toma de decisiones con respecto a la salud y el bienestar de las personas, gracias a sus posibilidades curativas y de mejora de las condiciones de vida de quienes padecen alguna enfermedad. De ahí que la medicina del cáncer se encuentre permanentemente en la encrucijada entre ser una medicina asistencial o una medicina experimental; en esto radica la mayor parte de los dilemas arriba planteados. Pero ¿sería posible imaginar –tal como se interroga Mukherjee (2012)– el final del cáncer? A partir de la creación de la Comisión para la Conquista del Cáncer, constituida en 1969 para asesorar al presidente de los Estados Unidos, con gran vigor se pretende adoptar una estrategia para “derrotar el cáncer al coste que sea necesario” (p. 236), en respuesta al clamor de miles de estadunidenses que no solo suplicaban por fondos de la nación para luchar contra el cáncer, sino que reclamaban “un ataque más coordinado contra la enfermedad” (p. 235); este requerimiento simbólicamente aspiraba a ser tan poderoso en el imaginario público como lo fue, en ese mismo año, la gran hazaña, encomendada al Apolo 11, de que un ser humano pisara por primera vez la Luna. Aunque este siempre ha sido y sigue siendo el gran anhelo humano, conlleva verdaderos conflictos éticos, incluso trágicos, por lo que se constituye en uno de los temas más sensibles de nuestra época, ubicándose entre aquellos mitos enraizados en la idea de traspasar los límites de la condición humana.
genética, que prometen grandes avances en el tratamiento contra esta enfermedad, son financiados, entre otras organizaciones, por la farmacéutica Roche (Foundation Medicine, 2019), la cual anuncia que los médicos y sus pacientes podrán acceder a una medicina de gran precisión; para esta organización, esto ya es “una realidad para miles”. Incluso, se especula sobre una vacuna contra el cáncer financiada por la industria, la que sería un gran logro que, junto con los tratamientos personalizados, se estiman como los avances más novedosos para el tratamiento contra esta enfermedad; pero ¿quiénes financian estos medicamentos y a dónde van a parar de estas utilidades?
El cáncer, enfermedad de alto costo que tiene gran cobertura en Colombia, es un nicho de venta de medicamentos con grandes utilidades para la industria La salud en Colombia es un derecho que se reclama en virtud de la protección y seguridad social consagradas en la Constitución de 1991, que establece en el país el Estado social de derecho. Para el amparo de este derecho se requiere de políticas y leyes que garanticen como objeto de protección a la persona humana y su dignidad, y los recursos necesarios por parte del Estado para su materialización4. La prestación de los servicios en salud se instaura como una obligación, con el propósito de alcanzar la “igualdad real y mejorar las condiciones materiales e inmateriales de vida de las personas” (Plazas y Moreno, 2017, p. 239). Con tales propósitos, el Sistema General de Seguridad Social en Salud (SGSSS) deberá organizar, dirigir, reglamentar y articular los compromisos del Estado y de los particulares, a fin de garantizar la prestación de los servicios en salud en todo el territorio colombiano como un servicio público esencial (Plazas y Moreno, 2017).
Al respecto, el Pembrolizumab, como se verá más adelante, es una de las innovaciones farmacéuticas más prescritas por los médicos en Colombia, indicada como inmunoterapia para cuadros de cáncer muy avanzado. Asimismo, existe un grupo de medicamentos que promete ser muy efectivo para controlar las células cancerosas, como las terapias con virus oncolíticos, aprobadas desde 2015 por la U. S. Food an Drug Administration (FDA); incluso, hay otras líneas de investigación aún más novedosas que anuncian la posibilidad de vacunas terapéuticas hechas a la medida de cada paciente. Se advierte que estos medicamentos pueden llegar a convertirse en un futuro próximo, junto con la radioterapia y quimioterapia, en el complemento ideal para la cura del cáncer. Los EC con enfoque en
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