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Buenos muchachos Honor Levy

Buenos muchachos

Honor Levy, trad. de Pedro Flores

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Julio 23, 2020

Estamos en la azotea con los muchachos. Ellos les dicen a las chicas perras, así como “Ella es una perra, una completa perra”. No quieren decir putas. Sólo se refieren a ellas como perras. Si quisieran decir que una muchacha es una puta lo dirían, “Ella es una puta, una completa puta”. Cuando los muchachos dicen algo lo dicen en serio. Por eso nos caen bien. No somos perras. Y por eso les caemos bien. Por eso estamos en la azotea. La casa tiene tres pisos. Los techos son altos. Sé que si uno de los muchachos cayera de la azotea seguro moriría. Sé que ninguno de los muchachos caerá---no esta noche al menos. Esta noche no se están burlando o bebiendo tequila o molestándome. Dejaron las raquetas de tenis en el segundo piso y quieren contarnos de su viaje a Grecia. En Grecia los cigarros son baratos. Llenaron una maleta completa de cajetillas amarillas de George Karelias and Sons. Dicen que podemos fumar cuantos queramos. Se sienten orgullosos. Los cigarros son tan baratos. Los muchachos están muy orgullosos. Todos nos reímos. Zoe ríe como Tinkerbell, el aire silba entre sus dientes separados. Definitivamente no es una perra. Sé que estamos bien pachecos. Sé que nuestras vidas se arruinarían si uno de los muchachos cayese, pero en el borde de la azotea crecen arbustos altos y no puedo ver los adoquines. Si pudiera ver la pequeña calle adoquinada el carrito Smart de los muchachos sería más fácil imaginar su caída. Sería más fácil recordar que estoy en París. Sería más fácil reír como Zoe, como Tinkerbell, como una chica de verdad, una chica que no es una perra. No alcanzo a ver el Panthéon o el observatorio o el parque. Sólo puedo ver a los muchachos y sus vientres bronceados y los rasguños que se hicieron al caerse de la motoneta. Podríamos estar en cualquier parte. Podríamos estar de regreso en Nueva York o cerca de mi casa en Los Ángeles o en algún Airbnb en Berlín. Me gustaría ir a Berlín, a bailar con los muchachos en Berghain, a comer Knafeh con Zoe, a ver el Reichstag o lo que sea, pero los muchachos no quieren ir. Atenas es el nuevo Berlín. En Atenas los cigarros son baratos. Yo creía que Cracovia era el nuevo Berlín. Los muchachos ríen y sacuden sus cabezas. Puedo oler su pelo de cachorros mojados. El sol se está poniendo y el cielo se vuelve de un rosa intenso. Rosa como la cama con pabellón que nunca tuve, como Kirby, como peonías, como las mejillas de una chica a la que los muchachos acaban de decirle perra. Estoy parada en la orilla de la azotea sosteniendo mi teléfono encima de las plantas, tratando de tomar una foto, tratando de que no se me caiga. Los muchachos me dicen que si quero algo para subir a Instagram me pueden mandar un mensaje con una puesta de sol griega. No voy a publicar nada. Es sólo para enviársela a mi abuela. Ellos quieren que le muestre una puesta de sol griega. Todas sus abuelas han muerto. En Grecia el cielo se pone aún más rosado, mucho más rosado. Los griegos tienen cuatro palabras para nombrar las puestas de sol. Una para cada uno de los muchachos. Mañana se irán a trabajar en sus esculturas de alambre de púas en algún estudio en Normandía. Esta noche estamos en París, pero ellos sólo quieren hablar de Grecia. Desearían haberse quedado, lejos de París, de Normandía, de Bennington y Bard, de la azotea, de todo esto. Sus madres tienen cáncer de ovario. Sus novias están embarazadas otra vez. Seguramente faltarán a clase el próximo semestre. En Grecia nada de eso importa. Allí navegan en botes y hacen modelos de mujeres desnudas en mármol y todos duermen en una cama King size. En Grecia

pueden tocar esculturas de dioses. En Grecia ponen en práctica su educación de historia del arte. En Grecia eran felices. Queremos que están felices. Les dejamos que nos platiquen de las aceitunas y los gatos callejeros y de los monjes y la noche en la que chocaron con la motoneta y los molinos de viento y el delfín muerto y la economía. Quisiera preguntarles cuántos perros habían visto pero igual no me interesa. Las perras son chicas que se preocupan. Las chicas que hacen demasiadas preguntas son perras. Las perras comentan qué tan altos son los techos. Las perras quieren saber a quién le pertenece realmente esta azotea. Las perras preguntan en qué trabaja tu papá. Las perras suben puestas de sol a Instagram. Las perras vomitan cuando beben tequila. Las perras piden jugar partidos de tenis en la azotea. Las perras preguntan dónde está la Torre Eiffel. Las perras usan demasiado perfume. Las perras apestan. Las perras se enojan cuando los muchachos me besan a mí o a Zoe. Las perras no saben cómo mantenerse casual. Las perras se quejan. Las perras no quieren que los muchachos sean felices. Las perras quieren que las abracen después de coger, que las acaricien, que las quieran. Las perras arman un lío cuando las embarazas. Las perras no saben cómo querer cuando están con su chico en Grecia. Las perras son muy ruidosas. Las perras se emocionan demasiado rápido. Las perras te necesitan. Las perras simplemente no lo entienden. Las perras no pueden pasar el rato en la azotea. Es demasiado alto, son demasiado salvajes, podrían caerse y entonces tendríamos que atraparlas o algo así. Julio 16, 2020

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