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Cuento: Cretina y sus cambios------------------p

Crentina y sus cambios

Por María Emilia Torres

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La gente cree que ser rey es fácil, pero en realidad, no lo es. Bueno, en realidad ser el rey de Crentina no es fácil. Si pudiera mandar en otro lugar sería mucho más feliz. Desde hace unos cinco años la gente empezó a ser muy rara, muy maleducada y no apreciaba las maravillas de Crentina. Todo esto es porque en 1957, algo cambió. Se cumplían sesenta años reinando con mi esposa, la reina María, cuando la peor época en crentina, Frenga, arrasó la ciudad.

Nadie estaba en las calles, ni un solo animal, ni una ventana abierta. Al día siguiente, todo volvió a la normalidad, ya que esta estación dura solo por un día. Pero a la tarde, las cosas empeoraron.

Me di cuenta que María no se sentía bien, entonces llamé al enfermero para que la revisara, pero no se dio cuenta de que le pasaba. Pasaron los días, y ya iban demasiados médicos y enfermeros que había llamado y que no tenían el diagnóstico.

Luego se me ocurrió una idea: le pedí a mi amiga del sur, Larinda, que venga a Crentina y me ayude. Sabía que ella me iba a ayudar, ya que tenía un gran conocimiento en la medicina y remedios.

Cuando llegó, se le ocurrieron muchas ideas, y yo las probé. Primero, probé con los Pulimbles Azuletados, unas flores muy conocidas en Crentina, puesto que se dice cura diferentes enfermedades. Pero no funcionó, luego probé con lápices derretidos, los cuales tampoco funcionaron.

Después, tuve que cruzar el Río Costa Este en Barco-reloj, para encontrar un Lamlam, un animal conocido por su cariño y melodías que alegran. Me lo lleve a mi casa para utilizar su pelaje. ¿Adivinen qué? Tampoco funcionó. Probé con piropos, pero no me salían iguales a los que María decía. Un día, dije uno muy espantoso. Era así: “Eres como una torta llena de chocolate y azúcar, muy dulce. ” Hasta ella se me quedó mirando raro.

Pero la verdad es que el piropo no me importaba. Me importaba la salud de María. La veía muy rara y cansada. Me di cuenta de que las personas la extrañaban. Extrañaban su personalidad, que todas las mañanas hablaba en el balcón del castillo, y decía frases que ahora son dichas. Se imaginarán que paso después, y si no, les dejo una pista: solo está en nuestros corazones y recuerdos.

Desde ese día, la gente se volvió mala, aburrida, diferente. Pero ellos entienden como me siento, como intento ayudarlos. Así que no estoy enojado con ellos. Si conocen a alguien de Crentina léanse esto, tal vez me comprenderán. Y si quieren volver a ver a la reina María, vayan al balcón del castillo, que la recordarán.

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