La historia es un río que todo lo arrastra. Su torrente jamás se detiene y aquello que se le opone se desgasta hasta desaparecer casi por completo. Las piedras que parecían inmensas y eternas se transforman en arena gracias a su erosión, mientras que las pequeñas ramas y las hojas avanzan con gran rapidez y sobreviven. Si miramos con cierto cuidado a esos pequeños objetos que no se resisten a la corriente, pronto descubrimos que ya no son los mismos. En cada recodo cambiaron y dejaron de ser lo que eran: algunos se convirtieron en los brotes que florecieron en las orillas, otros se fundieron entre sí para crear un manglar y unos más mutaron en el alimento de las especies que pueblan la riada de la historia.