Gaudete No. 43 - 29 septiembre 2024

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Octubre, mes del Rosario

Cuenta la historia que en el siglo XVI los musulmanes habían invadido Europa ocupando la Península Ibérica y asolando los demás países durante más de ocho siglos. Los europeos, la cristiandad, intentaron con frecuencia no sólo desalojarlos del continente, sino conquistar los lugares santos para que estuvieran abiertos al peregrinar de los creyentes. Las famosas cruzadas tuvieron ese objetivo: reconquistar Tierra Santa.

Por otra parte, los musulmanes ejercían un dominio casi completo sobre el Mar Mediterráneo, ese mar interior que es como las venas del viejo mundo. Los musulmanes no sólo ejercían la piratería, sino que habían encontrado un negocio jugoso y cada vez más próspero: el secuestro. Tomar prisioneros suponía jugosos rescates pagados por los atribulados familiares de los cautivos.

En esa situación se aliaron cuatro naciones europeas para organizar una armada, una flota, para acabar con la temible armada turca. El 7 de octubre de 1571 se llevó a cabo la famosa batalla de Lepanto en la que salió derrotada la flota turca y las armas de la cristiandad obtuvieron la victoria.

Mientras se llevaba a cabo esta acción de guerra, en Roma se hacían procesiones y se rezaban rosarios por la victoria europea. Por ese motivo, el Papa San Pío V instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias el 7 de octubre de 1572 y, un año después, se cambió por la de Nuestra Señora del Santo Rosario, por atribuirle a esta oración la gracia de la libertad.

Por la sencillez de la oración y porque propicia la oración en común, el Santo Rosario ha tenido durante siglos una gran aceptación en el pueblo católico.

La Iglesia misma, a través de los Papas, ha recomendado frecuentemente esta práctica, enriqueciéndolo con indulgencias especiales. Hay indulgencia total a quienes recen el Santo Rosario en familia o comunidad, con las condiciones de costumbre: confesarse, comulgar y rezar por el Santo Padre.

Conocemos personas que van rezando su rosario, discretamente, rumbo al trabajo o a la escuela. Todavía hay familias que lo rezan juntas y nos recuerdan el lema de aquella campaña internacional del Rosario: “La familia que reza unida, permanece unida”.

Nuestro pueblo tiene entre sus más preciadas tradiciones el rezo del Rosario: se lo damos a los niños en el Bautismo, en la Primera Comunión; a las quinceañeras y a las novias. Lo ponemos en el retrovisor del auto, nos lo colgamos del cuello o lo usamos de anillo o de llavero en sus versiones portátiles. Cuando se muere un fiel, lo rezamos en el velorio y en los nueve días posteriores al deceso.

A través del Rosario aprendemos a conocer más a la Virgen María y a sentirla más cercana a nosotros. La hacemos nuestra intercesora ante su Hijo y ante el Padre Dios. Ella nos acerca más a Jesús y lo hace presente en nuestra vida. La costumbre de decir oraciones y contarlas con un collar de cuentas es común en muchas religiones. Los griegos usan desde la antigüedad el komboloi para meditar y reflexionar. Los budistas usan un largo collar para repetir una misma oración que los ayuda a concentrarse. Los musulmanes usan un rosario de 33 cuentas dividido en tres partes para decir los atributos de Dios.

Posiblemente nuestro actual Rosario tuvo su origen en este modelo musulmán, ya que durante ocho siglos los españoles sufrieron la ocupación mora y muchas costumbres árabes se quedaron en España.

En la Iglesia Parroquial, durante el mes de Octubre, se rezará el santo Rosario, a las 7.00 p.m.

Domingo 29 septiembre 2024 • II Época, No. 43 • Editor P. Armando Flores

Los viernes primeros de mes

promueven e inician la devota práctica de los viernes primeros de mes.

1. ¿Cómo inicia la Devoción de los Primeros Viernes?

Mientras algunos santos hacen referencia al Corazón de Jesús en sus escritos aún en siglos anteriores, en 1673, una monja francesa (de la Visitación) llamada Margarita María Alacoque tuvo visiones de Jesús, quien le pidió que la Iglesia honrara Su Sagrado Corazón.

En particular, Jesús pidió a los fieles que "recibieran

petición estaba enlazada a una promesa específica hecha para todos aquellos que veneraran y promovieran la devoción al Sagrado Corazón. Después de la muerte de Margarita María, la práctica de los Primeros Viernes se esparció continuamente en la Iglesia, endosada por papas y promovida por los santos, pero se incrementó grandemente su popularidad cuando Margarita María fue canonizada como santa en 1920 por el Papa Benedicto XV.

consecutivos?

El número nueve está tradicionalmente asociado con una novena y encuentra su origen en los nueve días que los apóstoles se reunieron en oración antes de pentecostés. Una novena provee la cantidad de tiempo suficiente para preparar una renovación interior.

2. ¿Por qué nueve meses

3. ¿Qué se debe hacer en los Primeros Viernes?

Ir a misa y recibir la Santa Comunión con la intención de honrar el Sagrado Corazón de Cristo. Si no estás en estado de gracia y no puedes recibir la comunión, entonces, además debes ir al confesionario.

4. Promesas de la devoción de los Primeros Viernes.

Jesús dijo a Santa Margarita María: "Por el exceso de misericordia que hay en mi corazón, te prometo que todo mi poderoso amor concederá a todos aquellos que reciban la comunión en los Primeros Viernes, por nueve meses consecutivos, la gracia del arrepentimiento final: no morirán en mi disgusto, tampoco morirán sin recibir los sacramentos; y mi corazón será su seguro refugio en la última hora".

Esto significa que si una persona recibe la comunión llena de fe por nueve meses consecutivos en los Primeros Viernes, Jesús concederá a esta persona, gracias extras al momento de su muerte, haciendo posible que se arrepienta de sus pecados y, si los necesita, reciba los últimos sacramentos.

Mes de la Biblia

Jesucristo centro de toda la escritura

Como todos sabemos y más adelante lo vamos a analizar mejor, para los cristianos, la Biblia consta de dos grandes partes, que llamamos el Antiguo y el Nuevo Testamento. Y también sabemos que la línea divisoria entre ambos es Jesucristo: con El, en efecto, se inicia el Nuevo Testamento. Sin duda es así, pero esto no significa que Jesús no tiene mucho que ver con el Antiguo o que está al margen de él.

Pensar de esta manera -como sucede a veces inconscientementesería un gravísimo error.

La Biblia es una sola. Es como una planta que hunde sus raíces en el Antiguo Testamento y florece en el Nuevo. Y las dos partes que la componen encuentran su unidad en Cristo. El es la clave que nos permite descifrar su sentido más profundo. "Toda la Biblia gira alrededor de Jesucristo: el Antiguo Testamento lo considera como su esperanza, el Nuevo como su modelo, y ambos como su centro". Esta expresión de Pascal -matemático, físico y filósofo del siglo XVII- resume muy bien el lugar de Cristo dentro de la Escritura.

Por eso, cuando san Jerónimo -el gran traductor de la Biblia a la lengua latina en el siglo IV- afirmaba que "ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo", no se refería solamente a los Libros inspirados por Dios

después de su venida, como son los Evangelios y el resto de los escritos apostólicos. Lo que quiere decirnos es que tampoco se puede conocer debidamente a Jesucristo si se desconoce lo que está contenido en los Libros Sagrados anteriores a El.

Jesús fue llamado "el profeta de Nazaret" y lo es de verdad. Pero no como uno más entre los tantos que Dios envió a su Pueblo "en muchas ocasiones y de diversas maneras". El es el Profeta en quien se cumplen todas las profecías. Más aún, lejos de ser el mero transmisor de una palabra que se le había confiado, El es la palabra en persona. La Palabra única y definitiva, la "última" Palabra con la que Dios nos dice lo que antes había dicho con muchas palabras.

Más aún, el Apóstol san Pedro llega a decirnos en una de sus Cartas que era "el Espíritu de Cristo el que estaba presente en los profetas" del Antiguo Testamento, inspirándolos e iluminándolos. Lo que equivale a reconocer que Cristo es por igual el gran "protagonista", tanto del Antiguo cuanto del Nuevo Testamento. Con razón, entonces, El desafiaba a sus adversarios, diciéndoles: "Ustedes examinan las Escrituras, porque en ellas piensan encontrar Vida eterna: ellas dan testimonio de mí".

Así se explica que el Señor haya dicho: "Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos", o sea, en todo lo que es para nosotros el Antiguo Testamento. El Evangelio pone esta advertencia en labios de Jesús resucitado, y agrega: "Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras". También leemos en otra parte del Evangelio que, cuando Jesús resucitó, sus discípulos "creyeron en la Escritura".

No es de extrañar, en consecuencia que uno de los

Documentos del Concilio Vaticano II declare que "cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura es el mismo Cristo quien nos habla". El mismo Cristo por boca de Moisés de Isaías o de cualquiera de los escritores sagrados. De ahí que los autores de los Evangelios hayan releído el Antiguo Testamento buscando y encontrando en él a Cristo, como lo recordaremos al tratar sobre los diversos "sentidos" de la Biblia. Por algo solía decirse antiguamente que "la Ley llevaba a Cristo en su seno".

A la luz de Jesucristo todo se aclara y hasta los textos más oscuros y aparentemente menos importantes de la Biblia adquieren una nueva e inesperada dimensión. Con razón decimos en cada Vigilia Pascual: "Cristo ayer y hoy Principio y Fin, Alfa y Omega. A El pertenece el tiempo y la eternidad. A El sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos". Es fundamental que tratemos de familiarizarnos con esta idea. Sólo así podremos sacarle a la Biblia "todo el jugo" posible. Y esta es, por otra parte, la única forma de leerla "cristianamente".

"La Iglesia siempre ha venerado las Sagradas Escrituras como el mismo Cuerpo de Cristo, porque, sobre todo, en la liturgia, no deja de alimentarse con el Pan de Vida y de distribuirlo a los fieles tomándolo de la Mesa, tanto de la Palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo". (Constitución sobre la Revelación divina, 21)

Para leer y comentar

Lc. 24. 13-35 Jn. 1. 35-51

Lc. 24. 36-48 Jn. 5. 39-47

Para orar

"Lo que me consuela en la aflicción es que tu Palabra me da la vida" Sal. 119. 50.

De la vida parroquial

BAUTISMOS

El día 21 de septiembre de 2024, por el sacramento del Bautismo administrado por el señor cura

Armando Flores Navarro,se incorporó al pueblo de Dios.

María Elena, hija de Jorge Enrique Flores y María Guadalupe Zamora, vecinos de Sahuayo.

El día 28 de septiembre de 2024, por el sacramento del Bautismo administrado por el señor cura

Armando Flores Navarro, se incorporaron al pueblo de Dios Darío, hijo de Luis Ángel Hernández Muñoz y Ximena Vázquez García, vecinos de Sahuayo

Sofia Guadalupe, hija de Raúl Magaña Pulido y María Elena Ceja Ávalos, vecinos de Sahuayo.

Jaretzy Alicia, hija de Jesus Eduardo Barragán Ibarra y Alma Delfina Mariano Cárdenas, vecinos de Sahuayo.

José Miguel, hijo de Jose Francisco Lua Venegas y Guadalupe Estrada Martínez, vecinos de Sahuayo.

Daniel Ignacio, hijo de Ignacio Zacarias Lemus y Margarita Corona Gudiñ, vecinos de Sahuayo.

MATRIMONIO

El día 21 de septiembre de 2024 unieron sus vidas por el sacramento del matrimonio los novios.

José Eduardo Vivas Castillejo y Elizabeth Ramirez Chávez en la iglesia parroquial de Santiago Apostol. Asistió al matrimonio el P. Enrique Alcalá Velarde.

OBITUARIO

El día 18 de septiembre de 2024, en la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol, se celebró la misa exequial de Jesús Manzo Montes, fue sepultado en el Panteón municipal. El dia 22 de septiembre de 2024, en la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol, se celebró la misa exequial de Martha Ortiz Sánchez, fue sepultada en el Panteón municipal. El dia 28 de septiembre de 2024, en la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol, se celebró la misa exequial de Sandra Fernandez Flores, fue sepultada en el Panteón municipal.

El Evangelio de este domingo nos presenta uno de esos momentos particulares muy instructivos de la vida de Jesús con sus discípulos. Estos habían visto que un hombre, el cual no formaba parte del grupo de los seguidores de Jesús, expulsaba a los demonios en el nombre de Jesús, y por eso querían prohibírselo. Juan, con el entusiasmo acérrimo típico de los jóvenes, informa sobre el hecho al Maestro buscando su apoyo; pero Jesús, al contrario, responde: «No se lo impidan, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros» (vv. 39-40).

Juan y los demás discípulos manifiestan una actitud de cerrazón frente a un suceso que no entra en sus esquemas, en esta caso la acción, aunque sea buena, de una persona «externa» al círculo de seguidores. Sin embargo Jesús aparece muy libre, plenamente abierto a la libertad del Espíritu de Dios, que en su acción no está limitado por ningún confín o algún recinto. Jesús quiere educar a sus discípulos, también a nosotros hoy, en esta libertad interior. Nos hace bien reflexionar sobre este episodio, y hacer un poco de examen de conciencia. La actitud de los discípulos de Jesús es muy humana, muy común, y lo podemos encontrar en las comunidades cristianas de todos los tiempos, probablemente también en nosotros mismos. De buena fe, de hecho, con celo, se quisiera proteger la autenticidad de una cierta experiencia, tutelando

¡No se lo impidan!

EvangElio dEl domingo marcos 9, 38-43.45.47-48

al fundador o al líder de los falsos imitadores. Pero al mismo tiempo está como el temor de la «competencia» —esto es feo: el temor de la competencia—, que alguno pueda robar nuevos seguidores, y entonces no se logra apreciar el bien que los otros hacen: no va bien porque «no es de los nuestros», se dice. Es una forma de autorreferencialidad. Es más, aquí está la raíz del proselitismo. Y la Iglesia —decía el Papa Benedicto— no crece por proselitismo, crece por atracción, es decir crece por el testimonio dado a los demás con la fuerza del Espíritu Santo.

La gran libertad de Dios al donarse a nosotros constituye un desafío y una exhortación a modificar nuestras actitudes y nuestras relaciones. Es la invitación que nos dirige Jesús hoy. Él nos llama a no pensar según las categorías de «amigo/enemigo», «nosotros/ellos», «quien está dentro/ quien está fuera», «mío/tuyo», sino para ir más allá, a abrir el corazón para poder reconocer su presencia y la acción de Dios también en ambientes insólitos e imprevisibles y en personas que forman parte de nuestro círculo. Se trata de estar atentos más a la autenticidad del bien, de lo bonito y de lo verdadero que es realizado, que no al nombre y a la procedencia de quien lo cumple. Y —como nos sugiere la parte restante del Evangelio de hoy —en vez de juzgar a los demás, debemos examinarnos a nosotros mismos, y «cortar» sin compromisos todo lo que puede escandalizar a las personas más débiles en la fe.

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