachis tocando afuera de la ventana; sentía como si me estuviera casando… Todo era tan lindo. Es una cultura absolutamente hermosa y que se remonta hasta los aztecas. Es curioso, puedo ver a los indígenas silbando y diciendo: “Oigan, estamos a punto de ser descubiertos”, o sea, han estado aquí desde mucho tiempo antes que los demás.

Danny, ésta es una revista sobre libros, y tú has escrito una memoria espléndida. Cuéntame sobre tu relación con los libros y la lectura. Fíjate que cuando estás en la cárcel, en prisión, lees mucho: los libros son un escape. Y lo mismo las películas, para mí eran un escape. Cuando andaba en el hoyo, ponía y repasaba películas en mi cabeza, por ejemplo, El Mago de Oz y la parte de “Dame tus zapatos, Dorothy”, o recordaba también El jorobado de Notre Dame. Me encantan las películas, las películas clásicas. Amaba The Cisco Kid and Pancho. El primer latino —creo que era cubano— en hacerlo en grande en una película, Pedro González González, era el gran amigo de John Wayne, y de alguna manera fue él quien me enseñó que cualquiera puede lograrlo. Era un cubano chaparrito, con un talento enorme en lo que hacía. Hablando de películas, ¿habrá algún papel que aún no hayas interpretado y sea tu sueño hacerlo? No. Me considero como una ruleta y juego el papel que me toca: lo hago y continúo. Y eso es lo que hago. Dame lo que tengas. Es como si reparara esta plomería, esta otra, este carro, es lo que hago. Y creo que tengo más películas que nadie, más de 300; algunas de ellas, por ejemplo, de estudiantes, de unos chicos universitarios; hice otra para el Latino Film Festival. No las hago para nada por dinero. Aquí en México se te quiere y admira mucho, ¿qué les dirías a los jóvenes que en este momento atraviesan dificultades o se encuentran confundidos o en aprietos? No se rindan. No importa dónde comienzas, lo que importa es en dónde te encuentras. Tengo 77 años; nunca he parado; continúo disfrutando mi vida. Yo dejé de consumir drogas y alcohol, comencé a ayudar a los demás, y mi vida entera cambió. Mi frase favorita es “Prefiero apuntarle a la luna y no llegarle que apuntarle a la calle y atinarle”. Hollywood se ha valido de ti y tú te has valido de Hollywood. ¿Cuál es tu relación con la fama? Todo lo que la fama hizo por mí fue darme una plataforma para hablarles a los jóvenes. Cuando les hablas a los jóvenes, debes capturar su atención. Algunos de ellos no tienen la capacidad de prestar ningún tipo de atención. La bendición que Diosito me ha dado es que cuando estoy en un campus, tengo la atención de todos, no como Danny Trejo, sino como el personaje de Spy Kids, de Machete, de Desperado, de Blood In Blood Out, y los chicos escuchan lo que esta persona tiene que decir. He estado en muchas escuelas de Los Ángeles, en las que los maestros no pueden mantener el orden en la clase, y cuando entro yo hay un silencio absoluto, y eso se debe simplemente a las películas. Entonces escuchan lo que tengo que decirles. Es la bendición que Diosito me dio. De las trescientas y piquito que has hecho, ¿una película que recuerdes con cariño? Todas ellas. Mis dos películas favoritas son Machete y Heat. En Heat tuve la oportunidad de trabajar con Robert De Niro y Al Pacino, con los meros chingones. Eso me convirtió en actor. Y Machete, porque fui el protagonista y se me aparecían niños pequeños en mi puerta, con un bigote falso, vestidos como el personaje. Muy bien, Danny, muchísimas gracias por tu tiempo. Muchas gracias, gracias, Dios te bendiga. +

Agradecemos el apoyo brindado por Ediciones Camelot para concretar esta entrevista 10

Julio Trujillo. Poeta. Le gustan las esdrújulas, la poesía inglesa y el café cargado. Su libro más reciente es Jueves (Trilce, 2021). Twitter: @amadonegro.



José Luis Trueba Lara

Las derrotas y el heroísmo suicida

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Ante las desgracias de la guerra, Carlos María de Bustamante volvió a tomar la pluma para invocar a Moctezuma y a Hernán Cortés. En las páginas de El nuevo Bernal Díaz del Castillo, no sólo se ratificó la vileza del conquistador, también se convirtió en el espejo en el cual se reflejaban los rostros de todos los traidores y los ruines que provocaron el desastre. En ese azogue estaban las caras de Santa Anna, de los tejanos y de los estadounidenses, que traicionaron y vencieron a los mexicanos gracias a siniestros artilugios que apenas podían equipararse con los del extremeño. El país como una víctima de las fuerzas oscuras había sido bendecido. A pesar del patriotismo más exaltado, la invocación del héroe trágico de los aztecas era idéntica a la que tenían los invasores. La creación del heroísmo de Cuauhtémoc fue más gringa que mexicana. Desde 1844, la Historia de la conquista de México, de William H. Prescott, fue traducida al español y pronto se convirtió en una de las obras más leídas por los mexicanos interesados en el pasado y por los invasores estadounidenses. En este libro se remarcan dos hechos de gran importancia para el juicio de Moctezuma: la conquista española era necesaria e inevitable, pues los indígenas mesoamericanos eran incapaces de unirse para enfrentarse a los conquistadores y, además, estaba perfectamente claro que el único gobernante de los aztecas que tenía la estatura para transformarse en mármol y bronce era Cuauhtémoc. El último soberano de Tenochtitlan —al igual que Cortés— fue presentado por Prescott como un titán, como alguien dispuesto a inmolarse con tal de defender la libertad de su pueblo: un héroe absolutamente romántico que moriría en el intento de lograr lo imposible. En cambio, el Moctezuma de Prescott es poco menos que un pobre diablo que apenas existe para enaltecer la figura de Cuauhtémoc y con el fin de pagar con creces sus debilidades y cobardías. Adentrarse un poco en la Historia de la conquista de México no está de más. En ella se da razón y cuenta de la degradación del tlatoani, un hecho que terminará por marcar una buena parte de las páginas que sobre él se escribirían. Para comenzar, el historiador estadounidense explica cómo, con el paso del tiempo, este personaje fue perdiendo sus escasas virtudes: “En su juventud [Moctezuma] había templado las feroces costumbres del guerrero con la profesión benigna de la religión. En su edad madura se había retirado todavía más de las brutales ocupaciones de la guerra, y sus modales habían adquirido un refinamiento mezclado tal vez con una afeminación que no conocieron sus marciales antecesores”. Moctezuma, desde la perspectiva de Prescott, era un mujerujo que jamás tendría el tamaño ni la valentía para enfrentarse a sus

mediados del siglo xix, el país se mostraba como un fracaso rotundo. La imagen del cuerno de la abundancia era un espejismo, casi ningún gobierno había llegado a buen puerto, y las derrotas ante los invasores aún no cicatrizaban. La desgracia resultaba notoria y, justo por ello, era fundamental inventar una patria a la altura de su fracaso. En esos momentos, la tensión y la ruptura entre los “mexicanistas” y los “hispanistas” se hacía notar con toda su fuerza: cada uno de estos grupos reivindicaba un pasado y un santoral excluyentes. Moctezuma y Cuauhtémoc eran irreconciliables con los conquistadores y los frailes que llegaron del otro lado del Atlántico, y exactamente lo mismo sucedía con el pueblo miserable pero simpático y los fufururos que apenas merecían las burlas de Los mexicanos pintados por sí mismos. Este enfrentamiento —por lo menos en el caso de una buena parte de los hispanistas, que seguían los pasos de Lucas Alamán— volvió al pasado para leer a Moctezuma en una clave específica: él se convirtió en el idólatra, el ignorante que creía en las profecías, el cobarde que apenas tuvo cierta claridad mental al asumir su vasallaje. El tlatoani degradado y degradante volvía por sus fueros. Algo muy parecido ocurría con los mexicanistas, a quienes les urgía encontrar un héroe con las mismas virtudes que sus caudillos derrotados. Esa imagen de Moctezuma marcó el inicio del juicio sumarísimo que terminaría creando tanto a los héroes que estaban a la altura del país vencido como la valentía suicida. Efectivamente, “La profecía de Guatimoc”, uno de los poemas más importantes de Ignacio Rodríguez Galván, ya se había convertido en realidad en 1846: Ya diviso en el puerto hinchadas lonas como niebla densa, ya en la playa diviso, en el aire vibrando aguda lanza de gente extraña la legión inmensa. Al son del grito de feroz venganza las armas crujen y el bridón relincha; oprimida rechina la cureña, bombas ardientes zumban, y hasta los montes trémulos retumban. La invasión estadounidense no fue como la fallida reconquista, encabezada por Isidro Barradas —y que se ganó una estrofa que terminó censurada en el himno nacional—; tampoco podía compararse con la guerra de los Pasteles, que concluyó con la aceptación de una deuda injusta. Los yankees mutilaron el país y revelaron a los mexicanos la certeza de una derrota ignominiosa. El patriotismo había fallado.

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oponentes. Así, cuando por voluntad se convierte en vasallo de la Corona española, sólo puede ofrecer un espectáculo patético a medida que se rinde y cede su poder a un gobernante que nunca ha visto. El desenlace de esta tragedia es casi obvio, pues, cuando el tlatoani trata de calmar a su pueblo, ya sólo puede ser insultado: él es un “afeminado y un cobarde”, una mujer que “sólo sirve para hilar y tejer”. La lectura de la Historia de la conquista de México de Prescott abrió un nuevo camino para el juicio de la nación: los mexicanos, derrotados, asumieron la verdad de sus palabras y Moctezuma se convirtió en el cobarde, en el traidor, en el hombre atrapado por los presagios y, por supuesto, en el primero de los vendepatrias que traicionarían a su pueblo. En cambio, Cuauhtémoc, investido con las galas del suicidio romántico, se transformó en el ideal de un país derrotado que, según algunos, debió seguir los pasos del último tlatoani para enfrentar a los gringos. El héroe a la altura del arte había nacido, y su parto condenó a Moctezuma a la ignominia, al panteón de la infamia. Cuauhtémoc no era un “afeminado”, era la quintaesencia del machismo suicida. Todo parece indicar que el juicio de Prescott fue definitivo. En los tiempos del orden y el progreso, el tribunal de la patria se apropió de las palabras del historiador gringo y la ratificación de la condena no se hizo esperar. Cuando Vicente Riva Palacio comenzó a transformar la ciudad de México en un gran libro de historia, no hubo un lugar para Moctezuma. La gran escultura dedicada al México prehispánico fue la de Cuauhtémoc y el lugar donde se colocó terminó convirtiéndose en un sitio mucho más que simbólico: el cruce del paseo de la Reforma y la avenida de los Insurgentes. Ahí, en el centro de la historia, se levantaba la obra de Miguel Noreña para remarcar la imagen del heroísmo a la altura de la Antigüedad Clásica, cuyo rostro —según cuentan algunos— es el de Ignacio Manuel Altamirano. La condena que implicó la inauguración del monumento a Cuauhtémoc en 1887 pronto fue reforzada gracias a una de las obras mayores del porfiriato, México a través de los siglos. En el primer volumen de esta colección, Alfredo Chavero no se tentó el alma para golpear y denostar a Moctezuma. Para el clionauta, resultaba indiscutible que el tlatoani era un déspota, un tirano, alguien que sólo se preocupaba por la

“suntuosidad de sus palacios”. Se trataba de un gobernante absolutamente corrupto y alejado de su pueblo, una persona preocupada exclusivamente por alimentar su soberbia y su riqueza. Si los calificativos a su gobierno eran duros, los que se referían a sus cualidades personales, más: el soberano era lujurioso y saciaba sus bajísimas pasiones con “ciento cincuenta de sus mujeres” y, para completar el cuadro, don Alfredo lo tachó de fanático, cobarde y mancebo de los españoles. Por estas razones, no era una casualidad que el joven Cuauhtémoc le hubiera sorrajado el pedradón definitivo, un hecho que ganó la mayor de las publicidades gracias al cuadernillo de la Biblioteca del Niño Mexicano, que escribió Heriberto Frías y que —de una u otra manera— terminó por convertirse en una verdad oficial que nada tenía que ver con los hechos. A golpe de vista, se pensaría que las terribles cualidades de Moctezuma también pudieron aplicarse a don Porfirio; sin embargo, esta posibilidad no tuvo cabida. En el momento en que se editaron México a través de los siglos y la Biblioteca del Niño Mexicano, Díaz estaba muy lejos de los epítetos que le endilgarían los revolucionarios; él era el Cuauhtémoc triunfante, el héroe del 2 de abril, el salvador de la patria y, justo por eso, nada tenía que ver con el siniestro monarca azteca. La publicación de México a través de los siglos selló la condena de Moctezuma y el ascenso de Cuauhtémoc. Los héroes indígenas —justo como lo señala Amado Nervo en “La raza de bronce”— ya sólo podrían ser Nezahualcóyotl, Cuauhtémoc y Juárez: el poeta civilizador, el guerrero suicida a la altura del romanticismo y el impasible marcado por el laicismo y la restauración de la república no le dejaron espacio al tlatoani, que se transformó en un cobarde vendepatrias. Sus actos serían equiparados con los de otros traidores: la Malinche, los tlaxcaltecas y el cacique gordo de Zempoala, que le dieron la espalda a una patria que aún no existía. Esta imagen se volvió moneda de curso corriente, y la gente aprendió a odiar a un fantasma, a un ser que terminó convirtiéndose en una caricatura de sí mismo, en un ejemplo de lo que jamás debería hacerse contra México. Los panteones del nacionalismo siempre necesitan héroes y villanos y al soberano de los aztecas le tocó lo segundo. De poco han servido los estudios que tratan de comprenderlo y las obras marcadas por la serenidad; la presencia del pasado mantiene el veredicto y aún nos invita a escupir sobre la memoria de un gobernante que no ha logrado la redención. +

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A 100 años de su nacimiento

Irma Gallo

La obra de Patricia Highsmith, una fina disección del mal

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magina que la escritora es lesbiana pero misógina, racista —odia a los negros y no lo disimula—, alcohólica y, por si fuera poco, rehúye la compañía de la gente porque le parece que los animales —en especial los gatos, pero su ópera prima fue publicada; entonces también los caracoles— son mucho más interesantes. En esta época de la cultu- sucedieron dos cosas: la primera fue ra de la cancelación, nadie la leería. que Alfred Hitchcock compró

Es más, ya la habrían quemado en la leña verde de las redes sociales. Nadie la entrevistaría. No la invitarían a ferias del libro ni a presentaciones. Y, por supuesto, ninguna editorial querría publicarla. Afortunadamente, cuando Patricia Highsmith empezó a publicar, en 1950, lo políticamente correcto no determinaba una carrera literaria. ¡Y qué bueno, porque nos habríamos perdido de mucho! Nacida como Mary Patricia Plangman el 19 de enero de 1921, en Forth Worth, Texas, existen numerosas leyendas en torno a su primera infancia; tal vez la más conocida y replicada es que su madre no la quería, e incluso, estando embarazada, ingirió aguarrás con el objetivo de provocarse un aborto. Por gracia y obra del destino, no le salió, y la pequeña Mary Patricia llegó a este mundo para, años después, sacudirlo con su obra literaria. Lo que podría terminar con las especulaciones acerca de su vida es la publicación de sus diarios, que en noviembre de este año llegarán a las librerías para conmemorar su centenario, bajo el título de Patricia Highsmith: Her Diaries and Notebooks (1941-1995), editados por Anna von Planta. Una frase que escribió en uno de esos 56 cuadernos a rayas con espiral nos ofrece una idea de quién era esta mujer: “El asesinato es una forma de hacer el amor, una forma de poseer”. Escribió su primera novela, Extraños en un tren, en 1948, cuando ya se había mudado a Nueva York y concluido su carrera de lengua inglesa. Su amistad con el excéntrico Truman Capote, escritor y periodista, pudo haber influido en que consiguiera un editor. En 1950,

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los derechos para llevarla al cine; la segunda, que se le empezó a etiquetar como una escritora de novela policiaca. Su siguiente novela, escrita en 1951 en Europa —a donde se mudó con lo que le pagaron por los derechos para la adaptación cinematográfica de Extraños en un tren—, parecía un intento por escapar de esa categorización. El precio de la sal cuenta la historia de amor entre dos mujeres,

“El asesinato es una forma de hacer el amor, una forma de poseer”. Patricia Highsmith Carol y Therese. Una anécdota de la propia Patricia Highsmith inspiró la escritura de esta novela. Cuando vivía en Nueva York, durante unas vacaciones de la universidad, trabajaba en el departamento de juguetería de unos grandes almacenes, cuando vio llegar a una rubia hermosa, elegantísima, que le preguntó algo. Justo es lo que sucede en la escena de la novela en la que Therese ve por primera vez a la sofisticada Carol. Obviamente, el manuscrito fue rechazado por sus editores debido a su temática lésbica. En plena época del macartismo, a los homosexuales y a las lesbianas se les consideraba enfermos mentales. Recordemos la persecución de que eran objeto los miembros de la comunidad lgbtttiqa+, a la que se conoció como el Terror Lavanda. Ni con el hecho de haber emigrado a Europa Highsmith conseguía sentirse segura, así que el libro se publicó bajo el seudónimo de Claire Morgan en 1953. Sería hasta 1989, cuando

Irma Gallo. Escribe, hace podcasts y videos. Último libro: Cuando el cielo se pinta de anaranjado. Twitter: @irmagallo


apareció bajo el título de Carol, que por fin lo firmó con todas las letras de su, para entonces, famoso nombre. Entre El precio de la sal y su última novela, Small g: un idilio de verano, publicada de manera póstuma en 1995, Patricia Highsmith escribió cerca de 35 libros. La aparición de El talento de Mr. Ripley en 1950 no sólo inició una de las series más exitosas de la historia de la novela negra, sino que dejó en claro la vocación de la autora para explorar el mal. El seductor Tom Ripley, chapucero, falsificador y asesino serial, protagonizó cuatro novelas más: La máscara de Ripley, El amigo americano, Tras los pasos de Ripley y Ripley en peligro. El cine no pudo resistirse a los encantos de Tom Ripley, y desde A pleno sol (adaptación de El talento de Mr. Ripley), con Alain Delon en 1960, hasta El juego de Ripley (adaptación de El amigo americano), con John Malkovich en 2002, sin olvidar, por supuesto, El talento de Mr. Ripley, de 1999, en la que todo lo opuesto a las fábulas tradicionales, en Matt Damon encarna al célebre asesino, el gran público aficionado al séptimo las que aquellos seres ofrecen al lector una “lecarte se ha podido dar una idea del genio de esta escritora para retratar la malción del bien” y su consiguiente moraleja. Endad y la frágil membrana que evita que cualquier ser humano sea capaz de contraremos relatos como “La rata más valiente cometer los crímenes más aborrecibles; membrana susceptible de romperse de Venecia”, en el que un roedor se come la naen cualquier momento, sobra decir. riz y parte de la mejilla de un bebé, dejándolo al Carol también tuvo su versión cinematográfica, en 2015, dirigida por borde de la muerte, para vengarse de sus hermaTodd Haynes, con Cate Blanchett y Rooney Mara como Carol y Therese, nos mayores, quienes lo atacaron con un cuchillo, respectivamente. Aunque Rooney Mara compartió el premio a Mejor Actriz amputándole una pata y sacándole un ojo. En “Los en Cannes con Emmanuelle Bercot por Mi amor, surgieron comentarios hamsters contra los Webster”, estos adorables aniacerca de que la película no estuvo nominada a los premios de la Academia malitos, una vez que el padre de la familia intenese año por su temática lésbica. Parece que el fantasma de la discriminata aniquilarlos porque se reprodujeron más allá de ción por la orientación sexual siguió persiguiendo a Patricia Highsmith toda proporción razonable y llenaron su jardín de después de su muerte. hoyos, deciden devorarlo. Pero si sus novelas son geniales, es quizá en los relatos donde HighsEn los cuentos de Crímenes bestiales podemos mith desarrolla mejor este ojo implacable para lo oscuro. Basta leer alencontrar una característica más de la obra de Pagunos de sus Pequeños cuentos misóginos, publicados originalmente en tricia Highsmith que suele pasar desapercibida: un 1975, para notar su desprecio por las mujeres. En “Un objeto de carne fino sentido del humor. En “Notas de una cucaracha transportable”, la protagonista, Mildred, es una suerte de escort o prosrespetable”, el insecto en cuestión dice, por ejemplo, tituta de alto nivel que, cuando cree que ha encontrado al hombre que “Soy (y conste que no soy Franz Kafka disfrazado) una le ofrecerá la seguridad del matrimonio, es asesinada brutalmente por cucaracha, ignoro la edad que tienen mis esposas, de él y su chofer, y lanzada al río como basura. En “El ama de casa de la misma forma que ignoro el número de esposas que clase media”, Pamela, una mujer conservadora y abiertamente antitengo”. La susodicha consigue mudarse del hotel de feminista, muere por accidente en la reunión de un grupo pro liberamala muerte donde vive —y en el que han habitado geción femenina cuando una lata de un kilo de judías que alguien arroja neraciones de sus ancestros, atestiguando cómo se fue durante la discusión la golpea en la sien. “La paridora”, por otra deteriorando a lo largo de los años, para terminar conparte, es la historia de una mujer, Elaine, que siente que sólo podrá vertido en refugio de drogadictos, prostitutas, criminales lograr la realización personal teniendo hijos. Aunque al principio y borrachos— a uno de mayor categoría, escondiéndose de su matrimonio con Douglas no lo consigue, después de mucho en la maleta de un huésped al que el establecimiento le practicar no hay quien la detenga. Cuando llegan al hijo número 17, pareció muy por debajo de sus expectativas. Douglas, quien ha pedido repetidamente que le hagan una vasectoEn el relato “La tortuga de agua”, incluido en el libro mía, termina internado en un manicomio por un brote psicótico. de cuentos Once, Highsmith va mucho más allá, al conHasta entonces, y sólo ahí, conseguirá su tan ansiada intervención vertir en depositario de la maldad a un niño. Victor, un quirúrgica para no tener más hijos. ser solitario, obligado por su madre controladora y poseSi queremos encontrar rastro de la pasión de esta sorprendente siva a usar pantalones cortos cuando ya nadie de su edad escritora por los animales, así como de su convicción de que son los lleva y a recitar poemas a las visitas —que, por supuesmás inteligentes que muchos seres humanos, podemos asomarto, se mueren de aburrimiento—, la asesina a cuchilladas nos a su libro de cuentos Crímenes bestiales. Éste representa mientras duerme, debido a que ella ha hecho lo mismo con una tortuga que compró para preparar un guiso y con la que el chico se empezaba a encariñar. Cada vez que clava el cuchillo en el cuerpo de su madre, Victor sólo puede ver la boca abierta de la tortuga en un grito mudo cuando ella la arrojó viva a la olla con agua hirviendo, para luego cortarla en pedazos y ponerla a refrigerar con salsa de nata. Éstas son sólo algunas pinceladas del universo temático de Patricia Highsmith, que murió en Locarno, Suiza, en 1995. Por esto, catalogarla como una autora de novela policiaca significa reducir sus alcances. Y este 2021, cuando estamos conmemorando el centenario de su nacimiento, eso sería poco menos que un crimen. +

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José Luis Trueba Lara

Los libros de la redención imposible D

icen que el genocida era un lector de cierto calibre. Los estudiosos de las fotografías que le tomaron en sus bibliotecas calculan que en esos estantes estaban perfectamente acomodados varios miles de ejemplares de los más distintos géneros. Seis mil en promedio en cada una, sostienen los que de esto saben. Sin embargo, hoy, apenas podemos rastrear unos cuantos que sobrevivieron a los bombardeos y al botín de guerra. En la Biblioteca del Congreso estadounidense se guardan cerca de mil doscientos libros, en un lugar que en nada recuerda a los salones adornados con gruesos tapetes y pinturas alejadas del “arte degenerado”; las láminas de acero son su prisión perpetua. Y, hasta donde tengo noticia, la Universidad de Brown también conserva poco menos de una centena. Los demás están perdidos y sólo de cuando en cuando aparecen en las subastas, en las que los coleccionistas más extraños pagan por ellos. A pesar de todo lo que se ha escrito sobre sus últimos días, es muy poco lo que sabemos sobre los ejemplares que estaban en el búnker donde, luego de matar a su perro, se suicidó junto con su esposa, Eva: un estudio del Parsifal de Wagner, poco más de una docena de títulos dedicados al ocultismo, una historia de la esvástica y una edición de Las profecías de Nostradamus son los más conocidos, aunque es imposible asegurar si eran suyos o de sus acompañantes. Timothy W. Ryback revisó los libros que aún se conservan y halló algo interesante: el “hombre famoso por no escuchar nunca a nadie y para quien la conversación era una diatriba implacable, un monólogo sin fin, subrayaba palabras y frases, escribía un signo de exclamación en algún punto, un signo de interrogación en otro, y con bastante frecuencia trazaba una serie de líneas paralelas junto al texto que quería destacar”. Las pruebas de su lectura están más allá de la duda y, en un arrebato de ociosidad, uno de los investigadores que se adentraron en esos libros sostiene que, entre las páginas, halló un pelo de su bigote chaplinesco. El fetichismo del horror siempre se muestra en estos casos.

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Los libros en los que se han encontrado sus huellas resultan muy distintos: forman un universo muy parecido a su ideología, que fue capaz de sumar cualquier idea con tal de demostrar verdades sagradas. Sus lecturas sólo buscaban aquello que le daba la razón. Ignoro si en los títulos que aún se conservan están las novelas del viejo oeste de Karl May, que le encantaban, y, por supuesto, tampoco sé si las marcó para señalar un párrafo en el que se hablaba de los pieles rojas como seres inferiores. Lo único que sí tengo claro es que en su ejemplar de La muerte de la gran raza quedaba claro que los mexicanos —a fuerza de mezclar la sangre indígena y la europea— sólo mostraban su “incapacidad para el autogobierno”, un hecho que podría remediarse gracias a una dictadura capaz de borrar por completo el mestizaje. Para el genocida, la pureza y la redención de la raza eran planes a futuro. No por casualidad uno de los chistes que se contaban en aquellos días afirmaba que los arios eran rubios como el Führer, atléticos como Göring y castos como Goebbels. Antes de que fuera dueño de las bibliotecas donde se unían los libros que le regalaban y los que le interesaban, el genocida tuvo un revés: se sumó a un golpe de Estado que fracasó estruendosamente y sólo gracias a la liturgia de su religión política se transformó en un acto heroico. Tras caer en manos de la policía, su juicio fue más o menos rápido y la condena se dictó con ganas de no levantar más polvaredas. Durante los trece meses que estuvo encarcelado con notorias comodidades en la fortaleza de Landsberg, no sólo leyó un poco de esto y algo de aquello otro, también le dio vuelo a su oratoria, mientras su chofer y Rudolf Hess tecleaban sus palabras en las hojas que les había regalado la nuera de Wagner. Como su verborrea era incansable, las resmas se apilaban junto a la máquina. En teoría, él sólo dictaba su autobiografía, que en ese momento tenía un título rimbombante: Cuatro años y medio contra la mentira, la necedad y la cobardía. Una rendición de cuentas. Un libro que, a todas luces, lo redimía y justificaba sus acciones para salvar a los

José Luis Trueba Lara. Escritor, editor y profe. Colabora en la radio y de pilón sale en la tele. Duerme la siesta con su esposa y ha publicado varios libros. Es un lector que ha llegado al extremo de trabajar para pagarse el vicio. Twitter: @TruebaLara


alemanes. Además de esto, dictaba otro volumen que parecía ser una historia de su partido, por lo menos esto es lo que se anunciaba en su subtítulo: El movimiento nacionalsocialista. Cuando se publicó el primero de estos manuscritos —el segundo sólo vería la luz hasta comienzos de los años sesenta del siglo pasado—, su nombre cambió por completo para mostrarse con un par de palabras rotundas e implacables. En las portadas de los ejemplares se leía Mein Kampf, un título que fundía un relato profundamente efectista y la formulación de los planes y la ideología que —según él— lograrían la manumisión del pueblo alemán y de la raza aria. En Alemania, Mein Kampf pronto se convirtió en un bestseller indiscutible. En 1933, por sólo dar un ejemplo, se vendieron un millón y medio de ejemplares, y a ellos habría que sumar los que se regalaban a las personas que se casaban, a los niños de las escuelas y a todo aquel que tuviera pinta de ario. Ningún autor le hacía competencia al genocida. Esta cifra es asombrosa, pero lo es más que el volk adquiriera una obra farragosa y casi ilegible por su palabrerío sin freno ni concierto. Para leer la magna obra del Führer, hacía falta una resistencia que muy pocos tenían. Todo indica que sólo lo compraban como un acto de fe, y que muy pocos se aventuraron hasta la última página. El caso de Mein Kampf quizá no sea tan distinto de los seis mil millones de ejemplares de la Biblia, y lo mismo podría decirse de las Obras completas de Lenin, Stalin y Hoxha, o de El pequeño libro rojo de Mao. La mayoría de estos libros llegaron a las bibliotecas personales como un acto de fe, y en muy pocas ocasiones se leyeron de cabo a rabo. Los dueños de los ejemplares de Mein Kampf quizá estaban convencidos de que la oratoria y las noticias que publicaba el Ministerio de Propaganda les ahorraban la lectura y, a lo más, lo único que deseaban era el autógrafo del autor en la página de cortesía. ¿Quién podía dudar del hombre que les devolvería el orgullo y los redimiría? ¿Acaso era posible poner en entredicho las palabras del líder que estaba dispuesto a luchar contra los enemigos del pueblo? Y, por supuesto, ¿acaso no era un acto de locura negarse a aceptar que salvaría al volk y lo conduciría al mejor de los futuros posibles y a un Reich milenario? Apenas unos cuantos respondieron un no rotundo a estos interrogantes, y con eso sellaron su destino. La negación a adentrarse en las páginas del Führer tuvo consecuencias terribles. Si los alemanes hubieran leído Mein Kampf, se habrían dado cuenta del horror absoluto que terminaría por alcanzarlos: la guerra, el genocidio y el crepúsculo de los dioses estaban anunciados en sus páginas. En este caso, la lección es brutal: hay que temer a las palabras de los redentores que invocan al bien absoluto y señalan a los enemigos del pueblo y “la causa”. Si bien es cierto que el caso de Mein Kampf podría explicarse hasta cierto punto gracias a la propaganda, esto quizá también sería válido para los libros y los periódicos de otros profetas de la redención absoluta. Las lecturas ignoradas y la enajenación pueden ser homicidas. Tras el fracaso del gran salto adelante y la terrible hambruna, muchísimos jóvenes chinos empuñaron El pequeño libro rojo y, para lograr la salvación absoluta, asesinaron a millones de personas y trataron de arrasar el pasado. Los poderes de esa obra —de la que se imprimieron entre 800 y 900 millones de ejemplares— estaban más allá de cualquier discusión: los enfermos podían ser operados

sin anestesia, bastaba con que posaran su cabeza en el libro para no sentir la herida del bisturí; en los campos, las cosechas podían crecer gracias a sus conjuros, y dudar de sus palabras era una herejía que sólo podía purgarse con la muerte. Después de más de una década, la redención no llegó, y tras la muerte de Mao, se abandonó la revolución cultural. Mein Kampf y El pequeño libro rojo no son únicos, y su historia se ha repetido. En el periódico Tung Pavevat, los Jemeres Rojos anunciaron el genocidio; lo mismo ocurrió con el Manifiesto de los bahutu y la revista Kangura, que exigían el extermino de los tutis en Ruanda. El Memorando de la Academia de las Artes y de las Ciencias de Serbia, que inspiró a Slobodan Milosevic también forma parte de esta lista y, sin ningún sonrojo, podría estar acompañado por El Estado y la revolución de Lenin y las páginas que anunciaron los horrores del estalinismo. No olvidemos que estas obras tienen algo en común: la redención a toda costa y la denuncia de los enemigos del pueblo. El hecho de que estas obras se transformaran en algo sagrado o en páginas que podrían subestimarse fue una de las causas del horror: sus advertencias eran explícitas, pero la gente las ignoró para seguir a un redentor. Incluso, la certeza de que la libertad de expresión debe ser protegida a toda costa no logró evitar el alumbramiento de la barbarie. Ante estos hechos, parecería que el único camino consiste en cerrarles el paso a los libros de la redención absoluta, pero esto es una falacia, justo como lo demostró Antoine Vitkine: “prohibir Mein Kampf no sirve para nada, es inútil mantenerlo a distancia u ocultarlo […] aun cuando esto sea posible”, la única solución es leer estas obras, analizarlas, someterlas a debate y negarnos a asumir que un hombre o un partido pueden llevarnos a la redención. La salvación absoluta no existe: somos náufragos a la mitad del mar y construimos con lo que encontramos nuestra nave, que se dirige a una playa desconocida. No podemos conocer el futuro, pero la forma que éste adquiera se encuentra íntimamente ligada con la capacidad para discutir las palabras que ofrecen la redención imposible. +

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Entrevista a Jordi Soler

El espacio de lo sagrado José Luis Trueba Lara

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elante de mí está el pequeño volumen. Su cubierta se divide en dos bloques, con los colores precisos que le cierran el paso a la duda sobre su contenido; se llama La orilla celeste del agua (Siruela) y fue escrito por Jordi Soler. Recién terminé de leerlo y sus ideas están frescas: “Hemos dejado de observar lo que pasa a nuestro alrededor; sólo tenemos ojos para la realidad filtrada, sesgada, acomodaticia que discurre sin interrupción, como la vida misma, en la pantalla. El cuervo, las nubes, el ojo de agua sólo tienen sentido para el ciudadano occidental si aparecen en la pantalla; la realidad ya no es lo que hay afuera, sino lo que se reconcentra en el iPhone: así se interpreta y se controla con más facilidad”.

Jordi tiene razón: nuestro mundo se reduce a una pantalla, a un espacio finito que nos engaña con la ilusión de lo infinito para anular la posibilidad de la redención. Y, justo por esto, quedo obligado a no discutir una de sus conclusiones: “En el siglo xxi, en la era del individualismo rampante, no puede haber más espacio sagrado que el que funda uno mismo. Hay que inventar un lugar en el que podamos refugiarnos cada día, cinco minutos o varias horas, un sitio al que siempre regresemos (no tiene por qué ser un espacio físico), un deslindamiento en donde sea posible abstraernos del ruido cotidiano y del abismo insondable de la pantalla, una esquina, un recodo, un estado de ánimo sostenido, construido a mansalva, que nos sirva de refugio y de trinchera”. Miro la pantalla de mi computadora y la reunión en Zoom está por empezar: Jordi está allá, yo acá. Y, aunque un océano nos separa, sus palabras lo atraviesan. —La orilla celeste del agua está inspirado en la idea de la orilla —me dice Jordi—, en el lugar donde Quetzalcóatl se inmoló, y que seguramente es la costa del golfo de México. A partir de esa imagen, pensando qué es esa orilla, descubrí que se trata de la puerta hacia el otro lado, puesto que Quetzalcóatl, en cuanto se prende fuego, se transforma en Venus. Esa orilla es la puerta hacia otra realidad y, a partir de esa certeza, me puse a escribir cuatro ensayos sobre la realidad que está fuera del mapa. Jordi se detiene un instante y sus palabras me hacen recordar la lectura de sus ensayos: “A los habitantes de la sociedad industrializada de nuestro siglo, criaturas desvalidas que buscan su lugar en el entramado cósmico, nos vendría muy bien adoptar un espacio sagrado, que no sea desde luego ni un templo ni ninguna de las instituciones de la espiritualidad New Age, que son el placebo que matiza el vacío que hay detrás de la pantalla”. La apuesta por aquello que se encuentra más allá de los mapas y nos puede situar en el entramado cósmico no es una casualidad. —Los cuatro ensayos —continúa diciéndome Jordi— tienen que ver con Carlos Castaneda, con André Breton, con un montón de músicos... con toda esa realidad que aparentemente no existe, pero que conforma de una manera determinante nuestra vida cotidiana. Pero esto no es todo, otro de los ensayos es mi teoría amorosa, que está basada en la idea platónica del andrógino: el ser redondo que contenía todas las posibilidades en sí mismo. Zeus, que estaba celoso del poderío de aquel ser completo, lo dividió y nos convirtió en hombres y mujeres. Jordi habla de uno de los mitos platónicos que ocupa un lugar fundamental en El banquete, acerca de los seres esféricos, con cuatro brazos, cuatro piernas, dos caras en la cabeza y dos órganos sexuales —una serie de cualidades que les permitían no necesitar de nadie más que de sí mismos—. Una ilusión que claramente se

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muestra en los tiempos del individualismo más feroz, el cual no ha sido capaz de resolver el desgarramiento provocado por la furia del Olimpo. —De esta imagen nace un gran equívoco, que —desde mi punto de vista— fue un poquito inducido por Platón. Parecería que él nos dice que nos pasamos la vida buscando a nuestra mitad perdida. Pero yo pensaba, inspirado en un montón de filósofos y de escritores que llegaron a una conclusión similar, que uno no anda buscando a su igual, a su complemento perfecto, sino a su opuesto complementario. Es decir, en el amor no se trata de hallar a la media naranja, sino a la horma de tu zapato, por decirlo en términos terriblemente prosaicos. A partir de esta idea escribí uno de los capítulos de La orilla celeste del agua, un libro que publica la editorial Siruela en su Biblioteca de Ensayo. Esos libros pequeñitos, en los que Octavio Paz publicó Chuang-tzu. —Y en los que están El elogio de la sombra de Tanizaki y algunos de los ensayos de Steiner —le comento para compartir el gusto por esos volúmenes—. Esa colección de Siruela es admirable, absolutamente indispensable. —Bellísima —responde Jordi—. Yo he pasado de ser un admirador de esta colección a ser autor, lo cual me tiene verdaderamente feliz. En este momento, mientras escribo las palabras de Jordi, me doy cuenta de que debí preguntarle cuál de los tomos de esa colección era su preferido. Tal vez su elección habría coincidido con algunas de las mías: el tomito que me obligó a recorrer las ideas de Plutarco que aún conservamos, las palabras de Ismaíl Kadaré sobre Esquilo, los ensayos de Steiner o el de Bergamín acerca del diablo habían estado en mis listas. Esta ausencia quizá se explica por las ganas de avanzar un poco en sus ideas sobre El banquete. —Lo que decías sobre el mito platónico lo discutí hace algunos años con un amigo muy querido. Y llegamos a una conclusión parecida: en realidad, el mito de Platón no te condenaba a buscar a “A”, sino justamente a “No A”. —Precisamente. Sé que lo he dicho en términos muy payasos, pero la idea era justo eso: no era un opuesto, no era un complemento perfecto, sino ese opuesto que te pone en tu lugar. A partir de que terminé de escribir este ensayo, comencé a pensar en el gran fallo que existe en las aplicaciones que siguen los pasos de Tinder. Éstas se basan en una serie de algoritmos que buscan empatar las similitudes entre dos personas. En ese momento yo pensaba: “Todo su fracaso está meditado por escrito en este libro, estas aplicaciones tendrían que funcionar exactamente al revés o, por lo menos, tendrían que tener un algoritmo mucho más complejo que también fuera capaz de buscar las diferencias que hacen que te enamores de una persona”, ¿no? El recuerdo de mi lectura de La orilla celeste del agua vuelve sin miramientos para obligarme a tomar otro rumbo. En las primeras páginas del libro, Jordi escribió lo siguiente: “Carlos Castaneda nos cuenta, en el primer tomo de su deslumbrante aventura, su experiencia; el brujo yaqui Juan Matus, antes de empezar a instruirlo, lo invita a que encuentre su lugar, su espacio sagrado dentro de una humilde casucha de tablas. El brujo lo deja solo y Castaneda se pone a explorar diversas zonas, rueda de un lado a otro por el suelo, se estira y se acurruca durante horas hasta que, en un momento


determinado que recordará el resto de su vida, sabe, sin ninguna duda, que ha encontrado su espacio sagrado”. La pregunta no se hace esperar: —Déjame volver a la presencia de Carlos Castaneda y André Breton en tus ensayos. Creo que en ellos la escritura tiene el inmenso poder de crear una realidad más allá de lo que todos los días se muestra delante de nuestros sentidos, y tal vez no sea exagerado pensar que ellos nos inventaron y nosotros sólo somos los personajes que podemos llegar a vivir en los mundos que crearon. La realidad aparte de Castaneda y el surrealismo de Breton podrían ser esto. —Efectivamente, ésa es la realidad fuera de los mapas de la que hablo en La orilla celeste del agua. No hay duda de que sus páginas se nutren de Castaneda y Breton. De Breton, por el empeño que tenía en el hallazgo. La mayor parte de su obra, de hecho todo el movimiento surrealista, está basada en una actitud definitiva: el hallazgo, la búsqueda de lo que puedes encontrar. Es algo parecido a lo que te ocurre cuando entras a una librería y un ejemplar insospechado se muestra delante de ti; es algo casi idéntico a lo que te sucede cuando caminas por el bosque y la naturaleza te revela algo que no esperabas. Yo mismo, cuando escribo una novela, siempre estoy esperando el hallazgo; y Carlos Castaneda nos enseña el acecho, que es fundamental para lograrlo. Efectivamente, Castaneda muestra que don Juan Matus es la persona que tiene el poder de acechar el hallazgo. Por estas fascinaciones empecé a ensayar sobre estos dos personajes que nos han enseñado a mirar la realidad de una manera especial. Una manera tan especial que está más allá de lo que vemos y de lo que está en los mapas que trazan tierras y rutas precisas. Leer La orilla celeste del agua representa la posibilidad de encontrar lo que está más allá: el espacio sagrado del que habla Jordi Soler y que, tal vez, nos ofrezca la posibilidad de la redención. +

En las cuatro breves piezas que componen este tomo, entramos en el universo más personal de Jordi Soler. A través de sus páginas, escritas desde la orilla celeste del agua, reflexiona sobre la música y el silencio; traza una cartografía del enamoramiento y sus vasos comunicantes; critica la era tecnológica y la pérdida progresiva de los espacios para la introspección y el pensamiento; reivindica el aquí y el ahora; defiende la mirada activa, el diálogo; evoca lecturas, discos, películas, poemas, piezas de la memoria: historias en el mar de historias. La orilla celeste del agua es, en fin, un valiente alegato contra un devastador modus vivendi anclado en las nuevas tecnologías y en la hipervelocidad del siglo xxi; una lúcida reivindicación de la realidad que está fuera de los mapas.

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Fisiología de la aflicción

Infinitivos cuerpos

Itzel Mar

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l dolor no se parece al placer, pero se parece al placer: es el cuerpo sintiéndose a sí mismo. De sus muchos rostros, la mayoría termina adquiriendo la forma de confín. Roberto Juarroz nos advierte que la percepción sólo es nítida en los extremos; es el dolor uno de éstos. Tan pariente de la vida como de la muerte, da constancia de ambas con certeza, no así de lo que existe entre ellas. Alguna vez el mundo no tuvo la estructura que conocemos ahora. Reinaban el caos y la oscuridad. Los chinos denominaron a este espacio el huevo cósmico. Allí se gestó un gigante extraordinario llamado Pangu. Pasaron miles de años antes de que se estirara y pudiera partir el cascarón en dos mitades; mientras eso ocurría, comenzaron a distinguirse lo liviano y volátil de lo material y pesado. Así surgieron el cielo y la tierra: el yang y el yin. Dieciocho mil años después, el cuerpo de Pangu se modificó: sus cuatro extremidades se convirtieron en las cuatro montañas más altas de las esquinas del mundo, para sostener el cielo; su ojo izquierdo se transformó en el sol, y el derecho, en la luna. Finalmente, su aliento mutó en aire. Llego al consultorio del doctor Kyu Takamura. Me recibe inclinándose un poco —con el afecto de quien no tiene prisa— y uniendo las palmas de sus manos a la altura del pecho, en un gesto no mecanizado de bienvenida. Su mirada apacible es una caricia discreta. De pronto, sale de la habitación sin producir ruido. Tras varias consultas, siento familiar el ritual de quitarme el exceso de ropa y usar la bata de pellón azul. El olor a ungüento y a raíces resulta un anticipo agradable del tratamiento con las finas agujas de acupuntura. Calculo que el doctor Kyu ha vivido un par de siglos, pero su apariencia es la de un hombre vigoroso de cincuenta años. Es oriundo de Kioto y habla poco español. Viste pantalones de algodón y sandalias. Me tiendo en la camilla y él pide que le muestre mi lengua. Toma mi mano derecha y me esculca el pulso sobre el pliegue de la muñeca con las yemas de sus dedos. “¿Dónde duele?”, pregunta, y señalo la espalda alta, pero no un lugar preciso. Vuelve a cuestionarme: “¿Por qué le duele atrás? Tristeza deprime la circulación de qi y sangre en el jiao superior, especialmente en el pulmón”. Y sugiere que nombre lo que me está provocando molestias. “Me enoja estar al tanto de mi respiración todo el tiempo; desconocer los rostros que se ocultan tras los cubrebocas; la prohibición de la presencia, no poder abrazar a B., que se encuentra a 468 kilómetros de distancia”, digo a punto de llorar, pero sin conseguirlo. “Ausencia

de contacto. Falta yang”, balbucea el doctor Kyu. Acto seguido, comienza a introducir las agujas. La primera, en el punto más alto de la cabeza; otra, en el entrecejo; una más, en la línea media del cuerpo, a la altura de mis senos; luego, cerca de las muñecas, en la cara interna de cada antebrazo; otras tantas en el abdomen y, al final, entre los dos primeros metatarsianos de cada pie. Algunas de las punciones me provocan una sensación eléctrica, pero son tolerables. “Respire despacio, si le parece bien, y no se interrumpa a sí misma”, agrega el médico. No sé si fueron las agujas o logré sugestionarme, pero unos minutos más tarde comencé a experimentar cierto alivio, como el que provoca un atracón de carbohidratos y, al fin, pude llorar. Después de retirarme las agujas y antes de despedirse, el doctor Kyu me susurró: “El enojo sólo es el grado mayor de la tristeza”. Si entendí bien, el dolor es indivisible, porque son lo mismo el enojo, la tristeza, la molestia en la espalda, los rostros que se ocultan tras los cubrebocas y la imposibilidad de abrazar a B. por el momento. Entonces, me pregunto cómo será vivir sin dolor, y aparece el recuerdo de ese oscuro personaje, nacido en Praga en los años veinte del siglo pasado, con el nombre de Edward H. Gibson, también conocido como la Almohadilla Humana, quien trabajó en diferentes teatros populares estadounidenses. Salía al escenario vestido con pantalones cortos, y solicitaba a los asistentes que le clavaran en el cuerpo, excepto en el vientre, algunos objetos afilados que se esterilizaban con anticipación. A la vista de todos, Gibson los extraía, uno por uno, sin mostrar la mínima dolencia. En cierto momento, decidió representar la crucifixión. Preparó cuatro clavos de considerable grosor y una cruz de madera. Uno de sus ayudantes golpeó con un martillo el primer clavo sobre la palma de la mano izquierda del extraño artista. Al observar el espectáculo, una mujer sufrió un ataque cardíaco y murió. Prudentemente, se canceló el resto de la función. El peculiar encanto de Gibson lo marginaba, pues era visto como una rareza, un impostor en un mundo de sufrientes, donde quizá el dolor sea la verdadera raíz que hermana. Sobre la aflicción, dijo Emily Dickinson: “No puedo recordar cuándo comenzó o si hubo un tiempo en que no estaba”. En esta época de las pérdidas al cubo, en la que las instituciones imponen el sofocamiento de cualquier malestar en la fisiología del alma y del cuerpo con todo tipo de drogas y remedios, es preciso poner a buen resguardo el dolor. Defenderlo de sus detractores, para quienes representa un exceso de realidad, un desatino, una mueca de mala educación. Vale la pena salvarlo, sencillamente, para poseer la forma de lo que fue nuestro y desapareció. +

Itzel Mar. Poeta, editora y psicóloga. Disfruta releer muchas veces sus libros preferidos e inventar palabras. Twitter: @aegina23.



Entrevista a William Kuhn

JACKIE, DIOSA Y EDITORA Ve la entrevista en mascultura.mx y en YouTube revistaleemasdegandhi

Julio Trujillo

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había tenido un amorío— y Maria Callas —con quien Onassis tenía un lío amoroso incluso después de haberse casado con Jackie—. Considero que este libro nos enseña quién era Jackie en la medida en que creía tan firmemente en esta idea de belleza femenina —relacionada con la forma en que una mujer se presenta a sí misma— que estaba preparada para superar su propia historia con estas mujeres, la cual no era muy agradable. Al grado de permitirse continuar con esto y decir: “Sí, Marilyn Monroe lo tenía, tenía allure, Maria Callas lo tenía, tenía allure”.

illiam Kuhn es historiador, biógrafo y novelista. Ha publicado biografías sobre Disraeli y sobre Isabel II. Hoy nos convoca un libro de Ediciones Camelot sobre Jacqueline Kennedy Onassis, Jackie a secas: la biografía de una lectora y de una editora poco conocida. Quedé realmente fascinado por tu biografía de Jackie, en la que profundizas en tres aspectos poco estudiados de su vida: fue una ávida lectora, escritora y editora. ¿Podrías hablarnos sobre tu investigación y estas características de Jackie, comenzando por su rol de lectora? Sí, una de mis mejores fuentes para este libro fue su compañera de habitación del internado. Como podrás imaginarte, ella asistió a un prestigioso colegio en Connecticut. Su amiga de esta época, Nancy Tuckerman, fue quien me dijo algo que tuvo sentido para mí y que nadie nunca antes me había dicho en persona: que cuando ellas iban en la escuela, Jackie era muy diferente a las demás —aficionadas a jugar cartas, a reunirse a comentar rumores o a colar un cigarro en la habitación de alguna para fumar a escondidas—; pasaba mucho tiempo a solas en su propia habitación, leyendo algún libro. Eran jóvenes colegialas, no habían cumplido los 18 años. Ahí fue cuando su identidad como lectora comenzó, pero con frecuencia —incluso en momentos en los que se encontraba muy ocupada en la Casa Blanca—, se le veía llevando un libro bajo el brazo, a donde quiera que llegara. Así que creo que esto continuó durante su vida adulta. Tu libro se titula Leyendo a Jackie, y me atrevería a agregar “Leyendo a Jackie leyendo”, pues, en efecto, ¡todo el tiempo está leyendo! ¿Podrías decirnos un par de títulos que consideres que la hayan formado? Desconozco los títulos que leía cuando era niña y que influyeron en la formación de su persona adulta. Lo que sí sé es qué tipo de libros eligió para trabajar cuando era editora. Considero que aquellos libros que eligió como editora reflejan su gusto y dejan ver la persona que era en lo profundo. Me parece que se trata de un instinto que todos tenemos: cuando conoces a alguien por primera vez, vas a su casa y, mientras esa persona te prepara un café o una copa, tú echas un vistazo en sus libreros para descubrir qué tiene, qué ha leído, cómo es. Esta idea da origen a mi libro. Si me preguntas títulos específicos, hay uno que considero muy revelador: se titula Allure, no sé cómo se llamará en español, es algo difícil de traducir incluso en inglés porque se trata del atractivo femenino, qué es lo que hace hermosa a una mujer. Diana Vreeland, la autora, quería presentar en este libro a dos mujeres que eran de alguna manera presencias dolorosas en la vida de Jackie: la estrella de Hollywood Marilyn Monroe —con quien su esposo

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Hay un aspecto casi secreto de Jackie: el de escritora. Yo sugeriría —veamos qué opinas tú como experto— que Jackie la autora se encuentra entre la lectora y la editora. ¿Es correcta esta percepción? Sí, es correcta. Jackie colaboró para una de las grandes revistas estadounidenses, The New Yorker. Escribió introducciones para algunos de los libros que editó, Allure fue uno de ellos; también escribió la introducción de un libro sobre Michael Jackson, aunque se rehusaba a hacerlo. He leído algunas de sus cartas privadas; ella tenía el don de la palabra, hay un sentido divertido, juguetón, siempre encuentra la forma de reírse de sí misma o de la persona a quien le escribe: puede verse que tenía talento, y me parece lamentable que nadie lo haya fomentado. Mi teoría al respecto es que cualquier texto de buena calidad es una forma de autoexposición: debes decir la verdad. Y ella era tan celosa de proteger su privacidad que no se permitió a sí misma publicar más. Tal vez necesitaba de una Jackie que la animara a publicar, o no… porque, como mencionas, el editor es una persona invisible y en muchos aspectos debe serlo. Un hombre muy cercano a ella en la editorial Doubleday, con quien trabajó hasta el final de su vida, le dijo: “Jackie, sería grandioso si escribieras tus memorias”. Y ella simplemente respondió: “Sólo quiero caminar por la playa”. Buena respuesta. Mencionaste Doubleday, y antes de eso estuvo Viking. Ambas son grandes casas editoriales, ¿podrías hablarnos sobre cómo fue su trayectoria de una a otra? Ésa es, de hecho, una trayectoria muy interesante. Ingresó a Viking porque conocía al presidente de la editorial. Se trataba de un viejo amigo suyo, a quien le contó sobre su ambición de convertirse en editora. Él le respondió que era una gran idea, porque le daría una gran publicidad a la editorial, y pudieron hacerlo de esa manera. Desafortunadamente, Viking tenía una relación contractual con el famoso autor de thrillers Jeffrey Archer. Durante


Si tuvieras que elegir un solo libro que definiera a Jackie como editora, como lectora desde luego y como persona, ¿qué libro elegirías? Y cuéntanos un poco acerca de dicho libro. El libro que escogería sería el que hizo con Bill Moyers, titulado El poder del mito. En Estados Unidos, Bill Moyers es muy conocido por un programa de entrevistas en el que hablaba con distintas personalidades y, más tarde, también con intelectuales. En una de esas entrevistas, conversó con un prestigioso historiador de la religión, y este libro versa sobre cómo algunos seres humanos ordinarios son criados con proporciones divinas; cómo una celebridad se torna en algo casi sagrado, y cómo, aunque en Estados Unidos y en Occidente en general la religión ha ido en declive, el impulso religioso sigue siendo muy fuerte y el deseo de rendir reverencia a un ídolo continúa muy presente. En este libro, Bill Moyers señalaba la propia experiencia de Jackie, y se preguntaba qué había sucedido en el funeral de John F. Kennedy, qué había pasado cuando el homicidio de su esposo aconteció junto a ella, eso esencialmente la transformó de la noche a la mañana en un tipo de diosa… Ella estuvo detrás de este libro. Bill Moyers no fue a proponerle la idea a Jackie, sino al revés. Ella había visto las entrevistas en televisión y le dijo que quería convertir eso en un libro. Se trata de una narrativa extraordinaria de aquello en lo que se convirtió su vida después de 1963, después del asesinato de su esposo. Yo quedé verdaderamente asombrado de que ella misma eligiera ese tipo de estampa autobiográfica. Ella era la editora, y se presentó con Moyers en una fiesta de lanzamiento. Estaba muy orgullosa de ese libro; se vendió muy bien, no tanto porque la gente conociera la conexión entre Jackie y el libro, sino porque tocaba una fibra sensible, y porque la gente continúa interesada en la historia de la espiritualidad, aunque no se trate del sentido de espiritualidad convencional asociado con la iglesia. +

el tiempo en que Jackie estaba en la editorial, Archer produjo un libro en el cual imaginaba el asesinato de Ted Kennedy, que en esa época estaba muy pero muy vivo, así que resultó de muy mal gusto. Jackie sabía de esto, conocía la propuesta y simplemente no se interpuso, pero un crítico del New York Times dijo: “Cualquier persona que haya tenido algo que ver con este libro debería de avergonzarse de sí misma”, implicando a Jackie, y fue en ese punto que ella decidió renunciar. Después de haber pasado algunos años en Viking, sabía que quería irse a otra casa editorial. La razón por la que fue a Doubleday fue que su mejor amiga del internado, Nancy Tuckerman, a quien he mencionado antes, ya trabajaba ahí para uno de los fundadores de la compañía. Así que tenía una especie de protección interna en Doubleday, contaba con alguien que podía mantenerla con los pies en el suelo y que podía hacerle saber qué sucedía, de forma que lo acontecido en Viking no se repitiera jamás.


Novela gráfica

Fun Home: un tragicómic familiar Gabriela Mejan

U

“Me habían eclipsado: pasaba de ser la protagonista de mi propio drama al toque cómico en la tragedia de mis padres”. Alison Bechdel, Fun Home.

na mansión estilo victoriana, hogar de la familia Bechdel, es el espacio revisitado por Alison, la primogénita de dos intelectuales que a principios de los sesenta habían vuelto a su lugar de origen, después de una estancia en la entonces Alemania Occidental. Los Bechdel retornan a Estados Unidos para ocuparse del negocio familiar: una casa de servicios funerarios que, más tarde, Alison y sus dos pequeños hermanos apodarían fun home (como abreviación de “funeral”). Por la tarde, al terminar la escuela, los hermanos Bechdel solían pasar horas en la fun home, jugando con un carrito de carga, esquivando sillas plegables y evitando chocar con los ataúdes; en ocasiones, incluso pasaban la noche en alguna de sus recámaras, en compañía de la abuela paterna, quien aún residía ahí de forma permanente. A través de un sombrío sentido del humor, que empata a la perfección con el estilo neogótico de su propio hogar, Alison Bechdel explora con sinceridad los momentos íntimos de la compleja relación con su padre, Bruce, veterano que alterna su trabajo en la funeraria con la docencia, impartiendo Literatura Inglesa en un colegio local. La mayor pasión de Bruce, sin embargo, es restaurar la vieja mansión: siempre hay un proyecto en marcha, desde qué papel tapiz elegir para los dormitorios hasta un candelabro que restaurar para el comedor o utensilios de plata rescatados que deben ser pulidos hasta recobrar su brillo original. No se trata de un proyecto colaborativo: es la misión personal de Bruce, mientras que su esposa e hijos orbitan con dificultad a su alrededor, asistiéndolo en dichas tareas sin que sus opiniones sean consultadas o tomadas en cuenta cuando cometen la osadía de compartirlas. La indagación de Alison Bechdel, consagrada historietista de la legendaria tira cómica Dykes to Watch Out For, desentraña uno a uno los más evitados secretos familiares, por ejemplo, la homosexualidad reprimida de su padre. El descubrimiento influye en la autopercepción de la joven Alison, quien no se atreve a anunciar su propio lesbianismo sino hasta que se encuentra fuera de casa, estudiando en la universidad. Todo esto acompañado de innumerables referencias literarias, desde el mito de Sísifo hasta el existencialismo francés o el teatro estadounidense del siglo xx, sin dejar atrás el boom de múltiples revistas populares de la época, como Esquire, Time y Vogue. Mediante numerosos elementos de la novela de aprendizaje, la autora entreteje con espontaneidad su infancia y su juventud para, al mismo tiempo, rescatar las memorias y liberarse de ellas, especialmente de una: la abrupta muerte de su padre en un trágico “accidente”, al ser arrollado por un camión de carga —versión oficial que la propia Bechdel pone en entredicho y se atreve a reconstruir como

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suicidio—. Se trata de una vuelta a sus años de iniciación, a la primera salida y a los retornos temporales a esa casona de Pensilvania, que funge como el archivo que resguarda las preciadas antigüedades de la figura paterna, así como todos sus misterios. Visualmente, los fondos grises, y las distintas tonalidades de sombras azuladas infunden en los paneles un aspecto muy similar al de la acuarela, consiguiendo así un efecto nostálgico que apela directamente a la percepción emocional del lector. De esta manera, la obra cumple con el objetivo redentor: pone término a los enigmas que persiguieron a la joven Bechdel a lo largo de sus años de desarrollo y que desafiaron la búsqueda de su identidad personal fuera del clan familiar. El fenómeno Fun Home Publicada por primera vez en 2006, la autobiografía gráfica fue aclamada, nominada y premiada por diversos paneles y críticos. Existe incluso una adaptación al teatro musical de Broadway, realizada por Lisa Kron y Jeanine Tesori, cuyo estreno se llevó a cabo en 2015. La obra resultó también receptora de múltiples premios Tony, mientras que, a principios de 2020, se anunció la próxima adaptación de esta obra musical al cine. Bechdel, por su parte, continuó la indagación familiar con una memoria gráfica subsecuente, publicada en 2012, y titulada Are You My Mother? En ésta, le toca turno a la figura materna, una aspirante a actriz y ávida lectora que sacrificó sus ambiciones artísticas por un matrimonio disfuncional. Se trata de una exploración onírica, fuertemente influenciada por el proceso de análisis psicoanalítico de la autora, en la que refiere la falta de calidez de su madre y cómo ésta se tornó la herramienta principal de la que Bechdel se valió “para encontrar la salida” hacia su verdadera identidad. +

Gabriela Mejan. Especialista en narrativa gráfica, cuenta con un doctorado en cultura visual, es una gran entusiasta del ciclismo urbano, ama las plantas y los perros. Twitter: @huronferret



Foto: Comunicación social de la UDG

Púlsares del confinamiento

Carmen Villoro: una navegante de la existencia Claudia Posadas

“P

úlsares del confinamiento” es la nueva sección de poesía de Lee+, en la que mujeres poetas de diversas partes de Iberoamérica y pertenecientes a distintas generaciones reflexionan y conversan en torno a esta actualidad tan compleja que nos concierne. Acaso abisales pero poderosos, mostramos estos destellos de la conciencia en la oscuridad de estos tiempos. Abrimos este espacio en nuestras páginas para presentar la poesía de Carmen Villoro.

Desde su primer libro, Que no se vaya el viento (1990), la obra poética de Carmen Villoro (México) ha abrevado de la aparente insignificancia de lo cotidiano, con el fin de hallar, en los objetos, en el silencioso misterio de los resquicios, en los inesperados quejidos de la madera, en los rituales diarios de nuestra existencia, revelaciones de vida. Sus poemas son navegaciones hacia una Ítaca del existir, donde habitan / nos habitan nuestras verdades más profundas, nuestra fragilidad, nuestros miedos, nuestras certezas, nuestra sensorialidad y deseos, nuestros fines y afanes, la memoria y los sueños. La poeta es una especie de nauta existencial, diríamos una existerenauta que, a la manera de un “Ulises cotidiano” —aludiendo al título de uno de sus poemas—, va encontrando, en cada mínima variante del oleaje o de la luz reflejada en el mar del diario vivir, la punta del iceberg. Se trata de una mirada incisiva, dispuesta al asombro y hasta juguetona, porque es una visión —ha explicado Villoro— que asume la curiosidad propia de la infancia, cuando el mundo, las cosas, lo inexplicable, lo cercano, lo aprehensible, el paisaje, todo es un gran enigma por descifrar. También es una lírica del instante, aunque evoque el paso del tiempo y el recuerdo, pues detiene en su palabra el momento justo en que lo observado devela sus secretas corrientes. Es poesía del aquí y del ahora, pero que nos traslada a las honduras del ser. Si bien, en ese primer libro la expresión transcurre tenue y sutil, aunque ya con una intención estética definida, en los siguientes volúmenes se desarrolla plenamente. Delfín desde el principio (1993) enraíza este camino cuando el poema rompe la capa de razón que cubre las cosas, que van desde lo inasible, como la luz, que reconoce “su alma de partícula, […] su adentro de fotones confundidos”, hasta lo más aparentemente nimio, como la chancla de hule, observada en el poema homónimo: “Nada menos humano / que un hule que no sirve / pero en ella se encuentra quizá todo: / las huellas de unos pies/ […] el miedo que a la muerte le tenemos”. De la misma índole es Jugo de naranja (2000), obra en la que su voz se reafirma y expande sus posibilidades desde la prosa poética. En medio de estas publicaciones, se encuentra Herida luz (1995), un libro fundamental porque representa una transición hacia una vertiente más existencial, nacida de la reflexión sobre la enfermedad y el cuerpo, enmarcada en una experiencia muy directa. Asimismo, el poema, en una voz alterna, abre un diálogo íntimo con la contundencia de aquello invisible que nos destruye. Sus demás libros, sobre todo Obra negra (2007) y En un lugar geométrico (2001), se anegan de estas aguas, ya que el tono asume la profundidad conquistada. Es la voz de sabiduría de quien conoce “lo que el telón esconde”. 26

Su más reciente libro, Liquidámbar (2017), encarna la desembocadura de este trayecto. Muy cercano a Herida luz, aunque de mayores alcances al deconstruir la enfermedad y el dolor del propio padre en agonía, así como su partida, trasmutado en ceniza, a la raíz de un liquidámbar. Cada texto en este libro entabla un diálogo ya no invisible, sino de cara a cara con la finitud. “Gratitud”, el poema que presentamos, se identifica con la poética de la autora, ya que enfatiza una de esas pequeñas historias que pasan desapercibidas, pero que son el cimiento de grandes hechos, como lo es el desarrollo de la vacuna contra la Covid-19. +

Gratitud Hijo de un inmigrante turco obrero de la Ford en Alemania, Ugur Sahin se formó como médico. Su pasión por la ciencia abrió la brecha para llegar a la vacuna del COVID-19: su propia forma de cruzar una frontera. Después de un año de confinamiento, camino haciendo lenta y larga fila entre cientos de adultos mayores que hoy recibiremos la primera dosis. Miro a los niños que juegan en la fuente con la alegría y la despreocupación que todos anhelamos. Nosotros también somos un poco niños, temblamos levemente de temor, nos sentamos cada tanto en un banquito para no cansarnos, buscamos una sombra que proteja. ¿Importa que sepamos la historia de Sahin? Yo lo imagino recorriendo con su bicicleta las calles del barrio obrero en que creció: un joven más, parecido a cualquiera de mis hijos, y agradezco a la ciencia estar construida por pequeñas historias como ésta.

Claudia Posadas. Poeta, ensayista y gestora cultural. Miembro del snca. Su mas reciente libro es Carmen Berenguer. Plaza tomada. Poesía (1983-2021), uanl (2021), selección y prologo de su autoría.


“La verdad es una y el error, múltiple”. Simone de Beauvoir

La fuente original

Buscando algo que alguien robó Yara Sánchez De La Barquera

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ueremos castigar a quien nos hace daño, y nos cuesta admitir nuestra carga cuando debemos pagar la factura del agravio, ya sea a otro o a nosotros mismos. Pero, ¿bajo qué sistema queremos ser juzgados? Esta dinámica de control sobre la humanidad ha servido al mal durante milenios. Tal vez pensamos que somos humanistas, en el sentido definido por Jean Paul Sartre en El existencialismo es un humanismo (1946), el cual precisa que el ser humano es el señor de este mundo, pues tiene un poder creativo ilimitado, una fuerza que impulsa el progreso y el desarrollo de las ciencias, las artes, el lenguaje y todos los fundamentos de la cultura occidental. Por lo tanto, tenemos la capacidad de juzgar y de ser creadores de nuestro destino. Las religiones bíblicas resultan la contraparte de esto, pues el concepto de la creación nos convierte en seres insignificantes ante un creador y, por ello, nos transformamos en creaturas a su servicio. Estamos subyugados de forma perenne por el castigo presente y la promesa del castigo eterno. Si a esto le sumamos la frágil balanza pensada por Simone de Beauvoir en su libro Para una moral de la ambigüedad, en el que se distancia enérgicamente del planteamiento metafísico de Sartre al aclarar que la concepción de las situaciones se jerarquiza de tal modo que se separan de los espacios de libertad, resultaría que somos hijos de las guerras… ¿A quién creerle? Crecí en un hogar humanista y católico, aunque mi abuela y mi madre me adaptaban las reglas de la Iglesia. Mientras tuviera un corazón y una mente nobles, no les parecía incorrecto doblegar los terribles castigos; es más, rara vez asistíamos a misa; en cambio, era usual escuchar “el comentario de director” de mi mamá o abuela: “Dios es bueno, no castiga, no le tengas miedo, no se enoja”. ¿Para qué pertenecer a una religión que no le hace justicia a nadie más que a los que se benefician económicamente de ella y se autoabsuelven de cualquier acto u omisión? Pero ésa es otra historia. Desde chicos, crecemos dudando de los criterios del sistema bajo los cuales alguien es condenado o absuelto de sus errores. ¿Qué tan justos pueden ser los padres o las figuras de autoridad al otorgar castigos que nos pueden mancillar por décadas como consecuencia de actos que probablemente sean inconscientes en la infancia? Incluso, la inconsciencia no les pertenece a los niños o a los jóvenes exclusivamente. De adulto, uno puede entrar a grupos de meditación y “sanación” que nos roban la razón y nuestra alma. La gran mayoría de los gurús, a través de su mercadotecnia, venden la redención y la vida entera a través de certificaciones, niveles, cursos, libros, técnicas, videos, audiolibros, que —para empezar— te dejan sin tus ahorros y después sin amigos, sin ti: hackean tu esencia. Resultan muy claros los pasos que siguen los grupos piramidales —que realmente son sectas—. La divinidad no tiene jerarquías. No te pide que le des nada. Eres un fractal de ella, y lo que le das es tuyo.

Estás para darte; está para darnos. Pero hemos sido adoctrinados. ¿Cómo va estar la divinidad para darnos sólo porque existimos? Si lo dudas, te conviertes en cliente viable de los falsos profetas, y de cualquier profeta, para acabar pronto. Ya sé… las trampas de la “espiritualidad” en el siglo xxi son pavorosas. Qué tragedia que la gente que no quiere una religión, que está de “belief and healing shopping”, pueda ser atrapada por estos seres de sangre fría que saben que la mayoría de sus posibles adeptos tendrán problemas existenciales serios o fueron abusados sexualmente en su antigua religión o por un familiar. El intruso, el depredador, usa cara de salvador. Y esto seguirá pasando mientras creamos que alguien o algo nos debe salvar o perdonar. El desierto de la verdad La redención es un baile solitario. Cuando llega, cuando verdaderamente llega, estamos solos. Nos abraza; nos inyecta un ramalazo de oxígeno y, a veces, también es silenciosa. No hay espectáculos que la anuncien. Vive en tonos, frecuencias y luces que no sabemos distinguir fácilmente, porque la oscuridad es luz invisible, y la luz verdadera es visible. Al final de nuestra travesía en el desierto, la salvación la entrega la divinidad que nos creó y es gratuita; más gratuita que el oxígeno. La redención es un banquete de la verdad, de la honestidad, que será el gran antídoto de los falsos adivinos y “sanadores”. “El extraño que usa múltiples máscaras dentro de ti es peligroso”, como dice la canción de Billy Joel. Menospreciamos el riesgo de usarlas y, cuando menos lo esperamos, ese extraño nos golpea. Entonces, si la redención, la libertad de la condena a nuestros “errores”, es entregada por una mensajería espiritual que muchas veces nos parece tardía, ¿por qué carambas andamos probando religiones, libros, cursos, certificaciones caras por extranjeros, retiros y otras cosas para estar bien con nosotros mismos, con nuestra divinidad? La pregunta es absurda, pero el saber cuesta. Las condenas espirituales En la película de culto The Shawshank Redemption (Sueño de fuga), basada en la novela corta de Stephen King, se habla de las cárceles y de la esperanza. No debemos acostumbrarnos a la cárcel que nos han impuesto, ya que después de un tiempo nos aferramos a esos muros. Sólo uno mismo puede redimirse de su condena, todos nos merecemos llegar a Zihuatanejo, y si aún no llega, en palabras de su protagonista, Andy Dufresne: “Recuerda, Red, que la esperanza es algo bueno, quizá lo mejor de todo. Y las cosas buenas no mueren”. +

Yara Sánchez De La Barquera. Editora, promotora cultural, estudiosa y terapeuta cuántica de cabello rosa. Edita revistas desde 2004; Lee+ es su pasión, terapia y salvación. Brinca fronteras para encontrar el mejor festival de rock. Si ves lentejuelas y estoperoles por doquier sabes que pasó por allí.

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LOS LEÍDOS NO FICCIÓN

FICCIÓN LA CANCIÓN DE AQUILES Madeline Miller ALIANZA DE NOVELAS

LA MEMORIA VEGETAL Umberto Eco LUMEN

De la autora de Circe, una epopeya inolvidable: Grecia en la era de los héroes. Patroclo, un príncipe joven y torpe, ha sido exiliado al reino de Ftía, donde vive a la sombra del rey Peleo y de su hijo, Aquiles. Aquiles, el mejor de los griegos, es todo lo que Patroclo no: fuerte, apuesto, hijo de una diosa. Él lo toma bajo su protección y ambos se adentran en las artes de la guerra.

El libro es un seguro de vida, un pequeño anticipo de inmortalidad. La crítica ha dicho: “Un pequeño volumen íntimo y precioso. Un viaje ligero y ameno desde el nacimiento del papel hasta el libro electrónico bajo la bandera de la digresión y del divertissement literario”. “Una fiesta de la inteligencia, un placer de los sentidos y una inolvidable experiencia”.

LA BAILARINA DE AUSCHWITZ Edith Edger PLANETA

EL NEGOCIADOR. CONSEJOS PARA TRIUNFAR EN LA VIDA Y EN LOS NEGOCIOS Arturo Elías Ayub GRIJALBO

Un libro sobrecogedor, potente e inspirador, que busca ayudar a todos aquellos cuyos traumas les impiden vivir en plenitud. Como su mentor, Viktor Frankl, Edith es una superviviente cuya experiencia vital y su trayectoria le han permitido ayudar a miles de personas que viven incapacitadas por cicatrices emocionales.

ARSÈNE LUPIN: CABALLERO LADRÓN Maurice Leblanc ROCA BOLSILLO

EL CLUB DE LAS 5 DE LA MAÑANA: CONTROLA TUS MAÑANAS, IMPULSA TU VIDA Robin Sharma GRIJALBO

La saga literaria en la que se inspira Lupin. Arsène Lupin, que logró ser más famoso que su creador, nació como un encargo del editor Pierre Lafitte al escritor Maurice Leblanc. En este libro se reúnen los nueve relatos —relacionados entre sí como los capítulos de una serie televisiva— que Leblanc publicó en la revista Je Sais Tout.

Robin Sharma desarrolló El club de las 5 de la mañana hace más de veinte años, gracias a los revolucionarios hábitos que le permiten a sus clientes incrementar la productividad, mejorar su salud y afrontar con serenidad la época en que vivimos. Este libro, de profundo impacto personal, nos descubrirá las rutinas que han hecho posible que muchas personas alcancen grandes resultados al tiempo que nuestra felicidad y vitalidad aumenta.

SIRA María Dueñas PLANETA

DE ANIMALES A DIOSES Yuval Noah Harari DEBATE

Cuatro destinos. Dos misiones. Una mujer. Vuelve la protagonista de El tiempo entre costuras. La guerra ha llegado a su fin y el mundo emprende una tortuosa reconstrucción. Concluidas sus funciones como colaboradora de los servicios secretos británicos, Sira afronta el futuro con ansias de serenidad. Sin embargo, el destino le tiene preparada una trágica desventura.

Hace 100 mil años, al menos seis especies de humanos habitaban la tierra. Hoy sólo queda una: la nuestra. ¿Cómo logró nuestra especie imponerse en la lucha por la existencia? ¿Por qué nuestros ancestros se unieron para crear ciudades y reinos? ¿Cómo llegamos a creer en dioses o en naciones; a confiar en el dinero, en los libros o en las leyes? Harari traza una historia de la humanidad y las tres grandes revoluciones que nuestra especie ha protagonizado.

LA BIBLIOTECA DE LA MEDIANOCHE Matt Haig ALIANZA DE NOVELA

EL PODER DEL AHORA UN CAMINO HACIA LA REALIZACIÓN ESPIRITUAL Eckhart Tolle GRIJALBO

Sin saber cómo, Nora Seed aparece en la Biblioteca de la Medianoche, donde se le ofrece una nueva oportunidad para hacer las cosas bien. Hasta ese momento, su vida ha estado marcada por la infelicidad y el arrepentimiento. Nora siente que ha defraudado a todos, y también a ella misma. Pero, ¿esto está a punto de cambiar?

JÓVENES

En este nuevo libro, Arturo Elías Ayub, director de Fundación Telmex, nos muestra las mejores prácticas para ser un emprendedor, tomar buenas decisiones y encontrar lo mejor para todas las partes. A través de anécdotas, él nos comparte lo que ha aprendido en los negocios y en la vida.

LOS COMPAS Y LA MALDICIÓN DE MIKECRACK Mikecrack, El Trollino Y Timba VK MARTÍNEZ ROCA

LA REINA ROJA Victoria Aveyard GRAN TRAVESÍA

A DOS METROS DE TI Rachael Lippincott NUBE DE TINTA

El poder del ahora es un libro único. Tiene la capacidad de crear una experiencia en los lectores y cambiar su vida. Hoy es considerado una obra maestra. Para lograr la iluminación sólo tenemos que comprender nuestro papel como creadores de nuestro dolor. Es nuestra mente la que causa los problemas con su corriente de pensamientos, atándose al pasado, preocupándose por el futuro.

PERFECTOS MENTIROSOS 1 Alex Mírez MONTENA

ELEANOR & PARK Rainbow Rowell ALFAGUARA


ELECTRÓNICOS

ARTE Y RECREACIÓN

EL SUTIL ARTE DE QUE TE IMPORTE UN CARAJ* Mark Manson HARPERCOLLINS

Por décadas se nos ha dicho que el pensamiento positivo es la clave de la felicidad y la esencia de una vida próspera, pero en los días que vivimos eso se acabó. Es tiempo de presentarte la antítesis de los libros de desarrollo personal: una forma distinta de ver la vida, una forma distinta de alcanzar la buena vida, que se da cuando empezamos a dominar el sutil arte de mandar las cosas al diablo.

Este libro te lleva a un viaje de transformación espiritual hacia tu interior, por medio de la meditación. Pintar mandalas es un arte que te ayuda a sustraerte de la realidad cotidiana y te sumerge en lo más profundo y sublime de tu ser. Este libro refuerza la conexión con tu esencia, sana tu alma y tu cuerpo, armoniza y equilibra tu espíritu.

MANDALAS: LIBRO DE ARTE PARA COLOREAR LAROUSSE EDITORIAL NUEVA IMAGEN

100 MUJERES QUE CAMBIARON EL MUNDO Sandra Elmert MOLINO

¿Sabes quién es la escritora más leída de todos los tiempos? ¿Y quién fue la primera hacker de la historia? ¿O quién inventó la tecnología que permitió la creación de internet? 100 mujeres que cambiaron el mundo te descubrirá las historias de científicas, filósofas, políticas y escritoras. Mujeres brillantes, inteligentes y valientes que contribuyeron a mejorar nuestro mundo.

En este libro encontrarás más de 60 mandalas hindúes para colorear y crear hermosos mosaicos, que puedes conservar en el libro o convertirlos en parte de la decoración de tu lugar favorito. Aquí no hay límites: ilumínalos con plumones, acuarelas o con lápices de color. Sólo tienes que elegir la mejor técnica y dejar volar tu imaginación. Al final, ¡tu libro de arte será único!

LAS MEDIDAS DE UNA CASA Xavier Fonseca EDITORIAL TERRACOTA

EL INFINITO EN UN JUNCO Irene Vallejo SIRUELA

En unos pocos meses, este ensayo se ha convertido en uno de los más influyentes. Su recorrido por la historia del libro en los tiempos de Grecia y Roma —que también se interna en otras épocas— nos revela la señas de identidad de una de las creaciones más importantes de la humanidad, así como su impacto en la vida cotidiana.

Esta obra imprescindible da al profesionista y al usuario, de manera clara y sencilla, todos los datos de la antropometría, análisis de mobiliario, diseño urbano, control ambiental, incluyendo el uso de energía solar, circulaciones y otros. Además, incluye un capítulo sobre las necesidades para conjuntos y zonas habitacionales.

DE ANIMALES A DIOSES Yuval Noah Harari DEBATE

VAN GOGH PARA COLOREAR LAROUSSE EDITORIAL NUEVA IMAGEN

Hace 100 mil años, al menos seis especies de humanos habitaban la tierra. Hoy sólo queda una: la nuestra. ¿Cómo logró nuestra especie imponerse en la lucha por la existencia? ¿Por qué nuestros ancestros se unieron para crear ciudades y reinos? ¿Cómo llegamos a creer en dioses o en naciones; a confiar en el dinero, en los libros o en las leyes? Harari traza una historia de la humanidad y las tres grandes revoluciones que nuestra especie ha protagonizado.

Vincent van Gogh es uno de los artistas que con mayor fuerza se adentraron en el alma humana. Sus pinturas son una manera de descubrirlo y descubrirte, por esta razón, este libro te permitirá reinterpretarlo y transformar a su obra en el espejo de su personalidad y tu vida.

LOS ABISMOS Pilar Quintana ALFAGUARA

MANDALAS NATURALEZA Y ANIMALES LAROUSSE EDITORIAL NUEVA IMAGEN

Claudia vive con sus padres en un apartamento invadido por plantas que se estiran para tocarla. Como todas las familias, la suya contiene una crisis, y sólo hará falta que algo la detone. Los abismos es un relato estremecedor en el que una hija asume las revelaciones de su madre y los silencios de su padre para empezar a construir su propio mundo.

LOS COMPAS PERDIDOS EN EL ESPACIO Mikecrack, El Trollino Y Timba VK MARTÍNEZ ROCA

NIÑOS

MANDALAS PARA EL ALMA Andrea Agudelo PLANETA

LOS COMPAS Y EL DIAMANTITO LEGENDARIO Mikecrack, El Trollino Y Timba VK MARTÍNEZ ROCA

LOS COMPAS Y LA CÁMARA DEL TIEMPO Mikecrack, El Trollino Y Timba VK MARTÍNEZ ROCA

Más de 60 ilustraciones sobre la naturaleza y los animales para colorear y crear hermosos mosaicos que te permitirán transformarte en un artista y, por supuesto, encontrar los momentos de paz y serenidad que abrirán las puertas a un viaje interior.

CUENTOS DE BUENAS NOCHES PARA NIÑAS REBELDES 100 MEXICANAS EXTRAORDINARIAS Elena Favilli PLANETA

HARRY POTTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL J. K. Rowling SALAMANDRA


Jóvenes

Fabián V. Escalante

Almendra Won-pyung Sohn (Océano) Yunjae ha vivido en un paisaje gris y frío, no por gusto ni por su decisión, pues los sentimientos, las emociones y los interrogantes sólo son un montón de letras que conjuntan palabras con un significado completamente impreciso para él. Ésa es la historia de un sutil desamparo emocional. En algún espacio de nuestra cabeza, hay dos pequeñas masas con forma de almendra llamadas amígdalas cerebrales; son poco visibles, sin embargo, ahí se encuentran, formando parte del sistema límbico. ¿Qué pasaría si alguien no tiene desarrolladas las amígdalas cerebrales? Ésta es una pregunta que tampoco podría responder Yunjae, un adolescente que cuenta lo que significa no saber sonreír, llorar, sentir miedo, empatía o alguna otra emoción como lo hacen las otras personas a su alrededor, él simplemente no siente nada. La historia de Yunjae es narrada a través de su falta de emoción y sentimientos. Cada momento que nos puede parecer peligroso o cargado de emociones para él sólo será un recuerdo de lo que ha tenido que acostumbrarse a vivir, una adaptación a la sociedad. Su madre y su abuela le pedían que sonriera si alguien le sonreía; si alguien le contaba algo, que simplemente asintiera; pequeñas acciones para que encajara en el mundo y no lo tacharan de “raro”, como las otras mamás y los niños de la escuela decían. El problema principal no es adaptarse al mundo, sino la falta de empatía para que el mundo se adapte y comprenda las necesidades de alguien como Yunjae. Almendra es una historia de aprendizaje, bondad y descubrimiento.

Una educación mortal Naomi Novik (Umbriel Editores)

Una peligrosa escuela de alquimia abre las puertas para recibir a sus alumnos. Pero, ¿por qué resulta tan peligrosa Escolomancia? Esta escuela no es como las otras que conocemos, en las que hay miles de misterios sin resolver y muchos alumnos magos aprendiendo; este peculiar sitio está lleno de vida mágica, infestado de criaturas que suelen deleitarse de algunos alumnos débiles… y también hay personas que son peores que los monstruos comealumnos. Prácticamente en todo el lugar existen peligros que deparan una muerte segura si cometes el mínimo error de supervivencia. Los alumnos tienen dos opciones para salir: morir en el intento de aprender o como supervivientes para llegar a la graduación. Una educación mortal es la primera parte de la trilogía escrita por Naomi Novik. En ella conoceremos a Galadriel Higgins, una joven destinada a convertirse en una de las hechiceras más poderosas, capaces de destruir todo… Bueno, ésos son los rumores que corren por los pasillos de esta tétrica escuela. Muchas cosas pueden suceder en ese camino de supervivencia. En esta primera parte, la incógnita es ¿qué le prepara el destino a Galadriel?

La reina de nada Holly Black (Editorial Hidra)

Después de su exilio y de una nueva vida normal, Jude está dispuesta a volver al reino con base en mentiras y engaños, sólo para ver una vez más a Cardan. La destrucción y una nueva maldición llega al reino, así que Jude se encuentra en una guerra para retomar su sangriento poder y, una vez más, tendrá que poner en duda su lado más humano. Jude ha obtenido y perdido mucho durante esta historia. Los cambios por los que ha pasado han demostrado que una mortal puede reinar una tierra de faes, una tierra a la que no pertenecía. La tercera y última parte de la saga Los habitantes del aire ofrece un final de reencuentro, con un brindis lleno de fe por lo que viene. Ahora podemos esperar una adaptación cinematográfica por parte del productor Michael de Luca y Universal.

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