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FIRMA INVITADA A VUELA PLUMA. Emilio Velasco
A vuelapluma / EMILIO VELASCO LOS ROBOS EN EL MEDIO RURAL: ASIGNATURA PENDIENTE
esgraciadamente, al repasar mentalmente nuestra vida, todos encontramos que tenemos una asignatura sin aprobar, que siempre se nos ha resistido y que, con frecuencia, hemos dado por perdida definitivamente. Y eso es lo que parece que está sucediendo con nuestras autoridades en el medio rural en su batalla contra los “amigos de lo ajeno”. Y es que en los últimos tiempos –se ha agravado mucho esta situación desde el inicio de la reciente pandemia–, los robos en el campo se vienen prodigando, tanto en la cuantía del valor sustraído como en la frecuencia de los casos que se vienen repitiendo en exceso. Las víctimas, nuestras gentes del campo, una vez más se encuentran desprotegidas ante estos facinerosos que –llamemos a las cosas por su nombre–, roban impunemente maquinaria, herramientas, productos y material agrícola, combustible, cosechas e incluso ganado. Es una clara emulación de los clásicos cuatreros de finales del XIX en el viejo oeste norteamericano pero sin arriesgar la vida (aquí no son colgados), con lo que estas acciones, que en la mayoría de los casos no son realizadas por un solo individuo sino por auténticas bandas de malhechores, no hacen más que poner otra “piedra”, –peñasco, diría yo– en el camino de la maltrecha rentabilidad de nuestros productores rurales.
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Se debe tener en cuenta que quienes se dedican a trabajar el campo, ya sea cultivando la tierra, criando ganado, manteniendo nuestra foresta, etc. saben muy bien que se trata de una labor que requiere una gran dedicación e importantes inversiones, sobre todo en equipamiento, para poder obtener una moderada rentabilidad que asegure un modo de vida digno y les permita proseguir con tan indispensable actividad.
Y ahí está el problema, el verdadero quiz de la cuestión; en el valor de los equipamientos requeridos en el medio rural y eso lo saben muy bien los cacos, conocedores de la facilidad que tienen para actuar, casi siempre amparados por la oscuridad nocturna, en un medio muy amplio y disperso, poco o nada protegido –no se le pueden poner puertas al campo–, y con frecuencia, alejado de las poblaciones.
Por eso los robos en el campo son una de las grandes amenazas a las que se enfrentan las gentes de nuestro medio rural. Nuestras explotaciones son hoy uno de los sectores de producción más vulnerables, sin que hasta la fecha nuestras autoridades hayan dado con una solución proporcional a la gravedad del caso, y pese a que los datos ofrecidos por los medios oficiales alardeen de la disminución de estos hechos delictivos en los últimos cuatro años, lo cierto es que todavía hay muchos agricultores y ganaderos, –cerca de 40 al día, más de 14.000 al año–, que siguen sufriendo la “visita” de estos indeseables, siempre dispuestos a arrebatarles el fruto de sus esfuerzos.
DPor eso, no es de extrañar que la práctica totalidad de las organizaciones agrarias, denuncien la inseguridad que sufre el medio rural nacional, principalmente en las explotaciones y naves agropecuarias, sobre todo cuando están alejadas de los núcleos poblacionales. Y también inciden en la frecuente impunidad en la que quedan muchos de estos actos delictivos y quienes los cometen. Por ello no es extraño –se tiene evidencia de ello–, los casos en los que agricultores o ganaderos afectados han tardado más en formular la denuncia que los detenidos en estar de nuevo libres. Tal es lo sucedido en Yélamos de Arriba, Guadalajara, a finales de 2019 cuando dos jóvenes agricultores pillaron in fraganti a unos cacos en una nave intentando robar combustible; los persiguieron, atraparon, entregaron a la Guardia Civil, y cuando los afectados se personaron para formalizar la denuncia, vieron salir a los presuntos cacos, libres y sin cargos por considerarse el hecho sólo como “tentativa de robo”. Los lectores de cierta edad, ¿se acuerdan de aquellas pequeñas y modestas casas cuartel de la Guardia Civil que existían en cada pueblo, por pequeño que fuera? Normalmente, las habitaban cuatro o cinco guardias y sus familias, perfectamente integrados en el vecindario y conocedores de la zona; se encargaban de afirmar el principio de autoridad y prestar seguridad en sus áreas de responsabilidad –sin duda los principios fundacionales de la institución promovida por el Duque de Ahumada en 1844–. Pues bien, se puede decir que el tan traído y llevado término de “la España vaciada” bien se podría aplicar a esta institución que durante las últimas décadas ha sido testigo de la desaparición de muchas, muchísimas, de sus venerables casas cuartel con lo que nuestros pueblos se han visto desprovistos de esa protección y que ha facilitado el trabajo de los amigos de lo ajeno. Y es que, a fecha de hoy, en toda España, la Guardia Civil destina solo 511 agentes al Equipo ROCA, el dispositivo especializado en la lucha contra los robos en el campo que, bajo mi modesta opinión, es claramente insuficiente para atender y llevar a buen término las investigaciones que permitan solucionar positivamente esos más de 14.000 casos anuales de robos en el medio rural español. Andalucía, por su extensión geográfica y complejidad del territorio, es la comunidad que cuenta con una mayor dotación de estos Equipos ROCA, 138 agentes, mientras que Cantabria y La Rioja, son las de más modesta dotación, con 5 agentes en cada una. Por otra parte, si queremos erradicar esta lacra, habrá que modificar el actual Código Penal en aquello que sea necesario para que la acción de la Justicia penalice debidamente aquellas conductas que perjudican a toda la sociedad y sirva para reforzar la seguridad que debe ser uno de sus principales pilares. Solo así, nuestras autoridades dispondrán de las armas adecuadas para afrontar su... ... “asignatura pendiente”. ¿Qué me dicen?