Edición 81

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BARRIO LAS AGUAS, BOGOTÁ D.C. AGOSTO - SEPTIEMBRE 2022 EDICIÓN No.81

Miguel González y su secreto de la juventud

Para muchos la juventud es una etapa corta de la vida, pero para Miguel González, vecino de Las Aguas, la juventud es un estado mental y físico que supera el paso del tiempo y se cultiva con experiencias compartidas.

Aparece en la foto: Miguel González Tovar.

Miguel González Tovar tiene 72 años, es un instructor de Hatha Yoga y Yoga Acuático desde hace más de 18 años. También coordina caminatas a Monserrate, excursiones al Parque Jaime Duque y practica senderismo con personas de la tercera edad. Sus viajes y búsqueda de la serenidad lo han llevado hasta Nepal y la India en varias oportunidades. Visitar la meca del yoga le hizo comprender la fuerza y potencia que trae consigo cada posición, cada respiración. Miguel, quien no permite que le digan “don” y prefiere ser llamado “Juventud” ha compartido más de cuarenta años con su esposa, Edith Pérez. Ella también es una instructora de yoga y apoya las convenciones, reuniones y clases en las que participa Miguel. Juntos tuvieron tres hijos: Miguel Ángel, Víctor Hugo y César Augusto. Miguel nació en Bogotá, pero vivió entre Barranquilla y Santa Marta gran parte de su vida. De hecho, su amor por la gimnasia y el ejercicio nació junto al mar. Desde entonces su conexión con el agua y la energía del océano es tan vívida que, aún hoy en día viaja constantemente a dar clases de yoga acuático a las costas colombianas del mar Caribe. Así, Miguel descubrió el potencial de su cuerpo, y por eso lo nutre y fortalece cada día. De manera que el cuerpo no solo es carne y huesos, para él, es un templo energético que está vinculado tanto a lo físico como a lo espiritual. “Tener un cuerpo sano depende también de nuestro entorno,

debemos recargar energías como la de la montaña, los árboles o el mar”, añade. Aun teniendo una percepción de la vida ligada a las energías de la naturaleza y al yoga, Miguel debía entrar a jugar en arenas tan exigentes como la de la sociedad colombiana. Debía encontrar un oficio que le permitiera mantener su hogar. Entonces, decidió dedicarse a la orfebrería. En el barrio Las Aguas de Bogotá consiguió un local sobre la Carrera 3 con Calle 22 donde en primera instancia funcionó un taller de orfebrería, “ese es un oficio que heredé de mi padre, pero yo sabía que eso no era lo que quería hacer toda la vida”, dice. Pronto inició a dar clases de gimnasia acuática. Trabajó en la Universidad Nacional y en Compensar por más de 10 años como instructor. Estando en ese medio, conoció a sus primeros maestros de yoga e hizo su primer viaje a la India. A su regreso entendió que sí podía dedicar su vida al yoga y que podía tener ingresos económicos haciendo lo que más le gusta. “El yoga me ha permitido descubrir mi misión, la cual se mantuvo oculta, pero finalmente se reveló con la ayuda del conocimiento espiritual. Esta es la búsqueda de la verdad”, escribe en su libro Yoga Inbound: un encuentro con la luz del Ser, publicado en el 2014. Paralelamente, su hijo, Víctor Hugo, acababa de graduarse de diseño gráfico en la Universidad Jorge Tadeo Lozano y le propuso invertir en una empresa de diseño gráfico. Miguel accedió, depositó toda su confianza en

su hijo y dejó la orfebrería atrás. Logró dedicarse únicamente a ser instructor de yoga y abrirse hacia otras disciplinas como la meditación. Hoy en día la empresa que abrió con su hijo anda sola y Víctor Hugo se mudó a Canadá. Después de tantos años de ser instructor de yoga, Miguel ha empezado a disfrutar más de la compañía e historias de las personas que se unen a sus grupos de práctica, que del propio ejercicio. Es por eso, que desde el mes de julio decidió ser un instructor voluntario de clases de Hatha Yoga para sus vecinas y vecinos de Las Aguas. Cada clase, Miguel inicia con una petición – dejar los zapatos a la entrada del salón. Junto a los zapatos, cada quién debe dejar sus enfermedades y preocupaciones. Así, los asistentes pueden identificar de una manera más consciente, qué le falta a su cuerpo para fortalecerse y lograr hacer todos los movimientos de la manera correcta. “Estos espacios no son solo por la clase de yoga, son para hacer comunidad, elevar las energías y cargarse”, resalta. Es así como Miguel ha encontrado un equilibrio entre la vida cotidiana, llena de afanes y hábitos pocos sanos; y la vida espiritual o energética, donde toma la decisión de mirar hacia su interior y fortalecer cuerpo y espíritu como uno solo. Asegura que cada día es el mejor día de su vida, pues percibe los cambios negativos o inesperados como oportunidades para aprender. Y está en contacto constante con personas que le ayudan a mantener la serenidad.


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