LA PRESENCIA AFRODESCENDIENTE EN EL PERÚ. SIGLOS XVI-XX
3. La abolición de la esclavitud y la participación de los esclavizados Desde el nacimiento de la República y las guerras caudillistas, diferentes sectores socioeconómicos hicieron públicos sus afanes por mantener la esclavitud en el territorio peruano en clara oposición al liberalismo más radical y la política británica. Es decir, por un lado intentaron crear estructuras políticas liberales pero por el otro mantuvieron las tradiciones jerárquicas de origen colonial y dentro de ellas, la esclavitud. Entre 1827 y 1854, las autoridades peruanas emitieron numerosas leyes para normar la esclavitud que deben ser analizadas desde el contexto de una vieja y sólida tradición esclavista en el Perú que fue un eje central más allá de los discursos liberales, gobiernos conservadores y golpes de Estado. El principal reto consistía en armonizar las bases de la nueva política republicana con la aceptación de la esclavitud, la cual se había visto afectada por los desórdenes producto de las guerras de independencia y entre caudillos. Este contexto posindependiente profundizó la creencia en la natural tendencia criminal e insolente de los esclavos, justificando la marginación. Al mismo tiempo, las presiones para acabar con el sistema esclavista se acrecentaron, tanto desde el contexto exterior como interior. Desde el tiempo anterior a la abolición de la esclavitud una parte de la población afrodescendiente fue responsabilizada de los disturbios, robos y el incremento de la criminalidad. El cimarronaje y bandolerismo, acciones vinculadas al rechazo de la situación de esclavitud, se intensificaron debido al caos provocado por las guerras de independencia y las posteriores luchas civiles. Los ejércitos patriota, realista y luego los caudillos republicanos, recurrieron a la incorporación de esclavos, fugitivos y bandoleros, asimilación que en algunos casos fue más pragmática que ideológica, aunque no hay que descartar la aceptación de los mensajes políticos por parte de esclavos y negros libres. Paulatinamente se produjo la restauración del orden y los intentos de controlar a los esclavos se intensificaron, a pesar de lo cual continuaron las fugas (Aguirre, 1994: 245). De acuerdo a Ramos Núñez, las constituciones de 1823, 1828, 1834 y 1839 señalaron que nadie nacía esclavo en el Perú (2006: 20); a pesar de lo cual la esclavitud continuó al amparo de los resquicios legales. Por ejemplo, la Constitución de 1839 no solo permitió la esclavitud, sino también su introducción desde otros países dado que no declaró la ilegali-
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