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EDICIÓN ESPECIAL - MARZO 2020
Caminando el río San Francisco-Vicachá
El río San Francisco-Vicahá nace en el páramo Cruz Verde. Está canalizado por debajo de la tierra y desemboca en el río Fucha en la carrera 68 con calle 4 Durante varios minutos, Fabián Lozano se detiene y contempla el río San FranciscoVicachá. “Ver la corriente del agua me parece impresionante”, comenta. Es una mañana soleada de domingo en Bogotá y está por empezar la caminata para recorrer el sendero del río San Francisco - Vicachá.
la EAAB tiene funcionando una réplica de la estructura original.
Han pasado dos meses desde que Fabián dejó arrendado su apartamento en Multifamiliares calle 20. Ahora vive en Ibagué. En todo el tiempo que vivió en el barrio nunca visitó el sendero. Viajó para hacer la caminata y conocer de dónde viene el agua con la que los jóvenes del barrio hacían sus paseos de olla hace veinte o treinta años.
El nombre del río tiene dos orígenes. Vicachá proviene de las comunidades que habitaban la zona y significa “resplandor del agua en la noche”. San Francisco tiene su origen en los padres franciscanos que llegaron a Bogotá hacia la década de 1550. En ese entonces, el recorrido del río era la actual Avenida Jiménez. Sin embargo, en la década de 1930, el caudal fue canalizado por debajo de la tierra para hacer la avenida. Hoy, el Eje Ambiental, diseñado por los arquitectos Rogelio Salmona y Louis Kopec, es un recordatorio del lugar por donde bajaba el río más caudaloso de la capital.
Antes de iniciar el recorrido, a las puertas del sendero controlado por la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB), está el guardabosques Uriel Cadena. Cuenta la historia del Molino del Boquerón, uno de los primeros molinos que funcionó en la ciudad. La fuerza del río formado por doce pequeñas quebradas hacía funcionar una estructura de 3x3 metros en la que se molía trigo, maíz y cebada para abastecer las panaderías del centro de la ciudad. En la actualidad,
A lo largo del sendero de aproximadamente dos kilómetros de largo, Lina Prieto, voluntaria de la Fundación Cerros de Bogotá, explica la historia de los cerros y parte de la fauna y la flora que los habitan. “Uno de los principales problemas que tenemos en Bogotá es la proliferación de eucalipto, un árbol que no es nativo y acapara mucha agua. Sus hojas son tan aceitosas que no se descomponen con la misma facilidad con la que lo hacen las de las especies nativas”, cuenta Lina.
Para ella, es fundamental reforestar la zona con árboles que no acaparen el agua, sino que ayuden a su producción. Lo ideal, explica, sería que en los cerros de Bogotá, como los que limitan con Las Aguas, volvieran a aparecer frailejones, una especie de productores de agua, más que consumidores. El final del sendero es su límite con los predios del Instituto Roosevelt. Casi desde el inicio, el camino es una subida constante entre escalones de cemento y piedra, de madera y de tierra. Quizás lo más llamativo de los primeros metros es el sonido constante que genera el choque del agua con las rocas, mientras desciende de los cerros para adentrarse en Bogotá. “Es increíble que uno que vivió en el barrio no haya conocido ese camino tan lindo y preservado que queda a la oreja de nuestras casas”, dice Fabián y explica que es necesario tomar conciencia sobre la importancia de la naturaleza en general y del agua en particular. “Yo, por ejemplo, dejé de comprar esas botellas plásticas de agua porque eso contamina mucho”, asegura.