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Yvyty ári

Amoite yvyty ári

Amambay yvy mbytépe ojajáiva kuarahy rataindy naha'eñói.

Kuarahy rendy mokõi; peteĩ pe yvyty ári, kirirĩ hũ ijyvy ári mba’eita omombe’u.

Peteĩ ára ojuhu ñorãirõ te’õ ipy ári, oñuãmbáje tatatĩ ka’aguy omoypytũ.

Paraguái ruvichaite opytu'u ipyti'a ári marandu, marandeko ñorãirõ haipyre.

Mariscal Solano López pokãmi hendiveguáva javorái jai mbytépe karia’ýicha oñorairõ.

Ikyse puku ipópe pytaguápe oha'ãrõ, ni michĩ je ndotytýiri ichugui pe ikorasõ.

Mbokapu opororo, ha'ete je hendypáta ka'aguýre la Alianza omongora Cerro Corá.

Kerandi, Kari'oka omumu je tetakuére, opojopy mboka jurúre oipotánte oñeme'ẽ.

Ndoguevíri avave ni Panchito ombopo'ípa, ha Solano omboryrýi iñe'ẽme ka'aguy.

Anichéne chereity, anichéne chepokua ã ahẽva pytagua "tamano ko che retãre".

Ñamomorãna Mariscal oñepyrũvo marzo ára, ha ambue pysyrõhára tesarái ani oñotỹ.

Asunción, 27 de febrero de 2022

Ohai: Lucino Rodríguez Baroffi

30 minutos atrás, desde las bondades de la tecnología y los acercamientos virtuales, recibí el reporte de que, en Caacupé, iba cayendo dulce el atardecer. Igual es lo que al mismo tiempo ocurría en Ciudad del Este, donde me encuentro. Sin embargo, el panorama de mi vista que apunta hacia el este goza de mayor privilegio cuando sale el sol antes que en su puesta doce horas más tarde. El escenario de todo, es una imagen en Instagram. María José, entre los cerros de las cordilleras de ese departamento geográfico, que es uno de los más lindos del país, la publicó en tiempo presente de sus sentidos para que mi sistema límbico acepte su invitación y así comience su viaje al tiempo pasado. Gracias a eso ahora estoy en el 2001, “no quisiera pasar esta imagen” fue lo único que le comenté al respecto. Y no quisiera que así fuera, pero el tiempo pasa y eso pasa todo el tiempo. Aún sobre el tiempo y su atropello, existe una lámina sensible, una capa suave, un fino cinto seguro que nos protege de su despiadado avance.

No deja olvido a su paso. Permanece quizás, eternamente. No quisiera pasar la imagen, a mí me parece verlo, en un fin de año como este que, nos vuelve a abordar acelerados. Por aquel tiempo eran exámenes de escuela, hoy son responsabilidades de alguien crecido.

A mí me parece verlo, con su camisa de vestir acomodada perfecta. Sus lentes en el bolsillo del pecho izquierdo, acompañando al pañuelo blanco de líneas finas granates. Abuelo tenía por costumbre llegar a Caacupé unos días antes de la fiesta patronal y nos alojábamos en el Hotel Uruguayo, a pocas cuadras de la basílica de la Virgen. Íbamos todos y el disfrute era seguro también como lo eran los regaños nimios.

Mis 9 años de edad y el atardecer de recién, observan chipas distribuidas alrededor del templo, ven sonreír a familias y a sus niños jugando en las calles y los patios, un centenar de imágenes de la patrona de la fe nacional en oferta, también hay rosarios y asaditos cuyos aromas no solo tientan, sino que evocan. Sillas de madera y piri por la ciudad entera.

Colores y entusiasmos compartidos. A mí me parece verlo, ascendiendo la escalera y ubicándose de frente al atardecer. Hace calor y las cigarras comenzaron su canto, en poco tiempo serán serenata coordinada de Navidad y verano. Vamos a ir caminando al Tupãsy Ykua, sudando los brazos y gastando las suelas de los zapatos. Saludando a la gente linda, tomando jugos o tereré en la esquina, nos estamos haciendo grandes, vamos a anhelar, llegar a lugares que no conocemos, desearemos nuevas experiencias, y de vez en cuando, volveremos a esta imagen nueva, vieja para otra vez, sentir lo disfrutado. Abogado, escritor y

Francisco Esquivel

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