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Cordero
comunidades. Así es que se inició el proceso de vincular y coordinar las organizaciones de mujeres constituyéndose en 1988 la Federación Provincial de Clubes de Madres de Huamanga, con la participación de 270 clubes de madres y delegadas invitadas de otras provincias. Un hecho importante en este evento fue la presencia de dirigentes comunales hombres en condición de asesores de los clubes de madres, con el argumento de que ellas no sabían como organizarse y plantear sus demandas.
Esta experiencia fue reproducida casi espontáneamente y se llegó a constituir ocho federaciones más en las ocho provincias más afectadas. Sobre esta base se convocó al Primer Congreso Departamental de Clubes de Madres en noviembre de 1991, asistiendo alrededor de 1,200 clubes de madres. En esta ocasión la comisión organizadora, al iniciarse el evento, consultó sobre la necesidad de la permanencia de los asesores varones y se acordó su retiro del evento para permitir una participación autónoma de las mujeres delegadas.
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De este modo mientras otras formas organizativas sociales y políticas se desarticulaban o se reducían a su mínima expresión (ver los ensayos en las partes II y III de este libro), el movimiento de mujeres avanzaba a contracorriente y llegó a crear la organización más grande y representativa del departamento. La Federación Departamental de Clubes de Madres de Ayacucho (FEDECMA), que cuenta en la actualidad con 11 federaciones provinciales, 1,400 clubes de madres y aproximadamente 80 mil mujeres afiliadas, tanto del campo como de la ciudad. FEDECMA se organizó en torno a dos ejes programáticos: la defensa de los derechos humanos y la lucha por la sobrevivencia. Asumió estas tareas con relativo éxito dadas las difíciles circunstancias que afronta la región. Formó una amplia red de líderes femeninas que cubrió el ámbito departamental, proporcionando información y tramitando alternativas y respuestas a sus bases. Forjó acceso a programas y recursos del Estado y de otras organizaciones (ONGs) en el campo de la alimentación, salud y educación. Impulsó servicios alimentarios como comedores comunes y programas vaso de leche y talleres de generación de ingresos. Sirvió como un espacio para acumular experiencias y compartir estrategias y mecanismos de defensa de derechos humanos.
Inicialmente Sendero tuvo una actitud tolerante con las organizaciones de mu- jeres, sobre todo cuando se trataba de clubes aislados y dispersos. En el fondo desvaloró el peso de los clubes. Pero cuando se constituyó la federación de Hua- manga en 1988, Sendero pretendió bloquear el proceso. Amedrentó a la junta di- rectiva recientemente elegida, especialmente a la presidenta a quien golpearon y amenazaron de muerte. Esto provocó la renuncia de cinco dirigentas, las que fueron sustituidas en la semana siguiente. Después Sendero pretendió infiltrar la orga- nización en dos ocasiones, pero estos intentos fueron rápidamente detectados y los contactos senderistas expulsados de la organización. Sendero cambió de estrategia e inició un seguimiento cercano de la federación. Inclusive
en varias ocasiones se sostuvieron diálogos con los senderistas, a petición de ellos, supuestamente para dar directivas a la organización, situación que fue manejada muy hábilmente por las mujeres. Lo real es que Sendero no pudo controlar la organización una vez que logró consolidarse.
Una de las primeras acciones emprendidas por las federaciones de clubes de madres fue la colaborar en la organización de la primera marcha por la paz a nivel nacional en agosto de 1988. La convocatoria de muchas las instituciones y organizaciones sociales y políticas con el apoyo del gobierno local, marcó un hito en la historia de la guerra. Propició un foro público de interpelación a Sendero pidiéndole cuentas sobre las consecuencias de la guerra, foro del cual Senderose aisló. Por lo menos el 50% de los asistentes eran mujeres, quienes levantaron algunas consignas en quechua como "que mueran los que matan"; "porque damos la vida, la defendemos", "el miedo se acabó". Sendero intentó romper la movilización y explotó petardos de dinamita en el mismo escenario de la concentración. Al no conseguir dispersada trató de apoderarse de los micrófonos instalados y así tomar el control del mitin. Nunca vi tanta fuerza, decisión y furia como la de aquellas mujeres dirigentes que subieron al estrado y a gritos y golpes hicieron retroceder a los senderistas, logrando desalojados.
Desde sus organizaciones las mujeres diseñaron estrategias alternativas en torno a dos problemas centrales surgidos en el proceso de guerra. Primero, las rondas comunales de autodefensa en muchos casos involucraron a varios varones de una misma familia y los apartaron de las actividades productivas de generación de ingresos familiares. Plantearon las mujeres que la representación en la autodefensa fuera de uno por familia y que esta representación pudiera ser asumida por cualquiera de sus miembros. Así muchos varones pudieron volver a reactivar las actividades agropecuarias. Además plantearon que las funciones de autodefensa sólo debieran estar circunscritas al espacio interno de la comunidad y que las demás tareas las asumiera el ejército. Con estas propuesta se inicia un proceso de redefinición de roles y responsabilidades entre las rondas y el ejército. Segundo, al iniciarse el retorno de las comunidades desplazadas por la guerra a principios de los noventa las mujeres crearon un debate importante sobre como llevar a cabo el retorno. Los varones dirigentes propusieron el retorno de las familias en un solo acto para que una vez ubicados en su comunidad de origen los retornados pudieran presionar al Estado por la ayuda necesaria. Las mujeres se opusieron a esta estrategia por los riesgos que planteaba para las familias y en particular para los niños en tanto la zona no estaba aún totalmente pacificada. Propusieron el retorno como un proceso en el cual a través de campañas desde zonas de refugio se reconstruirán las viviendas, se reiniciarán las actividades agrícolas, y se organizará a la comunidad y la autodefensa. El traslado de la familia será el acto final cuando se hayan creado las condiciones mínimas. Se intentó implementar la estrategia propuesta por los dirigentes varones y pronto se
LAS MUJERES Y LA POLÍTICA EN TIEMPOS DE GUERRA Y DE PAZ Foto 13 (izquierda). Mujeres de Sendero Luminoso en formación militar en la prisión de Canto Grande, 1991. Foto 14 (al medio). Una delegación de mujeres se une a la marcha de celebración del Día de la Mujer en Ayacucho. Foto 15 (abajo). Delegados provinciales en un taller de formación en el club departamental de madres de Ayacucho.
desactivaron muchos de esos intentos y optaron por el proceso propuesto por las mujeres. Las mujeres habían sido más realistas.
En base a estas experiencias y su fuerza organizativa, las mujeres lograron legitimidad y un reconocimiento ante las autoridades y la opinión pública regional como actoras sociales. Ellas habían armado la organización más sólida y representativa de la región en los años de la guerra. En la actualidad [es decir, 1995] no hay acto oficial político, social o académico en el que la Federación no participe como invitada especial.
LAS MUJERES EN LIMA
Durante la mayor parte de los años ochenta, se vio en los sectores populares de Lima Metropolitana la convivencia de dos proyectos contrapuestos: el proyecto armado de Sendero, y un proyecto de movilización basado en la trayectoria de la izquierda electoral y los movimientos populares urbanos (ver, por ejemplo, el ensayo de Burt en este libro). Sendero desarrollaba un trabajo cerrado en gran parte del periodo en medio de un gran desorden generado por la crisis económica. Unos por simpatía o conciliación, otros por subvaloración, convivieron con Sendero durante estos largos y duros años. En general, los efectos de la guerra en Lima eran indirectos ―una agudización de una crisis económica que alcanzaba dimensiones alarmantes― o por lo menos, menos dramáticos que el drama en la sierra, apagones eléctricos en vez de asesinatos masivos. Además, la información y las imágenes de eficacia senderista en los medios de comunicación despertaron una cierta mística en torno a Sendero, a la vez que expectativas y hasta simpatías en sectores importantes de la población politizada.
Sendero se había planteado desde el principio su inserción en Lima. Su esquema estratégico consideraba que este debía ser el escenario de la insurrección final de la guerra popular (Guzmán 1988: 35). Sin embargo, debido a las derrotas sucesivas sufridas en el interior del país, Sendero iba intensificando sus acciones urbanas y apresurando sus planes. Sendero dio prioridad a los sectores urbano marginales "nosotros desde el año 86 tenemos la directriz para el trabajo en las ciudades. Tomar barrios y barriadas como bases y el proletariado como dirigentes, esa es nuestra directiva..." (Ibíd.). El cono este de Lima como zona popular-industrial, se definió como un centro clave de operaciones. El cono sur de Lima, particular- mente Villa El Salvador, se convirtió en otro objetivo, pues se trataba de desar- ticular una experiencia ejemplar de autogestión vinculada a una izquierda no sen- derista (ver ensayo de Burt en este volumen). También se definieron prioridades en su relación con los sectores poblacionales. Constituyeronsu prioridad principal el sector sindical y el urbano marginal y en segunda instancia el sector estudiantil universitario y los gremios estatales, principalmente el
magisterio, a los que buscaba involucrar en tareas de ideologización y propaganda.
La etapa preparatoria de Sendero tuvo dos momentos diferenciados: la inserción física, y la organización para lanzar una ofensiva. El periodo de inserción se produjo entre 1984 y 1986, cuando Sendero pretendió resolver la ubicación física de sus cuadros en las zonas priorizadas, para acumular información a través de una presencia masiva y del seguimiento de las actividades de los asentamientos humanos. Sólo esporádicamente aparecerán en escenarios locales a través de volantes y embanderamiento en fechas memorables para el senderismo. Aunque puede ser increíble que en este periodo Sendero no detectara el dinamismo de las mujeres en los barrios urbano-marginales, hay que recordar que en los barrios había dos escenarios de movilización significativa: el escenario del movimiento vecinal, ya en crisis y protagonizado más por varones, y el de las organizaciones funcionales, protagonizados por las mujeres. Para Sendero el espacio de las organizaciones funcionales, orientadas a la lucha de sobrevivencia, era un espacio menos trascendente.
Recién entre 1987 y 1989 (años que coincidieron con la desintegración política del gobierno de Alan García y con la hiperinflación devastadora en Lima) Sendero inició la preparación de su ofensiva en Lima. Se trataba de crear condiciones para su aparición en la escena pública, para que su trabajo y presencia pudieran ser advertidos con más claridad, por lo menos en el entorno local. Se trataba de cooptar a los dirigentes connotados y a través deestos de infiltrar y controlar las organizaciones vecinales. Se trataba de agitar y movilizar a la población utilizando para esto sus justas demandas. También buscaba sentar su presencia en el espacio a través de desfiles periódicos de columnas senderistas que dejaran un impacto psicológico en la población. Es importante destacar que este proceso de cooptación de líderes estuvo orientado a los líderes varones del movimiento vecinal; se consideraron a mujeres solo en el caso de haber alcanzado este nivel de representación.
Paralelamente y en este mismo contexto, las mujeres populares forjaban su condición de nuevos actores sociales y construían un proyecto alternativo frente a la crisis económica. (Ellas también tendían a subvalorar la presencia y el trabajo por Sendero). Es los años ochenta por impacto de la crisis económica los problemas sociales preexistentes se profundizaron y se masificaron. En las condiciones de 1980 no sólo el problema del espacio físico (terreno, vivienda, etc.) y del desarrollo infraestructural (acceso a agua, electricidad, transporte) debieron ser abordados colectivamente. También el problema del empleo y la propia sobrevivencia trascendieron el espacio privado familiar, y exigieron respuestas perentorias y eficaces. En la búsqueda de esta respuestas se comprometieron amplios sectores de la población, especialmente las mujeres, que mostraron una gran capacidad de resistir a la adversidad, de forjar lazos de solidaridad y de levantar or-
ganizaciones que sentaron estrategias de sobrevivencia colectivas. Sin embargo, la demanda fundamental de estos sectores poblacionales era el empleo. Ante la reducción progresiva de la oferta de empleo formal, los despidos masivos y el deterioro de las condiciones de trabajo la población tendía a desarrollar actividades económicas informales para atender sus necesidades básicas. Frente a estos problemas las mujeres desarrollaron valiosas experiencias de autoempleo y generación de ingresos como las de los talleres de trabajo y las microempresas, en base principalmente a sus propias fuerzas y recursos y en algunos casos con el apoyo del Estado y de las ONGs.
El otro problema fue el deterioro alarmante de la salud y la alimentación debido a la profundización del desequilibrio entre el ingreso y el consumo. Eran las mujeres de los sectores populares las que asumieron la titánica tarea de construir alternativas de sobrevivencia importantes en el campo de la alimentación y de la salud principalmente. A través de por lo menos 5,000 comedores populares se llegaron a producir 570,000 raciones de comida diarias y a través del programa vaso de leche se atendieron a 1,200 mil personas diarias, principalmente niños. A mediados de la década del noventa, estas organizaciones llegaron a beneficiar aproximadamente al 17% de las familias limeñas (Blondet y Montero 1995). Básicamente, las mujeres coordinaron y mejoraron la cobertura y la calidad de las asistencias disponibles del Estado y de las ONGs. Además, el surgimiento de asociaciones de mujeres en torno a la gestión de comedores y en comités de salud y comités de vaso de leche sirvió para constituir amplias redes locales, distritales y metropolitanas. La fuerza de estas redes y organizaciones convertían a las mujeres en las protagonistas del movimiento social más importante en Lima.
Esta experiencia introdujo en los procesos sociales y económicos urbanos una nueva propuesta de desarrollo integral y autogestionario. Hasta los años setenta el concepto de desarrollo predominante en el sector urbano marginal estuvo circunscrito específicamente al desarrollo infraestructural: el acceso al espacio, la titulación de los terrenos, los servicios básicos de agua, luz, desagüe, transporte entre otros. La organización vecinal se articulaba en tomo a la gestión de estas demandas. Hacia los años ochenta, con la profundización y complejidad de la problemática social y las respuestas levantadas, entró en crisis este concepto y modelo de desarrollo. El movimiento de mujeres introduce un nuevo concepto de desarrollo integral sos- tenible que trascendía la visión infraestructuralista. Esta nueva concepción incor- poró la noción de autogestión, que asigna un papel más activo a las organiza- ciones populares en la planificación del desarrollo, ya sea a nivel local, zonal o distrital. La autogestión suponía la negociación y formalización de acuerdos con el Estado y con algunos agentes privados sobre la base de propuestas concebidas con la participación de diversos actores
involucrados en la problemática. El acceso a niveles de decisión apareció como un factor importante en esta perspectiva.
Como parte de este movimiento de renovación surgía la idea de una nueva relación entre Estado y sociedad, una relación que comprometía al Estado en un proyecto de desarrollo concebido, planificado y dirigido desde la sociedad. Esta relación es intermediada por instancias locales y regionales de gobierno y en perspectiva debe- ría producirse en ella la modernización y transformación del Estado para responder a las demandas de la sociedad.
Este valioso aporte y experiencia de las mujeres fue acompañado por las organizaciones no gubernamentales, principalmente feministas, y algunos partidos políticos, principalmente de izquierda. Pero aunque estas alianzas eran importantes en la consolidación orgánica y política del movimiento, también produjeron problemas. Por un lado, el endocentrismo del movimiento de mujeres que, junto a tendencias de subvaloración desde los líderes tradicionales, determinaron relaciones de tensión y desencuentro con el movimiento vecinal, lo que retardó la consolidación del proyecto. Por otro lado, dada laimportancia cuantitativa y cualitativa del movimiento de mujeres, los partidos políticos buscaban una relación instrumental e iniciaron un proceso de cooptación y politización partidista de líderes importantes, sustrayéndolas de los intereses inmediatos y estratégicos del propio movimiento. Las relaciones con partidos también tuvieron su impacto en la unidad del movimiento de mujeres por tendencias de sectarismo en función de las adscripciones partidarias de las dirigentes. La tensión más importante se produjo entre los comedores autogestionarios supuestamente izquierdistas y los clubes de madres supuestamente del partido aprista.
El gobierno del presidente Fujimori se inauguró en 1990 con una medida de reajuste económico denominado "fujishock". El precio de la gasolina subió treinta veces de un momento a otro y el costo de vida subió alrededor de 400% en agosto. El efecto inmediato sobre la población urbano marginal fue la desarticulación de las estrategias de sobrevivencia construidas en los años ochenta por las mujeres. Esta situación coincidió con la ofensiva senderista en Lima durante 1989-1992, cuando Sendero apareció abiertamente para disputar espacios con las fuerzas políticas. El caos y la confusión generada por la medida económica le fue totalmente favorable para canalizar el descontento y la movilización popular.
El gobierno, ante la evidencia de las secuelas tan profundas ocasionadas por la medida, propuso la creación del Programa de Emergencia Social (PES) y convocó la participación de la sociedad civil (organizaciones funcionales, ONGs, la Iglesia) en la implementación del programa a través de la creación de una instancia de coordinación central y la constitución de comités locales de emergencia. Esta pro- puesta abrió un debate importante entre las fuerzas y actores del escenario local. Los sectores tradicionales del movimiento vecinal, alentados por el senderismo se opusieron a la participación en la implementación del PES y pro-
pusieron más bien la constitución de comités de lucha distritales que iniciarán un proceso de movilización y confrontación con el Estado. Las mujeres propusieron la participación en la implantación del programa y propusieron transcenderlo a través de la constitución de comités de gestión para la emergencia y el desarrollo, asignando a estos funciones y prerrogativas mayores a las establecidas formalmente. Sostuvieron que la confrontación fue infructífera, con altos costos de tiempo, riesgos de seguridad y sobre todo sin resultados en función de sus demandas.
Los resultados del debate fueron favorables a la propuesta de las mujeres. Se constituyeron cuatro comités de gestión para la emergencia y desarrollo casi inmediatamente y, un solo comité de lucha, en la zona de mayor influencia senderista. El proceso continuó en esta tendencia en la mayor parte de los distritos de Lima. Desde entonces las mujeres participaron intensamente en la implementación del PES, lo que sirvió para el fortalecimiento de la organización y la reactivación de las estrategias de sobrevivencia: comedores populares, programas del vaso de leche, ollas comunes y talleres de generación de ingreso que habían sido paralizados por el "fujishock". Hacia fines de 1990, en una reunión de dirigentes poblaciones en el cono este de Lima (centro de actividades senderistas) se llegó a abordar y superar las tensiones entre las organizaciones vecinales y funcionales, las que se comprometieron a diseñar un proyecto inspirado en la visión de las organizaciones de mujeres.
Sendero Luminoso, ante esta situación y preparándose para la ofensiva final en Lima, se dio cuenta que al subvalorar a las mujeres había cometido el mismo error en que incurrió en Ayacucho. Reajustó su estrategia y decidió entrar a la disputa del espacio de las organizaciones funcionales. En principio responsabilizó de la actitud asumida por las mujeres a los agentes de promoción externos: las ONGs y las iglesias "eran canales de filtración" de la ideología imperialista que "carcomieron" las mentes y voluntades de las dirigentas que llevaban a las masas a "caminos equivocados" (síntesis de discursos senderista). No tardó mucho tiempo para iniciar una campaña de desprestigio contra las dirigentas del movimiento de mujeres, acusando a estas últimas de "vendidas", "ladronas" y de traficar con los intereses de las mujeres y sus familias. Asumiendo posturas de salvador y "moralizador". Sendero se ubicó justamente entre las dirigentas y las bases e hizo también una selección muy cuidadosa de las dirigentes mujeres, como enemigas, rescatables o aliadas. Para las enemigas organizó su campaña de amenazas de muerte y aniquilamientos mientras para las rescatables ofrecían una mezcla de chantaje, presión y persuasión que las involucraría en tareas en el proyecto senderista. Trataron de manipular a las "aliadas", la mayoría de ellas dirigentas de base cuya inexperiencia y miedo las hacían muy vulnerables.
Como resultado de esta ofensiva, Sendero logró ciertos avances. Tomó el control sobre algunos comedores populares ubicados en zonas priorizadas y
aprovechó de estos servicios para abastecerse de alimentos. Logró la cooptación de algunas dirigentes, la infiltración de algunas organizaciones y la agudización de tensiones entre dirigentes y bases. (Para un análisis de mayor detalle sobre este proceso, para el caso de Villa El Salvador, ver el ensayo de Burt en este libro).
Sin embargo, estos avances también provocaron resistencia. El caso más importante era la respuesta de las mujeres de Villa El Salvador, quienes con María Elena Moyano convocaron la movilización popular por la paz hasta en tres ocasiones a nivel local. En el segundo semestre de 1991 se trasciende el espacio local con la convocatoria a una marcha metropolitana de las organizaciones de mujeres en una plaza céntrica de la capital y aún más importante, con la convocatoria a diversas instituciones y organizaciones sociales a una marcha en San Juan de Lurigancho, zona prácticamente controlada por Sendero. En la organización de estos eventos se produce una tensión en relación al programa de lucha: para los partidos políticos y algunas instituciones que acompañaron el proceso el problema central era la política económica y la crisis económica, mientras para los sectores populares y el movimiento de mujeres la guerra se había convertido en el problema principal. Lamentablemente estas respuestas levantadas por las mujeres no tuvieron el eco ni el rcspaldo necesario y oportuno y las mujeres dirigentes terminaron políticamente aisladas. A pesar de la ferocidad de la ofensiva senderista y quizás justamente por eso los desencuentros entre el programa de la lucha política y el rechazo a la guerra no se resolvieron.Si bien se había logrado consenso en la condena de la violencia el problema estaba en optar entre Sendero y el gobierno como el enemigo principal.
Hacia principios de 1992 la heroica resistencia de las mujeres entraba en declive y Sendero alcanzó el punto mas alto de su ofensiva. El asesinato de María Elena Moyano a manos de Sendero Luminoso en febrero del mismo año fue el punto de quiebre de la resistencia de las mujeres, no sólo por tratarse de la líder mas connotada del movimiento, sino también por las características del crimen. Indudablemente, su muerte a tiros, con la voladura inmediata de su cuerpo en presencia de sus hijos y compañeras de lucha en un acto público, fue una aplicación de la estrategia del castigo ejemplar. Además de deshacerse de la cabeza más importante del movimiento de mujeres, buscaba un impacto psicológico sobre la población, especialmente femenina. Las instituciones se retiraron del escenario, también por las amenazas, y los partidos políticos promovieron el repliegue de las mujeres dirigentes.
Las mujeres dirigentes, en una confusión de sentimientos teñidos de miedo e indignación, querían continuar la tarea, pero presionadas por sus esposos y familiares inician su repliegue. Las organizaciones se redujeron a su mínima expresión aunque mantenían los servicios. Aún en estas condicioncs este retorno a la "caparazón" sirvió para reevaluar lo que había ocurrido dentro y tomar algu-
nas medidas de seguridad que pasaban por saber ―como ellas mismas dijeron― “quien era quien” en sus propias filas. Después del entierro de María Elena se intentaron algunas respuestas como marchas por la paz y otras acciones, pero la realidad fue dura. No había capacidad operativa. Sendero intensificó el terror y las amenazas impulsaron el refugio de dirigentes populares, principalmente mujeres. Ya hacia fines de marzo Sendero parecía haber tomado control de los sectores urbano marginales de Lima.
LA POST-GUERRA: MUJERES EN LAS TAREAS DE RECONSTRUCCIÓN Y DESARROLLO
La captura de Abimael Guzmán en septiembre de 1992 inauguró un nuevo periodo caracterizado por el descenso de la intensidad de la violencia política, el tránsito de las tareas de emergencia a las de reconstrucción y desarrollo y esfuerzos de recuperación de espacios perdidos. La situación de Sendero resultó ser irreversible (para mayores detalles sobre la desintegración de la fuerza y cohesión senderista, ver la introducción a la Parte V de este libro). Logró en algunos momentos una recomposición relativa pero ya dejó de ser el problema principal del país. Sin embargo, su presencia localizada en algunas zonas como Ayacucho y la región amazónica planteaba situaciones de riesgo para sectores de la población.
Después de la derrota de Sendero, el problema principal fue superar las situaciones de emergencia acumuladas durante más de una década ―es decir, emprender un proceso de reconstrucción― y sentar las bases para un desarrollo económico en el futuro. La población inició un proceso de reactivación organizado buscando normalizar sus actividades económicas, sociales y culturales y recuperar espacios perdidos. Con espíritu ganador y con iniciativa y creatividad la población afectada se dispuso a construir propuestas de reconstrucción y desarrollo locales y regionales. El gran respaldo popular que Fujimori tuvo en las elecciones de abril de 1995 si bien por una parte expresó el reconocimiento de la voluntad política mostrada en resolver la guerra interna, conllevó también una expectativa de resolución del problema económico y de apoyo en la reconstrucción y desarrollo de las zonas devastadas por la guerra.
En este contexto la mujer se propone legitimar su presencia y espacios ganados ubicándose como sujeto social en las tareas de reconstrucción y desarrollo local y regional. Este planteamiento ocurrió en medio de tensiones planteadas por el proce- so de "normalización" que supone también la reconstitución de los actores y protagonistas más tradicionales. Si bien los riesgos de volver a invisibilidad a la mujer están presentes, como veremos los logros alcanzados son en lo fundamental irreversibles. Sin embargo, había un contraste regional que es importante destacar. Mientras el movimiento de mujeres ―con más experiencia y
mayor grado de politización ―presentaba mayores dificultades para sostener su protagonismo, las mujeres de Ayacucho no exentas de dificultades mostraban una mayor capacidad de propuesta y gestión en un proceso ascendente.
Es difícil formular una respuesta explicativa de este contraste pero indudablemente tuvo algo que ver con el grado de impacto de la guerra. Las mujeres en Lima, por su misma experiencia y calificación, levantaron respuestas de carácter mas político y les correspondió hacerla justamente en una coyuntura en la que Sendero se jugaba su última carta. Sendero estaba dispuesto a conseguir sus objetivos a cualquier costo. Además, las mujeres de Lima también enfrentaban sus dificultades primero de un sectarismo partidista y después de un cierto abstencionismo que terminaron aislándolas en el mismo espacio urbano marginal. En el caso de Ayacucho las mujeres, sin ninguna experiencia política, tuvieron que moverse en un contexto ya copado por el senderismo y la estrategia fue trabajar con la dimensión más humana del problema para no tener que confrontar directamente con Sendero. Sólo cuando Sendero estuvo aislado las mujeres, ya con mayor experiencia y fuerza, levantaron respuestas más políticas. Además esto fue posible por que si bien hubo abstencionismo del país y de las instituciones nacionales, se logró una acción concertada con otros actores en los escenarios locales.
A mediados de los noventa, la tendencia general de las organizaciones de mujeres era la reactivación. Mientras en Lima este proceso se construyó desde las bases tratando de recuperar su fuerza anterior, en Ayacucho la organización de mujeres se mantuvo y continuó su crecimiento, primando entre ellas un espíritu de mayor optimismo. En ambos casos estos procesos no eran exentos de dificultades, problemas de burocratización y conflictos internos, principalmente en las franjas dirigenciales. En el caso de Ayacucho había un cierto agotamiento de las dirigentes y la exacerbada sensibilidad de las mujeres frente a conflictos, síntomas del impacto de la guerra en la energía y en la salud mental. En Lima un burocratismo, vinculado a los intereses particulares y al peso de las instituciones estatales y privadas, provocaban tensiones entre las dirigentes. No obstante estos problemas y una conciencia de que las tareas de reconstrucción exigirían la interacci6n consensual con otros actores, el movimiento de mujeres seguía siendo un espacio importante de apoyo afectivo, expresión políticosocial y aprendizaje para las ellas.
En Ayacucho, hacia 1994-1995, los tres actores que más capacidad de resistencia y respuesta mostraron en los años de guerra ―los desplazados, los ronderos y el movimiento de mujeres― levantaron una propuesta de reconstrucción y desarrollo local y regional. Veamos los elementos centrales de esta propuesta: a. La propuesta involucró a toda la población de los escenarios devastados. Se dijo que no sólo eran víctimas los que huyeron de la guerra, loeran más aún los que permanecieron en sus comunidades ofreciendo resistencia.
b. La propuesta integró las demandas de la emergencia y el desarrollo en un proceso de corto y mediano plazo que enfrentara tanto los problemas estructurales como las secuelas de la guerra. c. La concepción de desarrollo trascendió los marcos comunales, pues se pensó que no será posible alcanzar estos objetivos individualmente como comunidades. Será necesario desarrollar relaciones intercomunales en espacios articulados por vínculos históricos, económicos y culturales. d. La experiencia de guerra exigió pensar en una nueva relación campo-ciudad, capaz de superar una línea divisoria entre campo y ciudad que significó el atraso y empobrecimiento. Se propuso nutrirse de los beneficios de las ciudades en el campo, a través de fluidas relaciones económicas, sociales, políticas y culturales entre campo y ciudad. En este contexto se mantendrán las conexiones con las zonas urbanas de refugio. e. Como resultado de la experiencia de la guerra se esperó el surgimiento de nuevos modelos de comunidad, que teniendo como base contenidos tradicionales incorporarán también los avances de la ciencia, la tecnología y otros contenidos aprendidos en el periodo de refugio. Surgirán entonces comunidades intermedias entre el campo y la ciudad con un desarrollo que frenaría la migración y alentaría el retorno de los desplazados y también de los migrantes económicos. f. La propuesta requirió un nuevo sujeto social, con las calificaciones necesarias para la planificación, conducción y gestión del proceso. Se propuso la constitución de los comités de reconstrucción y desarrollo local (CORDEL), que con el apoyo de los gobiernos locales convocarán la participación de todos los actores relevantes: los representantes comunales, grupos de auto defensa, los productores, el movimiento de mujeres y las instancias locales de Estado.
Las mujeres en Ayacucho, concientes de la envergadura del proyecto, sintieron la necesidad de precisar un rol más específico en el proceso. Definieron entonces un programa de trabajo que establecería algunas prioridades: a. La primera prioridad es la afirmación de su participación en la producción y la generación de empleo e ingresos para mujeres y sus hijos jóvenes. En sus argumentos expresaron sus temores de que con la "normalidad" los varones volverán a establecer ventajas sobre ellas en el acceso al mercado ocupacional. b. También se propuso asumir la defensa y desarrollo de la alimentación y salud de la población. Eran concientes del deterioro sufrido durante la guerra y temían las consecuencias que esto tendría para sus hijos. Sostuvieron que las alternativas de asistencia planteadas por el Estado no resolverían el problema y que habrá que incluir el tema en la planificación integral del desarrollo para involucrar a todos en construir una respuesta eficaz y sostenible. c. Una atención prioritaria será proteger a las mujeres desplazadas de la violencia política, ya sea en situación de retorno a sus comunidades o en situación de quedarse en zonas de refugio. Había una especie de sentimiento de culpa en
las mujeres por no haber atendido este problema en tanto tiempo a pesar de que el 40% de sus afiliadas son desplazadas. Las palabras de una dirigente son muy expresivas: "tanto hemos vivido cuidándonos de otros que no hemos podido vernos entre nosotras". d. La rehabilitación de la salud y el desarrollo de los niños víctimas de violencia política provocaron una profunda preocupación. Las mujeres temieron que éstos no pudieran ser personas normales cuando adultos y plantearon la urgencia de atender a esta situación y así salvar el futuro de sus familias y comunidades.
También discutieron las condiciones prácticas que la implementación de esta propuesta exigía. Así surgieron varias necesidades: la necesidad de la articu1ación del movimiento de mujeres a nivel local, regional y nacional; la necesidad de la castellanización ―como la mayor parte de eran quechuahablantes y su experiencia les dijo que la gestión será mas eficaz si lograran la condición de bilingües―; la necesidad de la planificación familiar, siendo las mujeres profundamente sensibilizadas por el sufrimiento de sus hijos en los años difíciles y también la necesidad de aliviar el peso de las tareas domésticas.
La implementación de propuestas como estas era todavía muy inicial en 19941995. En el caso de Lima se trataban de experiencias muy localizadas y por iniciativa de las redes locales, con el agravante de una ausencia casi total de apoyo del Estado. En Ayacucho el ritmo del trabajo es mayor y los logros también, quizás en parte por ser una zona simbólica prioritaria para las ONGs y el Estado, pero aún asi los logros eran tentativos.
Lo que ha sido evidente en la etapa de la postguerra es la voluntad de las mujeres de participar activamente como actores sociales relevantes en el proceso de reconstrucción y desarrollo, en interacción con otros actores sociales. En este proceso de participación las mujeres mostraban una conciencia de la importancia de acceder a niveles de decisión. Esta disposición se manifestaba en los esfuerzos importantes de concertación con instancias del Estado, desde los niveles locales hasta los ministerios, en función de propuestas concretas en torno a la pobreza y las mujeres. Si bien había una apertura importante del Estado y el gobierno al tema de género y laproblemática de las mujeres, no resultó fácil institucionalizar la participación de las organizaciones de mujeres.
PERSPECTIVAS Y CONCLUSIÓN
Lamentablemente las condiciones que enfrentó el país en 1995-1996 no eran muy alentadoras. La guerra tuvo efectos altamente destructivos en las diferentes esferas de la vida nacional. Las expectativas de una resolución de los graves problemas económicos después de la reelección de Fujimori en abril de 1995 no re-
resultaron acertadas y las encuestas de 1996 mostraron un descontento creciente. [Nota de Editor: Fue en este contexto de gran malestar político-social que estalló la crisis de la toma de rehenes por el MRTA en la residencia del embajador japonés en Lima en diciembre de 1996. La resolución espectacular de la crisis, en un operativo militar que liberó a casi todos los rehenes con vida a fines de abril de 1997, devolvió a Fujimori los altos niveles de aprobación en las semanas inmediatamente después. Pero dentro de dos meses la permanencia de una indigencia masiva y varios escándalos en torno al autoritarismo y la tortura volvieron a producir una sensación de malestar y decepción].
Si bien existía una movilización y participación creciente de la población en la formulación y gestión de propuestas creativas en el marco de la reconstrucción y desarrollo regional, no se preveían cambios sustantivos en el campo de la economía en el corto plazo, y por más que se ampliaran las políticas sociales compensatorias no serán suficientes para atender las demandas planteadas. Sin una voluntad política de designar los recursos necesarios para atender las demandas de la emergencia y el desarrollo, sobre todo en las zonas devastada por la guerra, es probable el bloqueo de las propuestas levantadas, con el riesgo de perder una oportunidad histórica de levantar a Ayacucho, la región más atrasada y desarticulada del país, y de prevenir futuras situaciones de violencia política.
Sin embargo, aún en este contexto tan duro, se pudo ver dinámicas y herencias positivas. Las mujeres en el Perú, a pesar de las dificultades y los efectos destructivos de la guerra, lograron redimensionar sus roles y su visibilidad sociales. Lograron el tránsito de roles "tradicionales" que las ubicaban en una situación de invisibilización, a una afirmación explícita y visible como actoras sociales protagónicas. En esta valiosa experiencia desarrollada por las mujeres se produjeron cambios importantes en las relaciones de género, que supusieron su acercamiento a espacios de poder y niveles de decisión, su reubicación en el espacio de las relaciones productivas económicas y de trabajo, y una reestructuración parcial de las relaciones familiares de autoridad y autoestima. Después de la guerra, las mujeres tendieron a recuperar, mantener y hasta expandir los espacios y niveles de participación ganados. En este sentido, los procesos de "despertar" y activación han sido fundamentalmente irreversibles. En algo se avanzó en términosde la equidad de género y de la afirmación de la mujer. Con la "normalidad" no habrá vuelta al punto de partida.
PARTE V