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Los señoríos altiplánicos

Fig. 9. El sitio de Cutimpu, a pocos kilómetros de la ciudad de Puno camino hacia el poniente, se caracteriza por la presencia de chullpas majestuosas construidas en una suerte de otero que sobresale de la inmensidad del altiplano. Parece haber sido la cabecera o capital del señorío Lupaqa antes de la conquista inca.

Los senor o s altiplanicos

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Se denomina así a las sociedades que se desarrollaron en el altiplano del lago Titicaca entre el fi n de Tiwanaku, alrededor del año 1100, y la conquista inca de la región alrededor del año 1450. Sus nombres han llegado a nosotros gracias a la información registrada por los cronistas en los siglos XVI y XVII, y a los documentos notariales de la época que se encuentran en los archivos. Según estas fuentes, sabemos además que los incas llamaban a esta región de los Andes como el Collasuyu o Qullasuyu, y que los españoles la denominaron simplemente como el Collao.

Estos señoríos fueron los canchis en el valle del Vilcanota, entre Combapata y Tinta; los canas entre Tinta y Ayaviri; los collas en la cuenca norte del Titicaca, en los llanos de Pucará y del río Ramis hasta la ciudad de Puno; los omasuyus al oriente y lupaqas al poniente del lago (Fig. 9); los pacaqes al sur, a lo largo del río Desaguadero; los caranga al sur del río Desaguadero; los charcas al noreste del lago Poopó; los quillaca o quillagua al sureste del lago Poopó; y los kallawaya en el extremo sur, en las provincias de Muñecas y Caupolicán de Bolivia. El día de hoy, los pobladores de habla quechua y aimara que habitan en esta región son descendientes de estos antiguos señoríos, así como es el caso de los señoríos vecinos de Ubina que vivían al este de Arequipa, en las cabeceras del valle del río Tambo y los collaguas en el valle del Colca, hacia el norte.

Los poblados Bernabé Cobo, uno de los más acuciosos cronistas españoles y que vivió en el altiplano durante la primera mitad del siglo XVII, afi rma que las casas del Collao eran de piedra y barro, y que las cubrían de paja. Unas eran redondas y otras a dos aguas, siendo las redondas más usadas y comunes en tierras frías «porque así son muy abrigadas». Efectivamente, las investigaciones arqueológicas en el

altiplano del Titicaca han podido identifi car los poblados de los señoríos altiplánicos, en los que abundan las construcciones descritas por el cronista Cobo. Llama la atención que estos asentamientos se encuentran ubicados en las cumbres y laderas de los cerros, habiéndose escogido especialmente aquellos más aislados y fáciles de ser protegidos. Suelen estar entre 4.100 y 4.400 metros sobre el nivel del mar, altitudes en las cuales es imposible practicar la agricultura o sembrar árboles. Son, pues, pueblos eminentemente ganaderos, con sus poblados cerca de los pastizales (Fig. 10a)35. Las características de los poblados revelan que los señoríos altiplánicos tenían una estructura social compleja, como veremos a continuación. Igualmente, su gran tamaño indica que una considerable población habitaba en estos parajes, lo que llamó la atención de los españoles cuando llegaron a esta región de los Andes a mediados del siglo XVI.

La cultura material

A diferencia de las culturas que se desarrollaron anteriormente en esta región de los Andes, la cultura material de los señoríos altiplánicos es sumamente simple. En el caso de la cerámica predominan las vasijas llanas, sin decoración, y es difícil asociar una clase de ella con un señorío en especial ya que toda es muy parecida. Existe cerámica decorada, pero en muy poca cantidad, y es bastante simple. Los ceramios se cubrían con un engobe rojo y encima se dibujaban triángulos en hilera o en forma de alas de mariposas, ya sea de color negro sólido o con líneas reticuladas. En algunos casos se agregaba el color blanco, usado principalmente para delinear las fi guras en negro.

Figs. 10a, b. Las chullpas de Sillustani, ubicadas en una península de la laguna Umayo, a 34 km de Puno, fueron el cementerio principal de los colla y luego de los inca. Estaban en proceso de construcción a la llegada de las huestes españolas, y las piedras aún dispuestas para ser empleadas en las construcciones han quedado como testigos mudos de tan importante acontecimiento.

10b Las formas preferidas de cerámica fueron los platos y las jarras, en el caso de la cerámica decorada, y las ollas y cántaros pequeños en el caso de la cerámica llana. Las jarras y cántaros tienen cuerpo de forma globular y base plana, cuellos angostos y la mayoría de las veces asas en los lados. Las formas de ceramios existentes, y la escasa decoración utilizada, indica que eran empleadas principalmente con fi nes domésticos: para cocinar, comer o guardar líquidos o sólidos. También era utilizada con fi nes ceremoniales, acompañando a los muertos en los entierros, como en el caso de las chullpas.

Los entierros

En el altiplano son comunes los entierros en chullpas que destacan por su monumentalidad y belleza. Son inmensas torres funerarias construidas con piedras rústicas y enchapadas con piedras canteadas. Se conocen una variedad de formas y tamaños, desde pequeñas en forma de iglú hasta grandes de forma cilíndrica36. La función funeraria de las chullpas está determinada por la presencia de huesos en el interior, pero también por las descripciones hechas por los cronistas de la conquista, ya que se mantuvieron en uso incluso durante el periodo Inca. La mejor descripción es la del cronista Pedro Cieza de León, quien narra que en ellas se enterraban personajes importantes, con ofrendas de camélidos sacrifi cados e incluso mujeres, sirvientes y niños, además de bienes domésticos. Las chullpas también sirvieron para actividades ceremoniales, ya que según el mismo cronista en ellas se realizaban anualmente rituales consistentes en colocar en el interior plantas y animales, así como vasijas conteniendo líquidos. Además, las chullpas habrían servido como hitos para demarcar terrenos, a manera de linderos de las unidades domésticas (familias). Esta observación fue señalada por el cronista Bernabé Cobo, quien dice que se colocaban en los terrenos familiares. Si bien esto aún debe de ser investigado por los arqueólogos, no cabe duda de su función funeraria, además, sus diferentes tamaños y calidades refl ejan las distintas jerarquías dentro de los señoríos. Cuanto más importante el personaje, más monumentales eran sus entierros (Fig. 10b). Las personas comunes se enterraban en cistas subterráneas y superfi ciales rodeadas de grandes lajas de piedra. Estos dos tipos de estructuras funerarias son los que más abundan, y a diferencia de las chullpas que se encuentran en lugares ceremoniales, estas se registran incluso dentro de los poblados.

Econom a

A pesar de encontrarse en un territorio agreste, los señoríos altiplánicos tuvieron una economía bastante dinámica, basada en la explotación de animales y plantas que fueron domesticados por sus ancestros en este mismo territorio. Fueron verdaderos maestros en el manejo de diversos nichos ecológicos, ubicados a distintas altitudes, que les permitía obtener productos complementarios. Esto fue posible por la capacidad de movilizarse gracias al empleo de la llama como animal de carga. Son famosas las recuas de llamas que, desde tiempos inmemoriales, bajan del altiplano a la costa trayendo productos de altura y subiendo productos de los valles y la costa. Es sin duda el mecanismo ideal para complementar la economía en base a la gran diversidad de productos que ofrecen los Andes.

La ganadería fue un factor gravitante pues los camélidos eran fuente de riqueza en el mundo andino prehispánico. Ellos proveían de lana para el abrigo, carne para la alimentación, cueros y huesos para instrumentos, combustible (excremento) para generar calor y energía, y permitían a las poblaciones transportar sus productos a grandes distancias37. Por otro lado, la agricultura y ganadería fueron complementadas con actividades de recolección, sobre todo en las riberas del lago, donde existe una fl ora y fauna que se desarrolla gracias a la cercanía al lago. Alrededor del lago el clima es más benevolente que en la pampa más alta, ya que funciona como un gigantesco espejo que acumula la energía solar, que es progresivamente liberada durante las horas de la noche, generando un clima más benigno. Entre las plantas que sobresalen a orillas del lago está la totora, utilizada para la construcción de los «caballitos de totora» que permiten la pesca lago adentro, para los techos para las casas, los petates para dormir y diferente tipos de soguillas.

Organizacion social y pol t ica Los cronistas de la Conquista coinciden en señalar que antes de ser sometido por los incas, el altiplano del Titicaca estuvo poblado por un conjunto de señoríos rivales que guerreaban entre sí. Los poblados con sus grandes murallas, así como la ausencia de una estandarización de las técnicas constructivas y de los estilos de cerámica, parecen corroborarlo.

Por otro lado, la concentración de ciertas técnicas constructivas y estilos cerámicos en determinadas zonas del altiplano sustentaría la existencia de alianzas entre algunos grupos, como es el caso de aquellos ubicados en el sector noroccidental del lago y que se aglutinaban en torno al sitio de Cutimpu, en donde se pudo haber iniciado el desarrollo del señorío Lupaqa38. La organización social de los señoríos altiplánicos era sumamente compleja. Además de las jerarquías existentes dentro de los gobernantes, existía una diferenciación sustancial ente ellos y los pobladores comunes, tal como hemos visto al describir las costumbres funerarias (Figs. 11a, b, c).

Además, los documentos del siglo XVI señalan que existía un poder dual, representado por el señor de hanansaya (alasaa en aimara) y el señor de urinsaya (maasa en aimara). En los últimos momentos del señorío Lupaqa, el señor de hanansaya se llamaba Cari y el señor de urinsaya era Cusi, ambos con grandes privilegios. Sin embargo, el señor de hanansaya tenía un estatus más alto, lo que le permitía tener acceso a mayores recursos. Lo mismo ocurría con los pueblos que estaban divididos en dos «parcialidades» como parte de la estructura social y política.

La conquista inca Durante el siglo XV el pequeño estado del Cusco se expandió hasta constituir uno de los más grandes imperios de la época antigua. Gracias a la información recogida por los cronistas españoles es posible reconstruir este proceso y conocer que la región del altiplano fue una de las primeras en ser sometidas por las riquezas que ofrecía. Durante el gobierno del inca Wiracocha, alrededor del año 1430, fueron

Figs. 11a, b, c. Pectoral radiado, tupus ceremoniales y regatones, parte de un importante conjunto de piezas excavadas cerca de la chullpa del Lagarto de Sillustani en 1971. Conformaron el ajuar de un alto dignatario de la época. Museo Municipal Dreyer, Puno.

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11b

11c conquistados los canchis y canas, obligando a los señores de Colla y Lupaqa a enviar embajadas en señal de amistad. El inca decidió establecer una alianza con Cari, señor de los Lupaqa, quien se encontraba enfrentado con Zapana, señor de los Colla. Ante esto, los collas fueron vencidos por los lupaqas y la capital Hatuncolla fue arrasada. Si bien esta acción bélica no satisfi zo al inca, la alianza con los lupaqas fue ratifi cada en la ciudad de Chucuito.

La rebelion de los collas

Después de la alianza con los lupaqas, varios señoríos del altiplano se rebelaron contra el inca Pachacútec al fi n de su reinado, por el año 1471 según el cronista Cabello de Balboa. En esos momentos el inca se encontraba en campaña militar contra los antis, en las profundidades de la cordillera de Paucartambo, al noreste del Cusco, pero rápidamente retornó hacia el sur. Sin embargo, su avanzada edad lo obligó a dejar el mando a su hijo Topa Yupanqui, quien formó un poderoso ejército para combatir a los rebeldes.

Las luchas fueron encarnizadas, ya que los pobladores del Collao fortifi caron cuatro cerros para defender su territorio; hoy en día aún vemos los restos en las cumbres del Llallahua, Asillo, Arapa y Pucará. Los ejércitos de Topa Inca resultaron victoriosos, reconquistando hasta el río Desaguadero, y establecieron la paz en el pueblo de Chucuito, enviando al señor de los lupaqas al Cusco. Los incas prosiguieron sus conquistas hacia el sur, donde colocaron guarniciones militares para defender sus fronteras.

La consolidacion del Imperio Después de la gran rebelión, el altiplano del Titicaca quedó asegurado bajo el dominio incaico hasta la conquista española. Los incas obligaron a las poblaciones a abandonar los asentamientos fortifi cados en las cumbres de los cerros, mudándolas al litoral del lago, cerca del camino incaico39. Los incas implantaron también la política de trasladar poblaciones a otras localidades, ya sea con fi nes productivos o militares. Cuando Diego de Almagro hizo la pacifi cación de Riobamba y Quito en el Ecuador, nativos del Collao participaron en la conquista y sometimiento de la frontera norte del Imperio Incaico.

La cuenca del Titicaca o Collao fue una de las principales fuentes de abastecimiento de bienes y productos para el Imperio, sobresaliendo la lana de los camélidos y la mano de obra. El elemento articulador, como en el resto del Imperio, fue el Qhapaq Ñan que recorría el altiplano en dos grandes ramales, uno conocido como el Uma Suyu que circulaba por el lado oriental del lago, y el otro, conocido como Urcu Suyo, que lo hacía por el poniente. Este último, con un ancho de 3 a 7 metros, fue intensamente utilizado según la información arqueológica40, lo que refl eja la importancia del altiplano del Titicaca para la economía Inca.

Cuando llegaron los europeos, el altiplano del Titicaca era sumamente rico, a tal extremo que el territorio lupaqa fue entregado a la Corona española junto con las islas Puná en el golfo de Guayaquil y Chincha en la costa peruana. Más aún, los cronistas españoles como Cieza de León [1553], Matienzo [1567] y Polo de Ondegardo [1571], aseguran que ésta fue una de las áreas más pobladas del Nuevo Mundo durante el siglo XVI.