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María Susana López

"Nacida en Quilmes, Profesora de Ciencias Naturales y Enseñanza Primaria, artista plástica, ceramista, escritora amateur. Participó en varias muestras, exposiciones, concursos literarios y formó parte de varias Antologías y colaboración de Revistas nacionales e internacionales, tanto en escritura como en gráfica. Actualmente, continúa con la enseñanza y la expresión artística".

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Viaje al Sur.

Querido papi Te escribo desde aquella ciudad de nieve, que tanto te gustó. Acá estoy descansando y escribiéndote después de una intensa caminata. Estoy en el kilometro 24 de la ruta 77 Circuito Chico Bariloche. Esta vez cambié. Tomo una cerveza fresca. ¿Cómo me gustaría que estuvieras aquí compartiéndola conmigo?

El sol comenzó a hacer de las suyas, se siente el frío arañando la piel, pero aun así me tomo la cerveza. No como aquella vez con el helado bañado de chocolate, donde la nieve estaba y el chocolate comenzaba agrietarse y vos tratabas que solo se caiga dentro de mi boca.

Las montañas todavía se ven grisáceas, amarronadas, verdoso sucio, como esos pantalones desteñidos que me pedías que tirara o cuando lavaba los pinceles que usaba y el agua se empezaba a enturbiar, mezcla de varios colores. Las puntas están blancas y compiten con las nubes para ver cual es más clara.

En la caminata al circuito, el silencio del bosque se cortaba con mi respiración agitada. El chirriar del colchón de hojas tostadas hacía eco a mi paso. De repente pequeños toc toc repercutieron en mis oídos. Olí un aroma a pis mezclado con el pino fresco, y ahí lo divisé. Con pasos ligeros un zorro me seguía, parecía que me controlaba. Su cola dorada y negra acariciaba el tronco de los árboles. Como si los saludara. Su color se mimetizaba con los alerces. Pensé en cómo podían hacer sacos de piel, sacar estos zorros de su hábitat para que luzcan en el cuello de alguna mujer pretenciosa.

Seguí caminando entre el frondoso bosque, la luz del sol penetraba como pidiendo permiso y derritió sutilmente algunos copos de nieves que descansaban entre las copas. Aproveché esos hilos de agua que caían para refrescar mis labios y mi cara, que a pesar del frio húmedo que penetraba en mi piel, mi cuerpo estaba caliente por la caminata o quizás por los recuerdos que me surgían de aquel primer viaje que hicimos juntos. ¿te acordás? La guerra de nieve que iniciaste. La pasta de hielo que te pusiste en la boca, yo te imitaba, aun siento la lengua paralizaba. Los muñecos que armamos con el gorrito y bufanda rayada roja y azul que le sacamos a mamá. Las risas al tirarnos en culo patín. Todavía saboreo el chocolate caliente y espeso que nos sirvieron en una jarra de bronce con churros rellenos de dulce mientras nos secábamos las medias mojadas en el hogar a leña de esa casita de cuentos de Hansel y Gretel.

Veo tu sonrisa y me río de los chistes que hacíamos juntos. Nunca te volví a ver tan feliz como aquel día, nunca más volvimos a reír como aquella vez.

Papi vos me trajiste hasta aquí, y aquí encontré mi lugar. Acá puedo pintar los rojos de los arces y de la rosa mosqueta, los marrones de las lengas, las transparencias del Nahuel Huapi, el picor del agua helada y las piedras de colores que masajean mis pies.

Dibujo el movimiento de un cachudito pico negro que transporta ramitas hacia la copa donde construye su nido.

El viento me susurra junto al cultrún. El pueblo mapuche con quien vivo me saluda con la canción Mary Mary que significa libertad y reciprocidad entre artistas.

Ahora que termine la cerveza me acerco a calentarme y escuchar el crispar de la madera en la fogata que se armó como en aquellos campamentos donde guitarreábamos y vos te lucias con Muchacha Ojos de Papel.

La temperatura descendió de pronto. La punta de la nariz y las orejas me pican y se enrojecieron. El viento frío me hace lagrimear, aunque pensándolo bien estoy llorando. Sé que estás conmigo.