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Oliart

TODO FUE DIFERENTE DESDE EL INICIO

A diferencia de otros países de América Latina en que también se desarrollaron procesos intensos de violencia política en los años ochenta (Guatemala y El Salvador, por ejemplo), en el Perú en los años previos al inicio de la insurrección senderista ni se vivía una situación de dictadura sin salida previsible, ni se venían produciendo tampoco graves violaciones a los derechos humanos. Ambas circunstancias, hay que recordarlo, parte sustancial para entender el crecimiento de la violencia en los referidos países.

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Como sabemos en el Perú el proyecto político militar de Sendero Luminoso se termina de incubar en los años finales de la década del setenta, justamente cuando en el país se producía el repliegue del gobierno militar y se desarrollaba una, compleja pero real, transición política hacia la democracia representativa. Así, en 1978 se producían elecciones para una Asamblea Constituyente (en medio de una gran turbulencia social y con niveles reales de represión política), pero sin que ninguna de las restricciones que efectivamente hubieron logren afectar la presencia política de ningún sector que hubiera optado por participar.3 El más claro ejemplo es el de Hugo Blanco, ex-guerrillero trotskista de los años sesenta que estuvo preso muchos años y que obtiene entonces (sin ceder por cierto nada en la radicalidad de sus posiciones) el 12% del voto. Hay que añadir que en conjunto, la izquierda se hace de un tercio del total de los votos emitidos.

Pero Sendero Luminoso se mantiene totalmente marginal a la decisión del conjunto de las fuerzas políticas del país de participar en proceso político que lleva al fin del gobierno militar. Ello cuando todos los movimientos políticos, incluyendo los de la izquierda más radical, optaban por participar en las elecciones presidenciales y no encontraban al hacerlo obstáculo significativo a mencionar. Así, por ejemplo, el Partido Comunista del Perú "Patria Roja", la organización maoísta que por entonces tenía más arraigo en el país; que traía, como prueba inequívoca de su visión del mundo el lema "el poder nace del fusil"; y que se había autoexcluido de participar en la Asamblea Constituyente dos años antes, presentó su propio candidato presidencial en 1980.4

Es pues por voluntad y decisión propia que Sendero Luminoso se autoexcluye de cualquier posibilidad de participar en el proceso político abierto y, más

3 En las elecciones para la Asamblea Constituyente fue notoria la ausencia de Acción Popular, en lo que fue considerado una jugada política de alto riesgo de parte de Belaúnde, pero que probó luego ser exitosa ya que su partido llegaría al poder dos años después. 4 De hecho, desde entonces, el sistema político peruano acoge la participación de todas las fuerzas políticas. La izquierda incluso en sus versiones más radicales que siguieron reivindicando como su objetivo último la lucha armada, tuvo una amplia participación electoral que en algunos momentos llegaría a ser incluso exitosa, como lo expresa su victoria en las elecciones para la Alcaldía de Lima en 1983.

bien, bastante revelador de lo que pensaban de éste, inician sus acciones armadas el 18 de mayo, de manera coincidente con la fecha de las elecciones generales que llevaron al poder en 1980 al presidente Fernando Belaúnde.

Agreguemos aquí que Sendero Luminoso era marginal también a otro proceso de democratización, tan importante y real como el que se daba a nivel institucional. Nos referimos a la emergencia de nuevos sectores sociales populares a la vida social y política, fenómeno totalmente nuevo por entonces en el país y que tenía su origen en la masiva migración a las ciudades, en el creciente acceso a la educación y, sobre todo, en un generalizado y multifacético proceso de organización popular, que le daba a la gente nuevos mecanismos de participación, hasta entonces impensados. Evidentemente el proceso era todavía inicial y no revertía los terribles desfases y exclusiones del pasado, pero se venía convirtiendo rápidamente en un desafío, complejo pero interesante, a la institucionalidad formal del país, tradicionalmente tan lejana de la gente común.

Así, el surgimiento de la violencia política en el Perú, claramente a contracorriente de lo que ocurría en los demás países que hemos mencionado, no encuentra una de sus explicaciones principales en la imposibilidad de una participación política legal de los futuros insurgentes. Tampoco, agreguemos, consigue legitimidad por situaciones de masiva violación a los derechos humanos. En el Perú, pese a la prolongada dictadura militar y a que durante la segunda mitad de la década de los años setenta se vivió una tormenta social de gigantescas proporciones no se dieron, ni en número ni en forma, las violaciones a los derechos humanos que conmovieron, por ejemplo, El Salvador y Guatemala. No vivíamos es cierto, ni mucho menos, en el mejor de los mundos y eran prácticas reiteradas los abusos del estado contra la libertad de prensa y la actuación de los partidos políticos, las detenciones y las deportaciones, los maltratos a los manifestantes callejeros y la tortura en las cárceles; pero no eran parte de nuestro vocabulario, como lo serían trágicamente muy pocos años después, ni las ejecuciones extrajudiciales ni las desapariciones forzadas y el crimen político era virtualmente desconocido.5

La explicación del surgimiento de este particular fenómeno de violencia está pues por otro lado. Quizás venga a cuento por ello aquí recordar algo que hace ya algún tiempo le escuché decir a Hubert Lanssiers,6 debatiendo con quienes atribuían a las terribles condiciones estructurales del país la causa principal de la

5 Como en los demás países de América Latina fueron los sectores izquierdistas los más propensos a ser víctimas de estas situaciones. Hay que acotar, sin embargo, que en el Perú a diferencia de muchos otros lugares nunca se había producido ni se produjo después, una represión signiticativa y sistemática del estado contra la izquierda, teniendo que remontarnos en el pasado, hasta 1962, para encontrar una redada masiva que llevó a las cárceles por unos meses a muchos de sus líderes. 6 Un sacerdote de origen belga radicado por muchos años en el Perú, y quizás una de las mentes más lúcidas con que contamos los peruanos en la actualidad.

violencia que experimentábamos. El sostenía que en su opinión ese tipo de realidades terribles lo que usual y espontáneamente generaban en la gente que las sufría, no era precisamente rebeldía sino, por el contrario, fatalismo, pasividad o resignación religiosa. Lanssiers sostenía así que los estallidos de violencia sólo se podían entender si a condiciones sociales determinadas se les superponía una ideología que, deliberada y conscientemente, se planteaba ejercer violencia como respuesta.

Toda ideología según Lanssiers es así como un "arma de combate", un "instrumento de poder", un "mecanismo de defensa contra la objetividad", un "pretexto para zafarse de la moral crítica". "El valor de ellas ―agregará Lanssiers― no radica en el rigor de su construcción o en la calidad de su argumentación, son más bien pobres y esquemáticas (...) Pero qué importa, nos dicen esencialmente lo que hay que pensar; expresan más bien esto que hace que un pensamiento se vuelva colectivamente operativo. Su energía movilizadora es más útil que el contenido de los conceptos y más valiosa la orquestación que la riqueza de los temas" (cit. en IDL 1992).

Sendero Luminoso hacía una lectura ideológica de la realidad, totalmente independiente del proceso político que se estaba viviendo, y la convertía en la guía y motivación fundamental para entrar a la acción armada. Es decir, y como hemos ya señalado, los cambios que se producían en la política, y que cualquier análisis indicaba iban en un sentido opuesto al de "justificar" la necesidad de rupturas armadas, eran datos absolutamente prescindibles para ellos, dado el edificio ideológico propio que habían construido.

El problema señores revisionistas ―decían ellos más bien y dirigiéndose despectivamente a la izquierda legal― no es que los gobernantes usen uniforme y botas, o que vistan de cuello y corbata o, aun que usen barba y se amarren los pantalones con soga (se refieren al mencionado Hugo Blanco), pues ello no les quita su posición reaccionaria ni los hace revolucionarios. No se trata de dictaduras civiles o de dictaduras militares. Se trata de dictadura de clase (...) ¿No sabemos caso que el poder se conquista a través de la violencia y se mantiene a través de la dictadura, que 'la revolución es un acto en el que una parte de la población impone su voluntad a la otra con los fusiles, bayonetas y cañones ... y don- de el partido vencedor está obligado necesariamente a mantener su dominio por el mie- do que sus armas inspiren a los reaccionarios?, como señala Engels.7

Abimael Guzmán sólo días antes del ILA (siglas para Inicio de la Lucha Armada en la profusa literatura senderista) pronunció el discurso de clausura de la Primera Escuela Militar, al que llamó sin ápice de modestia "Somos los iniciado-

7 Documento citado en Gorriti 1990. Los subrayados en ésta y todas las siguientes citas son nuestros.

res". Dijo allí entre otras cosas algo que nos anunciaba el tipo de práctica a la que tendríamos que hacer frente en los años siguientes:

Camaradas, ha concluido nuestra labor con las manos desarmadas (...) Un periodo ha terminado. Sellamos aquí lo hecho; aperturamos (sic) e! futuro, la clave son las acciones, objetivo e! poder. Eso haremos nosotros, la historia lo demanda, lo exige la clase, lo ha previsto e! pueblo y lo quiere, nosotros debemos cumplir y cumpliremos. Somos los iniciadores. (...)

La guerra popular crecerá más cada día hasta derrumbar el viejo orden, elmundo está entrando en una nueva situación: la ofensiva estratégica de la revolución mundial. Esto es de trascendental importancia.

(...) y el pueblo se encabrita, se arma y alzándose en rebelión pone dogales al cuello del imperialismo y los reaccionarios, los coge de la garganta, los atenaza y, necesariamente, los estrangulará. Las carnes reaccionarias las desflecará, las convertirá en hilachas y esas negras piltrafas las hundirá en el fango; lo que quede lo incendiará y sus cenizas las esparcerá a los confines de la tierra, para que no quede sino el siniestro recuerdo de lo que nunca a de volver, porque no puede ni debe volver (...). El marxismo-leninismo pensamiento MaoTse-Tung, el proletariado internacional y los pueblos delmundo, la clase obrera y el pueblo del país, elpartido con sus bases, cuadros y dirigentes, toda esa grandiosa acción conjunta de siglos se ha concretado aquí. La promesa se abre, el futuro se despliega (ILA 80).8

Solamente unos pocos fieles supieron por entonces de tamaña advertencia y, comprensiblemente los demás, incluso de haberla conocido no hubiéramos tenido razón alguna, todavía, para tomarla en serio.

LOS DERECHOS HUMANOS y LOS DEL PUEBLO

Una visión comparativa de lo que ocurría en otros países que enfrentaban situaciones similares de insurgencia interna sigue siendo bastante útil, a la hora de entrar a analizar la forma en que Sendero Luminoso se vinculó al tema de los derechos humanos, una vez embarcados en su proyecto de guerra popular prolongada.

Al recorrer el continente con este propósito comprobaremos que como tendencia general se puede afirmar que los movimientos guerrilleros en América Latina buscaron siempre tener de su lado la causa de los derechos humanos; de parte de algunos, a no dudarlo, con gran convicción y honestidad; de parte de

otros, en cambio, con dosis mayores o menores de instrumentalización política, buscando que sirvan para aislar tanto nacional como internacionalmente al estado al que hacían frente, y justificar de ese modo su actuación.

Así, la denuncia del estado como el principal violador de los derechos humanos ha sido usualmente parte importante del discurso político de las organizaciones guerrilleras; a la vez que describieron los abusos propios como costos inevitables del enfrentamiento o, simplemente, los negaron. Pero de hecho, en la práctica, y sin con ello justificar para nada los crímenes cometidos por los movimientos insurgentes, estos parecen haber sido bastante menores en número, importancia y frecuencia que los que se pueden atribuir a los agentes del estado.

En el Perú vivimos una realidad bastante diferente. Sendero Luminoso va a tener, a nivel doctrinario y práctico, rechazo abierto al tema de los derechos humanos y no va a dudar en enfrentarse a la población civil y usar todo tipo de métodos de terror contra personas ajenas al conflicto, para el cumplimiento de sus propósitos.

En el punto de partida de su actuación se halla una vez más una "justificación ideológica" ya que para Sendero Luminoso los derechos humanos tienen su origen en una concepción burguesa del mundo y son opuestos a los "derechos del pueblo". "Para nosotros, ―dirá así Abimael Guzmán― los derechos humanos son contradictorios con los derechos del pueblo porque nos basamos en el hombre como producto social, no en el hombre abstracto con derechos innatos. Los 'derechos humanos' no son sino los derechos del hombre de la burguesía, posición que fue revolucionaria frente a la feudalidad; así la libertad, la igualdad y la fraternidad fueron avanzados criterios burgueses en el pasado".

Agrega inmediatamente: "En tanto que los derechos del pueblo son los derechos que el proletariado y las inmensas masas populares conquistan con su propia lucha y sangre, y que los estatuyen como principios rectores del Nuevo Estado en función de los intereses de las clases que conforman el pueblo; los derechos del pueblo son obligaciones y derechos de clase, superiores a los llamados derechos humanos, al servicio de las masas, pobres principalmente, del Nuevo Estado, del socialismo y del futuro comunismo; derechos del pueblo que sólo la República Popular del Perú en nuestro caso, podrá garantizar (...)". Concluye diciendo que al hablar de derechos del pueblo se está refiriendo ''principalmente al supremo derecho a conquistar el poder y ejercerlo a transformar el viejo orden existente, opresor y explotador y construir un 'nuevo estado) y una 'nueva sociedad para el pueblo y el proletariado" (Guzmán 1991).

Con su usual convicción de que lo que él decía era inevitablemente cierto, sostiene más adelante en el mismo texto: "La concepción marxista-leninista-maoísta, pensamiento Gonzalo nos hace comprender el carácter burgués reac-

cionario contrarrevolucionario de los llamados Derechos Humanos que tanto se manipulan hoy en el mundo, y cómo entender los derechos del pueblo".

Luego de algunas frases acerca de la historia de este proceso en que califica a la Declaración Universal de los Derechos Humanos de instrumento para garantizar "la expansión, dominio e influencia del imperialismo" y a la ONU de "organismo proimperialista garante de las superpotencias y potencias imperialistas" (Guzmán 1991), remata la idea señalando que:

y hoy día que el imperialismo prosigue su hundimiento general recurre a sus antiguas banderas burguesas reaccionarias, a sus viejos principios remozados, porque ya no puede crear nada nuevo ni progresista, y los cubre de un barniz "humanitario" para ocultar su carácter de clase contrarrevolucionaria que pretende contener en el mundo la tendencia histórica y política principal que es la revolución; escondiendo arteramente que los derechos humanos son un instrumento más para imponer su ideología reaccionaria (cuya médula es el idealismo, y el pragmatismo dialéctico) y su falaz política democrática burguesa de sangrienta dictadura reaccionaria... Y todo para la defensa del caduco sistemaimperialista, sangrienta barbarie parasitaria que asuela (sic) la tierra contrario y opuesto totalmente al sistema socialista, la gran nueva del siglo XX, único sistema que llevará a la humanidad al reino de la libertad el comunismo (Guzmán 1991).

Antes de pasar a ver el tipo de repercusiones que tuvo en la práctica, esta concepción tan beligerantemente opuesta a la perspectiva de los derechos humanos, habría que agregar que ello no impidió que Sendero Luminoso desarrollara, cuando convino, una actitud absolutamente pragmática frente a ellos. Así, cuando lo consideran útil a sus objetivos políticos y militares exigirían el cumplimiento de estos principios y de las leyes en que se plasmaban. Es bastante conocido así, por ejemplo, el absoluto apego al tecnicismo legal como instrumento de defensa para líderes senderistas ampliamente conocidos, que sin ningún escrúpulo negaban su obvia condición de tales (el caso de Osmán Morote, quien sostenía ser sólo un "investigador social") intentando usar a su favor las deficiencias del sistema legal peruano, para luego en caso de ser condenados retomar sus posiciones originales.9 Son también conocidos, por sólo mencionar otro ejemplo, sus reclamos de violación a la libertad de prensa cada vez que ello pudo ser una ayuda para que su vocero El Diario pudiera continuar circulando. 10

9 Contrasta esto, una vez más, con la actitud de otros movimientos guerrilleros de América Latina, que en el caso peruano ejempliticó el MRTA. Estos optaban por negarle autoridad política y moral a esos tribunales, reivindicaban públicamente sus actos y se negaban a ejercer las defensas considerándose "prisioneros de guerra". 10 Se podría argumentar que no lo escondieron: "En cuanto a que nosotros violamos los derechos hu· manos. Partimos de que no nos adscribimos a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, tampoco a la de Costa Rica; pero sí utilizamos sus dispositivos legales para desenmascarar y denun-

DE LA PALABRA AL HECHO NO HUBO TRECHO

Este desprecio por los derechos humanos que reduce el respeto a los derechos de los demás a los intereses y necesidades de la "clase" y de la "revolución", léase del Partido, va estar por un lado en la base de la cruel y despiadada forma de actuación militar de esa organización. Pero de otro, y complementariamente, a la escasa valoración que le dieron a la vida de sus propios militantes.11

Es ampliamente conocida la crueldad que Sendero Luminoso ejerció en las acciones que podríamos denominar como propiamente de guerra. Jamás, por ejemplo, se ha sabido de acciones militares en las que ellos hayan hecho prisioneros o curado heridos. Es cierto que lo mismo se puede decir, en reciprocidad, de la actuación de las Fuerzas Armadas. Peor aún, las acciones militares propiamente dichas que tuvieron lugar a lo largo de esos quince años difícilmente pueden dar cuenta de un 10% de las víctimas. La inmensa mayoría de los muertos se producen en acciones unilaterales, contra un enemigo sin ninguna capacidad de respuesta que esaniquilado sin contemplaciones. De un lado están, como ejemplo, los cientos de policías asesinados por Sendero Luminoso con el único propósito de hacerse de su arma y, de otro lado, los numerosos casos de ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas, responsabilidad de las Fuerzas Armadas. lnteresándonos aquí, en particular, el rol de Sendero Luminoso, y siguiendo en la lógica comparativa con otras realidades de América Latina que hemos querido usar como método, digamos que en los demás países mencionados las guerrillas se cuidaron mucho en no producir víctimas en sectores que ellos sentían potencialmente aliados a su causa: partidos políticos de izquierda, organizaciones populares, ONGs, etc. Y, quizás por la misma razón, sufrieron éstas, en cambio, la represión del estado.

En el Perú en cambio esto no fue así, Sendero Luminoso, por su visión de los derechos humanos, y en general de su concepción de la política y de la guerra, los percibiría a todos ellos como enemigos directos de su acción armada y no dudó en usar los métodos más violentos para enfrentarlos. Se puede sostener así que, bastante más incluso que el propio estado, Sendero Luminoso afectó de manera directa y sistemática a estos sectores de la sociedad civil o a lo que por mucho tiempo se ha llamado también, el movimiento popular.

ciar al Viejo Estado peruano, a sus instituciones y organismos, a susautoridades, comenzando por quien lo encabeza, funcionarios y subordinados que los violan negando sus propios compromisos internacionales" (Guzmán 1991). 11 Agrcguemos que a diferencia de otros movimientos armados en América Latina, Sendero Luminoso jamás ha exigido el respeto al Derecho Internacional Humanitario al estado peruano, ni menos aún practicado sus principios en sus propias acciones de guerra.

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