planteado así su solución, creo que las razas en América Latina tendrán un rol sumamente importante en el movimiento revolucionario que, encabezado por el proletariado, llegará a constituir en toda la América Latina, el Gobierno obrero y campesino.” (Mariátegui, 1979: 85) EL PUEBLO DE LIMA EN LOS SUCESOS DE 1872 La semana del 23 al 27 de julio de 1872 es un hito de capital importancia en e1 accionar y posterior entendimiento del pueblo en el desarrollo del camino democrático en la historia de nuestra sociedad. En estos acontecimientos participaron sectores de la población determinados y moldeados por relaciones económicas y sociales de producción, más que por rasgos físicos o color de piel, como antes se habían dado. Según el régimen de propiedad, los individuos participantes de tal o cual proceso de producción serán determinados por su ubicación en la producción, a la vez, la distribución obedece a principios determinados por el régimen de propiedad. De esto deducimos que todos los individuos que están directamente ligados a la producción y a la vez son explotados y en niveles de subordinación forman lo que comúnmente se denomina pueblo. En aquellos momentos concretos, el pueblo estaba conformado por los campesinos, artesanos, semidesocupados, pequeños comerciantes y los obreros nacientes; desde esta perspectiva de clase y como consecuencia de la lucha de clases, entendemos los acontecimientos de aquella semana de julio de 1872. Recogemos brevemente algunos acontecimientos: por el lado de las clases dominantes, la pugna persistía entre los terratenientes, comerciantes, ex consignatarios, señores afincados principalmente en la Capital de la República y ligados internacionalmente a las finanzas inglesas, quienes tenían en Manuel Pardo a su representante y al Partido Civilista como su expresión política. Por otro lado, los terratenientes, comerciantes y gamonales, principalmente de provincias, vinculados a nivel externo a las finanzas francesas, quienes tenían en el Gobierno de José Balta y principalmente en su Ministro de Hacienda, don Nicolás de Piérola, a su máximo exponente. El problema de fondo era la explotación y venta de la principal riqueza con la cual contaba el país, es decir, el guano de las islas. Los primeros sostenían que en el control del negocio deberían estar las empresas y comerciantes particulares (consignatarios), mientras que los segundos sostenían que debería correr a cargo del Estado. En el período de 1862 a 1868, esta riqueza fue controlada por los consignatarios, un año después se firmará el Contrato Dreyfus que significó el 193