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Arequipa y el mundo aristocrático

Al margen de Lima, tomaremos como ejemplo, para el desarrollo de nuestro análisis, a las dos ciudades más importantes del país: Arequipa y Trujillo. AREQUIPA Y EL MUNDO ARISTOCRÁTICO

En la etapa colonial y sobre todo después de la Independencia, Arequipa mantuvo su dinámica económica relacionándose con Cuzco y Puno en la compra de lanas y cueros; luego, vía el puerto marítimo de Matarani, estos productos eran colocados en el mercado de Londres.

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Arequipa, ciudad de comerciantes, terratenientes y artesanos, se consideraba la capital del Perú Republicano, mientras que Lima fue de la Colonia y el Cuzco del Incario. La aristocracia arequipeña, con menos influencia que la limeña, no fue menos orgullosa; según se dice, “por sus tierras blancas y por su Misti que lo protege”. En el fondo siempre se sintió relegada a un segundo plano, pero a la vez superior a otras ciudades; el puneño Emilio Romero recuerda la opinión de un hijo de la aristocracia arequipeña en sus tiempos de estudiante sanmarquino, confirmando de este modo lo sostenido líneas arriba.

Romero escribe: “Tiempo después, Víctor Andrés Belaúnde siempre cordial, demócrata hasta el tuétano, nos hablaba de esa situación discriminatoria del provinciano, diciéndonos que en Lima el que no tenía orgullo de ser limeño, aspiraba por lo menos a ser arequipeño.” (Autores varios, 1979: 13)

Arequipa, a decir del historiador Jorge Basadre, tiene la fama de ser “La metrópoli revolucionaria del Perú”. Esta ciudad levantisca y de motines, tenía razones suficientes para esto. En primer lugar, la fuerza del poder regional siempre fue muy considerable y, en segundo lugar, está el predominio en la urbe de los artesanos. Cabe recordar en este sentido que el artesano tiende a la emotividad antes que a la razón, al arrebato antes que a la meditación. Su trabajo individual de pequeña producción engendra un espíritu y una práctica anarcoide, de lo cual se han aprovechado los estafadores políticos para deponer e imponer autoridades, incluidos gobernantes.

El historiador antes citado, refiriéndose a la actitud del artesano arequipeño, señala: “La fama presenta a los artesanos arequipeños, cuando sonaba la campana de la catedral a rebato, abandonando sus talleres y lanzándose a la calle con sus armas en la mano y una pregunta en los labios: ¿Por quién? ¿Por quién combatimos?” (Basadre, 1981: 118)

Terminaremos transcribiendo algunos párrafos de las memorias de Víctor Andrés Belaúnde, donde nos presenta con mano maestra, cuál era el ambiente local y familiar de la aristocracia, en la ciudad llamada por Lope de Velasco,

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