Teoría de la comunicación interpersonal

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TEORÍA DE LA COMUNICACIÓN INTERPERSONAL

LA CONVERSACIÓN EN LOS MUNDOS

RELACIONALES Y SOCIALES

Teoría de la comunicación interpersonal

La conversación en los mundos relacionales y sociales

¿Y cuál es, Sócrates, el alimento del alma? Sin duda —dijo Sócrates—, el conocimiento es el alimento del alma.

Platón

En un mundo donde existe el control del lenguaje escrito, audiovisual y emocional; donde regresa el control de la sociedad en cerrados claustros tecnológicos y de los big data ; donde los nuevos inquisidores construyen en renovados índices de comunicaciones prohibidas por el gran ojo que nos observa desde el poder con sus cámaras de vigilancia ubicuas, con sus medios de comunicación convertidos en medios de indoctrinación; el único espacio que tenemos de libertad para revelarnos y reivindicarla es la conversación. Volver a la conversación interpersonal, fuera del gran hermano y de los dioses que nos invaden sin compasión. Apropiarse de nuevo del arte básico humano que es la conversación. El lugar donde todo comienza, el espacio donde parten todos los cambios y transformaciones que son el insumo básico de toda verdadera revolución. En el principio era la conversación, después, las palabras. Es en la conversación que se conjura el miedo, allí construimos realidades. El miedo se alimenta del monólogo, el diálogo suscita esperanzas y la conversación nos hace, sencillamente, humanos. Por ello y porque somos seres comunicantes, no renunciamos a conversar, a hacer palabras con otros, a ser libres.

Mientras sigamos conversando con otros, nadie podrá controlarnos, someternos, amordazarnos, silenciarnos. Mientras la conversación sea el alma de nuestras relaciones, nuestra especie sobrevivirá, nadie logrará sojuzgarla por más poder que tenga. Porque las palabras sostenidas por el cálido aliento de la conversación entre personas que se aman y respetan (padres, hijos, esposos, amigos, maestros, alumnos, compañeros) y todos aquellos que simplemente quieran sentir al otro cerca, son inmunes ante cualquier intento por volver al ser humano un esclavo. Conversar con otros es la consigna que nos dio origen como especie y es la que nos salvará siempre de cualquier amenaza.

Decía Montaigne que la palabra es mitad de quien habla y la otra mitad de quien escucha. Esto nos posiciona en un lugar de privilegio, quienes conversan hacen palabras entre los dos. Por ello es imposible que puedan controlar la comunicación, en cada conversación surgen nuevos sentidos, nuevas palabras. Conversar es lo que debemos preservar como humanos. No permitamos que nos roben las palabras, hablemos, conversemos unos con otros y jamás nos controlarán. Todos aquellos que han querido dominar a otros, lo han hecho quitándoles las palabras, la posibilidad de conversar. Si conversamos en la intimidad transformamos el mundo. En tiempos de lo políticamente correcto, intentan someternos con el lenguaje, legislando sobre las palabras con la peor arma posible, la histeria moral de quienes a toda hora se reclaman víctimas sin delito, creando una trampa moralista para callarnos, para decirnos cómo hablar, para someternos a las palabras vacuas o al silencio.

Albar Malkor, El libro de las intuiciones

Reservados todos los derechos

© Pontificia Universidad Javeriana © José Antonio Garciandía Imaz

Primera edición: Bogotá, D. C., marzo de 2025

ISBN (impreso): 978-958-781-953-3

ISBN (digital): 978-958-781-954-0

DOI: https://doi.org/10.11144/Javeriana. 9789587819540

Número de ejemplares: 200 Impreso y hecho en Colombia

Printed and made in Colombia

Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7.ª n.° 37-25, oficina 13-01 Teléfono: 3208320 ext. 4752 www.javeriana.edu.co/editorial editorialpuj@javeriana.edu.co Bogotá, D. C.

Corrección de estilo: Ella Suárez

Diagramación: Carlos Arango Vieira

Montaje de cubierta: Leonardo Fernández

Impresión: Editorial Nomos S. A.

Imagen de cubierta: iStock/Asya Lysogorkaya

Pontificia Universidad Javeriana | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de Gobierno.

Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S.J.

Garciandía Imaz, José Antonio, autor

Teoría de la comunicación interpersonal : la conversación en los mundos relacionales y sociales / José Antonio Garciandía Imaz. -- Primera edición. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2024.

522 páginas ; 17 x 24 cm

Incluye referencias bibliográficas.

ISBN: 978-958-781-953-3 (impreso)

ISBN: 978-958-781-954-0 (electrónico)

1. Comunicación interpersonal 2. Teoría de la información 3. Ecología humana 4. Seres humanos 5. Psicología de la comunicación 6. Etología 7. Lenguaje 8. Relaciones sociales I. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá.

CDD 303.4833 edición 21

CO-BoPUJ 16/09/2024

Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.

Contenido

lenguaje y sus vicisitudes ................................................

del lenguaje y hermenéutica................................

Los actos de habla ............................................................

mundos sociales y su construcción.................................

Conversaciones: emocionar, lenguajear, cuerpear ...............

Momentos, situaciones, eventos: episodios ..........................

La escucha .......................................................................

La presencia silenciosa en las conversaciones: la cultura como contexto ...................................................

Las relaciones, la inevitabilidad del otro en la construcción de lo humano .......................................

El yo, una dimensión donde todo confluye y de donde todo parte .......................................................

Prólogo

Al tener este libro en sus manos, entiendo que algo en su título le ha llamado la atención y quiero aprovechar la oportunidad para decirle que la lectura transformará su forma de ser y estar con otros. Teoría de la comunicación interpersonal: la conversación en los mundos relacionales y sociales es una obra que trae al presente la multitud de elementos escondidos que forman parte de nuestras conversaciones en la construcción de significados con el otro. José Antonio Garciandía nos lleva a conocer los aportes de un gran número de expertos de diferentes nacionalidades, disciplinas y enfoques que evidencian cómo la comunicación humana es un proceso de intercambio y transformación interpersonal.

Hace años, en Sistemas Humanos Centro de Consultoría Sistémica, en Bogotá, y en asocio con el Kensington Consultation Centre (KCC) de Londres, tuvimos la oportunidad en Colombia de relacionarnos personalmente con reconocidos teóricos y terapeutas quienes compartieron sus ideas y nos mostraron su uso y aplicación en las actividades profesionales. La interacción personal con cada uno impulsó la transformación de lo leído en habilidades conversacionales, lo cual logró una conexión y comprensión transformadora de una vitalidad nunca antes experimentada. Se realizaron seminarios en los que autoridades como Heinz von Foerster, Humberto Maturana, John Shotter, Kenneth Gergen, Gianfranco Cecchin, Luigi Boscolo, Michael White y Tom Andersen presentaron sus ideas y realizaron en vivo el uso de estas tanto en la docencia como en la terapia. Como miembro de la comunidad de Sistemas Humanos, tuve el privilegio de ser la voz colombiana y el medio de trasmisión, del inglés a nuestra lengua, de las ideas y experiencias y crear con ellos nuevas comprensiones.

Uno de estos expertos fue Barnett Pearce quien, junto con Vernon Cronen, creó la teoría del manejo coordinado de significados (MCS) o Coordinated Management of Meaning (CMM), como se conoce en inglés. Esta explica y ofrece herramientas para explorar y entender todo lo que ocurre

dentro de la comunicación cuando las personas se relacionan. Esta teoría práctica nos permite ir más allá de la trasmisión del mensaje para estudiar los efectos, resultados o productos y entender que vivimos en comunicación activa con otros, el mundo y objetos, al coordinar acciones para generar significados.

He mencionado algunos de los expertos internacionales que se encontrarán en esta lectura para darle sentido al proceso de aprendizaje, reflexión e integración que formó parte de esta obra, con el objetivo de motivarle en su curiosidad e interés en la comunicación como un proceso interpersonal y todo lo oculto en las acciones compartidas y los sentidos generados. Encontrará ideas puntuales de maestros que estuvieron en el país y también de otros. Estas ideas son novedosas e impactantes y lo serán más si, como decía Gregory Bateson, le permiten desarrollar una nueva forma de comprender, buscar y usarlas, al generar el patrón que las conecta con el otro y al otro con usted de manera singular. En su lectura, sugiero detenerse para procesar y preguntarse: ¿qué me aporta esta idea en mi postura y forma de entender al otro en las conversaciones de mi cotidianidad? ¿Cómo se transforman mi ser y saber en mis conversaciones personales, familiares y laborales? ¿Cuáles son las coordinaciones de acción y significado que producen esa transformación interpersonal en cada momento?

Valoro el esfuerzo y compromiso que José Antonio invirtió en la organización e integración de autores, teorías e ideas en esta obra. Unas breves palabras de Peter Lang, director del KCC de Londres, nos llevaron hace más de veinte años a reunirnos semanalmente, con el propósito de comprender y transformar lo aprendido en nuevas posturas y habilidades en la docencia, los procesos de cambio en la psicoterapia y en nuestras relaciones interpersonales. En este libro, José Antonio no solo ha compilado voces, sino también las ha conectado, las ha llevado a hablar entre ellas para ofrecerle a usted un proceso de conocimiento y cambio inesperado. Para recordar las palabras de Humberto Maturana, en el “lenguajear con cada otro como un legítimo otro en la relación”, los expertos incluidos en el presente texto le aportarán herramientas para producir en conversación la experiencia fenomenológica transformadora del ser y espíritu de cada uno.

Introducción

Ten cuidado mientras hablas. Con tus palabras creas un mundo a tu alrededor. Proverbio navajo

Con independencia de su condición, estado evolutivo en la escala de la vida o tipo de vida, los seres vivos están en un contexto, es decir, en un tejido de relaciones en un mundo determinado. Dado que son seres vivos, necesitan incorporar elementos del mundo externo a sus propios límites para preservar su estructura (materia de la que están compuestos) y organización (las relaciones internas de su corporalidad y las externas que mantienen con el entorno). Como los seres vivos son sistemas abiertos estructuralmente, esto es, se nutren de un permanente y constante intercambio de materia y energía con el medio en que se hallan, necesitan saber (de sapere en latín, ‘saborear’) qué pueden o no incorporar a su cuerpo proveniente de su entorno ecológico. Y, para ello, es preciso que puedan conocer ese entorno, su contexto, el mundo en el que habitan, que es el mundo a su alcance. Por lo tanto, el conocer es una característica de la vida. Podemos decir que si el conocimiento es una de las propiedades del hecho de vivir, se constituye como un fenómeno biológico (biología = bios, en griego, vida, y logos, en griego, palabra razonada) que está en la lógica de la vida. El conocer es biología pura. Todo ser vivo necesita saber, es decir, saborear lo que está ahí afuera de sus propios límites corporales, para conocerlo, y a partir de ello decidir si lo asume o no como parte de sus procesos fisiológicos y metabólicos. ¿Por qué? La estructura de un ser vivo está en un constante proceso de cambio y transformación; se modifica en cada instante y elimina aquello que después de los procesos no es útil en su corporalidad, y lo devuelve al medio del cual se nutrió para cerrar un círculo recursivo dentro de un complejo contexto ecológico en el que está conectado de múltiples maneras. El conocer es un proceso dialéctico y dialógico (de antagonismos y complementariedades) con el mundo que todo ser vivo mantiene, una conversación entre su fisiología y el mundo. Un proceso en el que discrimina entre aquello que es bueno y útil, y aquello que no es bueno o inútil para su ser biológico, además de mediar bajo ciertas circunstancias con el hecho de que lo bueno y útil puede no

serlo en ciertos momentos y lo malo e inútil puede ser de algún beneficio en otros. El conocer le permite a un ser vivo fluctuar entre los límites de lo útil e inútil, aceptable y no aceptable, al calibrar los diferentes grados intermedios de beneficio o perjuicio que represente y que pretende o no incorporar. La mayoría de los problemas más grandes del mundo, como decía Gregory Bateson (1993), son el resultado de la diferencia entre cómo funciona la naturaleza y cómo pensamos las personas. Y, sobre todo, cómo opera la realidad y cómo pensamos que lo hace y, con frecuencia, pensamos mal. Desconectados de la realidad que nos habla, pero que no escuchamos con humildad, sino que la obviamos con soberbia y arrogancia.

Sabiendo que un ser vivo es estructuralmente abierto, es preciso decir que organizacionalmente se trata de un sistema cerrado. Los patrones relacionales entre las diferentes partes de las que está constituido se mantienen de manera independiente a la influencia del mundo externo. Justo su organización es la que le permite relacionarse con el mundo en el que está. Si su estructura se rige por un equilibrio dinámico e inestable que se autorregula en cada instante, la organización representa el dominio de lo estable de un ser vivo, aquello que perdura en el tiempo y en el espacio mientras viva. Es, así mismo, aquello con lo que un ser vivo se relaciona con el mundo a su alcance y con los otros seres vivos para conocerlos y que lo conozcan. La organización es lo que reconocemos de un ser vivo: araña, perro, hombre u hormiga. Son los diferentes patrones de organización en los que ha tomado forma la vida. Los seres vivos se orientan en el mundo, no solo a través de impulsos, instintos y deseos, sino también por medio del conocer que, en el ser humano como representante más sofisticado del conocer, ha elaborado el pensamiento que, a su vez, en su expresión más excelsa se manifiesta en el ejercicio filosófico.

Conocer es un acto con el cual la biología se expresa en su proceso de vivir en un mundo en el cual existe (existir = del latín, ex‘ fuera’ y stare ‘estar derecho’, es decir, está fuera, ahí en el mundo) y con el cual se relaciona. Al relacionarse, intenta conectarse con las cosas y hacer un encuentro, algo común con aquello que conectó, y al hacer del encuentro algo que comparte del mundo, hace comunión (kom-indoeuropeo = ‘juntar, cerca de’ = con + mei-indoeuropeo = ‘cambiar, mover’ = munis), comunidad con lo otro (cosa o ser vivo), se comunica. ¿Cómo? El conocer tiene dos dimensiones en los seres vivos, una es el acto biológico de saber qué incorporar de lo que conoce y la otra el acto mental de darse cuenta y dar cuenta de aquello que conoce. Cuando aquí decimos mental, se hace referencia al sentido amplificado que

le da Bateson (1993) a esta expresión, a saber, aquella capacidad de los seres vivos de tener procesos mentales, que se expresa en habilidades de percepción, emoción y acción, las cuales exceden los límites del cerebro y todos los seres vivos compartimos, desde la más humilde expresión, como lo es un microorganismo, hasta la más compleja, como un ser humano.

¿Cómo se lleva a cabo el proceso de conocer? Los seres vivos, para poder conocer el mundo que habitan, han desarrollado en mayor o menor medida una capacidad, el movimiento. Sus rangos están entre el acercamiento y el alejamiento, dos movimientos básicos que cualquier ser vivo ejecuta en su proceso de conocimiento del medio en el que se halla. Es lo que Bohn ([1921] 2010), cuando hablaba de tropismo, definió como movimiento polarizado. Para este autor, todos los organismos poseen una polaridad anteroposterior, una propiedad primitiva y fundamental en la vida, característica ya en los organismos celulares más elementales, con la cual se relacionan las atracciones y repulsiones que los agentes físicos ejercen sobre ellos. De hecho, el estudio de los organismos vivos muestra, como dice Simondon:

[…] la existencia de una polaridad direccional, en la locomoción, de una polaridad metabólica (los intercambios energéticos son repartidos según un gradiente anteroposterior), de una polaridad sensorial (la sensibilidad es más grande hacia la parte delantera del cuerpo), finalmente de una polaridad electroquímica (existen gradientes de actividad eléctrica según un eje longitudinal del cuerpo). (2015, 159)

Utilizando este concepto como metáfora, podemos desplazarnos al movimiento de los organismos complejos, como lo es el ser humano. El movimiento de acercamiento hacia un objeto que se quiere conocer tiene unas implicaciones que van desde el hecho de ser una experiencia inmediata, en la cual quien conoce se acerca al objeto que pretende conocer y entra en contacto con él, manipulándolo y sin que haya mediación alguna. Se trata de una experiencia primordial y directa en la que quien conoce (sujeto observador) obtiene un conocimiento subjetivo (subjectum = ‘sujeto a, debajo de, que depende de otra cosa ’ ), que es la experiencia que la cosa observada desata en su contacto. Se trata de un conocimiento relacional y que está definido por lo experimentado en su subjetividad y, por ello, es un conocimiento cualificado y, por ende, cualitativo. Con ello, el sujeto lleva a cabo una interpretación de la experiencia personal de la cosa observada y cobra un sentido particular, el que como observador le otorga a su experiencia de la cosa observada u objeto. Si quisiera

compartir ese conocimiento con otro u otros observadores, cada uno de los cuales le da un sentido particular a su experiencia del objeto, cada uno tendría un valor de verdad de su conocimiento a partir de su experiencia; pero no podría afirmar que es la verdad sobre el objeto. Es su verdad, al igual que la de todos los otros observadores. Entonces, ¿cómo podrían compartir su conocimiento sobre el objeto que todos han observado? Haciendo una puesta en común de su experiencia, una comunión, un proceso de comunicación (un relato o narración). Esto requiere diálogo y conversación.

En el acercamiento del observador, ocurre un cierre sobre el objeto y reproduce una experiencia única y directa que no podemos decir que es verdad. El observador relata su experiencia, y en ella intenta expresar algo con el interés de comprender (‘ coger con’) e interpretar (interpretus = ‘ lo que está dentro’ ) acciones, con las cuales trata de dar sentido a su experiencia subjetiva y construye una narrativa personal de esta.

En el movimiento de alejamiento del objeto que se va a conocer, se genera una experiencia a distancia, de naturaleza indirecta, en la que no hay un contacto manipulatorio del objeto; se trata de una experiencia mediada. El conocimiento obtenido es aquel que puede el observador constatar en la distancia, un conocimiento objetivo (objectum = ‘ lanzado fuera’ ), que no está sujeto al observador de forma directa. Al ser su experiencia indirecta y sin contacto, necesita validarlo si quiere constatar que su observación en la distancia es correcta. Para ello necesita corroborar sus informaciones con las de otros que también las han hecho a distancia y llegar a un acuerdo de cuáles son las informaciones válidas para considerarlas verdaderas. Cuantos más observadores haya que coincidan en las informaciones relacionadas con el objeto observado, más cantidad de coincidencias, mayor consenso y acuerdo habrá para sostener la información y, con ello, más garantías se acumulan sobre lo que se observa del objeto. El conocimiento obtenido tendrá un significado general compartido por una comunidad de observadores y será aceptado como verdad, avalado por la cantidad acumulada de observadores. Será un conocimiento cuantitativo producto de la comunicación, suficientemente saturada en porcentaje entre observadores.

En el alejamiento ocurre una apertura del objeto, un distanciamiento, se mantiene una relación indirecta. De querer comprobar si nuestra observación es correcta o coincide con la de otro observador, mi experiencia la convierto en un experimento repetible, en un ejercicio de observación que se repite en condiciones similares a mi observación. Si se comprueba la información obtenida después de repetir el experimento en diferentes escenarios

y con observadores diferentes, decimos que ese conocimiento es cierto, que es verdad, y nos sentimos seguros porque podemos entender y explicar lo observado como verdad objetiva.

En ambos contextos es inevitable que los observadores necesiten, de una u otra manera, establecer un consenso, acuerdos, sobre el mundo que observan y para ello es necesario comunicarse.

¿Cómo conocemos, entonces, los seres humanos? Hay una enorme brecha entre el organismo y el mundo que tanto la subjetividad, desde la comprensión e interpretación, como la objetividad, desde el entendimiento y la explicación, intentan disminuir. ¿Cómo? El ser humano se da cuenta del mundo, se da cuenta de sí mismo y se da cuenta de la brecha. Con la comunicación —la habilidad que tiene para expresar a otros sus observaciones subjetivas y objetivas— ha creado una identidad del individuo como un ser que congrega e integra en él: un organismo (fisiología) + su mundo (entorno y los otros). Hay una conexión inevitable del individuo con el mundo y los otros, y a esa conexión fantástica le llamamos comunicación, hacer comunidad, ser comunión.

Es preciso decir que una de las formas de comunicar, de hacer comunidad y comunión con los otros seres humanos, es enseñar. Pensamos que la capacidad de aprender es lo que nos hace humanos; sin embargo, esta habilidad la compartimos con todos los animales sin excepción. Todos los seres vivos aprenden, tienen la capacidad y habilidad para ello, es una característica de la vida. Sin embargo, la capacidad de enseñar es solo humana, compartir el conocimiento es una verdadera pulsión natural e innata de los seres humanos. Nuestro cerebro está predispuesto para expandir, difundir y compartir el conocimiento. Enseñar es una manera de conocer las cosas, la realidad, los porqués, el cómo y el qué de lo que sucede en el universo, una forma de conocer también a los otros con quienes compartimos el mundo y, sobre todo, un camino hacia el conocimiento de nosotros mismos. Cuando enseñamos, descubrimos nuestros límites y los horizontes de nuestro conocimiento y la importancia de compartirlo a través de una herramienta extraordinaria: nuestra habilidad para comunicar. Por ello Jaspers dice: “El ser-sí-mismo solo adviene en la comunicación, ni yo ni el otro somos sustancias ontológicas sólidas que estarían allí antes de la comunicación” (citado en Maffesoli 2009, 93).

Por lo tanto, la comunicación está ligada al proceso de individuación y no puede separarse de este. Nos convertimos en individuos a través de la comunicación con otros; ellos son los que contribuyen a darnos los esbozos

de nuestra identidad con el nombre, los apellidos, la fecha de nacimiento, el lugar de nacimiento. Una identidad que seguiremos matizando con cada encuentro, con cada conversación. En este sentido, la comunicación ayuda en el proceso de individuación en su origen, culminación, mantenimiento, regeneración y transformación.

Comunicación como fenómeno universal

La comunicación está inmersa en todas las cosas de la naturaleza. Todo está conectado con todo, diría Von Foester (1991), y en esa conexión las cosas se comunican unas con otras, inciden unas en otras de alguna manera; esa sería la forma más elemental y simple de comunicación.

En principio, debemos contemplar que la comunicación existe incluso antes de la vida, puesto que hay sistemas metaestables acoplados en la naturaleza, dotados de la capacidad de amplificar las incidencias que ocurren entre ellos, porque subsiste la capacidad de resonancia interna. Por ejemplo, una piedra que cae en la orilla de un lago genera una respuesta del agua en la forma de un movimiento de ondas que progresan amplificando su arco a lo largo y ancho del espejo de agua. Al respecto Simondon expresa:

[…] en el interior de un preorganismo (comparable a un virus filtrante) existe una información que constituye el código genético; es esta información la que, gracias a procesos de transferencia, colecta en el medio los componentes químicos que permiten crecimiento y estabilidad (rol del arn de transferencia, del arn mensajero). Materia y energía son extraídos del medio y mantienen ese islote de orden en el desorden que es el organismo en su medio; la comunicación interna y la comunicación con el medio son contemporáneas entre sí y complementarias, puesto que la continuidad del organismo metaestable solo puede ser mantenida a expensas de la selectividad de las extracciones de materia y de energía cuyo inagotable proveedor es el medio. (2015, 34)

En un sentido general, la comunicación se da desde un ámbito arcaico y primario, sucede en el interior de la materia inerte, de la materia viviente bioquímica, entre los objetos tecnológicos y en su interior, hasta entre los seres vivientes y entre ellos y su medio; también entre las realidades simbólicas y los saberes intelectuales.

Como lo expresa Simondon, “una incidencia de débil valor energético, puede desencadenar en un sistema metaestable (que tiene entradas y salidas) transformaciones nutridas por la energía interna que liberan y actualizan una energía mil o diez mil veces mayor que la energía aportada por el incidente” (2015, 13). Es decir, en la comunicación, que es siempre una relación, algunas incidencias de valor energético débil (provenientes del medio) pueden generar un acoplamiento que en el interior del organismo suscita una amplificación de los efectos entre diferentes dimensiones de magnitud de un mismo sistema (organismo) o entre diferentes sistemas (organismos), entendiendo tales como sistemas metaestables, alejados del equilibrio. Es preciso decir, así mismo, que la comunicación en la interioridad de un organismo u organismos, generalmente, es de doble sentido y rara vez de sentido único. Incluye, al menos, dos movimientos: el de la acción directa sobre el organismo y el de retorno, que cuando es en el interior del organismo, lo denominamos reacción ( feed-back), y cuando es entre organismos, la respuesta. No obstante, sin duda, nuestro interés reside en la comunicación de lo viviente, en concreto, el ser humano. Este funciona como un modulador que tiene una entrada de información a través de los órganos de percepción, una entrada de energía y materia, que son los alimentos, una entrada de estimulaciones, que son las intencionalidades y motivaciones. Así mismo, una salida de materia, además de energía organizada por la información que se constituye en acciones por medio de los órganos efectores que posee, a los que nos referimos como actos: comportamientos, conductas y habla.

Niveles de comunicación

Atendiendo al proceso de comunicación de los organismos vivientes, es posible delimitar, siguiendo los aportes de Simondon (2015), tres niveles.

Primer nivel o ecología

Se refiere a las relaciones de información situadas en el interior del organismo, las cuales se movilizan en la dimensión de estímulo-respuesta en los organismos más primarios y en la dimensión de estímulo-personalidad-respuesta en organismos como el hombre, además de codificaciones de la memoria. Un ejemplo de este primer nivel es la transmisión del patrimonio genético para la conformación del organismo mismo por medio de la reproducción invariante de una estructura de alta complejidad, como es el proceso de

producción de proteínas a partir de la lectura que el ARN hace de la información codificada en el ADN.

En este nivel también se incluyen las relaciones entre un organismo y su medio, sobre todo cuando el medio aparece como aquello que es objeto de adaptación. Sucede con mayor frecuencia entre aquellos organismos que tienen un grado poco elaborado de organización y el medio. Se refiere a las preferencias por la luz, la temperatura o el gradiente químico adecuados para la sobrevivencia, como en los organismos flagelados, ciliados y otros. En este primer nivel de comunicación, los organismos interactúan dentro de un contexto de relaciones mediante el cual se constituye una ecología. En toda ecología, las interacciones se mueven en un nivel primario de comunicación en el que prima la necesidad de acoplamiento y adaptación al medio con mecanismos de regulación y adaptación.

Este nivel de comunicación se desarrolla en un medio en el que el ser viviente está inmerso en un gradiente de luz, temperatura, salinidad u otro contexto homogéneo e infinito. No hay propiamente comunicación en estas circunstancias, porque el ser viviente limita su adquisición de información y sus acciones a la búsqueda de un preferendum o a una optimización del medio para sobrevivir. Los tropismos, taxias, patías en dicho medio pueden constituirse en reacciones adaptativas que no necesariamente son una comunicación, dado que el medio no es modificado por las acciones que están destinadas a obtener la información.

Sin embargo, cuando el medio es finito y heterogéneo, las acciones del ser viviente pueden modificar la composición del medio, de manera que el círculo funcional se inicia y continúa en un proceso que podemos considerar una comunicación.

En este nivel de comunicación, los comportamientos —si así podemos llamarlos— son, en principio, respuestas a la acción de estímulos de orden físico o químico como fototropismo positivo, geotropismo positivo, etc., que intervienen como agentes y no como verdaderos signos frente a los cuales los organismos responden con algún grado de atracción. Sin embargo, también pueden generarse reacciones de evitación como en el fototrofismo negativo, quimiotrofismo negativo y otros. En este tipo de comunicación arcaica, es la intensidad del estímulo lo que provoca el tipo de reacción. Un estímulo débil determinado —por ejemplo, de la luz— puede generar una reacción de atracción y un estímulo intenso puede generar una reacción de rechazo o evitación.

Segundo nivel o etología

Este es un nivel en el que las comunicaciones entre organismos se dan a partir de motivaciones instintuales. La motivación instintiva no es una necesidad biótica para adaptarse a la temperatura, el gradiente químico, el grado de luminosidad, la humedad necesaria u otro preferendum (Simondon 2015) con relación al medio para la sobrevivencia. En este contexto, además de los mecanismos reguladores y de adaptación, entran a participar regulaciones de conductas organizadas, como aquellas que conducen a defender un determinado territorio, búsqueda de pareja, cría de los pequeños, relaciones de combate por el control de la manada, relaciones parento-filiales, etc., dentro de la misma especie o también intercambios con otras especies, como chillidos de alarma, sonidos de advertencia, frente a posibles ataques de depredadores, etc. Lo que prima en este tipo de comunicación es la relación de distancia entre lo que el medio ofrece y los patrones innatos de percepción de la especie, que son la base de sus motivaciones para generar patrones innatos de acción. Cada conducta organizada tiene un comienzo, una serie de fases concatenadas y una finalización en la que se consuma la acción. Este nivel de comunicación se inscribe en un contexto etológico. Así, el nivel de las especies sociales incluye patrones de reconocimiento de extraños, exclusión de quien representa un riesgo y, ya en el caso humano, el desarrollo de conductas simbólicas como el lenguaje.

Se produce un salto cualitativo en el que la comunicación adquiere dimensiones intraespecíficas o interespecíficas con sus muchas posibilidades. Se caracteriza por la presencia de un contexto etológico entre seres vivientes y no entre seres vivientes y un determinado medio. Así surgen comunicaciones intraespecíficas, como las relaciones colectivas de padres e hijos, de adultos de un grupo, de jóvenes de un grupo; relaciones de apareamiento y acoplamientos, o relaciones jerárquicas de tipo social y de otra índole. También comunicaciones interespecíficas que involucran especies diferentes, como las relaciones predador-presa; simbiosis, parasitismo, o relaciones con intrusos. En este nivel de comunicación, el estímulo se constituye como un signo y tiene la capacidad de actuar no tanto por la intensidad, sino por su cualidad en sí misma. Ya no se trata de solo una respuesta frente a una sensación más o menos intensa producto de algún preferendum, sino que la reacción del organismo es una respuesta a una percepción que ya implica una elaboración compleja de la relación con el mundo. El estímulo, convertido ahora en un signo, es capaz de generar una reacción como respuesta orientada hacia la presencia de algo que es capaz de satisfacer una tendencia relacionada con

alguna necesidad como alimentación, sexualidad, crianza, protección, o bien puede ser orientada hacia responder a algo que representa una amenaza, peligro o riesgo. Claramente, en este caso el estímulo (ahora un signo) señala una perturbación que es una incidencia, es decir, una categoría de relación entre el organismo y el medio que es mucho más compleja que el simple reflejo o que tropismos positivos o negativos. Estas reacciones perceptivas son de un grado de complejidad más elevado que los arcaicos tropismos, pero siguen siendo primitivos, porque todavía se desencadenan como una respuesta que activa las potencialidades de acción específica de cada organismo. Es lo que llamamos conducta instintiva.

Tercer nivel o psicología

Se trata de un nivel psicológico en el que la motivación está dada por la productividad de la información que el sistema nervioso central es capaz de almacenar. Son importantes, adicionalmente, funciones de trabajo de memoria, de simulación y de invención. Esto lleva a que un grupo de individuos o un individuo produzca algún tipo de organización y de novedad mediante el uso de significaciones compartidas en relaciones mutuas. Esto necesita procesos de comunicación de orden interno en los individuos y procesos de comunicación de orden grupal. Constituyen el nivel más alto de comunicación que se establece no solo entre los términos homogéneos, aunque por lo general asimétricos (edad, sexo o especie), sino también entre términos homogéneos en el interior de un mismo sistema, en el que ellos tienden hacia la simetría. El saber no es explícito, se debe descubrir por comunicación entre los elementos accesibles, bajo la forma de representación emblemática de la resolución de problemas, es decir, de la invención.

Este es el nivel de comunicación más elaborado. La presencia de un sistema nervioso central facilita y permite que las informaciones sensoriales tengan una interinfluencia, y esa reciprocidad contribuye a integrar los datos provenientes de los diferentes órganos periféricos, encargados de la aferencia de estímulos. En este caso, la función de integración prevalece sobre la reacción perceptiva, puesto que una integración centralizada propicia el almacenamiento (memorización de información), la representación de la información (uso de símbolos cuya naturaleza es de mayor abstracción que la percepción, dado que el símbolo reemplaza al objeto) y la invención de una respuesta con base a la búsqueda de la resolución de un problema.

Síntesis

Después de haber recorrido los niveles ecológico, etológico y psicológico de la comunicación, vemos que esta requiere un acoplamiento recíproco entre individuos y grupos subconjuntos del mismo individuo. Así, encontramos comunicaciones entre individuo y medio; entre grupo y medio (adaptación, exploración, promoción, polución, protección de flora, fauna, fuentes de alimento, etc.); entre un subconjunto de un individuo y el medio (los órganos de los sentidos son subconjuntos de un organismo viviente que pueden estar en comunicación con el medio en el que se hallan), o entre la totalidad de un individuo y el subconjunto más o menos individualizado del medio (por ejemplo, cuando toda la atención está puesta en si llueve o no). Esto nos conduce a pensar que la existencia de comunicaciones en la naturaleza salvaje o tecnificada, en lo no viviente y en lo viviente, constituye fenómenos esenciales que podemos entender y comprender como predecesores de las comunicaciones entre un ser viviente y el medio y otros seres vivientes. Son pasos en el proceso evolutivo de la naturaleza que soportan los procesos de emisión, transmisión, recepción, respuesta, retroalimentación en la interioridad de los organismos, entre organismos, y de organismos con el medio. En este sentido, es necesario precisar que el acoplamiento que permite la comunicación no siempre es total o universal, existen grados de acoplamiento y de selectividad a la hora de este que son independientes uno del otro. De modo que hay una progresión general del grado de acoplamiento para la comunicación entre seres vivientes que va desde el contacto directo y concreto con las cosas mismas, como los excitantes bióticos, hasta la estimulación por la mediación de agentes neutros, como luz, vibración de líquidos, sólidos o gases que sirven de soportes para el transporte de información. De igual manera, la acción de un ser viviente sobre otros o el medio puede realizarse desde lejos, mediante un agente abiótico. En síntesis, los procesos de recepción por contacto y las reacciones en la forma más simple de la comunicación congregan el uso de la función centrípeta y la función centrífuga. El fenómeno de que la reacción sea polarizada (evitación o búsqueda) es, según Simondon (2015), la primera expresión de la gnosis, es decir, de una información con sentido (bueno o malo, incorporable o no incorporable, positivo o negativo). En este punto, la comunicación posee tres dimensiones: una de información (unos contenidos), una de gnosis (de un sentido que depende de las necesidades y motivaciones del ser viviente que determinan su calificación de bueno o malo para su organismo) y una pragmática que

implica percepción (la posibilidad del contacto sensible) y acción (respuesta o reacción).

Tanto el viviente como el no viviente son receptores de acciones que operan sobre ellos y esto, como consecuencia, genera ciertas acciones capaces de inducir señales o ser señales. Así, entre lo que reciben y lo que hacen, adicionalmente, existe una realidad intermedia que, a su vez, puede diferir la respuesta o dar una respuesta diferente a la esperada. Por tanto, la comunicación en su expresión mínima y más elemental es un proceso circular que, en términos simples, puede decirse, convoca la acción de dos realidades una sobre otra. Sin embargo, estas realidades no actúan en el vacío; entre sus entradas y salidas (receptores y efectores) interviene una tercera realidad que incluye gnosis, motivación (preferendum, instinto, intencionalidad), actitud, tendencia.

En síntesis, la comunicación es siempre circular. En un primer nivel, la circulación sucede entre el ser viviente y el medio; en un segundo nivel, la circulación acontece entre seres homogéneos pero asimétricos vivientes o artificiales, y, en un tercer nivel, la circulación se produce enteramente en el interior de un mismo sistema multifásico.

La comunicación y el ser humano

Un requisito fundamental para la vida de los organismos complejos es la comunicación. El ser humano no está exento de ello. Somos un organismo pluricelular que está organizado como una totalidad y, por tanto, es esencial que exista la comunicación entre las células para un propósito de equifinalidad, la conservación de la vida del mismo organismo. Tan elemental como el hecho de que cada célula debe poder comunicar su presencia a otras que están contiguas, para ello emite señales que hacen que la célula vecina no crezca erráticamente y suplante lugares que no le corresponden, es lo que se denomina una inhibición por contacto. Si por alguna circunstancia este tipo de comunicación es inefectiva, de manera que alguna de las células en contacto no capta la señal, podrá desinhibirse y comenzar un proceso de multiplicación desbordada que puede generar una masa celular que no se puede integrar en la compleja organización del organismo y que llamamos tumor, lo cual pone en riesgo la estabilidad y el equilibrio del organismo vivo. Si tomamos un órgano como el corazón, observamos que sus células están tan íntimamente comunicadas por medio de lo que conocemos como uniones estrechas que permiten que las señales orientadas a la contracción

transiten de forma eficiente y eficaz para lograr el funcionamiento de manera coordinada durante toda nuestra vida. Cuando eso no sucede así, entonces se generan distorsiones en esa coordinación y se produce lo que llamamos arritmias, cuyas consecuencias pueden incluso afectar a otros órganos, como el cerebro, debido a fibrilaciones que impiden un adecuado riego sanguíneo o generar trombos que producen accidentes cerebrovasculares.

El cerebro es otro ejemplo de los procesos de comunicación en el interior del organismo. Tenemos miles de millones de células neuronales y cada una tiene miles de conexiones con otras, lo cual genera una ingente e incalculable cantidad de conexiones. Estas son muy veloces y pueden transmitir a una velocidad de 360 km por hora la información en medio de activaciones y desactivaciones de diferentes partes del cerebro de una forma coordinada y sincronizada sorprendente por medio de señales eléctricas y bioquímicas de una precisión milagrosa. En ocasiones, si estas conversaciones entre neuronas no son eficientes o se vuelven lentas, el organismo se enferma en forma de una depresión que, en sus grados más peligrosos, puede conducir a decisiones autodestructivas como el suicidio. Ahora bien, estos procesos de comunicación que suceden entre células de un mismo órgano también se extienden a las relaciones de un órgano con otros dentro de un mismo sistema, como la coordinación existente entre el ritmo cardíaco y el ritmo respiratorio de los pulmones, por ejemplo. En un nivel más complejo, ocurre en la comunicación entre el sistema inmunológico, el sistema nervioso y el sistema endocrinológico, para mantener un equilibrio básico dentro del organismo. Si, por ejemplo, sucede una respuesta inmune de alguna importancia ante un agente, el sistema nervioso puede detectarlo y manda señales al sistema endocrinológico. Este emite una respuesta, liberando hormonas como el cortisol que, de nuevo, interactúa sobre el sistema inmune para modular su respuesta inicial ante el agente, es decir, los tres sistemas, valga la metáfora, conversan entre ellos de manera que estas comunicaciones podemos hacerlas extensivas a todos los integrantes del organismo. Cada nivel de organización dentro del organismo posee un complejo sistema de comunicación y está en dependencia relacional con otros niveles y componentes del organismo. El organismo es un bullicioso universo de comunicaciones intracelulares, intercelulares, interorgánicas e intersistémicas que, en un alarde de coordinación, sinergia, sincronía, simpatía, integración, coherencia, cooperación, logra en medio de la diversidad, la pluralidad y la multiplicidad un fin extraordinario compartido: mantener la vida. Podemos decir sin reparos que una base fundamental de la vida es el

fenómeno de la comunicación en sus diversas manifestaciones de complejidad. La comunicación hace que nuestro organismo se encuentre en capacidad de hacer frente a las perturbaciones permanentes que provienen de nuestro entorno y dentro de nosotros mismos con respuestas que permiten mantener un estado de frágil equilibrio dinámico que llamamos salud.

No obstante, más allá de estas vicisitudes, nuestro origen como seres vivientes que habitan el mundo emerge como consecuencia de la comunicación de un deseo entre dos seres humanos. En algún momento, dos personas decidieron en su relación y como producto de sus conversaciones simbólicas (palabras) y biológicas (cuerpos) concretar un deseo de crear una nueva vida y para ello debieron establecer una comunicación. En el origen de nuestra vida y, posteriormente, de nuestra existencia están los procesos de comunicación de otros que nos precedieron.

Cuando dos personas deciden poner en comunicación biológica sus cuerpos, de uno de ellos sale una señal en la forma de un espermatozoide que después de un largo periplo alcanza a conectarse con un óvulo en el cuerpo de la otra. De esta conversación surge una célula que integra a ambos, el cigoto, el cual tiene la potencialidad de desarrollarse en un complejo organismo. Sin embargo, el cigoto solo es incapaz de generar un organismo; necesita una conexión con otro organismo, ser aceptado para anidar en el útero de la madre. Necesita estar en comunicación permanente para asociarse con la madre y poder desarrollar todo el potencial de producción de sus propios tejidos y los accesorios con la cooperación del organismo materno. El cigoto hasta ese momento es una célula totipotente

Con esta capacidad, el cigoto inicia un proceso de multiplicación que lo conduce a una serie de transformaciones mientras viaja a través de las trompas de Falopio camino al útero para convertirse en una bola de células idénticas llamada blastocisto. Una vez en el útero, comienza a abandonar la uniformidad celular y se conforma en una capa externa o trofoblasto, un grupo de células llamado macizo celular interno y una cavidad. Las células del trofoblasto darán origen al surgimiento de la placenta y los tejidos necesarios para que el embrión se pueda desarrollar. A través de la placenta, el embrión, en su desarrollo, está en conexión permanente con el organismo de la madre, de manera que esto le facilita recibir nutrientes, eliminar deshechos e intercambiar gases por una comunicación sanguínea que comparten. Estas mismas células, adicionalmente, secretan una sustancia que es la hormona gonadotropina coriónica, que se comunica con el organismo de la madre y, como respuesta, este genera otra sustancia, la progesterona, cuya misión es

mantener el embarazo vigente, porque le comunica al organismo materno que existe un nuevo organismo en su propio organismo. Así mismo, la progesterona pone en acción otros mecanismos en el organismo de la madre para evitar que el embrión sea rechazado como si fuera un cuerpo extraño. Esto hace que el embrión y la madre tengan una buena comunicación y una relación saludable en adelante.

Por otra parte, el macizo celular interno está compuesto por unas células llamadas células madre embrionarias, con la capacidad de formar todos los tejidos de nuestro organismo. Son células pluripotenciales y pueden formar todos los tejidos del organismo, pero no las estructuras de conexión con la madre. Esto quiere decir que las células madre embrionarias, si no están conectadas a la madre, no pueden dar origen a un nuevo organismo vivo; necesitan estar en comunicación con el organismo materno. En estas condiciones de conexión comunicacional con la madre, las células madre embrionarias inician un proceso de transformación celular en tres capas germinales: endodermo, mesodermo y ectodermo. De estas tres capas, en un proceso de precisa coordinación se desarrollarán las células que componen los diversos órganos y sistemas. Del endodermo se originan las células del tracto respiratorio, el sistema gastrointestinal con sus glándulas asociadas y el hígado y el páncreas. Del mesodermo emergen las células que originan los músculos esqueléticos, lisos y cardíacos, el tejido conectivo, los huesos, los cartílagos, los riñones, los vasos sanguíneos, las células de la sangre y la dermis. Del ectodermo emergerán el sistema nervioso, la boca, el recto, la piel y sus anexos derivados (ojos, glándulas mamarias, pelo, uñas).

Progresivamente, las células madre del endodermo, mesodermo y ectodermo se diferencian en linajes celulares especializados y adquieren características específicas, mientras su pluripotencialidad va decayendo. En este contexto en el que se han desarrollado al menos 200 tipos celulares diferenciados, el cigoto se ha transformado en un organismo funcional que es el embrión. Después de nueve semanas de este periplo, el embrión alcanza tal complejidad en su organización y comunicación entre sus diferentes partes que se convierte en un feto. Sin embargo, aún faltan treinta semanas en las que en el feto declina la pluripotencialidad de las células madre, las cuales siguen generando unas células con una potencialidad más constreñida, que son las células madre fetales (o progenitoras). Son específicas de los tejidos en los que se encuentran y generan las células maduras propias de los tejidos. Tienen lo que se llama multipotencialidad, es decir, solo están en capacidad de generar células de un mismo linaje. Vemos que en esta larga conversación en el

organismo, las células han hecho un recorrido en el que la información que portan es cada vez más precisa para desarrollar y crear en el organismo una gran variedad de células que están conectadas con especificidad y precisión increíbles unas con otras para dar origen a los órganos funcionales, los cuales, conectados a otros, generan sistemas complejos de comunicación para desembocar finalmente en ese alarde de múltiples conversaciones simultáneas en la conformación de lo que llamamos un ser vivo, un bebé.

En ese momento se inicia una última conversación entre el organismo de la madre y el bebé, en la que deciden de mutuo acuerdo separarse en un acto doloroso como el parto, para encontrarse de nuevo cara a cara y dar paso a una nueva conversación, esta vez en un mundo de contactos, caricias y palabras, en el que, además de la madre, comenzarán a participar otros seres humanos. En este contacto, todos hacen comunidad, algo en común, se comunican. Y ahí comienza una historia diferente, que es la historia de la existencia, estar ahí en el mundo, porque existir es eso, salir. La etimología de la palabra lo expresa con claridad: existir (ex = ‘ hacia fuera’ y sistere = ‘ tomar posición’ ). Cuando uno nace, sale afuera, al mundo, toma posición en el mundo y entre los otros. A partir de ese momento, como dice Manuel Calvo: “El ser humano se orienta en el mundo, no sólo con sus impulsos e instintos animales (que, por supuesto, poseemos), sino también con su pensamiento. Y, en cuanto seres filosóficos por naturaleza que somos, necesitamos ejercer nuestra propia esencia filosofando” (2018, 19). Cosa que solo es posible en la presencia de otros con quienes nos comunicamos y con el mundo.

En la existencia

Desde el momento del nacimiento, se activan dos sistemas fundamentales para la comunicación con el mundo y los otros: el sistema de recompensa y el potencial de disposición. Ambos son aspectos de la fisiología del cerebro que se articulan el uno con la intencionalidad de nuestro cuerpo, y el otro, con la relación de mayor o menor satisfacción que nos produce el mundo y los otros. El potencial de disposición fue descubierto por Kornhuber y Deecke, en 1964, cuando se plantearon la pregunta sobre cómo inician las acciones del cerebro humano. Se centraron en un experimento sencillo: mover un dedo. Hicieron un registro electroencefalográfico y electromiográfico de ciertos movimientos voluntarios, como flexionar un dedo con mucha rapidez. Posteriormente, hecho el análisis de la información registrada, identificaron lo que llamaron el potencial de disposición o potencial premotor, un pequeño cambio eléctrico

que precedía a los movimientos voluntarios. Posteriormente, Benjamin Libet (1983) realizó otro experimento y descubrió que el inicio de la actividad cerebral, el potencial promotor, precedía en unos 350 milisegundos al pensamiento consciente de iniciar un movimiento. Es decir, el cerebro se activaba neuronalmente para iniciar un movimiento antes de que el individuo fuese consciente de su intención de hacerlo. Más tarde en el tiempo, Trevena y Miller (2010) llevaron a cabo otros experimentos y postularon que el potencial de disposición no era propiamente un movimiento voluntario sin conocimiento consciente, sino que era una señal de que el cerebro estaba atento. Al margen de las controversias filosóficas sobre el libre albedrío que suscitó este hallazgo inicialmente, interesa saber para el tema de la comunicación que, desde un principio, el cerebro está en la disposición de interactuar con el mundo, atento al mundo, está, aun cuando no tengamos conciencia de ello, atento, en disposición, abierto al mundo y los otros. Simplemente este hecho alejado de la conciencia nos informa de una predisposición fisiológica que de una manera espontánea muestra un sistema nervioso central que está atento, está en disposición a, para, hacia.

En cuanto al sistema de recompensa, se trata de un conjunto de mecanismos que operan en el cerebro y que permiten asociar ciertas situaciones con la experiencia del placer. De ese modo, el individuo aprende a buscar que, en el futuro, se repitan aquellas situaciones que generan satisfacción. En algún sentido, el sistema de recompensa nos facilita enfocarnos hacia objetivos en un sentido primario. Los seres humanos estamos expuestos a diferentes eventos para los cuales el proceso de evolución biológica no ha sido suficiente y, por tanto, estos mecanismos, de alguna forma, refuerzan algunas acciones sobre otras. Esto hace que el individuo aprenda en la experiencia aquello que es bueno y lo que no lo es. Ligado como está a las necesidades básicas (comida, agua y sexo), permite que el individuo se sienta recompensado cuando encuentra alimento si lleva mucho tiempo sin comer o se sienta satisfecho cuando intensifique su relación y comunicación con alguien amable, amistoso o afectuoso. Podría decirse que la función del sistema de recompensa es lograr que, independientemente de los actos que realicemos y de las posibles alternativas de comportamiento, el individuo tenga el foco de forma consistente en aquellas fuentes de motivación que lo satisfacen o compensan, en el sentido que sea.

El circuito de recompensa está mediado por el neurotransmisor dopamina, como un componente que se comunica circularmente con el área tegmental ventral (relacionada con mecanismos básicos de supervivencia),

que se comunica con el sistema límbico (un grupo de estructuras responsables de las emociones) y del cual uno de sus componentes es el núcleo accumbens, que es el responsable de la sensación del placer. Emociones agradables, satisfactorias, junto con la experiencia de la sensación de placer, alcanzan el lóbulo frontal, cuya función de integración de esas informaciones se expresa en motivaciones que orientan la planeación de actos voluntarios que impulsan el movimiento hacia el acercamiento al objetivo (que puede ser desde una sustancia química a una persona que suscita interés) que en su experiencia reforzará el sistema de recompensa. Este sistema es un importante aspecto de los procesos de comunicación humana: el encuentro con otras personas puede ser o bien satisfactorio, placentero, excitante o maravilloso, o bien decepcionante, frustrante, desagradable o displacentero. Sin embargo, gracias este, las personas pueden establecer puentes de comunicación con otras personas, porque una necesidad básica humana es la relación con otros, porque es un ser social, un ser de comunicación.

Poderse comunicar con otros seres humanos es un acto placentero para cualquier persona. Nuestra condición de seres sociales que amamos vivir en comunidad tiene asiento o eco en el cerebro, tanto con el potencial de disposición como con el sistema de recompensa que, junto con otras estructuras y su funcionamiento integrado y holístico, hace de nosotros seres catapultados a la comunicación con otros. Estar atento y dispuesto, además de tener la posibilidad de reforzar aquellas situaciones gratificantes, como la conversación con otro, son insumos fisiológicos que ayudan a consolidar procesos de comunicación que están en la base biológica de la construcción de relaciones de amistad, amorosas o afectivas. Estamos condenados a la comunicación.

Bibliografía

Bateson, Gregory. 1993. Espíritu y naturaleza. Buenos Aires: Amorrortu.

Bohn, Georges. (1921) 2010. La forme et le mouvement. París: Kessinger Publishing. Calvo, Manuel. 1918. Filosofía para la era digital. Coria: Almuzara.

Libet, Benjamin et al. 2010. “Time on Conscious Intention to Act in Relation to Onset of Cerebral Activity”. Brain 106, Pt. 3: 623-642.

Maffesoli, Michel. 2009. El reencantamiento del mundo. Buenos Aires: Dedalus. Simondon, Gilbert. 2015. Comunicación e información: cursos y conferencias. Buenos Aires: Cactus.

Trevena, Judy y Jeff Miller. 2010. “Brain Preparation before a Voluntary Action: Evidence Against Unconscious Movement Initiation”. Conciousness and Cognition, 19, n.º 1: 447-456.

Von Foester, Heinz. 1991. Las semillas de la cibernética. Barcelona: Gedisa.

Teoría de la comunicación interpersonal

Se terminó de imprimir en marzo de 2025, en los talleres de Editorial Nomos S. A., en Bogotá, D. C., Colombia. Compuesto con tipos Minion.

La conversación es la sangre del mundo humano: es gracias a ella que las personas se comunican y conectan unas con otras y hacen comunidad. Sin percatarlo, a través de la conversación, se transmite todo lo que contiene el universo personal consciente e inconsciente, con las palabras y sus significados, sentidos y matices, la voz y sus inflexiones y el cuerpo y sus expresiones internas y externas. Con la comunicación interpersonal y la conversación, se comprende la trascendencia del valor creativo del lenguaje, la fuerza factual de los actos de habla, la capacidad para construir mundos sociales, el secreto mágico que reside en la escucha, la presencia silenciosa de la cultura como contexto, la importancia de las relaciones en la construcción de lo humano, la inevitabilidad de la emergencia de la identidad y el yo y el extraordinario poder de las palabras para traducir la inasible intimidad y compartirla con otros. Este libro es una invitación al lector a explorar su propia comunicación, como si se adentrara en su respiración.

En cada capítulo, podrá acercarse a diferentes aspectos de la comunicación de los que quizás nunca había sido plenamente consciente: cómo su propio espíritu emerge de sus palabras cuando conversa, por ejemplo. Al final de su lectura, se dará cuenta y dará cuenta del espíritu que habita en su interior, el espíritu humano que se expresa en las palabras conversadas y ya no será el mismo.

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