Diplomacia Nº 99 Extra

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Nº 99 | Junio 2017 / Suplemento

Órgano de comunicación de la Academia de la Diplomacia

La articulación hispano-luso-andorrana. Una aproximación académica y diplomática

LA PENÍNSULA IBÉRICA Referente permanente


PENÍNSULA IBÉRICA

sumario

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Editorial. La Península Ibérica, referente permanente

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Primer Viaje de Estado de los Reyes de España a Portugal

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El buen entendimiento entre los países de la Península Ibérica: Portugal, Andorra y España Arturo Pérez Martínez

Embajador de España y Académico de Número

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Andorra, país ibérico Jaume Gaytán Sansa

Embajador del Principado de Andorra en el Reino de España

Las políticas externas de España y Portugal para Iberoamérica Nancy Elena Ferreira Gomes

Doctora en Relaciones Internacionales por la Universidade Nova de Lisboa

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El fortalecimiento de las relaciones económicas y empresariales entre Portugal y España Jorge Coelho Lopes Empresario portugués

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El iberismo. Una aproximación historiográfica

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Elementos para la articulación del espacio ibérico. Propuesta de un tratado marco tripartito entre Andorra, España y Portugal

José Antonio Rocamora Rocamora Historiador y Doctor en Filosofía y Letras

Frigdiano Álvaro Durántez Prados

Doctor Europeus y Académico de Honor de la Academia de la Diplomacia

Este número ha sido elaborado con el apoyo de la Academia de la Diplomacia y del Instituto ISDIBER


Editorial

LA PENÍNSULA IBÉRICA, REFERENTE PERMANENTE L

a unidad, la singularidad y la contundencia geográfica de la Península Ibérica –delimitada por el océano Atlántico, el mar Mediterráneo, la cordillera pirenaica y el estrecho de Gibraltar–, sumadas a su condición de encrucijada europea entre diferentes continentes y civilizaciones, y a una cierta percepción de centralidad geográfica universal, han hecho de este “continente menor” un verdadero referente permanente. Un marco o referente no sólo para los pueblos ibéricos, sino también para las sociedades del resto del planeta que siempre han reconocido en nuestra Península un espacio geofísico, geopolítico y geohistórico indudable y perfectamente definido. Diplomacia Siglo XXI ha querido abordar en un número monográfico específico este referente; y hemos querido hacerlo desde una amplia perspectiva –diplomática, académica y empresarial– y con una visión integral. Para ello contamos con las firmas de prestigiosos académicos y profesores universitarios, y con artículos de diplomáticos de los países ibéricos.

La Península Ibérica constituye un marco geopolítico, geocultural y geohistórico reconocido universalmente El profesor e historiador Dr. José Antonio Rocamora nos introduce en el Iberismo, una corriente sociopolítica y cultural que, desde finales del siglo XVIII y hasta la misma actualidad, ha venido impulsando el mayor acercamiento entre España y Portugal y, eventualmente, la unificación política de la Península Ibérica. La profesora portuguesa Dra. Nancy Gomes Ferreira pone de relieve en su análisis la coincidencia de aspectos o tendencias en las políticas exteriores de España y Portugal, especialmente en lo que se refiere a Europa y a Iberoamérica, y

más concretamente al proceso de integración europea y al sistema de Cumbres Iberoamericanas. Por su parte, el empresario portugués Sr. Jorge Coelho Lopes hace hincapié en la creciente integración económico-comercial hispano-portuguesa y en la oportunidad que los empresarios ibéricos tienen de cooperar en los mercados emergentes de Iberoamérica y África lusófona. El embajador español D. Arturo Pérez Martínez aborda los sólidos vínculos entre los Estados ibéricos, una fructífera relación que se ha puesto de manifiesto en la primera visita de Estado de los nuevos Reyes de España a Portugal, realizada el pasado mes de noviembre y a la que también dedicamos un apartado. Una visita de la que destacamos la profundidad de los mensajes del Rey Felipe VI en sus discursos pronunciados en la ciudad de Guimarães, y ante la Asamblea de la República, en Lisboa. El embajador de Andorra en España, Sr. Jaume Gaytán Sansa, plantea de forma clara y precisa la condición del Principado pirenaico como país ibérico, realidad insoslayable que a veces pasa desapercibida al ser identificada comúnmente la relación ibérica como la verificada únicamente entre España y Portugal. Los anteriores trabajos nos dan una idea muy nítida de la riqueza y la potencialidad que se derivan del referente

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Editorial peninsular ibérico en beneficio de los Estados y pueblos que lo integran. Y esta percepción de cercanía y potencialidad también es compartida por las sociedades ibéricas, como lo vienen poniendo de manifiesto desde hace años diversas encuestas y estudios. Efectivamente, como nos ha recordado el académico y politólogo Dr. Frigdiano Álvaro Durántez Prados, el Barómetro de la Imagen de España del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos (RIE), de mayo-junio de 2016, señala que un sorprendente 68% de los ciudadanos portugueses está de acuerdo con que España y Portugal avancen hacia alguna forma de unión política ibérica; y un aún más abrumador 83% piensa que España y Portugal tienen intereses comunes en política internacional. Pocos años antes, en 2011, el Barómetro de Opinión Hispano-Luso (BOHL), elaborado por altas instituciones académicas españolas y portuguesas, daba a conocer que el 46% de los portugueses y el 40% de los españoles se mostraban a favor de que España y Portugal se uniesen para formar una Federación. Estas cifras han venido experimentando una progresión muy rápida y creciente desde 2009.

El 68% de los ciudadanos portugueses, según el Real Instituto Elcano, se declaran a favor de alguna forma de unión política ibérica Realmente, se trata de cifras llamativas que no pueden ser obviadas y que merecen una interpretación seria y rigurosa. Que sepamos, no existe otro caso semejante en la Comunidad Internacional en que las poblaciones de dos países independientes diferentes se muestren tan proclives al acercamiento e incluso a la unión política. Para hacernos una idea de la dimensión de esta tendencia –tendencia latente y hoy casi inactiva, pero claramente real–, reparemos en la siguiente apreciación: en términos relativos y absolutos hay muchos más portugueses que desean la unión con España que secesionistas catalanes que quieran destruir la integridad de ésta última. Y ya sabemos el ruido mediático y político que, aun desde posiciones minoritarias, son capaces de provocar los separatistas de esa Comunidad Autónoma española. Ahora imaginemos lo que podría conseguir un movimiento iberista de amplia base debidamente concienciado y organizado… En todo caso, como afirmaba hace unos años el Dr. Modesto Barcia Lago en su Geopolítica de la Iberidad, “la deseable gestión armónica de este amplio perímetro geopolítico ibérico no presupone, ni exige, su estructuración bajo una única autoridad soberana, sino que incita a la responsabilidad de una estrategia cooperativa de los poderes que sobre él tienen asiento, a favor de los intereses generales

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del conjunto, que únicamente su articulación haría posible atender”. Y para atender esa necesidad de establecer un “marco de relación ibérico” coherente, realista y útil, disponemos de la propuesta del Dr. Durántez Prados, formulada ya en 2007, encaminada a facilitar la articulación del Espacio Ibérico a partir de un tratado marco regional que concluirían los tres Estados ibéricos –el Principado de Andorra, el Reino de España y la República Portuguesa–, apuntando a la construcción de un Espacio Ibérico de concertación y cooperación dentro de Europa como ya existen otros en nuestro continente (el Consejo Nórdico, el Benelux o el Consejo de Estados del Mar Báltico).

La articulación del Espacio Ibérico –articulación hispano-luso-andorrana– representa una medida evidente en beneficio de las sociedades y los Estados ibéricos Precisamente, coincidiendo con la preparación de este número especial de la revista Diplomacia dedicado a la Península Ibérica, ha tenido lugar la XXIX Cumbre Ibérica hispano-portuguesa que es muestra del carácter prioritario que los dos países conceden a sus relaciones bilaterales. Habrá sido la primera vez que este alto encuentro oficial haya reunido a los Gobiernos de España y Portugal a ambos lados de la frontera, en torno al río Duero. Es, pues, mucho lo que el referente permanente que representa la Península Ibérica puede hacernos pensar, debatir y proyectar. Pero es evidente que es responsabilidad de los Estados que lo componen articularlo ya de modo óptimo para aprovechar las sinergias de todo tipo que se pueden y deben extraer de las hondas afinidades, los intereses compartidos y la vecindad geográfica que hacen de los pueblos español, portugués y andorrano una categoría única en el seno de la Comunidad Internacional.•


Península Ibérica

Iberian Peninsula

Fotografía: Antonio José Navarro Hernández

PRIMER VIAJE DE ESTADO DE LOS REYES DE ESPAÑA A PORTUGAL

El pasado mes de noviembre, correspondiendo a la invitación del Presidente de la República Portuguesa, el profesor Marcelo Rebelo de Sousa, los Reyes de España D. Felipe y Dª Letizia realizaron su primer viaje de Estado a Portugal, una de las primeras visitas de esta naturaleza llevadas a cabo desde el comienzo del reinado de Felipe VI en junio de 2014. El viaje tuvo una dimensión integral que abarcó los ámbitos institucional, político, económico, social y cultural, y se desarrolló en tres ciudades distintas de marcado peso y simbolismo histórico: Oporto, Guimarães y Lisboa. Con esta visita, la Corona española pone de relieve el especial vínculo que une a los dos países ibéricos que, en palabras del Rey, “seguirán caminando juntos impulsados por los sentimientos de afecto y amistad que unen a sus ciudadanos. Los sentimientos se basan en el respeto, la comprensión mutua, el reconocimiento de nuestras afinidades; en todo lo que compartimos

que va mucho más allá de la vecindad, porque el español y el portugués, el portugués y el español, están ligados por lazos de fraternidad”. En materia de política exterior, el Rey Felipe destacó los valores e intereses comunes de ambos Estados que confluyen en el compromiso compartido con el proceso de integración europea, en la participación en la Comunidad Iberoamericana de Naciones y en la defensa de los principios universales. Y ante la Asamblea de la República Portuguesa subrayó la semejanza entre las lenguas española y portuguesa como “una de las bases fundamentales de nuestra fuerza y singularidad” ya que “gracias a esa afinidad podemos reconocer hoy la existencia de un gran espacio lingüístico compuesto por una treintena de países de todos los continentes y por más de 750 millones de personas. Un espacio formidable, de alcance y proyección universal, que no debemos perder de vista en el mundo crecientemente globalizado de nuestros días.”

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Península Ibérica

Iberian Peninsula

EL BUEN ENTENDIMIENTO ENTRE LOS PAÍSES DE LA PENÍNSULA IBÉRICA: PORTUGAL, ANDORRA Y ESPAÑA Escribe Arturo Pérez Martínez

Embajador de España y Académico de Número Tenemos mucho en común, como el bello territorio del que disfrutamos, la cultura y la historia. Por su parte, la simpatía y los afectos personales han estado siempre por encima de las relaciones políticas, no siempre fáciles, aunque es una satisfacción y un motivo de orgullo poder decir que hoy día son inmejorables.

La simpatía y los afectos personales han estado siempre presentes entre los pueblos de los tres países ibéricos, y es una gran satisfacción poder decir que hoy en día nuestras relaciones son inmejorables. Empezando por Portugal, hay que reconocer y reiterar que no ha sido todo coser y cantar. Y no me refiero sólo a la batalla de Aljubarrota en 1385 y a la independencia de la Corona de los Austrias en 1640. Los siglos XVIII y XIX contemplaron con sustanciales altibajos un acercamiento que en el XX experimentó muchísimas complicaciones, sobre todo por las influencias “revolucionarias” de la II República española y el distinto alineamiento de los dos países durante la 2ª Guerra Mundial. A pesar de todo, el Pacto Ibérico de 1942 unió a los dos regímenes y las relaciones se podían considerar como buenas. La caída del salazarismo en 1974 sin duda influyó en el proceso posterior español abierto a la muerte de Franco. A partir de entonces se pudo progresar hacia la OTAN (Portugal entró bastante antes que España) y hacia la tan anhelada entrada que se produciría conjuntamente en la Comunidad Económica Europea en 1986. Las Cumbres bilaterales hispano-lusas también contemplaron su regularización a partir de noviembre de 1983 con la primera presidida en Sintra por Mario Soares y Felipe González. Es forzoso destacar, como lo hizo recientemente nuestro Rey en su última visita de Estado a Portugal (28 a 30 de noviembre de 2016), la proverbial hospitalidad portuguesa con los españoles necesitados, desde Miguel de Cervantes a la Familia Real. Tanto su abuelo, Don Juan, como su padre, Don Juan Carlos, vivieron exiliados en Estoril

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Foto de familia de la Cumbre de Salamanca (octubre 2005), primera reunión de máximos mandatarios iberoamericanos en la que participaron los tres países ibéricos: España, Portugal y Andorra

durante gran parte del franquismo, lo que agradeció al Parlamento luso. Incidentalmente señalaré que esta visita fue precedida de otra realizada justo en julio de 2014, siendo entonces Presidente Aníbal Cavaco Silva. Desde marzo del pasado año el Presidente es Marcelo Rebelo de Sousa que ha sido quien invitó a SS. MM. en esta ocasión. Esta ha sido una visita de tres días que los ha llevado a

España y Portugal disponen de un amplio entramado de tratados y acuerdos bilaterales y multilaterales que regula y canaliza nuestras intensas relaciones políticas, económicas y culturales. Oporto, Guimarães y Lisboa con parada en los ayuntamientos de dichas ciudades y reuniones con el mencionado Presidente de la República, con el Primer Ministro, con empresarios y con el colofón de una visita a una magnífica exposición de nuestro artista universal Joan Miró. Visitas frecuentes y contactos regulares entre representantes de nuestros dos países se vienen prodigando última-


mente a todos los niveles y en las múltiples áreas de interés. Disponemos de un complicado entramado de tratados y acuerdos bilaterales y multilaterales que regula nuestras complejas relaciones. El máximo órgano de consulta lo constituyen las Cumbres (o “Cimeiras”) que desde la de 1983 se vienen sucediendo con periodicidad prácticamente bienal. La última (XXVIII) tuvo lugar en Bayona, Pontevedra, el 22 de junio de 2015 y volvió a poner de manifiesto la sintonía de nuestros planteamientos e intereses. Existen diversos foros de cooperación bilateral que sirven de preparación a las Cumbres y abarcan desde la seguridad y la defensa a límites y cooperación transfronteriza, entre otros importantes asuntos. Me había referido antes de pasada a los acuerdos multilaterales. La cooperación es también muy estrecha en el seno de la Unión Europea, como lo es en el impulso a proyectos comunes de ámbito regional. Y aquí forzoso es referirme a las Cumbres Iberoamericanas. Nacieron en 1991 en Guadalajara, México, con el fin de unir en un foro a naciones ligadas por una herencia cultural común de más de cinco siglos y apoyar la cooperación política, económica y social entre ellas. Actualmente la componen 22 miembros entre los que se encuentra también Andorra. Portugal ha organizado dos Cumbres: una en Oporto en 1998 y otra en Estoril en 2009 y apoya decididamente la relación con America Latina. Las Cumbres Iberoamericanas son coordinadas por una Secretaría General (SEGIB) con sede en Madrid. Es importante destacar también la cooperación a ambas orillas del Mediterráneo (Proceso 5 + 5) y, en fin, el intercambio de apoyos en todas las instancias internacionales con especial mención de las Naciones Unidas (apoyo a las candidaturas al Consejo de Seguridad a Portugal 2010-2011 y España 2015-2016). No podría terminar esta breve exposición sin aludir al viejo sueño de José Saramago de ver a los dos países unidos en uno llamado Iberia. A este espacio peninsular ibérico también pertenece el Principado de Andorra. Respecto a este maravilloso pequeño país, hay que destacar que también nuestras relaciones son excelentes. No siempre lo fueron porque la radio emitía programas con frecuencia no del gusto del régimen de Franco; también porque tenía lugar, por ejemplo, mucho contrabando a lo largo de la frontera común de 65 Kms. y no era menor la evasión fiscal hasta el final de los años noventa. Pero desde esos años las relaciones han ido mejorando hasta alcanzar los niveles actuales. Andorra, país muy antiguo e independiente, no obstante, era un país singular desde el punto de vista institucional y, en todo caso, atípico para ser considerado un Estado moderno y homologable a otros países similares, por no mencionar a sus vecinos, que, por su parte, habían creado nuevas circunstancias para la vida del Principado. Conscientes de ello, sus dirigentes y referéndum mediante, en el año 1993 el Principado de Andorra aprobó su Constitución (28 de abril) e ingresó el 28 de junio en la ONU (y después en sus organismos dependientes). No sólo eso. Con Francia y España se suscribió en junio de aquel año el Tratado tripartito de

Mário Soares y Felipe González dieron un importante impulso a las relaciones ibéricas desde nuevos parámetros políticos, económicos y sociales

Buena Vecindad, Amistad y Cooperación que, entre otros asuntos determina que, al carecer de fuerzas armadas, la defensa del país correrá a cargo de los dos vecinos del Norte y Sur, de acuerdo, naturalmente, con su Gobierno (art. 3). Además, es miembro de la OSCE, de la Francofonía y, como he señalado antes, de las Cumbres Iberoamericanas, entre otros organismos, lo que permite una interesante colaboración con España en dichos foros. En julio de 1993 se suscribió también otro acuerdo entre el Reino de España y el Principado de Andorra relativo al estatuto del co-Príncipe episcopal (español) con residencia en la Seo de Urgell. Ambos países se han ido dotando de mecanismos de colaboración para evitar posibles problemas de los que se suelen dar entre países vecinos, de modo que existe una nutrida urdimbre de acuerdos bilaterales para regular todos los asuntos de interés mutuo y que constituyen la base jurídica de nuestras relaciones.

Portugal y España participan en los mismos foros y espacios internacionales, pero se encuentran particularmente en la Unión Europea y la Comunidad Iberoamericana de Naciones. Por primera vez en la historia un Presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, visitó oficialmente Andorra, hecho que tuvo lugar los días 7 y 8 de enero de 2015 que ha constituido un significativo gesto de buena voluntad. Después (también antes de esa visita) se han producido nuevos y numerosos contactos e intercambios tanto a nivel ministerial como inferior, que denotan el buen ambiente y sintonía entre los dos países. En definitiva, como he señalado al principio, podemos calificar sin ningún temor a nuestras relaciones de excelentes, sin contenciosos y con una profunda simpatía entre nuestras sociedades.•

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Península Ibérica

Iberian Peninsula

ANDORRA, PAÍS IBÉRICO Escribe Jaume Gaytán Sansa Embajador del Principado de Andorra en el Reino de España Existe una realidad que en ocasiones pasa desapercibida: la condición ibérica del Principado de Andorra y el hecho de que, junto con el Reino de España y la República Portuguesa, la Península Ibérica la componen tres Estados. El Principado de Andorra es el Estado de menor dimensión de la Península, ya que solamente ocupa una milésima parte de su territorio, pero la realidad cultural y demográfica complementan esta realidad geográfica. Así lo demuestra también el hecho de que en el ámbito de la toponimia gran parte de los nombres de poblaciones y lugares de andorra son, precisamente, de origen ibero. Resulta importante destacar la realidad lingüística de Andorra, en la que, junto con la lengua oficial catalana, conviven y se hablan también el castellano y el portugués, presencia que comparten con el francés. En este sentido podemos afirmar que Andorra es muy probablemente el país más iberófono del mundo, situación que solamente puede entenderse si analizamos la composición de la población residente en el Principado y muy relacionada con los flujos migratorios que se desarrollaron a partir de finales de los años 70: más de un 30% de la población residente en Andorra es nacional española y la cifra de nacionales portugueses supera el 10%. En ambos casos se trata de comunidades ampliamente integradas y que

El Cap de Govern andorrano (Jefe de Gobierno), Antoni Martí Petit, con el Presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, en la visita que este último realizó al Principado en enero de 2015

han contribuido al desarrollo económico; además, con su presencia, han enriquecido las tradiciones y la diversidad lingüística y cultural del Principado. Complementando las relaciones de vecindad que mantenemos con España y con Francia, cuyas fronteras históricas son plenamente físicas, existe con la República Portuguesa una relación privilegiada que, desde el ámbito cultural y sentimental se refleja también en las relaciones institucionales, que son consecuencia de la importante dimensión de esa población de origen portugués. Por esta razón podríamos decir que Andorra mantiene con Portugal una especie de frontera virtual. Esta identidad plural e ibérica de Andorra se refleja también de manera muy destacada en su política exterior. En el ámbito de las relaciones bilaterales que Conferencia Iberoamericana de Ministros de Educación celebrada en Andorra la Vella el 12 de septiembre de 2016 mantenemos con España y con Portugal,

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La Vall d’Incles, Andorra

El Jefe de Gobierno andorrano con el Primer Ministro portugués, António Costa, en la COP 21 (Conferencia 21 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático), nov.-dic. de 2015

En la imagen, con el Presidente de la República Portuguesa, Marcelo Rebelo de Sousa, en Ponte de Lima (Portugal), en septiembre de 2016

la concertación y cooperación entre los tres países ibéricos se ha ido extendiendo y fortaleciendo en todos los ámbitos, destacando el económico y fiscal, pero también en otros como son el cultural, el medioambiental, el energético, el de los transportes, el del turismo o el de la cooperación con países terceros, donde los tres Estados mantienen intereses compartidos. En el ámbito de la Unión Europea España y Portugal son, junto con Francia, los primeros interlocutores de Andorra en el proceso de aproximación a la Unión y en las negociaciones de un Acuerdo de Asociación que tiene por objetivo el acceso de Andorra al Espacio Económico Europeo. En el ámbito multilateral y de los organismos internacionales cabe señalar que Andorra, España y Portugal son los únicos Estados europeos que forman parte de la Conferencia Iberoamericana, foro en el que Andorra desempeña un papel muy activo. En 2016 Andorra la Vella ha sido la ciudad Capital Iberoamericana de la Cultura, y en septiembre de este mismo año Andorra acogió la conferencia de ministros iberoamericanos de Educación, preparatoria para la XXV Cumbre Iberoamericana de Jefes

de Estado y de Gobierno, que tuvo lugar en Cartagena de Indias. El éxito cosechado en estos importantes acontecimientos ha motivado al Gobierno de Andorra a presentar la candidatura para celebrar en Andorra la XXVII Cumbre Iberoamericana en 2020, candidatura que confiamos pueda confirmarse durante 2017. Esta relación privilegiada que Andorra mantiene con España y Portugal se manifiesta igualmente en el resto de foros internacionales, coordinando trabajos en las Naciones Unidas, en el Consejo de Europa o en la OSCE y apoyando las candidaturas españolas o portuguesas. Así celebramos la membresía de España en el Consejo de Seguridad en el bienio 2015-2016 y la reciente elección de António Guterres como Secretario General de las Naciones Unidas. Andorra puede considerarse el país decano de la paz en el mundo al haber sabido gestionar durante ochocientos años difíciles equilibrios entre grandes Estados. Por ello, en el mundo complejo y crecientemente globalizado de nuestros días Andorra, desde su pequeña dimensión, tiene mucho que aportar a la idea de gobernanza internacional. Y lo puede hacer como un país ibérico singular.•

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Península Ibérica

Iberian Peninsula

Las políticas externas de España y Portugal para Iberoamérica Escribe Nancy Elena Ferreira Gomes Doctora en Relaciones Internacionales por la Universidade Nova de Lisboa. Profesora Auxiliar en la Universidade Autónoma de Lisboa “Luís de Camões” e Investigadora integrada en el Observatorio de Relações Exteriores (OBSERVARE)

¿Encuentro o desencuentro en la política exterior? Para España, las relaciones con América Latina han sido una constante en las prioridades de su política externa. Esto resulta ‘naturalmente’ del conjunto de vínculos políticos, económicos, sociales y culturales, forjados por la historia, que existen entre España y los países latinoamericanos, tanto en términos bilaterales como multilaterales, iberoamericanos y birregionales. La transición democrática española y de varios regímenes latinoamericanos, en las décadas de 1970 y 1980, respectivamente, facilitará la consolidación de esas mismas relaciones. Con el ingreso del país ibérico en las Comunidades Europeas, en 1986, la vocación particularmente iberoamericana de España ganará impulso. Puestas de lado, las ‘pretensiones hegemónicas’ de otrora, los elementos homogeneizadores y comunes históricos, culturales, de civilización y lingüísticos pasan a ser valorados en una estrategia para la región. Iberoamérica es asumida naturalmente como espacio tradicional de influencia en la lista de prioridades de la política externa española. Un efecto importante de este nuevo dinamismo será la institucionalización de las Cumbres Iberoamericanas, a partir de 1991, con el respaldo de los países europeos y el beneplácito de los Estados Unidos. La dinámica iberoamericana que se crea a partir de los compromisos asumidos, acuerdos, reglas de juego e instituciones facilitará, de igual forma, un espectacular incremento de las inversiones españolas en la región. A partir

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Foto de familia de la VIII Cumbre Iberoamericana, celebrada en Oporto en 1998

de 1996, la “economización” de la política iberoamericana de España generará una fuerte tensión entre los intereses y los valores de la política externa. Actualmente, para España, Iberoamérica constituye todavía una región clave para su proyección exterior, donde están en juego intereses de todo tipo, pero también su protagonismo e imagen internacional, como potencia (media) en lo político, económico y cultural, así como defensora de ciertos valores en un escenario regional, interregional y global donde reinan las incertidumbres en relación al futuro. En Portugal, la Revolución de los Claveles, en 1974, y más tarde, la adhesión a las Comunidades Europeas, en 1986, lle-


Foto de familia de la XIX Cumbre Iberoamericana, celebrada en Estoril en 2009

varán a una reformulación de la política externa. Cambiará, sobre todo, la percepción histórica de divergencia entre la Tierra y el Mar (que condicionó la anterior estrategia), facilitando la reaproximación entre Portugal y España. Portugal y España se reencuentran, pues, en Europa, pero también en Iberoamérica a partir de 1991. La participación de Portugal en el espacio iberoamericano, sin embargo, fue condicionada, desde el inicio, por las bajas expectativas y las reticencias, sobre todo por parte de las elites gubernamentales, en relación con el retorno económico y estratégico y sobre las verdaderas intenciones de España.

Portugal y España se reencuentran, pues, en Europa, pero también en Iberoamérica a partir de 1991 A partir de 2001, Portugal busca valorar su participación a través del refuerzo de su presencia en la Secretaría de las Cumbres, una mayor participación en los programas sectoriales, y un aumento de los fondos destinados a la Cooperación Iberoamericana a través del Instituto Português de Apoio ao Desenvolvimento, hoy integrado en el Instituto Camões. En lo que se refiere a las relaciones bilaterales, y desde el punto de vista comercial, las relaciones entre Portugal y

El actual presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, en una instantanea tomada en la última Cumbre Iberoamericana, la XXV, celebrada en Cartagena de Indias, Colombia, en octubre de 2016

algunos países iberoamericanos ganan dinamismo y se diversifican sobre todo a partir de 2010, en un contexto de crisis, gracias a la política de internacionalización de las empresas portuguesas y al impulso dado por el gobierno portugués a las exportaciones para fuera de la Zona Euro, para destinos como Brasil, México, Venezuela, Colombia, Perú y Panamá. La dinámica transformadora de los últimos años favoreció, pues, la aproximación estratégica, política y económica de Portugal a los países iberoamericanos con un interés diferente al que los portugueses tenían en Guadalajara, en la Cumbre de 1991. Actualmente, los distintos gobiernos se refieren a este espacio atribuyéndole una significativa importancia. En ese sentido, por la primera vez, el Programa del (XXI) Gobierno Constitucional de Portugal (2015-2019) reconoce una identidad nacional iberoamericana e identifica a la región como un espacio prioritario de actuación de la política externa.•

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Península Ibérica

Iberian Peninsula

EL FORTALECIMIENTO DE LAS RELACIONES ECONÓMICAS Y EMPRESARIALES ENTRE PORTUGAL Y ESPAÑA Escribe Jorge Coelho Lopes Empresario portugués

Las relaciones entre Portugal y España se caracterizan por una geografía y un pasado histórico compartidos, pero también por una sensible diferencia en sus dimensiones y, en consecuencia, en sus economías. Con el advenimiento de la democracia a mediados de los años 70 y su coetánea adhesión a las Comunidades Europeas en 1985, ambas naciones ibéricas experimentaron un importante desarrollo al tiempo que sus relaciones económicas ganaron un indudable dinamismo. Los dos países potenciaron extraordinariamente sus intercambios comerciales durante los lustros siguientes hasta llegar a alcanzar la cifra de 28.000 millones de euros para el año 2014. En ese contexto de la integración y del mercado único europeo, se evolucionó abiertamente hacia un mercado propio en la Península ibérica. Se implementaron formas avanzadas de cooperación, como el Mercado Ibérico de Electricidad (MIBEL) –iniciativa precursora en Europa–, la cooperación transfronteriza y proyectos conjuntos como el Centro ibérico Internacional de Nanotecnología, de Braga, o el Centro Ibérico para las Energías Renovables, de Badajoz.

El Corte Inglés, empresa emblemática del sector comercial español, afirma su vocación ibérica con una importante presencia en Portugal

El extraordinario incremento de las relaciones económicas hispano-portuguesas ha convertido a los dos países ibéricos en socios prioritarios en materia comercial y de inversión. El Mercado Ibérico es una pujante realidad.

Galp, una de las principales compañías portuguesas del sector energético, se abre camino en España

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Un estudio realizado recientemente por la Cámara de Comercio e Industria Luso-Española (CCILE) registró la presencia de cerca de 1.600 empresas españolas en Portugal y de 600 empresas portuguesas en España. Según la misma institución, esas firmas españolas asentadas en Portugal generan un volumen de negocios superior a los 16.000 millones de euros (8% del PIB portugués) y crean alrededor de 82.000 empleos.


En la clasificación general, las empresas petrolíferas (Repsol y Cepsa) lideran la lista de las compañías españolas con mayor volumen de negocio en Portugal, seguidas de las firmas de comercio y distribución (Supermercados DIA y El Corte Inglés), las entidades bancarias (Santander Totta, Banco Popular y BBVA) y las compañías del sector de la construcción civil (Sacyr). Por su lado, las empresas portuguesas establecidas en España representan un volumen de unos 11.000 millones de euros y 21.000 puestos de trabajo. España Galp Energía, EDP, Tafisa, Cimpor, Grupo Nutrinveste y Delta son ejemplos de grandes firmas portugueFoto de familia de la Cumbre de Salamanca (octubre 2005), primera reunión de sas con relevante presencia en España. máximos mandatarios iberoamericanos en la que participaron los tres países España y Portugal son hermanos gemeibéricos: España, Portugal y Andorra los en Europa, y primos hermanos en relación con los continentes americano y africano. Las similitudes entre nuesAngola, economía emergente en África austral, ofrece grandes oportunidades tros dos grandes idiomas, la actitud y a los empresarios e inversores ibéricos la predisposición de los empresarios ibéricos junto a su facilidad para comprender la necesaria internacionalización económica son Por eso, son los jóvenes empresarios portugueses y espaindudables ventajas para abordar desde una perspectiva co- ñoles –bien formados, conocedores de la actualidad ecomercial las oportunidades que ofrecen dichos continentes. nómica internacional y conscientes de los nuevos paradig¿Y quiénes mejor que España y Portugal podrían hacerlo? mas comerciales– quienes deben aprovechar ese escenario Es evidente que Portugal y España, considerada la cre- de oportunidades impulsando estrategias conjuntas para ciente importancia de las economías de los países emer- crear riqueza en beneficio de nuestras sociedades –de la gentes en el nuevo escenario globalizado, tienen el mismo portuguesa y la española, pero también de las de nuestros interés en reforzar su cooperación mutua, muy especialpaíses hermanos de América y África–. mente en el ámbito iberoamericano y en el de la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP). En este contexto, cabe subrayar, efectivamente, la presencia gradual de España en los mercados de los países de la CPLP. Recuérdese que recientemente Angola solicitó apoyo a los representantes de 70 empresas españolas para participar en el proceso de transformación del modelo económico y productivo angoleño, hasta ahora basado esencialmente en los hidrocarburos. De hecho, Angola es para España, después de Nigeria, el segundo proveedor africano de petróleo. Y España, por su parte, exporta a Angola productos manufacturados, maquinaria, herramientas y bienes agroindustriales. Angola está convirtiéndose, cada día más, en un destino importante para los empresarios españoles. No podemos dudar de que la creciente y sostenible reDe igual modo, los empresarios y gestores portugueses y españoles deben aprovechar las oportunidades para la in- lación económica y de cooperación hispano-portuguesa, versión y las exportaciones que ofrece Iberoamérica, en encuadrada en una Unión Europea más fuerte, cohesioparticular Brasil, Chile, Perú y Uruguay, entre otros. Es- nada y solidaria, se presenta como un factor decisivo para paña y Portugal tienen experiencia en sectores económicos la plena superación de la crisis que aún nos afecta. Esa que, bien en África lusófona o en Iberoamérica, revelan predisposición ibérica para la colaboración, despojada de grandes oportunidades de crecimiento. Y las Administra- cualquier complejo o desconfianza, contribuirá sin duda ciones y las entidades especializadas de nuestros dos países a que nuestros países afronten con optimismo y éxito los han demostrado su disponibilidad, su interés y su apoyo. desafíos de futuro.•

Portugal y España encuentran en Iberoamérica y en los países de lengua portuguesa de África un espacio natural intercontinental para una cooperación empresarial privilegiada.

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Península Ibérica

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EL IBERISMO

Una aproximación historiográfica Escribe José Antonio Rocamora Rocamora. Historiador Fotografía: Antonio José Navarro Hernández

El iberismo, corriente sociopolítica y cultural que propugna el mayor acercamiento entre España y Portugal y, eventualmente, la unificación política de la Península Ibérica, ha pasado por diferentes etapas desde sus comienzos a finales del siglo XVIII. JOSÉ ANTONIO ROCAMORA (Elche, 1962) es Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Alicante, de la que ha sido profesor asociado y de la que actualmente es profesor colaborador honorífico. Ha investigado la historia del iberismo y ha publicado el libro El nacionalismo ibérico (1792-1936) (1994), así como diversos artículos sobre el tema. Durante la ocupación indonesia de la excolonia portuguesa de Timor defendió el derecho a la autodeterminación de los timorenses. Ha presidido la Asociación de Amigos de Timor y, posteriormente, la entidad Timor Hamutuk. En la imagen, el profesor Rocamora aparece junto a una de las puertas del Real Monasterio de las Religiosas Salesas de Orihuela, en la provincia de Alicante. En la parte superior puede apreciarse el escudo que incluye las armas de los reinos de España y de Portugal debido a que la construcción de este edificio fue patrocinada por María Francisca de Braganza, hija del rey portugués Juan VI y de la infanta española y reina consorte de Portugal Carlota Joaquina de Borbón.

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LA LLEGADA DEL NACIONALISMO Solo en la Edad Contemporánea, a partir de la Revolución Francesa, la nación ocupó un papel central en el escenario político europeo. Era la época de la soberanía nacional, que dejaba atrás la de la soberanía real, cuando la fidelidad al monarca regía la vida de millones de europeos que desconocían qué era una nación. El panorama cien años después era completamente distinto. Durante la Ilustración, los viejos sentimientos de fidelidad al monarca se desplazaron –en ciertos sectores– hacia los Estados. La Revolución Francesa acabó con la soberanía del rey y sus fuentes de legitimidad: religión y tradición. Desde entonces el nacionalismo se expandió vertiginosamente, ya que los nuevos gobernantes precisaban una legitimación más en consonancia con las ideas ilustradas y la hallaron en la nación. Ya no se esperaba la obediencia del súbdito, sino la implicación del ciudadano que pertenecía a una misma comunidad, a una misma nación. Frecuentemente el Estado hizo una intensa labor nacionalizadora, procurando que quienes vivían dentro de sus fronteras se sintieran miembros de esa comunidad, a la que ahora sí se podrá llamar Estado-nación. Sin embargo, las ideas son difíciles de retener y pronto se planteó la posibilidad de recorrer a la inversa el camino del Estado-nación, partiendo de la existencia de una nación que no coincidía con fronteras políticas, para reclamar dicha coincidencia. En las primeras décadas del XIX, las ideas nacionalistas se asociaban a ideas surgidas de la Ilustración, como el liberalismo, la búsqueda del progreso económico y la difusión de la cultu-


ra. Los primeros nacionalistas creían que solo un Estado con unas dimensiones suficientemente grandes ofrecía un marco para que estas ideas se pudieran realizar. Por eso, los nacionalismos unificadores son los más característicos de este período. Los mejor conocidos, por haber alcanzado –al menos parcialmente– sus objetivos fueron el alemán y el italiano. Pero hubo otros nacionalismos unificadores como el eslavismo o el escandinavismo y el que constituye nuestro objeto de estudio, el iberismo. Encuadrado en la oleada nacionalista que recorría Europa, el iberismo aspiraba a unir Portugal y España en un Estado al que se prefería denominar Iberia, ya que aunque en el pasado se empleaba España para nombrar el mismo ámbito geográfico, finalmente uno de los Estados había monopolizado el nombre. Podemos encontrar iberistas en los dos Estados, monárquicos o republicanos y partidarios de un Estado unitario, federal o confederal. Pero todos ellos compartían la idea de que la unidad tendría que producirse de una forma pacífica y consensuada. Los argumentos que emplearon eran los habituales en el nacionalismo: la existencia de una voluntad presente o futura por la unidad política, así como de una base geográfica, histórica o cultural que impulsaba hacia ella. Se esperaba además que proporcionara progreso interno y relevancia internacional. Como en otros nacionalismos, no es difícil encontrar precedentes en un pasado relativamente lejano susceptibles de aprovechamiento por los nacionalistas. Limitándonos a los dos literatos más conocidos, señalaremos que Cervantes, en El cerco de Numancia, auguraba –desde un pasado prerromano– la unión ibérica conseguida por Felipe II. Mucho más citada por los iberistas fue la obra Os Lusíadas, de Camões, que reiteradamente enmarcaba a Portugal como parte de España, en tanto que derivada de la Hispania romana. LAS CONSPIRACIONES LIBERALES IBERISTAS La primera huella claramente iberista no la hallamos hasta que el abate Marchena, exiliado en la Francia revolucionaria, se planteó acabar con las dos monarquías ibéricas para construir una República Federal, fórmula destinada a gozar de amplio predicamento en décadas posteriores. Durante la guerra hispano-francesa de 1808-1814, las necesidades bélicas dejaron poco margen para planes ibéricos, pero no faltaron. En Cádiz, sectores liberales que empezaban a mostrar simpatías iberistas pensaron en la posibilidad de hacer de Carlota Joaquina, hermana de Fernando VII, regente de España. El problema radicaba en que estaba casada con João, regente de Portugal, lo que habría concentrado en el matrimonio un considerable poder, por lo que fue rechazada por los aliados británicos. Recuérdese que João y Carlota Joaquina se habían instalado en Río de Janeiro, huyendo de los franceses, de modo que podrían haber contrarrestado las tendencias secesionistas de la América Española.

Escudo propuesto por el diplomático español Sinibaldo de Mas para una Península Ibérica unida (1851)

Finalizada la guerra, los liberales españoles vieron cómo sus ideas eran perseguidas. No fue mucho mejor la suerte de sus homólogos portugueses, cuyos reyes prefirieron permanecer en Brasil, pareciendo que los papeles de colonia y metrópoli se habían trocado. Además, tuvieron que padecer la represión de quien actuaba en nombre de su rey, el mariscal inglés Beresford. Londres fue el lugar escogido por muchos liberales españoles y portugueses en este período. La existencia de problemas comunes y la percepción de las semejanzas culturales dieron aliento a la esperanza de un futuro también compartido, desembocando en los primeros trabajos conspiratorios. Durante el Trienio Liberal (1820-1823), la cooperación entre los liberales ibéricos se mantuvo. Uno de los motivos que impulsó al rey João VI a regresar a Lisboa fue el temor a que, sintiéndose abandonados por la Corona, los liberales portugueses se vieran tentados a llevar a cabo la unión ibérica. Tras 1823, muchos liberales españoles tomaron el camino del exilio. En 1825 murió João VI. Su hijo Pedro había proclamado la independencia de Brasil y era visto como un monarca con ideales liberales. Acuciado por problemas en Brasil, en 1826 decidió desplazarse a Europa para reclamar sus derechos al trono portugués, cuestionados por los absolutistas al considerar estos que tras la independencia de Brasil se había convertido en extranjero. Pedro pasó a ser un conspirador más, gozando de las simpatías de los liberales de ambos Estados. Los españoles se dividían en tres grupos que compartían la aspiración de convertirle en rey de un estado ibérico liberal. Un grupo radicado en Gibraltar le envió diversas misivas en este sentido. El más fuerte, liderado por Mina, redactó una encuesta interna preguntando por la opinión ante una hipotética entronización de don Pedro y la unión ibérica y halló un ambiente favorable. Un tercer grupo era el liderado por el general Torrijos, que desembarcó en Málaga en un intento de promover un levantamiento que le costaría la vida. Al desembarcar, desplegó una bandera

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Península Ibérica

Iberian Peninsula

"El fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga" por Antonio Gisbert. El General Torrijos promovió la unión de España y Portugal a principios del s. XIX

tricolor. Respecto a la actual bandera bicolor española, dividía las franjas rojas, figurando en sus extremos superior e inferior el color azul. Torrijos explicó en una carta, que este color era más popular y peninsular. Hoy esto puede resultar extraño, pero la adición del color se debía a que entonces la bandera portuguesa era blanca y azul celeste. No faltaron liberales portugueses –como, por ejemplo,

Saldanha– que simpatizaran con las ideas ibéricas y participasen en los proyectos de sus homólogos españoles. Quizás la mayor muestra de la cooperación luso-española la tenemos en Mendizábal. Iberista, terminó siendo el brazo derecho en cuestiones financieras de Pedro IV, cuyos derechos al trono habían pasado –tras su abdicación– a su hija Maria da Glória. EL APOGEO DEL IBERISMO

Imagen alegórica de la amistad hispano-portuguesa (s.XIX)

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A la muerte de Fernando VII, la minoría de Isabel II proporcionó una oportunidad a los liberales españoles. España y Portugal vivieron sendas guerras civiles en las que las monarcas portuguesa y española Maria da Glória e Isabel, apoyadas por los liberales de sus reinos, se enfrentaron a sus tíos respectivos, Miguel y Carlos, candidatos de los absolutistas. Durante un tiempo, la victoria sobre el absolutismo fue la prioridad. Pero cuando el humo de la pólvora se disipó y la estabilidad fue retornando, se volvió a reflexionar sobre la situación de los Estados ibéricos tras un período casi ininterrumpido de conflictos y tensiones internas y externas iniciado en 1808. El peso de ambos Estados había disminuido significativamente durante ese período. Un ejemplo de esta reflexión es la del portugués Almeida Garrett en Portugal


na Balança da Europa, donde contemplaba la posibilidad de la unión ibérica; pero existen más casos, como el de Andrés Borrego. La pérdida de las tierras americanas era generalmente asumida como irreparable y las alianzas desiguales mantenidas históricamente con Francia y Reino Unido por España y Portugal respectivamente amenazaban con reducir a los Estados ibéricos a meros satélites. Este era el contexto ibérico. Pero interesa también conocer lo que sucedía allende los Pirineos. El canciller austriaco Metternich fue criticado por haber calificado a Italia –durante el Congreso de Viena– de simple expresión geográfica. Pero entonces estaba básicamente en lo cierto. Si de algo se le puede acusar es de no haber percibido que estaba en las puertas de una nueva era, la del nacionalismo. Se abría, por lo tanto, un horizonte favorable. Mediado el siglo XIX la aspiración a la unidad ibérica era uno de los pocos puntos que compartían moderados, progresistas y demócratas españoles. Por una vía u otra, las figuras políticas y culturales más relevantes de la España de la época se pronunciaron a favor de ella. El diplomático español Sinibaldo de Mas había publicado en portugués su obra A Ibéria (1851), con prólogos de iberistas portugueses. Reeditada varias veces, la obra exploraba la posibilidad de lograr la unión mediante enlaces dinásticos. Sin embargo, entre los progresistas, desengañados con Isabel II, ganaba peso la opción de su destronamiento y sustitución por Pedro V de Portugal, y por ello se llegó incluso a prohibir que la prensa hablase de la unión ibérica. En la Revolución de 1854, la entronización de Pedro V fue deseada por muchos revolucionarios, pero la estrategia conciliadora de la reina hacia los vencedores contribuyó a su fracaso, junto con el desinterés del propio rey. Ese mismo año se fundaron los periódicos progresistas La Iberia (Madrid) o El Justicia (Valencia) con el objetivo explícito de lograr la unidad ibérica. En Portugal no faltaban iberistas, pero el panorama era muy distinto. Si en España pronunciarse en contra de la unión rayaba la incorrección, en Portugal sucedía lo

História da Civilização Ibérica, de Oliveira Martins

Noticia del New York Times, 25-9-1870.

contrario. Las voces a favor de la unión eran menos y se hacían oír con mayor discreción y, además, la creciente importancia de un nacionalismo portugués hispanófobo limitaba la posibilidad de un debate sereno. Cuando la permanencia en el trono de Isabel II tras los primeros momentos de la Revolución de 1854 fue aceptada, se buscaron otras vías, como el estrechamiento de relaciones, destacando las propuestas de mejoras de comunicaciones o de un zollverein ibérico, tanto por entidades como la Sociedad Económica Matritense como por personajes relevantes como el economista García Barzanallana. En medios progresistas la incompatibilidad con Isabel II se vio confirmada y se reactivaron los proyectos para entronizar a un Bragança y al tiempo lograr la unión. Con tal fin se realizaron contactos no solo en Portugal, sino también en Italia. Muestra de la difusión de estos proyectos es el hecho de que en este país circulase en 1865 el rumor de que en Valencia iba a estallar una revuelta al grito de ¡Viva la unión ibérica! alentada, entre otros, por el periódico progresista Los Dos Reinos. Lo que sí aconteció y reflejó el aislamiento de la familia real española fue la visita a Madrid de los reyes portugueses en 1865. Cuando el rey consorte español llegó a la estación a recibirlos, fue acogido con frialdad por un numeroso público que prorrumpió en vítores cuando llegaron

La alianza peninsular, de António Sardinha

Iberisme, de Ribera i Rovira

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Península Ibérica los monarcas portugueses. Entre los presentes se hallaba el republicano Castelar. En medios progresistas se esperaba que –como había sucedido en Italia– sectores republicanos sacrificasen su ideal en aras de una Iberia unida. Con la Revolución Gloriosa (1868) el trono de España quedó vacante y comenzaron las gestiones para ocuparlo. Quien contaba con más simpatías era Fernando de Coburgo, viudo de Maria da Glória y padre del rey portugués Luis I. Su reinado podría constituir –pensaban los progresistas, encabezados por Prim– un período de transición al que seguiría la unificación cuando su hijo heredase el trono. Las arduas negociaciones en Lisboa recayeron sobre Ángel Fernández de los Ríos, pero también se actuó en otras Cortes europeas, como las de París y Florencia. Todo resultó inútil. Fernando de Coburgo puso un obstáculo tras otro, porque en el fondo no quería la Corona española, ni verse implicado en una maniobra ibérica en la que parecía estar envuelto Saldanha, antiguo iberista que se hizo con el poder en Portugal tras un golpe de Estado en 1870.

Cabecera de diario iberista

Otras candidaturas manejadas por Prim también establecían vínculos con Portugal. Tanto Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen como Amadeo de Saboya eran cuñados de Luis I. Los opositores a Fernando de Coburgo procuraron dejar claro que su negativa no se dirigía a la idea de la unión ibérica. Los republicanos lo hicieron con mayor énfasis y sinceridad, afirmando que solo la República Federal uniría a los países. Pero cuando en 1873, con la I República Española, llegaron al poder, su limitada implantación popular y lo inestable de la situación política impidió que dieran cualquier paso en este sentido por el que se pronunciaban también algunos portugueses, como Antero de Quental. RESTAURACIÓN BORBÓNICA Y DECLIVE IBERISTA Cuando Alfonso XII fue proclamado rey, el iberismo carecía de vías políticas para su plasmación y el contexto internacional le era desfavorable. Parecía haber acabado el tiempo de las unificaciones y el nacionalismo experimentaba un giro que tendía relegar la nación política –construida sobre la voluntad ciudadana– en favor de la cultural. En una sociedad fuertemente impactada por los avances científicos, no es extraño que se creyese que la nación debía tener una base identitaria.

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Iberian Peninsula La evolución del iberismo durante el último cuarto del XIX respecto al cuarto anterior resulta desoladora, siendo esto especialmente visible en España. Solo los republicanos, escasos y enfrentados entre sí, agitaban la bandera de la unión política bajo una República Federal. Hechos como la Crisis del Ultimátum portuguesa (1890) revitalizarán –pero solo puntualmente– este tipo de propuestas. El declive del iberismo político fue parcialmente compensado por publicaciones que permitían apuntalar la unidad ibérica sobre una base cultural. Es el caso de la durante décadas influyente História da Civlização Ibérica de Oliveira Martins o diversos estudios de Menéndez Pelayo, quien compartía la visión de la pertenencia de Portugal al espacio común ibérico. EL IBERISMO CATALANISTA Y LA SEGUNDA REPÚBLICA Las demandas de unión política conocieron un nuevo impulso al aparecer el catalanismo. Ya hemos citado a catalanes como Sinibaldo de Mas o el general Prim. No en vano, se daban paralelismos como la compleja relación de Cataluña y Portugal con Castilla o sus respectivas sublevaciones contra la Monarquía Hispánica en 1640, con diferentes resultados. Muchos catalanistas percibieron el espacio ibérico desde supuestos lingüísticos, contemplando tres Iberias: una occidental (con Galicia integrada en Portugal), otra central básicamente castellana y una oriental con los territorios de habla catalana. Podría mencionarse la aspiración de Prat de la Riba de una Iberia extendida de Lisboa al Ródano (incluyendo la Septimania visigoda) en el terreno político, o lo expresado en diversas obras de Joan Maragall en el plano cultural. En una España abatida por la crisis del 98, el catalanismo aparecía como una fuerza regeneradora y capaz de unir a Iberia, asegurando que la concesión de libertades a Cataluña desvanecería el temor portugués a la unión. El catalanismo asumió ampliamente la idea ibérica y la usó propagandísticamente, como hizo Cambó en la campaña Per Catalunya i l’Espanya gran con un éxito no desdeñable. El iberismo catalanista influyó en múltiples fuerzas políticas. El galleguismo siguió sus pasos y resaltó que Galicia sería idónea para atraer a Portugal a la Iberia plural. También atrajo a veteranos federalistas como el portugués Teófilo Braga, que prologó el libro Iberisme del intelectual catalán Ribera i Rovira. A través de socialistas catalanes, el iberismo se introdujo tempranamente en el PSOE y bastantes años después de su aparición captaba a intelectuales como Giménez Caballero o Madariaga. También se difundió en Portugal, e interesó a a Augusto Casimiro –autor de À Catalunha– o a Teixeira de Pascoaes, ambos miembros del grupo Reinaixença Portuguesa y el último con una intensa relación con Unamuno, defensor de un iberismo cultural, que a su vez fue objeto de correspondencia con Joan Maragall.


Al margen del iberismo catalanista o influenciado por este, existieron otras corrientes. António Sardinha, siguiendo en buena medida a Oliveira Martins, propuso concertar una alianza ibérica que podría considerarse una confederación, si bien tanto él como otros simpatizantes de la idea ibérica rechazaban ser iberistas, ya que desde hacía décadas el iberismo se había usado para satanizar a enemigos políticos. Por su parte, los anarquistas, distanciados del peso de sus respectivos nacionalismos estatales, consiguieron el mayor logro organizativo al fundar la Federación Anarquista Ibérica (FAI), aglutinando a portugueses y españoles. El iberismo fue sostenido posteriormente por anarquistas como Abad de Santillán. Durante la Segunda República española, las propuestas de algún tipo de integración ibérica fueron asumidas por casi todo el espectro político español, de Ramiro Ledesma a Joaquín Maurín y con un Manuel Azaña muy interesado en ella, defendiendo la autonomía catalana bajo el influjo del iberismo catalanista. DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA A LA ACTUALIDAD La Guerra Civil española marca el inicio de un nuevo y profundo período de decadencia. Las dictaduras ibéricas promovieron sus respectivos nacionalismos, por lo que se debe buscar en el exilio los rastros de iberismo. Los exiliados iberistas tendían a subrayar la pluralidad ibérica, como el socialista Anselmo Carretero y, en mucha mayor medida, propuestas herederas del iberismo catalanista, como Galeuzca –Galicia-Euzkadi-Cataluña–. Con el tiempo, estas últimas resaltaron los elementos diferenciales de sus respectivas nacionalidades, reservando un papel residual a Iberia. Tampoco le faltó unas ciertas dosis iberistas al Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación, integrado por exiliados de ambos países cuya acción más conocida fue el secuestro de un buque portugués que rebautizaron como Santa Liberdade. En cualquier caso, el silencio interno y el envejecimiento de los exiliados hicieron que el iberismo periclitase. El final de las dictaduras permitió un tibio renacer iberista –se fundó, por ejemplo, una Liga Iberista Portuguesa–, pero fue efímero. Había en el horizonte un nuevo proyecto que superaba las fronteras estatales y resultaba más atractivo: la integración europea. Las propuestas iberistas no podían competir con las ventajas y las expectativas generadas por Europa. En la actualidad, la unión ibérica no está en el horizonte. Los españoles siguen mostrando desconocimiento de Portugal y los portugueses, que no pueden ignorar al gran

Fernando de Coburgo (1816-1885), rey consorte de Portugal, monarca que pudo reinar sobre la Península Ibérica

vecino, siguen influenciados por un nacionalismo hispanófobo a pesar de que un porcentaje considerable pueda aceptar algún tipo de unión política ibérica. No obstante, nadie sabe qué depara el futuro. En 2006, Pasqual Maragall, nieto de Joan Maragall decía: el vell Iberisme dels nostres avis es farà realitat. Ho realitzaran els nostres néts (“el viejo iberismo de nuestros abuelos se hará realidad. Lo realizarán nuestros nietos”). Después de todo, no han faltado portugueses relevantes que hayan defendido posturas iberistas o iberizantes en el plano cultural, como Pessoa, Torga, Natália Correia, Eduardo Lourenço o José Saramago. En apoyo del último, Günter Grass habló en 2007 de la importancia que cobraría un Estado ibérico en Europa. Incluso en el plano político, se formó recientemente un Movimento Partido Ibérico en Portugal y después su homólogo español el Partido Ibérico Íber, fusionados en cuanto unidad de acción y doctrina en 2016*. Con una Unión Europea en crisis, unas ideas ibéricas, o quizás más panibéricas en la medida que ofrecen un horizonte más ancho, podrían ser acariciadas por sectores más amplios. Quién sabe si, como metafóricamente escribió Saramago en A Jangada de Pedra (La balsa de piedra), Iberia (Andorra incluida) se desgajará de Europa y surcará el Atlántico, entre América y África, por mares desde hace siglos navegados por sus hijos.•

* E l nuevo iberismo político representado por el Movimento Partido Ibérico y por el Partido Ibérico Íber ha asumido integralmente la concepción y la doctrina geopolíticas formuladas por el académico español Frigdiano Álvaro Durántez Prados, tanto en el plano peninsular como en el intercontinental. Respecto a la primera dimensión, incorpora el Principado de Andorra junto a los Estados de España y Portugal (Durántez Prados, F. Á., 2007-2009); y en el plano extrapeninsular asume la idea y la propuesta de la Iberofonía y Paniberismo del Dr. Durántez (Revista Diplomacia Siglo XXI, nº 85, julio de 2015), diseñada en 1995, incluyendo la propuesta específica de estructurar el espacio multinacional panibérico a partir de la articulación entre la Comunidad Iberoamericana de Naciones y la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (Nota del Editor).

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Península Ibérica

Iberian Peninsula

ELEMENTOS PARA LA ARTICULACIÓN DEL ESPACIO IBÉRICO

Propuesta de un tratado marco tripartito entre Andorra, España y Portugal Escribe Frigdiano Álvaro Durántez Prados Doctor Europeus y Académico de Honor de la Academia de la Diplomacia

Por su interés y oportunidad reproducimos, actualizado, el trabajo del politólogo español Frigdiano Álvaro Durántez Prados, formulado en 2007 y publicado por primera vez en 2009 en Cuaderno de Federalismo (vol. XXII), del Instituto de Federalismo de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba, Argentina. INTRODUCCIÓN El objeto de este artículo es exponer los fundamentos, la significación, la oportunidad y la conveniencia de la articulación del Espacio Ibérico. A tal fin se plantea concretamente la suscripción de un tratado marco tripartito ibérico –el primero que podría obtener plenamente esta definición en la Historia– por parte de los tres Estados soberanos existentes en la Península Ibérica: el Principado de Andorra, el Reino de España y la República Portuguesa. Se sugieren asimismo sus posibles contenidos. El fundamento genérico para la suscripción de un tratado restringido a los tres signatarios mencionados reside en la existencia de una categoría geocultural, geopolítica, geoeconómica e histórica compartida únicamente por los pueblos y países de la Península Ibérica (y archipiélagos y territorios a ellos vinculados) –una región o subregión ibérica dentro de Europa– que los distingue y caracteriza en el escenario internacional. En Europa existen de hecho y de derecho otras subregiones, ya articuladas, como el Benelux (Bélgica, Países Bajos y

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Luxemburgo), el Consejo Nórdico (Suecia, Dinamarca, Noruega, Finlandia e Islandia), o el Consejo de Estados del Mar Báltico, que reúnen a países de muy diferentes dimensiones. Al mismo tiempo, la categoría específica que integran únicamente los tres Estados ibéricos se ve fortalecida por varias proyecciones internacionales derivadas de su geografía, su historia, su cultura y sus lenguas. La visión acerca de la conceptuación práctica y la eventual articulación de un Espacio Ibérico responde a diferentes perspectivas, expectativas, intereses e identidades según se aborde esta cuestión desde Portugal, desde España o desde Andorra. No obstante, en todas ellas se identifican claramente varios elementos compartidos. Por un lado y en primer lugar, el reconocimiento ineludible, explícito o implícito, de la existencia de un espacio o región ibérica que queda integrada específica y únicamente por esos países. Por otro, el interés de cada uno de los actores señalados por lograr algún grado de articulación o conceptuación práctica, y también formal y simbólica, de ese espacio compartido.


La principal y más profunda significación de un eventual Tratado Regional Ibérico, de carácter marco, reside esencialmente en la misma conceptuación formal de ese espacio, logro que, además, tendría lugar de manera plena por primera vez en la Historia ya que, aunque existen múltiples tratados hispano-portugueses o luso-españoles, éstos no son ibéricos en su plenitud pues no contemplan la participación de Andorra, el otro Estado peninsular. A partir de ahí se abren asimismo importantes posibilidades para la identificación de propuestas y medidas prácticas muy concretas que responderán, según el caso, al interés nacional, particular o compartido, de cada uno de los Estados concernidos. Tanto por la motivación más genérica y de fondo, como por las más prácticas y concretas, parece de interés común para los tres Estados soberanos ibéricos la formalización, mediante instrumento declarativo, jurídico y político de un Espacio Ibérico compartido. EL ESPACIO IBÉRICO Y SUS PROYECCIONES La Península Ibérica (y los archipiélagos y territorios a ella asociados por vínculos geográficos, culturales, históricos y de soberanía) constituye una categoría geofísica, geocultural e histórica específica –una región natural– asentada en un marco geográfico muy definido, que es reconocida y diferenciada como tal en el contexto europeo, en el internacional y en el propio ibérico. Sobre una sustantiva unidad de fondo pervive y se desarrolla una gran diversidad interna de carácter cultural, lingüístico y político. En el orden lingüístico se reconocen dos lenguas de ámbito internacional e intercontinental –el castellano y el portugués– y varias de ámbito más localizado (catalán, gallego, vasco, mirandés, aranés). Políticamente, la Península está constituida por tres Estados soberanos de desigual tamaño y diferente forma política: la República unitaria portuguesa, la Monarquía cuasifederal española y la Diarquía tradicional andorrana. Producto de la geografía, la historia y la cultura ibéricas se derivan varias proyecciones internacionales de gran calado. La dimensión europea es consustancial a la propia europeidad esencial de lo ibérico y, en el contexto histórico actual, supone para los tres Estados de la Península el principal imperativo político, económico y geográfico. España y Portugal son parte de la Unión Europea mientras que Andorra, por su peso específico, se mantiene por el momento al

La Península Ibérica constituye una región o subregión natural dentro de Europa desde una perspectiva geocultural, geopolítica, geoeconómica e histórica margen de ese proceso de integración, pero se vincula a otras instancias continentales como el Consejo de Europa. La proyección mediterránea de los países ibéricos se fundamenta también en elementos esencialmente geográficos y culturales. La principal proyección transcontinental ibérica es la representada por la Comunidad Iberoamericana de Naciones que, sobre la base de los vínculos históricos, lingüísticos y culturales, liga a los tres Estados de la Península con los países americanos de lenguas española y portuguesa. Andorra, España y Portugal son, en tanto que ibéricos, los únicos miembros europeos de la Conferencia Iberoamericana, ex-

La progresiva articulación del Espacio Ibérico pasa por la conclusión de un tratado marco entre España, Portugal y Andorra que ponga en valor las identidades compartidas, la vecindad geográfica y los intereses comunes Diplomacia Siglo XXI

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Península Ibérica

Iberian Peninsula

Países del Consejo Nórdico

presión político-diplomática y multilateral de Iberoamérica. Fuera de los continentes europeo y americano, en África, Asia y Oceanía, la Península Ibérica conserva afinidades y relaciones cercanas con países y sociedades históricamente vinculadas a España, y a Portugal en su mayor parte. Ese esquema de concertación y cooperación queda principalmente materializado en la organización denominada Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP).

Países del Benelux

POSICIONES DE ESPAÑA ANTE LA CONCEPTUACIÓN DE UN ESPACIO IBÉRICO España, como Estado autonómico en constante proceso evolutivo, se halla en un avanzado estado de descentralización y reconfiguración en el que se pone de manifiesto una permanente dialéctica entre las tendencias centrífugas y las tendencias centrípetas de los diferentes actores en juego. Este proceso viene siendo calificado, desde algunas interpretaciones, como de auténtica deconstrucción de España, tanto de su cualidad de Estado como de su condición de nación. El desarrollo de algunas tendencias nacionalistas periféricas, netamente separatistas, que ponen formal y constantemente en causa la referencia y la autoridad del Estado oficialmente soberano, es avanzado. En este contexto, el marco ibérico, o la referencia al mismo, aparece como un elemento-espacio armonizador entre las tendencias disgregadoras periféricas y las tendencias más centrípetas que es aceptado por ambas. Para las tendencias más autonomistas e independentistas el referente Península Ibérica supera en clave positiva al comúnmente referente rechazado –España– al cual difuminaría o neutralizaría en alguna medida. De este modo, un Espacio Ibérico como marco geocultural aceptado, reconocido como propio y del que los sectores y movimientos independentistas sí se sienten parte, sustituiría simbólicamente, y hasta cierto punto realmente, al referente español1. Para las tendencias oficiales estatales, más proclives o decididas a mantener la existencia del espacio español articulado como Estado-nación, el marco

Otras subregiones europeas ya se han articulado institucional y funcionalmente. Es el caso del Consejo Nórdico, integrado por Suecia, Dinamarca, Noruega, Finlandia e Islandia; del Benelux, compuesto por Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo; o del Consejo de Estados del Mar Báltico Las proyecciones internacionales de los países ibéricos son ciertamente vastas y singulares a un mismo tiempo, y, como tales, tienen un claro alcance universal. Las lenguas ibéricas intercontinentales, el español y el portugués, suman 750 millones de hablantes y una treintena de países y pueblos en todos los continentes. Estos dos idiomas constituyen además el único caso de dos grandes lenguas internacionales en términos cuantitativos –habladas cada una de ellas por más de cien millones de personas– que son, al mismo tiempo y en líneas generales, recíprocamente comprensibles. Los países de lenguas ibéricas –el llamado espacio panibérico o de la Iberofonía– constituyen uno de los principales conjuntos geolingüísticos y culturales del mundo.

1 Por esta razón los nacionalismos catalán y gallego han sido, desde sus inicios, tradicionalmente iberistas. En este sentido, para el nacionalismo catalán la eventual propuesta de conceptuación de un Espacio Ibérico a partir de la iniciativa del único Estado soberano catalanoparlante existente, Andorra, mediante un tratado internacional suscrito, junto al castellano y el portugués, en lengua catalana, podría constituir un elemento positivo.

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ibérico ofrece la oportunidad de superar por encima, también en clave positiva, las tendencias separatistas periféricas, articulando o conceptuando un espacio mayor, el peninsular ibérico, que, desde cierta interpretación, constituiría una perfección o superación positiva del espacio español (concebido éste como un espacio ibérico incompleto). Por ello, la construcción de ese espacio ibérico ha representado históricamente uno de los grandes anhelos y objetivos de todos los principales poderes políticos peninsulares, ya estuvieran asentados en el área occidental (Portugal), central (Castilla) u oriental (Aragón-Cataluña) 2. Por muy diferentes y contrarias razones, en España tanto las visiones con sentido de Estado español, como las más separatistas e independentistas periféricas, coincidirían en la conveniencia de la articulación –de la conceptuación práctica– del Espacio Ibérico, del marco geopolítico natural que representa la Península.

En el ámbito español el Espacio Ibérico representa un marco geopolítico y simbólico natural en el que se reconocen tanto las visiones constitucionalistas como las tendencias de cariz independentista

POSICIÓN PORTUGUESA ANTE LA ARTICULACIÓN DEL ESPACIO IBÉRICO El nacionalismo portugués y, en general, el mismo sentimiento nacional tradicional de Portugal se han venido fundamentando en un arraigado sentido de contraposición al vecino peninsular. España, país más grande y con mayor peso demográfico y económico, venía siendo considerado como un Estado que históricamente ha adolecido de visiones asimiladoras y absorbentes respecto de Portugal. Esta percepción provocó, hasta tiempos relativamente recientes, el mantenimiento de una posición portuguesa reticente al impulso de las relaciones con España, aunque esta actitud ha ido cambiando progresivamente tras la incorporación de ambos países a las Comunidades Europeas, hoy Unión Europea. En este sentido, el temor portugués a la proyección “absorbente” de España (o de una cierta idea castellana de España) y a ser subsumido en una relación asimétrica y desigual se ha traducido históricamente en la regular toma de posiciones de Portugal contrarias a la articulación del Espacio Ibérico. Tradicionalmente, Portugal ha venido poniendo especiales precauciones ante las iniciativas que promoviesen la mayor estructuración e integración del Espacio Ibérico3.

El antiespañolismo portugués, hoy en cierto declive, fue generalmente promocionado por clases dirigentes y tradicionales del país. Sin embargo, aunque los sectores académico y oficial han mantenido, en muchos casos, esa actitud recelosa, las clases medias y más dinámicas económicamente se han inclinado claramente desde los últimos lustros hacia un mayor acercamiento a España en tanto que país económicamente pujante y desarrollado, además de culturalmente afín. Son muy significativas en este sentido las conclusiones del Barómetro de la Imagen de España del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos (RIE), de mayo-junio de 2016, que apuntan que un extraordinario 68% de los ciudadanos portugueses está de acuerdo con que España y Portugal avancen hacia alguna forma de unión política ibérica; y un aún más abrumador 83% cree que España y Portugal tienen intereses comunes en política internacional. Pocos años antes, en 2011, el Barómetro de Opinión Hispano-Luso (BOHL), elaborado por altas instituciones académicas españolas y portuguesas, daba a conocer que el 46% de los portugueses y el 40% de los españoles se mostraban a favor de que España y Portugal se uniesen para formar una Federación. Estas cifras han venido experimentando una progresión muy rápida y cre-

Portugal puede ganar protagonismo en una concepción tripartita de la Península Ibérica –hispano-luso-andorrana– que supere la tradicional dualidad hispano- portuguesa percibida históricamente como desigual y asimétrica

2 La Edad Media peninsular nos muestra una constante pugna de hegemonías entre los diferentes reinos ibéricos para protagonizar y dirigir la reunificación de Hispania. 3 Se trata de la desconfianza histórica hacia el iberismo entendido como movimiento o corriente política y de pensamiento que promovería una unión peninsular en la que, a juicio de numerosos portugueses, Portugal y sus intereses quedarían subordinados a los de España. Hasta hoy Portugal impide generalmente la denominación de “ibéricos” a numerosos encuentros, instancias o acuerdos entre España y Portugal. En su lugar deben utilizarse las expresiones “luso-español” o “hispanoportugués”, que marcan la bilateralidad, pues para algunos la denominación ibérica implicaría, supuestamente, una cierta subordinación a España. Con la inclusión de Andorra en un esquema de concertación y cooperación peninsular ibérico esto ya no sería posible. 3 Lo ocurrido en el terreno de los transportes y comunicaciones es muy significativo. La autovía Madrid-Lisboa no fue terminada en su tramo portugués hasta 1999. No existe todavía tren de alta velocidad entre las dos capitales y sólo funciona una línea ferroviaria nocturna que precisa de casi diez horas para cubrir los seiscientos kilómetros que separan las dos capitales. Sin embargo, las comunicaciones con Galicia, región de menor empuje económico que el centro peninsular pero más afín identitariamente al imaginario nacional portugués, se han desarrollado con mucha más celeridad.

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Iberian Peninsula ANDORRA EN EL CONTEXTO IBÉRICO

F. Álvaro Durántez y Jaume Gaytán Sansa, actual Embajador de Andorra en España, en un instantanea tomada en 2005 en la Cumbre Iberoamericana de Salamanca, la primera a la que el Principado asistió como miembro pleno

ciente desde 2006 cuando el diario portugués Sol revelaba que casi un tercio de la población portuguesa, el 28%, se declaraba favorable, incluso, a establecer una unión política con España formando un solo país. Existe pues, aún, una percepción portuguesa ambivalente hacia España que contrasta con el general desinterés español hacia Portugal a nivel social. Pero, al mismo tiempo, hay un franco y abierto reconocimiento de pertenencia a un común Espacio Ibérico –económico, cultural, incluso político–, y de la conveniencia de articularlo adecuadamente desde la garantía de sus prerrogativas de soberanía y de mantenimiento de la singularidad e identidad nacionales. Un elemento añadido de complejidad en las relaciones hispano-portuguesas lo constituye la estructura político-territorial española y la emergencia y consolidación de las Comunidades Autónomas. Se plantea en ocasiones una cierta disyuntiva, a veces contradictoria, respecto de la relación Estado portugués/Estado español y Estado portugués/Comunidades Autónomas españolas. El planteamiento de una conceptuación y articulación de la región o subregión ibérica realizado desde un tercer Estado diferente de España y, además, de lengua oficial no castellana, Andorra, constituiría posiblemente un factor de gran interés para Portugal. Desde el ámbito diplomático oficial, Portugal fue el primer actor que sugirió la incorporación de Andorra a la Conferencia Iberoamericana4. Determinados objetivos o visiones de Portugal relacionados con España, que no se plantean directa o bilateralmente con el objeto de evitar, tal vez, el reconocimiento o la percepción de una supuesta o real subordinación a un vecino mayor, podrían ser planteados de un modo más neutral y desacomplejado en un marco multilateral y, en concreto, en un marco regional trilateral ibérico.

Andorra, por razones geográficas, lingüísticas y culturales, es un país singularmente enraizado en el ámbito ibérico. Ubicada en la Península Ibérica, constituye uno de los tres únicos Estados soberanos existentes en la misma. Tras la aprobación de su Constitución de 1993, el Principado pirenaico ha fortalecido sus relaciones internacionales en su marco natural, histórico y geográfico más inmediato –la Península Ibérica– con la intensificación de relaciones y la apertura de embajadas en los otros dos Estados ibéricos: España y Portugal. En su proceso de inserción internacional Andorra ha optado igualmente por incorporarse a las Comunidades multinacionales de base cultural y lingüística a las que pertenece por identidad y por derecho propio. En particular, cabe destacar la adhesión de Andorra a la Comunidad Iberoamericana de Naciones con su formal integración en la Conferencia Iberoamericana en el año 2004, con ocasión de la XIV Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno celebrada en San José de Costa Rica.

El Principado de Andorra afirmaría su estatalidad y su visibilidad internacional al impulsar o favorecer la articulación peninsular ibérica Andorra puede desempeñar un papel relevante en el contexto peninsular ibérico como factor de equilibrio, cooperación y articulación en una Península Ibérica políticamente heterogénea y compleja, compuesta, como hemos señalado, por un Reino de España en avanzado proceso de descentralización y redefinición, una República Portuguesa unitaria, y un pequeño Estado pirenaico –el Principado– con una alta renta per cápita y una rica y plural composición demográfica. De hecho, la población de Andorra está integrada actualmente por una mayoría relativa de ciudadanos andorranos seguida de cerca por el contingente nacional español y ocupando el tercer lugar la colectividad de origen portugués. Su lengua oficial, la catalana, comparte espacio con la castellana, que es conocida por la generalidad de la población, y con el portugués, tercer idioma más hablado del país. Esta circunstancia convierte a Andorra en el Estado más iberohablante del mundo en términos relativos, al coexistir en él las tres principales lenguas ibéricas. Andorra se perfila pues, por razones geográficas, históricas, demográficas, culturales, lingüísticas, económicas y

4 Con el muy probable objetivo de fondo, sin embargo, de equilibrar o limitar la preponderancia del elemento español e hispánico en los contextos peninsular e iberoamericano respectivamente. Originariamente, la propuesta formal de vincular a Andorra al espacio iberoamericano surge en 1995 en el contexto de la iniciativa no gubernamental de las sociedades paniberistas o iberófonas.

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políticas, como una suerte de Estado-síntesis de la Península Ibérica, con toda la complejidad y las oportunidades que de aquí se derivan. En el contexto iberoamericano la incorporación de Andorra a la Conferencia Iberoamericana contribuye a definir los límites de una Comunidad bicontinental, americana y europea, integrada por veintidós países de lenguas española y portuguesa. La aportación de Andorra ya ha comenzado a ser significativa, tanto por su participación específica y sustantiva en el propio ejercicio multilateral iberoamericano, como por su condición de país que comparte las dos lenguas vehiculares iberoamericanas junto a la suya propia. En este sentido, Andorra se halla también cercana al conjunto de la Lusofonía, representada ésta en su totalidad por la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa. Andorra ha supuesto históricamente un ejemplo de exitosa gestión de equilibrios y relaciones internacionales entre grandes poderes estatales y nacionales. El Principado pirenaico cuenta con una marca mundial poco conocida pero de enorme significación real y simbólica: el mantenimiento de la paz en su territorio durante más de siete siglos. En el contexto de la conceptuación y articulación del Espacio Ibérico, y de la eventual suscripción de un Tratado Regional Ibérico, de carácter marco, Andorra aportaría además la visión y la sensibilidad de un Estado de pequeño tamaño en un mundo complejo, cambiante, políticamente muy fragmentado, y en creciente proceso de globalización. La participación y la iniciativa de Andorra coadyuvarían asimismo a superar un tradicional y ambivalente antagonismo de Portugal hacia España, y a trascender la asimetría peninsular hispano-portuguesa. Con su mera participación Andorra rompería la perniciosa y secular dualidad asimétrica España/Portugal y, al mismo tiempo, completaría coherentemente el espacio ibérico como tercer Estado de la Península. De cara a los intereses más específicos y nacionales andorranos, el país se consolidaría como actor soberano – como Estado– con un tratado firmado únicamente con dos países de mediano o gran tamaño. En concreto, el Principado consolidaría su posición como tercer Estado de la Península Ibérica5, siendo percibido y visualizado por la opinión pública como tal6 y fortaleciendo sus relaciones con España y Portugal7.

SENTIDO Y CONTENIDOS PARA UN TRATADO REGIONAL IBÉRICO El mayor logro de fondo de un Tratado Regional Ibérico suscrito por los tres Estados soberanos de la Península sería, en primer lugar, el reconocimiento formal y la conceptuación práctica de la existencia de una dimensión y un Espacio Ibéricos. Se trataría de una suerte de Primer Tratado Ibérico, de “tratado fundador” de un espacio regional ibérico en proceso de articulación. Este instrumento, con características de acuerdo marco, abriría la posibilidad de profundizar y concretar sobre múltiples cuestiones sectoriales de interés y de referencia ibérica, a través de subsiguientes y ulteriores convenios específicos8.

Europa, Iberoamérica, el espacio intercontinental de la Iberofonía y Naciones Unidas, así como el sistema internacional en general, son ámbitos en los que los países ibéricos pueden cooperar y concertarse. En cuanto a los posibles contenidos concretos, cabe señalar, entre otros, la concertación política en claves interna ibérica, europea, iberoamericana y universal. En clave interna ibérica destacaríamos las infraestructuras, las comunicaciones y las relaciones culturales y económicas entre los pueblos y países de la Península. Respecto a la concertación político-diplomática a nivel europeo destacaríamos especialmente el apoyo hispano-portugués que se podría prestar a Andorra ante la Unión Europea, así como la concertación trilateral en otras instituciones, como el Consejo de Europa. A nivel iberoamericano podrían establecerse consultas entre los tres países de cara a la preparación de las correspondientes Cumbres Iberoamericanas y todo lo relacionado con el sistema multilateral iberoamericano, tanto a nivel de concertación como de cooperación. A nivel universal sería la concertación en el sistema de Naciones Unidas el principal campo de acción. Los tres países podrían impulsar, como iberoamericanos, la concertación añadida de los Estados latinoamericanos. Andorra aportaría la perspectiva y las posibles adhesiones de los pequeños Estados, y Portugal las de los países lusófonos no iberoamericanos. Se acordaría la defensa y la promoción de las lenguas ibéricas en los organismos internacionales donde sean oficiales (es-

5 E n un marco o régimen interestatal como el propuesto, Andorra podría redireccionar y compensar, en alguna medida, la complejidad y los efectos negativos que, en ciertos casos, pueden implicar para el país pirenaico las relaciones bilaterales con algunos actores y gobiernos subestatales de España. 6 Las opiniones públicas de España, Portugal y Francia suelen identificar a Andorra más con un concepto de “territorio” o “país” en un sentido esencialmente geográfico y ligado al espacio y la orografía pirenaicos, que como un Estado y actor soberano plenamente homologado como miembro activo de la Comunidad Internacional. 7 En el marco y en el contexto de un tratado trilateral ibérico Andorra podría introducir elementos genéricos y concretos a favor de su interés nacional, o sentar las bases, en tanto que acuerdo marco, para su concreción en posteriores tratados específicos. Aquellos elementos serían, probablemente y bajo ciertas circunstancias, de más difícil materialización en convenios de carácter bilateral hispano-andorrano o luso-andorrano que en un acuerdo trilateral ibérico (ej. infraestructuras, apoyo hispanoportugués ante las instituciones de la Unión Europea, tratamiento del fenómeno migratorio, fiscalidad y doble imposición, turismo, sociedad de la información, etc.). 8 Cabe mencionar la firma del convenio trilateral concluido en el año 2000 entre Andorra, España y Francia relativo a la entrada, circulación, establecimiento y residencia de sus nacionales. Pero no se trata de un acuerdo que reconozca o sancione un espacio geocultural, geopolítico e histórico determinado, sino de un tratado referido a temáticas muy específicas y concretas que afectan a estos tres países vecinos.

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Iberian Peninsula

ASPECTOS FORMALES La significación histórica de este posible Tratado demandaría una serie de importantes elementos formales y simbólicos, pues deberían asegurarse las condiciones de solemnidad adecuadas. En el terreno lingüístico se trataría del primer tratado, al menos desde la Edad Moderna, suscrito únicamente en los tres principales idiomas ibéricos, el castellano, el portugués y el catalán. Igualmente, debería considerarse con detenimiento la elección del lugar y el local donde tal firma podría tener lugar9. Y en cuanto al propio texto, teniendo en cuenta que se estaría reconociendo por primera vez, y por parte de todos los actores soberanos ibéricos, la existencia y la puesta en marcha de un espacio propio fundamentado no sólo en la geografía y los intereses concretos, sino en profundos elementos históricos, culturales y lingüísticos de raíces seculares, el preámbulo en el que se expondría y conceptuaría este marco adquiriría probablemente una importancia equivalente a la del propio articulado.

Se trataría del primer tratado plenamente ibérico, pues aunque ha habido múltiples acuerdos internacionales hispano-portugueses, éstos no han contemplado la participación de Andorra, el tercer Estado ibérico Existe en la actualidad una oportunidad singular y factible de dar un paso significativo para la historia de la Península Ibérica. La articulación del espacio ibérico constituye un objetivo de una lógica elemental y desapercibida a un mismo tiempo. Prueba de ello es el hecho de que tanto desde los diferentes Estados integrantes de la Península como desde las distintas sensibilidades existentes dentro de España se considera deseable, aun por motivaciones dispares y antitéticas, la conceptuación práctica del espacio ibérico. En este contexto, Andorra puede desempeñar un papel muy relevante como tercer país ibérico y posible convocante del primer Tratado Regional Ibérico. Portugal y España, desde la plena consciencia y asunción de sus identidades e intereses, pueden coadyuvar a la consecución de tal fin.•

Foto: EFE /Juan Carlos Hidalgo

pañol en la ONU o portugués en la OEA). En general, los tres países ibéricos podrían acordar el estudio de sus posibles actuaciones conjuntas en los diferentes foros internacionales.

FRIGDIANO ÁLVARO DURÁNTEZ PRADOS (Madrid, 1969) es Doctor Europeus, Premio Extraordinario de Doctorado en Ciencia Política por la Universidad Complutense de Madrid, y Académico de Honor de la Academia de la Diplomacia. En los años noventa estableció formal e institucionalmente la propuesta de conceptuación y articulación de un espacio multinacional de países de lenguas española y portuguesa de todos los continentes, sin excepciones geográficas, —corriente que denominó Paniberismo, también conocida como Iberofonía—, y durante toda su trayectoria profesional y académica ha estudiado e impulsado el mayor acercamiento entre la generalidad de los pueblos y países iberófonos (Revista Diplomacia Siglo XXI, nº 85, julio de 2015). En ese contexto, propuso y contribuyó a diseñar, desde el ámbito académico, la incorporación del Principado de Andorra a la Conferencia Iberoamericana, hecho que se materializó con ocasión de la XIV Cumbre Iberoamericana, celebrada en 2004 en San José de Costa Rica. Ha prestado también especial atención a la estricta geopolítica ibérica subrayando la plural condición “hispano-luso-andorrana” de la Península.

9 En relación con la sede de la firma podría contemplarse la posibilidad de que tuviera lugar en Galicia, región de convergencia e interconexión ibérica entre España y Portugal. Territorio de lengua gallega, idioma diferente del castellano y del portugués pero con gran cercanía a ambos y genealógicamente ligado al segundo. Santiago de Compostela, capital de dicha región, se afirma como ciudad vértice de la Península ligada a Europa a través del Pirineo por el Camino de Santiago, y vinculada por historia y cultura a los mundos iberoamericano y lusófono. Su peso histórico y político, y su simbolismo, las convierten tal vez –a Galicia y a Santiago de Compostela– en una de las opciones más válidas. 9 Otra posibilidad sería la elección de la misma Andorra, eventual país convocante del Tratado como Estado tercero de la Península, país neutral entre Portugal y España y de lengua oficial no castellana ni portuguesa pero donde se hablan estos dos últimos idiomas. 9 Una tercera opción plausible sería la ciudad de Toledo, hoy capital de la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha. Toledo constituye el primer referente de capital política de una Península Ibérica unida, tal como fue en la Alta Edad Media durante el periodo de la Monarquía Hispanogoda y antes de la conformación de los reinos cristianos que desembocarían siglos después en los actuales Estados de la Península. Toledo añade a ello su condición de icono histórico de una temporal convivencia armoniosa entre las tres culturas coexistentes en la Península durante la Edad Media –cristiana, musulmana y judía–. Su centralidad geográfica juega a su favor al no poder ser identificada esta ciudad con el centro de poder político y económico que representa la cercana capital de España, Madrid.

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