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HACIÉNDOLE AL CUENTO La vida como listas de vidas Alexandro Hernández

Propongamos la hipótesis de que en la mente de los antiguos, así como se veneraba al sol como a lo superlativo, asignándole la cualidad de deidad, también ocurría que al surgir una persona que por su fuerza u otro atributo notable, se convertía en mito y al poco en un dios. Así, las mitologías se convertían en catálogos de hombres y mujeres que superan su condición humana. La mitología dio paso a la colección de gobernantes y de personas ilustres. La primera que yo conocí fue la Vida de los doce Césares de Suetonio, incluida en la colección de Los Clásicos de Grolier que nos consiguió mi papá para fomentar un afán lector entonces incipiente. El libro de Suetonio narra la vida de los Césares desde Julio César hasta Domiciano, basada fundamentalmente en hechos, incluso en los más sensacionales, y no en interpretaciones psicológicas. Tal vez por ello la obra resultó muy popular y llegó hasta nuestros días. No sé si fue la primera colección de personajes en la historia, pero en todo caso resulta natural el interés en los hombres de poder, pues su personalidad y actos daban forma a los acontecimientos de la época e influían fuertemente en las vidas de sus gobernados. En algún momento el interés pasó a los santos y personas de fe, como muestra San Jerónimo con la escritura de sus Varones ilustres. Más adelante, el interés se centra en los hombres de genio, como da cuenta Vasari en sus Vidas de Pintores, escultores y arquitectos, un verdadero Quién es quién de los más brillantes talentos del renacimiento italiano. Hasta aquí todo normal. Marcel Schwob cambia el foco

de su colección de personajes. En sus Vidas imaginarias hay una ecléctica muestra de personas de diferentes tiempos, geografías y ocupaciones. Lo mismo aparece la princesa Pocahontas que una infortunada Katherine, encajera y prostituta; del mago Sufrah que cae en una trampa eterna de Salomón, a los piratas Stede Bonnet, Walter Kennedy y el Capitán Kid. Los rasgos se muestran de manera concisa. Pero sobre todo, queda una sensación de extrañeza, de vidas no sólo imaginarias, sino alejadas de la normalidad. Como si de alguna manera se mostrara que lo excéntrico es lo verdadero, y el pulso de los tiempos de fin de siglo XIX que habría de desembocar en el esperpéntico siglo XX europeo se manifestara en esas vidas fuera de la norma. A partir de ahí parecieran multiplicarse las maneras de describir el mundo utilizando listas de personas. Edgar Lee Masters hace que los muertos del cementerio del pueblo de Spoon River cuenten en breves poemas sus existencias. Y el pueblo adquiere vida de nuevo, como si la eternidad se convirtiera en una repetición eterna de la vida del pueblo. Jorge Luis Borges escribe la Historia universal de la infamia, una breve colección de personajes criminales tristemente célebres, desde el racista matón de mexicanos Bill Harrigan tambén conocido como Billy The Kid, hasta la viuda Ching, pirata terror de los mares del sureste asiático. Antonio Tabucchi construye su catálogo de personajes de una manera insólita: imaginando sus sueños. Así nos descubre en Sueño de sueños aproximaciones hermosísimas de personajes entrañables que pasan Rabelais, Stevenson, Rimbaud, Leopardi…


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