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Riesgos, desafíos y lecciones: Desde la crisis hasta la Esperanza
“Mi misión es enseñar y transmitir ese conocimiento para que no se quede en mí, ni en las personas que trabajan conmigo. Que ellos se vuelvan multiplicadores de ese conocimiento.”
Emprendedora, persistente, mamá y católica. Son las cuatro palabras que Esperanza Hernández utilizó para describirse, pero que ciertamente no terminan por definirla completamente.
Su familia siempre ha sido su norte, su padre fue su mayor ídolo por mucho tiempo; su hija, Camila, es el centro de su vida y habla con orgullo de sus hermanas y sobrinos. Se considera una mujer de mentalidad abierta, en su casa priman el respeto y las opiniones diversas, fue parte de su formación y hoy en día sigue siendo su manera de ver la vida.
Es Administradora de empresas de la Universidad de los Andes, inició su educación profesional en la carrera de Matemáticas a los 14 años, sin embargo, su curiosidad por su carrera despertó gracias a que uno de sus compañeros se iba a cambiar a esta. Nunca fue de un solo interés, durante su pregrado llegó a ver hasta 30 créditos en materias de otras carreras diferentes como: Economía, Derecho e Ingeniería de sistemas. Las cuáles la impulsarían a descubrir todas sus pasiones y aprender diferentes áreas.
Un camino a pulso
Inició su vida laboral en una firma de consultoría en relaciones industriales, con funciones de organización de personal y la gestión de esas relaciones. Se mantuvo allí hasta que ingresó a una empresa alemana.
Aceptó el cargo de analista de nómina, donde posteriormente pasó a planeación financiera, para ese momento inició su docencia de pregrado en la Universidad de Los Andes, al igual que empezó la especialización en finanzas también en su alma máter.
Faltando unos meses para finalizar su especialización, la llamaron del Banco Popular, había sido referida por una compañera. Le hicieron una oferta que no pudo rechazar y que le dio el empujón perfecto para independizarse de verdad, nos dice entre risas. Su cargo era directora comercial y manejaba toda la tarjeta de crédito, fue así como inició su carrera en el mundo financiero.
Entró al Banco Popular con el reto de disminuir el indicador de cartera vencida a un dígito, todo el backoffice de crédito y además, debían realizar colocaciones de tarjetas. Vivió un tiempo en la costa atlántica haciendo cobranza de las tarjetas, era una labor muy grande y difícil, sus compañeros le decían: “Acá hay que ponerse casco, cogerse duro y andar con un bate”.
Estando en el banco, se modifica el régimen cambiario y se hace la apertura económica. Bajo el liderazgo del vicepresidente comercial y el presidente, crean la mesa de divisas y a Esperanza le dan la tarea de establecer su equipo de trabajo.
La pionera de los riesgos
Dejó su trabajo en el Banco Popular y tras una llamada de la directora de regulación económica y financiera del Ministerio de Hacienda inició a trabajar allá. Tenía dos proyectos, por un lado, la organización del mercado de la deuda pública interna y, por otro lado, crear todas las normas de derivados financieros.
Trabajaba a la par con abogados y economístas en su equipo, ella era la única administradora de empresas, esto la influenció tanto que decidió estudiar una especialización en derecho financiero.
Durante el año 1999, uno de los economistas le comentó que unas cifras le hacían pensar que iba a haber una crisis económica en el país, pero quería la ayuda de Esperanza como financiera para corroborar esos pronósticos.
El trabajo inició y realizaron un documento en donde se concluía que la crisis se generaba al cambiar la tasa del upac y que esta dependiera de la tasa de mercado, palabras más, palabras menos: El Banco de la República se había equivocado.
Lo publicaron, como un trabajo independiente al Ministerio de Hacienda, les dijeron que no conocían el sector, ni de finanzas. Tres meses después, se cumplieron todas las predicciones, incluso de peor forma.
El trabajo entonces se triplicó y todo derivó en ella y su equipo laboral no llegaba a sus casas, las jornadas laborales eran extensas y duras. Sus funciones implicaban que debían trabajar en grupos multidisciplinarios entre el Congreso, Ministerio de Hacienda, Superbancaria y Presidencia. “Yo creo que fue la época, en donde más trabajo hice en mi vida, solo veía a mi hija los viernes” mencionaba al recordar esos momentos.
Su pareja quebró debido a la crisis en el país y al no estar presente Esperanza, la relación se deterioró. No había navidades, no había días libres, no había celebraciones, todo era trabajo. Muchas vidas personales se desmoronaron, se trató de un equipo que dedicó sudor y esfuerzo para poder ayudar y aportar en los cambios necesarios.
En una de esas madrugadas de trabajo llegó una respuesta Deutsche Bank, acerca de una solicitud de financiación. Esa entidad tenía una condición para aprobar la solicitud y entre varios cambios, implicaba que desde el Ministerio de Hacienda y Crédito Público se debía crear áreas de riesgo y exigirles a las entidades que empezaran a gestionar los riesgos.
Se trató de un equipo que dedicó sudor y esfuerzo para poder ayudar y aportar en los cambios necesarios.
En ese momento todas las amenazas y problemas empezaron a surgir, procesos sin terminar, riesgo de liquidez, de crédito y operacional. Evidentemente, había que capacitar y regular, ahí nace la primera circular de gestión de riesgo: la circular 88 del año 2000.
El lavado de dinero y Colombia es un tema álgido, debido a su tumultuosa historia con narcotráfico y dineros ilícitos, el país era número uno en lavado y medidas antilavado. Para ese momento, Colombia tenía el llamado Sistema de Prevención de Lavado de Activos (SIPLA) pero debía ajustarse y el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) había emitido unos estándares de cómo se debería gestionar. Es así como se realizó el cambio del SIpLa al SARLAFT, Sistema de Administración de Riesgo de Lavado de Activos y Financiación del Terrorismo.
El 2 de enero de 2006 el Gobierno decide fusionar la Superintendencia Bancaria y la Superintendencia de Valores para crear lo que hoy en día conocemos como la Superintendencia Financiera de Colombia, donde Esperanza continuó sus labores.
Para septiembre del 2007 Esperanza dejó su cargo en la Superintendencia Financiera. Por su bagaje en el sector no consideraba adecuado seguir laborando en el tras haber hecho parte del equipo que había generado tantas normativas de funcionamiento. “Si tú eres ético, no puedes trabajar durante un año en ninguna entidad del sector financiero y en algunos temas te tienes que abstener por toda la vida” explica. Estaba frustrada, decepcionada, retirarse de lo que en ese momento era su proyecto de vida fue extremadamente difícil.
Cuando la venda cae
Luego de terminar un Executive MBA en España, recibió una llamada de Profamilia para ser la gerente financiera y la representante legal donde ingresó a laborar tras una entrevista.
Por esos tiempos era catedrática en la Universidad Externado, y en una de sus clases fue presentada como extrabajadora de La Superintendencia Financiera de Colombia y recientemente laborante de la Fundación Profamilia.
Antes de finalizar su clase un alumno le aseguró que no volvería a ser la misma después de trabajar en la fundación, las palabras del estudiante calaron en su mente y sin más que decir, agradeció el comentario.
La realidad que vivó en esos momentos resultó más compleja y diferente de lo que Esperanza había pensado. Le insistían que Profamilia debía entregar las cosas gratis a las comunidades, pero su afán de encontrar como solventar la complicada situación económica de la empresa prevalecía. Posteriormente inició a recorrer el país, de esta manera pudo ver con sus propios ojos la situación real.
Fue una caja de Pandora que nunca pensó que existiera y cuando la encontró, supo que Dios la había puesto en ese lugar no solo para aprender, sino también para ayudar.
Lo que encontró destrozó su corazón. “Lo que vi fue muy triste, conocí una Colombia que jamás pensé que existiera. Una Colombia de desplazados, una Colombia demasiado pobre y muy desigual. Conocí la otra Colombia. Empecé a darme cuenta de las desigualdades tan grandes en las que vivíamos y de la burbuja en la cual yo he vivido”.
Sus perspectivas cambiaron al comparar la vida que había conocido con cada comunidad que visitaba. Camila, su hija, cumpliría 15 años y tendría una fiesta y un viaje, mientras tanto, en el Chocó, una niña de la misma edad estaba próxima a tener su tercer hijo, todos de distintos padres.
Todas estas situaciones la impactaron y sintió que Dios la había puesto en ese lugar no solo para aprender, sino también para ayudar.
A pesar de haber trabajado mucho en inclusión financiera, siempre lo vio desde el punto de vista técnico, hasta ese momento. Se dedicó a encontrar financiación como fuese, a llevar médicos y enfermeros, a hacer colectas y entendió que los microcréditos son importantes para un país como Colombia, las microfinanzas son claves.
El estudiante tenía razón, después de vivir esas situaciones Esperanza cambió, se transformó en una persona muy diferente a la que ingresó.
Uno termina donde es feliz
Pese a esto, sabía que tarde o temprano tenía que irse de Profamilia, pues ese no era su mundo propiamente.
Un día recibió la llamada del Dr. Augusto Acosta, quien la convenció de emprender, al inició Esperanza estaba bastante renuente pues su hija estaba próxima a graduarse de bachiller y tenía planes de estudiar en el exterior.
En su paso por la Fundación había podido afianzar mucho sus lazos con ella y dedicarle más tiempo.
Siempre se culpó de no estar junto a su hija y cuando vio materializado su temor en los videos del colegio en donde aparecían la mayoría de los padres y ella no, determinó no volverse a emplear para estar cerca de su familia.
Se dió cuenta de que no quería perder la opción de seguir ayudando a las empresas a establecerse
En Junio de 2013 se establece HC Gestión: HC por Hernándes Cárdenas, que es el apellido de su hija, su sobrino le ayudó a hacer el logo “Es un logo todo raro, como soy yo.” Explica entre risas, “Tiene letras griegas y le pusimos verde esperanza”.
Esperanza ha sido una de las pioneras de cambios en políticas, sistemas, modelos y procesos en el sector financiero colombiano, sus equipos no han sido aquellos que salen en portadas o primeras planas, pero que aun así se han sacrificado tanto por sus trabajos, en el nombre de poder aportar al futuro financiero de Colombia. Son los engranajes que mueven al país, a nuestra sociedad.
Hoy en día puede dedicarse a su misión: transmitir conocimiento y continuar aprendiendo de todas las personas que han pasado por su vida. Busca que las personas sean multiplicadoras de ese conocimiento y con esa difusión puedan impulsar el desarrollo.
Ese es su ADN: la consultoría, escribir y enseñar, comenzó su vida laboral en consultorías y cree firmemente que terminará haciendo eso mismo, “Uno no tiene porqué terminar en donde uno quiere, yo me veía viejita en la Superintendencia y en lugar de eso, estoy terminando donde realmente soy feliz.”
Uno no tiene porqué terminar en donde uno quiere, yo me veía viejita en la Super y en lugar de eso, estoy terminando donde realmente soy feliz.