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Carlos Basombrío
do por su condición de tales, a lo largo de esos años, son bastante aislados y en ningún caso constituyen un patron sistemático.23 Ello tiene que ver a mi juicio, principalmente, con el tipo de movimiento que fue Sendero Luminoso y lo claramente diferenciado que se encontraban en el Perú los campos. Es decir, Sendero Luminoso por sus concepciones no tenía, ni quería, ni podía tener, alianzas con sectores en la legalidad que le permitieran ensanchar su proyecto político o su base social. Su fanatismo, expresado en este caso en una percepción absoluta y excluyente de su propio rol, facilitaron esa separación entre el mundo de la política y el de la guerra. Así, a diferencia de los otros países y más allá de las voces que, con más mala intención que desinformación, proclamaban lo contrario, en el Perú fue posible defender, incluso en los peores momentos, que no existía vínculo alguno entre los sectores de izquierda legal ―por más radical que fuera su lenguaje― o entre activistas de todo tipo de organizaciones sociales ―por más confrontacional que fuera su práctica o incisiva su crítica― y los senderistas en armas. Por lo que la "justificación" para una posible represión contra ellos hubiera sido mucho más difícil. En el caso particular de los organismos de derechos humanos, y a diferencia por ejemplo de Guatemala o Colombia, esto permitió que pudieran permanecer y desarrollar, a lo largo de todo ese periodo su labor aunque no sin hacer frente a algunas circunstancias bastante difíciles24 y en un clima de reiterada agresión verbal. Los efectos negativos a los que aludimos arriba son, sin embargo, enormes. Nos hemos referido ya a como la concepción de derechos humanos de Sendero Luminoso fue un factor decisivo para acentuar en el Perú el desprecio a la vida humana, tanto por las víctimas causadas por esta organización en todos los sectores, como por las que ellos debieron sufrir a cambio. Centrémonos ahora en otro de los efectos que todo esto trajo: en la forma en que enervó la conciencia de la población frente a la importancia del respeto a los derechos y a la dignidad de las personas. Así, a mi juicio el tipo y magnitud de la violencia que tuvimos en el Perú, y en particular la forma en que Sendero Luminoso la ejerció con absoluto desprecio de las consecuencias que podría traer en la población civil, generaron en la gran mayoría de la gente una actitud que podríamos describir como cínica y pragmática respecto a la democracia y los derechos humanos. 23 24
Las más notorias excepciones a esta regla fueron el asesinato del dirigente campesino Jesús Oropeza y la del líder minero Saúl Cantoral. Las agresiones directas más graves contra los organismos de derechos humanos fueron la detención y posterior desaparición del presidente del Comité de Derechos Humanos de Huancavelica Angel Escobar Jurado, el sobre-bomba que le costó un brazo, y por poco la vida, al abogado Augusto Zúñiga de COMISEDH y las bombas en los locales de la Comisión Andina de Juristas y Amnistía Internacional.