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3. La consolidación de los estereotipos raciales

carrera como boxeador profesional, en la que sin embargo no tuvo tantos éxitos como en la de amateur. Participó en 29 peleas, de las cuales ganó 22 (7 por K.O.), perdió cuatro (tres por K.O.) y empató las dos restantes. Fue protagonista de uno de los incidentes más recordados cuando el boxeador dominicano Carlos Pérez, conocido como el “Zurdo del Higuamo”, lo derribó de un terrible golpe en el hígado en la plaza de Acho (Lima) el 4 de junio de 1949, en el tercer asalto de los diez pactados. La carrera boxística de Frontado parecía terminada pero Max Aguirre, promotor de Frontado, pactó una revancha en la que salió victorioso por puntos en la misma plaza el 28 de agosto de 1949. Luego de ese triunfo se enfrentó a varias figuras del box internacional, tales como el uruguayo Pilar Bastidas, el argentino Francisco Antonio Lucero, (Kid cachetada) y, especialmente, el peso medio estadounidense James Tufts (Artie Towne), ante quien perdió el 11 de noviembre de 1950. (Nueve años después, Tufts sería derrotado por el gran boxeador peruano Mauro Mina). Frontado intentó ser campeón sudamericano profesional, pero perdió en la ciudad de Buenos Aires en el coliseo Luna Park frente a uno de los mejores boxeadores argentinos, Eduardo Lausse, el 6 de mayo de 1953. Finalmente, se retiró luego de una victoria ante el peruano Fridolino Vilca en la ciudad de Trujillo el 1 de enero de 1956. Como homenaje a su carrera, el ring de box del Estadio Mansiche de Trujillo lleva el nombre de “Antuco Frontado”.

Como se puede observar, en la historia de estos deportistas hay rasgos comunes. No tenían grandes posibilidades de ascender socialmente por medio de la educación u oficios mejor pagados. Su capital simbólico fue el uso de su cuerpo, su habilidad y su fortaleza física, notable para lograr éxitos deportivos. Sin embargo, este éxito tuvo un impacto paradójico: también estereotipó a los afroperuanos como portadores de ciertas habilidades innatas que los racializaban y condenaban a ciertos lugares sociales que no podían traspasar.

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3. La consolidación de los estereotipos raciales

Los caminos desarrollados por los afroperuanos a lo largo de la historia con el objeto de ascender socialmente y sobrepasar las barreras de la discriminación racial y de clase, generaron una realidad doble. Sirvieron para lograr que sus descendientes consigan una mejor calidad de vida. Por ejemplo, las mujeres dedicadas a la cocina reivindicaron sus prácticas

culinarias de origen tradicional, trasmitidas generacionalmente, y que les permitían obtener empleos domésticos cuando no contaban con mayor educación e incluso tenían que encargarse de las tareas domésticas de su propio hogar. También el trabajo como vendedoras les permitía conseguir el sustento en un medio en el que tenían que aprender a defenderse de las agresiones de otras vendedoras, autoridades y transeúntes. Así, como los viajeros lo hicieron notar, elevaron sus voces y adquirieron un lenguaje que les permitía replicar cualquier tipo de insulto. Por último, las mujeres aprendieron a lucir decentes por medio del control de sus cuerpos sometidos a una mirada que exacerbaba su sexualidad.

Por otro lado, los hombres afroperuanos aprovecharon el capital que en muchos casos era el único del que disponían: su fortaleza física, sus habilidades artísticas y musicales que les permitían acceder a prestigio social. Históricamente los sectores populares afroperuanos han defendido estos valores por su uso práctico, aunque sin duda reproducen muchos de los valores dominantes. Desde abajo, las poblaciones afroperuanas aprovecharon el lado positivo de los estereotipos raciales de hombres y mujeres. Las últimas utilizaron no solo los valores del trabajo y lealtad que tenían su origen en la relación esclavista colonial; también aprovecharon aquellos que les atribuían coquetería, gracia y sensualidad, con el objeto de posicionarse en actividades como la danza y el canto. Por el lado de los hombres, se aprovechó la racialización de la música, considerada más auténtica en función de los orígenes de los intérpretes, lo cual les permitió acceder a diversos y mejores escenarios. También se beneficiaron de los estereotipos relacionados con su fortaleza física, provenientes de la esclavitud, consiguiendo ingresar al mercado laboral y otras actividades gracias a esta imagen.

Pero los estereotipos de origen esclavista no solo portaban elementos potencialmente positivos. Incluían factores negativos como la ociosidad, torpeza, embriaguez, peligrosidad y sexualidad animalizada. En algunos casos estos elementos pudieron servir para conseguir pequeñas ventajas cotidianas, tales como momentos de descanso y lograr huir del trabajo físico desgastante, etc. Cuando llegamos al siglo XX algunas de esas prácticas fueron interpretadas de modo diferente en medio de una sociedad que racializó las prácticas de las personas, consolidando el aspecto negativo de los afroperuanos.

Desde el tiempo presente nos parece muy importante reconocer el esfuerzo histórico de los afroperuanos para ascender socialmente en medio de una sociedad que no ofrecía mayores posibilidades. Por medio de diversas estrategias y de una forma constante contribuyeron silenciosamente con el progreso de sus familias y la construcción de la nación.

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