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Campesinos y movilizaciones en Andahuaylas, 1974: fotos 4-6

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Hortensia Muñoz

Hortensia Muñoz

Si por esta línea de autocrítica vemos rápidamente aparecer los "presagios luminosos", también por el lado de la relación de la izquierda con las comunidades aparecen desde antes las indicaciones de la práctica senderista. Con la excepción de Quintanilla en la zona de Tankayllo-Cocharcas (donde las contradicciones surgen mucho más tarde, a nivel supracomunal), en las otras subregiones de Andahuaylas el trabajo político superficial a nivel de las comunidades lleva temprano a un alto nivel de conflicto a su interior, y a una temprana desilusión frente a las tomas. Las soluciones que encuentran Loayza y Mezzich frente a estos problemas ―confiar excesivamente en la militancia de unos pocos campesinos jóvenes con débiles conexiones al aparato político comunal, invadir pueblos y haciendas que no se han movilizado independientemente, "haciendo justicia" a las autoridades locales en algunos casos― llevan a una unificación política frágil y superficial que se resquebraja rápidamente frente a los intentos de represión y de cooptación de parte del estado.

En efecto, es en la frágil ligazón entre los procesos políticos comunales y los procesos regionales políticos y posiblemente militares, que el movimiento de Andahuaylas hubiera ofrecido las lecciones más importantes para cualquier intento de transformación política-social. El trabajo de Quintanilla en Tankayllo, justamente porque significó la integración y enfrentamiento solidario con los procesos y tradiciones comunales, logró reforzar la unidad campesina y comunal y solidificar la toma de Huancahuacho. Los problemas allí surgieron más tarde. Por una parte fueron internos, puesto que en el mismo intento de reorganizar la produccióncomunal surgieron diferencias entre los campesinos cuyas soluciones, a través de la lucha política en las asambleas comunales, solamente se pudieron haber dado a largo plazo. Pero por otra parte los problemas fueron externos: la cooptación por SINAMOS de comunidades o pequeños productores colindantes; la represión y la destrucción de las sementeras sembradas después de las tomas; los problemas de comercialización con los empresarios provinciales o regionales. Bajo tales condiciones, es fácil comprender por qué se llegó fácilmente a ver al poder estatal como el problema principal. Pero desde otro punto de vista, la relación entre las organizaciones políticas provinciales o nacionales y los procesos políticos regionales habría sido tan o más importante que el problema del estado.

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Es en este sentido que los problemas con los Comités Democráticos Cam- pesinos merecen más reflexión y consideración. En su conceptualización original, habrían sido el nexo entre el trabajo local y el trabajo regional. No solamente les tocaba organizar la recuperación de la tierra y supervisar a reorganización del cultivo de las tierras recuperadas, sino que también servir de instancia mediadora entre las instituciones comunales y las organizaciones políticas y sindicales. Por tanto, tales comités necesitaban, para su formación efectiva, un trabajo a largo plazo. Esto no ocurrió fuera de la zona de Cocharcas y Chincheros, donde

trabajó Quintanilla; simplemente resultaron siendo agrupaciones de los mismos militantes ya contactados. Esto, también, sería un "presagio luminoso".

En el momento de asignar culpas, es quizá demasiado tentador echar más de la cuenta sobre Andahuaylas y Sendero Luminoso. Vale la pena, en este contexto, recordar que la izquierda peruana de los años setenta no inventó la relación problemática entre los partidos políticos de oposición y las culturas y comunidades indígenas del país, relación que ha perdurado a travésdel siglo XX. Como ha demostrado Marisol de la Cadena (1995) para el caso de Cuzco, ya en la década del veinte las fallidas movilizaciones del Comité Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo habían demostrado que un movimiento popular autónomo no podría ser victorioso, ni regional ni nacionalmente, al reivindicar la identidad indígena. Por tanto, las organizaciones populares y los intelectuales comunales cuzqueños comenzaron, en los años treinta, a "des-indianizarse" sistemáticamente, no en el sentido de negar las tradiciones y la cultura indígena, sino que reinventándolas políticamente sin sus connotaciones negativas.

La izquierda peruana ha tenido, por tanto, una larga tradición de "des-indianización" en la cual basarse. El discurso de los años sesenta, al enfatizar la lucha de clases, la explotación capitalista y la proletarización, fue sólo uno de muchos intentos de crear una identidad política popular sin connotaciones étnicas. Pero mi énfasis a lo largo de este ensayo ha estado en mostrar cómo esta ceguera frente a las prácticas políticas y culturales indígenas, históricamente construida y de larga duración, hizo imposible la construcción de un movimiento democrático en las movilizaciones de los años sesenta y setenta. Los dirigentes que ignoraban laimportancia de los sistemas políticos comunales reproducían la subordinación de las comunidades indígenas, aun al interior de un movimiento supuestamente igualitario. Los líderes que daban prioridad a un programa político basado en la lucha de clases atraían a un grupo relativamente pequeño de campesinos jóvenes quienes, por razones generacionales y de parentesco, no tenían ni el prestigio ni la experiencia para ejercer autoridad frente a los otros comuneros. Esta ceguera frente a la cultura política comunal, reconstruida durante los años sesenta y setenta, articuló también las prácticas generales de la izquierda a las prácticas adoptadas por Sendero Luminoso.

A final de cuentas, el proceso de los años setenta en Andahuaylas, y su absor- ción crítica de parte de las organizaciones y militantes de izquierda, sirvió de presagio y de laboratorio para el proceso senderista de los ochenta. Las frustra- ciones que todos encontraron en sus intentos de combinar trabajo político comunal con trabajo político-militar regional llevó fácilmente a una sobrevalorización del poder estatal como centro principal de las contradicciones político-sociales en la lucha agraria. Llevó también a minimizar la importancia y la necesidad de un trabajo largo y complejo con los procesos políticos y étnicos al interior de las comunidades campesinas. En vista de estos presagios, es quizá

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