Boletin del posgrado en historia nro 7

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Boletín del Posgrado en Historia Nro.7

Noviembre 2014

ISSN 2250-6772

BOLETIN DEL POSGRADO EN HISTORIA Numero 7 ISSN 2250-6772

Fuente: Don Quijote. 1887

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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El Boletín del Posgrado en Historia de la Universidad Torcuato Di Tella es una publicación cuatrimestral dedicada a la actualización de temas e investigaciones de profesores, alumnos y graduados del Posgrado en Historia. Su objetivo es contribuir al debate de los temas de Historia y difundir e incentivar la investigación en el campo de la historia contemporánea argentina y europea. El Boletín es de formato digital y se publica en abril, julio y noviembre. La dirección y coordinación académica de la publicación está a cargo de los profesores del Departamento de Historia. Contacto: boletinhistoria@utdt.edu

Más información sobre el Departamento de Historia: http://www.utdt.edu

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Índice Página Mark Healey, Biografía política del terremoto de San Juan: de Perón al desarrollismo.

5-29

Reseña sobre las Jornadas “Bibliotecas y capital

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cultural en América Latina: entre el coleccionismo privado, la gestión individual y la cultura nacional” Por Juan Pablo Scarfi La obra de Norbert Elias: aportes para una sociología

42-55

histórica. Por Andrés Felipe Pabón. Literatura y política en Cuba: Guillermo Cabrera Infante

57-78

y la Revolución. Maximiliano von Thüngen Síntesis de Tesis: El trotskismo argentino entre el Cordobazo y el retorno electoral.

80-83

La historia del PRT - La Verdad, 1968 – 1972, Martín Mangiantini. Novedades

84-89

Publicaciones 2013 Profesores

90-93

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Mark Healey, Biografía política del terremoto de San Juan: de Perón al desarrollismo. Conferencia dictada en la Universidad Torcuato Di Tella, 16 de septiembre de 2014

Mark Healey es doctor por la Universidad de Duke, y es profesor en el Departamento de Historia de la Universidad de Connecticut. Recientemente ha publicado en español su libro: El peronismo entre las ruinas: el terremoto y la reconstrucción de San Juan (Siglo XXI Argentina, 2012), además de contar con otros libros y artículos vinculados a la historia de la Argentina y América Latina en el último siglo.

Mark Healey: Es un gran placer estar acá entre con algunas caras conocidas, otras no tanto… y hablar un poco del terremoto de San Juan y sus secuelas. Esto es un subproducto, un corte parcial para un proyecto más largo que ya existe en forma de libro, que anda por ahí, que he publicado el otro año por Siglo Veintiuno Argentina, que se llama El peronismo entre las ruinas. Yo quería hacer un recorte de ciertos aspectos de esto, y también, bueno, me parecía interesante traerlo acá. En un punto es parte de un proceso de repatriación del saber porque por lo menos uno de los hallazgos importantes en el proceso de investigación que hice acá (en Miñones en rigor) de un archivo de uno de los arquitectos que anduvo por San Juan, que en aquel momento estaba en poder de Pancho Liernur, que me lo prestó. Es lindo poder también volver al escenario y poner a circular estas cosas. Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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“Biografía política del terremoto de San Juan”. ¿Qué quiero decir con esto? Desde que empecé a investigar el terremoto de San Juan siempre tenía interés en conectarlo con dos biografías en particular, las de Perón y Evita. Fue la colecta para ayudar a las víctimas del terremoto que marcó el lanzamiento de Perón como figura pública, momento en que el entonces personaje secundario del gobierno militar pasó a primera plana. Como dijo con cierta malicia la misma revista Primera Plana, veinticinco años después, “ese fue el comienzo de un largo monólogo nacional”. La mejor biografía de Perón hasta ahora, por Joseph Page, arranca justamente con el temblor y la colecta. Y fue por supuesto esa misma colecta que una semana después del desastre le dio a Eva Duarte la oportunidad de conocer al Coronel, según ella “su día más maravilloso”, motivo por el cual, su biógrafa escribe que este fue “un terremoto que cambió la historia”. Esas anécdotas son conocidas. Y es a través de esas anécdotas que ha existido y existió, cuando yo empecé con este proyecto hace unos cuantos años, este terremoto en el imaginario político y cultural nacional. Con razón obviamente, esta intersección entre un evento natural y estas figuras y el movimiento político, no sé si decisivo pero uno de los movimientos políticos más centrales del siglo XX argentino, sin duda merece atención. Lo interesante desde el comienzo, si uno empezaba a mirar un poco más, no era lo que aparecía en esa anécdota sino lo que silenciaba esa anécdota. Porque este terremoto fue y sigue siendo el peor desastre en la historia nacional, que dejó diez mil muertos, que destruyó una provincia. También fue motivo de un enorme proyecto de re-imaginación, de debate, de lucha y de reinvención de una provincia, y, como voy a ensayar un poco acá y argumento con más detalle en el libro, un intento parcial pero intenso de repensar la estructura política nacional. Todo eso estaba ausente del debate historiográfico o de las historias en sí; aparecía como alguna referencia vaga, imprecisa, las menciones de Evita, una foto de Perón con evacuados; en Perón y su tiempo de Félix Luna, había alguna mención así, muy al principio y cuatro años después hay una frase que San Juan todavía no se había recompuesto de su terremoto, pero esos cuatro años de ínterin, el proceso político o arquitectónico, urbanístico, social que había implicado la experiencia personal de este desastre, estaba ausente como problemática. Más interesante aún, estaba en gran medida ausente de la propia historiografía de San Juan.

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Esto no es un caso del clásico centralismo de la imaginación política nacional porque tampoco en San Juan los historiadores o los cronistas locales habían trabajado esto a pesar de que había mucho reconocimiento de que era el evento político central de San Juan en el siglo XX. Entonces, digo la biografía política del terremoto porque esto también ha sido una experiencia no sólo de investigación, de imaginación, sino también de reanimación, de intentar reimaginar y reconstruir un proceso de experiencia silenciado por una combinación de distintos motivos que creo, sin embargo, echa luz a muchos otros procesos. Resulta ser un lugar particularmente interesante desde el cual pensar la transformación del Estado y la transformación territorial y, desde luego, de las relaciones entre nación y provincia, la historia de la arquitectura y urbanismo en la Argentina del siglo XX y también un ángulo particular en pensar, cómo no, el surgimiento, los proyectos y los límites del peronismo. Reconozco que cuando empezaba estaba más o menos convencido de lo interesante del caso pero eran tan pocas las referencias que a veces me preguntaba si no me lo estaba imaginando todo, si no estaba sobre interpretando algo que era intrascendente. La primera vez que fui a San Juan llegué a la terminal de ómnibus, tomé un taxi, el tipo me pregunta por qué estoy ahí, le digo bueno estoy acá para investigar un poco el terremoto y la reconstrucción. “Ah, el terremoto del 44?”“Sí, sí, ese”. “Ah, cuándo cayeron las iglesias y descubrieron todos los cuerpos de los hijos secretos y los amantes que tenían los curas debajo de las iglesias? Ese?” (Risas) Bueno, puede haber material, algo vamos a encontrar acá… (Risas) Entonces, ahí empecé a indagar y tras años de investigación y debate en San Juan, Mendoza, acá, en algunos archivos en Estados Unidos e Inglaterra, logramos articular alguna aproximación a lo que fue la experiencia humana y lo que voy a enfatizar ahora, sobre todo lo que fue el debate político en torno al desastre y el mundo social que dejó en evidencia. Si bien, como veremos, el proceso de transformación social fue profundo pero complejo y contradictorio, ha sido difícil evitar mirarlo también como la experiencia más fuerte de ruptura en una época caracterizada como de ruptura: qué cosa más contundente puede haber que la destrucción total de una ciudad. Entonces, digo, es un intento un poco desde abajo, un poco desde ahí, un poco desde afuera, de rearmarlo y repensarlo de otra forma. Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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Volvamos a la fecha, al 15 de enero de 1944. Voy a pasar por algunos hitos en el debate, en la experiencia de destrucción y en su rearticulación como proyecto político, como debate urbanístico y debate social. Vamos a mirar unos siete puntos de esta historia en detalle, pero también, como en el libro, terminé articulando en cuatro momentos en torno a las ruinas como experiencia central de estos años, y como un espacio semántico muy denso, muy material por supuesto, y unos cuatro momentos, cuatro formas de las ruinas, como verán. Entonces vamos a empezar con el primer momento,el terremoto y la ciudad previa. Pienso las ruinas como desafío, como invitación a la transformación, las ruinas como juicio. Para pensar la ciudad que cayó. Podríamos pensar, simplificando, en tres cosas: uvas, adobe y alpargatas. San Juan, como Mendoza, fue una provincia radicalmente rehecha por el boom de la vid, por el vino, después de la llegada del ferrocarril. Y su economía ya bastante temprano, pocos años después de la llegada del ferrocarril en 1885 y seguramente para la virada del siglo, ya estaba dominado por el monocultivo y por el poder de las grandes bodegas. Esto trajo una gran prosperidad, una ciudad pujante industrial; tal vez no tan grande, tal vez no tan pujante como Mendoza, pero de notable crecimiento económico e industrial y con el poder, las bodegas, y la población cada vez más concentrada en la capital de la provincia. Para la época del terremoto, vino a concentrar la mitad de la población de toda la provincia. Uno de los casos más pronunciados de macrocefalismo urbano, tendencia notable en las provincias. Pero el contexto social del monocultivo de la vid fue algo más complejo: como el dirigente comunista Marianetti lo captó, era “un mundo caracterizado por el arraigo de las cepas y por desarraigo de los hombres”, en la dominación de las bodegas y en menor medida de los viñateros y una clase obrera de mucha pobreza, de gran nomadismo y con desempleo temporal muy alto. Y San Juan en sí era una ciudad todavía colonial, ciudad de las estatuas, con aires coloniales, pero pocos árboles, calles estrechas, sin aceras. Acá ven el centro de la ciudad y en el extremo derecho superior la Plaza 25 de Mayo, el epicentro de la ciudad, el lugar rodeado por un nuevo edificio de la Municipalidad, la Catedral ahí un poco a la derecha, y los principales clubes sociales y bancos. Una ciudad de provincia pujante en fin, pero muy constreñida dentro de su modelo colonial y el damero español y las cuatro avenidas que la demarcaban. Fuera de las cuatro avenidas era una ciu-

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dad que había crecido abigarradamente con muchos suburbios pobres rodeados de un cinturón de hierro del ferrocarril y una serie de bodegas industriales que como digo, estaban concentradas sobre todo en la ciudad a pesar de que la vid crecía en otra parte de la provincia. Y era una ciudad de esta prosperidad polvorienta, a veces poco sociable y con índices sociales bastante bajos, de ahí el adobe. Una ciudad todavía hecha a la antigua usanza en muchos sentidos, con déficits sanitarios importantes era la cuarta provincia en términos de médicos per cápita y era la tercera peor en tasas de mortalidad infantil, un lugar donde tres cuartos de los adolescentes fueron rechazados para el servicio militar. Como dijo un médico, hijo de un gobernador conservador y bodeguero, “el extraordinario desenvolvimiento industrial que ha servido para transformar portentosamente el cuadro de los demás valores ha sido hasta ahora incapaz de transformar nuestro valor hombre”. La expectativa de vida en San Juan era la misma que había sido en Buenos Aires setenta años antes y en los suburbios era peor todavía. Entonces el tercero, alpargatas. El reino de los bodegueros, el gobierno de los bodegueros había sido dividido y con la Ley Sáenz Peña había emergido un nuevo liderazgo disidente dentro del radicalismo local, dirigido por los hermanos, los tres “machos” Cantoni (Federico, Aldo y Elio), que eran médicos, hijos de un geólogo, nacidos en la elite provincial pero con poca vocación de integrarse. Encabezaron un desafío central directo al poder establecido. Fueron los primeros en adoptar la alpargata como su bandera, como su símbolo político y en los años ‟20 arrasaron con el poder. Tres veces fueron elegidos al gobierno y las tres veces fueron después removidos del poder por medidas de fuerza, sea por intervenciones nacionales o finalmente en el ‟34 por un golpe de estado provincial. Encabezaron un proyecto de reformas ambiciosas, destinado a transformar el monocultivo en un modo de desarrollo más balanceado pero gobernaron con poco respeto a las leyes y las instituciones y un orgullo en sus maneras violentas que quedó patentado en su diario que anunciaba arriba como slogan, en latín, “Que nos odien mientras nos temen”. Entonces ganaron e implementaron una serie de medidas avanzadas: el sufragio femenino, leyes laborales, una serie de reformas fuertes, una bodega del Estado y como digo, fueron cada vez sacados del poder por la violencia. Pero los conservadores y los otros bodegueros de otras ex-

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tracciones políticas no podían ponerse de acuerdo en una alianza y los diez años que van del último gobierno cantonista al terremoto, vieron once gobiernos locales. Los bodegueros habían logrado volver al poder pero de manera frágil y con poca legitimidad. En los últimos años, entre los ‟30 y principios de los ‟40, intentaron armar finalmente un proyecto reformista tentativo, con las primeras viviendas obreras y un intento de una reforma urbana que proclamaba que en el futuro todas las casas debían tener techos colorados, las paredes deberían ser pintadas blancas, como en la colonia y, por ahora, en cuanto al problema sísmico, concluían, “no era crucial para San Juan en este momento”. Esta era la frágil restauración conservadora que fue tumbada por el golpe militar. Los militares, como se sabe, en los primeros meses después del Golpe del ‟43, tampoco encontraban un rumbo totalmente consensuado y de hecho, San Juan había pasado ya por dos interventores. Uno que llegó y fue instalado en el poder el 12 de enero de 1944. Él venía furibundo declarando el fin de la democracia liberal y para instaurar la justicia social por métodos forzosos si era necesario. Pero a muy pocos días de llegar, una reforma obligada y una crisis totalmente inesperada demostrarían posibilidades de cambio mucho más amplias de lo que él se había imaginado y pronto obligaría al gobierno a enfrentar en los hechos, algunas de las cosas que habían prometido o pensado o imaginado en su retórica, en sus frases. Poco antes de las 9, la noche del 15 de enero, pleno verano, un sábado, empezó la tierra a temblar. San Juan conocía temblores; de hecho unos cuatro años antes había habido un terremoto no menor que había dejado una parte importante de la segunda ciudad de provincia, Caucete, todavía en ruinas. Y cincuenta años antes, San Juan había sufrido un terremoto bastante más potente que había tumbado gran parte del centro pero con pocos muertos. Esto sería otra cosa. Para citar un testigo, “fue sólo un instante, nada más que un instante. No hubo momento precursor, no hubo crecimiento paulatino. Sólo un gran remezón, como si algo hubiera sido arrancado de cuajo. Alcancé a dar unos pasos para el patio y ya todo había pasado, pero San Juan ahora estaba en ruinas”.

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El terremoto tumbó todo el centro de la ciudad: veinte de veintiuna iglesias, prácticamente todos los edificios del gobierno, entre ellos la Municipalidad inaugurada tres años antes, calle tras calle tras calle, casas, cafés y bodegas. Afuera del centro, la destrucción era aún más total, esto es, un poco afuera de las cuatro avenidas, ya en los suburbios de San Juan. Uno ve algunas paredes que no eran paralelas al movimiento del sismo y quedaron en pie, pero una enorme cantidad de escombros que llenó todo el espacio, las calles. Esto es dos o tres días después, ya se han limpiado un poco los caminos centrales, pero las fotos de la mañana después muestran un espacio de escombros prácticamente continuo. Era imposible, decía un sobreviviente, caminar por las calles de San Juan esa noche sin tropezar con un cadáver. Se perdió la luz, se perdió el agua, las autoridades desaparecieron, hubo un colapso total de las estructuras de gobierno y de la infraestructura de la ciudad. Y aun cuando volvió la luz, cuando algunos grupos de policías, algunos soldados de patrulla que volvieron de la montaña empezaron a establecer cierto orden, era claro que el terremoto había roto al gobierno, a la estructura del estado provincial. Y ese flamante interventor, que había estado tan lleno de palabras de fuego desapareció y muy pronto sería reemplazado por las fuerzas de ayuda militar que vinieron de Mendoza y de Buenos Aires. La ciudad era un espacio de destrucción. Como decía uno de los diarios un mes y medio después, cuando volvieron a imprimir, “sobre 15 o 20 mil casas, ¿cuántas quedaron intactas? Intactas del todo, ninguna.” Y probablemente, cuando se hizo un censo, las mediciones eran de unas 12 mil casas destruidas sobre el total de 15 mil en la zona afectada. La mitad de la población dela provincia y probablemente un 90% de la población de la ciudad, había quedado sin techo. Y de los muertos nunca habría un número definitivo. La cifra que luego quedó es 10 mil. Es muy posible que hubiese esa cantidad de muertos pero lo cierto es que inclusive la capacidad de contar muertos era algo que excedía en ese momento la capacidad del gobierno local. No podían hacer nada en términos de ayuda. Y en base a eso, a los dos días del terremoto, el gobierno nacional decretaría una evacuación de San Juan y dedicaría gran cantidad de ferrocarriles porque el tren estaba básicamente intacto, con una poca reparación pudieron llegar los trenes a San Juan. Y en unos cuatro días llevarían unas 80 mil personas fuera de San Juan, al resto del país.

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Mirando esos evacuados llegando a otras ciudades y mirando las ruinas que dejaron, San Juan, por supuesto, se volvió tapa de los diarios y tema de debate nacional central durante semanas y una analogía local, una experiencia local de lo que ya estaba en las tapas de los diarios de la Segunda Guerra Mundial. Y la sensación de que esto era una experiencia local provocada por fuerzas naturales de lo que el resto del mundo estaba experimentando por la guerra fue fuerte, una manera en que la Argentina se incorporaba involuntariamente al contexto del momento. Los primeros informes, días después, para explicar cómo es que esta ciudad había colapsado tan repentinamente y cómo es que un terremoto que a fin de cuentas ni llegó a 8 en la escala de Richter había tenido un impacto tan desastroso sobre una ciudad de cientos de años de vida. Esos juicios apuntaban contra la forma de construcción pero también contra la forma de organización social de San Juan. Es indudable, decía un ingeniero una semana después, que “la falta de previsión ha sido la causa primordial de la destrucción de San Juan. Lo que se han dado en llamar edificios cuando el calificativo más exacto es sepulcros blanqueados”. Él pensaba sobre todo en el edificio municipal hecho por el entonces ministro de obras públicas de gobierno, supuestamente fortalecido, que colapsó muy rápidamente. Y esto apuntaba a una estructura de poder; había media docena de arquitectos, unos cincuenta ingenieros en San Juan y ningún código de edificación. Como mencioné, cincuenta años antes, San Juan había sido destruida por un terremoto y hubo un intento en ese momento de implementar nuevas formas de construcción pero esas fueron derrotadas por resistencias locales y el resultado fue reconstruir la ciudad básicamente como había sido antes. Entonces en esa situación, dada la pobreza evidente en San Juan, más evidente todavía con la evacuación, dado el descrédito de la elite local, la incapacidad del estado local, esta historia de inestabilidad política en el pasado reciente y la evidente incapacidad para construir una ciudad no sólo justa sino también perdurable, no era difícil para muchos observadores, arquitectos, ingenieros y políticos, ver a San Juan como una versión extrema de la crisis social del país y también una oportunidad para transformarlo. Y también la figura de los huérfanos y de los evacuados se volvería central en esta construcción como un llamado interior, como unas ruinas co-

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mo decía antes, que emitían un juicio radical contra el orden anterior e invitaban una transformación. Una de las figuras clave de esta transformación es el señor a la izquierda de esta foto, en aquel momento el flamante secretario de Trabajo y Previsión Social. Perón había dado discursos en cadena nacional en los meses anteriores, uno en octubre, otro en noviembre, y uno más conocido en el Año Nuevo del„43. Pero su gran presencia en los medios, su presencia diaria como orador y su conexión más fuerte con audiencias populares empezó con San Juan. Empezó la noche después del terremoto, el 16 de enero, cuando él salió en cadena nacional para lanzar una colecta para ayudar a las víctimas. Esta colecta sería una campaña, aunque no era una campaña sin precedentes; había habido otras colectas cuando hubo un terremoto aún más grande en Chillán, en Chile. El gobierno había organizado una colecta esa vez también, pero éste fue notable en varios aspectos. Uno, por el nivel de movilización que implicó, famosamente con el concierto con artistas una semana después donde conoció a Evita, pero también con una agitación por las calles, una participación masiva, estampillas específicas. Si uno mira los diarios de estos meses hay una cantidad enorme de acciones de la sociedad civil, desde los presos comunistas en Neuquén hasta la sociedad israelita del Chaco, hasta los boy scouts de Buenos Aires, hay una enorme convergencia de distintos grupos que organizan competiciones para ayudar a las víctimas, como ocurre muchas veces en los desastres. Pero aquí con especial ahínco y con coordinación por parte de oficiales militares en el gobierno nacional, y no por la Sociedad de Beneficencia o la Iglesia como en ocasiones anteriores. Esta colecta entonces fue el lanzamiento político no sólo de Perón como voz, sino también y sobre todo, de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social. Hay fotos del momento de camiones de ayuda, y trenes de ayuda llegando a San Juan, todos cubiertos con decoración de la Secretaría. Ese es su momento de presentación a la sociedad. Hay que recordar que el principio del ‟44 es un momento en que Perón y la Secretaría todavía no han articulado una alianza con distintos sindicatos, donde la estrategia política de Perón que luego parecerá muy inevitable, pero como ha demostrado Juan Carlos Torre, estos momentos son todavía de mucha incertidumbre y esto sirve como el momento de presentación de la Secretaría como coordinación de la voluntad Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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de la sociedad. Y para Perón es inclusive, como él dice, un signo de la transformación de una idea de ciudadanía. En su segundo discurso sobre la colecta lo llama el “índice de nuestra solidaridad nacional” y dice en otra parte, “muestra de un sentimiento de unidad nacional indestructible”. Habría que resaltar que esto no era sólo una sensación de Perón. Uno puede encontrar cuando se debate uno dos años más tarde en el Congreso sobre cómo debería ser el proyecto de reconstrucción de San Juan, Arturo Illia, diputado por Córdoba, enfatiza que para él el momento de la colecta y la ayuda a San Juan fue como un momento de refundación, “como reescribir la Constitución nacional”. Entonces esto habla del poder de convocatoria de Perón en este momento y de cómo esta campaña, cómo esta experiencia podría convocar a esperanzas más amplias de cambio y cómo las figuras de las víctimas se volvieron centrales en esta idea de construir una nueva Argentina más solidaria, más justa, más duradera. Unos meses más tarde Perón dirá que “la Secretaría de Trabajo y Previsión nació cuando San Juan fue destruida”. Y también que en otro sentido, la ayuda a las víctimas fue el comienzo de un proyecto de justicia social más amplio, porque la verdad que el resto de los argentinos, decía, “no estaba mucho mejor que los abandonados de San Juan”. Habrá comida para los evacuados y para los que todavía quedaban en San Juan durante sesenta días, luego extendido un poco más tiempo; habrá mucha ayuda médica; habrá una enorme gesta de parte de médicos y departe del Estado para rescatar a víctimas y para salvarlas. Habrá sobre todo, la iniciativa más dramática en estos meses como signo de esta nueva época de política social: los barrios y las viviendas de emergencia. Son la primera cosa en la que se va a invertir dinero, en que el Estado va a invertir dinero de ayuda. Como la ciudad había quedado prácticamente sin vivienda, era un momento en que el desastre había revelado la necesidad de reconstruir San Juan en tres registros: en términos materiales, de casas; en términos más amplios de ciudad, y también como sociedad. Y era un problema a la vez técnico como social, de organización de trabajo, de diseño y sobre todo de recursos. Todas las previsiones para casas que fueran sismo resistentes excedían ampliamente la capacidad

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de construcción local y sobre todo las capacidades de pago de la mayoría dela población. Entonces, desde el principio esto implicaba que el Estado iba a tener que jugar un rol mucho más central de lo que había jugado hasta entonces en política de vivienda y que también iban a ser necesarias nuevas herramientas de planificación y de intervención territorial, tal vez de zonificación que no habían existido antes y que no se habían implementado antes en San Juan, o en ningún lado de Argentina. Desde muy temprano se hizo evidente que iba a ser una experiencia piloto en algún sentido para reconstruir casas y reconstruir ciudades, y como veremos, para muchos arquitectos, San Juan sería un tubo de ensayo, un espacio para intentar cosas imposibles en el resto del país. En este sentido podemos hablar de las ruinas como laboratorio, como un espacio para elaborar nuevas políticas públicas y nuevas maneras de imaginar la ciudad, el territorio y la acción del Estado, y también nuevas demandas ciudadanas. El primero y más concreto ejemplo de esto son los barrios de emergencia. Fue la primera entrada del Estado argentino en la construcción masiva de viviendas. En poco menos de dos meses construyeron donde ven aquí en el mapa de la ciudad pueden apreciar el damero colonial, las cuatro avenidas, la plaza central, y la dispersión y el ferrocarril que rodeaba marcado por bodegas alrededor de la ciudad; y en estos intersticios de este espacio, en lugares que habían quedado abiertos, en los terrenos podían encontrar terrenos públicos o de los ferrocarriles o donados por otros. En poco menos de dos meses el Estado argentino, el Ministerio de Obras Públicas construyó una serie de barrios de viviendas de emergencia. Como pueden ver, fueron muchos barrios relativamente chicos, de veinte, cuarenta, cincuenta, y dos que eran realmente masivos. Pregunta: ¿Había uno que se llamaba Perón? Mark Healey: Ese es un punto, no sólo Perón. En todo esto había muy claramente un intento de construcción de épica de parte del gobierno. En el proceso de ayuda médica vinieron médicos de todo el país, muchos coordinados por el gobierno, por el Ministerio de Salud Pública, otros que vinieron por sí solos y vinieron también algunos extranjeros. Y hubo mucha ayuda de Chile; Argentina había ayudado mucho a Chile después del terremoto del ‟39. Un avión de médicos y en-

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fermeros argentinos y chilenos estaba llevando gente a Mendoza y cuando volvía de Mendoza cayó. Esos enfermeros y pilotos y médicos, y los ministros de gobierno serían los primeros honrados cuando se terminan a finales de mayo los primeros barrios de emergencia. Entonces, los barrios de emergencia y las viviendas de emergencia son indicaciones de una gesta vivida en tiempo inmediato, presente, y de un intento de construcción de héroes y de construcción de una ruptura política basada en estos nuevos derechos. Aquí ven uno de los más chiquitos, aquí vemos algunos de los que esperaban entraran en estos espacios con el entonces jefe militar que había llegado primero como autoridad militar de la zona y después había quedado como interventor, Sosa Molina, que luego será Ministro de Guerra de Perón. Y acá vemos que a finales de mayo sale una publicación presentando todo esto. Acá tenemos en el fondo la catedral que cayó, un sol que nace sobre las ruinas, una nueva casa que es al estilo de un rancho campesino pero hecho con materiales industriales en forma de producción masiva y debajo, el contexto más amplio con un mástil, porque en los más grandes había escuelas, también una clínica médica, etc. Esto resolvió después de unos meses el problema de corto plazo de la ciudad. Y creo, como ven, una ciudad paralela, una ciudad de emergencia, precaria, rodeada todavía de ruinas. Hubo trabajo de demolición, hubo mucha remoción de los escombros pero los primeros meses estuvieron marcados por este enorme esfuerzo alrededor de la ciudad para contener a los que quedaban en San Juan y con un muy intenso debate sobre los escombros entre el gobierno y distintos líderes, arquitectos y otros sobre cómo debería reconstruirse permanentemente la ciudad. Con respecto a los barrios de emergencia, en estos meses ya había un proyecto muy explícito de conectarlos con la ayuda oficial. En un primer momento fueron muy bien recibidos. Se ve, por ejemplo, en el primer libro de testimonios de sobrevivientes del terremoto publicado en estos meses que vendió mucho, escrito por el ex Director de Escuelas local, que tiene dos finales. El primer final es de un obrero que perdió su casa, que casi perdió su familia y el momento cierre de su experiencia es cuando consigue trabajo en la demolición y una casa en un barrio de emergencia. El último final es el autor, director de escuelas, frente a la casa de Sarmiento que el Mi-

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nisterio de Obras Públicas restauró en esta primera etapa (reconstruyeron y fortalecieron la casa de Sarmiento como un punto de partida para un futuro mejor). Pero el gran debate era sobre cómo construir la ciudad y cómo eso debería estar conectado con la transformación dela provincia. Ya la noche después del terremoto, varios arquitectos estaban contactando a personas que conocían en el gobierno con sus propuestas. Perón, como parte de la Secretaría de Trabajo y Previsión había ido absorbiendo en los últimos meses distintos aspectos de política social. Había absorbido hacía poco tiempo lo que antes había sido la Comisión Nacional de Casas Baratas, que había tenido relativamente poca actuación pero de gran importancia en términos de modelos de vivienda, y tenía unos arquitectos trabajando en un plan de viviendas para el país. Entonces fueron ellos mismos encargados de encarar San Juan como el punto de partida de este nuevo proyecto. Les dieron una semana, cinco días, para preparar un plan para reconstruir la ciudad. Y ellos miraron la ciudad en ruinas, miraron las calles estrechas, las viviendas de adobe, la ausencia de parques, la ausencia de verde, la ausencia de aceras, la ausencia de edificios de altura, y el hecho de que esta ciudad era aun así una ciudad de alquiler, donde menos del 30% de las viviendas eran de propiedad; más del 70% eran de alquiler. Proclamaron que “los terremotos, como los bombardeos en Europa, crean situación de hecho que demandan soluciones inmediatas” y su propuesta entonces era construir una ciudad jardín con viviendas para todos y con cambios radicales en la estructura de la ciudad. Por el hecho de que para construir de cualquier forma sustentable habría que expropiar prácticamente todas las propiedades de la vieja ciudad, entonces, proponían expropiar toda la ciudad, trasladarla y asignar a los antiguos propietarios un espacio en la nueva ciudad. Era una propuesta de hacer una San Juan nueva, no muy lejos de la antigua ciudad pero en un lugar más alto; la ciudad original está por debajo del nivel del rio y había sido inundada varias veces por el río, y también eso tuvo algún impacto en el terremoto, porque las tierras bajas anegadas eran más sujetas a movimientos sísmicos. Entonces, al trasladarse la ciudad pensaron que podían resolver de un golpe la cuestión de la propiedad, la cuestión de seguridad y también ofrecer lo que sería un ejemplo, un modelo de soluciones prácticas y visión grande para las demás ciudades de la República Argentina. Y esta propuesta muy rápidamente ganó el apoyo de grupos técnicos dentro de la disciplina. La Revista Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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de Arquitectura salió a apoyarlo dentro de unas pocas semanas y Pistarini, el ministro de obras públicas, que había trabajado con varios de estos arquitectos, lo asumió como un proyecto modelo y como una idea para construir en San Juan lo que luego podría ser reproducido a mayor escala y de forma más gradual en el resto del país. Una convergencia entre un modernismo discreto que también elegía a veces para los edificios formas coloniales, como vemos aquí, con una visión de renovación dramática. Pero la cuestión no era sólo reconstruir la ciudad sino también como reconstruir la provincia como un todo, porque parte del problema de la inestabilidad política y social del lugar tenía que ver con la dominación de la vieja ciudad sobre la campaña y sobre el mundo desarraigado de las viñas. Entonces otras voces dentro de los arquitectos, inclusive los que pensaban en trasladar la ciudad, tenían ideas aún más radicales junto con mudar la ciudad. Como decía uno, lo que tiene que cambiar “no es sólo una nueva ciudad, sino una nueva provincia entera”, que la oportunidad del terremoto y la destrucción era un momento para replantear el desarrollo y el poder, y sobre todo el proyecto económico de la provincia para adelante, cómo encontrar una estructura más balanceada, cómo reequilibrar el dominio de las grandes bodegas sobre el poder local. Y esto fue reforzado por el debate sobre el traslado. Esta propuesta no fue bien recibida por las fuerzas vivas locales y esto era previsible desde el primer día. La noche después del primer día del terremoto llegó el ministro del Interior a San Juan y fue recibido por una delegación de los grandes bodegueros de la provincia que le hicieron tres exigencias. Primero, que el gobierno debía inmediatamente resarcir todas sus pérdidas. Segundo, que debía ponerse a reconstruir sus casas y bodegas caídas, emitiendo „bonos patrióticos‟ para financiarlo si era necesario. Tercero, que debería inmediatamente hacer una leva para llamar 50 mil soldados más para venir a trabajar a costa del gobierno a levantar sus bodegas y sus viviendas. Estaban llamando 50 mil obreros en un momento en que había 35 mil en el Ejército argentino. Era como una declaración de confianza en su poder y de seguridad de que ellos serían los interlocutores del gobierno y que todo debería pasar por ellos. El gobierno no escuchó estas propuestas; hizo algunos gestos como demorar la construcción de viviendas de emergencia hasta que terminara la cosecha, la vendimia, para tener más mano de obra en las bodegas. Pero lo Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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importante de esa pequeña declaración era que era una indicación de la ceguera social del liderazgo político local. En ese sentido fortalecía la propuesta de reforma más radical pero también, irónicamente, terminaría por reforzar el liderazgo de esos grupos como defensores de lo local. Si no tuvieron ningún problema en hacer una declaración tan fuerte en el momento del desastre, con más razón van a defender los intereses del orden en San Juan más adelante. A dos semanas de conocer la propuesta del traslado, ellos escribieron su propia contrapropuesta diciendo que el traslado significaba desechar tres siglos de historia, de importantes intereses espirituales, políticos y, sobre todo, materiales, en nombre de un proyecto a sus luces espurio. Y mientras los arquitectos se habían entusiasmado con la mudanza, ellos reclutaron para su lado a los ingenieros. Varios de estos bodegueros eran ingenieros ellos mismos, y propusieron que en vez de repensar la provincia, en vez de repensar la estructura física y social de la sociedad, solamente hacían falta casas más duraderas. Entonces el enemigo no eran las viejas maneras de construir, o una estructura social problemática; el enemigo era simplemente el adobe y la solución sería el hormigón. Ellos intentaron usar las técnicas y los argumentos de la arquitectura modernista como defensa del San Juan tradicional. Imaginaron un San Juan en líneas tradicionales pero con casas en forma de cajón, hechas de hormigón, una visión que resultaría bastante profética en un punto. Esas propuestas de traslado inicial fueron derrotadas. Hubo una gran campaña en la prensa nacional a favor y en contra. Uno encuentra editoriales un poco insólitos, por ejemplo, a La Nación le parecía una terrible ofensa contra la propiedad esta idea del traslado, pero La Prensa apoyó fervorosamente la idea de que San Juan tenía que construirse en otro lado. Entonces, había un cierto desfasaje entre lo que luego se consolidaría como distintos campos más o menos coherentes. Pero esta propuesta inicial del traslado fue derrotada y con él Pistarini, ministro de obras públicas, que venía con un proyecto de construir muchas obras y de transformar el país, fue apartado de la reconstrucción de San Juan después de unos meses (en vez de eso decidió poner sus energías en otro proyecto, que arranca en esos momentos, el Aeropuerto de Ezeiza). Queda a cargo una nueva organización que se llama Consejo de la Reconstrucción. Y aquí entramos en un año, desde mediados del ‟44 cuando se forma el Consejo de Reconstrucción hasta mediados del ‟45, cuando surge fuertemente la oposición en el país, un año de Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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transición crucial, porque este es el momento en que el peronismo como proyecto de gobierno y sobre todo, en la alianza creciente de la Secretaría de Trabajo y Previsión y otros miembros del gobierno y el movimiento sindical, realmente empieza a cobrar fuerza en el país y en alguna medida en San Juan. Pero a la vez, este proyecto de transformar San Juan, que durante la primera mitad del „44 había estado constantemente en todos los diarios y había estado muy conectado con esta idea de proyecto de transformación nacional, de arrancar desde el interior con una manera de reconstruir ciudadanía, re-imaginar las relaciones y reconstruir el proyecto de desarrollo, ese proyecto se iba estancando mientras el otro se iba acelerando. Y entonces fue este año, que fue muy productivo en términos de propuestas y debates y planes dentro de San Juan, pero muy poco productivo en términos deconstrucción de más viviendas o de debates resueltos, en que la conexión inicial entre el desastre de San Juan y la reconstrucción de la nación como proyecto nacional de Perón se empezó a debilitar y finalmente se terminaría torsionando de otra manera. Este fue el momento del proyecto tal vez más radical por parte de figuras claves del modernismo argentino, que imaginaron un San Juan de súper cuadras, una especie de Brasilia avant la lettre en el desierto sanjuanino, no con torres pero con viviendas bajas y con intento de expropiar y pensar en el contexto de formas tradicionales de viviendas. Pero sobre todo con una idea de abrir la ciudad y romper con la dominación dela ciudad y conectado con ideas de bodegas regionales, con desconcentración del poder de las cinco o seis bodegas que dominaban el mercado y también con la dispersión dela población. Una idea una reconstrucción integral y como idea de reconstrucción social a largo plazo que quedó sin embargo en los papeles por una interna dentro de este Consejo de la Reconstrucción. Pregunta: ¿Esto estaba encima de la ciudad vieja? Mark Healey. Sí, la propuesta era evitar este debate del traslado de la ciudad, reconstruir en la misma ciudad pero reconstruir sobre una grilla nueva, pero de todas formas hay que expropiar propiedades por lo fragmentado e incompleto no sólo de los registros de la propiedad sino de las propiedades mismas. Uno de las grandes causas de muerte en el terremoto había sido que las casas se caían sobre las calles y mucha gente murió en las calles, con las fachadas encima. En-

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tonces la idea de romper la fachada continua de la calle, de abrir, de cambiar la forma en que se articulaban las casas en predios individuales implicaba también un re-loteo de las propiedades y ellos llevaron eso a una propuesta más radical. Pero como digo, para mediados del ‟45 -se formó el Consejo de la Reconstrucción en julio del ‟44 y la declaración de las fuerzas vivas en julio del ‟45-, en esa etapa hubo cuatro propuestas distintas dentro de San Juan. Entonces es este punto, un momento de ruptura entre el proyecto nacional de Perón y lo que se hacía en concreto dentro de San Juan. Es un momento de descuido de este Consejo que pierde la pelea. Es un momento de triunfo para las elites locales que han logrado meter alguna gente en el Consejo y bloquear intentos de reconstrucción radical. Pero sobre todo es un momento de enorme y creciente frustración para los ciudadanos de San Juan, comprensiblemente, que no pueden reconstruir sus casas porque todavía no hay ninguna línea principal directiva. Ven estos escombros y las viviendas de emergencia tan queridas en su primer momento, que van cayéndose, que no eran permanentes y después de un año y medio ya van dando señales de las limitaciones de su construcción y su diseño. Entonces aquí llegamos al tercer sentido de las ruinas: cómo las ruinas que habían sido una invitación a la trasformación, que habían sido laboratorio para esa transformación, se vuelven a mediados del ‟45 condena. Se vuelven signos de las limitaciones del proyecto de Perón, se vuelven limitaciones del proyecto militar y se vuelven muy útiles como símbolo, no del fracaso del orden anterior, no de la tragedia de un San Juan próspero pero excluyente, sino de la incapacidad militar, delo hueco de las promesas del gobierno. Esto arrancó en realidad en el Año Nuevo del ‟45 con un pequeño folleto editado en el extranjero, que se llamaba “El otro terremoto”, publicado por el Partido Comunista en base a informes y experiencias sobre todo de bodegueros, algunos de los cuales eran amigos. Aquí tenemos una de las primeras indicaciones de lo que sería la alianza política conocida del ‟45 donde la izquierda busca construir alianzas con distintos sectores de las fuerzas vivas, en este caso literalmente, tomando testimonios de las fuerzas vivas como prueba de lo nazi que es Perón. Y este libro decía que el gobierno militar había caído sobre San Juan como un segundo terremoto y po-

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nía a la defensa de la propiedad como el fundamento de la defensa de derechos constitucionales y decía cosas como por ejemplo, que “El régimen ha hecho trizas una sociedad sólida y ha pisoteado los derechos de todos, en especial de los propietarios”. A lo largo del ‟45 este tipo de argumento iba tomando cuerpo entre las elites de San Juan e iba circulando cada vez más por el país. Otro aspecto que se volvió en contra de Perón era el destino de la colecta. Si bien el gobierno había invertido muchísimo dinero en ayuda social, en la construcción delas viviendas, en la provisión de comida y en otros mecanismos en los primeros meses después del terremoto, la colecta en sí no se había gastado. Gran parte del dinero de la colecta todavía estaba descasando en cuentas bancarias, lo cual daría motivo para especulaciones, famosamente para julio-agosto del ‟45, de consignas callejeras gritadas contra Perón “dónde están dónde están los dineros de San Juan” o “dónde está la guita que San Juan lo necesita”, y otras ironías parecidas. Y también algunas teorías conspirativas más fuertes; hay algunos que escribirían después del 17 de octubre que en realidad Perón había reclutado apoyo obrero pagándoles con dinero de la colecta, que era como un redondo intento simbólico de contrarrestar este logro. Pero en realidad es más una indicación del fracaso de reconstruir que otra cosa, porque el gobierno había invertido mucho; el problema era que no llegaba a un acuerdo interno sobre cómo proceder y frente a eso no sabía qué destino darle al dinero ni tenía siquiera capacidad para aumentar o mejorar las condiciones en los barrios de emergencia. Y todas estas cosas se le volvieron en contra muy fuertemente para mediados del ‟45 cuando emergió en San Juan un movimiento pro reconstrucción que muy rápidamente se volvió anti-gobierno y anti-Perón, y que tuvo como líderes a dos ingenieros, Remberto Baca y Alberto Costantini, y luego el memorable slogan de “planes no, casas sí”. En general, hicieron una reivindicación de soluciones simples, prácticas, que favorecieran a que cada uno hiciera lo que quisiera. Entonces estos grupos empezaron a organizarse, lanzaron toda una campaña de sociedad civil y se volvieron el eje de la oposición. Toda la experiencia del ‟45 en San Juan va a ser obviamente marcada por la reconstrucción y también por la oposición nacional. Una cosa que redescubrí trabajando esto es cuánto había repercutido en lo nacional, y sobre todo en la oposición, esta experiencia. Cuando se levantó el estado de sitio, la primera manifestación fue en San Juan. Fue masiva, fue el 8 de agosto y fue la mayor manifestación en San Juan de la

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década: 30 mil personas a favor de la reconstrucción inmediata lo cual significaba desechar los planes que había todavía y quería que el gobierno dejara simplemente a los propietarios construir. Pero las ideas de transformación de la ciudad no habían sido nunca sólo ideas de técnicos foráneos. También había varios grupos locales, el propio Cantoni, todavía en las sombras, que favorecían a esta idea y que veían esto como una gran oportunidad para el desarrollo. Uno de ellos, un ingeniero Juan Victoria, que escribió un ensayo muy fuerte en una revista local a finales del ‟45, diciendo que para él la reconstrucción ya había fracasado, que en San Juan los locales se habían empeñado en defender sus casitas de lodo y habían perdido la oportunidad para entrar en el siglo XX y para, sobre todo, enfrentar la transformación de la economía y la construcción de grandes obras, sobre todo de represas de agua en esta provincia desértica, y en vez de eso habían quedado enfrascados en sus propios patios y en sus vides de atrás. En la campaña del ‟45-‟46, el terremoto apareció de distintas maneras, sobre todo de la mano de la oposición. Aquí vemos una inversión fundamental. Este proyecto que había estado tan conectado con la emergencia de Perón como figura nacional, con su proyecto global de reconfigurar la nación, se volvió a repensar la conexión entre provincia y nación y la forma del desarrollo de las provincias, se volvió simplemente una crítica contra cualquier tipo de transformación y contra cualquier tipo de proyecto y se volvió un argumento muy potente contra Perón y algo que el peronismo casi no lo mencionó o sólo lo mencionó para rechazar, ignorar, desacreditar estos ataques. La oposición presentaba las viviendas de emergencia como campos de concentración, como estrategia para dominar a la provincia, a estas ideas de reconstruir la ciudad como delirios, a cualquier intento de planificación, todo era como si toda la problemática hubiera sido inventada por el gobierno y no por el terremoto o los procesos anteriores. Pregunta: ¿La elite vivía bien ahí o vivía también más o menos? Mark Healey: Bueno ese es uno de los aspectos centrales. Muchos de ellos habían ido también a los barrios de emergencia. Cuando se terminaron los barrios de emergencia, hubo muchas declaraciones en los diarios de que “el terremoto había raleado las medianeras y nos ha igualado a Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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todos” y que “de los barrios de emergencia va a surgir la nueva aristocracia del terremoto”. Hubo un intento del gobierno de conseguir que los que podían reconstruyeran sus propias casas. Eso fracasó, ellos se apoderaron de las mejores casas de emergencia; hubo algunos barrios que eran más chicos y mejores que otros y eran las viviendas obreras que fueron construidas antes del terremoto (y que fueron terminadas después), que fueron apropiadas por este liderazgo político local. Pero en el ‟45 eso significaba que había miembros de la elite que se encontraban fuera de su contexto normal, viviendo al lado de vecinos que les daban, como dijeron varios, “sufrimiento moral” y este descubrimiento de las condiciones de vida delas mayorías fue una experiencia sumamente desagradable para ellos y no de construcción de solidaridad. Y la respuesta era culpar a esta situación post-terremoto de todos los males y decir que las viviendas de emergencia eran campos de concentración. Hay que decir también que el peronismo no tuvo claridad en un proyecto entre mediados del ‟44 hasta mediados del ‟45.Es recién cuando se levanta el estado de sitio y se empieza una lucha política más fuerte que el peronismo empieza a movilizarse realmente. Es ahí que Perón hace tratativas con Cantoni, y el cantonismo vuelve como actor político. Es en esa situación que empezamos a ver al peronismo tal como se concibe orgánicamente, en el que la movilización obrera empieza a tomar un papel fundamental en la política local y donde esta polarización tan característica realmente toma cuerpo en San Juan. La elección es muy formateada por este debate y comprensiblemente, la Unión Democrática intenta usarlo contra el peronismo. El segundo aniversario del terremoto cae un mes antes de las elecciones y ese día todo los diarios de la nación vienen con un anuncio de una tapa entera que muestra las ruinas y dice “San Juan espera todavía”. Hay dos cosas interesantes en eso. Uno, que el peronismo no tiene respuesta, porque todavía está dividido sobre su proyecto y concretamente la ciudad sigue en ruinas. Entonces, a nivel nacional la única respuesta contundente que tiene es un grupo peronista cantonista local que dice “la ciudad no se reconstruyó porque toda la ayuda la robaron las familias de la elite de siempre”, lo cual puede ser cierto pero no habla demasiado bien del proyecto transformador que

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dice encaminar. De todas formas esa promesa, aunque realizada muy parcialmente, había echado raíces dentro de San Juan. Justo antes de la elección, Cantoni había vuelto, se había aliado con Perón y se peleó. Unas semanas antes de la elección se fue a la Unión Democrática. Gracias a eso la Unión Democrática ganó en San Juan; tuvo más votos que Perón. Pregunta: ¿En la elección presidencial? Mark Healey: Sí, sí, en la elección presidencial, la Unión Democrática ganó en San Juan. Pero en la elección para gobernador, el candidato peronista ganó más votos, y en todo caso el 70% de los votos fueron para los grupos que hasta el día antes habían estado a favor del gobierno, cantonistas y peronistas, y en esos campos de concentración el gobierno ganó por el 60 o 70%. Ese era San Juan dos años después del terremoto. Un lugar a la sombra de una renovación radical, confiando en esas promesas pero sin todavía verlas realizadas más que muy parcialmente, y muy dividida por la lucha electoral. Este es el cuarto sentido de las ruinas. El peronismo gobernaría San Juan los próximos nueve años y en alguna medida sería el artífice de la reconstrucción. Habría mucha reconstrucción en esos años y en todo caso esos serían los años de finalmente sentar las bases social, política y legalmente para la reconstrucción y reformulación dela sociedad globalmente. El peronismo llevaría a cabo una transformación profunda. Pero sería una transformación profunda que en muchos sentidos se quedaría corta en cuanto a las promesas que había ofrecido inicialmente. Ese es el cuarto sentido de las ruinas: cómo la ciudad reconstruida fue ella misma una ruina de las promesas de transformación que había significado inicialmente. La idea de replantear el desarrollo de la provincia, de expandir radicalmente la tierra bajo irrigación y usar eso como base para una reforma agraria, para la diversificación de la economía de la provincia, para una descentralización del poder y de la población, esas ideas fueron mayormente descartadas. Sería expandido el sistema de irrigación, sería expandida la economía de la provincia, habría una infusión muy importante de recursos, una reconstrucción de muchas viviendas, una amplia reconstrucción de barrios alrededor de la ciudad pero no habría un replanteo de esta estructura del desarrollo que paRegistro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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recía tan urgente en el momento del terremoto. Y no habría tampoco un replanteo del desarrollo de la ciudad. Desde el principio había tensión entre repensar casa, ciudad y sociedad y al final San Juan quedaría con una versión mucho más cercana a la versión conservadora inicial, de casas de hormigón para todos pero dentro de una estructura física y una imaginación política más estrecha que las ideas de democratización y desarrollo más amplias que también se habían sugerido en el ‟44-‟45. No voy a seguir en detalle con los altibajos del peronismo en el poder, pero quiero volver para un par de ironías finales y algunas reflexiones sobre este proceso global. Acá vemos uno de los primeros grandes barrios. Finalmente, en el ‟48 habrá un plan definitivo para la reconstrucción de un arquitecto, José Pastor. Ese arquitecto en el ‟44 había sido el secretario de redacción dela Revista de Arquitectura, uno de los más entusiastas de las visiones más radicales de transformación, y es él que finalmente va a dar cuerpo a la solución, también transformadora pero mucho más limitada que se va a llevar a cabo. En vez de repensar el centro de la ciudad y repensar las relaciones entre distintos elementos de la ciudad, básicamente va a levantar la ciudad dentro de las cuatro avenidas de manera muy similar, con un eje monumental, con una avenida muy al estilo Avenida de Mayo, una idea muy decimonónica en el centro y muchos barrios individuales al estilo de la suburbanización en torno al centro de la ciudad. Aquí vemos uno de los más grandes, tal vez inevitablemente el barrio Eva Perón. Y aquí el eje cívico, una de las avenidas, la avenida central que pasa por el medio de la ciudad y algunas avenidas monumentales que se construyen en torno a eso. La ironía final de la reconstrucción va a ser que durante los primeros dos, tres y finalmente diez años, la oposición venía insistiendo que lo único que hacía falta era simple. No había que repensar el futuro de la provincia, no había que hacer estos planes tan ambiciosos, simplemente había que dejar a la gente construir sus casitas y que sean de hormigón. Muchos otros habían reconocido que para hacerse de hormigón requería una transformación de la estructura del Estado, del financiamiento de la vivienda y dela visión dela política bastante más amplia. Esa transformación se tenía que dar inclusive para construir las casitas. Y esa visión lo iba finalmente llevar a cabo el peronismo en gran, aunque no completa, medida. Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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En junio de 1952, vendría otro terremoto más fuerte que el primero y también de noche, pero que dejaría muy pocos muertos, un par de estructuras caerían y menos de diez personas fallecerían y muy pocos daños en torno a la ciudad. Eso sí, el edificio de la vieja escuela que el Consejo de Reconstrucción había elegido como su sede sí cayó; no fue el símbolo más feliz (risas) pero en general, la política de control y el código de edificación antisísmico que había formulado el Consejo fue confirmado y fue establecido como un modelo para la futura ciudad. Entonces ese fue un hito al indicar que este camino con sus idas y vueltas, altos y bajos, había sido aceptado por gran parte de la ciudad. Cuando cayó el gobierno de Perón en el ‟55, los planes para reconstrucción estaban firmes y había muchos barrios en la periferia que estaban terminados. Pero gran parte del centro de la ciudad todavía estaba por hacerse, en parte porque la gente estaba esperando mejores condiciones para construir, en parte por la reorientación de política económica del gobierno peronista después del ‟52 que había dejado de mandar recursos como sí lo había hecho con mucha fuerza del ‟49 al ‟52. Cuando cayó el gobierno de Perón, ahí vemos la última vuelta de la mitología y de construcciones políticas en torno a esta idea del ‟44. Por supuesto, la Revolución Libertadora presentó el supuesto fracaso de la reconstrucción como un ejemplo del fracaso global del peronismo. Intentaron hacer de esto una metáfora y cómo no, en la cuna de Sarmiento, de los límites y de los fracasos y corruptelas de la segunda tiranía. Pero con algunas ironías aún más fuertes. Pusieron como interventor a Mariano Bartolomé Carreras, quien se puso finalmente a terminar y llevar a cabo el proyecto de la reconstrucción peronista. La primera ironía es que los planes que denunciaban eran los planes que ellos iban a implementar y con mucho ahínco. Fue la Libertadora que terminó el proyecto peronista de reconstruir la ciudad. Segundo, que la Libertadora, a diferencia de otras políticas, invirtió una cantidad apreciable de dinero en esto; o sea, los dos momentos grandes de inversión en la reconstrucción fueron del ‟48 al ‟51 bajo Perón y durante los dos años de la Libertadora. Entonces, hubo un intento, en algún punto mágico, de encontrar este lugar que había sido tan fuerte en los orígenes de la campaña del proyecto de Perón y revertirlo desde ahí. De hecho, Aramburu en una entrevista en el ‟57 con un investigador norteamericano dijo que la Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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primera vez que conoció a Perón fue cuando estaba intentando convencer a unos oficiales y suboficiales a contribuir a la colecta de San Juan, y que desde entonces lo tenía jurado como alguien sospechoso. Los referentes locales de esta reconstrucción eran los mismos ingenieros que habían dirigido la oposición en el ‟45. Uno de ellos Baca, socialista, fue intendente de San Juan, y el otro, Alberto Costantini, fue ministro de obras públicas y presidente del Consejo de Reconstrucción. En dos años lograron levantar, empujar de nuevo mucha construcción, barrios nuevos en la periferia y tanto es así que Costantini se ganó la fama y el apodo de “pibe topadora” aunque a estas alturas tenía 50 años. Ese prestigio nacional le valoraría un pase a Buenos Aires donde terminaría siendo decano de la Facultad de Ingeniería, subsecretario y finalmente ministro de Obras Públicas durante el gobierno de Frondizi, y presidente finalmente del Consejo Argentino de Ingenieros. Su trayectoria en esto terminaría dejándolo en un lugar prestigioso. Los dos elementos irónicos finales de esta experiencia de la Libertadora son que Carreras, hacia finales de la Libertadora, fue removido de su cargo por enfrentamientos con las elites políticas locales en San Juan. Y entonces esta figura que vino a desterrar el espectro de Perón y a completar la obra que Perón no había completado, tomó el micrófono y lanzó una diatriba contra estas oscuras fuerzas políticas que conspiraban contra el pueblo y contra la unión, contra el sano gobierno de un militar entregado y el pueblo, y que dimitía porque no podía luchar más contra estos elementos. Y al día siguiente hubo una enorme manifestación de obreros que llegaban hasta la sede del gobierno reclamando que quedara Carreras. Seguramente es la única manifestación obrera de importancia numérica apreciable a favor de un interventor de la Libertadora. La reconstrucción de San Juan, ese proyecto que había estado tan conectado con la transformación nacional y que había prosperado gracias a dinero nacional, a ideas nacionales, a participación en un debate nacional, y cuyos protagonistas habían sido figuras de primer nivel nacional, en San Juan, en Mendoza y en Buenos Aires, este proyecto terminaría por ser un asunto provincial. Quién finalmente sería el último líder de la reconstrucción sería Juan Victoria, el ingeniero local que había sido aliado de los arquitectos más radicales en el ‟44-‟45, que había vaticinado

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ya en el ‟45 que la reconstrucción había fracasado, que sería el ministro de obras públicas y el Presidente del Consejo de Reconstrucción con el desarrollismo, con el gobierno de Frondizi local y finalmente terminaría de levantar los barrios de emergencia y reemplazarlos con viviendas permanentes, de sacar los últimos rastros dejados por esta experiencia ya a veinte años del terremoto. Terminaría esta transformación de San Juan de una ciudad polvorienta colonial y aislada en una ciudad industrial de hormigón, de verde, que alguna vez quiso ser modelo para la República y terminó siendo moderna a su manera, con las aceras amplias y bien enceradas, bajo la obra insignia de la gestión de Victoria y el símbolo final de la reconstrucción, la torre de la Catedral finalmente levantada en 1962 para los 400 años de San Juan, el momento de llegada de esta historia. Lo que siempre me ha parecido interesante de esta historia es intentar seguir el hilo por estas distintas vueltas para dar una mirada a políticas públicas en un sentido amplio, más largo y para ver los distintos momentos oblicuos en que interactúan; tienen intersecciones muy fuertes con figuras clave en los momentos decisivos y que a su vez tienen su propia historia y su propia lógica de una sociedad que se rearticula, se re-imagina, reconstruye después de un terremoto y de una experiencia tan desastrosa como fue la del „44. Muchas gracias.

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Reseña del Coloquio: Bibliotecas de las Américas: Poder, Capital Cultural y Circulación de Conocimientos, 1800-2000 Por Juan Pablo Scarfi (Mgs en Historia UTDT y PhD, University of Cambridge) Las bibliotecas han sido siempre un punto de encuentro entre lo personal y lo público, el individuo y la sociedad, la escritura y las lenguas. Independientemente de que sean personales, privadas o públicas, se trata de espacios que articulan estos dos polos. Sin embargo, aunque han sido un importante objeto de la literatura y la ensayística, las bibliotecas, a diferencia de los libros y la práctica de la lectura, no han merecido mucha atención como objeto de estudio específico entre los historiadores. Esto resulta en principio llamativo, ya que se trata de un universo material que puede ser visto como un articulador entre las trayectorias biográficas y los cambios socioculturales de gran escala, dos universos que son centrales en el trabajo que realizan los historiadores. El coloquio “Bibliotecas de las Américas: Poder, Capital Cultural y Circulación de Conocimientos, 1800-2000” realizado en la UTDT el 19 y 20 de agosto de 2014 mostró hasta qué punto las bibliotecas son un universo privilegiado para observar los puntos de contacto entre esos dos universos tan importantes y caros para los historiadores. Según se mostró en la mayor parte de las ponencias allí presentadas, las bibliotecas, como reservorios y fuentes de capital cultural, se construyen y mantienen ante todo con el empeño individual de personas y con las peripecias que atraviesa la vida en común en el seno de una cultura y una sociedad, especialmente en el caso de las bibliotecas latinoamericanas. La propuesta de los organizadores, Carlos Aguirre (University of Oregon) y Ricardo Salvatore (Universidad Torcuato Di Tella), apostó con éxito a resaltar la importancia que representa el estudio de las bibliotecas en América Latina, una región que, a diferencia de Europa y los Estados Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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Unidos, no ha sido una zona privilegiada de acumulación y concentración del capital cultural bibliográfico. La reflexión acerca de las desigualdades y desequilibrios en la distribución y acumulación global de los libros y ante todo las dificultades y desafíos que enfrentó y enfrenta aún la región en materia de resguardo y crecimiento de las bibliotecas fue un importante eje de discusión y debate en el marco del coloquio. La propia estructura del programa del coloquio ofreció un marco para desarrollar esta inquietud, ya que se exploraron las bibliotecas nacionales y las políticas públicas, así como también las bibliotecas en relación con la cultura letrada, la acumulación de conocimiento científico y los conflictos sociales. Los organizadores, Aguirre y Salvatore, asumieron con compromiso y soltura el rol de discussants y comentaristas de la mayor parte de los trabajos que se presentaron. Aunque hubo una mayor concentración de trabajos sobre las bibliotecas del Perú y de la Argentina, el coloquio ofreció una gama variada de trabajos que incluyeron también a Cuba, Brasil, Chile y Uruguay y contribuciones de una serie de historiadores e investigadores de distintas partes del continente, lo cual permitió ante todo el despliegue de una discusión más general sobre las bibliotecas nacionales, las políticas públicas y las limitaciones y desafíos de las bibliotecas latinoamericanas. El coloquio duró un día y medio y comenzó el martes 19 de agosto con tres paneles y se cerró el miércoles 20 de agosto con un último panel y con una mesa redonda de discusión abierta al público sobre los planes de publicación de las ponencias presentadas durante los dos días. No cabe duda que la publicación de este volumen cubrirá un vacío historiográfico importante en esta materia, contribuyendo a un análisis general de las bibliotecas en la región y a una serie de problemáticas vinculadas. Por el alcance de las discusiones y la importancia de la temática para el desarrollo de políticas públicas en esta materia, el coloquio mereció contar con una mayor concurrencia más allá del ámbito académico. Por ello, el libro que surja de este coloquio tiene potencial para alcanzar a un público más amplio y ser objeto de debate público. En las líneas que siguen intentaré mostrar porque cabe augurar que de este coloquio nazca un volumen colectivo que logre tener una buena recepción entre un variado público y que en última instancia incida en las políticas públicas y la gestión cultural de las bibliotecas latinoamericanas en un futuro próximo.

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En el marco del panel primer panel del martes 19 de agosto, abocado a las bibliotecas nacionales, las ponencias se concentraron en los cambios institucionales y culturales de las bibliotecas nacionales, las políticas públicas orientadas al desarrollo de las mismas y las vicisitudes de algunas figuras que cumplieron roles importantes de gestión y también como animadores culturales. El historiador chileno Bernardo Subercaseaux se concentró en la dimensión espacial de la Biblioteca Nacional de Chile y los imaginarios modernos específicos de la cultura chilena que quedaron y quedan aún asociados a ese espacio concreto de la biblioteca, que van desde la primera imprenta que llegó a Chile y la cultura letrada de fines del siglo XIX hasta la irrupción de la cultura oral, la lira popular y en general la literatura popular. El repertorio de objetos asociados a la Biblioteca Nacional de Chile son el reflejo de la lenta y tumultuosa transición que hizo este país en el ámbito de la cultura y el modo en que los acontecimientos políticos de los últimos 40 años, en particular la renovación de la cultura letrada en los años 1960s y comienzos de los 1970s y la brusca interrupción de este proceso con la dictadura militar de Pinochet en 1973, signaron la vida cultural de la biblioteca nacional y en general la actividad cultural chilena. No cabe duda que las nociones de una biblioteca y una cultura letrada modernas que marcaron la trayectoria de Chile fueron ostensiblemente afectadas por la fuerte polarización que signó en todos aquellos años a la cultura chilena. Pero las peripecias políticas y la fragilidad de las bibliotecas nacionales como instituciones públicas parece haber signado la vida de la mayor parte de las bibliotecas nacionales latinoamericanas en distintos períodos de su historia. En este sentido, el historiador peruano Pedro Guibovich Pérez en su ponencia sobre la gestión de Ricardo Palma como director de la Biblioteca Nacional del Perú, puso su atención en los desafíos que tuvo que enfrentar Palma en la reconstrucción de la biblioteca luego de que la misma fue bandalizada por el ejército chileno en el contexto de la Guerra del Pacífico (1879-1883). La gestión de Ricardo Palma, según el incisivo análisis que hizo de su gestión y legado Guibovich Pérez, fue sumamente importante no sólo por los 29 años que perduró en el cargo, sino también porque asumió la dirección de la biblioteca en un momento de fuerte fragilidad institucional en el que resultaba imperioso encarar una reconstrucción de la misma y además defendió un modelo de biblioteca que tuvo una gran perdurabilidad en la cultura peruana. Palma fue sin duda un personaje complejo y contradictorio. Fue bautizado como el “bibliotecario mendigo” en alusión no a su condición social, sino Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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más bien a su compromiso con la institución y con el trabajo de bibliotecario, al punto de que vivía en la institución y cumplía su labor casi las 24 horas del día. Por ello, Palma tendía a concebir a la biblioteca como una extensión de su patrimonio. Sin embargo, Palma defendió una concepción elitista de la biblioteca que enfatizó la moralidad de los libros y la necesidad de que la biblioteca esté restringida a la gente seria y abocada a la lectura, evitando que fuera utilizada y concebida para fines de pasatiempo y como un espacio para la holgazanería. La biblioteca, de acuerdo con las ideas y la gestión de Palma, debía funcionar como un universo en sí mismo, casi privado y con independencia de los gobiernos de turno, las peripecias políticas y sociales del Perú e incluso la vida pública propiamente dicha. Horacio Tarcus, creador y director del Cedinci y ex-subdirector de la Biblioteca Nacional de la Argentina (2005-2006), cerró el panel con una ponencia polémica que enmarcó la cuestión de los problemas y desafíos actuales de las bibliotecas latinoamericanas en el aquí y ahora, concentrándose en el debate sobre el lugar que tienen y que deben tener las bibliotecas en las políticas públicas de la Argentina. Como es sabido, Tarcus fue nombrado en 2005 como de sub-director de la Biblioteca Nacional en parte por su ejemplar experiencia como creador y director del Cedinci. Como subdirector de la Biblioteca Nacional, Tarcus se propuso poner en marcha un proceso de modernización, renovación bibliográfica y bibliotecológica y de preserva del patrimonio bibliográfico, pero su impronta generó conflictos internos que desembocaron finalmente en la presentación de su renuncia hacia finales de 2006 con una carta polémica que desató un debate importante acerca del modelo de biblioteca que debía impulsarse en el país. Esta discusión estuvo fuertemente centrada en lo que dio en llamarse el “debate de los Horacios”, es decir, la polémica entre Horacio Tarcus y el director de la biblioteca, Horacio González. La ponencia de Tarcus retomó ese viejo debate criticando el actual énfasis de la la Biblioteca Nacional en su actividad como centro cultural y editorial en desmedro del cuidado y desarrollo del patrimonio bibliográfico y archivístico y se propuso renovar la discusión incorporando un argumento nuevo: el modelo de Biblioteca Nacional predominante en el país que privilegia la gestión cultural y la actividad editorial se propone promover la memoria histórica y las tradiciones nacionales, pero paradójicamente, según Tarcus, es funcional a una suerte de pacto colonial e imperial que le otorga de antemano a las grandes bibliotecas del primer mundo la tarea y el rol monopólico de reunir y acumular el patrimonio bibliográfico mundial. El modelo Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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“populista” de Biblioteca Nacional contribuye de este modo, según Tarcus, a mantener esa disparidad y desigualdad cultural entre las bibliotecas coloniales e imperiales del primer mundo y las bibliotecas periféricas de América Latina. Tarcus señaló que era sorprendente la ausencia de políticas públicas en esta dirección y el notable atraso de la Argentina en esta materia de cuidado y desarrollo del patrimonio bibliográfico nacional, fundamentalmente respecto de otros países de América Latina como México, Brasil y Chile. Tan es así que nuestro país no dispone de una Bibliografía nacional, lo cual es un punto de partida central para el desarrollo del patrimonio bibliográfico nacional. Asimismo, muchos archivos y bibliotecas de personajes centrales de la vida cultural argentina como, por ejemplo, Rodolfo Mondolfo, Roberto Arlt, Victoria Ocampo y María Luisa Oliver han ido a parar a bibliotecas europeas y estadounidenses. Quizás la voluminosa biblioteca de los escritores fallecidos Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, la cual hoy se encuentra dispersa en distintos depósitos de la Ciudad de Buenos Aires por dificultades de sucesión, termine siendo adquirida por alguna biblioteca europea o estadounidense antes que por una biblioteca de nuestro país. Este esquema argentino, concluía Tarcus, lleva al coleccionismo privado y hace del investigador argentino un coleccionista amateur. Al menos en el campo de la historia, este modelo de biblioteca ha marcado fuertemente el perfil modelo del investigador argentino. En el segundo panel del martes consagrado a las bibliotecas y la cultura letrada, los panelistas hicieron particular hincapié en la impronta que tuvieron los intelectuales y la gestión de los directores de las bibliotecas en épocas fundacionales de ciertas tradiciones que marcaron la vida cultural y el culto de los libros y la lectura en Argentina y Perú. El historiador argentino Pablo Buchbinder analizó con detenimiento los esfuerzos fallidos por la construcción desde la Biblioteca Pública de Buenos Aires hacia finales del siglo XIX, precedente de la Biblioteca Nacional, de un espacio público para la cultura letrada, concentrándose en la gestión de su director Vicente Gregorio Quesada (1871-1879). La paradoja de Quesada es que se trataba de una figura que participaba activamente de la sociabilidad intelectual y la cultura letrada de los circuitos privados e informales y a la vez se proponía hacer de la Biblioteca Pública de Buenos Aires un espacio de sociabilidad cultural de carácter público. Quesada realizó un estudio de las bibliotecas europeas

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entre 1873 y 1874 que intentó volcar en su experiencia como director de la Biblioteca de Buenos Aires. El modelo de Quesada era elitista, como fue el caso de Ricardo Palma en Perú, en la medida en que pretendía hacer de la biblioteca un ámbito independiente y privilegiado para los letrados. Al mismo tiempo, por su trayectoria como diplomático y su propia condición de “intelectual diplomático”, Quesada concibió la Biblioteca como un órgano diplomático de sociabilidad internacional y letrada, una suerte de ámbito amplio de sociabilidad cultural reservado para la opinión pública ilustrada internacional. La ponencia de la historiadora argentina Paula Bruno estuvo en sintonía y diálogo con la de Buchbinder en la medida en que se concentró en la gestión de una figura central en la gestión e institucionalización de la Biblioteca de Buenos Aires que pasaría a formar parte de la jurisdicción nacional en 1884, Paul Groussac. Bruno centró su atención en el diagnóstico que hizo Groussac acerca del pasado y estado actual de la Biblioteca Nacional poco después de asumir como director en 1885. En ese diagnóstico fuertemente critico que pretendía explicar las causas de la incivilización y el atraso cultural de la Argentina, Groussac daba cuenta de la relación entre la historia del país, su vida cultural, la historia de la bilbioteca y la labor de sus directores. La historia del país y de su cultura como un todo estaba marcada por la anarquía y la ignorancia y la mayor parte de los directores de la biblioteca no habían podido cambiar el curso de esta tendencia predominante de la cultura y la política argentinas. Como argumentó Bruno de manera elocuente, Groussac tenía una visión peyorativa del país y veía a la política argentina como un polo siniestro que arrastraba a los letrados a los vicios de la anarquía y el atraso. Una de las pocas figuras que merecían el respeto de Groussac como directores de la biblioteca era el propio Vicente Gregorio Quesada. Cerró el panel el historiador peruano Carlos Aguirre, uno de los organizadores del coloquio, con una ponencia acerca de las bibliotecas privadas de un número importante de intelectuales peruanos de distintos períodos del siglo XX y el rol que éstas jugaron en su trayectoria intelectual y en el status que alcanzaron. La precariedad y dificultades financieras e institucionales que marcan el derrotero de las bibliotecas públicas latinoamericanas tiene una contracara en el hecho de que muchos intelectuales de la región, incluyendo escritores, investigadores, artistas y activistas políticos, tienden a formar grandes bibliotecas personales. Explorando las trayectorias diversas de distintos intelectuales peruanos como José Carlos Mariátegui, Jorge Basadre, José María Arguedas, Luis Alberto Sánchez, José de la Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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Riva Agüero y Mario Vargas Llosa, Aguirre sostuvo que las bibliotecas personales nacen de un impulso de necesidad, en tanto las bibliotecas públicas de Perú tienen importantes carencias y limitaciones, así como también de un deseo de posesión y a veces incluso de status que suele inspirar a los coleccionistas amateurs y profesionales. Algunos intelectuales como Mariátegui y Arguedas llegaron a tener colecciones personales modestas que, luego de su muerte quedaron dispersas entre distintas bibliotecas o instituciones públicas y en parte se perdieron, como fue el caso de Mariátegui. Otros intelectuales como Vargas Llosa y Basadre llegaron a poseer colecciones extensas y bastante voluminosas que marcan cierto status y una trayectoria diferente que parece contribuir a que los libros encuentren un destino más afortunado y no se pierdan, como es el caso de la biblioteca de Vargas Llosa, la cual será donada, por voluntad de su dueño, a Arequipa, su ciudad natal. Las dificultades de las bibliotecas públicas dejan así en manos de los deseos individuales, la discrecionalidad, las propias trayectorias personales de los intelectuales y ante todo las fuerzas del destino, el resguardo de sus propias bibliotecas personales luego de su muerte. En otras palabras, sin políticas públicas, el derrotero de las bibliotecas personales de los intelectuales sólo depende de sus deseos e incentivos personales de donación y sobre todo de las fuerzas de la fortuna. En el tercer y último panel del martes, los trabajos presentados examinaron las bibliotecas y su rol en la acumulación del conocimiento científico. El historiador argentino de la ciencia Máximo Farro analizó el rol de tres bibliotecas privadas argentinas en la producción de conocimiento científico y ante todo la existencia de espacios en los que el trabajo hermenéutico con los textos estaba acompañado de prácticas de observación entre 1850 y 1920. Farro argumentó que en contraste con los museos y los laboratorios, los historiadores de la ciencia no han estudiado en profundidad aún el rol de las bibliotecas como espacios de trabajo científico poblados de notas de trabajo, documentos e incluso colecciones de objetos arqueológicos. Farro se concentró en tres bibliotecas argentinas privadas que luego se convirtieron en lugares de consulta pública: la biblioteca de “Lenguas Americanas” del general Bartolomé Mitre (1820-1906), la biblioteca del filólogo y arqueólogo Samuel A. Lafone Quevedo (1835-1920), y la biblioteca de Francisco P. Moreno (1852-1919). La historiadora de la ciencia brasileña Maria Margaret Lopes se concentró,

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en cambio, en las estrategias que signaron la conformación y el desarrollo de la institución científica más importante de Brasil en la época imperial, la Biblioteca del Museo Nacional de Rio de Janeiro que cumplió un rol central durante el siglo XIX. Lopes examinó minuciosamente la función de la biblioteca como espacio de circulación de saberes, como plataforma para el acceso a espacios de poder, y su rol en la organización de la información y el conocimiento científicos. La contribución de Lopes centró su atención en la relación entre Museo y Biblioteca y el modo en que los directores del Museo se sirvieron de diferentes estrategias para comprar libros, realizar intercambios con otras instituciones científicas del exterior y ante todo construir redes nacionales e internacionales de visibilidad para promover la acumulación de libros y el desarrollo científico en gran escala. En la mañana del miércoles 20 de agosto, el coloquio se cerró con un panel sobre las bibliotecas y los conflictos sociales. La historiadora argentina Flavia Fiorucci exploró el rol y la gestión de las bibliotecas populares y la Biblioteca Nacional durante el primer peronismo y la cultura del libro y la lectura entre 1945 y 1955. Fiorucci focalizó su presentación en las políticas culturales del Estado a partir de la reforma institucional que desembocó en la creación de la Subsecretaría de Cultura en 1948. Según argumentó Fiorucci, el primer peronismo impulsó una retórica reformista y ambiciosa en materia de políticas culturales y de promoción de las bibliotecas populares, pero en la práctica estas ideas no llegaron a materializarse en políticas culturales y bibliotecológicas concretas. En este período predominó la pretensión de democratizar el espacio público en el ámbito de las políticas culturales, pero esta aspiración produjo contradicciones internas en las políticas de promoción de la lectura y los libros que se impulsaron durante esos años. La ponencia de Ricardo Salvatore, uno de los organizadores de las jornadas y un historiador pionero en los estudios sobre las bibliotecas en las Américas y la acumulación de libros, se abocó a explorar un tema poco convencional y particularmente intrigante, las bibliotecas y la cultura del libro en Cuba a partir de la Revolución Cubana (1959). Como Fiorucci con el caso del primer peronismo, Salvatore detectó cierto desbalance entre las ambiciosas aspiraciones de transformación de la lectura y las bibliotecas como un programa importante en la agenda de políticas culturales promovidas por la Revolución Cubana y las transformaciones concretas que llegaron a

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realizarse e implementarse en esta materia en los años subsiguientes. Como mostró minuciosamente Salvatore, las peripecias del caso cubano fueron complejas. La Revolución Cubana de la mano de Raúl Castro y de la campaña de alfabetización realizada con mucho éxito en 1961, se planteó un plan ambicioso de promoción de la alfabetización y la lectura popular que haría que los libros llegaran al alcance de los trabajadores y los campesinos, la ciudad y el campo. Esta propuesta implicaba una fuerte descentralización de la cultura de los libros y las bibliotecas y ante todo una radical democratización de los saberes y la práctica de la lectura, poniendo bibliotecas al alcance de distintos sectores sociales y de una variedad de lectores. Salvatore se concentró fundamentalmente en la carrera de la principal bibliotecaria durante los primeros ocho años del gobierno revolucionario, María Teresa Freyre de Andrade, quien se propuso profundizar el programa de democratización del capital cultural y las bibliotecas, promoviendo la creación de bibliotecas ambulantes, mini-bibliotecas y salas de lectura infantil. Salvatore encuentra en la propia trayectoria de María Teresa Freyre de Andrade una muestra de las discrepancias que él mismo detecta con elocuencia entre los ambiciosos planes de descentralización impulsados por la Revolución en sus primeros años y las posteriores políticas de centralización que llevaron a la fuerte concentración de libros en torno de la Biblioteca Nacional José Martí, la cual adquirió numerosas colecciones y bibliotecas pre-revolucionarias. Esto llevó a una sustitución de importaciones en materia de producción e impresión de libros con Alejo Carpentier al frente de la Imprenta Nacional. Este proceso hizo que las lecturas se restringieran con el correr de los años a obras que se concentraron fundamentalmente en la literatura universal, el marxismo soviético y los manuales técnicos, a pesar de que otros libros y lecturas “no oficiales” y alternativas circularon en Cuba por medio de visitas e intercambios intelectuales y epistolares. Un similar derrotero parece haber marcado al ambicioso proyecto de crear a partir del diseño visionario y revolucionario de los arquitectos Ricardo Porro, Roberto Gottardi y Vittorio Garatti una Escuela Nacional de Arte en Cuba durante los primeros años del gobierno revolucionario, un proyecto que fue interrumpido y quedó inconcluso, aunque tuvo un legado importante para la cultura de las artes en Cuba. Este intento democratizador de crear un nuevo espacio para las artes, que presenta similitudes ostensibles con el ambicioso proyecto de democratizar la lectura y las bibliotecas analizado por Salvatore, ha sido elocuentemente retratado en el documental Unfinished Spaces (2011), diRegistro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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rigido por Alysa Nahmias y Benjamin Murray. Se trata en definitiva de circunstancias en las que ambiciosos planes de transformación fueron interrumpidos por coyunturas políticas que progresivamente con el correr de los años mostraron ser menos favorables a dichos cambios. El último panel se cerró con un trabajo también particularmente innovador del historiador uruguayo Alfredo Alzugarat sobre las bibliotecas y la práctica de la lectura en la cárcel del Penal de Libertad en Montevideo Uruguay entre 1972 y 1985 en el contexto de años de dictadura cívico-militar en dicho país. Aunque desafortunadamente el autor de la ponencia no pudo estar presente en el coloquio, uno de los organizadores, Carlos Aguirre leyó su contribución y pudo debatirse un poco sobre este trabajo. Dada la originalidad del trabajo, hubiera sido interesante contar con la presencia del autor. La contribución de Alzugarat examinó el modo en que esta biblioteca carcelaria restringida a una serie acotada de libros contribuyó, sin embargo, a la formación de cuadros políticos y en última instancia a la escritura y la producción de conocimientos concretos. En el marco de esos treces años, los 950 usuarios de esta biblioteca hicieron un uso dinámico y productivo de la misma, lo cual puede verse en los registros de escritura y lectura de los reclusos, pese a que existió también la censura y la clandestinidad en materia de libros y lectura al interior de la cárcel. Esta ponencia, como los trabajos sobre el rol de las bibliotecas en la construcción del conocimiento científico, hizo hincapié en la importancia que tiene estudiar la dimensión espacial y la materialidad concreta de las bibliotecas y contrbuyó a resaltar que las cárceles han sido también ámbitos de lectura y producción de conocimientos. Las ponencias suscitaron una variedad de discusiones y debates que sería muy difícil abarcar en esta breve crónica del coloquio. Cabe señalar en forma sintética que el estudio sistemático de las bibliotecas como capital cultural y como espacios de lectura y producción de conocimientos desembocó en conceptualizaciones y debates que lograron salirse de muchos lugares comunes, obligando a repensar la cuestión de manera novedosa. Si el funcionamiento efectivo de una biblioteca suele estar asociado a la promoción de una cultura letrada por parte de personas letradas, algunos de los trabajos presentados en el coloquio nos advirtieron que quienes realizaron gestiones efectivas e innovadoras como directores de bibliotecas públicas algunas veces no fueron personajes de la alta cultura. Si la promoción de un modelo nacional de biblioteca en re-

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giones y países que carecen de los recursos del primer mundo para acumular capital cultural, como es el caso de los países latinoamericanos, tiende a estar asociado a la promoción de la cultura nacional, hay ciertas formas de promover lo nacional, según se nos advirtió en el coloquio, que pueden perpetuar esos desequilibrios y desigualdades en la distribución mundial del capital cultural. Si las bibliotecas públicas se asocian al libre acceso y la democratización de la lectura, algunos de los trabajos presentados mostraron que algunas bibliotecas públicas gestionadas por figuras la cultura letrada le dieron una impronta excesivamente letrada y elitista a estos ámbitos en sus períodos de formación o bien contribuyeron de un modo u otro a restringir los alcances de la lectura y el acceso a los libros tanto hacia finales del siglo XIX como también a mediados del siglo XX. Si las bibliotecas personales de los intelectuales latinoamericanos se formaron a partir del imperativos de la necesidad de adquirir lecturas específicas para el trabajo intelectual que no estaban disponibles en las bibliotecas públicas y también el deseo de coleccionar y alcanzar prestigio y reconocimiento, el derrotero final de esas bibliotecas y archivos personales termina siendo muchas veces independiente de las intenciones de sus dueños, según se desprendía de algunos de los trabajos presentados, particularmente en países con poco capital cultural y bibliotecas públicas con bajos recursos. Si las bibliotecas suelen ser vistas como ámbitos de adquisición pasiva y digestión de lecturas y conocimientos, en el ámbito de la historia del conocimiento científico, las bibliotecas científicas, como destacaron algunos de los trabajos presentados, funcionaron como espacios de experimentación, conexión transnacional con otros centros de saber e incluso como pequeños laboratorios. Si las bibliotecas públicas latinoamericanas signadas por infraestructuras frágiles y bajos recursos parecen ser a primera vista intrínsecamente sensibles a contextos políticos conflictivos, de grandes transformaciones o de centralización del poder estatal, algunas de las ponencias presentadas mostraron que estas coyunturas estuvieron marcadas por políticas culturales muy contradictorias que no siempre fueron epifenómenos de esos contextos más amplios e incluso siguieron evoluciones diferentes. Si las bibliotecas y la práctica de la lectura como estímulos al conocimiento están siempre asociadas a la transparencia y el acceso libre y democrático a la libros, en contextos de fuerte restricción de las libertades políticas, según se mostró en algunas de las ponencias presentadas, las bibliotecas carcelarias compuestas por una serie limitada de volúmenes cumplieron funciones de importante trascendencia en la producción de conocimientos Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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y en la formación de cuadros políticos en dichos contextos. En la medida en que el volumen colectivo que surja de este coloquio pueda dar cuenta de estas aseveraciones contra-intuitivas y a veces paradójicas que tuvieron lugar y despertaron discusión en el encuentro, es posible que encuentre lectores más allá del mundo académico y del ámbito de los estudios sobre las bibliotecas y la bibliotecología. Si esto ocurre, como cabe augurar, el libro tendrá un impacto directo e incidirá sobre las políticas públicas que se desarrollen en las bibliotecas latinoamericanas del porvenir.

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La obra de Norbert Elias: aportes para una sociología histórica. Por Andrés Felipe Pabón. Norbert Elias, autor alemán nacido en 1897 y fallecido en 1990, bien puede ser reconocido como importante eslabón de la denominada sociología histórica. Él mismo se vio como fundador de una corriente que se incluye dentro de la tradición evolucionista de Comte, Darwin y Marx (Bejár 16). Hablar de Norbert Elias es mencionar a un autor que puede verse como el particular portador de una “voluntad innovadora conceptual” que lo llevó a trabajar, en medio de arduas dificultades, en la elaboración de su principal obra: El proceso de la civilización (escrito entre 1935 y 1938, pero solo traducido del alemán al finalizar la década de 1960). Gran parte de las críticas recibidas por la obra de este autor se deben precisamente al carácter innovador de su trabajo y a su afán por desmitificar las formas de pensar la sociedad dentro del requerimiento de librarse de la ideología “tanto del dinamismo histórico marxista como del conservadurismo del estructuralfuncionalismo” (Bejár 26). No obstante, hoy en día, y a pesar de la distinción de su nombre, el estudio de la obra de Elías continúa siendo un tanto reducido y marginal dentro del espectro académico latinoamericano, posiblemente a causa de la incomodidad que significa tanto para historiadores como para sociólogos en atención a su pretensión transdisciplinar, y a la complejidad (y necesidad) que comprende el abandono de ciertos parámetros naturalizados para pensar tanto la individualidad como la sociedad, como fundamento de lo que puede denominarse desde ya una perspectiva eliasiana. Igualmente, esta marginalidad se consuma tras una concepción del aporte de Elías a la ciencia social reducido a su libro sobre el proceso civilizatorio, dejando de lado que este importante texto es parte de un trabajo sistemático y complementario que configura de forma interdependiente lo que podría denominarse como una obra científica, en la más amplia acepción del término, postulada en sus varios libros. Son estos, precisamente, los aspectos de la obra del autor que ahora pretenden presentarse. Un primer acercamiento a la importancia de la obra de Elias debe establecerse en torno a su preocupación por re-vincular, en pro del beneficio de la ciencia social en general, la socioloRegistro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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gía y la historia. Según su punto de vista, el trabajo del historiador suele adolecer de un aparato conceptual suficiente que respalde la labor empírica, aclarando y precisando sus resultados. Asimismo, los estudios sociológicos tampoco se hacen siempre extensivos a las particularidades históricas. “Surge así una historia teóricamente anémica de la mano de una sociología empíricamente inespecífica e indiferente a la dinámica social” (Ramos 29). La propuesta de Elias enfoca una aproximación entre la sociología y la ciencia histórica, en la cual no se pretenden diluir los niveles de especialización de cada disciplina, sino coordinarlas de manera efectiva frente a la necesidad de explicar la trasformación social. La obra de este autor trasluce fundamentales críticas a la historiografía tradicional, definiéndola como un discurso meramente narrativo y descriptivo que adolece de un aparataje explicativo que lo haga aprehensible. Igualmente, la acusa de enmarcarse en el énfasis de aspectos típicos y llamativos, con lo cual se olvida la relación de lo particular con su contexto característico. Finalmente, la crítica al historicismo pasa por reprochar su predilección por adentrarse en el examen de cortas temporalidades, lo que impide descubrir los procesos de desarrollo social como clave de las grandes transformaciones históricas.1 Por su parte, los argumentos en contra del alejamiento de la sociología del uso de bases históricas pueden exponerse bajo dos acápites principales. Por un lado, se acusa a la sociología de prohijar un ahistoricismo temático, que se fundamenta en la falta de interés sociológico por el análisis de hechos, procesos o, en general, épocas pretéritas, espacio que es llenado por el estudio de situaciones netamente de actualidad. A esta falta de interés por los temas históricos también se le suma un tratamiento totalmente inadecuado de los procesos de cambio y transformación. Así, no sólo se pierde la oportunidad de realizar un examen comparativo entre coyunturas pasadas y presentes, lo que enriquecería el entendimiento del contexto actual, sino que se olvida que la sociedad del presente conserva en algún nivel el rasgo característico de un surgimiento que se encarna en el pasado. Paralelamente, existiría dentro de la sociología un ahistoricismo sustantivo, que se explica como la ausencia de categorías conceptuales aplicables a situaciones del devenir

1

La crítica que pesa sobre Elias en este punto particular no carece del todo de razón cuando afirma que el autor desconoce el trabajo científico de los historiadores que le son contemporáneos, y que sus argumentos están dirigidos hacia una ciencia histórica decimonónica que para ese entonces ya mostraba su convalecencia.

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histórico y los procesos dinámicos que lo constituyen. Aquí la crítica se dirige hacia la sociología hegemónica en su entendimiento necesariamente estático de la sociedad, en beneficio del mantenimiento de un equilibrio funcional, en el cual, los cambios no pasan de ser eventualidades espasmódicas y excepcionales (Ramos 35). La salida eliasiana a aquel entendimiento hegemónico de la sociología se estructura con base en una sociología de carácter evolutivo o procesual. Encontramos entonces el gran aporte de Elias en el concepto de lo “figuracional”, entendiendo figuración como “un entramado dinámico de interdependencias sociales” (Ramos 39). Una definición simple, como la anteriormente propuesta, requiere sin embargo desglosar los aspectos fundamentales del concepto sociológico de figuración. En primer lugar se reconoce el carácter dinámico de la red social, con lo cual se contradice de entrada una concepción estática de la sociedad. La atención debe centrarse en los procesos de transformación social como situación realmente analizable. A su vez, al atribuir en el fenómeno social el carácter de entramado se debate la visión dicotómica que polariza la concepción entre individuo y sociedad, moviendo el foco de interés que ya no reposa en los sujetos, sino que se traslada a las relaciones que los unen e integran. No es posible delimitar la determinación interna del individuo en torno a la influencia social de su contexto, sino que aparece este aspecto como un complejo nudo de relación que configura el ser como sujeto histórico. Este nudo de relaciones nos dirige a la tercera parte del concepto: la interdependencia. Esta categoría está, según el autor, más próxima al concepto de coacción recíproca y no a los de poder o control. Tal relación genera un continuo recíproco de dominio y dominación ejercido en distintos grados. La interdependencia nos invita al entendimiento social en términos históricos, y la categoría de figuración, en general, es un valioso enlace de la sociología histórica aplicado teórica y metodológicamente al centro del análisis de Elias: el proceso de la civilización.

LA INDIVIDUALIZACIÓN COMO PROCESO SOCIAL. Antes de examinar la concepción de Elias sobre el proceso civilizatorio resulta imprescindible analizar su propuesta teórica en torno a lo que él reconoce como proceso de construcción del Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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individuo dentro (y en relación a) un tipo especifico de sociedad, como la moderna, entendido bajo el cual no es consecuente seguir argumentando la polarización individuo – sociedad, sino por el contrario ver cómo estos se articulan. La idea es ver esta articulación como un proceso histórico que no puede entenderse como esquema natural del ser humano sino en su carácter de especificidad y correspondencia al esquema planteado como modernidad. Así, el autor parte de la insuficiencia de las categorías y los modelos mentales comúnmente usados para pensar al individuo y a la sociedad, ya que estos se enmarcan en la creencia de un distanciamiento dicotómico entre estos. En sus palabras, Antítesis como “naturaleza” y “sociedad” o “individuo” y “sociedad” y todo el conjunto de problemas que descansan sobre la idea de que en el “interior” del “individuo” hay algo que es expresión de su “naturaleza” y se opone a un “mundo exterior” social, que no es “natural”, son en general cautivadoras por su simplicidad; se corresponden con valoraciones a las que estamos familiarizados, y para muchas personas de nuestro tiempo poseen una especie de verdad emocional que puede parecer muy convincente. (Elias, “La sociedad” 163)

Para Elias no hay tal alejamiento entre individuo y sociedad, sino un tipo especifico de orden social que fundamenta (o se fundamenta) en la individualización. Así, a pesar de que el ser humano pueda llegar a sentir que la sociedad es una fuerza opresora externa que le impide realizar sus aspiraciones, estas, representadas en formas especificas de satisfacción o insatisfacción, realización o fracaso, alegría o desdicha, son un producto característico de su sociedad. Para entender la medida en la cual el individuo es sociedad, hay que tener en cuenta la construcción tanto de individualización como de sociedad, esto es, de civilización, como un proceso. Elias dice que la civilización es una larga y constante construcción de individualidad como categoría que recoge el arsenal de atributos que requiere el hombre moderno. Es muy importante que “dejemos de considerar como algo estático y eterno aquellas características humanas a las que se intenta aludir mediante palabras como “previsión”, “entendimiento”, “civilización”, “individualidad”, y para que, en lugar de ello, empecemos a entenderlas como algo que se hace, como aspectos de un proceso” (Elias, “La sociedad” 164). Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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En tal orden de ideas, serían características de la individualización moderna tanto “el mayor margen de elección y responsabilidad que [se] concede al individuo” como “el deseo de independencia personal como elemento del ´yo´ ideal” (Elias, “La sociedad” 167). La individualización moderna tiene como uno de sus componentes la búsqueda humana de diferenciación; enmarcada en la necesidad de especialización que requiere su ubicación como elemento funcional de una estructura productiva industrializada. Esta diferenciación/distinción conduce a cierta búsqueda/posibilidad de aislamiento, y a un afán competitivo por sentirse diferente. No hay dicotomía individuo-sociedad puesto que las “necesidades y objetivos individuales” que constituyen la esencia del ser, se crean dentro de una “convivencia social”, se enmarcan en ella. Son la sociedad en el individuo. A su vez, la sociedad es individuo en tanto que estos la articulan funcionalmente. Tal relación de interdependencia podría expresarse gráficamente de la siguiente forma:

En síntesis, nos autoconfiguramos (desde la sociedad) para cumplir un papel y función dentro de la sociedad. Todo esto genera la tensión entre querer diferenciarse pero a la vez buscar pertenecer (diferenciación/distinción individual). Sentir la necesidad de elegir “por y para uno mismo” frente a la imposibilidad de hacerlo. La individualización podría ser vista como correspondiente a un proceso de autocoerción, autocontrol o autorregulación (en la medida en que entiendo que yo soy sociedad). De esta forma, Elias postula conceptualmente lo que será el presu-

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puesto básico de su teoría del proceso civilizatorio como perspectiva básica y amplia del entendimiento de la construcción del continuo individuo-sociedad.

EL PROCESO CIVILIZATORIO La principal obra de Norbert Elias fue presentada por su autor como una investigación fundamentada en el estudio de aquellas formas de comportamiento humano que han alcanzado el carácter de típicas, desplegadas por quienes pueden llegar a referirse como civilizados en el mundo occidental (Elias, “El proceso” 47). El autor clarifica que su intención es establecer los términos que llevaron a que la sociedad medieval europea mutara su forma organizativa hacia una “sociedad más o menos pacificada hacia el interior y armada hacia el exterior, a la que llamamos Estado” (Elias, “El proceso” 50). Identifica de esta manera la imposibilidad de un análisis sociológico en términos estáticos, ya que la formación del Estado, como proceso histórico, responde a una serie de mecanismos que interactúan dentro de una dinámica de tensiones compleja. Elias se pregunta cuáles fueron aquellos “entramados sociales (...) que presionan aquí para conseguir la integración de territorios cada vez más extensos bajo un aparato de dominación relativamente estable y centralizado” (Elias, “El proceso” 50). Tras este cuestionamiento no hay otra cosa que la pregunta por la “sociogénesis” del Estado. Y la respuesta se establece en dirección al reconocimiento de un monopolio del uso de la violencia que privilegia la centralización y los instrumentos de coerción, pero que no es presentado como factor unicausal sino que entra en constante relación con la dinámica de los hábitos de vida de los individuos, ya que “el núcleo de la teoría [del proceso de la civilización] está en la asignación de una relación entre los cambios en el comportamiento individual y los cambios en la estructura social” (Goudsblom 46). En otras palabras, se busca subrayar la vital importancia de estimar la conectividad presente entre las estructuras psicológicas individuales y las estructuras sociales dentro de los procesos de civilización, como respuesta a un largo recorrido de circunstancias históricas, y del que se puede tener idea a través del análisis de formas sencillas del comportamiento cotidiano de los individuos. Para Elias, “los procesos de civilización se están dando donde el autocontrol se va haciendo más extenso, donde

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éste va abarcando a todos los tipos de relaciones de modo más uniforme y más estable” (Spier 261). En sus palabras,

El bosquejo provisional de una teoría de la civilización comprende igualmente un modelo de las relaciones posibles entre el cambio a largo plazo de las estructuras individuales de los hombres (...) y el cambio a largo plazo de las composiciones que construyen los hombres en la dirección de un grado superior de diferenciación e integración; esto es, por ejemplo, en el sentido de una diferenciación y prolongación de las líneas de interdependencia y de una consolidación de los controles estatales. (Elias, “El proceso” 11) Para este autor resulta absolutamente imprescindible mantener una perspectiva analítica de la sociedad que conjugue permanentemente las dimensiones individuales y colectivas de la transformación social. Este tipo de perspectiva entraña de por sí un necesario reposicionamiento conceptual frente a la figura del Estado como fundamento moderno de la organización social. En tal sentido, Elias propone una reconceptualización de lo estatal partiendo del espectro individual como uno de los vectores de su configuración.2

EL ESTADO DE LOS INDIVIDUOS Como se ha expresado, la perspectiva “moderna” privilegia como la forma de organización social por excelencia al Estado, y así, las distintas disciplinas sociales han examinado sus particularidades en aras de definirlo. Sin limitarnos por las restricciones propias de dichas miradas, pueden reconocerse dos perspectivas generalmente aceptadas en relación a la concepción del Estado: la liberal y la llamada marxista. Por muy distintos que sean estos enfoques bien pueden llevarse a coincidir en algunos aspectos. Estos serían, primero, la concurrencia de una visión coyuntural del fenómeno estatal, esto es, su abordaje analítico como estructura dada y prácticamente ahistórica, entendible desde el esclarecimiento de su funcionamiento, en detrimento de una perspectiva procesal que dé cuenta de toda dinámica de transformación social que significó su consolidación. 2

Para un análisis más detallado de los procesos de construcción estatal y su relación con el fenómeno nacional,

véase Elias, “Los procesos de formación del Estado”.

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Para ambos enfoques, liberal y marxista, el Estado prácticamente “aparece” en un momento específico. Esta idea es señalada como ahistórica no porque signifique el desconocimiento de un contexto histórico particular que modela las especificidades estatales, sino porque relega el análisis del proceso que hace posible todo cambio social. Otra coincidencia, que tiene mucha relación con el sometimiento de lo procesal por lo coyuntural, se reconoce en la “voluntariedad” que se distingue dentro la conformación estatal. Ya sean acuerdos generales o conciertos de clase, el Estado parece surgir como resultado cierto y directo de las intenciones de personas que se propusieron tal fin. Por último, y a pesar de la voluntariedad del fenómeno, ambas concepciones concurren en el entendimiento del Estado como una “realidad exterior” a los sujetos mismos, que constituye ese marco de “condicionamientos sociales” a los que todos estamos sujetos. El Estado se supone por fuera de la sociedad, ya sea porque está en contra de ella, como aparato de dominación, o porque está por encima de ésta, en su calidad de ente supremo, garante único de un supuesto orden natural. Bajo estos presupuestos, se torna especialmente pertinente la perspectiva de Elias al considerar que la organización estatal es un tipo de integración de las personas que, efectivamente, en la actualidad reconoce ciertos rasgos distintivos comunes, pero que no por ello puede entenderse como una “realidad dada”, que se presuponga a los individuos que, de una u otra forma, lo constituyen. Al ver al Estado como una organización social (y no como un “ente supremo”) se traslada el eje problemático referente a su génesis de la búsqueda del factor decisivo en la formación de este ente, al cuestionamiento sobre las especificidades de las interacciones sociales que concluyeron en su preeminencia como modelo de integración social. En otras palabras, se traslada la pregunta de ¿qué es el Estado? a ¿cómo se modificó la estructuración social hasta llegar a su configuración? Para el autor, no es posible entender lo social como una exterioridad contrapuesta a lo individual (que sería “lo interior”), por el contrario, la individualidad sólo es posible como configuración histórica dentro de un contexto de interrelaciones especificas. Estas interrelaciones a su vez generan la sociedad, entendida como “contexto de funciones” de los individuos entre sí. De esta manera, Elias trasciende el análisis sociológico en términos estáticos, toda vez

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que reconoce la “realidad social” como un proceso histórico que responde a una serie de mecanismos que interactúan dentro de una dinámica de tensiones compleja y variable. Estos mecanismos o interrelaciones definen un proceso que Elias disecciona teóricamente en dos momentos: la psicogénesis y la sociogénesis. Sin embargo, sólo entendiendo el desarrollo paralelo de estas dos variables puede dimensionarse la propuesta que el autor define como “teoría de la civilización”, y que sustenta la idea de relacionar la formación del Estado con la regulación de las individualidades (y viceversa). Este proceso de civilización tiene como punto de partida un proceso psicológico de distinción, y la correspondiente relegación, entre sectores sociales que, al tiempo, experimentan la novedad social que trae consigo el aumento de la división funcional y la transformación de las economías naturales en unas monetarizadas. Fenómenos como la especialización funcional, la competencia, los cánones de productividad, la elevación de niveles de vida con la consecuente y creciente sectorización social, se corresponden plenamente con la asimilación de los códigos de los sectores que gozan de mayor prestigio y la dominación que estos empiezan a ejercer mediante una estricta modelación del comportamiento y la regulación de las costumbres. Todo este proceso, en principio definido como de distinción, pero enmarcado en una sociedad que se hace cada vez más basta y compleja (en razón a los niveles de intercambio que se requieren para poder desarrollarse psíquica y socialmente) genera el crecimiento de ciertas interdependencias o dependencias funcionales que actúan como nudos o imbricaciones que sujetan a los individuos en la consolidación del entramado social que constituyen y al que pertenecen. Este aumento de las interdependencias sociales, dado a su vez dentro del crecimiento de las luchas sociales de distinción y exclusión, propician la competencia por la concentración de la fuerza física como recurso de poder, como medio de escalamiento social. Dicha competencia se va limitando por los triunfos alcanzados por ciertos sectores que definen la formación de entes especializados o monopolios de control sobre estos recursos. El perfeccionamiento de este monopolio se encadena con la consecución de recursos económicos que significa el poder recaudador tributario, potestad que a la vez se fortalece gracias al monopolio del uso de la fuerza, y estos elementos conducen a la centralización social, como piedra angular de la conformación estatal. Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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La perspectiva de Elias al reconocer el Estado como una forma particular e histórica de ordenación social va más allá del Estado–monopolio, toda vez que, en la búsqueda del “cómo” de su conformación, la propuesta se extiende al entendimiento del Estado en su calidad de “expresión de las condiciones de interdependencia” dadas en la sociedad, y a su vez, la sociedad aparece como un “contexto de funciones interpersonales” (Elias, “La sociedad” 31), esto es, como un entramado de interdependencias. No se pretende con esto desconocer la importancia de los monopolios fiscales y militares como entes centrales, sino esclarecer que estas figuras de lo estatal sólo son predicables en función a un marco específico de relaciones sociales o, como diría Elias, “en razón de una necesidad determinada de las estructuras de relaciones, de los intereses y acciones en un denso entramado” (“El proceso” 444). Así, la consolidación del Estado no sólo es un proceso social e histórico, sino que es un proceso íntimamente relacionado con las transformaciones de los sujetos, esto es, con los cambios que sufren sus costumbres de comportamiento y, por ende, de convivencia. El proceso de formación del monopolio de la violencia es la dimensión social del proceso de modelación de los impulsos y afectos humanos. Es, en otras palabras, el proceso de configuración de esquemas de comportamiento integrados en los hombres bajo la forma de escrúpulos y miedos. Estas formas de coacción se corresponden perfectamente con la centralización del uso de la fuerza en una sociedad cada vez más interdependiente, toda vez que estas relaciones de interdependencia son consecuencia de mayores niveles de interrelación en un marco de diferenciación y lucha en el cual, por la fuerza misma de estas interdependencias, el comportamiento impulsivo de los hombres debe ser controlado y con ello la violencia erradicada de las relaciones sociales mediante su monopolización por parte de entes especializados. Sin embargo, el control de la violencia sólo puede ejercerse de forma monopolista, es decir, sin propagar más violencia, mediante el perfeccionamiento de los niveles de control individual, esto es, gracias a la modelación de las coacciones como autocoacciones, ya que en definitiva, las coacciones son controles sociales que los hombres ejercen “entre sí y sobre sí mismos” (Elias, “Sociología” 21). Al mismo tiempo, la centralización del uso de la fuerza sólo es posible cuando existen sujetos fuerte y permanentemente autocoaccionados cuyas interdependencias son desarrolladas dentro de unas sociedades cada vez más complejas y diferenciadas en las cuales las luchas y tensiones generadas por la amenaza que representan los otros sectores para la existencia Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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social propia consolidan un equilibrio social para el cual se requiere un poder central que garantice cierta estabilidad en los términos de no permitir el desequilibrio en provecho de nadie. El poder central genera cohesión y seguridad en los individuos en la misma medida en que estos mismos individuos se autocoaccionan para otorgar la estabilidad que requiere el orden centralizado estatal.3 La interiorización de los controles o coacciones como autocoacciones significa una especialización en el ejercicio de la dominación que, junto a la permanencia del monopolio del uso de la fuerza por parte del poder central, direccionan finalmente el proceso hacia la constitución de Estados (Elias, “El proceso” 345). La interiorización de las coacciones sociales en la forma de autocoacciones individuales, como instancia definitiva de la centralización del poder, es directamente proporcional con la creciente superioridad que adquiere el Estado, superioridad que conlleva a la presión constante sobre el individuo. Esta “presencia” del Estado se perfecciona mediante la “mediatización” del uso de la violencia física en formas de poder simbólico que son más fácilmente interiorizadas por los individuos desde su infancia. La monopolización de la violencia es a la vez su utilización simbólica, esto es, una violencia que no es directa y físicamente ejercida sobre los individuos sino que resulta aceptada internamente como instancia de control.

A MODO DE CONCLUSIÓN. Como ha intentado señalarse, el valioso aporte que representa la perspectiva eliasiana para un análisis sociohistórico parte del entendimiento de una idea procesual del Estado según la cual éste puede definirse como una red especifica de interdependencias. Esta perspectiva logra, por 3

Dice Elias que “lo que se establece con el monopolio de la violencia en los ámbitos pacificados es otro tipo de autodominación o de autocoacción. Es un autodominio desapasionado. El aparato de control y de vigilancia en la sociedad se corresponde con el aparato de control que se constituye en el espíritu del individuo. El segundo, al igual que el primero, trata de someter a una regulación estricta la totalidad del comportamiento y el conjunto de las pasiones. Los dos –el uno, en buena parte, por intermedio del otro- ejercen una presión continua y regular para conseguir la represión de las manifestaciones afectivas y tratan de paliar las oscilaciones extremas en el comportamiento y en las manifestaciones afectivas”. (“El proceso” 458)

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una parte, vincular al Estado con el individuo, en términos de la destrucción que hace de la dicotomía individuo-sociedad, bajo el entendido de que la caracterización que consolida al ser humano como tal, como ser individual, sólo es posible y adquiere su forma específica dentro del contexto específico de las relaciones con otros. Al mismo tiempo, al ubicar las dependencias sociales en el entramado de entrelazamientos e imbricaciones que configuran la sociedad, se supera la visión voluntarista de la historia, bajo la cual ciertas intenciones individuales son explicaciones suficientes para entender el devenir histórico y, en ese mismo sentido, se trasciende la idea del Estado como resultado cierto o premeditado, ya sea de la “artificialidad” de las intenciones de ciertos sectores sociales, o de la “naturalidad” de los designios de leyes supremas. No quiere decir esto que las intenciones o voluntades humanas sean deseos intrascendentes o absolutamente ambiguos e inconducentes a fin alguno. De lo que se trata es de establecer que estas intenciones no son objeto de una materialización plena o directa, sino que se mezclan con el complejo de intenciones sociales que permean el entramado y que definen los direccionamientos del mismo. Este proceso recibe la denominación de “proceso de la civilización”, como transformación histórica de largo plazo en la cual la moderación de los sentimientos y la restricción de los impulsos que definen el comportamiento individual, a partir de los controles propios de la interacción con los otros, es consecuente con un tipo específico de estructuración social que, a partir de la división de funciones, desencadena la consolidación de un poder central como modelo organizativo típico de “occidente”, que permite controlar esos impulsos y emociones individuales gracias a la reciprocidad social que adquieren los controles, solo así puede entenderse el Estado y su proceso de formación como un Estado de los individuos. Sin embargo, más que en un objeto específico de estudio, el aporte del trabajo intelectual de Norbert Elias está en la integralidad metodológica de un tema que se aborda contemplando la interrelacionalidad que va desde la conformación de los Estados y las estructuras sociales hasta la transmutación cultural y psíquica del ser humano. Tal conjugación en el tratamiento histórico de lo micro y lo macro posibilita que el estudio de prácticas culturales que en principio podrían verse destinadas al aislamiento histórico-científico puedan ser vinculadas, con la importancia que merecen, a su contexto social, político y económico. En este orden de ideas, se debe rescatar

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también el tratamiento de los fenómenos cotidianos como “indicios del progresivo disciplinamiento psíquico relacionado con los procesos de formación interna del Estado” (Kocka 93). Esta postura supera la visión anecdótica, y en cierto punto, despectiva con que la cientificidad ortodoxa evalúa la cotidianidad humana, que le resta conexión con los grandes procesos de transformación social. “De Elias podemos aprender como entrelazar las historias pequeñas y las grandes, la historia de lo cotidiano y las experiencias de la historia de las estructuras y procesos, bajo planteamientos trascendentes, nada triviales” (Kocka 97). Como se había mencionado, el aporte científico social de Norbert Elias ha resultado desplegado en una pluralidad de textos que dialogan entre sí y conforman la complementariedad de su obra. Entre ellos podemos destacar, además del ya mencionado “El proceso de la civilización” (cuya más reciente reimpresión fue hecha en 2012), La sociedad cortesana, Sociología fundamental, Deporte y ocio en el proceso de la civilización (en colaboración con Eric Dunning), La soledad de los moribundos, Humana conditio. Consideraciones en torno a la evolución de la humanidad, Sobre el tiempo, La sociedad de los individuos y Compromiso y distanciamiento, entre otros. Encuentro pertinente referir finalmente el aporte de Elias como ejemplo de constancia investigativa y de ánimo innovador. Él proyectó su obra como una “ilustración”, que convirtiera al ser humano en un sujeto que entiende y reflexiona sobre su presente y pasada realidad. Elias estimaba que el grado de conocimiento de los hombres en relación a las ciencias sociales era directamente proporcional al nivel de control que se podía adquirir sobre los procesos sociales, y en el ámbito de lo estatal es donde esto se hace mayormente evidente (Elias, “¿Cómo pueden...?” 28).

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BIBLIOGRAFÍA Bejár, Helena. “Norbert Elias, retrato de un marginado”. Revista Española de Investigaciones Sociológicas 65 (1994). Elias, Norbert. El Proceso de la Civilización. Investigaciones Sociogenéticas y Psicogenéticas. México: Fondo de Cultura Económica, 1989. - - -. La sociedad de los individuos. Barcelona: Península, 1990. - - - . Sociología fundamental. Barcelona: Gedisa, 1995. - - - “¿Cómo pueden las utopías científicas y literarias influir sobre el futuro?”. Figuraciones en proceso: memorias / Simposio Norbert Elias y las Ciencias Sociales hacia Finales del Siglo XX. Comp. Vera Weiler. Bogotá: Fundación Social, 1998. - - -. “Los procesos de formación del Estado y construcción de la nación”. Revista Historia y Sociedad - Universidad Nacional de Medellín 5 (1998). Goudsblom, Johan. “La teoría de la civilización: crítica y perspectiva”. Figuraciones en proceso: memorias / Simposio Norbert Elias y las Ciencias Sociales hacia Finales del Siglo XX. Comp. Vera Weiler. Bogotá: Fundación Social, 1998. Kocka, Jurgen. “Norbert Elias desde el punto de vista de un historiador”. Revista Española de Investigaciones Sociológicas 65 (1994). Ramos, Ramón. “Del aprendiz de brujo a la escalada reflexiva: el problema de la historia en la sociología de Norbert Elias”. Revista Española de Investigaciones Sociológicas 65 (1994). Spier, Fred. “La teoría del proceso de la civilización de Norbert Elias nuevamente en discusión. Una exploración de la emergente sociología de los regímenes”. Figuraciones en proceso: memorias / Simposio Norbert Elias y las Ciencias Sociales hacia Finales del Siglo XX. Comp. Vera Weiler. Bogotá: Fundación Social, 1998.

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Literatura y política en Cuba: Guillermo Cabrera Infante y la Revolución.

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Maximiliano von Thüngen El alma muere antes que el cuerpo. Reinaldo Arenas

I. El pasado cubano es, más que otros pasados, un terreno sujeto a violentas disputas. Durante décadas, el apoyo casi unánime con que contó el gobierno de Fidel entre la intelectualidad de izquierda, clausuró la posibilidad de discutir abiertamente sobre algunos aspectos oscuros del orden político que comenzó en 1959. Aunque ese apoyo subsiste hoy, distintos factores hacen que, poco a poco, el régimen de Castro pierda la invulnerabilidad que durante tanto tiempo lo mantuvo a salvo de las críticas. La decadencia y el deterioro que tiñen cada dimensión de la realidad cubana actual erosionan, irremediablemente, la fuerza simbólica que conquistó Castro en los años 60´s. Muchos intelectuales que alguna vez combatieron en las primeras filas del castrismo, hoy plantean la necesidad de revisar ciertos componentes del modelo cubano. El golpe que representó para la utopía socialista la caída del bloque soviético, abrió la posibilidad de cuestionar afirmaciones que durante décadas habían sido consideradas verdades indiscutibles. El llamado “Período Especial”, que comenzó en Cuba a comienzos de los 90´s – caracterizado por el descalabro total de la economía y por una situación de crisis social inédita – avivó la reflexión acerca del rumbo que había seguido el país en la segunda mitad del siglo XX. II. Las últimas dos décadas asistieron al nacimiento de debates que hubieran sido impensables en el clima ideológico de los años 70´s y 80´s. Por primera vez se discute – abiertamente en el exterior, tímidamente en Cuba – del tema que abordaremos en este ensayo: la relación entre los escritores cubanos y el régimen de Fidel. ¿Cómo fue el recorrido de quienes, luego de 4

Reelaboración de la tesis de Maximiliano von Thüngen: “La fiesta y el verbo. Política y literatura en la obra de Guillermo Cabrera Infante”, dirigida por el profesor Fernando Rocchi. Graduado de la Licenciatura en Historia en 2012. Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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apoyar a Castro en la lucha contra Batista, optaron por el exilio? En este trabajo exploramos la trayectoria del escritor cubano Guillermo Cabrera Infante (1929 – 2005) quien, junto a otros intelectuales, apoyó a los revolucionarios de Sierra Maestra, ocupó cargos políticos durante los primeros años de la Revolución, se exilió en 1965 y se convirtió, poco después, en el intelectual más detestado por el régimen de Fidel Castro. Hoy, a pesar de ser uno de los escritores cubanos más reconocidos internacionalmente, su obra literaria es desconocida en la isla.

I. Cabrera Infante en la Revolución La relación de Cabrera Infante con la Revolución fue similar a la de muchos otros intelectuales cubanos: de un entusiasmo inicial a un progresivo distanciamiento que en muchos casos culminó en el exilio. Basta recordar a Reinaldo Arenas, Heberto Padilla, Carlos Franqui o Manuel Moreno Fraginals, quien se había convertido en el historiador cubano de mayor renombre internacional con la publicación, en 1964, de El Ingenio, monumental estudio sobre la producción de azúcar en Cuba y el Caribe (Fraginals, 1964). En su conocido ensayo La Historia como arma, escrito en 1967, analiza “cuál debe ser la función del historiador en la sociedad socialista” y está dedicado “Al comandante Ernesto Che Guevara, dondequiera que esté, dándole las gracias por muchas razones” (Fraginals, 1967:387). En 1994, en medio del silencio oficial, el historiador partió a Miami.5 Entre 1959 y 1963 Cabrera Infante consolidó una prometedora carrera intelectual: en 1960 publicó Así en la paz como en la guerra, el más “comprometido” de sus libros, compuesto por episodios que muestran la presencia de la violencia en la historia de Cuba. En 1959 asumió como director del suplemento literario Lunes, del diario Revolución, y en 1963 se publicó - estando él en Bruselas - Un oficio del siglo XX, libro que reúne sus críticas de cine. También en Bruselas terminó de escribir Vista del amanecer en el trópico, que más tarde transformó en Tres Tristes Tigres. En abril de 1959 viajó en gira oficial a Estados Unidos integrando la comitiva de Fidel Castro. A su regreso a Cuba, por breves períodos se desempeñó como jefe del Consejo Nacional de Cultura y ejecutivo del recién creado Instituto del Cine (Souza, 1996: 31-45). 5

La trayectoria de Fraginals se reconstruye en Rafael Rojas (2006:215-228).

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Las particularidades del suplemento Lunes son reveladoras acerca de cuál era el ambiente cultural en los meses posteriores al triunfo de la Revolución. Como lo describió el biógrafo de Cabrera Infante, Raymond Souza (1996: 37), Lunes fue un periódico innovador, que publicaba trabajos de escritores e intelectuales de todo el mundo y artículos sobre los temas más variados. Bajo la iniciativa de Carlos Franqui invitaron a figuras como Sartre y Simone de Beauvoir. El juicio al comandante Huber Matos por denunciar la infiltración comunista en el proceso revolucionario, reveló la división que había al interior de las Fuerzas Armadas entre quienes insistían en instalar un gobierno comunista – ante todo Guevara y Raúl Castro – y quienes, como Matos, se mantenían en la línea nacionalista - reformista original.6 En 1961, en un contexto político tenso, marcado por la presión norteamericana y las divisiones internas, Fidel Castro declaró el carácter socialista de la Revolución. Con la censura del corto “PM” – episodio sobre el que volveremos más adelante – Cabrera Infante supo que en la Cuba que se estaba forjando no habría lugar para él. Los artistas e intelectuales fueron los primeros a quienes el régimen exigió un compromiso ideológico con el rumbo que tomaba el proceso revolucionario: la demanda de un arte comprometido políticamente apareció como una necesidad del momento. A partir de entonces, las aguas del mundo intelectual y artístico cubano comenzaron a dividirse. Pocos años atrás habían salido a luz las atrocidades cometidas por el estalinismo y muchos desconfiaban del rumbo que Castro daba a la Revolución. Por su parte, Cabrera Infante cuestionó siempre la idea del escritor comprometido. En la entrevista que sostuvo con Rita Guibert, unos años después de salir de Cuba, sostuvo: “Palabras, palabras, palabras […] el único deber de un escritor es escribir lo mejor posible […] me refiero a llevar a último término sus posibilidades de escritor […] las posibilidades de la escritura, las posibilidades del lenguaje” (Ortega et al, 1974:19). En septiembre de 1962, dos meses antes de la Crisis de los Misiles, cada vez más desconfiado de Castro y considerándose ya un exiliado interno, Cabrera Infante aceptó el cargo de agregado cultural en Bruselas. Permaneció fuera de la isla hasta 1965 cuando, a raíz de la muerte de su madre, volvió a Cuba para partir definitivamente poco después. Acerca de sus motivos para 6

Matos, uno de los comandantes “históricos” de la Revolución, fue condenado a veinte años de prisión, que cumplió entre 1960 y 1980. Más tarde, en el exilio, publicaría un valioso testimonio (Matos, 2002). Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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exiliarse, sostuvo en 1968: “Detesto cualquier compromiso, ya sea político o humano. Es por esa politización totalitaria de la vida, por este engagement à la rigueur que he dejado Cuba” (Cabrera Infante, 1999:59). Cabrera Infante cuestionó en 1968 el rumbo que había tomado la Revolución, cuando respondió una encuesta que Tomás Eloy Martínez – entonces director de Primera Plana - había enviado a algunos escritores en el exilio. Las declaraciones de Cabrera Infante, en las que afirmaba que en los sistemas comunistas un intelectual honesto solo puede elegir entre el silencio, la cárcel o el exilio, fueron explosivas y le valieron el odio de la gran mayoría de los intelectuales latinoamericanos (Montenegro; Santí, 1999: 1090). En su respuesta a Primera Plana, escribió: “Sabía […], antes de regresar, que en Cuba no se podía escribir, pero creía que se podía vivir, vegetar, ir postergando la muerte […]. A la semana de volver sabía que no sólo yo no podía escribir en Cuba, tampoco podría vivir” (Cabrera Infante, 1999:34). II. El clima intelectual en América Latina7 En América Latina se asistió durante las décadas de 1960 y 1970 a un clima intelectual de izquierda, marcado por la Guerra Fría, las ideas antimperialistas y antinorteamericanas, los procesos de descolonización y los escritos de Sartre y Fanon. En ese clima de ideas, la Revolución Cubana fue celebrada como parte de un proceso de liberación del mundo periférico. A contrapelo de la corriente intelectual en boga, Cabrera Infante fue el primero entre los intelectuales cubanos en cuestionar al régimen de Fidel, despertando reacciones como la de Benedetti: “[…] La personalidad de Guillermo Cabrera Infante, un personaje que en ese entonces aún no había emitido las ridículas y poco decentes opiniones que más tarde enviara a Primera Plana, pero que en sus procederes y afinidades ya aparecía como un gusano, y no precisamente de seda […]” (Benedetti, 1969:109-110). Su postura política lo marginó de una comunidad intelectual cuya mayoría profesaba un izquierdismo aguerrido. La cuestión que estaba en boca de muchos intelectuales era cómo debía posicionarse un escritor frente al ritmo vertiginoso del acontecer político; qué actitud debía adoptar frente a la problemática social. En realidad, no había una respuesta unívoca ni mucho menos 7

En este apartado seguimos los trabajos de Terán, (1991); Gilman, (2003) y Sigal (1991).

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sencilla, y la tensión entre literatura y política fue una constante a lo largo de estas décadas. El escritor Ángel Rama, militante de izquierda, pero crítico de los excesos autoritarios del régimen cubano, ilustra esa tensión. En la entrada de su diario del 31 de septiembre de 1974, escribió: “Entre el “yo” y el “super ego” puestos en pugna, creo haber seguido a éste y no al primero: ¿excesiva fe o respeto de las coordenadas sociales que rigen los valores? […]. Por el “super ego” he ido a la defensa de lo social, y cuando ella pareció demasiado resecante para la vida interior, he pretendido volverme a ésta, recuperar mi yo. Vivo, confusamente, en una niebla” (Rama, 2008:66). En este clima intelectual, Cabrera Infante no ingresó en esa nueva hermandad latinoamericana. Escribió: “No quiero clubes ni sociedades secretas, mucho menos una sociedad en comandita, una suerte de razón literaria y política. No firmo manifiestos ni escribo prólogos ni hago declaraciones conjuntas” (Montenegro; Santí, 1999: 979). Su marginalidad lo acercó a Borges, de quien sostuvo que era el escritor más decisivo en español desde la muerte de Calderón en 1681 (Cabrera Infante, 1998:237). En ocasión de un encuentro entre ambos escritores en Londres, en 1972, Cabrera Infante le preguntó: “Borges, ¿por qué le importa tanto ganar el Premio Nobel? De todos los escritores que escriben en español es usted el único que será leído dentro de cien años. Ya tiene ganada la inmortalidad” (Montenegro; Santí, 1999: 1015). 1967 es el año del llamado “boom latinoamericano”, bajo cuya etiqueta algún crítico ubicó la obra de Cabrera Infante. Muchos han querido ver en el fenómeno del “boom” un renacimiento de la novela latinoamericana. En todo caso, es innegable que el movimiento tenía una dimensión política: el “Tercer Mundo” como espacio de innovación y resistencia al imperialismo norteamericano. En 1967 – el año de publicación de Cien años de soledad - Cabrera Infante publicó Tres Tristes Tigres, tal vez la novela más experimental del “boom”, pero se mantuvo al margen del movimiento y criticó a los escritores que lo integraban. Años después recordaba: “El Boom Club era una exclusiva sociedad de bombos mutuos en que cada uno de sus miembros se dedicaba a elogiar, a veces desmesuradamente, al miembro que tenía al lado, preferiblemente a la siniestra, pues los miembros del club profesaban un izquierdismo que era la enfermedad infantil del compañerismo” (Montenegro; Santí, 1999: 978). Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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Cabrera Infante se mantuvo al margen de esa comunidad intelectual atravesada por tensiones y debates pero unida, en última instancia, por la convicción de que el artista debía adoptar una postura activa frente a las posibilidades revolucionarias de América Latina. Ya no bastaba con leer a Marx, había que intervenir en el acontecer histórico (Terán, 1991). Sobre ese momento escribió el escritor unos años más tarde: “Cadáveres ilustres (Cortázar, Carlos Barral) y zombis políticos (mencionarlos ahora es activarlos) me condenaron a un ostracismo que no fue más que una estación en mi exilio voluntario. […] Pero sabía que tenía razón. A diferencia de los Castroenterados, yo podía repetir con Martí: he vivido en el monstruo y conozco sus entrañas” (Cabrera Infante, 1999:270-271). Cabrera Infante compartió una postura artística y política con otro escritor exiliado, Vladimir Nabokov, a quien admiraba casi tanto como a Borges. Estas palabras del escritor ruso resumen la posición de ambos: “Si hay que servir al pueblo o al Estado, es cuestión que al poeta no le importa. No rendir cuentas a nadie, ser vasallo y señor de mí mismo, y sólo a mí mismo complacer. No doblegar […] la conciencia a cambio de lo que parece poder y no es sino librea de lacayo […]” (Nabokov, 1985:48). 3. Hacia una estética “revolucionaria” La década de 1960 originó en Cuba a una proliferación de debates teóricos en relación con qué estética debía adoptar el arte en una sociedad revolucionaria como la cubana. José Antonio Portuondo, ensayista y crítico marxista, durante décadas funcionario de cultura del régimen, fue uno de los ideólogos de la política cultural que el gobierno adoptó entre fines de la década de 1960 y durante los 70´s. En su libro de ensayos Estética y Revolución (1963), escribió:

La experiencia ha demostrado que solamente yendo a las fábricas, pueblos y campañas del ejército, llevando la vida de los mismos trabajadores, tomando parte en el trabajo físico y en el trabajo práctico […] pueden los trabajadores del arte y la literatura readaptar su propia perspectiva fundamentalmente, crear el panorama preciso del mundo del proletariado […] y producir trabajos revolucionarios en arte y literatura. (Portuondo, 1963:76) Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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El poeta oficial más relevante después de Nicolás Guillén, Roberto Fernández Retamar, escribió sobre Portuondo en 1982: “Lo primero que salta a la vista en la obra de Portuondo es la orgánica, consecuente y creadora posición ideológica del autor, quien sin duda es uno de los intelectuales marxistas leninistas más relevantes de nuestra América. […] Para él el ideal de justicia está antes que el ideal de cultura […]” (Retamar, 1982:105). Esta frase revela cuáles fueron en Cuba, durante años, los parámetros para medir la calidad artística de un escritor. Otro representante de la ideología oficial fue Alejo Carpentier, el escritor cubano más conocido en el extranjero y ya consagrado en Cuba al momento del triunfo revolucionario. También él fue funcionario de cultura del régimen hasta su muerte en 1985. En una entrevista en 1965, sostuvo que,

Vivimos en una época de <contextos> en el sentido que Sartre le daba a la expresión. La preocupación política es un asunto capital. […] Mi próxima novela, <La consagración de la primavera>, inspirada en la Revolución Cubana, será incluso una novela sin personajes. Los casos individuales ya no son posibles. La novela se ha convertido en un medio de exploración de ciertas colectividades. […] Resultaría absurdo que un escritor no traduzca esta transformación. (Lemus, 1985:128)

En otra entrevista, realizada en París, ante la pregunta de si la praxis revolucionaria no perjudicaría la libertad de expresión del artista, respondió: “Sartre lo dijo: el que no se compromete, se compromete. Me parece que las limitaciones son fecundas para el escritor: es importante, para el escritor, fijarse un límite. Ahora bien, una sociedad revolucionaria fija límites que crean una noción de utilidad. La situación será totalmente distinta para un escritor que viva en una sociedad que no establece ciertas bases” (Lemus, 1985:151).

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3.1. La política cultural entre 1959 y 1971 Las políticas culturales del gobierno cubano variaron a lo largo de las cinco décadas de gobierno castrista, pero se pueden distinguir, a grandes rasgos, tres períodos: un primer momento que se extiende desde 1959 hasta 1971, durante el cual Cuba siguió las vanguardias de la izquierda occidental y publicó clásicos como Hemingway, Salinger, Dos Passos, y marxistas críticos como Lukács o Althusser. Un segundo período transcurre entre 1971 a 1992, durante el cual el régimen funcionó en sintonía con el modelo soviético, y la política se tornó más represiva hacia el arte. Finalmente, a partir de 1992 se retomó la tradición nacionalista – revolucionaria, identificada con la figura de José Martí.8

3.2 De 1959 a PM El triunfo de la Revolución Cubana pareció abrir una etapa prometedora para la creación literaria. El régimen de Fidel promovió políticas para la difusión de la lectura, desde masivas campañas de alfabetización hasta nuevas políticas editoriales (Matas, 1971). En 1959 se organizó la Imprenta Nacional bajo control estatal y se lanzó un ambicioso programa de publicaciones, cuya primera iniciativa fue la impresión de cien mil ejemplares de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. La creación del premio Casa de las Américas y la aparición de una serie de publicaciones culturales y revistas literarias - Unión, La Gaceta de Cuba, El caimán barbudo, entre otros - también fueron iniciativas tendientes a enriquecer el ambiente intelectual. Cuando, a comienzos de 1961, Fidel lanzó la promesa de fe socialista, comenzaron a generarse las primeras tensiones entre los artistas y el régimen. El primer conflicto serio se produjo a fines de 1961, cuando el Instituto Cubano de Artes e Industria Cinematográficos (ICAIC) censuró el corto PM, que había filmado Sabá Cabrera, hermano de Guillermo, con el apoyo de Lunes - magazine literario del periódico Revolución - del que Cabrera Infante era director.9 El escritor recuerda así el episodio:

8

Tomamos esta periodización de Rojas (2009:10). Para un relato del episodio ver Cabrera Infante (1999:68), Franqui (2006). El corto puede verse completo en You Tube: http://www.youtube.com/watch?v=QKvbUeqPYlo 9

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Ellos mantenían una polémica con Lunes, en la que nos tildaban de decadentes, burgueses, vanguardistas y, el peor epíteto del catálogo de nombretes comunistas, de cosmopolitas. A su vez, nosotros los veíamos como unos burócratas despreciables: un montón de ignorantes con ideas artísticas reaccionarias y carencia absoluta de gusto. Alfredo Guevara (sin parentesco con el Che Guevara), director del Instituto de Cine, era el más odioso comisario comunista con el que vérselas, casi el Shumyatsky de Stalin sin hablar ruso. Llevar PM al Instituto de Cine para su aprobación fue una audacia inocente, como Caperucita Roja al inspeccionar los dientes del lobo […]. (Cabrera Infante, 1999: 100)

El corto mostraba a un grupo de cubanos divirtiéndose en la noche habanera: hombres y mujeres bailando, bebiendo, cantando y músicos anónimos tocando en los bares de La Habana. En el contexto en el que fue realizado, el corto parecía ser un “mural cinemático sobre el fin de una época” (Cabrera Infante, 1999: 68). En un comunicado oficial, el ICAIC denunció que la película representaba “una pintura parcial de la vida nocturna habanera, que empobrece, desfigura y desvirtúa la actitud que mantiene el pueblo cubano contra los ataques arteros de la contrarrevolución a las órdenes del imperialismo yanqui” (Muñoz, 2011). El corto fue censurado y luego prohibido, lo que levantó protestas entre intelectuales y artistas y motivó una serie de reuniones entre funcionarios del gobierno y personajes importantes del plano cultural, al cierre de las cuales Fidel Castro pronunció un discurso luego célebre, conocido como Palabras a los intelectuales, en el cual definía el lugar del artista en la sociedad revolucionaria. La frase central de Castro (1961) fue “dentro de la revolución todo, contra la revolución nada”. En Palabras a los intelectuales Castro plantea la idea de que en la sociedad revolucionaria el verdadero arte debería contribuir a los objetivos de la revolución: “el artista más revolucionario sería aquel que estuviera dispuesto a sacrificar hasta su propia vocación artística por la Revolución” (Castro, 1961). Y sobre el lugar del artista en la sociedad: “La Revolución […] debe actuar de manera que todo ese sector de artistas y de intelectuales que no sean genuinamente revolucionarios, encuentre dentro de la Revolución un campo donde trabajar y crear y Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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que su espíritu creador, aun cuando no sean escritores o artistas revolucionarios, tenga oportunidad y libertad para expresarse dentro de la Revolución” (Castro, 1961). El “caso PM” fue relevante porque se trató de la primera censura a una obra de arte desde el triunfo de la Revolución. Además, hasta ese momento Fidel no se había pronunciado públicamente sobre el lugar que debería ocupar el arte en la nueva sociedad revolucionaria.10 La consigna, como queda claro, fue no escribir nada contra la Revolución – que cada vez más se identificaba con el régimen de Castro. Esta línea, relativamente tolerante, se extendió hasta el “caso Padilla”, en 1968. En el contexto de fines de los 60´s, marcado por las dificultades económicas y políticas, con el argumento de la amenaza externa y la conspiración interna, el control sobre la población se volvió más férreo. 3.3 El “caso Padilla”

Las dificultades de Padilla comenzaron cuando, en 1967, el poeta elogió la novela de Guillermo Cabrera Infante Tres Tristes Tigres y criticó Pasión de Urbino de Lisandro Otero, escritor y funcionario de cultura del régimen. Poco después, Padilla obtuvo el premio de poesía del concurso de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y su libro, titulado Fuera del juego, fue publicado con una declaración en la primera página, en la que el organismo expresaba su desacuerdo con la decisión del jurado que lo premió. En el texto se acusaba a Padilla de ocultar una concepción burguesa de la sociedad y se afirmaba que “en estos textos se realiza una defensa del individualismo frente a las necesidades de una sociedad que construye el futuro” (Casal, 1971:59). En 1968 Cabrera Infante, en una de sus respuestas al ya mencionado cuestionario de Eloy Martínez, sostuvo que las dificultades de Padilla relacionadas con el premio eran típicas de la persecución a la que se somete a los escritores en los sistemas comunistas. Ante los ataques de intelectuales como Rodolfo Walsh, David Viñas y el mismo Padilla, que lo acusó de contrarrevolucionario, Cabrera Infante envió otra carta, que se publicó en Primera Plana el 14 de enero de 10

El famoso poeta ruso Evtushenko, en ese momento de visita en Cuba, le dijo al escritor Heberto Padilla, a propósito del “caso PM”: “En mi país, en época de Stalin, por menos hubieras muerto en un campo de concentración. Lezama Lima el primero” (Padilla 1989:64). Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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1969 y que anticipó lo que sería el final del “caso Padilla”: “Si no es que antes Padilla se confiesa saboteador de autobuses o incendiario de cañaverales. ¿Por qué no? Después de todo, Bujarin era un filósofo y en los Procesos de Moscú <con plena libertad> confesó haber envenenado todo el trigo de Ucrania” (Cabrera Infante, 1999:43). Entre estas polémicas y el encarcelamiento de Padilla, en 1971, se extendieron, como relata el poeta en sus memorias, tres años de aislamiento (Padilla, 1989:147). En 1971 fue encarcelado durante dos meses y torturado, lo que motivó la protesta de intelectuales que hasta ese momento habían apoyado la Revolución Cubana. Redactaron, en conjunto, una carta a Fidel, firmada por Sartre, Calvino, Cortázar, Vargas Llosa, Moravia, García Márquez y muchos más. A raíz de la presión internacional Padilla fue puesto en libertad para comparecer ante un acto público de la UNEAC y retractarse públicamente de su “traición” a la Revolución. Allí acusó a su mujer y a algunos amigos de haber cometido los mismos errores que él. El episodio prometía ser de un patetismo tan nauseabundo que Nicolás Guillén, que como presidente de la UNEAC debía presidir el acto, pretextó estar enfermo para no asistir al juicio, finalmente dirigido por Portuondo. Padilla afirmó, entre otros pasajes igualmente lamentables: “Yo he cometido muchísimos errores, realmente imperdonables, realmente censurables, realmente incalificables. A mí me gustaría encontrar un montón de palabras agresivas que pudieran definir perfectamente mi conducta” (Casal, 1971: 80-81). El tono del acto, y la evidente farsa de todo el montaje, motivó una segunda carta de los intelectuales a Fidel: “El contenido y la forma de dicha confesión, con sus acusaciones absurdas y afirmaciones delirantes, así como el acto celebrado en la UNEAC, […] recuerda los momentos más sórdidos de la época estalinista, sus juicios prefabricados y sus cacerías de brujas” (Casal, 1971:123). La carta fue firmada por Beauvoir, Calvino, Duras, Enzensberger, Fuentes, Vargas Llosa, Pasolini, Resnais, Sartre, Rulfo y Sontag, entre muchos otros. Padilla finalmente logró salir de Cuba en 1980 - el mismo año que Reinaldo Arenas - cuando se produjo el “Éxodo del Mariel”. El “caso Padilla” marcó el final de la luna de miel entre los artistas e intelectuales y el régimen de Castro. Anticipó, además, la censura que sería característica de la política cultural del régimen durante toda la década de 1970. Si en Palabras a los intelectuales Castro estableció que Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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se aceptaría cualquier manifestación artística que no atacara a la Revolución, el “caso Padilla” señaló el comienzo de una fase en la que el compromiso de los escritores con el gobierno debía ser abierto y explícito. Como escribió Cassals: “Sucesos como la aprobación de la invasión de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia, en 1968, el cierre de la revista Pensamiento Crítico y el arresto del poeta cubano Heberto Padilla, en 1971, advertían que ahora cultura revolucionaria era además cultura socialista” (Del Valle Cassals, 2008:5).

3.4 La Década Negra

El Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, celebrado en abril de 1971, volcó en declaraciones y en políticas lo que había anticipado el “caso Padilla”. A partir de ese momento se exigió del artista un compromiso total con el proceso revolucionario. Lo central del Congreso lo recalcó Fidel: “¿Pero qué caracterizó muy especialmente este Congreso? […] Que en lo que se refiere a las cuestiones ideológicas, en lo que se refiere a las cuestiones revolucionarias, en lo que se refiere a las cuestiones políticas, había una posición firme, sólida, unánime, monolítica” (Castro, 1971). La “Declaración del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura” fue publicada en la revista Casa de las Américas, Año XI No. 65-66 (marzo - junio 1971). Durante la década de 1960 Cuba había recibido a muchos artistas, no sólo escritores, sino también pintores. Ese clima de apertura hacia las vanguardias europeas se clausuró a comienzos de los 70´s, como se ve en este pasaje de la declaración: “Los medios culturales no pueden servir de marco a la proliferación de falsos intelectuales que pretenden convertir el esnobismo, la extravagancia, el homosexualismo y demás aberraciones sociales, en expresiones del arte revolucionario, alejados de las masas y del espíritu de nuestra Revolución”. A partir de 1968 Cuba comenzó a cerrarse cada vez más sobre sí misma, proceso que se dio también en el terreno del arte. Los siguientes pasajes del discurso que Fidel pronunció el 30 de abril de 1971 ilustran el cambio de rumbo: “Nosotros como revolucionarios valoramos las creaciones culturales y artísticas en función de la utilidad para el pueblo. […] Nuestra valoración es política.” Se hace exRegistro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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plícita por primera vez la exigencia de que el arte sea funcional a la propagación de la doctrina revolucionaria: “Para un burgués cualquier cosa puede ser un valor estético, que lo entretenga, que lo divierta, que lo ayude a entretener su ocio y su aburrimiento de vago y de parásito improductivo. Pero esa no puede ser la valoración para un trabajador, para un comunista.” El clima de censura que inauguró el Primer Congreso estuvo vinculado a las dificultades políticas y económicas que atravesó la Revolución en esos años. En este sentido, el fracaso de la zafra de los 10 millones, en 1970, para la que Fidel había movilizado todas las fuerzas productivas del país desde 1965, había mostrado la imposibilidad de construir un socialismo cubano alternativo al soviético (Mesa-Lago, 1979). El fracaso de la zafra tuvo consecuencias económicas inmediatas, pero sobre todo se trató de un hecho de fuerte contenido simbólico: la Revolución, que aparecía hasta ese momento como invulnerable, tuvo en la zafra de 1970 su primer gran fracaso. Señaló, además, el ingreso de Cuba en el COMECON (sistema económico de la URSS y de sus países afines) y reveló la incapacidad de la isla para desarrollarse industrialmente y lograr autonomía económica (Mesa-Lago, 1979: 38). A partir de este momento el gobierno de Castro se plegó a la Unión Soviética (cuya ayuda era imprescindible para sostener la economía cubana) y se acentuó el control sobre la ideología, la cultura y la educación. A mediados de los 70´s, escribió Mesa – Lago (1979: 10): “El carácter único de la Revolución cubana, tan alabado por Sartre en el pasado, ha empalidecido gradualmente y los rasgos más convencionales del socialismo a la Europa del Este aparecen de manera crecientemente vigorosa en la isla.” Aunque fue a comienzos de los 70´s cuando el control sobre los intelectuales y artistas se volvió más rígido, ya en su discurso de 1961 Fidel manejaba una concepción instrumental del arte. Como escribió Cassals (2008:9), esa idea fue desarrollándose con el tiempo: “La noción del artista de verdad, del arte de verdad, como un artista revolucionario, un arte dentro de la Revolución, fue estableciéndose con ininterrumpida acentuación hasta 1971”.

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4. Cabrera Infante escritor La escritura de Cabrera Infante se encuentra en el extremo opuesto de lo que en los años 60´s y 70´s se consideró “literatura comprometida”: “Quiero decir que el único placer (nunca me oirán hablando del deber) del escritor es escribir, aún si sabe que no tendrá lectores. Nadie escribe para ser leído. Se escribe para ser escrito y después que se ha terminado ese acto gratuito es posible publicar y así el escritor le hace al lector el regalo de su prosa – o de su verso” (Cabrera Infante, 1998:286). Alejo Carpentier, en sintonía con el pensamiento oficial, había dicho, en una entrevista en 1965: “El artista es de una esencia invariable. Pero esa esencia sólo se hace eficiente cuando es aceptada y reconocida por la colectividad. El artista no existe si no recibe la aprobación, el consenso de sus semejantes” (Lemus, 1985:136). Por otro lado, Cabrera Infante siempre rechazó el término “ficción” para referirse a su literatura. Según él, todo lo que la literatura dice es verdad, en la medida que traduce un paisaje interior. Ésa es la dimensión ética de la literatura: “Siempre he seguido una línea de conducta hedonista: mi deber es mi placer. Pero mi estética, lo descubro ahora, es también una ética: el movimiento de un peón, de una frase, es una cuestión moral” (Montenegro; Santí, 1999: 1010). Reinaldo Arenas, escritor cubano perseguido por su condición de homosexual y disidente, escribió en su autobiografía: “Pero lo bello siempre ha sido peligroso. Martí decía que todo el que lleva luz se queda solo; yo diría que todo el que practica cierta belleza es, tarde o temprano, destruido […]” (Arenas, 2010:218).

4.1 La Habana El gran descubrimiento de mi vida fue la ciudad de La Habana. No solamente descubrí la ciudad sino descubrí un cosmos, descubrí un hábitat y descubrí un mundo particular. Para mí eso fue decisivo. Yo tenía doce años, venía de un pueblo de campo. El deslumbramiento que me produjo La Habana no me lo ha producido ninguna otra ciudad. La más hermosa de todas las ciudades que yo conozco, Río de Janeiro, no me produjo nunca esa gran explosión sensual. Porque

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era la explosión de la vista, la explosión del olfato, del oído, del gusto. Todo eso yo lo recordaré toda mi vida. (Machover, 1996:111)

La fascinación que despertó La Habana en Cabrera Infante acompañó siempre al escritor. El bullicio de las calles y el movimiento urbano lo cautivaron en seguida, como también la música y los bailes populares y callejeros y los ritmos afro – cubanos. Esa Habana - la de la década de 1950 - cambió su fisonomía en los años que sucedieron al triunfo de la Revolución, primero con el estallido de la guerra civil y luego cuando se adoptó el socialismo como sistema político. El contexto en el que escribió Tres Tristes Tigres era de tensión y alarma ante la posibilidad de una invasión de los Estados Unidos. Mientras Cabrera Infante celebraba la vida nocturna, el gobierno llamaba a los ciudadanos a las armas para defender la Revolución amenazada por el “imperialismo yanqui”. El libro, una celebración de la noche habanera de la década de 1950, fue recibida con frialdad en la isla. Leopoldo Ávila - seudónimo de algún intelectual allegado al régimen -, respondiendo desde Cuba a las declaraciones de Cabrera Infante a Primera Plana, afirmó en relación con Tres Tristes Tigres: “[Cabrera Infante refleja] la Habana de los borrachos, los homosexuales, los toxicómanos y las prostitutas.” Y agrega “en relación con Cuba, la novela resulta extemporánea y pedante” (Ávila, 1968). Tal vez lo más irritante de Tres Tristes Tigres fue el sentido del humor, la sensualidad de los cuerpos nocturnos, deseantes y, ante todo, el hecho de que la novela rescatara fragmentos de un período que la historiografía oficial cubana había clausurado: Me zambullo en la música y en el ruido de los vasos y en el olor del alcohol y el humo y el sudor y en las luces de colores y en la gente y oigo el famoso final de ese bolero que dice, Luces, copas y besos, la noche de amor terminó, Adiós adiós adiós, que es el tema musical de Cuba Venegas y veo que ella saluda elegante y bella y toda de azul celeste de arriba abajo y vuelve a saludar y muestra los grandes medios senos redondos que son como las tapas de unas ollas maravillosas que cocinan el único alimento que hace a los hombres dioses, la ambrosía del

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sexo, y me alegro que esté saludando, sonriendo, moviendo su cuerpo increíble y echando atrás su hermosa cabeza […]. (Cabrera Infante, 1997:294)

La Habana de Cabrera Infante desapareció durante la década de 1960. Como escribió el historiador cubano Rafael Rojas (2006:260): “Aquella Habana profundamente occidental, abierta a las corrientes estéticas de la posguerra, era incompatible con el marxismo – leninismo, en tanto ideología de Estado, y con el totalitarismo comunista, en tanto orden social. La Habana como fantasía erótica de Occidente había sido remplazada por La Habana como utopía tropical del comunismo”. Cabrera Infante vivió en La Habana entre 1941 y 1962 y las experiencias recogidas durante esos años constituyeron el alimento del que él se nutrió el resto de su vida para escribir. Su última visita a esa ciudad, en 1965, le había dejado una impresión penosa:

El malecón estaba cariado, ruinoso. En los canteros de El Vedado, que antes fuera un barrio elegante, crecían plátanos en lugar de rosas, en un desesperado esfuerzo de los vecinos por aumentar la cuota de racionamiento con sus raquíticas bananas. Los puestos de café que antes colaban ante el público en cada esquina, como en Río de Janeiro, se habían esfumado por arte de magia marxista. (Cabrera Infante, 1999:33)

Luego de su partida definitiva de Cuba, a Cabrera Infante ya no le interesó La Habana, salvo por lo que de ella conservó en su memoria. A una pregunta de Álvarez Borland (1982: 63), respondió: “La Habana de la realidad política es una pesadilla de la que quiero despertar. La Habana del recuerdo es un sueño que quiero tener una y otra vez”. En la misma entrevista, preguntado acerca de la actualidad de la literatura cubana, respondió: “Ahora no existe ya más en Cuba la literatura como la conocemos. Solo hay propaganda. Muertos Carpentier en París y Virgilio Piñera en La Habana, destinos diferentes, se han exiliado todos los demás que quedaban allí, mediocres Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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o mejores o mayores. En la isla ahora no quedan más que funcionarios que una vez soñaron ser escritores, aun grandes escritores, y han despertado a la pesadilla de la historia recurrente y cotidiana, - para acomodarse enseguida a las labores de meros burócratas de la cultura oficial, de hecho funcionarios del ministerio de Cultura. Está, sí, todavía, Nicolás Guillén, ya en sus ochenta, ya desversado, un figurón de poeta con su gran cabeza melenuda blanca: es el mascarón de proa de un barco que se hunde en la infamia” (Álvarez Borland, 1982: 56-57)”.

Parodia “Muchos de mis libros parecen paradojas, pero no son más que parodia: parodia como recurso literario, parodia como aproximación a la literatura, parodia como interpretación de la vida” (Montenegro; Santí, 1999: 1004).

La parodia, la burla, la risa, son elementos centrales de la literatura de Cabrera Infante. El crítico cubano Enrico Santí (2002:273) sostiene que la parodia, central en la obra del escritor, es una estrategia de transgresión, una actitud literaria frente al poder. La parodia aparece como la alternativa al lenguaje fosilizado y moralizante del comunismo. El chiste permite captar con más fuerza lo que de terrible tiene el sistema del que Cabrera Infante huye y, además, funciona como un arma filosa:

No habrá mal que dure cien años, pero conozco uno, la Castroenteritis, que dura ya treinta y tres. Es una enfermedad del cuerpo (te hace esclavo) y del ser (te hace servil) y la padecen nativos y extranjeros – algunos de los últimos con extraña alegría. Aunque la enfermedad es infecciosa (hay que advertir que los atacados no tienen ideas sino sentimientos totalitarios: la Castroenteritis no deja pensar) y a veces suele ser fatal, tiene un antídoto poderoso, la verdad. (Cabrera Infante, 1999:270)

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La literatura de Cabrera Infante no pretende ser intelectual ni elevada. Tampoco se ocupa de grandes temas. Hay una defensa de lo intuitivo, de lo sensorial: individuos que conforman la fauna nocturna de la ciudad, individuos que tienen sentido en sí mismos, que aman, sufren, sienten. Al margen del rechazo de Cabrera Infante a que su literatura fuera moralizante y “revolucionaria”, hay otro componente en su escritura, la vulgaridad, que tampoco se ajusta a la estética socialista:

No es que tenga nada contra la vulgaridad. Al contrario, nada me complace más que las expresiones vulgares, que lo vulgar. Nada de lo vulgar puede ser divino, es cierto, pero todo lo vulgar es humano. Dijo Schopenhauer que uno debe escoger entre la soledad y la vulgaridad. Schopenhauer odiaba a las mujeres, yo odio la soledad. (Cabrera Infante, 1979:156)

A modo de conclusión

La literatura de Cabrera Infante, fundada en el chiste, en la parodia y en la irreverencia, era incompatible con el lenguaje solemne y moralizante del castrismo. Cabrera Infante se negó a poner su prosa al servicio de un proyecto político y al poco tiempo tuvo que partir de Cuba, donde no había lugar para quienes pensaran como él. La desintegración del bloque socialista creó en Cuba un clima cultural menos opresivo para los escritores. Fornet dio, en 1994, una definición de lo que es la “novela revolucionaria” mucho más acorde con la línea que marcó Fidel en sus Palabras a los intelectuales: la novela como vivencia de la historia en la que se articula el individuo con la colectividad. Sin embargo, en la medida que la discusión sobre el exilio y la disidencia siga siendo tabú en Cuba, y no se reconozca como cubanas las voces de escritores como Cabrera Infante, Jesús Díaz, Reinaldo Arenas o Lydia Cabrera, la lista de escritores cubanos seguirá estando incompleta. En el año 2011 se publicó en la revista Unión, en Cuba, un texto sobre Cabrera Infante. (Mirabal, 2011:26-35). El artículo analiza el libro Tres Tristes Tigres, pero lo hace desde una óptica que deja de lado un elemento que es capital no sólo en la vida y obra del escritor, sino Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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también en la de muchísimos otros cubanos: el exilio, tema fundamental para pensar la cultura cubana contemporánea; tópico doloroso y difícil de abordar, más todavía para los intelectuales cubanos radicados en la isla. Durante décadas, el exilio cubano no fue considerado exilio, sino contrarrevolución. El exilio es uno de los temas sobre los que todavía no se puede reflexionar públicamente en la isla. El caso de Cabrera Infante permite reflexionar sobre el problema del control ideológico en Cuba. Si bien allí la represión y la censura no llevaron a las barbaridades que caracterizaron a la Rusia estalinista o al comunismo chino, la presión sobre los escritores fue una constante durante todo el período que analizamos. En Cuba, los escritores que no se plegaron a las demandas del castrismo fueron marginados y condenados al silencio. Muchos, entre quienes se encontró Cabrera Infante, optaron por el exilio. Entre todos los disidentes él fue, sin embargo, particularmente sarcástico y apasionado en sus ataques al régimen de Castro. Por su parte, el gobierno siempre negó la existencia de un exilio político. Las salidas masivas de la isla fueron atribuidas a la política migratoria que mantiene Estados Unidos hacia Cuba y a la “mafia de Miami”. Quienes dejaron el país manifestando su oposición al régimen de Castro fueron considerados traidores a la Revolución. En Cuba, “el opositor no es un ciudadano con una opción política diferente, sino un enemigo del pueblo que debe ser aniquilado” (Rojas, 2003:222). En un plano más profundo, el rechazo del régimen de Castro a reconocer la legitimidad de la disidencia cubana revela las dificultades del castrismo para conciliar su visión totalizante de la política y de la sociedad con las voces opositoras que irremediablemente fueron surgiendo durante las casi seis décadas de gobierno comunista. La larga lista de ausencias en el canon castrista de los escritores cubanos es la consecuencia inevitable de un gobierno que se resiste a reconocer que una sociedad está integrada por una pluralidad de subjetividades y, por lo tanto, de opiniones. Quizás, más que otra cosa, lo que perdura de la Revolución Cubana es un símbolo al que los defensores de la Revolución no quieren renunciar. Como escribió Rojas (2003:99):

La economía cubana, incapaz ya de vender azúcar, tabaco, café, níquel o productos farmacéuticos y biotecnológicos a altos precios, vende ahora la nostalgia de Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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la Revolución, mezclada con los tópicos más burdos de la sensualidad y el erotismo insular y con el morbo antropológico de una <comunidad diferente>, que resiste y, a la vez, añora la sociedad de consumo. Cuba se ha convertido en un país mono exportador de símbolos turísticos que cierto público occidental, más dado a la peregrinación que al viaje y, por tanto, más sensible a la alegría que a la tristeza de los trópicos, consume profusamente. En sus peregrinaciones a La Habana estos nuevos viajeros, devotos y hedonistas, buscan, como decía Lévi – Strauss, expiar la culpa que sienten como criaturas consumistas. Sólo que expían esas culpas occidentales devorando compulsivamente los mitos y las nostalgias de una Revolución agotada.

Referencias bibliográficas Libros

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Tesis El trotskismo argentino entre el Cordobazo y el retorno electoral. La historia del PRT - La Verdad, 1968 – 1972, Martín Mangiantini. Tesis de Maestría11 El Cordobazo, en mayo de 1969, significó un quiebre en la historia argentina. Tras su concreción, se experimentó un ascenso significativo de la militancia revolucionaria que involucró a una notable heterogeneidad de actores. Organizaciones revolucionarias armadas, partidos políticos, un sindicalismo de tipo clasista, estudiantes universitarios y secundarios, movimientos intelectuales, culturales y hasta religiosos coexistieron en una etapa histórica marcada por la intensa participación política y la radicalización ideológica. A su vez, se experimentó el nacimiento de un considerable número de organizaciones revolucionarias posicionadas a la izquierda del socialismo y comunismo vernáculo. Como parte de este abanico se destacó también la presencia del Partido Revolucionario de los Trabajadores (en adelante, PRT), organización que operó unificada entre los años 1965 y 1968. En ese último año experimentó un proceso de diferenciación interna que desembocó en la ruptura de la organización en dos estructuras diversas. Por un lado, el PRT – El Combatiente (liderado por Mario Roberto Santucho, entre otros dirigentes), que luego derivó en el PRT – ERP y, por otro, el PRT – La Verdad (en adelante, PRT – LV), bajo la dirección de Nahuel Moreno. Si bien esta ruptura estuvo determinada por diversas tensiones preexistentes en el seno de su dirección, su principal motivación recayó en el debate acaecido en torno al tipo de partido político a construir, en las metodologías de inserción de tal organización entre los sectores trabajadores y, principalmente, en la viabilidad estratégica de la utilización de la lucha armada en el contexto argentino por entonces vigente. El objetivo de la presente tesis consiste en analizar el derrotero del PRT – LV entre los años 1968 y 1972, esto es, desde su fun-

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dación como partido hasta su transformación en el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) tras la fusión con otra trayectoria política. Se sostiene que la importancia del abordaje de PRT – LV a lo largo de estos años no recae en sus aspectos cuantitativos sino en que su estudio permite una mejor comprensión de la coyuntura política existente en estos años y de los actores presentes en ella. En este sentido, el estudio de esta organización posibilita una profundización en torno a seis temáticas. En primer lugar, contribuir al estudio de la izquierda argentina y de las fuerzas políticas de finales de los años sesenta y principios de los setenta a partir del desarrollo de un componente prácticamente omitido historiográficamente. Por otro lado, profundizar el análisis alrededor del clima de ideas y el tipo de debates que atravesaron al conjunto de las organizaciones revolucionarias del período (tales como la viabilidad de la lucha armada, la estrategia revolucionaria, el tipo de estructura política a construir). En otro orden, abordar este objeto permite complejizar la comprensión de la coyuntura política de entonces a la luz de los posicionamientos y caracterizaciones esgrimidas por esta corriente las cuales se hallan en diálogo con el debate historiográfico existente sobre este período. Por otro lado, y en lo que se convierte en un elemento esencial, la tesis se propone reconstruir la relación entre esta organización y el movimiento obrero en el que pugnaba por insertarse como estructura política y al cual caracterizaba como el sujeto revolucionario por excelencia. En relación con ello, el PRT – LV fue un componente de la radicalización de una clase obrera existente en este período expresado, por ejemplo, en la dirección de ciertos organismos de representación gremiales. En cuarto lugar, esta tesis pretende profundizar el análisis sobre la dinámica de las organizaciones revolucionarias desde dos perspectivas: tanto desde las estrategias utilizadas para forjar una inserción política en aquellos actores sociales en los que se pretendía penetrar como organización como, paralelamente, desde el abordaje de las tensiones y problemáticas que se desprendieron de este tipo de construcción política en su dinámica interna y práctica cotidiana. Por último, esta tesis conllevaba una perspectiva historiográfica dado que el PRT – LV es parte de una ausencia más global existente en los análisis sobre la radicalización política de este período a partir de un actor escasamente explorado como lo fueron las organizaciones revolucionarias que no adhirieron a la premisa de construcciones simultáneamente políticas y milita-

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res y a la gestación de ejércitos revolucionarios, estructuras que gozaron de un amplio abordaje historiográfico que relegó o minimizó el papel de otras organizaciones revolucionarias estratégicamente diversas pero políticamente influyentes en este período. En el desarrollo de la tesis tiene un peso central la abundante utilización de documentación interna de esta organización, hasta el momento inédita. Este material se articuló, a su vez, con la prensa partidaria (de modo tal de establecer un paralelismo entre el análisis hacia el interior de la organización con sus posicionamientos públicos) y con la utilización de la historia oral a partir de la incorporación de testimonios de dirigentes partidarios y sindicales de este momento histórico. El trabajo se estructura en cuatro capítulos en perspectiva sincrónica los cuales, articulados entre sí, posibilitan una comprensión totalizadora del objeto de estudio. En el capítulo 1, se realiza un abordaje del contexto político-económico argentino entre 1968 y 1972 para desarrollar las diversas caracterizaciones y posicionamientos (públicos e internos) que este partido elaboró a lo largo del período. Al mismo tiempo, se esboza una comparación entre las posiciones del PRT – LV con respecto al abanico de organizaciones revolucionarias existentes en este mismo período porque ello permite también reflexionar sobre las diferencias estratégicas a desarrollar por cada organización sobre la base de sus análisis coyunturales preexistentes. El capítulo 2 encara tres temáticas simultáneas: el eje central recae en la ruptura del PRT en 1968 alrededor de la polémica en torno a la utilización de la lucha armada y la huella que este debate imprimió en el derrotero del PRT - LV. Ello se imbrica con dos conceptos más inherentes a este objeto. Por un lado, la utilización de la tradición desarrollada por este partido lo que permite vislumbrar cuáles eran los aspectos históricos que la propia corriente reivindicaba de su pasado como un modo de establecer un nexo entre esta flamante organización surgida de una crisis y su propio presente. Por otro lado, el análisis de la identidad de sus militantes lo que tiene por objetivo reflexionar cuáles eran aquellos rasgos que, en un contexto de proliferación de organizaciones revolucionarias, se percibían como propios permitiendo así una mayor homogeneidad interna y una diferenciación con las restantes estructuras.

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El capítulo 3 se propuso indagar la relación existente entre el PRT – LV y la clase obrera a lo largo de este período. Se desarrollan centralmente las diversas tácticas utilizadas como forma de inserción en esta clase, especialmente la política de la proletarización partidaria con sus alcances, dificultades y tensiones. En el capítulo 4, se analiza al PRT – LV como estructura política a través de aquellas concepciones teóricas desarrolladas por su dirección alrededor de las características pertinentes a una herramienta partidaria y, al mismo tiempo, las tensiones y problemáticas existentes en el funcionamiento cotidiano de esta organización para, finalmente, abordar el pasaje de una organización clandestina a una herramienta legal y electoral acorde a los cambios coyunturales acaecidos. Desprendiéndose de este desarrollo, la hipótesis central de esta tesis es que el PRT - LV expresó un bagaje ideológico existente en esta agitada coyuntura en el seno de una vanguardia obrera y juvenil que no fue atraída ni por el peronismo ni por las diferentes expresiones sostenidas por la “izquierda reformista” como así tampoco por el accionar de aquellas organizaciones revolucionarias armadas. La idea del anti-burocratismo en los organismos obreros, el insurreccionalismo como premisa revolucionaria en rechazo a la formación de vanguardias revolucionarias armadas, la radicalización de los sectores medios y del mundo intelectual, el internacionalismo como forma de comprensión de la lucha de clases, entre otras concepciones, fueron premisas sostenidas por el PRT – LV que encontraron repercusión favorable en determinados sectores de una población radicalizada.

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Novedades Creyentes, herejes y arribistas. El radicalismo en la encrucijada 1924-1943. Elena Piñeiro. Editorial Protohistoria. 2014.

Este libro, fruto de una tesis doctoral dirigida por Ezequiel Gallo y Francis Korn, reconstruye la trayectoria de la UCR Antipersonalista, escisión de la Unión Cívica Radical creada en 1924 por un grupo de dirigentes que se oponían al “personalismo” de Hipólito Yrigoyen. El tema, hasta ahora escasamente analizado por la tradición de estudios sobre la UCR, ofrece una descripción pormenorizada y agudo análisis de los entretelones de la política argentina del período con el foco puesto en las disputas por el poder al interior de ambas líneas partidarias. Elena Piñeiro se graduó en la Universidad de Morón en 1981. Obtuvo el grado de Magíster en Ciencias Políticas en la UCA y la Maestría y Doctorado en Historia en la Universidad Torcuato Di Tella. Ha sido profesora de Historia Argentina e Historia Contemporánea del siglo XX en Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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distintas facultades e institutos de la UCA, de la Universidad Austral y de la Universidad de Belgrano. Actualmente dicta un seminario para estudiantes extranjeros en el Programa de Estudios Latinoamericanos en UCA.

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El imperio de la ley. James Brown Scott y la construcción de un orden jurídico interamericano. Juan Pablo Scarfi. Editorial FCE, 2014

En El imperio de la ley, Juan Pablo Scarfi analiza la construcción y el desarrollo de un discurso moderno sobre el derecho internacional en Estados Unidos y su impacto en América Latina entre comienzos del siglo xx y fines de la década de 1930. De este modo, presenta un ensayo de historia intelectual acerca de la construcción de una hegemonía en el continente americano a partir del examen de los orígenes, la naturaleza y el contenido de dicho discurso, así como también de su impacto en los círculos intelectuales y académicos latinoamericanos. La investigación está enmarcada en el estudio del imaginario legal e imperial del jurista estadounidense James Brown Scott, una figura central en la construcción de un nuevo derecho internacional, y su diseminación en América Latina. Así, Juan Pablo Scarfi plantea que ese discurso funcionó como un recurso hegemónico de saber/poder del “imperio informal” estadounidense. El Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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autor también muestra en qué áreas tuvo mayor influencia el proyecto de Brown Scott, así como la gravitación efectiva de sus planteos entre las elites latinoamericanas. El imperio de la ley revela el esquema conceptual que Estados Unidos ha impuesto al orden planetario con su “estado de excepción” ad infinítum. Este ensayo no solo representa un riguroso análisis histórico, sino que ofrece instrumentos a través de los cuales es posible comprender mecanismos aún vigentes, como la “ostensible complicidad entre la actividad académica y la política exterior” o la conocida “misión civilizadora”.

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Celebrar y gobernar. Un estudio de las fiestas cívicas en Buenos Aires, 1810-1838. Lía Munilla Lacasa. Editorial Miño y Davila, 2013

Las fiestas y celebraciones han sido desde siempre una parte importante de la vida cotidiana de toda sociedad. Fiestas de carácter religioso pero fundamentalmente aquellas de orden político, marcaron fuertemente las sociedades surgidas de los procesos revolucionarios de la Edad Moderna. El libro aborda las principales celebraciones que tuvieron lugar en la ciudad desde la Revolución de Mayo hasta la segunda gobernación de Juan Manuel de Rosas. En ese período, el arte efímero levantado en calles y plazas, los arcos triunfales y decoraciones festivas, fueron soporte de una prédica, a la vez propagandística y simbólica, política y sensible, que merece un

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estudio riguroso para refinar, desde el campo de la historia cultural, nuestro conocimiento del desarrollo de la Nación Argentina. María Lía Munilla Lacasa es Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Buenos Aires y Doctora en Historia por la Universidad Torcuato Di Tella. Actualmente se desempeña como profesora titular de arte argentino y latinoamericano en las universidades de San Andrés y Torcuato Di Tella.

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Publicaciones 2013 Profesores del Departamento de Historia

Pablo Gerchunoff: “Treinta años de economía política en democracia. La crítica, la compasión y la empatía en el método de la historia”, en Desarrollo Económico, vol.53, abril-diciembre 2013.

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Ricardo Salvatore: “Judging Violent Crimes: Patterns of Sentencing in Modern Argentina, 1878– 1948”, en Bulletin of Latin American Research, vol. 32, N° 1, 2013.

Ricardo Salvatore: “Imperial Revisionism: US Historians of Latin America and the Spanish Colonial Empire (ca. 1915-1945)”, en Journal of Transnational American Studies, vol. 5, N° 1, 2013.

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Ricardo Salvatore: “Progress and Backwardness in Book Accumulation: Bancroft, Basadre, and Their Libraries” en Comparative Studies in Society and History, 56 (4), 2014.

Andrea Matallana, Jaime Yankelevich. La oportunidad y la audacia, Buenos Aires, Capital Intelectual, 2013.

Andrea Matallana, El Tango entre dos Américas. La representación del Tango en los Estados Unidos, A Contracorriente Editorial; North Carolina State University, 2013.

Andrea Matallana: “París y Nueva York: presencia y ausencia en la poética del tango” en Oscar Conde, Las poéticas del tango-canción. Rupturas y continuidades, Buenos Aires, BiblosUniversidad de Lanús, 2014.

Klaus Gallo, Bernardino Rivadavia: el primer presidente argentino, Buenos Aires, Edhasa, 2012.

Klaus Gallo y Graciela Batticuore: “El mundo de la cultura. Ideas, opinión pública y literatura”, en Marcela Ternavasio (comp.), Historia de la Provincia de Buenos Aires, tomo 3, Buenos Aires, Edhasa, 2012.

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Andrés Reggiani: “Cultura física y eugenesia. Tres trayectorias históricas: Gran Bretaña, Francia, Argentina”, en P. Scharagrodsky (comp.), Miradas médicas sobre la cultura física en Argentina, 1880-1970. Buenos Aires: Prometeo, 2014. Andrés Reggiani: “Una nación segura de su destino”, El Explorador: Alemania. Buenos Aires: Capital Intelectual, 2014.

Fernando Rocchi: “La economía bonaerense. Del auge exportador a su crisis (1880-1943)” en Juan Manuel Palacio, Historia de la Provincia de Buenos Aires, tomo 4, Buenos Aires, Edhasa, 2013.

Gustavo Paz: “El federalismo “solidario”. Jujuy y la Nación hacia 1880”, en Paula Alonso y Beatriz Bragoni (eds.), El sistema federal argentino a fines del siglo XIX. Debates y coyunturas, Buenos Aires, Edhasa, 2014. Gustavo Paz: “El sistema de evaluación de pares en Historia: una mirada desde el usuario”, en Debate Universitario 2: 3, Buenos Aires, 2013.

Gustavo Paz: “Auge y caída del comunismo indígena en el norte argentino: los Andes de Jujuy, 1830-1900”, en Raúl Fradkin y Gabriel Di Meglio, Hacer política. La participación popular en el siglo XIX rioplatense, Buenos Aires, Prometeo, 2013.

Gustavo Paz: “La rebelión de los gauchos. Movilización campesina en el norte argentino durante la independencia”, en Ivana Frasquet (ed.), Jamás ha llovido reyes del Cielo? De independen-

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cias, revoluciones y liberalismos en Iberoamérica, Universidad Andina Simón Bolívar, Quito, 2013.

Karina Galperin: “The passion according to Berruguete: painting the Auto-da-Fé and the establishment of the Inquisition in Early Modern Spain” en Journal of Spanish Cultural Studies, vol. 14, Issue 4, 2013.

Ezequiel Gallo, La República en ciernes: surgimiento de la política social pampeana 1850-1930, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2013.

Ezequiel Gallo y Natalio Botana (ed.), Liberal thought in Argentina 1837-1940, Indianapolis, Liberty Fund, 2013.

Guillermo Ranea: “La historia de la ciencia y los riesgos que corren los archivos” en Los archivos de la ciencia: prácticas científicas, cultura material y organización del saber, Dossier en Revista Electrónica de Fuentes y Archivos, Córdoba (Argentina): Centro de Estudios Históricos “Profesor Carlos S. A. Segreti”, Año 4, Número 4, 2013.

Guillermo Ranea: “Alexander Koyré, su influencia en Jacques Lacan. Ciencia, creencia e ideología” en Analytica del Sur. Psicoanálisis y Crítica, La Plata: Red del Área Virtual Analítica de la Asociación de Psicoanálisis de La Plata y Biblioteca Freudiana, Número 1, Julio de 2014.

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Maestría en Historia Tesis defendidas durante 2014

“Los ganaderos argentinos y el Frigorífico Nacional. El caso de la CAP (1934-1976)”. Autor: José María Saccomanno. Supervisor: Dra. Andrea Lluch. Jurados: Dra. María Cecilia Míguez, Dr. Fernando Rocchi, Dr. Andrés Regalsky.

“El trotskismo argentino entre el Cordobazo y el retorno electoral. La historia del PRT - La Verdad, 1968 – 1972”. Autor: Martín Mangiantini. Supervisor: Dr. Hernán Camarero. Jurados: Dr. Alejandro Schneider, Dra. Julieta Bartoletti, Dr. Javier Zelaznik.

“Me han denunciado porque me aborrecen. Poder y delación en tiempos de Rosas (18371845)”. Autor: Sebastian Miglioranza. Supervisora: Dra. Marcela Ternavasio. Jurados: Dr. Gabriel Di Meglio, Dr. Klaus Gallo, Dr. Ricardo Salvatore.

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Directores del Boletín Pablo Gerchunoff y Andrea Matallana

Secretaria de Redacción: Cecilia Bari Comité Académico Ezequiel Gallo Fernando Rocchi Ricardo Salvatore Karina Galperín Andrés Reggiani Klaus Gallo Guillermo Ranea Hernán Camarero Gustavo Paz

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Más información: Posgrado en Historia posgradohistoria@utdt.edu 5169-7153 boletinhistoria@utdt.edu

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