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por Agustina Porta y Franco Bonino / Página

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Una lectura sobre el conflicto palestino-israelí El punto de vista, la vista del punto

por Agustina Porta y Franco Bonino

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La primera arista: historia, territorio y religión

El origen de este conflicto se podría ubicar en el año 2000 a.C. Las diferentes aristas que la historia nos presenta, demuestra la complejidad del mapa actual de Jerusalén y la importancia que para los distintos pueblos tiene aquél pequeño lugar en el mundo. Desde la cúpula dorada, el muro de los lamentos, hasta la tumba del Rey Salomón, entre otros tantos monumentos que han vuelto sagrado este lugar para más de una cultura. La pelea territorial entre estos diversos grupos se ha vuelto cada vez más profunda y compleja, por lo que algunos de sus fundamentos primordiales datan desde este inicio del conflicto por el territorio. Éste es, a su vez, no puede desligarse de la disputa por una religión verdadera, única y original. De allí que muchos de estos grupos suponen que al encontrar estos fundamentos verdaderos, el conflicto territorial será de una solución sencilla y evidente.

La historia de Israel y Palestina están muy ligadas. Según las sagradas escrituras Abraham (su nombre significa “padre de muchos pueblos”), descendiente de Noé, fue enviado por Dios a las tierras prometidas (Israel). Por esa misma época, se instalan también en la zona unas tribus que nombran a esa tierra “Pilistina”. La historia de la descendencia de Abraham, es la que desarrolla las distintas religiones y subdivisiones de las mismas. Ésta cuenta que Sara, su esposa, no podía tener hijos, por lo que autoriza a su esposo a tener un hijo con su esclava egipcia Agar. Sara, con el tiempo, puede dar a luz a su hijo Isaac, de quien después desciende Moisés. Agar, había dado a luz a Ismael, pero es exiliada por orden de Sara a la Meca, donde allí Dios bendice a su descendencia, de la cual procede Mahoma. La pelea por quién es el verdadero hijo de Abraham, al que Dios pide que sacrifique en el monte Sinaí para demostrar su lealtad, aún no ha cesado. Así, los judíos creen que la descendencia pura de su religión es la de Isaac, hijo de Sara, mientras que los árabes creen que la verdadera descendencia es la del hijo de Agar, Ismael.

Las posiciones en cuanto a la descendencia Árabe se complejizan tras la

pensar un pais con justicia social

discusión de la sucesión de Mahoma, generando una división interna en el 632 a.C. Surgen entonces, por un lado, aquellos que creían que la descendencia debía ser biológica, los Chiitas, quienes proponían al sobrino de Mahoma, Alí. Esta corriente es la corriente actual Iraní. Por otro lado se encontraban los Sunitas, que creían que Mahoma era el líder de la comunidad, por lo que no había necesidad de una conexión biológica, y por lo tanto promulgaban la asunción del suegro de Mahoma, Abú. Ellos se representan hoy en los menos ortodoxos, como son Al Qaeda y Palestina.

Tras el relato de los sucesos se podría afirmar que la interpretación y la solución del conflicto, no puede incluir sólo la búsqueda de la verdad religiosa única, original y la mayor o menor cantidad de antecedentes. Debe entenderse también como un conflicto político, puesto que todo análisis debe incluir los antagonismos como parte esencial e irreductible del mismo y la existencia de intereses.

La segunda arista: El conflicto político y el escenario Internacional

En 1947, tras el holocausto, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) propone convertir a Jerusalén en un territorio internacional, dividiendo a Palestina en dos. Buscaban garantizar la existencia tanto del Estado Palestino, en ese entonces bajo en mando de Gran Bretaña, como del Judío, mediante la diáspora. La comunidad Judía acepta dicha solución, mientras Palestina, junto a países hermanados árabes, rechaza la propuesta. Es de esa manera que en 1948, la ONU declara la creación del Estado de Israel, generando el inicio de la primera guerra árabe-israelí con apoyo de los países árabes vecinos a la posición palestina.

La creación de un Estado Palestino falla, dejando a Gaza y Cisjordania bajo el control de Egipto y Jordania. De esta manera Jerusalén queda dividida. Se crea de esta forma, desde el exilio, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), dirigida por Yasser Arafat, quién logró reconocimiento internacional en los años ‘70 y ‘80, por tratar de restablecer mediante relaciones diplomáticas y luchas armadas, el Estado independiente Palestino. De esta corriente surgiría luego el grupo político militar Al Fatah.

En 1987, comienza la primera Intifada (también llamada Intefadah o Intifadah y que significa “agitación o levantamiento; así se designa a las rebeliones iniciadas por los palestinos de Cisjordania y la Franja de Gaza contra Israel) de la OLP, que concluye en 1993. En ese período surge el grupo palestino Hamas, el cual es más radicalizado que Al Fatah, y es considerado por occidente (léase Estados Unidos) como terrorista. Desde ese momento, se intentaron múltiples acuerdos de paz, todos siempre fallidos por falta de acuerdo de las partes. El más importante, el de Oslo, culmina con el asesinato del palestino Yitzhak Rabin, por parte de un israelí radical.

La segunda intifada se dio en el año 2000 en el mismo momento que se intentaba llegar a un nuevo acuerdo de paz, y duró hasta el año 2005, habiendo muerto Arafat un año antes de concluir.

Desde el 2007 la organización Hamas tomó el poder en la franja de Gaza, mientras que Al Fatah quedó en Cisjordania. A partir de ese momento, hasta la actualidad, los ceses al fuego han sido muy breves, en una guerra que cada vez se extiende más en la historia.

La tercera arista: La occidentalización del conflicto. La hegemonía realista en las relaciones internacionales.

Pedro Brieguer menciona en su libro “¿Qué es Al Quaeda?”que la incomprensión de muchos hechos de los que llamamos “terrorismo internacional”, se produce por la no inclusión en sus interpretaciones las pautas occidentales impuestas a estos países, como el desarrollo del capitalismo, formas establecidas de relaciones estatales e internacionales o la modernidad inconclusa que no permite ciertos desarrollos completos de algunas culturas.

En el caso del conflicto palestino-israelí, esto es evidente. Durante muchos años se ha acusado al pueblo palestino de no tener una democracia estable, o líderes estables con los que poder negociar sin entrar en conflicto con otra parte de la sociedad. En primera medida, el mundo occidental discute el cargo de Gran Muffi o Califa, puesto que se trata de un líder cultural-religioso, y desprestigia la decisión de los palestinos de adoptar la forma de gobierno y Estado que su pueblo decida. A su vez, se hace hincapié en la imposibilidad de llegar a convenios de paz firmes acusando a esta forma de gobierno, y no al contenido de dichos acuerdos. Un ejemplo de ello es que Palestina comenzó negociando un 45% del territorio que le pertenecía, y actualmente sólo lucha por el 25%.

Otro de los argumentos utilizados en el momento de las negociaciones, es la imposibilidad de negociar con terroristas, como es considerado el grupo Hamas. He aquí la necesidad de redefinir el concepto de terrorismo. Se caracteriza por lo general a un grupo como terrorista, cuando sus ataques afectan de alguna manera a su Estado (terrorismo nacional), o cuando afectan a otros Estados (terrorismo internacional). La disputa por el concepto se vuelve aquí más compleja, ya que Palestina no estaba aún reconocida como Estado, por lo que se descartaría el terrorismo nacional, y aún no había un acuerdo firme sobre la propiedad territorial-Estatal respecto de la franja de Gaza, por lo que tampoco se determinaría con precisión la presencia de terrorismo internacional.

De esta manera deberíamos preguntarnos por qué se dan estas interpretaciones en el mundo, tratando de no quedarnos simplemente en la visión de intereses que ya conocemos y repetimos en diversas oportunidades. La respuesta a ello es casi inmediata, ya que hay una visión hegemónica occidental de las relaciones internacionales en el mundo, y durante mucho tiempo Israel ha estado más próximo a ellas estratégicamente, logrando hibridar su cultura. El problema aquí es que, como dice Brieguer, esta modernidad es inconclusa y no entiende de razones distintas. Esta es una realidad que está comenzando a pesarle a Israel, como cuando estos organismos occidentales comienzan a fallar en contra de sus determinaciones fundamentales.

Mal que nos pese a quienes gustamos de estos temas, por más avances que haya en las corrientes teóricas de las relaciones internacionales, los sucesos recientes de dicho conflicto aclaran el panorama dominante de las soluciones internacionales. Aquel realismo antiguo, en donde el Estado tiene el poder, ha sido la solución planteada. Pese a la alegría que compartimos por el avance del pueblo palestino al ser incorporado como veedor en la ONU, una vez más la visión pesimista al respecto deberá apoderarse del análisis; se ha demostrado a lo largo del siglo XX que los Estados no tienen poder por sí mismos, que necesitan formar organismos supraestatales y alianzas regionales para la defensa, que una empresa puede tener más decisión e incidencia trasnacional y, por último, que la guerra se puede declarar e incluso apoyar por debajo, haya Estado o no.

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