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2. Distribución demográfica regional
Entre los pocos africanos identificados por su nombre figura Alonso Prieto, esclavo de Francisco Pizarro, Diego de Almagro y Hernando de Luque. En 1534, ya muerto Luque, Francisco Pizarro liberó a Alonso sin consentimiento de Almagro, quien desconoció el gesto. También figura Malgarida o Margarita, esclava y concubina pública de Almagro, quien fue su compañera desde los inicios de las guerras de conquista. Fue liberada por el mismo Almagro y posteriormente, en el Cusco, ella mandó decir misas por el descanso eterno de su examo y pareja. Garcilaso también cita a Guadalupe, un africano a quien conoció en el Cusco, jefe de las tropas de guineos en la guerra contra Hernández Girón (1554). De acuerdo con esta información, estaríamos ante un africano con un destacado poder militar en el contexto de las Guerras Civiles (Del Busto, 2001: 24).
Algunos cronistas, como Garcilaso y Guamán Poma de Ayala, estuvieron más preocupados por identificar las cualidades y los defectos de los africanos que por dejar constancia de su presencia. Para el primero fueron «por facinerosos, el espanto de las guerras civiles del Perú» (citado por Aguirre, 2005: 21). Guamán Poma nos ha dejado varias descripciones y retratos de los africanos y sus descendientes. Según su opinión, los africanos podían ser muy devotos y humildes, víctimas de sus amos crueles pero también crueles victimarios, encargados de ejecutar los castigos impuestos por los españoles, abusar de los indios y conquistar a las indias3. Enumera los supuestos vicios de los africanos: indisciplinados, desobedientes, mentirosos, ladrones, borrachos y jugadores. Para Guamán Poma estos aspectos negativos se debían a la falta de disciplina («no tienen hierro en los pies, amansa bellacos») y a la falta de doctrina (para él la religión moldearía su conducta). Finalmente, se queja de las mezclas, los numerosos mesticillos, mulatillos y zambos que alteran el naciente orden colonial (Guamán Poma, T. II, 1993: 763-765).
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2. Distribución demográfica regional
A pesar de la eficiente administración del territorio colonial, solo en 1791 se realizó un censo que cubrió todo el virreinato. Antes de esa fecha, solo contamos con datos parciales, especialmente con referencia
3. Reflexionando sobre el mito del esclavo cruel durante la Conquista, Rostworowski se preguntó: “¿Por qué pedir a los esclavos un comportamiento diferente y más humano si los cristianos se comportaban con semejante despreocupación y crueldad?” (2000: 33).
a la capital colonial. En Lima, de un total de 4 000 africanos a fines del siglo XVI la cifra fue incrementándose a más de 11 000 en 1614 y a 20 000 en 1640 (Bowser, 1974: 75; Aguirre, 2005: 22). En el siglo XVII los africanos representaron cerca del 42.6 % de la población total de Lima mientras que a fines del siglo XVIII llegaron a ser el 45 %, la cifra más significativa durante toda la historia de los africanos y sus descendientes en cualquier lugar del virreinato. Esto le da relevancia al censo de 1791 para entender la esclavitud y su presencia en el Perú:
Cuadro 1: Distribución de la población del Virreinato del Perú por regiones (1791)
Costa Indios Mestizos Españoles Pardos Esclavos Otros Total
Sur 36 797 7 114 12 795 4 147 3 960 217 65 030 Central 30 886 10 102 21 751 16 286 28 852 2 120 109 997 Norte 51 707 17 651 6 607 10 952 4 297 501 91 715
Total 119 390 34 867 41 153 31 385 37 109 2 838 266 742
Sierra
Norte 64 813 60 535 12 770 2 913 1 255 300 142 586 Central 160 508 85 627 18 570 2 314 361 527 267 907 Sur 264 201 63 409 63 768 4 792 1 612 1 907 399 689 Total 489 522 209 571 95 108 10 019 3 228 2 734 810 182 Total general 608 912 244 438 136 261 41 404 40 337 5 572 1 076 924
Fuente: Elaboración propia a partir del Informe demográfico del Perú. Lima: Centro de Estudios de Población y Desarrollo, 1972, pp 20-23
En términos generales, el cuadro 1 evidencia que la esclavitud no tuvo una gran presencia en todo el territorio, se concentró especialmente en la costa; por eso se puede caracterizar como una esclavitud a menor escala que, a su vez, generó relaciones más flexibles entre amos y esclavos. Además, resaltan las marcadas diferencias regionales que posibilitaron distintas experiencias de vida de los esclavos. Un primer aspecto destacable es que, del total de esclavos en el virreinato (40 337), el 92 % (37 109) se concentró en la costa, lo cual refleja la importancia de esta mano de obra en las actividades económicas de la región, tanto como la menor presencia de mano de obra indígena producto de la despoblación del siglo XVI y la reorientación de la economía colonial. Sin embargo, los 37 109 esclavos residentes en la costa convivieron con otros grupos étnicos, lo cual la convirtió incluso en algunos casos en una población minoritaria. Como
se observa en el cuadro, en la costa central se concentró el 72 % de todos los esclavos del virreinato (109 997 habs.), pero, a su vez, representaron solo el 26 % de la población total. Esto significa que estos esclavos convivieron con una variada población: el 28 % fueron indios, 9 % mestizos, 20% españoles y 15 % pardos. La concentración de esclavos en esta región tampoco fue tan homogénea: de los 28 852 esclavos de este espacio, el 62% (17 881) residió en el partido de Lima que incluyó a la ciudad y sus alrededores. Muchos de ellos probablemente eran domésticos, jornaleros y peones de hacienda. Se puede afirmar que del total de esclavos del virreinato del Perú, en 1791, el 44 % residió en el partido de Lima, lo cual indica el peso de la esclavitud urbana y cortesana en la sociedad colonial.
En la costa norte la tendencia fue similar. Solo el 5 % de la población fue registrada como esclava, frente al 56 % de indios, 19 % de mestizos, 7% de españoles y 12 % de pardos. En esta región, que reunió al 11 % de todos los esclavos del virreinato, la población esclava se concentró en el partido de Lambayeque (43 % de toda la región) y Trujillo (37 %); pero de igual modo, en ambos casos los esclavos fueron una fracción minoritaria frente al total. En Lambayeque, los esclavos representaron el 5 % del total, mientras que los indios el 63 %, los mestizos el 15 %, los españoles el 7 % y los pardos el 9 %; en Trujillo los esclavos fueron el 13 %, los indios el 56 %, los mestizos el 24 %, los españoles el 6 % y los pardos el 12%. En Trujillo, ciudad señorial por excelencia, la proporción de esclavos aumentó quizá por la importancia de la esclavitud urbana, además de la presencia de haciendas cañeras4. En contraste, en la costa sur (65 030 habs.) solo el 6% eran esclavos frente al 57 % de indios, 11 % de mestizos, 20 % de españoles y 6 % de pardos. En esta región, los partidos de Moquegua y Arica concentraron, respectivamente, el 39 % y el 33 % de los esclavos, aunque en ambos casos fueron parte minoritaria de la población total con solo el 5 % en Moquegua y 7 % en Arica.
En cuanto a la sierra, solo el 0.4 % de su población fue registrada como esclava. Esta cifra puede parecer insignificante y por lo mismo engañosa. Se ha afirmado frecuentemente que la presencia de africanos en las zonas de altura fue minoritaria, casi inexistente, pero esto hay que matizarlo un poco. El 8 % (3 228) de todos los esclavos (40 337) del virreinato residió en
4. Rocca hizo notar que para el caso de La Libertad también hay dos fuentes estadísticas importantes, los datos ofrecidos por Miguel Feijoó de 1760 y el informe del obispo Martínez de Compañón para 1784 (Rocca, 2010: 41-43).
la sierra, lo cual no es de menor importancia5. La presencia de esclavos en la sierra se relaciona fuertemente con los centros urbanos; por ejemplo, en el partido de Arequipa se registró al 76 % de todos los esclavos de la sierra sur, seguida por Cusco con el 13 %. Incluso el 38 % de todos los esclavos residentes en la sierra se encontraban en Arequipa, lo cual indica nuevamente la importancia de la esclavitud urbana y de las haciendas6. En la sierra central se concentró el 11% de todos los esclavos de la sierra, la cifra más baja de toda la región. Por último, en la sierra norte se registró el 38% de todos los esclavos de la sierra, con una concentración importante en el partido del Santa, en la que el 25 % de la población de esa localidad fue registrada como esclava; en los otros partidos la presencia esclava fue relativamente menor, no llegando ni al 1% de la población en cada partido. Estas cifras evidencian que la posesión de esclavos sí tuvo un significado social para la obtención de prestigio. Posiblemente los patrones de diferenciación, tales como color de piel, fortuna y linaje, se combinaron de diferentes maneras, adquiriendo mayor o menor importancia de acuerdo con las peculiaridades regionales y locales. Muy probablemente para ser considerado español, especialmente en las zonas alto andinas, fue importante la propiedad de esclavos y, además, ser patrón de sirvientes domésticos, símbolo inequívoco de poder sobre otras personas consideradas inferiores y, en el caso de los africanos y afrodescendientes, además valiosos.
En el caso de Lima, los españoles representaron el 36 % de la población, pero si sumamos los esclavos con las castas libres, en la que se incluían a los mulatos, cuarterones, quinterones, zambos y chinos, tenemos un 47% del total; es decir, se puede afirmar que la mitad de la población limeña tenía antecedentes africanos constituyéndose en el grupo más visible del espacio urbano. La comunidad de origen africano en Lima a fines del periodo colonial presentó una profunda diversidad étnica, producto tanto del mestizaje como de los mecanismos de liberación de la esclavitud conocidos. Las fuentes que describen la sociedad coinciden en
5. Existen interesantes investigaciones sobre la esclavitud en las zonas andinas. Ver, por ejemplo, los trabajos de Huertas (1988) para Huamanga, Tardieu (1988) para el caso de Cusco, Quiroz (2006) para la esclavitud minera en Cajamarca y Barriga (2009) para Jauja. 6. Tardieu encontró que en el Cusco, durante el siglo XVII, existió un mercado de esclavos muy dinámico. La mayor parte de ellos fueron destinados al servicio doméstico de las casonas y casas haciendas. También fueron destinados a los trabajos agrícolas, domésticos, comerciales y artesanales; algunos incluso a jornal (Tardieu, 1998: 23).