Todo está conectado

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Re exiones teológicas sobre la ecología integral

José Luis Meza Rueda EDITOR ACADÉMICO

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Reflexiones teológicas sobre la ecología integral

Reservados todos los derechos

© Pontificia Universidad Javeriana

© José Luis Mesa Rueda, Germán Roberto Mahecha Clavijo, Jaime Laurence Bonilla Morales, Mauricio Rincón Andrade

Primera edición: abril de 2025

Bogotá D. C.

i SBN (impreso): 978-958-781-989-2

i SBN (digital): 978-958-781-990-8

doi: https://doi.org/10.11144/ Javeriana.9789587819908

Número de ejemplares: 300

Impreso y hecho en Colombia

Printed and made in Colombia

Editorial Pontificia Universidad Javeriana

Carrera 7. a n.° 37-25, oficina 1301, Bogotá

Edificio Lutaima

Teléfono: 3208320 ext. 4205 www.javeriana.edu.co/editorial

Cuidado de texto | Ricardo Camacho

Diseño de páginas interiores | Claudia Patricia Rodríguez Ávila

Diagramación | Isabel Sandoval

Diseño de cubierta | Isabel Sandoval

Imagen de cubierta: New lifesproust from green seedlingnature generative AI Cover designed by Freepik

Impresión | Nomos S. A.

Pontificia Universidad Javeriana. Vigilada Mineducación. Reconocimiento como universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento como personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de Gobierno.

Las ideas expresadas en este libro son responsabilidad de sus autores y no comprometen las posiciones de la Pontificia Universidad Javeriana.

Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J. Catalogación en la publicación

Meza Rueda, José Luis, 1969-, autor Todo está conectado : reflexiones teológicas sobre la ecología integral / José Luis Meza Rueda. -- Primera edición. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 2025.

154 páginas ; 14 cm

Incluye referencias bibliográficas.

ISBN: 978-958-781-989-2 (impreso)

ISBN: 978-958-781-990-8 (electrónico)

1. Ecología humana 2. Ecoteología 3. Ecología integral 4. Crisis ambiental 5. Antropoceno 6. Sociología ambiental I. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá.

CDD 304.2 edición 21

CO-BoPUJ 03/03/2025

Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.

A todos los vivientes que reclaman Vida en abundancia porque también tienen derecho a vivir.

Introducción 9

José Luis Meza Rueda

I.

¿Urdimbre o red? De la interrelacionalidad en la ecología integral 21

José Luis Meza Rueda

II.

Dios. Ingrediente esencial en la relación hombre-mundo 57

Germán Roberto Mahecha Clavijo

III.

Crisis ecológica y crisis de la humanidad. Asumir el conflicto y recuperar las religaciones para la paz 87

Jaime Laurence Bonilla Morales

IV.

El camino de la ecología integral 125

Mauricio Rincón Andrade

Introducción

¡Triste coincidencia! Mientras elaboramos esta introducción, arden los cerros tutelares que bordean Bogotá por el oriente. Un efecto más del cambio climático del que sabemos desde décadas atrás, pero al que no hemos atendido frontalmente. Nuestro estilo de vida, prácticamente, continúa siendo el mismo. En todos los niveles, y a diario, llevamos a cabo acciones que deterioran implacablemente nuestra casa común, de la cual formamos parte. Pensamos que nuestro planeta es infinito y que, por tanto, podemos seguir expoliándolo de forma directa e indirecta. Los incendios que aparecen por doquier, no solo en nuestro país, son resultado del fenómeno de El Niño, gracias al cual aumentan las temperaturas del océano Pacífico y cambia la fuerza de los vientos alisios. Esto ocasiona altas temperaturas, sequías e incendios en el hemisferio sur, pero, paradójicamente, impetuosas nevadas y fríos inaguantables en el hemisferio norte. En muchos lugares de América del Sur se marcaron récords de altas temperaturas, como en Chile, Argentina y Colombia. Mientras tanto, en América del Norte y países de Europa, las bajas temperaturas invernales han ocasionado desastres rurales y urbanos. En el medio están aquellas regiones visitadas por huracanes, ciclones e inundaciones. Nuestro planeta es un gran organismo que ha venido enfermándose poco a poco. Lo que sucede en cualquier lugar que puede parecer remoto para nosotros nos afecta.

“En el universo biológico, ningún organismo es una isla”1, sentencia David Fideler en su libro Restaurar el alma del mundo. Inspirado en Arthur Koestler, quien se refirió a los sistemas orgánicos complejos como “holarquías”, Fideler remarca que las holarquías son comunidades compuestas por individuos llamados “holones”. Los holones tienen dos caras: una autoasertiva, necesaria para mantener su identidad, y otra integradora, que los vincula a las comunidades autoorganizativas. “Una holarquía es una estructura constituida por partes integradas que, aun así, no pierden su individualidad”2. Los holones mantienen su individualidad, pero el organismo entero es un ente superior a la suma de sus componentes individuales.

En este orden de ideas, no faltará quien crea que el planeta se ha vuelto en nuestra contra por sí mismo sin querer darse cuenta de que lo que le está pasando es resultado de nuestra forma de vida, esa que ha dado lugar al Antropoceno. Valga recordar que el Antropoceno es un concepto geológico propuesto en las últimas décadas para describir una nueva época en la historia de la tierra, caracterizada por la influencia dominante de las actividades humanas en los sistemas naturales y geofísicos del planeta.

El término Antropoceno se emplea hoy en centenares de libros y artículos científicos, se cita miles de veces y se usa cada vez más en los medios de comunicación. Acuñado en un principio por el biólogo estadounidense Eugene F. Stoermer, fue impulsado por el químico holandés Paul Crutzen a principios del 2000 para designar la época que inició cuando las actividades del hombre empezaron a provocar cambios biológicos y geofísicos a escala mundial. Ambos científicos comprobaron que esas mutaciones habían alterado el relativo equilibrio en que se mantenía el sistema terrestre desde los comienzos de la época holocena, esto es, desde hace 11 700 años. Stoermer y Crutzen propusieron que el punto de arranque de la nueva época fuera el año 1784, cuando el perfeccionamiento de la máquina de

1 David Fideler, Restaurar el alma del mundo. El vínculo vital que nos une a la inteligencia de la naturaleza (Atalanta, 2023), 287.

2 Ibid., 288.

vapor por el británico James Watt abrió paso a la Revolución Industrial y la utilización de energías fósiles. Una característica distintiva del Antropoceno es la escala global de las actividades humanas y su fuerte impacto en los sistemas terrestres. En el Antropoceno, la actividad humana, en particular la industrialización y la explosión demográfica, ha provocado alteraciones significativas en la composición atmosférica, los ciclos biogeoquímicos y la biodiversidad.

Ahora bien, si nos ubicamos en el campo de las ciencias humanas, es importante señalar que la discusión sobre el Antropoceno no se limita solo a la descripción de los cambios en curso, sino que también plantea cuestionamientos éticos y reflexiones sobre el papel de la humanidad en la gestión y preservación del planeta. Se debate sobre la responsabilidad de las generaciones actuales en la creación de un futuro sostenible y la necesidad de adoptar medidas significativas para mitigar los impactos negativos de las actividades humanas en el medio ambiente.

En este contexto surge el enfoque de la ecología integral, que no se trata de un mero constructo conceptual. Es una propuesta que quiere leer críticamente la relación del ser humano con la naturaleza para reflexionar sobre ella, en nuestro caso desde la fe, con el fin de hacer una propuesta capaz de incidir en todos los ámbitos de la acción humana. En otras palabras, desde una perspectiva teológica, la ecología integral se enmarca en una comprensión holística de la creación divina tomando en serio la responsabilidad humana hacia ella. Esta posición capitaliza el principio de totalidad presente en la teoría de sistemas:

Los sistemas vivos son totalidades integradas cuyas propiedades no pueden ser reducidas a las de sus partes más pequeñas. Sus propiedades esenciales o “sistémicas” son propiedades del conjunto, que ninguna de las partes tiene por sí sola. Emergen de las “relaciones organizadoras” entre las partes, es decir, de la configuración de relaciones ordenadas que caracteriza aquella clase específica de organismos

o sistemas. Las propiedades sistémicas quedan destruidas cuando el sistema se disecciona en elementos aislados.3

En la teología contemporánea, especialmente la que se desprende del magisterio del papa Francisco, la ecología integral es un punto de encuentro entre la ética ecológica y la teología de la creación. Este enfoque reconoce la interconexión intrínseca entre la humanidad, la naturaleza y Dios, abogando por un cuidado responsable de la creación como una expresión de la ética cristiana. La encíclica Laudato si’ ha sido una piedra angular para comprender la ecología integral y, además, sus exigencias. Ahora bien, los elementos presentes en la “ecología integral” convergen con otras ideas expuestas desde años atrás. Baste nombrar, por ejemplo, la “ecología profunda”4 de Arne Naess, la “ecosofía”5 de Raimon Panikkar o la “antropología ecológica”6 de Sallie McFague. El filósofo noruego acuñó el término “ecología profunda” con el fin de promover una visión nueva y relacional del ser humano pasando de un antropocentrismo a un biocentrismo. Panikkar, por el mismo tiempo, propuso el neologismo ecosofía, teniendo como base su noción cosmoteándrica, con el cual buscaba romper el tono racional-lógico propio de la ecología y, en cambio, apostar por una “sabiduría-espiritualidad de la tierra” capaz de reconocer que la Tierra es un sujeto y, en este sentido, la necesidad de un nuevo estado de consciencia que armonice la materia y el espíritu. Y la teóloga Sallie McFague afirma la importancia de superar la idea individualista y competitiva del ser humano que explota los recursos

3 Fritjof Capra, La trama de la vida. Una nueva perspectiva de los seres vivos (Anagrama, 1998), 56.

4 Arne Naess, “The shallow and the deep, long-range ecology movement: A summary”, Inquiry 16 n.º 1-4 (1973), 95.

5 Raimon Panikkar, Ecosofía. Para una espiritualidad de la tierra (San Pablo, 1994), 114-115.

6 Sallie McFague, A new climate for theology: God, the world, and global warming (Fortress, 2008), 50.

naturales para procurar su bienestar. En este orden de ideas, la antropología ecológica es una forma de conciencia que nos hace caer en cuenta de que nos debemos a la evolución de la naturaleza y, si realmente hemos alcanzado la condición de sapiens sapiens, tenemos una responsabilidad con el resto de la creación.

En relación con la expresión “ecología integral”, es importante reconocer que el concepto había sido enunciado en la teología de la liberación latinoamericana, especialmente en la obra de Leonardo Boff. En su libro La opción-Tierra (2008) expone diversas expresiones de la ecología. La última es precisamente la integral. Daniel Castillo7 desarrolla la relación que se puede establecer entre la propuesta de Francisco y el concepto de liberación integral en la teología latinoamericana y, especialmente, en la obra de Gustavo Gutiérrez. Esto no quiere decir que Francisco haya tomado sin más el término y sus acepciones; al contrario, en su propuesta encontramos elementos propios y novedosos referidos a buscar soluciones a los graves problemas socioambientales causados por los seres humanos. Volvamos a la encíclica Laudato si’. Aunque es bastante conocida, vale la pena recordar que ella subraya la interdependencia entre la crisis ecológica, la crisis social y la crisis espiritual, propone una visión que trasciende las dimensiones meramente ambientales y abraza una ecología que incorpora la justicia social y la espiritualidad. Así, la ecología integral implica una llamada a la conversión ecológica, instando a la humanidad a repensar sus modelos de desarrollo, consumo y relación con el entorno. La ecología integral es una apuesta por el cuidado de la “casa común”, donde la naturaleza es considerada no como un recurso explotable, sino como un don sagrado de Dios. Por eso la encíclica establece el pecado ecológico como resultado de las acciones humanas irresponsables que contribuyen a la degradación ambiental y, por ende, constituyen un alejamiento de la voluntad divina en cuanto a la custodia de la creación.

7 Daniel Castillo, “Integral ecology as a liberationist concept”, Theological Studies 77, n.º 2 (2016), 353-376, https://doi.org/10.1086/725865

La ecología integral, en términos académicos, implica un diálogo interdisciplinario entre la teología, la ética, la ecología y las ciencias sociales, buscando una síntesis que inspire una transformación integral en la forma en que la humanidad se relaciona con la Tierra. La dignidad de cada ser humano y la interconexión de todas las formas de vida son fundamentales en esta visión teológica, reconociendo que el respeto por la creación es inseparable del respeto por la dignidad humana. En este contexto, la ecología integral se presenta como un imperativo ético y teológico, que convoca a una colaboración global para abordar los desafíos medioambientales con una visión que trasciende las barreras religiosas y culturales. Lo expuesto hasta aquí ofrece razones suficientes para que un grupo de profesores de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana quiera hacer un aporte a la tarea confiada por el mismo papa Francisco de animar una praxis —entendida esta como reflexión-acción— inscrita en el Pacto Educativo Global que sea capaz de poner en obra la ecología integral. Esto no ha sido fácil porque, si bien las encíclicas Laudato si’ y Fratelli tutti, junto con la reciente exhortación Laudate Deum, dan pistas formidables para su comprensión, no deja de haber cierta equivocidad ontológica, epistemológica y práctica. Esta realidad nos ha animado a escribir el presente libro compuesto por cuatro capítulos que, aunque pueden ser leídos de forma independiente y en el orden que el lector desee, guardan una relación de secuencia.

El primer capítulo, bajo el título “¿Urdimbre o red? De la interrelacionalidad en la ecología integral”, defiende como idea central la necesidad de ser conscientes de la inter(in)dependencia entre la naturaleza, el ser humano y Dios. En este sentido, desde una perspectiva teológica, argumenta la razón por la cual la interrelacionalidad es una condición constitutiva para hacer realidad la ecología integral. En el primer aparte se recuerda que la noción de interconexión de la realidad ha estado presente desde milenios atrás en algunas religiones y culturas antiguas. Luego, en un segundo momento, se realiza una mirada crítica a la comprensión fragmentada que la modernidad ha impuesto sobre la realidad. En el tercer apartado se enfatiza que, en oposición al legado de la modernidad, estamos llamados a reconocer que la realidad es pura relación, tal como

lo ha propuesto incansablemente Raimon Panikkar a la luz de su visión cosmoteándrica. El cuarto aparte desarrolla las implicaciones que tiene la ecología integral como concreción de la inter(in)dependencia de la realidad. Y, al final, resalta la espiritualidad cosmoteándrica como exigencia y signo de la conversión vivida por aquellos que han asumido la ecología integral como un estilo de vida diferente.

El segundo capítulo, “Dios. Ingrediente esencial en la relación hombre-mundo”, da un paso más allá al profundizar en el significado de Dios en la ecuación Dios-ser humano-creación. Esta explicitación hace caer en cuenta que tanto la crisis ambiental como la ecología integral no pueden colocar entre paréntesis a Dios. El capítulo comienza planteando la manera como las personas, a partir de sus propias experiencias, son capaces de fundamentar sus creencias. Para algunos la necesidad de creer en Dios es tan evidente que no requiere de ninguna demostración, mientras que, para otros, incluso el testimonio de estos creyentes resulta tan inverosímil que Dios se constituye en un supuesto que no vale la pena considerar. En consecuencia, se presenta como una proposición inútil y hasta innecesaria al momento de explicar lo que sucede en cualquier tipo de relación que se establezca entre el hombre y la naturaleza.

Sin embargo, descubrir la utilidad de un conocimiento considerado aparentemente inútil, como puede ser el creer en y aceptar la existencia de Dios, puede no solo cambiar nuestras creencias sino también nuestras actitudes y acciones, frente a situaciones como por ejemplo nuestra relación con el medio ambiente. De esta manera, el incluir explícitamente a Dios en nuestras relaciones permitirá fortalecer y consolidar la conciencia de la responsabilidad que tenemos de cuidar la naturaleza —por ser creación de Dios—, razón por la cual apostarle al desarrollo de una ecología integral solo es posible en referencia a Dios, que se presenta como un ingrediente esencial en la relación hombre-mundo.

En el tercer capítulo, “Crisis ecológica y crisis de la humanidad. Asumir el conflicto y recuperar las religaciones para la paz”, se muestran inicialmente dos grandes problemáticas que resultan del olvido de la interrelacionalidad entre naturaleza-ser humano-Dios, o, más aún, de las tendencias que procuran su separación. La primera es la crisis ecológica

que se manifiesta en el cambio climático, el daño hecho al planeta Tierra y la responsabilidad de la humanidad en ello. La segunda es la crisis de lo humano caracterizada, entre otros aspectos, por los avances tecnológicos y los subjetivismos exacerbados que generan conflictos interpersonales y sociales en el orden local y global. Ante esta realidad, la carta encíclica Laudato si’ es un horizonte de interpretación que permite atender las dos problemáticas desde una perspectiva ecológica integral. Pero la particularidad de este capítulo consiste en retomar estos argumentos teológicos y eclesiales con el fin de propiciar el diálogo con las investigaciones sobre la paz, pues estas muestran el camino de la resolución creativa de las tensiones y los conflictos, y permiten a su vez dimensionar el desafío que puede asumir la teología con el objetivo de recuperar las religaciones que el ser humano ha perdido o ha descuidado con Dios, consigo mismo y con la naturaleza.

El último capítulo, “El camino de la ecología integral”, anuda las categorías clave de los capítulos anteriores haciendo un recorrido por la propuesta de la ecología integral en varios documentos y escenarios eclesiales que han contado con la actuación del papa Francisco: la encíclica Laudato si’ (2015), el Sínodo para la Amazonía (2019), la exhortación apostólica postsinodal Querida Amazonía (2020) y la exhortación apostólica Laudate Deum (2023).

En un primer apartado reitera la problemática socioambiental, una cuestión que el pontífice sudamericano desarrolla en Laudato si’, especialmente en el primer capítulo, y que hoy por hoy se erige como el principal reto que tienen las sociedades. En palabras del pontífice, “el desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar”8. Todos estamos llamados a buscar soluciones a dicha problemática, no podemos permanecer impávidos, es necesario que actuemos, el tiempo se nos termina. Dentro

8 Francisco, Carta encíclica Laudato si’ (Librería Editora Vaticana, 2015), 13.

de esas salidas que plantea el papa Francisco se enmarca la propuesta de una ecología integral.

En un segundo movimiento, el autor busca identificar las dimensiones teóricas y prácticas de la ecología integral desde Laudato si’ hasta Laudate Deum. Es una propuesta, un paradigma, un concepto polisémico que no solo busca mostrar que todo está conectado, sino que es un instrumento para leer la realidad e intervenir en ella con miras a promover la justicia; es una lectura integral de diferentes fenómenos; es un diálogo entre disciplinas; exige un nuevo estilo de vida, e implica un proyecto en que toda la humanidad se comprometa a colaborar responsablemente en el cuidado de nuestra casa común.

El final del capítulo recuerda que el papa sudamericano presenta a san Francisco de Asís como “modelo de una ecología integral”9. El Poverello mostróque la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior son inseparables. Y se cierra con una pregunta de la Laudato si’ que resulta muy oportuna para los tiempos actuales: “¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo?”10. Es necesario actuar ahora y trabajar de la mano de Dios, que sigue sustentando, acompañando su proyecto y que nos ha dado en los otros y en toda su creación una expresión de su amor incondicional y benevolente.

Con todo, esta obra pretende animar todas las acciones posibles desde los diferentes ámbitos. Desde las declaraciones y acuerdos de buena voluntad que pueden hacer organizaciones tan importantes como la oNu, el Foro Económico Mundial, el Foro Social Mundial, el g20, el g8 o la Unesco, hasta las prácticas sencillas que llevan a cabo las comunidades populares, campesinas o de pescadores, pasando por los gobernantes intermedios, las oNg, las organizaciones de base comunitaria o las iglesias y comunidades de fe. En otras palabras, tan importante como el acuerdo de

9 Ibid., 10. Sin embargo, vale la pena anotar que el papa Juan Pablo II lo había nombrado en 1979 como “Patrono de la ecología”.

10 Ibid., 160.

Davos 2024 de “conseguir un consumo de carbón neutro para 2050 mientras que se aporta un acceso global a la energía, agua y comida”11, también lo es la acción de aquel campesino que, angustiado por el incendio que carbonizaba inclementemente más de 50 hectáreas de frailejones en el páramo de Berlín (Santander, Colombia), se unió al grupo que trabajaba para extinguir el incendio. Exhausto, le dijo a un periodista que se le habían quemado las botas, pero eso no importaba, agradeció a Dios que el grupo tuvo la fuerza para acabar con el fuego, pues el páramo es de todos y hay que cuidarlo. Todo suma a la hora de superar la crisis que vivimos y hacer realidad la ecología integral.

Finalmente, los autores agradecemos a la Pontificia Universidad Javeriana. De manera especial, al doctor Jairo Cifuentes, Secretario General, por haber creído en esta iniciativa que se une a tantas otras que ha venido desarrollando la Universidad; a Nicolás Morales, director de la Editorial Javeriana, por haber apoyado su proceso de publicación bajo el rigor que caracteriza a la editorial; al P. Víctor Martínez, S.J., decano de la Facultad de Teología, y al P. Moisés Peña, S. J., director del Centro de Formación Teológica, por habernos animado y, además, haber protegido los tiempos de escritura. También un agradecimiento enorme a quienes de manera silente hicieron su contribución en diferentes momentos, así como a los lectores que realizarán una lectura crítica del resultado. Este es nuestro grano de arena en una tarea descomunal que apenas comienza.

Bibliografía

Capra, Fritjof. La trama de la vida. Una nueva perspectiva de los seres vivos. Anagrama, 1998.

Castillo, Daniel. “Integral ecology as a liberationist concept”. Theological Studies 77, n.º 2 (2016): 353-376. https://doi.org/10.1177/ 0040563916635781

11 Iberdrola, “Foro de Davos 2024: Reconstruyendo la confianza”, 2024, https://www. iberdrola.com/conocenos/iberdrola-foro-economico-mundial-davos

Fideler, David. Restaurar el alma del mundo. El vínculo vital que nos une a la inteligencia de la naturaleza. Atalanta, 2023. Francisco. Carta encíclica Laudato si’. Librería Editora Vaticana, 2015. Iberdrola. “Foro de Davos 2024. Reconstruyendo la confianza”. 2024. https://www.iberdrola.com/conocenos/iberdrola-foro-economicomundial-davos

McFague, Sallie. A new climate for theology: God, the world, and global warming. Fortress, 2008.

Naess, Arne. “The shallow and the deep, long-range ecology movement. A Summary”. Inquiry 16, n.º 1-4 (1973): 95-100.

Panikkar, Raimon. Ecosofía. Para una espiritualidad de la tierra. San Pablo, 1994.

Todo está conectado. Reflexiones teológicas sobre la ecología integral fue compuesto en caracteres Constantia y Avenir Next Condensed y se imprimió en los talleres de Nomos S. A. en papel bond beige de 70 gramos durante el mes de abril de 2025.

La conexión entre la humanidad y la naturaleza nunca ha sido tan problemática como ahora, ya que el deterioro acelerado del planeta refleja una profunda crisis que trasciende lo meramente ambiental. Paradójicamente, la humanidad no es solo víctima de los desastres naturales y el cambio climático, sino que es su causante. En el universo biológico, ningún organismo es una isla, pues todo está conectado en una compleja red de interrelaciones, donde cada acción tiene consecuencias en la delicada armonía de nuestra casa común.

Este libro reflexiona sobre la ecología integral como un camino hacia la sostenibilidad y la paz desde una mirada teológica. A través de un diálogo con la encíclica Laudato si’ del papa Francisco, las investigaciones sobre paz y resolución de conflictos, y la perspectiva cosmoteándrica, sus autores examinan las ligaduras esenciales para enfrentar tanto la crisis ecológica como la crisis de la humanidad. Este trabajo recupera así la interrelacionalidad constitutiva de la realidad e invita a transformar nuestro estilo de vida y a asumir la responsabilidad de cuidar la creación.

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