boletin del posgrado historia 2

Page 1

Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

BOLETIN DEL POSGRADO EN HISTORIA Numero 2 ISSN 2250-6772

Caras y Caretas, 21 de enero de 1905

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

1


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

Índice Thomas Hobbes y la formación de jóvenes científicos: Leibniz, Newton, y una inexplicable omisión, por Guillermo Ranea. Entrevista a Mirta Lobato, realizada por dos alumnos de la Licenciatura en Historia. ¿Somos todos radicales? La Unión Cívica Radical Antipersonalista. Historia de una disidencia (1916-1943), por Elena Piñeiro Notas de investigación Notas de investigación sobre el consumo en el interior de Argentina dentro del período de formación del mercado interno y nacional, ca. 1890-1945, por Leonardo Ledesma Los alumnos reseñan Eduardo Míguez, Mitre Montonero. La Revolución de 1874 y las formas de la política en la organización nacional, Buenos Aires, Sudamericana, 2011, por Nahuel Ojeda Silva, alumno de la Licenciatura en Historia, UTDT. Perfiles Esteban Aranda, graduado de la Licenciatura en Historia, UTDT. Miranda Lida, graduada del Doctorado en Historia, UTDT. Novedades

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

2


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

Thomas Hobbes y la formación de jóvenes científicos: Leibniz, Newton, y una inexplicable omisión por Alberto Guillermo Ranea

Historiadores y filósofos de la ciencia consideran casi unánimemente que los escritos de Thomas Hobbes (1588-1679) sobre filosofía mecánica carecen de toda relevancia en la historia de las ciencias físicas. No se trata sin embargo de un capricho historiográfico, sino de una compleja situación que se inició con el rumbo que Isaac Newton (1643-1727) dio a la mecánica clásica en 1687 y a la que contribuyó sin duda el repudio del “hobbism” en política y moral. Sam Westfall, uno de los principales especialistas en estudios newtonianos de finales del siglo XX, resume la situación al señalar: “[Hobbes] had an unhappy knack of setting problems which were unrealistic or worse. He was sadly deficient in physical intuition”.1 Sin embargo, una de las obras de Hobbes dedicadas a mecánica y física tuvo una positiva recepción en momentos decisivos de la gestación de la física clásica. Se trata de Elementorum philosophiae, section prima de Corpore (Londres, 1655; versión inglesa: Elements of Philosophy. The First Section concerning Body, Londres, 1656). Dos figuras sobresalientes en la historia de la mecánica, Isaac Newton y G. W. Leibniz (1646-1716), lo estudiaron durante sus años formativos. En el caso de Newton, el texto de Hobbes aparece mencionado en un cuaderno de apuntes de lecturas que Newton redactó entre 1664 y 1665 en Cambridge, y que permaneció inédito hasta 1983. En dos oportunidades Newton toma nota de pasajes del de corpore. En f. 101v, Newton comenta las páginas 52 a 54 de la edición inglesa de 1656 del

1

Richard S. Westfall, Force in Newton’s Physics. New York: Science History Publications, 1971, p. 114.

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

3


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

texto de Hobbes.2 La segunda mención es al capítulo XXV del de corpore (pp. 295-6 de la edición en inglés de 1656) y aparece en f. 130r del cuaderno.3 Si bien rechaza la reducción que Hobbes propone de todas las funciones mentales a movimientos en el cerebro, Newton se interesa por la explicación que da Hobbes del papel del cuerpo en las sensaciones, a la que da una interpretación realista. De acuerdo con la versión de Newton, el movimiento conserva la estructura de los objetos de los que proviene y excita en los órganos sensoriales movimientos con una estructura similar. El fisicalismo de la percepción newtoniano es fruto por tanto de su lectura del de corpore.4 Por su parte, Leibniz utiliza la estructura del de corpore en la redacción de su primera exposición juvenil de sus ideas sobre mecánica y física, Hypothesis physica nova, dedicada a la Royal Society of London. La edición incluía otra obra de Leibniz, Theoria motus abstracti, dedicada a la Académie Royale des Sciences, de Paris.5 Hobbes influye sobre Leibniz fundamentalmente a través del concepto de conatus, entendido abstractamente como un movimiento realizado en un tiempo y espacio menores que cualquier tiempo o espacio asignables. Leibniz rechaza la interpretación física de la definición formal de conatus que propone Hobbes en términos de fenómenos de presión hidrostática y propone, en su lugar, la circulación del éter como fenómeno básico para explicar todas las propiedades del universo en términos de materia y movimiento. Leibniz y Newton prestaron atención en su juventud a las especulaciones teóricas de Hobbes en mecánica pero las abandonaron en sus teorías de la madurez. Esto parece ser un motivo suficiente para que no se considerara luego a Hobbes como parte de la historia de la mecánica. La explicación de su ausencia presupone pues una tajante diferenciación entre las especulaciones filosóficas de Hobbes y las teorías propiamente científicas de la mecánica de Newton y la dinámica de Leibniz. Sin embargo, en el tiempo en que ellos vivieron, otro tipo de científico, indiferente a la filosofía natural, preocupado

2

Certain Philosophical Questions: Newton’s Trinity Notebook. Edited by J. E. McGuire and M. Tamny. Cambridge: Cambridge University Press, 1983, p. 376. 3 Certain Philosophical Questions ..., p. 450. 4 Certain Philosophical Questions ..., pp. 219-221. 5 Londres: J. Martyn, 1671. Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

4


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

exclusivamente en la precisión del cálculo y de las observaciones, rechaza todo tipo de especulación teórica, no sólo la de Hobbes. Un claro ejemplo es John Flamsteed, el primer astrónomo real en el observatorio de Greenwich. El 21 de enero de 1683 (old style) Flamsteed escribe a William Molineux: “the latter [Hobbes] was a person who wrote not out of a desire to propagate or improve truth but after his owne principle on Interest, to gaine himself a reputation and safe residence as is evident by his Quadrature of the Circle etc. so often refuted by Dr. Wallis and yet as oft reprinted by himself”6. Flamsteed se burla de los resultados fantásticos de la ciencia de Hobbes; poco podemos hacer para salir en su defensa, y es poco probable que encontremos algún defensor entre los pensadores de finales del siglo XVII. Pero Flamsteed rechaza en esa carta por los mismos motivos las teorías de Kepler y de Descartes, y prefiere a William Gascoigne, un astrónomo que formaba parte de la llamada “constelación del norte” junto con William Crabtree y Jeremiah Horrox. Se trata de un grupo de observadores y calculadores rigurosos para quienes las especulaciones teóricas eran innecesarias para la investigación en astronomía. Los tres murieron jóvenes, y sus observaciones y trabajos llegaron a manos de Flamsteed a través de una fortuita red de contactos personales. Entre esos papeles William Derham encuentra una carta de Crabtree a Gascoigne, presumiblemente de 1640, a la que publica en 1711. En un párrafo dedicado al problema de la observación y cálculo de las manchas solares, escribe Crabtree: “I do not value the Authority of Galilaeus (though reputed the greatest Speculative Mathematician in Europe) nor yet Kepler (...).7 A pesar de la autoridad de Leibniz y Newton, la mecánica y la astronomía siguieron en el siglo XVIII la dirección de Flamsteed, Gascoigne y Crabtree. Esa dirección determinó la recepción en el seno de la ciencia de las teorías de Newton y Leibniz que se adaptaban mejor a su marcha. Las especulaciones metafísicas y teológicas de ambos acerca de la naturaleza fueron paulatinamente separadas de la ciencia propiamente dicha, y

6

John Flamsteed, The Correspondence of John Flamsteed, The First Astronomer Royal, Volume Two 1682 – 1703. Compiled and edited by Eric Forbes and Leslie Murdinand Francis Willmoth. Bristol: Institute of Physics Publishing, 1997, p. 83. 7 William Derham, “Observations upon the Spots that have been upon the Sun, from the Year 1703 to 1714. With a Letter of Mr. Crabtree, in the Year 1640 upon the same subject ...” Philosophical Transactions, 27, 1711, p. 280. Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

5


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

desplazadas al campo del filósofo y del historiador de las ciencias, pero no olvidadas. Por qué las teorías físicas de Hobbes debieron esperar a las tres últimas décadas del siglo XX para volver a tener un lugar público, aunque sea entre las especulaciones que la ciencia desechó, es una pregunta que aún requiere una exhaustiva investigación.

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

6


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

El Historiador y los indicios del pasado: Entrevista a Mirta Zaida Lobato Por Maximiliano Von Thungen y Javier Magdalena Mirta Zaida Lobato es doctora en Historia por la Universidad de Buenos Aires. Es profesora e investigadora en la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Su área de investigación es el mundo del trabajo, la cultura obrera y las relaciones de género. Es fundadora y miembro del Consejo de Dirección de Entrepasados (Revista de Historia) y de Mora (Revista del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género). Entre sus publicaciones más destacadas se encuentran Historia de las trabajadoras en la Argentina, 1869-1960 (Edhasa, 2007) y La vida en las fábricas. Trabajo, protesta y política en una comunidad obrera, Berisso (1904-1970) (Prometeo, 2001 y 2004).

¿Por qué decidió dedicarse a la historia? ¿Cómo fue ese momento? Mirta Lobato: Bueno, la vida siempre es azarosa, yo no elegí estudiar historia al principio. Elegí medicina porque pensaba que la medicina tenía algún grado de intervención en el plano social, pero también pienso que debe haber sido por “status”: yo vengo de un pueblo, de una familia de clase popular, y la medicina era una profesión deseable. Después pasé por otras carreras: sociología, historia del arte, hasta que finalmente me quedé en historia. Fue una decisión de una persona adulta, no es que terminé la secundaria y dije “me encanta la historia”. No, fue una decisión de una persona más madura. Uno siempre trata de pensar qué es lo que lo llevó a estudiar historia y yo lo relaciono con esos viajes iniciáticos que uno hacía en la década del

Alumnos de la licenciatura en Historia, UTDT. Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

7


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

setenta. Había viajado por Bolivia, Perú y Chile y empezaba a mezclar lo social con lo político con el interés por el pasado y en ese momento, estando en la carrera de historia del arte, me pasé a la carrera de historia. Yo diría que el motor que me llevó a estudiar historia fue, ante todo, la necesidad de vincular el presente político y social. La elección no tuvo nada que ver ni con lecturas ni con motivaciones por parte de profesores que fueran interesantes en la escuela secundaria.

O sea que el momento candente de los años setenta tuvo que ver en la elección… ML: Me parece que sí, porque los historiadores sociales –por lo menos los historiadores sociales que tenían algún interés por las clases populares– estaban muy impregnados de política. Y la historia social, aunque no esté muy cultivada hoy, me parece que tiene ese vínculo fuerte con la política. No la política en términos de partido –aunque hay historiadores importantes, sobre todo los marxistas británicos, que han estado vinculados al Partido Comunista, estoy pensando en Hobsbawm, Thompson– sino el interés por la política en términos generales, y cómo ésta influye en la vida de las personas. Las prácticas políticas, los modos de hacer política, las relaciones tanto de los individuos o de los grupos con los partidos políticos o con las asociaciones o con el Estado.

Usted estudió primero medicina, luego sociología, finalmente historia. ¿Qué recuerda del ambiente universitario en esos años? ¿Cómo eran esos espacios? ML: Bueno, los espacios más vívidos en la memoria de una persona están relacionados con aquellos en donde uno se siente en parte protagonista. Cuando yo empecé medicina lo hice en la ciudad de Córdoba y estaba preocupada por mi subsistencia más que por la carrera. No fue un paso fugaz, porque fueron varios meses, pero sí fue un momento donde mis preocupaciones eran otras. Cuando empecé las otras carreras, en Buenos Aires, fue distinto. Cuando me pasé a historia, en 1971 o 1972, se vivía un momento Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

8


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

político interesante por la cantidad de cosas que pasaban en la sociedad argentina. El ambiente universitario era muy chato intelectualmente y no puedo decir que algún profesor me haya impactado, pero sí había efervescencia política. Por otro lado, en esa época uno no tenía muy claro qué iba a hacer como estudiante. Si uno piensa qué es lo que pasó en el campo intelectual, en el campo profesional en la Argentina desde 1983, lo que encuentra es que hay carreras, sistemas de becas y de publicaciones… Un camino que los jóvenes necesitan seguir para convertirse en historiadores. En mi época de estudiante la idea de ser historiador o historiadora estaba muy lejana. Yo iba a la facultad porque me interesaba estudiar, era un ámbito de sociabilidad –también de sociabilidad política–, era un ámbito efervescente pero donde había pocas cosas que a uno le interesaran…

¿Pero cómo cultivaban el interés por la historia? ML: Uno cultivaba el interés en función de retazos de cosas que le interesaban. Ustedes saben que no todas las materias que uno hace le interesan. Yo encontraba algunas materias que disfrutaba, de otras disfrutaba partes, algunos textos que leía… En realidad mi formación fue en los años oscuros de la dictadura y no en la universidad, sino en los grupos de estudios en donde leíamos a autores como Thompson, Luisa Passerini, Hobsbawm. Algunos de los grupos eran más formales y otros más informales, entre amigos nos juntábamos a discutir cosas. Podría decir que el momento en que hice mi carrera fue menos estimulante que los grupos de estudios informales que se hicieron en la época de la dictadura, cuando en la universidad no se podía estar.

¿Se sentía la presencia de un Estado opresor? ML: Bueno, hay una anécdota, pero no nos pasó a nosotros: un grupo de estudiantes que estaba leyendo a Alain Rouquié fue denunciado a la policía como una casa en donde había reuniones extrañas… Pero no es que el Estado estuviera pendiente de lo que uno Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

9


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

hacía. Uno se reunía, tomaba café, leía textos y los discutía, trataba de traer la novedad y discutir esa novedad o discutir lo que le interesaba. La vida se desarrollaba así, entre el temor a que se lo considerara a uno parte de una célula subversiva, y el gusto por la discusión. No sé si el brazo del Estado estaba pendiente de lo que esos grupos hacían...

¿Había una finalidad política en esas reuniones? ML: No, no, no, eran reuniones puramente intelectuales. Se trataba de la búsqueda de ciertos conocimientos, ciertos abordajes, ciertas formas de pensar el pasado. Yo participaba en las lecturas de historiadores que después fueron para mí importantes, como E.P. Thompson. ¿Los dirigía alguien a los grupos? ML: Leandro Gutiérrez, por ejemplo. También nos juntábamos con Diego Armus, con Eduardo Míguez… no sé si ellos lo recordarán. Eran grupos que se armaban y se desarmaban. Eran como una universidad paralela que en el campo de la historia social no se hizo solamente en Argentina, aunque nosotros lo hicimos bajo la dictadura. El historiador Geoff Eley escribió un libro titulado La línea torcida, en donde él reflexiona sobre qué es ser historiador y también recuerda sus años formativos al margen de la universidad en Inglaterra… No sé, me parece que hay ciertos contextos históricos, como los años sesenta y setenta –en nuestro caso impactados por la presión de la dictadura–, en los cuales ciertas inquietudes encuentran un espacio al margen de las instituciones universitarias, que aparecen como más estructuradas, más ordenadas, más estabilizadas en términos de los conocimientos y de los abordajes.

Volvamos a la universidad. Usted fue estudiante y ahora es profesora. ¿Percibe hoy algo distinto en el ambiente de los estudiantes comparado con el de su

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

10


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

época? En cuanto a lo que leen, a las inquietudes intelectuales o búsquedas de espacios… ¿Se mantiene un interés vivo? ML: A mí me parece que siempre hay un interés vivo, aunque ese interés esté movilizado por cosas distintas. Me parece que hay una diferencia importante con la época en la que yo fui estudiante: el horizonte de estudios sostenidos por sistemas de becas, llámese CONICET o el nombre que tenga, hace que hoy uno sea más organizado y previsor de los pasos que va a dar. En cambio nosotros, al menos yo… no es que no quisiera ser historiadora y trabajar como historiadora, pero hice mi carrera trabajando nueve horas y viajando dos. No era una estudiante full time, y además el sistema de becas no era tan visible para mí. En ese sentido, sí veo una diferencia. Tal vez cuando yo era estudiante sí había otros estudiantes que tenían ese horizonte… pero me parece que la mayoría no, y sobre todo la mayoría de los estudiantes de la Universidad de Buenos Aires –pero no sólo de ella–, donde hay muchos estudiantes que trabajan durante muchas horas. Yo me dedicaba a trabajar y en el tiempo libre estudiaba. Además iba al cine, me divertía, salía con mi novio…

Y tiempo para leer… ML: En el colectivo, en el 60. Yo vivía en el centro y trabajaba en Villa Adelina. Iba en el colectivo leyendo.

Y en cuanto a las lecturas. ¿Uno podía conseguir el libro que quisiese? ¿Estaba al tanto de cuál era la literatura del momento? ML: El sistema universitario se sigue manteniendo sobre la base de los apuntes, las bibliotecas eran y son un poco insuficientes, aunque yo consultaba bastante la biblioteca, sobre todo la de mi facultad. De todos modos destinaba una buena cantidad de dinero a comprarme libros, no estaba tan pendiente de las fotocopias, porque había libros que me Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

11


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

gustaba leerlos, tenerlos, subrayarlos, manosearlos y esa posibilidad solamente la tenía con el libro. Tengo una reacción un poco adversa a la generalización de las fotocopias y de los apuntes, pero las bibliotecas no estaban actualizadas, como no lo están ahora, sobre todo en el sistema universitario estatal. La formación de los estudiantes se basa en los libros que compramos los profesores y llevamos alegremente a la fotocopiadora…

Usted hizo la carrera estudiando y trabajando. ¿En qué momento empezó a dedicarse de lleno a la lectura, a la escritura y a la investigación? ML: En 1982 yo estaba dando clases en colegios secundarios. En 1985 conocí a Hilda Sábato y ahí me integré a una materia en la Universidad de Buenos Aires y obtuve una beca de un año en el CONICET. Aproveché para subirme al último vagón de un tren que es el tren de la profesión, leyendo y tratando de recortar un tema de investigación. En 1987 obtuve una beca de perfeccionamiento, que es con la que hice el proyecto para el libro La vida en las fábricas, que fue mi tesis doctoral. Tuve dos años de beca, disfruté de esos dos años, y en 1987 concursé para profesora. Creo que ahí se dio el cambio. Dejé las escuelas secundarias y empecé a trabajar, por un lado, en una materia que implicaba muchas lecturas, mucho trabajo para la organización y el dictado de las clases, y al mismo tiempo empecé a desarrollar una investigación más sistemáticamente. Toda investigación requiere de cierta sistematicidad, de cierta dedicación. Ahí se dio el cambio.

Hay quienes sostienen que el relato histórico es una forma de la literatura, o sea, no menos ficticio que una novela o un cuento. ¿Cuánto hay de creación, de subjetividad, en la escritura de la historia? ML: El historiador interpreta siguiendo los indicios del pasado y construye un argumento a partir de esa interpretación. Me parece que la forma de hacer historia típica del siglo XIX, donde se suponía que había una objetividad que era clara, visible, y Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

12


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

que el historiador no intervenía, ya hace muchos años que ha perdido vigencia. La subjetividad del historiador interviene en la construcción de su objeto, en la formulación de sus interrogantes, en las elecciones, a tal punto que un mismo documento puede ser leído de manera contradictoria. Me parece que en los historiadores esta preocupación ya no está tan presente aunque algunos sigan pensando del viejo modo. La voz del historiador se escucha en el relato, pero esto de ninguna manera implica pensar que las narrativas históricas son otra forma de ficción. Porque las reglas de la ficción son diferentes de las reglas del historiador. Me parece interesante que la subjetividad esté presente, aun cuando uno hace historia “dura”, como la historia económica, donde se supone –aunque no sea así– que los datos dan cuenta de algo por sí mismos… también allí está presente la subjetividad del historiador. Eso afectó particularmente a la historia social, porque desestabilizó el mundo de las certezas en el que se movía…

¿A qué se refiere con “desestabilizó”? ML: La historia social tiene varias vertientes, pero una de ellas, la que a mí más me ha impactado, es la de los marxistas británicos. Tenía un núcleo duro de investigación, un centro, ligado a la historia de los trabajadores y sobre todo a la historia de las organizaciones sindicales. Pensando en el mundo del trabajo, eso constituyó el centro de la historia social. En los ochenta, sobre todo en el caso británico, el contexto –el impacto neoliberal, el papel de Margaret Thatcher, y también lo que estaba pasando dentro de la propia disciplina histórica–, hizo que la práctica de la historia social perdiera dinamismo y ese núcleo duro también se vio afectado. Toda la discusión de “clase” –que en el caso británico había empezado antes, a fines de los años cincuenta– hizo que hubiera cierta incertidumbre: qué hacer, cómo hacer… eso quiero decir con desestabilizante. También impactaron las discusiones feministas, los estudios de las mujeres, los estudios de género. Luego de eso, uno ya no puede pensar la disciplina historia –tampoco la sociología o la antropología– del mismo modo.

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

13


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

O sea que la lectura de los marxistas británicos marcó en su caso un punto de inflexión… ML: Sin dudas. Yo no pude haber escrito La vida en las fábricas sin haber leído a Thompson, a Hobsbawm, a Samuel, luego a Raymond Williams… Incluso a Foucault, aunque yo no soy tan foucaultiana en mi modo de pensar, aunque la fábrica en algún momento fue para mí como una prisión…

En sus textos aparece más como un espacio de interacción… ML: De interacción y donde los trabajadores ejercen sus capacidades. Pero sí, todas esas lecturas… que son de algún modo lecturas anárquicas, en el sentido de que uno va tomando de un lado y de otro hasta que se arma un mapa que le permite desarrollar su investigación. No existe eso del marco teórico al principio. No, es un proceso de búsqueda, en ese proceso de búsqueda uno construye su objetivo de investigación, sus interrogantes, las teorías de las cuales uno se va alimentando y las herramientas con las que va a trabajar.

Ya que menciona esto. Al principio se dedicó a la historia social, pero luego dio pasos hacia la historia de género… ML: Es que a mí no me parece que sean opuestos, se trata de la misma vertiente. La historia social me llevó a pensar el lugar de las mujeres en el mundo del trabajo. Entonces leí algunas historiadoras feministas y pensé que para estudiar el mundo del trabajo tenía que estar atenta a la dimensión de las relaciones de género. El concepto de género apareció después, en un texto de Joan Scott de 1985 que habla del género como categoría útil para el análisis histórico. En el año 1989 yo saqué una beca CLACSO mujer, que era un programa destinado a la formación sobre las temáticas de mujer. Sistematicé las lecturas sobre estudios de mujeres y de género, pero yo para esa época Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

14


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

ya tenía avanzado el análisis de las obreras del frigorífico Armour, o sea que mi cabeza ya empezaba a formatearse en esa dirección… Pero de nuevo, no me parece que la historia social no lleve a los estudios de género. Al contrario, pienso que los debates feministas entre los marxistas británicos, los debates feministas obligan a repensar las relaciones de género en el mundo del trabajo. Es de adentro de donde sale ese repensar el problema. De hecho hay un texto de Samuel que yo leía en esos años, primero en unas versiones fotocopiada en inglés hasta que se tradujo el libro, Historia popular y teoría socialista. Ahí estaban las polémicas de Ann Davin, que es una historiadora feminista británica…

De alguna manera la historia de género tiene una trayectoria larga, aunque parece como si se institucionalizara recién hoy… ML: Bueno, sí, es que se institucionaliza en los ochenta y en los noventa, pero los debates entre historiadores, entre las historiadoras feministas –porque en su mayoría eran mujeres, aunque hay hombres feministas– entre las historiadoras feministas socialistas… es muy anterior. Lo que pasa es que la institucionalización de los centros de estudios de mujeres y de género lleva a todo un campo que es efectivamente más reciente. Además se da el pasaje de “mujer” a “género”. Yo utilizo la expresión “género” porque explicita la necesidad de analizar las relaciones entre varones y mujeres. Después esto tiene otras derivas, los estudios queer, por ejemplo. La institucionalización a nivel global es de los años ochenta y en Argentina de fines de los ochenta. De hecho en Argentina participé de un instituto que se creó en los noventa, el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras.

¿Y en qué estado se encuentran estos estudios? ¿Qué balance se puede hacer de estas décadas?

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

15


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

ML: Me parece que el sector que se ha vuelto más dinámico proviene del campo de los estudios de género. Nos ha obligado a repensar la política, las instituciones, las formas de la ciudadanía, el mundo del trabajo… En realidad revolucionaron las ciencias sociales. La verdad es que producen un impacto muy grande, obliga a pensar por ejemplo cuál es el significado de salario, qué quiere decir trabajar, qué pasa con el matrimonio, qué pasa con el poder, el poder que se ejerce en las fábricas, en las sociedades, en la escuela. Obliga a repensar todo. En ese sentido, diría que el balance es positivo, pero uno no se tiene que conformar con eso.

Me imagino que también se trata de ver cuál fue la construcción que hizo el relato histórico acerca del lugar de la mujer en la sociedad… ML: Sí, también. Ahora, por ejemplo, Felipe Pigna saca un libro que se llama Mujeres tenían que ser, que es best-seller. Y no es que estoy en contra de los best-sellers pero hace cuarenta o cincuenta años que sociólogas, demógrafas, historiadoras están colocando la temática. Por ejemplo, si uno piensa en los modos en que se hacen las encuestas sociales en el Ministerio de Trabajo ve que se han ido incorporando preguntas específicas que hacen al lugar, a la posición de varones y mujeres a partir de los debates planteados en los años sesenta. Lo que quiero decir es que ahora hay una audiencia más disponible a escuchar estas cuestiones. Disponible para leer a la sociedad en términos de una presencia femenina pero no tan disponible para escuchar las demandas feministas.

¿Una sociedad aún conservadora? ML: Sí, aunque lo que digo es que hay más predisposición “para” pero esto no necesariamente puede ser generalizable. Se puede escuchar mucho esto: “Sí, yo defiendo a las mujeres pero no soy feminista”. Pero, ahora, ¿qué son los feminismos? Porque no hay uno solo. Decimos “la defensa del derecho de las mujeres”. Ahora, fíjense, se habla Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

16


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

de los derechos de las mujeres y de las mujeres trabajadoras pero cuántas representantes de las mujeres hay en la CGT, ¿no?

Tal vez hoy la política sea el espacio en donde las mujeres han podido avanzar más… ML: Sí, en el plano político, en el plano de las instituciones políticas y en el plano de la representación política, el cupo femenino se tradujo en la mayor presencia de las mujeres en el Congreso. Y también en los poderes ejecutivos, desde la presidente hasta los municipios y los ministerios. Pero también es interesante pensar esto: una mujer no garantiza una política para las mujeres. Aunque, en este punto, también es cierto que se generan ciertas redes que permiten discutir un poco mejor sobre algunas posturas de los hombres.

Volviendo al tema de su trabajo sobre las fábricas, quisiera preguntarle por su experiencia en Berisso… ML: Siempre me resulta interesante hablar de Berisso. Aunque yo trato de irme de Berisso, de algún modo siempre vuelvo por la cantidad de problemas en los que uno puede trabajar a nivel local pero que tienen esa función de ser representativos de algunas cosas más generales. Mi experiencia en Berisso fue muy fructífera, por lo menos en términos personales. En principio, porque me permitió hacer una tesis que fue La vida en las fábricas trabajando muy a gusto. Esto es, pensando lo que pasaba dentro de la empresa, buscando información que fuera cuantificable pero también prestando atención a las obras literarias, a las fotografías como disparadoras de recuerdos en los talleres de Historia Oral –aunque no había desarrollado ahí un análisis de la imagen fotográfica de manera profunda–. Utilicé la herramienta de las entrevistas sobre todo formando esos talleres para hablar con los ancianos de diferentes nacionalidades sobre sus experiencias en el trabajo. Me enfrenté a la relación dentro de las fábricas de las Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

17


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

cuestiones étnicas, esto es, ver a los grupos étnicos nacionales y también a los nativos. Aunque yo en esa época tenía mucho más fuerte la idea de la historia social sin la política tuve que abordar la política en los sindicatos en relación con la política nacional. Esto también me permitió pensar en el lugar de las mujeres en el mundo del trabajo. También esta investigación sobre los frigoríficos Swift y Armour y la textil The Patent Knitting Company me hizo trabajar una enormidad porque en historia no había muchas investigaciones sobre las mujeres. Entonces hice toda una serie de exploraciones que me servían para analizar qué era lo que pasaba en las fábricas con el trabajo asalariado femenino, pero también qué pasaba fuera de las fábricas. Esto es: el trabajo en el hogar, el trabajo doméstico con un salario, cómo las familias obreras articulaban su vida. Berisso es muy atractivo para todo esto.

Nos intriga mucho saber cómo hizo para abarcar todas estas cuestiones… ML: Fue una experiencia larga pero yo no estaba presionada por los tiempos. Me llevó diez años hacer la primera investigación. No era que tenía que entregar una tesis en cuatro años o me tenía que apurar por algún motivo. Pertenezco a otra generación en donde los tiempos eran mucho más lábiles. Yo entiendo que ahora es mejor en este punto: un joven que termina su carrera está pensando ya en un tema para pedir una beca doctoral, para hacer su doctorado en cinco años porque después tiene publicar un libro, porque si no lo pública no puede entrar en una beca post doctoral…

Tal vez está desapareciendo el modelo de historiador erudito, pensemos en Braudel: casi toda una vida dedicada a una investigación… ML: Claro, el modelo que uno tenía era hacer “el” trabajo. Después uno en el desarrollo de la investigación sabe que está haciendo “un” trabajo. “El” trabajo encima no lo juzga uno sino los demás. Pero las condiciones de trabajo, el desarrollo de la universidad en la Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

18


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

Argentina y los recursos disponibles también van moderando las expectativas. Lo que nosotros queríamos hacer era un trabajo que fuera decente, fundamentado, que mostrara que efectivamente habíamos hecho todas las investigaciones necesarias para poder demostrar lo que se quería demostrar. En síntesis, un buen trabajo de historiador. Sin embargo, cuando el sistema científico funciona con las reglas puestas por las ciencias duras –que no son iguales a las sociales– todo esto va cambiando. Existen los plazos de edad y se trata de manejar mejor los tiempos…

Ya que estamos hablando sobre becas, tiempos e investigaciones personales. ¿Cómo fueron sus experiencias de estudio y de trabajo en el exterior? ML: Siempre estuvo Berisso en el medio de las becas en el exterior. El proyecto que estamos desarrollando sobre Berisso con Daniel James sí tuvo un subsidio importante del National Endowment for the Humanities. Eso me permitió viajar a los Estados Unidos: estuve en la Universidad de Duke y después en la de Indiana. Básicamente lo que a mí me resultó muy estimulante fue la posibilidad de ir a las bibliotecas y de encontrar todo lo que necesitaba. También, la posibilidad de estar unos meses sin dar clases y poder dedicar todo el tiempo para pensar, leer y escribir cosas que cuando uno está en Buenos Aires no lo puede hacer. La beca Guggenheim me permitió seguir en parte el proyecto de Berisso –en conjunto con James– y hacer el libro de La prensa obrera que yo quería hacer por razones académicas y afectivas. Pero en el medio saqué Historia de las trabajadoras en la Argentina (1869-1960) que era el libro que también quería hacer por todo lo que me había faltado cuando publiqué La vida en las fábricas. De esta forma, fui tapando los agujeros que me planteaba mi propia investigación. Hace como dos años también estuve en Alemania, en el Instituto Iberoamericano de Berlín, y ahí empecé a pensar la cuestión de la educación afectiva en las clases populares: cómo se enseña –o no– a expresar afecto, es decir, cómo se aprende a decir “te quiero”, “te odio” en las clases populares.

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

19


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

¿Cómo se repone la experiencia cultural o social de las personas que uno está estudiando? ¿Cómo se pueden reconstruir las vivencias? ML: Bueno, siempre está la duda y siempre hay un margen para eso. Uno se acerca desde el lugar que no es exactamente las clases populares. A ver si puedo simplificar: cuando yo hice una entrevista en Berisso, la gente –las mujeres y los varones– me hablaban de los muebles, del poder adquisitivo, de lo que el salario permitía. Ése es un modo también de acercarte a las condiciones de vida de las familias obreras. Sin embargo, yo nunca había podido ver el interior de una pieza de conventillo o de un rancho de fines del siglo XIX, por ejemplo. Entonces, bueno, cuando encontré una fotografía y en ella podía ver el tipo de adornos en las paredes, eso te habla de una cierta sensibilidad. Ahora, es un fragmento y tenés que arriesgarte a una interpretación. Pero bueno, ¿por qué no hacerlo? Por eso, yo creo que todo lo que tiene que ver con el mundo sociocultural de las clases populares es un mundo que se apoya en “pedacitos” de historia que te permiten imaginar cómo podría haber sido su experiencia...

¿Por qué a veces se refiere a “clase obrera” y otras a “clases populares”? ML: Yo los uso indistintamente. “Clase obrera” tiene que ver con una cuestión más de organización de los trabajadores, pero también uso “trabajadores”, “clases populares”, “clases subalternas”. Eso no quiere decir que yo no sepa que hay una especificidad del lenguaje. No se trata de que los esté oponiendo, no voy en esa dirección. Los uso casi como sinónimos. Pero soy consciente de que esto genera problemas. Por ejemplo: ahora está muy de moda hablar de las clases medias. Pero yo hago siempre la misma pregunta: ¿las clases medias no trabajan? Eso para que quede claro por dónde anda mi cabeza: cuando me remito a “clases populares” justamente no estoy pensando en la élite, en la burguesía, en los patrones, en los capitalistas…

¿En qué estado se encuentra su proyecto con Daniel James sobre Berisso? Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

20


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

ML: Todavía no lo hemos terminado. Pero ahí estamos, experimentando y trabajando sobre algunos problemas. Por ejemplo, cómo se construye la identidad de los santiagueños migrantes en la localidad de Berisso; el problema sobre la cuestión de la fotografía y la construcción de las identidades; cómo se trabaja con la noción de patrimonio y de legado histórico en una comunidad con las características de Berisso; cómo se construye la identidad de una calle como la Nueva York, entre otros. Por ahora, estamos trabajando en esto y supongo que en algún momento lo terminaremos. Por otra parte, sin dudas, este proyecto condensa en parte los cambios intelectuales de él y en parte los míos porque las tradiciones académicas no son iguales y esto también es bueno. Se trata también de un aprendizaje de los dos lados y esto no es fácil. Yo creo que por un lado pertenecemos a tradiciones distintas, en términos de recorridos profesionales, pero hay un punto en común que es la lectura de los marxistas británicos. Tenemos un lenguaje común, a pesar de que a veces nuestras diferencias son importantes, y esto nos permite entrar en diálogo y trabajar conjuntamente. Como en el matrimonio, uno negocia permanentemente, en este caso para poder trabajar mejor.

En este proyecto, ¿qué pudieron ver de la mezcla cultural entre los migrantes internos, los extranjeros y los trabajadores nacidos en Berisso? ML: A mí me gusta la idea de una sociedad de mezcla pensando justamente en una localidad como Berisso donde se mezclan las experiencias europeas y asiáticas con las de santiagueños y correntinos. En este sentido, es importante pensar algo que decía Hobsbwam que es que las personas que viajan, llevan en su valija una cultura que se rearma en el otro lugar. Entonces, los migrantes santiagueños, por ejemplo, van a organizarse en el Centro de Residentes Santiagueños. Ahí hay que trabajar un problema: cómo van construyendo su propia identidad santiagueña en el marco de las instituciones –en el Centro-, pero también en lo que hacen, en su trabajo fuera del Centro, en Berisso. Éste es un ejemplo de cómo se van construyendo identidades en esta localidad donde la inmigración es muy fuerte. No obstante, se trata de un trabajo de Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

21


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

investigación difícil: nosotros hemos ido a Santiago del Estero y entrevistado a familias santiagueñas, hemos estudiado temas de folklore, hemos entrevistado a santiagueños en Berisso, analizamos algunas canciones, etc. En este caso, el historiador tiene que estar abierto a aceptar los múltiples desafíos que plantean los propios interrogantes. En otras palabras, descubrir con qué elementos, con qué indicios, va a responder sus propios interrogantes. Y esto va más allá que leer o analizar un diario.

Para finalizar, quisiéramos preguntarle por su último libro, la compilación de Buenos Aires. Manifestaciones, fiestas y rituales en el siglo XX. ¿Cómo surgió la idea de este libro? ML: Lo que nos interesaba a nosotros era ver cómo se expresaban en la calle los conflictos que tenían lugar en diferentes dimensiones. En este sentido, yo estaba habituada a pensar a los trabajadores: dónde se manifestaban, cómo se manifestaban, qué hacían, cómo se organizaban. Busqué entrar por ese lado, es decir, cómo determinados lugares se convertían en espacios de convocatoria para la reunión de las personas. Ése fue el primer motivo. Ciertamente, tanto Silvana Palermo como yo estábamos pensando en el mundo del trabajo. Pero Mariela Rubinzal, que participó en las primeras discusiones, estaba colocando a los nacionalistas católicos en el mismo espacio de confrontación de estas ideologías más radicalizadas. Ése fue un motor. El otro fue pensar el espacio de la ciudad a partir de los conflictos del presente que son conflictos cotidianos. Una ciudad donde se expresan tanto los conflictos locales, los de la propia ciudad, como los conflictos nacionales, por ser la Capital Federal. Así fue como comenzamos a pensar esa ocupación del espacio urbano que no siempre había sido la Plaza de Mayo. En algunos casos, se había dado en el Congreso, en la Plaza de Mayo, en la zona de Barracas o en las casas de los políticos de turno. Tratamos de ver como se había ido produciendo otras situaciones de conflicto que, a su vez, iban privilegiando espacios distintos. Pensando en este problema, me quedaba un poco afuera el peronismo –a partir de la movilización del 17 de octubre– y por eso decidí colocar ahí, como un Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

22


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

intersticio, una fuente, un documento. Sin embargo, la investigación no sólo pretendía ver cómo se manifestaban en el espacio diferentes sujetos o colectivos sino cómo esto estaba articulado con los derechos, con demandas por los derechos. Ésta es la idea en general. A mí me parece que el libro ayuda a pensar la calle y la plaza como escenarios de demandas políticas de todo tipo.

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

23


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

¿Somos todos radicales? La Unión Cívica Radical Antipersonalista. Historia de una disidencia (1916-1943) por Elena Piñeiro Introducción La Unión Cívica Radical ha sido un actor central de la política argentina desde su nacimiento en 1891. A pesar de haber sufrido crisis recurrentes ha sabido, como el ave fénix, renacer de sus cenizas y llegar al gobierno en varias oportunidades. Una de las características del partido a lo largo de su dilatada existencia ha sido la de producir tendencias y facciones que, en ocasiones, se separaron del tronco original para formar nuevos partidos que, por lo general, mantuvieron el nombre original seguido de algún calificativo que los diferenciara y actuaron a veces de manera independiente y otras integrando coaliciones o frentes. En este contexto, nuestro objeto de estudio refiere a una de esas escisiones que ha sido escasamente analizada en todos los trabajos que se han realizado sobre el radicalismo: la Unión Cívica Radical Antipersonalista que jugó un papel nada desdeñable en la política argentina entre 1924 y 1940. En principio, las referencias al antipersonalismo se produjeron desde una historiografía militante que privilegiaba la concepción “yrigoyenista” del radicalismo. En este registro

los antipersonalistas constituían el ala conservadora del partido cuya

escisión constituyó una traición a los postulados del verdadero radicalismo que se encarnaban en el pensamiento político de Hipólito Yrigoyen. Los calificativos de "galeritas" y "azules" dan cuenta de esta tendencia.8 En las décadas del ‟60 y 70, los estudios sobre el radicalismo siguieron líneas de investigación que privilegiaban perspectivas sociológicas y económicas. Algunos vincularon el proceso de expansión económica y de modernización de las relaciones Dra en Historia, Departamento de Historia de la UTDT En esta línea se inscriben los trabajos de Gabriel del Mazo, Félix Luna, Héctor J. Iñigo Carrera y Luis C. Alén Lascano. 8

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

24


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

sociales que se consolidó en 1880, con los cambios en el área de los partidos políticos y en particular con el surgimiento de la Unión Cívica Radical. Destacaban la heterogeneidad del partido y las diferencias estructurales entre la base electoral y la élite.9 A mediados de los ‟70, el trabajo de David Rock10 presentaba otra explicación. Desde su perspectiva, el radicalismo no fue al comienzo un partido representativo de la clase media, sino que fue controlado en gran medida por “una élite muy flexible de terratenientes (...) subsector de la elite conservadora” que aspiraba a obtener el poder y el control directo del Estado. Recién en 1916 se convirtió en un partido de masas y poco después comenzó la transición que pondría en primer plano finalmente a los grupos de clase media. Respecto de la división del partido su explicación pone el énfasis en la intención de Alvear de reducir el gasto público durante su gobierno, intención que empeoró su relación con el sector yrigoyenista y que favoreció el acercamiento al sector antipersonalista. Noemí Girbal de Blacha sostiene que el principal desafío que debió afrontar el radicalismo en el poder fue la integración política entre grupos de terratenientes y sectores medios urbanos y por eso proponía mantener la estructura socioeconómica existente y promover una más amplia participación política. No obstante, el aumento de la presión tributaria sobre las producciones provinciales para favorecer a los consumidores urbanos lo enfrentó con los gobernadores del Interior. Fueron los miembros de la Sociedad Rural Argentina los que lucharon por el control del partido y produjeron finalmente la escisión en 1924.11

9

Gallo, Ezequiel y Sigal, Silvia, “La formación de los partidos políticos contemporáneos. La Unión Cívica Radical (1890-1930)” en Desarrollo Económico, Vol.3 No 1, abril 1963, pp.173-230. La base estaba formada por grupos criollos de las clases populares de la zona central y aún de la periferia que no exigían participación directa en el gobierno y por ciertos sectores de clase media que buscaban insertarse en los cuadros de la administración nacional. La elite estaba integrada por sectores de nueva promoción económica que habían ascendido socialmente y sectores menos consolidados y ligados a actividades agropecuarias y comerciales más antiguas que mantenía como fuente de prestigio la pertenencia al patriciado tanto en el interior como en el litoral. 10 Rock, David, El radicalismo argentino 1890-1930, Buenos Aires, Amorrortu, 1992. 11

Girbal de Blacha, Noemí, “Agricultura y ganadería (1914-1945)”, en Academia Nacional de la Historia, Nueva Historia de la Nación Argentina, Buenos Aires, Planeta, 2002, t. IX, La Argentina del siglo XX, cuarta parte, pp. 13-34. Disponible en: www.unq.edu.ar Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

25


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

Para Alfredo Pucciarelli12, desde una perspectiva estructuralista, el radicalismo es una alianza de sectores que conforman un bloque social alternativo al estado oligárquico que no es antagónico con los sujetos dominantes del sistema. Los sectores populares se identificaron con el movimiento nacional y surgieron nuevas experiencias de participación, un nuevo tipo de protagonismo y una mayor posibilidad de expresar demandas sectoriales, si bien muchas de esas experiencias resultaron en prácticas clientelísticas. Una obra más reciente13 realiza una lectura del radicalismo en clave política y encuentra la especificidad del partido no en la composición social sino en la estructura organizativa y en la constitución de una identidad. Su análisis finaliza en 1916 y no sólo refuta algunas generalizaciones de trabajos anteriores sino que plantea las tensiones que recorren el partido desde su nacimiento, entre la abstención y la concurrencia a elecciones. El trabajo más reciente, y en nuestra opinión, más completo sobre el Partido Radical es el de Virginia Persello.14 Si bien la autora reconstruye la historia de la UCR a partir de su llegada al gobierno en 1916, su trabajo no deja de lado el análisis y la explicación de las tendencias y facciones que se dibujan en el interior del partido desde su creación, algunos de los problemas que plantea la reunificación del partido y los debates que se producen en el Congreso en torno al fraude, la ley electoral y el funcionamiento institucional. Finalmente, un aporte de gran interés para completar la historia del radicalismo es el de las historias provinciales.15

12

Pucciarelli, Alfredo, “Conservadores, radicales e yrigoyenistas. Un modelo (hipotético) de hegemonía compartida”, en Ansaldi, Waldo et al, Argentina en la paz de dos guerras 1914-1945, Buenos Aires, Biblos, 1993. 13 Alonso, Paula, Entre la revolución y las urnas. Los orígenes de la Unión Cívica Radical y la política argentina en los años 90, Buenos Aires, Sudamericana-Universidad de San Andrés, 2000. 14 Persello, Virginia, El Partido Radical. Gobierno y oposición, 1916-1930, Buenos Aires, Siglo XXI, 2004. 15 Lacoste, Pablo, La Unión Cívica Radical en Mendoza y en la Argentina (1890-1946), Mendoza, Ediciones Culturales de Mendoza, 1994. El autor se centra en la evolución del partido y muestra sus líneas internas, las corrientes ideológicas, las escisiones, las estrategias electorales, las prácticas políticas y su desempeño en la oposición y en el gobierno. Otro trabajo es el de Quevedo, Hugo O., Unión Cívica Radical en la Rioja, 3 Tomos, Córdoba, Ed. Lerner, 2001. Está escrito desde una posición militante y es más una crónica –a veces desordenada– de los acontecimientos que una interpretación realizada con oficio y rigor, aunque tiene la ventaja de aportar información periodística y documentación, cartas y fotografías proporcionadas por familiares de los protagonistas. Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

26


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

Las cuestiones que vertebraron las disidencias fueron varias: la hegemonía que intentó ejercer un sector del partido, que reconocía la primacía del liderazgo de Hipólito Yrigoyen, sobre otro sector que discutía ese liderazgo y sostenía las ideas y los principios originales; la relación entre Buenos Aires y el interior y la intromisión del comité nacional en las decisiones tomadas por los comités provinciales; la injerencia del el gobierno nacional en las economías provinciales y las discusiones en torno a la autonomía provincial y al federalismo. Así, desde el momento mismo de su nacimiento el radicalismo llevaba en sí el germen de la división que fue expresándose mediante distintos calificativos: “lencinistas”, “bloquistas”, “principistas”, “disidentes”, “provincialistas”, “blancos”, “negros”, “rojos”, “azules” y finalmente “antipersonalistas”. Múltiples disidencias unificadas en torno a algunos principios: la oposición a todo personalismo, la exigencia de un programa de gobierno, la adhesión al ideario inicial y el rechazo del ideario yrigoyenista, la defensa de las autonomías provinciales y la democratización interna del partido. Para explicar las divisiones y disidencias hemos recurrido a distintos aportes teóricos. Pierre Ansart nos ayudó a comprender cómo una comunidad designa su identidad, sus aspiraciones y los grandes lineamientos de su organización y crea una red de sentidos que mueven a los hombres a la acción y se traducen en prácticas políticas.16 El concepto de “campo”17 fue útil para explicar los conflictos y las luchas por el poder ya que en el campo político, como en cualquier otro, los actores compiten tanto por los recursos materiales como simbólicos y en él funciona un sistema de relaciones de fuerza y

16

Ansart, Pierre, Ideología, conflictos y poder, Méjico, Editorial Premia, 1983, p. 12; también Furet, François, Pensar la Revolución Francesa, Barcelona, Petrel, 1980, pp. 24-26. 17

El campo es un espacio social que se define a partir de un tipo de producción y un tipo de interés específico. Bourdieu apunta que el campo tiene que ver con la lucha encaminada a la transformación de las relaciones de fuerzas. En el campo se engendran, por la concurrencia de agentes que se encuentran situacionalmente comprometidos, los conceptos, los productos, los acontecimientos entre los cuales los ciudadanos tienen que elegir. Una institución, un agente, existen en un campo cuando producen efectos. Ver Bourdieu, Pierre, Intelectuales, política y poder, Buenos Aires, Eudeba, 2000. Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

27


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

de conflicto y se desarrollen estrategias de conservación del poder o de subversión y herejía. Otro aporte significativo18 es el de la teoría que explica las actividades organizativas y el funcionamiento de los partidos en términos de alianzas y conflictos por el poder entre los diversos actores que integran la organización. Las modalidades de los primeros conflictos por el control de la organización y el modo en que ésta se consolida, dejan una impronta indeleble. Lejos de reflejar en su organización y en su política el sistema de desigualdades sociales, el partido es en sí mismo un productor de desigualdades organizativas que son la causa principal de los conflictos intrapartidarios. Asimismo, la relación de los fines declarados –vinculados al campo discursivo– con los fines reales o prácticas políticas generalmente no se corresponden. La institucionalización del partido depende del tipo de liderazgo o coalición que se establezca, de la existencia de una fuerte estructura intermedia y de la posibilidad de distribuir incentivos colectivos o selectivos.19 Teniendo en cuenta estos lineamientos teóricos, en nuestra tesis intentamos responder a ciertos interrogantes: a) Cómo surgió la tendencia “antipersonalista”, quiénes la integraron y cómo se llegó a constituir un nuevo partido que se presentó a elecciones presidenciales en 1928. b) Si la UCR Antipersonalista contó con los recursos electorales necesarios para llegar al gobierno, consiguió institucionalizarse como partido principista y democrático y reprodujo o no en su interior las mismas luchas facciosas que habían afectado al radicalismo. c) Qué papel jugaron dentro de la coalición que bajo el nombre de Concordancia apoyó al presidente Agustín P. Justo y en qué medida contribuyeron a contener el avance conservador dentro de la coalición. Pretendemos reconstruir la historia del antipersonalismo en un doble registro: el de la construcción de un espacio simbólico mediante prácticas discursivas que recuperaron 18

Panebianco, Angelo, Modelos de partido, Madrid, Alianza Universidad, 1990, pp. 15-16. Coincidiendo con lo que Bourdieu denomina “capital”, Panebianco se refiere a dos tipos de incentivos: los incentivos colectivos que son los beneficios o promesas de beneficios que la organización debe distribuir a las bases y que incluyen no solamente bienes materiales sino identidad, solidaridad y discurso ideológico y los incentivos selectivos que la organización distribuye solamente a algunos participantes y de modo distinto. Generalmente estos incentivos incluyen el poder, el status y también bienes materiales y permiten explicar el comportamiento de las élites que compiten entre sí dentro del partido por el control de cargos. 19

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

28


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

un horizonte de ideas y el de la participación en el régimen institucional a través de prácticas políticas que no siempre lograron actualizar dicho horizonte. Los orígenes Como todo partido político, el radicalismo nació y se organizó en torno a ideas y referentes que constituyeron un espacio simbólico que instauraba una imagen del poder, de su naturaleza y de las condiciones de su ejercicio, proveía a sus integrantes de una identidad y los movilizaba a la acción.20 Leandro N. Alem, su fundador, respondía a la tradición republicana para la cual el orden político legítimo se basaba en la división y descentralización del poder. Moralizar la política implicaba respetar los principios constitucionales, hacer del sufragio un medio para legitimar el gobierno y fundar partidos orgánicos que eliminaran los personalismos. No obstante la construcción discursiva de este horizonte de ideas, ocultaba pujas internas en torno a las estrategias más apropiadas para acceder al poder. Hasta la muerte de Leandro N. Alem en 1896, el partido privilegió la concurrencia electoral aunque también recurrió a la abstención revolucionaria.21 En ese período el partido ganó las elecciones de diputados nacionales en la provincia y luego, en la gobernación de Buenos Aires, Bernardo de Irigoyen fue electo senador por la Capital y Alem volvió del exilio.22 Pero su liderazgo comenzó a ser discutido y se manifestó la hasta entonces oculta oposición de su sobrino Hipólito Yrigoyen que, si bien respondía inicialmente a la tradición republicana, dibujó otro horizonte en el que la nación adquiría un papel central como elemento de cohesión. Las prácticas discursivas crean una red de sentidos que mueven a los hombres a la acción y se traducen en prácticas políticas.23 Al identificar al radicalismo con la nación y con su propio liderazgo, construyó una visión hegemónica de la política que oponía la “Causa” al “Régimen” y convertía al 20

Ver Ansart, Pierre, op. cit.; y Furet, François, op. cit., pp 24-26. Alonso, Paula, “Politics and elections in Buenos Aires, 1890-1898: The Performance of the Radical Party”, Journal of Latin American Studies, 25, 1993, pp. 465-487. 22 Romero, Luis Alberto, “El surgimiento y la llegada al poder”, en AA.VV., El radicalismo, Buenos Aires, Carlos Pérez Ed., 1968, p. 24. 23 Ver Ansart, Pierre, op. cit.; y Furet, François, op. cit. 21

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

29


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

radicalismo en una “religión cívica” de la que era el único apóstol. El discurso de Yrigoyen creó una red de sentidos que movilizó a la mayoría de los radicales en favor de la idea de “reparación” mediante la abstención revolucionaria. Desde el comité de la provincia de Buenos Aires, consolidó el bastión que le permitió asumir el liderazgo de la UCR tras la muerte de Alem en 1896. Sin embargo, la obstinada referencia de Hipólito Yrigoyen a la identidad del radicalismo con la nación misma y a sus cuasi religiosas afirmaciones respecto de la Causa y la Reparación, especie de credo programático que identificaba la misión que como apóstol se sentía llamado a cumplir, obstaculizaban aún más la redacción de un programa partidario a la vez que generaba el rechazo no sólo de las demás fuerzas políticas sino de muchos dirigentes radicales. Un año más tarde, desde su absoluta intransigencia, provocó la crisis y desorganización del partido que comenzó una etapa de dispersión y dificultó la reorganización24 que continuó tras la frustrada revolución de 1905. Quienes en la Capital Federal disentían con las prácticas discursivas y políticas de Yrigoyen se manifestaron públicamente en 1909 con un manifiesto crítico de la conducción personalista, la falta de programa la política abstencionista y la falta de renovación de las autoridades del Comité Nacional.25 Yrigoyen se mantuvo firme en sus principios y reiteró la abstención en las elecciones de 1910. Entre 1912 y 1916, se intensificó la organización partidaria y comenzaron a surgir nuevos problemas que se agudizaron cuando las garantías otorgadas por la nueva ley electoral llevaron a los radicales a asumir el hecho de que la reparación podía llevarse a cabo a través de elecciones y desde el gobierno. La mayoría de quienes habían propiciado la concurrencia a elecciones en 1909 decidieron, sin esperar la discusión del Comité Nacional, la concurrencia a los comicios de 24

Manifiesto de febrero de 1904 que precedió a la revolución de 1905. El Dr. Pedro Molina, prestigioso dirigente cordobés y ex presidente del Comité Nacional brindó su apoyo a los dirigentes de la Capital y a su postura antipersonalista y concurrencista. Unos meses antes se había producido la polémica de Pedro Molina con Yrigoyen en torno al proteccionismo económico. 25

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

30


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

marzo-abril de 1912. Oponiéndose a la dirección de Yrigoyen, los concurrencistas ganaron las elecciones en la Capital y en la provincia de Santa Fe donde triunfó por primera vez el radicalismo con la fórmula Manuel Menchaca-Ricardo Caballero. A partir de ese momento se hizo perentoria la exigencia de convertir al radicalismo “en un gran partido de estructura moderna, con instituciones para su gobierno y desenvolvimiento (...) con programa de ideas”.26 Ese objetivo alentó una tendencia que se proponía acercar e incorporar al radicalismo elementos independientes o provenientes de otros partidos.27 Se fueron sumando los intelectuales y profesionales de las nuevas clases medias que aspiraban a una mayor participación política así como sectores conservadores e independientes que integraron los cuadros locales de dirección y a los que los radicales de la primera hora denominaron “neo radicales”.28 El radicalismo, aún antes de acceder al gobierno nacional, llevaba en su seno la semilla de la disidencia. Alem o Yrigoyen, abstención o participación, movimiento o partido, radicales viejos o neorradicales, pluralidad u homogeneidad, sectores sociales con diferentes intereses y también ambiciones personales constituyeron los hilos con los que iba a tejerse la trama de la futura escisión antipersonalista. El campo ideológico se constituyó en un lugar de competencia entre individuos que se disputaban bienes simbólicos con el fin de captar una audiencia, dar una idea favorable de sí mismos y una imagen negativa de su rival y atraer apoyos. La opinión se constituyó en el lugar simbólico de la lucha por el poder, centro de producción y de disputa discursiva en torno de la organización de proyectos y prácticas políticas.

26

Discursos parlamentarios y documentos políticos del Dr. Ricardo Caballero, p. 257. Manifiesto del Comité Nacional, 30 de agosto de 1912: “El Comité Nacional, ante la jubilosa esperanza de alcanzar por la paz bajo los auspicios del derecho electoral, las reivindicaciones morales y políticas, ha sancionado una nueva reorganización general, con carácter de la más amplia convocatoria pública. (...) La Unión Cívica Radical se dirige a todos los argentinos, incitándolos a incorporarse, para robustecer la acción de sus austeros principios, en pos de los superiores objetivos que encendieran su fe en la vasta y azarosa obra. (...) Incita a concurrir a todos los ciudadanos que (...) quieran solidarizarse con la ímproba pero honrosa tarea que desde un cuarto de siglo está consagrada”. 28 Félix Luna expresó refiriéndose a estos recién llegados o radicales nuevos que “eran una plaga mendaz, rapaz y voraz”, producto de la magnanimidad de Yrigoyen. En Luna, Félix, Yrigoyen, Buenos Aires, Sudamericana, 1988, p. 358. 27

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

31


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

Los sucesivos conflictos fueron desplazando los espacios de poder hasta que uno de los grupos identificó su discurso con el sujeto simbólico –pueblo, patria, nación– e instaló la ideología en el poder. El ascenso de Yrigoyen a la presidencia en 1916 le permitió reunir el poder político con el poder simbólico y convertirse en el emisor privilegiado de las significaciones y el depositario legítimo del poder del pueblo soberano que se encarnó en un líder que lo instituía, lo controlaba y lo restablecía. Se constituyó entonces un campo político con aspiraciones totalizantes que presionaba para obtener el consenso unánime de todos los actores sociales denunciando al mismo tiempo toda conducta opuesta a la unanimidad y a la adhesión como sospechosa y amenazadora.29 No obstante, tras la ilusión de la unanimidad, se ocultaban otras potencialidades. El movimiento disidente se consolidó en el Congreso en abierta oposición a las prácticas discursivas y políticas del Poder ejecutivo. Los enfrentamientos se reprodujeron en la mayoría de las provincias, incluida la poderosa Buenos Aires, y tuvieron distintos orígenes aunque en la base de todas las disputas estaba la lucha por el manejo de los recursos estatales y por los ascensos en la escala de poder dentro de la organización del partido. En definitiva, para 1918 el partido estaba dividido en todos los distritos en distintas facciones que estaban geográficamente concentradas y organizadas todavía, en la periferia del partido. Si bien muchos de los líderes disidentes contaban con algún recurso para utilizar en la disputa del poder, Yrigoyen tenía todavía la suficiente libertad de acción y contaba con una coalición dominante débilmente institucionalizada pero unida y estable debido a su carisma, que le permitía resistir el asalto de los adversarios internos. Eso le permitió designar a Marcelo T. de Alvear como candidato a la presidencia y a uno de sus fieles correligionarios, Elpidio González para la vicepresidencia. Nacimiento y consolidación de la Unión Cívica Radical Antipersonalista

29

Piñeiro, Elena T., “Espacio simbólico, ideología y poder: relaciones entre prácticas discursivas y procesos políticos” en Colección, Año VIII, N° 13, 2003, p. 214. Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

32


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

En las elecciones de 1922, que dieron el triunfo a la Unión Cívica Radical con el 47,75% de los votos, las disidencias radicales obtuvieron sólo el 6,67% de los votos, siete electores al colegio electoral y la mayoría en Salta, Mendoza, San Juan y Tucumán.30 Alvear decidió gobernar con total independencia. La designación del gabinete fue el primer paso. Sólo la mitad de los ministros eran figuras políticamente activas; el ministro del Interior no pertenecía al radicalismo; los ministros radicales eran notorios antiyrigoyenistas con la sola excepción del ex-gobernador cordobés, Eufrasio Loza. Fracasadas las aspiraciones electorales de los sectores antiyrigoyenistas, muchos de los disidentes vieron en Alvear la posibilidad de concretar sus objetivos de reorganizar el partido bajo un nuevo liderazgo y se reforzó la cohesión de las facciones opositoras al ex presidente. Se definieron claramente dos tendencias: la de quienes pensaron que Alvear iba a desempeñarse como “personero del mandatario saliente” quien mantendría todas las facultades de gobierno, y la de quienes creían que había llegado el momento de gobernar de acuerdo con la Constitución defendiendo la adecuada relación e independencia entre los poderes Ejecutivo y Legislativo. El 8 de junio de 1923, un Manifiesto firmado por los senadores Vicente C. Gallo, Segundo B. Gallo, Ramón Gómez, Leopoldo Melo, Ramón Paz Posse, Fernando Saguier, Pedro Numa Soto, Martín M. Torino y Pedro Larlús, anunciaba la constitución de un bloque antipersonalista que acordaría su voto con los conservadores, y ofrecía la justificación de dicha actitud y terminaba advirtiendo que: “La solidaridad no es sumisión a jefaturas ni abdicación de la voluntad, sino armonía fecunda de derechos y deberes recíprocos”.31 Los enfrentamientos discursivos se reflejaron en ambas Cámaras del Congreso en términos de “contubernistas” y “genuflexos”, acusaciones con las que cada facción buscaba deslegitimar al adversario. Los antipersonalistas sostenían que el radicalismo debía fundar su eficiencia en el gobierno en su integridad moral, en una amplia reorganización 30

Cantón, Darío, Elecciones y partidos políticos en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI, 1973, Apéndice, p. 268. Mario Rivarola en la Revista Argentina de Ciencias Políticas sostenía que “bajo la denominación de partido radical principista una parte de los ciudadanos afiliados al partido radical que votó en las elecciones de 1916, ahora, teniendo a su frente ex legisladores elegidos por el mismo partido, ha votado en 1922 por una fórmula distinta de la de Alvear- González, compuesta por un ex gobernador y un ex diputado radicales”. 31 Alén Lascano, Luis C., La Argentina Ilusionada (1922-1930), Buenos Aires, Ed. La Bastilla, 1977, p. 71. Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

33


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

democrática fundada en un programa de principios “descartando la encrucijada de la intriga y del resorte oficial (...) despojados de la ambición que subalterniza y el personalismo que corroe”. Los “yrigoyenistas” afirmaban que el movimiento cívico liderado por Alem se reducía a una reforma meramente política cuyo objetivo no era otro que beneficiar a quienes habían sido excluidos del gobierno por los hombres del “régimen”.

En cambio, Hipólito Yrigoyen había dado expresión a las esperanzas

populares incorporando a las ideas políticas las preocupaciones sociales. Cada uno de los grupos rivales trataba de producir un discurso de legitimación y justificación para ocupar la posición dominante.32 El avance antipersonalista se perfiló tras la renuncia del Ministro del Interior, doctor Matienzo, el 26 de noviembre de dicho año y la designación del doctor Vicente C. Gallo en ese cargo. Algunos comentarios sostenían que la designación de Gallo en el Ministerio se había pensado como solución conciliatoria entre las líneas internas del partido, puesto que el nuevo ministro no se había definido decisivamente en los conflictos internos cuando la influencia de Yrigoyen se ponía en juego.33 En realidad, las relaciones de Alvear con el partido radical habían empeorado durante el año 23, en razón de las medidas tomadas por el gobierno para reducir el gasto público que perjudicaban la acción de los caudillos comiteriles quienes, privados de suficientes cargos para repartir, veían debilitadas sus posiciones. A ello debía sumarse el enfrentamiento con el vicepresidente Elpidio González, de neta raigambre yrigoyenista, y la negativa a apoyar el amplio plan de obras públicas propuesto por Eufrasio Loza, el único ministro yrigoyenista del gabinete. Parecía bastante lógico que el presidente tratara de consolidar su posición acercándose al sector antipersonalista que en las elecciones a gobernadores de 1924 se había impuesto en Entre Ríos, Santa Fe y Santiago del Estero y contaba con el apoyo del cantonismo y el lencinismo. En octubre de 1924, tras las elecciones provinciales, se concretó la división del radicalismo en todo el país. Se anunció la creación de la Unión Cívica Radical Antipersonalista cuyo Comité Nacional fue presidido por el doctor Martín M. Torino. La

32 33

Congreso Nacional, Honorable Cámara de Senadores, 2ª. Sesión Ordinaria, 1° de julio de 1924. Revista Argentina de Ciencias Políticas, Año XIV, Tomo XXVII, N° 149, pp. 268-271.

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

34


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

actuación del Ministro del Interior agudizó los enfrentamientos. La Época lo acusaba de utilizar las mismas técnicas de patronazgo con las que el ex-presidente había buscado obtener apoyo y de acudir al recurso de la intervención federal en las provincias dominadas por el yrigoyenismo, especialmente en el fuerte bastión de la provincia de Buenos Aires. Los repetidos intentos de intervenir la provincia –1924, 1925 y 1927– fracasaron y provocaron en primer lugar la renuncia de Gallo, fue sustituido por José P. Tamborini34, cuyo nombramiento fue parte de un intento de conciliación entre ambos radicalismos, conciliación que, por otra parte, el presidente necesitaba para evitar la parálisis legislativa. Alvear no estaba decidido a alinearse definitivamente con el Antipersonalismo. Pretendía establecer una diferencia concluyente entre las prácticas políticas de su gobierno y las desarrolladas por Yrigoyen. Por otra parte, además de no existir fundamentos sólidos para justificar una intervención, deseaba privilegiar la unidad del partido y comprendía que una intervención a la provincia provocaría un cisma definitivo que además, paralizaría los mecanismos parlamentarios y dificultaría sus iniciativas en materia legislativa. La acción del presidente frente a las elecciones provinciales y la amenaza de la intervención fueron decisivos para obligar a la Convención Radical a proclamar, el 31 de octubre de 1925, a un candidato, Valentín Vergara, que no fue digitado por Yrigoyen. Los antipersonalistas bonaerenses se abstuvieron al igual que los conservadores. En las elecciones de 1926 solamente obtuvieron el 17,25% de los votos. Los analistas políticos de la época calculaban que diez mil antipersonalistas habían vuelto al redil yrigoyenista porque habían perdido la confianza que tenían dos años antes. Pese a ello, el 24 de abril de 1927 se reunió la Convención Nacional de la UCR Antipersonalista para elegir a los candidatos para las próximas elecciones nacionales y consagró la fórmula Vicente C. Gallo-Leopoldo Melo. La elección de Gallo tenía por objeto obtener el apoyo no sólo de los antipersonalistas de las provincias del Noroeste sino también el de núcleos radicales yrigoyenistas del Interior. Sin embargo, la fórmula fue

34

Archivo del Dr. Vicente C. Gallo. Documentos personales. Mensaje de Vicente C. Gallo a Ramón Paz Posse, 26 de marzo (1925). Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

35


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

encabezada por Leopoldo Melo.35 La elección de Melo para el primer término de la fórmula podía tener dos razones desde la perspectiva de Alvear: impedir el triunfo de la UCR Antipersonalista y lograr así la unificación del radicalismo, o contar con un sucesor que le permitiera aspirar a un segundo período de gobierno. El 14 de febrero de 1928, La Prensa publicaba el Manifiesto Electoral de la Unión Cívica Radical Antipersonalista que en su Preámbulo denunciaba graves amenazas para el régimen institucional de la Nación, reprobables procedimientos y una prédica anárquica y disolvente. Se presentaban como “la expresión disciplinada de las fuerzas que habían resistido la tendencia absorbente del personalismo” y anunciaban que se habían organizado, reunido sus órganos partidarios, sancionado un programa y elegido candidatos para iniciar una campaña activa y popular.36 Una federación de partidos conservadores del Interior dio su apoyo al documento. En agosto de 1927, un comentario aparecido en la Revista Argentina de Ciencias Políticas sugería que los apoyos eran frágiles y que los antipersonalistas podrían perder los votos conservadores37. Tal vez esa fragilidad fue la que indujo a los candidatos antipersonalistas a plantear nuevamente la cuestión de la intervención a Buenos Aires ante el presidente Alvear como único medio de evitar el triunfo de Yrigoyen. El presidente convocó a un acuerdo de ministros para tratar el tema. El gabinete en pleno estimó que la intervención era improcedente, criterio que Alvear compartió dando por concluido el asunto.38 Evidentemente la barca antipersonalista estaba en problemas. Desvanecida la posibilidad de contar con el apoyo oficial, sin acciones políticas eficaces con los que avalar su propaganda electoral, el apoyo de las fuerzas políticas de la derecha, de los representantes de la banca, el comercio y la industria, y de importantes núcleos de

35

Fuentes cercanas a Vicente C. Gallo sostienen que su candidatura a la presidencia estaba asegurada hasta que Alvear lo convenció para que se bajara y aceptara la vicepresidencia. Entrevista a la señora María Angélica Gallo de López Novillo, hija menor del Dr. Gallo, julio de 2004. 36 La Prensa, Buenos Aires, 14 de febrero de 1928, Manifiesto Electoral Antipersonalista. 37 Revista Argentina de Ciencias Políticas, agosto 1927. El comentario afirmaba que “a pesar de su prédica no deja de mostrar que no ha conseguido independencia ni olvidar los hábitos que el partido unido estuvo acostumbrado a seguir bajo la dirección única que lo llevó al triunfo en 1916”. 38 Gallardo, Ángel, Memorias de Ángel Gallardo, Buenos Aires, Ed. Elefante Blanco, 2003, p. 516. Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

36


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

propietarios conscientes al que aludían en el Manifiesto, poco podían contribuir a evitar el naufragio. El yrigoyenismo por su parte, aún sin contar con una plataforma electoral, desplegó en el curso del debate sobre el tema petrolero los rasgos de un partido de ideas y capitalizó los errores de sus adversarios. Así lo entendió el electorado que dio el triunfo a Yrigoyen, quien llegó nuevamente a la presidencia con el 57,41 % de los votos. La UCR Antipersonalista obtuvo solamente el 10, 63% poniendo de manifiesto su debilidad y la falta de apoyos políticos suficientes. El fracaso electoral reprodujo la lógica facciosa del radicalismo. Comenzaron las divisiones que ya preanunciaban los caminos que tomarían luego de producida la revolución de 1930: reintegrarse al radicalismo; hacer acuerdos con otros partidos o mantener una posición independiente. La constitución de la “Concordancia” y los vaivenes del antipersonalismo

Tras el golpe de estado y el derrocamiento del gobierno, los radicales tendieron a buscar la unidad porque el objetivo central era lograr la supervivencia del partido en un ambiente hostil que acentuaba los intentos de cohesión.39 Esos intentos enfrentaron crecientes dificultades aunque en principio se constituyó, la Junta del City integrada tanto por antipersonalistas como por yrigoyenistas. No obstante, tanto las declaraciones de Alvear como las de Vicente C. Gallo, provocaron el alejamiento de muchos dirigentes antipersonalistas entre los que se contaban el general Justo, Leopoldo Melo y Cantoni, al defender el derecho del radicalismo a reorganizarse integrando a todos los sectores40, y al señalar las prácticas políticas y los códigos a los que el partido debía ajustarse si quería reorganizarse con éxito proporcionando una misma red de sentido y finalidad que ocultaba las oposiciones, 39

Persello, Ana Virginia, “El radicalismo santafesino entre 1930 y 1943”, en Melón Pirro, Julio César y Pastoriza, Elisa (ed.), Los Caminos de la Democracia. Alternativas y prácticas políticas, 1900-1943, Mar del Plata, Ed. Biblos, pp. 101-112. 40 Luna, Félix, Alvear, Buenos Aires, Ed. Libros Argentinos, s/f, p. 88. Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

37


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

resistencias potenciales y esperanzas insatisfechas de buena parte de la elite partidaria.41 Aquellos antipersonalistas que lucharon para imponer su hegemonía dentro del partido sin excluir a los personalistas permanecieron en la Junta del City. Quienes dentro del antipersonalismo no compartían la idea de integrar a los personalistas, decidieron enfrentarse a Alvear y, con el liderazgo de Leopoldo Melo42, organizaron su propia Junta Reorganizadora en el Hotel Castelar desde donde se prepararía la coalición que apoyaría la candidatura de Justo.43 El llamado a elecciones presidenciales en noviembre de 1931 puso en evidencia los enfrentamientos en el seno de la UCR que se materializaron en dos candidaturas: la de Alvear, sostenida por los yrigoyenistas pero pasible de veto por parte del gobierno, y la de Vicente C. Gallo, que no presentaba objeción a las autoridades de facto. El veto de la candidatura de Alvear por el gobierno de facto marcó el fracaso de la estrategia antipersonalista y de las aspiraciones presidenciales de Vicente Gallo. El radicalismo volvió entonces a la abstención, lo que le permitió al partido recuperar su protagonismo, deslegitimar al futuro gobierno y consolidar la hegemonía alvearista que buscó en todo momento la integración y armonía de todos los sectores partidarios. Por su parte, los partidos radicales antipersonalistas provinciales, el Partido Demócrata Nacional y el Partido Socialista Independiente, conformaron una coalición, la “Concordancia” para apoyar la fórmula Agustín P. Justo-Julio A. Roca. Los antipersonalistas entrerrianos mantuvieron su independencia tanto de unos como de otros. El triunfo electoral de Justo y su acceso a la presidencia marcaron el triunfo de la Concordancia y de los antipersonalistas que la integraban. No obstante, si Justo no quería quedar en manos de la mayoría conservadora necesitaba incrementar el peso de los radicales dentro de la Concordancia y para eso necesitaba contar con la Unión Cívica Radical y el apoyo de Alvear. 41

Carta del Dr. Vicente C. Gallo al Dr. Dionisio Peñaloza Vera, Buenos Aires, 18 de marzo de 1931. Aporte documental del Ing. Enrique Peñaloza Cañeta al historiador Hugo O. Quevedo. Citado en: Quevedo, Hugo O., La Unión Cívica Radical en La Rioja, Segunda parte 1923/1940, op. cit., p. 77. 42 Melo renegaba así de su pertenencia al radicalismo al que había representado como diputado y senador por Entre Ríos. Gallo en cambio se reincorporó nuevamente a la UCR aunque mantuvo su posición antiyrigoyenista. 43 Luna, Félix, Alvear, op. cit., p. 88. Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

38


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

Las relaciones del gobierno con el radicalismo mostraron cierta duplicidad. En realidad, las prácticas discursivas de los allegados a Justo manifestaban en todos los ámbitos de sociabilidad –incluido el Jockey Club– la intención oficial de buscar el apoyo del partido radical para poder gobernar el país. Esa aparente comunión, sin embargo, estaba orientada a aquietar a la masa radical molesta por la exclusión y por el rumbo marcado por el gobierno. El radicalismo al que aludía el gobierno no era el de la masa sino el de los dirigentes antipersonalistas que habían permanecido en el partido y en particular los radicales gubernistas de las provincias y de la Capital, entre ellos Ricardo Caballero, que ofrecían acuerdos. Algunos pensaban que esas manifestaciones de amistad tenían por objeto provocar la inacción partidaria y atraer a las fracciones que no comulgaban con la posición populista. En definitiva, una farsa bien urdida para dividir al partido. El radicalismo “concordancista” mostró, luego de realizadas las elecciones presidenciales, que distaba mucho de constituir un partido y parecía más bien una asociación transitoria y coyuntural que operaba solamente en época de elecciones. Pese a autodenominarse “antipersonalista”, estaba dividido por las ambiciones personales de sus principales dirigentes. Había comenzado a reorganizarse en las provincias44poniendo en evidencia su débil institucionalización y la inexistencia de una coalición dominante capaz de controlar las zonas de incertidumbre organizativa.45 Además, los conflictos internos se producían en razón de cambios en el centro de gravedad del poder. Generalmente cuando estaba en juego la capacidad de distribuir incentivos colectivos y/o selectivos la organización entraba en crisis. La convocatoria a elecciones nacionales y municipales a principios de 1934 produjo reacomodamientos y divisiones en el antipersonalismo y estimuló el concurrencismo dentro del radicalismo que respondía al Comité Nacional presidido por Alvear. Los

principales

dirigentes

antipersonalistas

apoyaron

las

tentativas

concurrencistas. La posibilidad de que el radicalismo concurriera a los comicios impulsó a

44

La Prensa, 10 de diciembre de 1931. Panebianco, Angelo, op. cit. Son los recursos cuyo control permite a ciertos actores desequilibrar en su favor los juegos de poder. 45

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

39


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

muchos partidos antipersonalistas de las provincias a abandonar la Concordancia y buscar la unificación. Tanto en la Capital Federal como en la provincia de Buenos Aires los antipersonalistas que integraban la Concordancia se dividieron. En tanto un sector confirmó su adhesión al gobierno, otro estuvo a favor del concurrencismo radical y de la unificación del partido. Las elecciones nacionales del 4 de marzo en la provincia de Buenos Aires demostraron que si los radicales se unificaban y concurrían a los comicios podían poner en aprietos a los conservadores bonaerenses. En Tucumán, 1934 fue año de elecciones. Por primera vez desde la revolución de septiembre la Unión Cívica Radical (CN) optó por el concurrencismo bajo el liderazgo del doctor M. Campero y con el auspicio de Vicente C. Gallo, a quien, como sugerían algunos, el triunfo del partido en Tucumán le permitiría pensar en una hipotética candidatura presidencial. El partido se impuso con 45.000 votos, seguido por el Partido Demócrata Nacional y Defensa Provincial Bandera Blanca. También se presentó en la elección a legisladores provinciales en la que obtuvo 11 diputados y 8 senadores.46 En esas elecciones, que legitimaban su gobierno al poner en evidencia que “los partidos gozaban de garantías y que la opinión radical del país había vivido erróneamente encastillada en el criterio abstencionista”47, Justo abandonó definitivamente a Nougués quien

lo había

apoyado consecuentemente y se alineó con el radicalismo triunfante. En cambio, la Mesa Directiva, el Comité Nacional, decidió interrumpir la relación con las autoridades partidarias de Tucumán “que habían roto la unidad de acción y de propósitos”. Los conflictos entre los partidos que integraban la Concordancia fueron numerosos y abundaron denuncias de fraude y manipulación electoral. Los debates parlamentarios pusieron en evidencia estos problemas y menudearon los pedidos de intervención a algunas provincias. También se denunció el uso que los partidos de la Concordancia hacían de los ciudadanos que vivían en los territorios nacionales a los que se obligaba a votar en las provincias vecinas. 46

Ibíd., p. 12.

47

Congreso Nacional, Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, 6ª. Sesión preparatoria, Intervención del diputado por Santa Fe, Bosano Ansaldo. Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

40


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

Alvear desembarcó en Buenos Aires el 19 de octubre de 1934. En esa ocasión pronunció un discurso en el que llamaba a defender las instituciones y los derechos ciudadanos, aludía al “depósito sagrado” que les habían legado los fundadores del partido y llamaba a la unidad para servir los intereses que el partido les había confiado.48 El discurso evocaba el legado histórico y apelaba, desde ese legado, a la unidad partidaria integrando en un mismo espacio simbólico las ideas de Alem y de Yrigoyen. Honorio Pueyrredón, por su parte, al comenzar sus deliberaciones la Convención de la Unión Cívica Radical, retomaba el discurso yrigoyenista afirmando que el radicalismo estaba por encima de los partidos políticos porque era una fuerza espiritual, un estado de conciencia que radicaba en el alma del pueblo. Agregaba que era “el pueblo mismo” con sus virtudes, su idealismo y su instinto y por eso había sobrevivido “a través de medio siglo de embates, persecuciones e infortunio”.49 Dirigido a lo que Panebianco denomina „la comunidad de los creyentes”, buscaba reforzar la identidad colectiva refiriéndose ritualmente a las metas ideológicas. Si el partido era el pueblo mismo, no podía continuar en la abstención. Los radicales necesitaban unificarse y concurrir a elecciones si querían frenar el avance sostenido del Partido Demócrata Nacional en la mayoría de las provincias. El 3 de enero de 1935, la Convención Nacional aprobó el despacho que aconsejaba la concurrencia a los comicios por 93 votos a favor y el partido unificado ganó las elecciones de gobernador en Entre Ríos y Tucumán. Si la Concordancia seguía perdiendo elecciones gubernativas en las provincias, el oficialismo quedaría en una situación comprometida, el antipersonalismo se debilitaría y el presidente Justo quedaría en manos de los conservadores y no estaría en condiciones de designar a su sucesor. Por ende, las elecciones a gobernador en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba eran cruciales. El fraude y la intervención lograron conjurar el peligro en las dos primeras; en Tucumán y Córdoba triunfó el radicalismo del Comité Nacional.

48 49

La Nación, 20 de octubre de 1934. La Prensa, 31 de diciembre de 1934, pág. 8.

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

41


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

Si bien el gobierno buscó un acercamiento con la UCR (CN) y en el Congreso los diputados radicales acordaron su “colaboración” con el oficialismo, las elecciones gubernativas de Santa Fe –en las que el radicalismo fue derrotado merced a un notorio fraude– dieron por tierra con los intentos de acercamiento. El triunfo del antipersonalismo en Santa Fe podía haber sido la oportunidad de consolidar el partido dentro de la Concordancia para imponer un binomio netamente antipersonalista en las elecciones presidenciales. Pero el antipersonalismo concordancista no contaba con una estructura nacional sólida y tampoco había tenido éxito en la construcción de un espacio simbólico. Cuando terminaba una elección los partidarios se disgregaban, los comités se cerraban y no subsistía una estructura permanente. Generalmente se clausuraba también el Comité Nacional porque los dirigentes dejaban de concurrir. El partido constantemente se desbandaba y volvía a reorganizarse ante cada elección. Por ende, y tras laboriosas gestiones la fórmula presidencial para las elecciones de 1937, quedó integrada por un radical antipersonalista –Ortiz– y un conservador catamarqueño, Castillo. La candidatura de Ortiz estimuló nuevamente la reorganización de la UCR Antipersonalista en todas las provincias y finalmente se estableció una Junta Reorganizadora Nacional dirigida por Ricardo Caballero y Guillermo O‟Reilly. Muchos radicales, especialmente en la provincia de Entre Ríos comenzaron a abandonar el radicalismo del Comité Nacional para pasarse al antipersonalismo. El fraudulento triunfo de Ortiz no sólo marcó

el resurgimiento del

antipersonalismo sino que aumentó las esperanzas de una reunificación radical porque el presidente, al igual que lo había hecho Sáenz Peña en otra época, quería recuperar el espacio simbólico que el partido había construido en el momento de su fundación. Los conservadores fueron duramente atacados en todas las provincias donde se denunciaron elecciones fraudulentas, en particular la poderosa Buenos Aires, Catamarca – suelo natal del vicepresidente Castillo–, San Juan y Mendoza. También lo fueron los antipersonalistas de Santa Fe que ganaron con fraude la elección a gobernador dividiendo nuevamente las aguas. La intervención a la provincia fue apoyada por un sector del antipersonalismo que hizo causa común en la Cámara de Diputados con los radicales. Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

42


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2 Evidentemente,

el

Julio 2012

antipersonalismo

no

conseguía

ISSN 2250-6772

consolidarse

ni

institucionalizarse con fuerza a nivel nacional porque carecía de un liderazgo carismático y de una coalición dominante, aunque inicialmente cobrara peso el accionar del presidente. Cuando Ortiz, gravemente enfermo, delegó primero y renunció después al poder en el vicepresidente conservador, fortaleció la posición de los conservadores dentro de una coalición –la Concordancia– de la que, en muchos casos, sólo quedaba el nombre. Para fines de 1941, el plan de saneamiento cívico del presidente Ortiz hacía agua en la mayoría de las provincias debido al triunfo de los candidatos del Partido Demócrata Nacional. La muerte de Alvear –el 23 de abril de 1942– y la de Vicente C. Gallo –el 3 de junio de ese mismo año– minaron aún más la situación de ambos radicalismos. Especialmente la de Gallo que, aunque alejado de la política, todavía gozaba de influencia en las provincias del Noroeste. A principios de 1943, todas las provincias con excepción de Córdoba –gobernada por Santiago H. del Castillo (sabattinista)– estaban en manos de la Concordancia dominada ahora por los conservadores. Los radicales habían comenzado a emprender conversaciones con representantes de diversas entidades para formar una alianza de partidos democráticos que presentaran una fórmula común para los comicios presidenciales.50 También la UCR Junta Reorganizadora (antipersonalista) se reunió para confirmar las autoridades existentes y pronunciarse sobre la futura actuación partidaria. Se discutieron tres posibles cursos de acción: concurrir separadamente al comicio; formar parte con la UCR de la proyectada Unión Democrática; o mantener la Concordancia. Descartada la primera, por cuanto era utópico pensar en el triunfo, se dejó de lado la segunda porque la mayoría del radicalismo unionista no se ajustaba a los principios democráticos y habían admitido la colaboración de organizaciones comunistas. Por ende, la única solución posible era continuar integrando la Concordancia y apoyar la formación de una fórmula conjunta para las elecciones presidenciales.51 Finalmente, la mayoría de los

50 51

La Prensa, 5 de febrero de 1943, p. 7. Ibíd., 18 de febrero de 1943, p. 8.

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

43


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

antipersonalistas apoyó la candidatura de Robustiano Patrón Costas y permaneció en la Concordancia. Las elecciones de marzo de 1942 y las presidenciales de 1943 potenciaron las líneas de fractura y pusieron de manifiesto la debilidad del antipersonalismo que continuó dividido y desorganizado pese a los esfuerzos de algunos dirigentes como Guillermo O`Reilly. La lógica facciosa continuó operando en ambos radicalismos y en todas las provincias se produjeron divisiones y realineamientos hasta que el golpe militar de 1943 puso fin a todas las alternativas políticas. El surgimiento del peronismo provocó nuevas divisiones y alineamientos en el seno del radicalismo. Los jóvenes radicales de FORJA y sectores personalistas y antipersonalistas que integraban la UCR Junta Renovadora se unieron al Partido Laborista para apoyar la candidatura Perón-Quijano en las elecciones de febrero de 1946. El resto de los radicales se unificó en la Unión Cívica Radical que lideró la Unión Democrática que enfrentó al peronismo. Conclusiones El “antipersonalismo” surgió como tendencia formada por

un conjunto

heterogéneo de dirigentes radicales de las provincias que antes de 1916 colaboraron intensamente en la reorganización del partido y que, una vez obtenido el gobierno, comenzaron a oponerse a la hegemonía del sector liderado por el presidente, se separaron del partido y constituyeron formalmente otro con el que se presentaron a elecciones presidenciales en 1928. En esas elecciones, la UCR Antipersonalista no contó con los recursos electorales necesarios para llegar al gobierno porque no logró dominar la poderosa provincia de Buenos Aires. Tampoco fue afortunada la elección de Leopoldo Melo como candidato presidencial puesto que Vicente C. Gallo tenía fuertes apoyos en las provincias del Noroeste y contaba con las simpatías de muchos yrigoyenistas del Interior. Por otra parte, la UCR Antipersonalista no consiguió institucionalizarse sólidamente a nivel nacional Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

44


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

como partido principista y democrático y reprodujo en su interior las mismas luchas facciosas que habían afectado al radicalismo. Sin embargo, desempeñó un papel importante dentro de la Concordancia como soporte principal del presidente Justo, quien, aunque nunca lo manifestó abiertamente, buscaba en el radicalismo el apoyo necesario para contener dentro de la coalición el avance de los conservadores y aspiraba a colaborar en la reunificación partidaria en el futuro. En definitiva, pese a la derrota sufrida en las elecciones presidenciales de 1928, el antipersonalismo jugó un papel importante en la política argentina en los trece años que precedieron a la revolución de 1943. Los antiguos dirigentes antipersonalistas que regresaron a la Unión Cívica Radical en el momento de su reorganización constituyeron un importante apoyo para Alvear en los momentos difíciles y, al mismo tiempo, mantuvieron relaciones con los partidos antipersonalistas de las provincias facilitando la unificación y el concurrencismo. Quienes siguieron a Justo y se integraron en la Concordancia junto con los socialistas independientes, avalaron su candidatura con un caudal de votos propios que le permitieron, una vez llegado a la presidencia, actuar con suficiente independencia frente a las presiones del Partido Demócrata Nacional. La UCR Antipersonalista no logró llegar al poder a pesar de contar con apoyos extrapartidarios. Aunque en el nivel discursivo los antipersonalistas trataron de crear un nuevo imaginario que designara la potencialidad de los descontentos y produjera un nuevo proyecto político, en la práctica no lograron movilizar al electorado ni investir realmente el poder. El hecho central de que los antipersonalistas siguieran reconociéndose ante todo como radicales facilitó su reinserción en el partido originario que se constituyó en el principal opositor al peronismo.

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

45


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

Notas de investigación sobre el consumo en el interior de Argentina dentro del período de formación del mercado interno y nacional, ca. 1890-1945 por Leonardo Ledesma 52

En el año 1998 la Revista Desarrollo Económico publicaba uno de los artículos más emblemáticos –y considerado ya clásico- de la Historia del consumo argentino. Se trataba de “Consumir es un placer: la industria y la expansión de la demanda en Buenos Aires a la vuelta del siglo pasado”. Allí, Fernando Rocchi, su autor, comentaba: “...este trabajo –centrado en Buenos Aires, la metrópoli que experimentó los mayores cambios- intenta promover el debate en torno de un tema casi ausente en la historiografía argentina, el del consumo. Siendo un fenómeno reciente, el consumo como objeto de estudio ha generado en otras latitudes un furor que no encuentra demasiados paralelos en el desarrollo de la ciencia histórica (...) en la Argentina, estudiar la evolución del consumo es, entonces, casi sumergirse en el vacío...” (Rocchi, F. 1998: 534) En ese trabajo pionero y en consonancia con las transformaciones en las interpretaciones históricas que esta línea de análisis venía realizando a nivel internacional, Fernando Rocchi además realizaba toda una apuesta historiográfica. Marcaba que la originalidad del enfoque en los estudios sobre el consumo prometía, también en Argentina, una verdadera revolución historiográfica al permitir la confluencia de una vibrante Historia cultural con la de una Historia económica dominada por un cuantitativismo que mostraba ya, por los años noventa, claros síntomas de agotamiento. Fernando Rocchi, aquel que sentaba las bases para la Historia del consumo en Argentina es hoy mi director de tesis doctoral. En la última reunión de trabajo concertada para fijar los avances del 52

Licenciado en Historia (FCH-UNLPam). Becario Conicet. Doctorando en Historia y Profesor-Asistente en la Universidad Torcuato Di Tella. Integrante del Programa de Investigación en Historia Regional en el Proyecto “Instituciones, actores y prácticas. Sociedad y economía en La Pampa, siglos XIX y XX”, del Instituto de Estudios Socio-Históricos (UNLPam) Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

46


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

proyecto de tesis y del curso de la investigación, Fernando comentaba que cuando comenzó sus análisis del consumo de Buenos Aires, esperaba que, o bien antes o después, se plagara de estudios de este tipo. Sin embargo, ello no sucedió. Y aún hoy, casi 15 años después de la aparición de sus primeros artículos, estudiar el consumo en Argentina posee mucho de esa sensación que tan bien describía Fernando sobre fines de los noventa. Pues, hoy, concentrarse en las dinámicas del consumismo y más aún, en el complejo proceso de conformación de una sociedad de consumo de masas en Argentina, sigue siendo, un buceo por complicados mares. Tal como puede entreverse, mis intereses en investigación se enmarcan dentro de esta línea historiográfica. Respetando los escasos avances que se han venido realizando a nivel nacional en los últimos veinte años, mi estudio buscará extender el marco de análisis y de interpretación hacia aquellas áreas del interior del país de las que aún hoy se sabe muy poco. En este sentido, desde el año 2007, mis intereses de investigación se vienen centrando en el mercado de bienes, los consumos –de productos básicos y secundarios- y la alimentación en las áreas del interior de la Argentina. En instancias de mi tesis doctoral, he querido abordar el examen de estos procesos a lo largo del período 1890-1945. He entendido que la temporalidad seleccionada adquiere relevancia al momento de comprender que entre estos años, en la Argentina, tuvieron lugar las condiciones para el crecimiento y consolidación del mercado interno y nacional. En este proceso, los estudios previos han dejado en claro que el mejoramiento en el transporte, el crecimiento demográfico, el aumento del ingreso per capita, la rápida articulación con los mercados externos y el surgimiento de la industria local –de manera que se dispusiera de una mayor oferta de productos- habrían sido algunos de los factores que hacia 1930 habrían posibilitado la consolidación de una sociedad de “consumo de masas”. Sin embargo, la historiografía se ha concentrado en las áreas centrales de la Argentina y sus resultados se han planteado ex aequo a nivel nacional otorgando menor importancia a las zonas rurales y a las regiones del interior del país.53 Por tanto, ello ha conllevado una desconsideración de

53

Los estudios de Arcondo, A. (2002) sobre la alimentación y el consumo alimentario y de Remedi, F. (2006) sobre el consumo alimentario y las condiciones de vida en la Córdoba de fines del siglo XIX y las tres primeras décadas del siglo XX constituyen una valiosa excepción. Sin embargo, ambos estudios se concentran Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

47


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

la dinámica propia que adquirirían estos procesos en otras regiones del país. El resultado ha sido una clara y completa comprensión de los procesos de conformación de una sociedad de consumo de masas en Buenos Aires, pero un desconocimiento de las características de dicho desarrollo para el interior de la Argentina. De allí que entienda que el proceso de conformación del mercado interno nacional es, aún, un tema que reclama un análisis integrado. Realizar contribuciones en este plano es, en efecto, el ambicioso propósito que persigue mi tesis doctoral. Una de las primeras significaciones que posee mi propuesta radica entonces en la gran escasez de investigaciones que caracterizan a este campo historiográfico a nivel nacional. Tal como esbozaba al comienzo, este panorama es un estímulo y un obstáculo a la vez. Frente a la situación de vacío bibliográfico, los aportes desde este campo –por mínimos que pudieran llegar a ser- son de gran utilidad en términos de una línea historiográfica que aun no se ha afianzado dentro de la historiografía argentina. Sin embargo, la imposibilidad de encontrar referencias conceptuales y metodológicas suficientes, hacen que, necesariamente, se deba recurrir a los aportes provenientes de los estudios internacionales y de otras vertientes disciplinares. Así, es posible valerse de interesantes herramientas conceptuales gracias al desarrollo que –en el plano internacional y en las últimas tres décadas- han protagonizado las investigaciones vinculadas al consumo desde el campo de la Economía, de la Sociología del consumo y de la Antropología.54 Desde estas disciplinas, se ha puntualizado sobre los en el consumo alimentario, otorgándole una mayor importancia a la alimentación y a los factores culturales que inciden en las elecciones de los alimentos. En sus estudios, los factores económicos y de mercado no les han merecido la misma atención. 54 La Antropología fue una de las disciplinas que se constituyó como una importante proveedora de nuevas miradas y herramientas. Los aportes provenientes de este campo disciplinar trajeron aparejados cambios conceptuales y en consecuencia aparecieron como problemas de la investigación los estilos de vida –y no ya de clase social- nuevo concepto que daba cuenta que las aspiraciones y la cotidianeidad de los individuos podían determinar el comportamiento de un grupo y a su vez, distinguirlo de los otros (Douglas e Isherwwod 1990; Douglas 1996). Lo mismo cabe plantear para las nociones de gustos de necesidad y gustos de libertad (Bourdieu, P. 1988), y esferas de consumo y producción (Bourdieu, P. 1988). Además nuevas variables comenzaron a ser consideradas y así la novedad, el descubrimiento, la función del consumo como socialización (Lachance & Legault 2007), la utilidad del consumidor, el placer (Cherrier & Lego Munoz 2007; Pettigrew 2005), la eficiencia de la utilidad (Hunter & Garnefeld 2008), las funciones de imitación y de Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

48


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

procesos sociales que configuraron la sociedad consumista –incluso desde una perspectiva identitaria-, sobre las prácticas que organizan el sentido del consumo, los orígenes de la cultura del consumo y el consumo de masas. Vale destacar que estos estudios, en general, se abocan al análisis social contemporáneo. Desde la disciplina histórica, este interés por el consumo ha visto su mayor desarrollo con posterioridad a la década de 1990. Básicamente, la nueva línea historiográfica vinculada a la Historia económica y social tuvo un importante desarrollo en contextos norteamericanos y europeos.55 Desde fechas recientes y dentro de las nuevas perspectivas, también se han incluido estudios de género y se ha propuesto conocer el rol que habrían jugado las mujeres consideradas como una esfera privada del consumo (Hériz Saracibar, I. 2004). Sin embargo, estudios de este tipo no son algo generalizado. Con mayor frecuencia, los historiadores

se

han

abocado

a

examinar

los

comportamientos

económicos

independientemente del género y de otras variables nominales. Puede observarse así un interés por los niveles de ingresos de distintos grupos sociales y por las repercusiones que los tiempos de auges y coyunturas económicas tuvieron sobre sus condiciones y niveles de vida. (González Turmo, I. 1997; Hoyo Aparicio, A. 2002; Villanueva Maruri, R. 1999; Pérez-Castroviejo, P. 2005; Palma Alvarado, D. 2003; Astorga P., Berges A., y Fitzgerald P. 2005).

distinción (Charters & Pettigrew 2007) y demostración, la ética de los consumidores (Brenton & Hacken 2006; Irving, Harrison & Rayner 2002) entre otras, arraigaron en el mundo académico como temas que merecían una atención histórica (Bianchi, M. 1998). 55

Los comienzos del consumo como una temática autónoma dentro de los estudios histórico-económicos son deudores en gran medida de las investigaciones pioneras de Neil McKendrick, Jhon Brewer y J. Plumb correspondientes a la década de 1980. Tras sus análisis, comenzó a articularse –además de por un interés propio, quizá también como una respuesta al auge de la cliometría- un nuevo campo de estudio que centraba sus preocupaciones en la demanda. Esta nueva vertiente en estudios de Historia económica fue conocida como consumerism, o perspectiva centrada en el consumidor. Con estos estudios se iniciaba una vertiente de análisis que consideraba que la demanda podría moverse con autonomía de cualquier intervención, en virtud del funcionamiento de las “manos invisibles del mercado”, es decir, la regulación e influencia que podían generar los propios movimientos de los precios (Barbero, I.; Rocchi, F. 2003). Para un análisis del impacto que tuvieron los estudios de MacKendrick, Brewer y Plumb, puede consultarse Rocchi, F. (2006). Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

49


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

Para el caso argentino, los primeros esbozos se vieron en la década de 1980 cuando Adriana Marshall planteaba algunas líneas de análisis en torno al consumo de los obreros industriales en Buenos Aires. Hubo que esperar casi 20 años para que Fernando Rocchi (1997; 1998; 2004; 2005) viniera a complejizar el panorama y a realizar los primeros aportes desde una vertiente cercana al consumerism norteamericano. Asimismo, pueden reconocerse en los estudios argentinos toda una vertiente preocupada por los procesos de modernización que tocan tangencialmente al fenómeno del consumo (Korn, F. 1974, 1981, 2004 y 2010; Rocchi, F. 1998). Bajo esta visión, se ha hecho hincapié en los cambios generados por la inmigración, entendiendo que gracias a ella se generarían cambios de suficiente envergadura, tanto desde el plano cuantitativo –a partir de una ampliación del número de consumidores-, cuanto del cualitativo –gracias a un aumento del ingreso per capita que tendería a modelar mejores consumidores-. Gracias a esas transformaciones se ha comprendido el peso de la variable demográfica en la formación de un mercado de consumo masivo (Rocchi, F. 1998; 2003). Sobre esta misma línea han avanzado los estudios para las sociedades del interior de la Argentina con el fin de mostrar que la llegada de inmigrantes tendió a complejizar los patrones de consumo en función de sus gustos y/o preferencias (Remedi, F. 2006; Fernández, A. y Lluch, A. 2008). Con ello se ha reconsiderado la importancia de la variable étnica (Godoy, J. 1995; Contreras, J. 1995; Remedi, F. 2006). Asimismo, el crecimiento urbano, la vinculación de las diferentes regiones al mercado interno, la variación de los ingresos en función de las coyunturas económicas y la mixagenación cultural que supuso la llegada de los inmigrantes, han permitido identificar algunos aspectos de las transformaciones en las que ingresó la sociedad argentina a partir de fines del siglo XIX y las primeras décadas del XX (Korn, F. 1974, 1981, 1983, 2004 y 2010; Remedi, F. 2006). Los estudios desde la Historia social y económica que abordan el tema del bienestar y las condiciones de existencia material a lo largo de la década del „30 son más abundantes, observándose una focalización en los sectores obreros de la región pampeana (Germani, G. 1973; Torre, J. 1990, 1995; Murmis, M. y Portantiero, J. C. 2004; Halperín, T. 2003, James, D. 1989, 1990; Di Tella, T. 2003). Sin embargo, la característica que nuclea a estos trabajos es que tienen como punto de mira las múltiples transformaciones generadas por el Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

50


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

primer peronismo y su relación con la clase obrera, desconociéndose los cambios para el resto de los sectores sociales. Este vacío historiográfico ha comenzado a ser recientemente saneado por una Historia cultural que ha venido a plantearse como revisora y superadora de las aproximaciones top-down y que ha colocado entre sus primeras preocupaciones la relación del primer peronismo con la cultura y el consumo de masas (Karush, M. y Chamosa, O. 2010). No obstante, esta visión vuelve a concentrarse sobre Buenos Aires profundizando el desbalance historiográfico respecto del interior de la Argentina y, más aún, respecto de las áreas rurales. En lo que atañe a las miradas centradas en el consumo rural y más aún, en el planteo metodológico de patrones y pautas, los análisis parecen concentrarse mayormente en una evaluación de los procesos de principios y mediados del siglo XIX con un marcado énfasis en las áreas de frontera (Mayo, C. 2000; Correas C. y Wibaux, M. 2000; Wibaux, M. 2007; Cabrejas, L. 2000; 2007; Brittez, F. 2000). Por otro lado y orientándose hacia el lado de la oferta, se destacan los estudios vinculados a la comercialización, disponibilidad y variabilidad de productos para consumo. Este interés por los circuitos comerciales que toca de manera tangencial aspectos relativos al consumo, ha sido desarrollado dentro de los estudios regionales por Andrea Lluch (2000; 2004; 2005; 2007; 2011). La oferta de productos, los niveles de ingresos y las distintas situaciones socio-ocupacionales, se constituyen en herramientas ineludibles para trazar una diferenciación respecto del consumo, pudiéndose plantear grados de acceso y no acceso a diferentes productos disponibles. No obstante, los análisis que consideren una desagregación por sectores sociales y que puntualicen en las posibilidades de accesos y sus diferencias internas son un campo que ha comenzado recientemente. En tal sentido, mi investigación se propone iniciar las discusiones en este plano, aportar nuevos planteos que arrojen nuevos conocimientos sobre el tema e insertar nuevos elementos a las discusiones sobre la significación que tuvo el boom económico entre 1890 y 1945. Asimismo, me interesa observar los fenómenos desde el plano de los sujetos comunes, las repercusiones que sobre éstos tuvo la crisis de 1930, su larga recuperación y la nueva coyuntura que representó la Segunda Guerra Mundial.

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

51


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

Comentarios sobre el enfoque teórico-metodológico ¿Esta tesis será de Historia económica? Sí. Pero también de una Historia social y cultural del consumo y de la alimentación. De allí que se apele en este trabajo a una multiplicidad de enfoques teóricos y metodológicos pertenecientes a diferentes ramas disciplinares tales como la Economía, la Antropología y la Sociología del consumo. De modo que, a la variedad de herramientas de análisis que brindan aquellas disciplinas más preocupadas por los comportamientos sociales, los simbolismos y los significados, se agregan las perspectivas cuantitativas más novedosas que brinda una renovada Historia económica. Es que, luego de haber sido la niña mimada de los estudios históricos durante las décadas centrales del siglo XX, la Historia económica pasó gradualmente a sentir los efectos de una crisis que condujeron a una renovación disciplinar. Esta cuestión respondió tanto a factores internos –agotamiento de ciertos modelos explicativos como la teoría de la dependencia, el enfoque global de Annales, el enfoque marxista, las teorías de la modernización-, como a factores exógenos a la propia subdisciplina. Entre estos se destaca un cambio de contexto en el que la renovación de los estudios políticos y culturales vino a presentar al enfoque no económico como el “enfoque más apropiado” para responder a ciertas preguntas que reemplazaban a las anteriormente predominantes. El empuje de estas disciplinas –políticas y culturales-, así como el peso del creciente relativismo –la idea de que todo es percepción culturalmente determinada y que el historiador sólo puede observar las representaciones que las sociedades tenían de sí y de sus entornos-, ayudaron a poner en duda algunos de los presupuestos básicos que informaban la labor de los historiadores económicos (Gelman, J. 2006: 10). De modo que, por los años ochenta, la pretensión de construir una Historia económica “totalizante” parecía haber llegado a su fin. A ello se agregaba una separación cada vez más marcada entre Historia económica, social y política que terminó por alejar a los historiadores de la visión global del pasado. En este contexto, la Historia económica sufrió los embates de esa nueva situación, puesto que, como parte de la propia crítica al determinismo economicista, se cayó en otra suerte de determinismo que eliminaba la necesidad de conocer la base

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

52


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

económica de la sociedad.56 Esta profunda crisis de paradigmas y la propia dinámica de la ciencia histórica derivaron en nuevos consensos donde la Historia tradicional no tenía ya asidero. Tampoco lo tuvo la fragmentación postmoderna que surgió por esos años de constante revisión disciplinar.57 En este marco, disminuir la escala de observación se presentó como una estrategia metodológica viable para superar la crisis del paradigma estructural totalizante, a la vez que un recurso motivacional para los estudios histórico-económicos. En efecto, la versión micro-analítica vino a proponer que los espacios más reducidos podían ser objetos de estudio válidos; algo que los historiadores económicos comenzaron a tomar como propio. Tal como lo ha sugerido Lawrence Stone (1980), el historiador –y por derivación, la Historia en general- podía apelar no al conjunto de una sociedad sino solamente a un “...segmento, una provincia, una ciudad e incluso un pueblo...” (1980: 18). La propuesta de Stone (1980) formó parte de un panorama general de pensamiento que proponía contemplar diversas –y múltiples- escalas de análisis espaciales y temporales para evaluar distintas problemáticas y comprender económicamente a la sociedad; algo que, se comenzó a creer, sólo podía ser posible a un nivel de observación menor (Aymard, M. 2001: 44). De acuerdo con esta concepción:

56

Las críticas al determinismo economicista son un fenómeno de los años 1980s y suponen una reacción a la forma de hacer Historia que caracterizó a gran parte de la historiografía económica desde los años 1960s. Se trataba de una Historia centrada en objetos (y no en sujetos) en la que se los concebía sólo desde el plano de las relaciones económicas que se trababan entre ellos. La consecuencia fue un relato reducido casi con exclusividad a una cuestión de disponibilidades, poder adquisitivo, acceso al mercado y crecimiento económico ponderable a partir de indicadores macroeconómicos. Fue también ésta la época del auge de la Historia serial francesa en la que se asoció en extremo el uso de la cuantificación con el trabajo intensivo sobre fuentes que ofrecían datos históricos pasibles de ser procesados matemática y estadísticamente. Quizá la expresión más radical del determinismo quedó plasmada en la afirmación de Emmanuel Le Roy Ladurie quien expresó que “...la Historia que no es cuantificable no puede llamarse científica (...) y que [la cuantificación] ha condenado virtualmente a muerte a la Historia narrativa de acontecimientos y a la biografía individual...” (Le Roy Ladurie, E. 1973: 2). Para una profundización sobre este tema véase Cardoso y Pérez Brignoli (1999). Para una síntesis de las críticas que despertó el determinismo económico véase García Canclini, N. (1997) 57 Quizá el ejemplo más característico de esta evolución sea el de la microhistoria. Nacida como reacción frente al modelo totalizante de la Historia serial de los Annales, derivó no pocas veces en estudios excesivamente “micros”, lo que llevó a sus partidarios más reconocidos a la necesidad de insistir en la importancia de no perder de vista el contexto y rescatar la heterogeneidad de los procesos, optando incluso por la más conveniente denominación de microanálisis. Mayores detalles en AA.VV. (1999). Dossier: “La microhistoria en la encrucijada”. Prohistoria Nº 3. Buenos Aires Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

53


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

“...Lo que importa es la elección de un marco de estudio donde sean visibles las conexiones históricas en relación con la población, las culturas, las economías y los poderes, donde se vuelvan visibles la circulación de hombres y productos y el mestizaje de los imaginarios...” (Chartier, R. 2001: 121). Por lo demás, se trataba también de volver al sujeto; al protagonista de la Historia, a un actor que parecía haber sido olvidado por la historiografía económica de los años sesenta. Estas nuevas perspectivas disciplinares comenzaron a proponer entonces –incluso a una escala mundial- que la construcción histórica regional podía ser una alternativa viable para superar las visiones centralizantes de las “Historias nacionales” todavía vigentes en 1980 (Bandieri, S. 2006: 394). Es en esta dirección que entiendo al florecimiento que se vio en la historiografía económica regional a partir de la década de 1990. Gracias a este desarrollo, se iniciaba en Argentina un camino por el que se someterían a crítica y validación las grandes afirmaciones historiográficas. Se comenzó a observar que las generalizaciones historiográficas tendían a homogeneizar la realidad pasada en función del éxito que había tenido el avance del Estado nacional, la conformación y consolidación del mercado nacional y la nacionalización de un territorio que, a partir de 1880, fue cada vez más y sin lugar a dudas, argentino. Esa historiografía emergió de centros académicos “periféricos” desde los que se cuestionó una Historia económica basada sólo en la realidad bonaerense; una propuesta que, a la vez, proponía alcanzar una Historia que no fuera sólo nacional sino, fundamentalmente, integral. Esa Historia practicada desde los márgenes tuvo un impacto tardío en los círculos académicos argentinos y, por tanto, muchos de sus resultados, aun permanecen desconocidos. En este sentido, mi investigación tomará en cuenta el enfoque teórico-metodológico propuesto por la Historia Regional. Al disminuir la escala de observación y de análisis, la Historia Regional invita a los historiadores a dar cuenta de las diferenciaciones de los sujetos y de los espacios (Bandieri, S. 2005: 99); un espacio que pasa de ser definido en términos geográficos a ser conceptualizado en términos de relaciones sociales y, por supuesto, económicas.

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

54


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

Desde mi perspectiva, entiendo que la opción de someter a validación las generalizaciones historiográficas promete aportar nuevos elementos a las discusiones ya clásicas sobre el proceso de conformación del mercado interno y nacional. A la vez, creo que este enfoque permite complejizar las hipótesis que sobre el consumo y la emergencia de una sociedad de consumo se han establecido hasta el momento. Disminuir la escala de observación, trabajar con una región delimitada por las relaciones sociales que los sujetos entablan entre sí -¿al fin de cuentas qué es el mercado sino un entramado de relaciones sociales?- es un enfoque que además obliga a modelar la metodología implementada. Muchas veces, esta metodología se presta a un trabajo que considera la nominalidad de los sujetos y esa posibilidad, dentro de los estudios históricos, permite un acercamiento único a la cotidianeidad de los sujetos. La posibilidad operativa que brinda la Historia regional también comprende a la cuestión documental. Un nivel de observación y de análisis reducido obliga a rastrear documentos que indefectiblemente tienen a los sujetos como los protagonistas exclusivos de sus historias. Finalmente, seré franco y diré que he visto cierto temor en cuanto al empleo del enfoque regional por cuanto muchas “malas Historias regionales” terminan siendo meras Historias locales. A mi entender, ello resulta de una incomprensión de las propuestas y de las apuestas que hace la Historia regional. Su relevancia no está en narrar acontecimientos locales sino en la iluminación de procesos “macro” a partir de un espacio más reducido. Pero no hay mejor manera para persuadir al inconverso que sugerirle algunas lecturas de buenas Historias Regionales y, en tal caso, el lector puede ilustrarse mejor las posibilidades de este enfoque a través de los análisis de Carlos Sempat Assadourian (1982), Susana Bandieri (1990, 1993, 1995a, 1996, 2001; 2006), Sara Mata de López (1989) Noemí Girbal de Blacha (1998a; 1998b), Andrea Lluch (2004; 2010, 2011) y Adrián Zarrilli, (1998), entre algunos de los trabajos que destacan por sus aportes y calidad analítica.58

Comentarios sobre los problemas de investigación 58

Las referencias bibliográficas completas de estos trabajos se encuentran al final de este documento, en la sección “bibliografía”. Remito allí al lector interesado en estos análisis y en las posibilidades operativas que brinda la Historia Regional. Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

55


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

Hechas algunas aclaraciones pertinentes sobre el enfoque teórico-metodológico y sus alcances, diré ahora que el objetivo general de esta investigación consiste en analizar la conformación y la dinámica del mercado alimentario –de bienes básicos y secundarios- en el interior de la Argentina con un foco en el Territorio Nacional de La Pampa como región de análisis y en el período 1890-1945. Para ello se propone un examen de los fenómenos vinculados a la ampliación de la oferta y la demanda, un medio para revelar algunos de los aspectos medulares del proceso de consolidación del mercado interno en los espacios de reciente creación en Argentina. Si bien el estudio considera las esferas de la oferta y la demanda, se sugiere aquí un abordaje que al privilegiar la demanda, dé cuenta del comportamiento de los sujetos como consumidores. Para conocerlo en sus múltiples dimensiones, la investigación se estructura en torno a cuatro ejes. Una de las primeras preocupaciones a evaluar son los cambios que, en términos del mercado de bienes, se produjeron en el Territorio Nacional de La Pampa desde 1890 y hasta 1945. Ello demanda un análisis de los productos que eran ofrecidos en el mercado; de las características y las tendencias en sus demandas, del impacto que tuvo la ampliación de la oferta de productos en el consumo agregado y un examen de los factores que determinaban el consumo de los bienes básicos. Asimismo y dentro de este nodo de análisis, resulta importante poder evaluar la influencia de la circulación de la propaganda y la publicidad en la creación y en las modificaciones tanto de la oferta de productos como de la demanda de los mismos. En segundo lugar, se propone una atención en los factores étnicos59 que podrían influir en la configuración del mercado alimentario y de circulación regional. Entiendo que

59

Esta categoría de factores étnicos merece cierta definición. Por factores étnicos me refiero aquí al peso étnico-demográfico de los grupos de poblaciones que se asentaron en el Territorio Nacional de La Pampa desde 1880. De acuerdo al primer censo de población de los territorios nacionales de 1912, La Pampa fue uno de los nuevos espacios con mayor expansión demográfica a nivel nacional. La franja este del Territorio Nacional de La Pampa (al este de la isohieta de los 500mm anuales) concentró el 90% de la población. En este crecimiento se reconocen dos grandes oleadas inmigratorias. En la primera, a fines del siglo XIX, los pobladores eran argentinos en un 82,5%, arribando la mayoría desde provincias limítrofes. La segunda se visibilizó desde comienzos del siglo XX y se caracterizó por el ingreso de inmigrantes desde Europa, con un alto peso de población española e italiana. Hubo también migraciones de otras poblaciones europeas –sobre todo franceses y ruso-alemanes- que, en consonancia con un característico patrón de asentamiento, constituyeron colonias étnicas que, a falta de un concepto más feliz, llamaremos “cerradas”, un término que Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

56


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

las personas y los grupos se construyen también a través del consumo porque mediante usos, gustos y preferencias, los individuos se identifican con un determinado grupo social, étnico o etario y al mismo tiempo, se diferencian de otros, contribuyendo a la definición de un nosotros y un ellos (Contreras, J. 1995: 14-19). De allí que resulte relevante para esta propuesta recoger evidencia sobre las pautas alimentarias y los patrones de consumo de las poblaciones que constituyeron colonias étnicas. Pero también interesa concebir las modalidades características de aquellos que poblaron el Territorio y que se asentaron en los diferentes pueblos y ciudades que, por esas fechas, afrontaban su proceso de conformación. En particular, creo que la posibilidad de mensurar incidencias e identificar diferencias podrá permitir una evaluación del impacto que los gustos y las preferencias pudieran tener en la composición de la oferta y la demanda de productos básicos de circulación regional. En este segundo eje, me concentraré entonces en las formas en las que se expresan las diferencias étnicas desde el plano de la alimentación, en las características de los patrones alimentarios y en sus cambios entre 1890 y 1945. Pero también me adentraré en las prácticas asociadas con la elaboración de los alimentos y en las correspondencias que pudieran observarse con otros contextos de análisis. Desde este plano, cualquier conocimiento de las pautas alimentarias, desde las preferencias y la culinaria hasta los utensilios y los modos de mesa, devendrán en tipos de hallazgos muy valorados por una Historia sociocultural del consumo. El tercer eje estará vinculado a las diferencias en los patrones de consumo y su relación con los niveles de ingresos y niveles de gastos. Desde los primeros estudios sociológicos sobre el status y las posiciones sociales, se comprende que el consumo diferenciado pone de manifiesto situaciones de poder, competencia, prestigio y dependencia que cristalizan en comportamientos y estilos de vida; a la vez fija distancias entre clases, grupos sociales y étnicos. Esta lectura, más sociológica si se quiere, no puede quedar afuera de cualquier análisis sobre el consumo que pretenda ser social. De allí que me interese especialmente entender las características que presentaron los patrones de consumo de los distintos sectores sociales entre 1890 y 1945 en el Territorio Nacional de pretende dar cuenta de asentamientos donde el peso étnico de un grupo en particular era superlativo e, incluso, en ocasiones, sólo sustraído a población proveniente del mismo país de origen. Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

57


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

La Pampa y las razones de esas diferenciaciones. Entiendo que una motivación primordial de estos planteos es comprender la forma en la que se visualizaban las diferenciaciones sociales entre consumidores; un aspecto que se adentra en el terreno de lo significativo y de lo simbólico. Sin embargo, también creo conveniente que para poder evaluar estas diferenciaciones la variable precios resulta central puesto que, imagino, es una de las variables más significativas en cuanto a los accesos o no accesos a los diferentes bienes. En este sentido, las variaciones en los precios de los artículos –básicos y secundarios-, así como los niveles de ingresos y sus oscilaciones entre 1890 y 1945, arrojarán datos esenciales para comprender ciertos aspectos claves en la variabilidad del consumo. Como cuarto –y último eje- me interesa aproximarme a las estrategias de los consumidores frente a mecanismos de exclusión del mercado. El objetivo central de este eje es rescatar la agencia de los sujetos. Entiendo así que los consumidores pueden ejercer ciertos tipos de acciones decisivas que van desde levantamientos bulliciosos hasta resistencias latentes y manifiestas. Ello implica acordar con los planteos de De Vries (2009), para quien los sujetos poseen autonomía frente a las fuerzas estructurales y juegan con los signos del mercado construyendo sus propios significados. Desde este plano me interesa avanzar en el estudio del área denominada politización del consumo (Rocchi, F. 2003; Ferreras, N. 2006). Para ello, prestaré especial atención a los movimientos de protestas realizados por consumidores por motivos económicos -un aumento de la carestía de la vida por ejemplo- o por cuestiones ideológicas –o tal vez morales sobre el valor simbólico de algún alimento o producto requerido y que por diferentes motivos pudo haber generado movilizaciones o resistencias-, o por cuestiones de restricción jurídicolegislativa –prohibición de algún alimento o producto de consumo generalizado, por ejemplo-. Estos planteos están en consonancia con el clima académico imperante en la actualidad. Hoy, los enfoques más renovados sobre el sujeto aeconomicus tienden a celebrar el triunfo de la voluntad del individuo como arquitecto de su propia identidad (De Vries, J. 2009). Estas posturas han comenzado a concebir al consumo de los agentes sociales como a un fenómeno cultural que goza de una autonomía amplia, cuando no completa, de las fuerzas sociales y económicas restrictivas. Lo bueno de esta visión es que, el consumo no Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

58


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

aparece sólo como un acontecimiento económico sino también como un fenómeno que desempeña importantes funciones comunicativas y expresivas.

Reflexiones finales Soy de los que creen que toda investigación responde necesariamente a un para qué. Acuerdo con Luis Villoro (2010) en que, por más que ya casi nadie pone en duda la utilidad o la legitimidad de la Historia, pocas veces se responde expresamente a esta pregunta en una investigación histórica. Según mi criterio, ello es tan importante como cada uno de los pasos que el investigador sigue en su investigación. Si no hay una molestia con el pasado, si no hay una preocupación fidedigna con algún proceso, no hay problema de investigación y, si no hay un problema, no habrá una respuesta. La centralidad del para qué en una investigación adquiere aun más su significado cuando se trata de una investigación preocupada por conocer la dinámica de las sociedades pasadas; sociedades que, indefectiblemente, están contenidas en las actuales. Por tanto, conocer una parte, una porción de ese pasado, es intentar comprender a la sociedad contemporánea. Desde mi punto de vista, ello implica que el historiador tome posición acerca del sentido y la función de la Historia y esto es, al mismo tiempo, un compromiso y una responsabilidad social. En este sentido, cuando comencé a articular mis primeros esbozos sobre el consumo y sus problemáticas para el interior de la Argentina –y mejor aún, para un área de reciente creación como un Territorio Nacional- fue inevitable hacerme esa pregunta. ¿Para qué una Historia de los consumidores con foco en una parte del interior de la Argentina? Pero, esta es una pregunta de gran magnitud cuya respuesta completa requeriría aquí un extenso comentario o, lo que sería lo mismo, varias respuestas a la vez. En esta instancia y en relación con el contenido de este trabajo, me concentraré entonces en una respuesta sobre todo, historiográfica. Como dije al comienzo de estas notas, se ha dicho poco sobre el consumo en Argentina. Lo que sabemos, lo debemos a unos pocos estudiosos que, frente a un vacío historiográfico aun más abismal que el actual, emprendieron la titánica tarea de Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

59


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

comprender el surgimiento de –en palabras de Fernando Rocchi-, una sociedad con consumo a una sociedad de consumo. Sin embargo, lo que se ha dicho, ha sido en su mayoría sobre Buenos Aires. Se destacan algunas pocas contribuciones para el interior de la Argentina –básicamente Córdoba- como las de Aníbal Arcondo (2000) y las de Fernando Remedi (2006); ambos trabajos muy valiosos en términos historiográficos. Sin embargo, continúa primando la lógica de ver al interior en función de la pampa húmeda. El modelo económico hegemónico que se estructuró en Argentina desde 1880 fue lo suficientemente centrípeto como para atraer también las miradas de los investigadores. El modelo de capitalismo agrario comenzado sobre el último tercio del siglo XIX, trajo de la mano a la bendita “modernidad”; un tipo de sociedad que miraba permanentemente lo que sucedía primero en Europa –sobre todo en los centros avant garde de la moda y el consumo ostentoso como París y Londres- y, luego de la Primera Guerra Mundial, lo que acontecía en los Estados Unidos. Esa modernidad marcó lo que debía ser un consumidor, es decir, lo que se esperaba que fuera un sujeto capaz de gastar su dinero en cosas que, más allá de lo elemental, le confirieran una presencia social. Como dice Pierre Bourdieu (1988) los objetos entonces se tornaron en símbolos o, quizá, en signos (Baudrillard, J. 1988), que comenzaron a hablar por el sujeto, a presentarlo en sociedad, a conferirle respetabilidad o a dar cuenta del disvalor: la no posesión. Los estudios de Leandro Losada (2008) sobre las elites de Buenos Aires han arrojado mucha luz sobre la cuestión de cómo las elites se autoconstruían mediante el consumo. Incluso, gracias a sus estudios, sabemos que algunas elites del interior participaron en este proceso pero ¿qué pasó con el resto, con aquellos que no eran la elite? En este sentido, creo que siempre hubo una diferencia entre Buenos Aires y “el interior”. La expresión tan repetida: “Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires” es bien conocida por todos y refleja justamente parte de esas diferencias. Sin dudas, Buenos Aires fue el centro de la modernidad –de hecho fue llamada la París de América o la Chicago de América del Sur-; el interior, no obstante, siempre fue el interior. Según lo que se intentara mirar, a veces fue –o subrepticiamente quizá continúa siendo- bárbaro y a veces, civilizado. No obstante, gradualmente esas distancias comenzaron a acortarse y hoy, por más que para algunas cosas el escritorio de Dios siga estando en Buenos Aires, parece Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

60


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

que, por lo menos desde hace 20, 30 o 40 años, ha logrado poner algunas filiales por el interior del país. Esa modernidad que se veía en Buenos Aires, fue diseminada entonces, casi como un contagio, por el resto del país. Ocurre que se trata de modernidades distintas, cada una de las cuales amalgamó elementos locales y propios que tendieron a configurar una Argentina bien diversificada. Esa Argentina, es ampliamente conocida hoy gracias a los avances en la investigación histórica. Pero suena por lo menos injusto hablar de la Argentina con datos sólo para Buenos Aires. Por más que ésta sea la región más poblada del país, la Argentina, toda, va más allá de lo porteño. Dar cuenta de las diferencias o de las similitudes que acompañaron los cambios a nivel nacional con una mirada que contemple las visiones desde el interior podrá enriquecer aun más los planteos y contribuir a la construcción de una Historia de la Argentina que, al ser más integral, será, y esto va de suyo, mucho más completa.

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

61


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

Los alumnos reseñan:

Mitre Montonero. La Revolución de 1874 y las formas de la política en la organización nacional, Buenos Aires, Eduardo

Míguez,

Sudamericana, 2011, por Nahuel Ojeda Silva . Como prólogo o epílogo de un período, las revoluciones en la Argentina de la segunda mitad del siglo XIX exhibieron un impacto considerable en la política y sociedad de su momento. En este sentido, Julio A. Roca definió la magnitud de estos acontecimientos y la consecuente necesidad de imponer el orden para frenar sus efectos: “Un mal gobierno pasa, y si viene otro malo en seguida pasa también; pero las revoluciones son como el incendio: abrasan la heredad, devoran la simiente y agotan la savia por muchas generaciones, cuando no esterilizan el suelo por siglos.”60 A pesar que la mayoría de estos eventos desembocaron en la derrota del lado revolucionario, su importancia no radicó sólo en sus acciones violentas sino en el significado que tuvo para el juego político de su época. Las revoluciones significaron además de un rechazo a determinadas medidas, ideas o resultados electorales, una representación del régimen sintetizada en las contradicciones que confluyeron en la revuelta. En esta perspectiva, el libro Mitre Montonero de Eduardo Míguez presenta la descripción y el análisis de uno de los grandes conflictos políticos dentro del período de la organización nacional, la Revolución de 1874. La colección dirigida por Jorge Gelman, “Nudos de la historia argentina”, presenta a los estudios reunidos como ejemplos de los avances en la investigación histórica que se ha desarrollado en los últimos tiempos en distintos centros académicos del país. Si por un lado se postula la necesidad de desenvolver el pasado desde ensayos profundos, por el otro Alumno de la Licenciatura en Historia, UTDT Roca, J., “Mensajes presidenciales (1881-1886)” en Botana, N., Gallo, E., De la República posible a la República verdadera (1880-1910), Buenos Aires, Ariel, 1997. p. 80 60

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

62


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

se pretenden obras con una lectura atractiva para un público amplio. Investigación prolija combinada con una escritura ágil es una de las fórmulas que acompañarán todo el tratamiento de Mitre Montonero. La revolución de 1874 es señalada por Míguez como un punto de reflexión, útil para comprender las circunstancias políticas en aquel largo período de organización nacional posrosista. La inclinación “personalista” que presenta el ensayo en la figura del General Bartolomé Mitre le otorga por momentos un objetivo biográfico. El análisis de este personaje fundamental de la construcción del Estado argentino va más allá de los propios eventos del 74‟. A su vez, esta intención a largo plazo constituye uno de los puntos necesarios para comprender a los sucesos revolucionarios no sólo por sus causas inmediatas sino por toda una tradición de conflictos y actitudes políticas de la Argentina que provienen desde la primera mitad del siglo XIX. En el primer capítulo, Míguez reconstruye todo el periplo revolucionario. La derrota electoral del mitrismo en 1873 fue indicada en los distintos periódicos de la época, donde unos proclamaban la victoria, los otros el fraude y por lo tanto la necesidad de imponer por la fuerza la voluntad del pueblo que había sido “acallada”. Este contexto desembocó en los incidentes que distorsionaron la vida de los distintos pueblos que fueron escenario de los combates, tal como describe Míguez en el caso de Tandil. El análisis sobre las fuerzas que lideraba Mitre (junto a otras figuras como Rivas, Arredondo y Borges) distantes de formas militares profesionales que terminarán en el fracaso del experimento revolucionario, da lugar a la indagación de por qué el expresidente, con todo el prestigio que poseía, se hizo cargo del liderazgo de tal movimiento. La explicación “biográfica” desplegada en el segundo capítulo por Míguez es indicada como necesaria para comprender las actitudes del protagonista central de la revolución. Aquel prestigio acumulado, al punto de ser el primer presidente de la Nación unificada, luego de abandonar el poder lo llevará a una encrucijada: “buscó preservar y acrecentar su figura, más allá de buscar, a la vez, reconquistar el poder. Ambos proyectos frecuentemente caían en contradicción el uno con el otro.” (p.107) Esta postura ambigua no sólo explica para Míguez su actitud de liderar el movimiento del 74‟ por el “clamor

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

63


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

popular” que lo obligaba a hacerlo, sino que es aplicable para todas sus intervenciones en la política nacional hasta su fallecimiento en 1906. Si los eventos de Buenos Aires tienen una gran conexión con el liderazgo de Mitre, la situación en el interior presenta un carácter distinto. Míguez despliega en el tercer capítulo el contexto político en las provincias y aquel desenvolvimiento diferente que tuvo. Este análisis además pondera el rol clave que asumió Roca para el triunfo del sector oficialista. Para comprender esta sección, es necesario hacer referencia a la creciente relevancia de estudios contemporáneos sobre la problemática federal en este período. Ejemplo de esto es la compilación coordinada por el propio Míguez junto a Beatriz Bragoni, que reúne diversos artículos sobre la composición de un orden y de una clase política de carácter nacional.61 La relación entre el poder central y las provincias, los intentos de predominio porteño y de elites del interior que negociaban una mayor participación en el Estado Nacional, caracterizaron las formas políticas de aquella época. El planteo propuesto para el capítulo final reflexiona sobre aquellas tradiciones problemáticas que provienen de la primera parte del siglo XIX, tan influenciada por la Revolución de Mayo. Aquí se indica la construcción de un discurso que legitimaba la violencia como medio necesario para imponer una forma de gobierno que a su vez contase con la voluntad popular. Esta práctica heredada junto al factor militar (MontoneraEjército profesional) y el carácter generacional de los participantes de la revolución es lo apuntado por Míguez para explicar esa contradictoria situación de Mitre en 1874: “la revolución buscaba ser una expresión de la guerra popular y, por lo tanto, a pesar del disgusto que Mitre sentía por esta forma de guerra, entroncaba naturalmente con la montonera de la primera mitad del siglo.”(p.183) En las conclusiones, el autor vuelve a destacar esta paradójica encrucijada en la que participó el primer presidente de la nación unificada, aquel que pregonaba por la modernización de las formas políticas y, a su vez, fue líder de la última montonera. Finalmente es destacable la necesidad propuesta por Míguez en la última sección (“¿Mitre montonero? El Juicio de la historia”) de erigir reflexiones históricas que eviten

61

Véase Bragoni, B., Míguez, E., Un nuevo orden político. Provincias y Estado Nacional 1852-1880, Buenos Aires, Biblos, 2010. Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

64


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

colocar a personajes como Mitre en el lado bueno o como el villano del relato, más bien prescindir de esas visiones parciales. Mitre montonero cumple con este objetivo, elaborando una valoración íntegra de un episodio turbulento con protagonistas llenos de virtudes y contradicciones.

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

65


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

Perfiles Miranda Lida Graduada como Doctora en Historia en la Universidad Torcuato Di Tella en el año 2003, soy Investigadora de carrera en CONICET desde 2006, profesora de Historia Argentina en la carrera de Historia (UTDT) y titular de Historia Contemporánea II en la carrera de Historia de la Universidad Católica Argentina. También me desempeño como docente en el Doctorado en Historia (UCA) y fui Becaria Fulbright (2008-2009). Mis áreas de interés se centran en temas de historia del catolicismo en la Argentina. Es de destacar que en mis investigaciones he privilegiado un abordaje multidimensional, en el que se entrecruzan temas de historia social, política, urbana, cultural y de los medios de comunicación. Este abordaje coincide, a su vez, con un momento de creciente "enfriamiento" del tema en la historiografía. Actualmente, preparo una biografía de Monseñor de Andrea a publicarse por Edhasa y además está en prensa el libro La rotativa de Dios. Prensa católica y sociedad (1900-1960) que saldrá publicado, según se estima, en septiembre de 2012. Entre otras obras que he publicado se encuentran: * Libros: Dos ciudades y un deán. Biografía de Gregorio Funes 1749-1829 (Eudeba, 2006); en coedición con Diego Mauro, Catolicismo y sociedad de masas

en Argentina 1900-1950

(Prohistoria, 2009). * Artículos y partes de libros: "La conquista católica de las calles porteñas 1910-1944", Mirta Lobato (ed.), Buenos Aires. Manifestaciones, fiestas y rituales en el siglo XX, Buenos Aires, Biblos, 2011. "Por una historia social y política del catolicismo argentino", Boletín Bibliográfico Electrónico PolHis, Universidad Nacional de Mar del Plata, 8 (2011), pp. 121-128.

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

66


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

Esteban Aranda Egresado del colegio Belgrano Day School con el título de Bachiller Bilingüe con orientación en Ciencias Naturales, en el año 2001 comencé a cursar los estudios de la Licenciatura en Economía Empresarial en la Universidad Torcuato Di Tella, obteniendo el título correspondiente en 2005. Posteriormente, en el año 2006 inicié los estudios correspondientes a la Licenciatura en Historia en la UTDT, recibiendo el título en 2011. La tesis de grado versó sobre la problemática de las relaciones de la identidad política de la comunidad gallega en Argentina durante los primeros meses de la Segunda República Española[1], siendo dirigido por el Dr. Hernán Camarero. Una de las grandes posibilidades que me brindó la universidad fue la de conciliar el estudio de la disciplina histórica con la colaboración en diversos proyectos de investigación en este campo. Gracias a la estrecha relación que la universidad fomenta entre docentes y alumnos, tuve el privilegio de trabajar, entre otros, con Pablo Gerchunoff y Lucas Llach (UTDT) y posteriormente con Edward Glaeser y Filipe Campante, de Universidad de Harvard. Tras cinco años de experiencia en docencia universitaria y en otros centros educativos (Centro Cultural Ricardo Rojas), me volqué hacia la educación y la gestión secundaria (St. John´s School, Bedes Grammar School, Colegio Cardenal Newman). Actualmente me encuentro desempeñando el cargo de Director del Departamento de Historia en St. Andrew´s Scots School, mientras curso el último año de la Maestría en Administración de la Educación en la Universidad Di Tella.

----------------------El título de la tesis fue: “De Emigrados y Residentes: el nacionalismo gallego en los órganos de prensa de la comunidad gallega porteña desde la proclamación de la Segunda República hasta la sanción de su Constitución”. [1]

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

67


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

Novedades Posgrado en Historia: Reuniones Informativas. Ingreso 2013 -Maestría y Doctorado en Historia. Jueves 9 de agosto. 19 hrs. Miércoles 7 de noviembre. 19 hrs. -Programa de Actualización en Historia Contemporánea. Jueves 9 de agosto. 19hrs. Jueves 6 de diciembre. 19 hrs. Sede Alcorta: Sáenz Valiente 1010 Informes e inscripción: Departamento de Admisiones de Posgrado. E-Mail: posgradosditella@utdt.edu Tel.: 5169-7231 Cursos que comienzan en el tercer trimestre (17/9 al 7/12) Primer Año -Martes: Temas de Historia Política Argentina en el siglo XX. Prof. Juan Carlos Torre -Jueves: Temas de Historia Europea Contemporánea II. Prof. Andrés Reggiani Segundo Año -Lunes: Seminario de Temas Metodológicos III. Prof. Andrea Matallana -Jueves: Debates Historiográficos III. Prof. Leandro Losada Colegio Libre: Cursos que comienzan en agosto: Lunes: -Historia del periodismo argentino. Prof. Graciela Mochkofsky Martes: -La disputa sobre el pasado: el revisionismo histórico. Prof. Fernando Devoto -Grandes figuras del arte contemporáneo. Prof. Inés Katzenstein Miércoles: -Coyunturas esenciales en la economía argentina. Prof. Pablo Gerchunoff et. al. -Revueltas y conflictos en el mundo islámico (2010-2012). Prof. Ricardo Elía Jueves: -El siglo que pasó. Política, sociedad, ideas y el mundo. Prof. Juan Carlos Torre et.al -Viajes a los mundos de Borges. Prof. Martín Hadis

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

68


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

Jornadas Universidad de San Andrés - Universidad Torcuato Di Tella Noches porteñas. Perspectivas Históricas 13 y 14 de septiembre UdeSA – 25 de mayo 586 (CABA)

Universidad Torcuato Di Tella – Universidad Nacional de Quilmes – Universidad Nacional de Tres de Febrero – Instituto de Estudios de Género (UBA) V Taller de Historia Social de la Salud y la Enfermedad: Sociedades, cuerpos y saberes biomédicos. 3, 4 y 5 de octubre – Centro Cultural Borges – Viamonte y San Martín (CABA)

Universidad Torcuato Di Tella XII Jornadas de Historia: Conquistas de América: poblaciones, territorios y violencia. 14 y 15 de noviembre Universidad Torcuato Di Tella – Miñones 2177 (CABA)

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

69


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

Libros Matthew Karush, Culture of Class. Radio and Cinema in the Making of a Divided Argentina, 1920-1946, Duke University Press, 2012

En un estudio innovador sobre el cine y la radio en las décadas anteriores al peronismo, Matthew Karush demuestra que la competencia con el jazz y el cine de Hollywood influyó en la producción cultural doméstica de forma crucial, dado que los productores argentinos intentaron elevar su oferta para apelar a consumidores seducidos por la modernidad norteamericana. Al mismo tiempo, el mercado transnacional fomentó a estos productores a competir con una “auténtica” cultura argentina. Cineastas domésticos, empresarios de radio y grabación, autores, músicos, actores y guionistas tomaron prestado una rica tradición de melodrama popular. Aunque la cultura de masas resultante incluyó conformismo y deseos de consumo, también diseminó versiones de identidad nacional que celebraban la virtud y dignidad de los pobres y denigraban a los ricos como codiciosos y Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

70


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

mezquinos. Este anti-elitismo había sido pasado por alto por historiadores que habían descripto a la radio y el cine como instrumentos de cohesión social y de formación de clase media. Analizando el tango y canciones folklóricas, películas cómicas y dramáticas, radioteatros y otros géneros, Karush argumenta que la industria cultural argentina generó imágenes de polarización y narrativas que contribuyeron a la formación del discurso con el que Juan y Eva Perón construyeron su movimiento de masas.

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

71


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

72


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

Directores del Boletín Pablo Gerchunoff y Andrea Matallana

Secretaria de Redacción: Cecilia Bari Colaboró: Ignacio López

Comité Académico Ezequiel Gallo Fernando Rocchi Ricardo Salvatore Karina Galperín Andrés Reggiani Klaus Gallo Guillermo Ranea Hernán Camarero Gustavo Paz

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

73


Boletín del Posgrado en Historia Nro.2

Julio 2012

ISSN 2250-6772

Más información: Posgrado en Historia posgradohistoria@utdt.edu 5169-7153 boletinhistoria@utdt.edu

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

74


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.