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Isabel Coral
decisión de los mandos. Ya en esta etapa había cierto malestar, en las mujeres principalmente, por la carga económica que imponía esta relación a las precarias economías familiares. Las mujeres informan que ellas no estaban enteradas de nada. Inicialmente observaban las actividades de los jóvenes y los dirigentes y luego todas las decisiones las tomaban al margen de ellas. En todo caso eran informadas de los hechos consumados y las tareas que les correspondían. Sendero en 1980 inició su ofensiva armada en Ayacucho y su tránsito del discurso suponía el involucramiento de la población en actos de sabotaje, enfrentamiento con fuerzas policiales especializadas, y el trastrocamiento integral de la vida comunal. Esta situación generó confusión en las comunidades afectadas. El ingreso de las fuerzas militares en 1983, que desata una represión indiscriminada de "guerra sucia", puso en los límites al proyecto senderista produciéndose un desencuentro entre éste y las expectativas de la población. Sendero pretendió resolver esta situación acentuando su autoritarismo y recurriendo a la presión, la amenaza y el chantaje. La población quedó virtualmente atrapada entre dos fuegos: la ofensiva de los militares, orientada principalmente contra jóvenes y dirigentes acusándolos de terroristas, y la acción de Sendero sobre los mismos sectores y pretendiendo enrolarlos forzadamente. Frente a los dos grupos en pugna la resistencia se iba canalizando en dos opciones principales: el desplazamiento a las ciudades o a otros pueblos y la confrontación a través de organizados grupos de autodefensa. Poco a poco se van construyendo tres nuevos actores sociales: los desplazados, especie de embajadores o cancilleres que cumplieron el rol de denuncia y sensibilización; los ronderos, con funciones específicas de seguridad comunal; y las mujeres, en cuyas manos quedaba la vigencia de la vida individual y colectiva. La defensa de la vida reordenó el papel de la mujer. La guerra puso en cuestión el protagonismo masculino, al haberse convertido éste en blanco principal de los actores de la guerra, y esta situación será enfrentada fundamentalmente por las mujeres. Una de las primeras acciones emprendidas por las mujeres fue la organización del desplazamiento para proteger a sus esposos en riesgo y sus hijos adolescentes perseguidos por los dos lados. Buscaban las zonas de refugio lo más distantes posible: Lima o Huancayo, si fueran posibles, o Ayacucho. En general, trataron de reubicar a sus hijos intermedios en casa de familiares, compadres o amigos en comunidades más seguras del campo y ciudad y dejaron a los familiares ancianos en las comunidades como garantía para no perder el nexo y control del espacio comunal. (Los viejos, se suponía, tenían menor riesgo y además eran más renuentes a abandonar la comunidad). Las mujeres, cargando consigo a los niños más pequeños, se convirtieron en itinerantes, moviéndose permanentemente entre estos espacios para vigilar el bienestar de los suyos y para coordinar el conjunto de actividades familiares y económicas. Este proceso se repitió en