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Por Luis Rodeiro / Página
Una visión personal para la polémica ¿Cómo quebrar la hegemonía delasotista?
Comenzamos a transitar el 2013 y la pregunta obligada –desde la pertenencia al kirchnerismo y desde nuestra Córdoba hegemonizada por el modelo neo-liberal que encarna en plenitud el “cordobesismo”- no puede ser otra de cómo construimos nuestra propia alternativa. Es el debate que nos debemos, sin tapujos, sin medias tintas, abierto a todas las expresiones que participan desde distintas instancias en el movimiento nacional, popular y democrático. El Avión Negro, como expresión plural del kirchnerismo, es el espacio para ese debate que comienzo –desde una visión personalísima- sin otro objetivo que la búsqueda de una respuesta a esa pregunta elemental: ¿Cómo quebrar la hegemonía delasotista?
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por Luis Rodeiro
1. El Punto de partida
A pesar de todos los esfuerzos es evidente que desde la organicidad, el kirchnerismo no ha logrado convertirse en una opción para el electorado provincial, acorde con la potencialidad del movimiento nacional, popular y democrático a nivel país. Dichos esfuerzos son innegables: en todos estos años han surgido distintos grupos afines, que trabajan desde el territorio barrial, desde la universidad, desde la inserción en movimientos sociales, con experiencias riquísimas, pero a pesar del empeño no han cuajado en una alternativa colectiva. Hay referentes importantes, imprescindibles para cualquier proyecto de construcción, pero que no han logrado trascender su individualidad hacia un liderazgo colectivo. Si queremos mirar el presente y el futuro del kirchnerismo cordobés, debemos bucear en serio en las causas de esta distorsión entre los esfuerzos y los resultados políticos.
2. El tacticismo versus la estrategia
Desde mi visión personal las urgencias por dotar de fuerza al kirchnerismo cordobés, alentó que la táctica se impusiera sobre la estrategia y se apelara entonces a la opción por atajos frustrantes, en vez de la opción por un camino que resultara claro para la sociedad e incluso para la militancia. Ese sentido de urgencia, esa tendencia a resolver por arriba lo que se construye desde abajo, tiene como base dos errores conceptuales.
Por un lado, la percepción de que el delasotismo, en su carácter de “dueño” del peronismo local, podía tener una cierta afinidad con el kirchnerismo, negándose a un análisis profundo de los hechos que tornaban esa posibilidad como una quimera. El tacticismo, exigía no romper, con el delasotismo, con la esperanza de que el proyecto personal de De la Sota, coincidiera “oportunísticamente” con las necesidades electorales del movimiento popular. La política real del cordobesismo, a través de los gobiernos de De la Sota y Schiaretti, no podían alentar ninguna posibilidad de alianza, ni siquiera coyuntural. Todavía hay, lamentablemente, De la Sota dependientes.
Por otro lado, la ilusión voluntarista de que era posible la construcción de hegemonía hacia adentro del justicialismo, que no dejaba y que no deja lugar a ningún tipo de disidencia, salvo la sumisión plena al
pensar un pais con justicia social
Emperador De la Sota.
Es cierto que esa táctica –durante una etapa en que era necesario neutralizar el peronismo- fue la que había realizado el propio Néstor, con la diferencia fundamental que lo podía hacer desde una posición de fuerza en su condición dominante como presidente de la Nación y como presidente del justicialismo, mientras no dejaba de ensayar alternativas a la conformación de su propio sujeto político, con la comprensión cabal que la fuerza a construir rebasaba los límites del peronismo, nutriéndose de otras experiencias y dando lugar a la novedad de actores para muchos impensables.
La táctica dependiente del delasotismo fue sin duda un fracaso. Lo dijimos desde Carta Abierta Córdoba, mucho antes que De la Sota comenzara a desnudarse vertiginosamente, mostrando en toda su dimensión la incompatibilidad total con el proyecto nacional en marcha.

3. Lecturas a distancia.
Lo he manifestado con anterioridad. En el predominio del “tacticaje” por sobre la estrategia, si bien hay responsabilidades locales, no puedo dejar de señalar la falta de autonomía de dirigentes y de grupos con respecto a dirigentes nacionales muy respetado pero que se equivocan cuando imponen la lectura de la realidad cordobesa desde sus despachos porteños y que, además, practican un tutelaje sobre dirigentes y grupos, que han dificultado el proceso de unidad más allá de las manifestaciones efímeras donde se proclama, pero que se olvida el día después del acto.
Esta tendencia no está abandonada, a pesar de los fracasos. Su supervivencia reaparece con nuevos atajos como por ejemplo el sueño afiebrado de “rescatar” a Schiaretti para quebrar al delasotismo primero o, ahora, el impulso a la candidatura de Olga Riutort como cabeza de lista para las elecciones del 2013, de la que no son ajenos algunos referentes locales. No se trata de un purismo absurdo, sino que la alianza con quienes tienen proyectos personales en todo caso- deben realizarse desde la consistencia de una fuerza propia, con una conducción clara. No es lo mismo, para la construcción estratégica de esa fuerza propia, ser locomotora que ser vagón de cola. Es cierto, hoy por hoy, no somos locomotora, pero podemos trabajar para ello. Ser vagón de cola, en cambio, es mera resignación, es una renuncia que no se condice con el espíritu militante de Néstor, que torció aquel 22 % original.
Concejal Olga Riutort
Seamos realista, Olga Riutort puede ser parte del movimiento popular, pero no representante de la novedad del kirchnerismo.
4. La experiencia.
Así como la primavera camporista fue simbólica en la propuesta kirchnerista para rescatar al peronismo de su desviación prostibularia y abrirlo a la confluencia con otros componentes del campo popular, significando que de alguna manera se retomaba un camino, a la vez que se incorporaba una nueva lectura de la realidad; en Córdoba, la primavera inconclusa habría que buscarla, precisamente, en la última experiencia de un gobierno popular, el de Ricardo Obregón Cano y Atilio López. Sin duda, esa fórmula en aquella coyuntura era la mejor síntesis política de las luchas populares, donde la particularidad del movimiento obrero cordobés antes, durante y después del “Cordobazo” había sido un eje fundamental, que se sumaba políticamente al triunfo categórico en la interna, sobre la derecha del movimiento.
La fórmula Obregón Cano - Atilio López, se inscribía así en la línea de una corriente del peronismo, quizá inmadura y adelantada para la potencialidad de la época, pero única con posibilidades de encarnar aquel carácter histórico del peronismo de ser “el hecho maldito del país burgués”, que reivindicaba Cooke.
Ese proceso político fue posible porque se eligió para el peronismo combativo, abierto a otros sectores del campo popular, un camino autónomo de los condicionamientos de la derecha. No fue fácil. Desde los cultores del “tacticaje”, se trataba también de impulsar -en nombre de una falsa unidad-, la formula que si bien mantenía a Obregón Cano como candidato a gobernador, le adosaba un represente genuino de la derecha peronista como era el dirigente metalúrgico Alejo Simó. O, en su caso como alternativa, ponía a la cabeza al representante de la derecha política del peronismo cordobés, Julio Antún, reservando en ese caso la vicegobernación a un combativo como Atilio López.
Se rechazó este planteo de “falsa unidad”, que respondía a un mero oportunismo electoralista pero que no construía para una política de cambio y incluso se fue a elecciones internas, dando batalla e imponiendo la fórmula Obregón Cano- López, hecho hoy imposible por los cerrojos y los muros levantados por De La Sota, hacia el interior del Partido Justicialista, para asegurar el pensamiento único de la derecha remozada que representa.
Fue una experiencia vital, más allá de los errores, de las ensoñaciones y de las urgencias. Esa reivindicación de la auto-
nomía de una propuesta clara, sin medias tintas, con un lenguaje inequívoco, permitió no sólo el triunfo electoral, sino el comienzo de una acción de gobierno progresista, que la derecha herida por su derrota frustró, pero que sin duda, marca un camino que nos empeñamos en reemplazar por atajos en el nombre sagrado de la táctica inmediatista.
En estos gobiernos – como los de Obregón, Bidegaín, Martínez Baca, Cepernic, Ragone- es donde se inspiró Néstor Kirchner para reconstruir la izquierda peronista, que es el único peronismo no aceptado por los grandes intereses. Como escribió alguna vez de forma visionaria, Nicolás Casullo: “En su rostro anguloso, en su aire desorientado como si hubiere olvidado algo en la mesa del bar, Kirchner busca resucitar esa izquierda sobre la castigada piel de un peronismo casi concluido después del saqueo ideológico, cultural y ético menemista (…). Por eso un Néstor Kirchner patagónico, atildado en su impermeable, con algo de abogado recién casado con la más linda del pueblo, debe lidiar con la peor (que no es ella, inteligente, dura, a veces simpática) sino recomponer, actualizar y modernizar el recuerdo de un protagonismo de la izquierda peronista que en los 70 se llenó de calles, revoluciones, fe en el general, pero también de violencia, sangre, pólvora, desatinos y muertes a raudales, y de la cual el propio justicialismo en todas sus instancias hegemónicas desde el 76 en adelante, renegó, olvidó y dijo no conocer en los careos historiográficos (…) Lo de Kirchner tiene el signo de la nobleza, del respeto a una generación vilipendiada con el mote de puro guerrillerismo”.

5. ¿Por qué Carolina?
La visión y el olfato político de Cristina, referente indiscutido hoy del movimiento nacional, popular y democrático, de pensar en Carolina Scotto, rectora de la Universidad Nacional de Córdoba, como alternativa para el kirchnerismo cordobés, trasunta la profundidad de su lectura de la realidad. ¿Qué realidad? La necesidad imperiosa de construir una fuerza propia, como alternativa al modelo neoliberal del delasotismo. No se me escapa del análisis que la propuesta original de Cristina con respecto a Carolina, se dio en la etapa en la que muchos creían –para mí erróneamente- que era posible una alianza con De la Soja y que ella podía actuar como contrapeso de las ambiciones y de la ideología del auto-líder del cordobesismo. Afortunadamente, De la Sota no estuvo
Rectora Carolina Scotto
dispuesto a ceder un espacio al kichnerismo, ni Carolina Scotto estaba dispuesta a abandonar una gestión de avanzada e impecable al frente de la Universidad, cuyos logros sintonizaban a pleno con el proyecto nacional y popular y que estaba a punto de concluir en la víspera de los 400 años con la apertura, más sólida y amplia de la Universidad, a la sociedad. ¿Por qué ahora sí? Porque para resolver la fragmentación del kirchnerismo, es fundamental contar con alguien capaz de sobreponerse por claridad ideológica y por voluntad militante a dirigentes y grupos que, a pesar de las declaraciones públicas, los deseos y en algunos casos los esfuerzos sinceros, no han logrado generar un espacio colectivo, una instancia común, en un marco interno, plural y democrático. Contar con alguien que esté más allá de las viejas divisiones internas, las desconfianzas mutuas, los condicionamientos del pasado, convocando así a un proceso de unidad y de organización en serio.
Evidentemente, no se trata de pensar que Carolina Scotto por sí sola puede mágicamente resolver la fragmentación kirchnerista, pero es la oportunidad histórica de superar las rencillas inútiles entre dirigentes con pasado y con nuevos referentes todavía muy aprisionados por sus estructuras grupales. La virtud de Carolina Scotto es poder representar con autenticidad la novedad del kirchnerismo, cuya columna vertebral es el peronismo combativo pero, a la vez, es un peronismo desbordado de sus límites, incorporando otras experiencias fundamentales que hacen al movimiento nacional, popular y democrático.
La construcción de esa alternativa, requiere además del impulso y el respaldo –sin pequeñeces- a Carolina, la puesta en marcha de todas las potencialidades que ofrece la actual militancia K, donde las tácticas estén al servicio de una estrategia y no tácticas fugaces que concluyen en atajos sin salidas. Debemos convocar a definir líneas de acción, a desarrollar proyectos que hagan referencia a la realidad local, a reunir intelectuales y profesionales en mesas de trabajo, en profundizar el trabajo territorial, en profundizar experiencias de la agrupaciones, en estar presente en las calles con nuestros candidatos, con nuestros programas, con nuestra opiniones como estructuras políticas unidas y organizadas.
En Córdoba, el kirchnerismo necesita salir de sí mismo, sin cálculos, con un sentido de autonomía, en consonancia con aquella experiencia histórica de un peronismo abierto, combativo y progresista, que ganó la elección y gobernó. Es mi opinión, está abierto al diálogo y la polémica.