Pacific Union Recorder en español verano_summer 2025
Recorder Un día para sanar
Un día para sanar
Jesús fue criado entre ese pueblo, tan marcado por el fanatismo y los prejuicios; y por lo tanto sabía que al sanar en el día de reposo, sería considerado como un transgresor de la ley. Era consciente de que los fariseos aprovecharían tales actos con gran indignación y, por lo tanto, tratarían de influir en la gente contra él. Sabía que usarían esas obras de misericordia como argumentos firmes para afectar las mentes de las masas, que toda su vida habían estado atadas a las restricciones y exacciones judías. Sin embargo, ese conocimiento no le impidió derribar el insensato muro de la superstición que bloqueaba el sábado, y enseñar a los hombres que la caridad y la benevolencia eran lícitas en todos los días.
—Ellen G. White, The Spirit of Prophecy, vol. 2, p. 197
En este número
4 Como recordar
8 El puente del sábado
12 El buen sábado
16 Una señal de relación
20 Un día para sanar
24 Jesús escoge el sábado para sanar
28 Eternidad en el tiempo
32 ¿Qué es un día?
36 Que nadie los juzgue: Pablo y la eternidad del sábado
40 El canto del día de reposo
44 El sábado y la justificación
Recorder
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Como recordar
Por Mathilde Frey
Recuerdo a esa niña, de ocho años, temblando ante un imponente profesor de pelo canoso. A la izquierda de sus brazos extendidos, 24 compañeros contenían la respiración.
«Uno, dos, tres...» La voz del hombre tronaba en cadencia con una vara delgada golpeando las palmas abiertas de la niña, «... ocho, nueve, diez». Eso ocurría todos los lunes por la mañana.
La niña se tragaba las lágrimas y regresaba a su asiento en la tercera fila. Con los dedos doloridos y palpitantes, tomaba su lápiz y continuaba con su tarea de escritura. Cada letra tenía que estar ordenada y en línea. Sus números tenían que encajar perfectamente dentro de la pequeña cuadrícula en el papel que tenía delante. ¡Sábado! Pensaba en silencio. Es por el sábado.
El maestro estaba furioso. ¿Por qué? Porque la niña vivía en un mundo diferente, un mundo diseñado por los Diez Mandamientos y la guía espiritual transmitida por el Dios que su familia adoraba. ¿Su crimen? Santificar el día de reposo. Eso es lo que provocaba la indignación y el castigo que recibía cada semana.
En casa los ojos de su madre se llenaban de lágrimas. Su padre tomaba sus adoloridas manos entre las suyas y las apretaba fuertemente contra su mejilla. Era todo lo que tenía para fortalecerse hasta el lunes siguiente; hasta la próxima vez que se enfrentaría al furioso maestro y su castigadora vara.
El día de reposo es una cosa extraordinaria. Viene de un lugar que ningún ser humano puede mandar o conquistar. Mi maestro en la Rumania de la década de 1970 nunca lo aceptó. Pero, tal vez, yo
tampoco lo he hecho. Cada vez que escribo y hablo del tema temo que pueda insultar lo que Dios santificó, porque no tengo ninguna autoridad sobre ese evento y ciertamente no lo he conquistado. Sin embargo, siempre he deseado entenderlo mucho más allá del dolor que me causó.
El sábado ha establecido su propio monumento, establecido con principios modestos, fusionando el pasado con el futuro en una promesa comprometida y omnicomprensiva con el mundo presente, instándonos a todos hacia una realidad más grande de lo que cualquiera puede imaginar.
¿Cómo empezamos a entenderlo? Escuchar su historia en el antiguo idioma de los tiempos bíblicos debería ser más que un acto de precisa adquisición de información. Su objetivo debe ser la recopilación de ideas y visiones que transformen nuestros temores en alegría y nuestras aprensiones en resiliencia. ¿Es posible oír esa voz cuando leemos nuestra Biblia? ¿Cómo reconoceríamos el verdadero sábado en un mundo mucho más alienado que nunca, encaminado a pasos agigantados hacia un futuro insostenible?
La historia del sábado
El sábado no tiene otro registro acerca de su origen que la Biblia hebrea. Los eruditos bíblicos y los expertos que examinan la literatura y la historia del antiguo Cercano Oriente han reconocido desde hace mucho tiempo el lugar vital de ese día especial en el texto bíblico y han llevado a cabo investigaciones exhaustivas en las áreas de estudios literarios y comparativos.
Pero, a pesar de esos nobles esfuerzos, una historia «creíble» del sábado ha permanecido como un misterio. Se considera un tema no resuelto, bastante ineficaz para el erudito serio.
Pero exploraciones alternativas han abierto un tratamiento más beneficioso de los textos del sábado y han permitido que se escuche la voz de la antigua erudición judía. El resultado es una gran
cantidad de literatura que descubre los muchos y variados tesoros del sábado.
En mi tradición religiosa, sostengo que el sábado ha sufrido mucho. Se ha convertido en nada más que una creencia fundamental cuidadosamente guardada y defendida. Digo esto con gran tristeza debido a las muchas solicitudes que recibo para apoyar la precisión de un día determinado o para discutir lo que uno puede hacer —y qué no hacer— en sábado.
Creo que el sábado —en un espacio confinado, metido cómodamente dentro de un dogma y cautivo dentro de las paredes de la iglesia— sigue sufriendo. Pero, como todo lo demás que Dios creó, la libertad es su esencia. Necesita escapar del cautiverio forzado de la humanidad y disfrutar de la intención original de Dios. Solo necesitamos saber dónde buscarlo.
Éxodo 5
Solo alguien que no ha dejado de ser humano a pesar de condiciones deshumanizantes puede llevar adelante la visión de la libertad en un mundo esclavizado. La Biblia hebrea sugiere que Moisés era uno de esos individuos.
Justo en medio de la esclavitud, establece los marcadores para el camino de la libertad de Israel. «Moisés, ¿por qué estás liberando al pueblo?», pregunta un monarca egipcio desconcertado. «Incluso los hiciste descansar [Shabat] de sus trabajos!» (Ver Éxodo 5:4-5.)
¿Esclavos que son libres? Para el faraón, ese es un pensamiento incomprensible.
Pero Moisés no conoce límites. Para él, el sábado es el signo divino de la libertad fundada en la creación y reforzada en los acontecimientos redentores del éxodo. Cesar el trabajo en el séptimo día significa elegir la libertad sobre la esclavitud, cambiar el tiempo de trabajo por el tiempo divino.
El faraón, por otra parte, al darse cuenta de que había perdido el control sobre sus súbditos esclavizados, respondió a la situación ordenando una carga
de trabajo adicional a su lista de tareas.
Sin embargo, había un secreto a punto de ser revelado. De acuerdo con Éxodo 5:5, se le atribuye al déspota el uso del lenguaje del sábado cuando acusó a Moisés de haber autorizado a los esclavos israelitas a «cesar/detenerse/descansar» —shabat— de su trabajo. ¿Podría ser que la palabra shabat que salió de la boca del tirano tenía un significado que va mucho más allá del simple cese del trabajo semanal? No sostengo que el shabat, reposo, en Éxodo 5 confirma una institución establecida del sábado semanal reconocido por los israelitas en Egipto. El descanso sabático en Éxodo 5 trata sobre la desestabilización de un autocrático sistema de poder. Su historia es contada por esclavos sin voz que construyen ciudades destinadas a la ruina.
Ese encuentro entre Moisés y el faraón comienza a despertar visiones de un imperio transitorio en las mentes de los trabajadores, mientras desborda la tierra bajo el abrasador sol egipcio para recoger los rastrojos que se lleva el viento. El uso de la palabra Shabat por parte del opresor lo retrata como un tirano derrotado incluso dentro de su propio régimen poderoso y aún en funcionamiento. Ese es el momento en que el descanso sabático comienza a revelar su cualidad trascendente y permanente. Dominar el tiempo es ser verdaderamente libre.
Éxodo 23
En el mandamiento del sábado, tal como se presenta en Éxodo 23:12, la participación de Dios en los asuntos humanos es una cuestión de reconocer verdaderamente la condición humana y actuar de acuerdo con ella, no de mejorar un cuerpo de doctrinas o de establecer reglas estrictas exigidas por instituciones de mente cerrada. Esto es lo que dice el versículo: «Seis días harás tu trabajo, pero al séptimo día cesarás [shabat] por amor a tu buey y a tu azno para que descansen, y el hijo de tu esclava se refresque, así como el extranjero» (traducción mía).
El verbo «respirar, refrescar», rara vez usado
(nafash) en la Biblia hebrea separa ese mandamiento del sábado de las versiones del Decálogo en Éxodo 20:8-11 y Deuteronomio 5:12-15. Ese verbo designa la recuperación del aliento durante un tiempo de pausa.
En 2 Samuel 16:14, ese verbo se usa para describir al rey David y a su pueblo recuperándose de la fatiga durante su huida de Absalón. En Éxodo 31:17, Dios habla de ser refrescado después de la obra de la creación. Los eruditos sugieren que el lenguaje empleado para describir el refrigerio de Dios en el séptimo día se usa como un ejemplo para el descanso y el refrigerio del sábado humano.
El contexto de Éxodo 23 ha hecho un diligente trabajo de preparación para sensibilizar a la audiencia hebrea en el reconocimiento de lo que Dios espera de ellos. «No oprimirán al extraño ni lo atormentarán, porque extranjeros fueron en la tierra de Egipto» (Éxodo 22:21). También, «No oprimiréis al extranjero, porque vosotros mismos conocéis los sentimientos del extranjero, porque también vosotros fuisteis extranjeros en la tierra de Egipto» (Éxodo 23:9).
Unos versículos más adelante, en Éxodo 23:12, el código del sábado llama a la preocupación compasiva hacia los oprimidos, cuyo estatus social y legal los convierte en víctimas potenciales de la injusticia: el pobre, la viuda, el huérfano, el extranjero residente y el esclavo. Como se dijo anteriormente, la ley proporciona un eco a la escucha empática de Dios a los gritos del pueblo durante su sufrimiento en Egipto.
El motivo del llanto y la compasión es fundamental para todo el libro de Éxodo, ya que funciona de manera similar a un dispositivo desencadenante: «Y dijo el Señor: “He visto la opresión de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor”» (Éxodo 3:7). El sábado fue diseñado para interrumpir las estructuras de poder patriarcal y deshumanizante de este mundo.
El sábado insta a los redimidos a recibir al extranjero, al inmigrante, al refugiado, al descartado como uno de los suyos. Al hacerlo, quien guarda el sábado traerá liberación a los cautivos y buenas nuevas y
regeneración para la madre afligida y su hijo (Isaías 61:1; Lucas 4:18).
Me gusta la forma como Sigve K. Tonstad presenta su estudio detallado del sábado. Él escribe: «El séptimo día es como una vasija enterrada profundamente en las arenas del tiempo, preservando un tesoro perdido y olvidado hace mucho tiempo».1 Esa vasija, esa jarra, contiene algunos de los misterios más asombrosos que esperan ser redescubiertos por cada uno de nosotros.
Hoy, los «extranjeros» se han convertido en muchos, llegando a nuestras fronteras, agotados, llorando y pidiendo ayuda. ¿Quién escuchará los llantos silenciosos de sus hijos? ¿Quién recordará que todos somos extraños en una tierra extraña que necesita a alguien que nos salve?
El sábado prospera entre las personas que necesitan desesperadamente una visión, que sueñan con un mundo diferente, que sienten los golpes y los azotes, y cuyas almas están asustadas. El sábado invita a todos a entrar y sentarse con ellos a la mesa.
Elie Wiesel, un sobreviviente del holocausto, habló de ese mundo a un aula llena de estudiantes universitarios de Boston University: «Creo en la fe herida», les dijo. «Solo una fe herida puede existir después de esos eventos».2
Recordar
Todavía recuerdo a la niña de ocho años de pie frente a su maestro enfurecido. Todavía siento el
dolor de la vara, la mirada fría del hombre de cabello canoso y las lágrimas de mis padres. Todavía escucho esas voces de hace mucho tiempo. Me han acompañado a través de los continentes, desde Europa hasta Asia y América del Norte.
Esa niñita que era yo, esperó pacientemente mientras investigaba innumerables libros acerca de el sábado para comprender mejor mi experiencia de tantos años atrás. Todavía está de pie a mi lado, recordándome mi propia experiencia con relación sábado, de cómo la fe comenzó a formarse dentro de las palmas heridas de una joven estudiante rumana. El sábado, al parecer, es mucho más que dolor infligido. Representa la esperanza presente y la alegría futura.
Debido a lo que la Biblia revela acerca de ese día especial por el que sufrí, sé que mi viaje continuará, y algún día me llevará hasta las puertas de la gloria. Pero, hasta ese día, Dios, en su amor infinito, me está enseñando continuamente a recordar.
Mathilde Frey es profesora de Hebreo Bíblicoy Antiguo Testamento en Walla Walla University. Este artículo fue adaptado de un capítulo de Remembering: It Matters How We Tell the Sabbath Story (Westlake Village, CA: Oak & Acorn Publishing, 2023), pp. 193-224.
1Sigve K. Tonstad, The Lost Meaning of the Seventh Day (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 2009), p. 2.
2Ariel Burger, Witness: Lessons from Elie Wiesel’s Classroom (New York: Houghton Mifflin Hartcourt, 2018), p. 82.
El puente del sábado
Por Denis Fortin
Aprimera vista, no parece tan extraño. Según el libro de los Hechos, vemos a Pablo —que vivió parte de su vida como Saulo, un perseguidor de cristianos— sentado en una sinagoga en sábado. Al igual que todos los demás, escucha porciones de las Escrituras que se leen en voz alta, contempla cómo se observan las ceremonias y tradiciones familiares de siglos pasados, disfruta de la narración de historias y eventos que formaron su nación y se hace eco de las oraciones al Dios que caminó con sus antepasados por el desierto.
Entonces, ¿qué tiene de extraño? Pablo es cristiano. Desde el momento que cambió su vida en el camino a Damasco, el Dios que adora en la sinagoga ahora incluye a su Hijo unigénito. Lo que plantea la pregunta: «¿Qué hace un devoto seguidor de Jesús sentado atenta y respetuosamente en una sinagoga judía donde el Mesías es un evento futuro anhelado, no un recuerdo doloroso de un error mortal de la justicia?»
Hay una tendencia en desarrollo en los comentarios recientes sobre el libro de los Hechos que abraza las fieles observancias del sábado de Pablo como una indicación genuina de una creciente conexión entre el judaísmo y el cristianismo primitivo. Lucas, el autor de Hechos, describe a Pablo como el apóstol cristiano a los gentiles y un judío practicante y fiel, aunque uno que afirma pertenecer a una nueva secta dentro del judaísmo que sostiene que los gentiles no necesitaban conformarse a todos los aspectos de las prácticas religiosas judías para ser aceptados por el Dios de Israel. Muchos en ese momento consideraban que tal creencia era una blasfemia rotunda.
Pero ahí está sentado, un judío cristiano rodeado de las mismas personas que apoyaron la muerte de su Salvador.
Marcadores
Ya sea intencionalmente o no, Lucas le da a sus lectores numerosos marcadores para conectar al cristianismo con el judaísmo. Si bien muchos ven evidencias de tales conexiones —particularmente en las cartas paulinas— la distancia cultural y religiosa actual del judaísmo del primer siglo y el cristianismo primitivo a menudo nos impide identificar claramente esos vínculos en otras partes del Nuevo Testamento. Creo que nos beneficiaría mucho reflexionar sobre esos marcadores.
Todo comenzó con la ascensión de Jesús. Lucas informa que ese emocional evento ocurrió en el Monte de los Olivos, «un día sábado» de camino desde Jerusalén (Hechos 1:12). Medir la distancia en una perspectiva tan decididamente judía establece el contexto para sus muchas otras bien establecidas referencias a prácticas religiosas.
Lucas nos dice que los primeros seguidores de Jesús estaban en Jerusalén en el momento de su experiencia de Pentecostés y usaron el terreno del templo como su lugar de reunión. De hecho, la primera oleada explosiva de nuevos creyentes se reunía regularmente en el templo (Hechos 2:46).
Las referencias a ese lugar judío de adoración continúan con la curación de Pedro y Juan del hombre cojo en la Puerta Hermosa (Hechos 3:2). Poco después, Pedro predica un sermón cerca del Pórtico de Salomón (Hechos 3:11). Ambos lugares ocupan secciones del terreno del templo.
Hechos también describe dos incidentes en los que los apóstoles son encarcelados por enseñar acerca de Jesús. El primer arresto y encarcelamiento es interrumpido por un ángel, quien los libera durante la noche y después les dice: «Vayan, pónganse de pie y hablen a la gente en el templo», lo cual hacen inmediatamente (Hechos 5:17-21).
El segundo arresto se produce unos días después. Esa vez los apóstoles son encarcelados, azotados y finalmente liberados, solo para regresar al templo donde siguen «enseñando y predicando el evangelio de Jesús como el Cristo» (Hechos 5:40-42).
Con la conexión entre el templo y Dios tan obviamente en el corazón de la fe cristiana primitiva y la devoción religiosa, no es difícil imaginar que los seguidores de Cristo también fuesen judíos fieles. Parece que Lucas no tenía la intención de sugerir lo contrario.
Jerusalen y el Monte de los Olivos
Un marcador adicional se da justo antes de que Lucas comience a describir los tres viajes misioneros de Pablo. Habla de otro arresto de Pedro, esta vez durante la Fiesta de los Panes sin Levadura, una ocasión judío sagrada que tanto el narrador como el lector apreciarían plenamente.
Tres viajes misioneros
Ese poderoso vínculo entre la fe cristiana primitiva y el judaísmo establecido desde hace mucho tiempo fue llevado lejos de los muros de piedra de Jerusalén y los escarpados límites de la Tierra Prometida. Pablo, al parecer, llevó ese vínculo consigo.
Viaje #1
• «Y saliendo de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia, y el sábado entraron en la sinagoga y se sentaron» (Hechos 13:14).
• «Al salir Pablo y Bernabé, el pueblo rogaba muchas veces que se les hablase esas cosas el sábado siguiente» (Hechos 13:42).
• «El sábado siguiente, casi toda la ciudad se congregó para oír la palabra del Señor» (Hechos 13:44).
Si alguien quería ponerse en contacto con la comunidad judía de un pueblo, ¿qué mejor lugar para hacerlo que en su sinagoga? ¿Y qué mejor lugar podría haber para compartir el mensaje cristiano? Si Jesús era el Mesías esperado, ¿por qué no comenzar con las mismas personas que esperaban que apareciese? Además, tradicionalmente, a los judíos siempre les ha gustado discutir —a veces acaloradamente— acerca de todo lo espiritual. Pablo utilizó ese rasgo honorable.
También se nota en ese relato la reacción de los judíos y de los conversos temerosos de Dios después del culto (Hechos 13:42-44). Lo que al principio parece ser un apoyo y una aceptación abrumadora, se convierte en celos y persecución por parte de algunos. Sin embargo, los prosélitos griegos continúan regocijándose con el mensaje que Pablo y Bernabé compartieron con ellos.
Ese patrón —visitar la sinagoga, compartir las buenas nuevas sobre el Mesías y despertar gozo en
los corazones de algunos judíos y griegos prosélitos, así como un fuerte rechazo y celos por otros— se repite una y otra vez en el relato de Lucas sobre las actividades misioneras de Pablo.
Viaje #2
• «Y el sábado salimos de la puerta a la orilla de un río, donde pensábamos que había un lugar de oración; y nos sentamos, y comenzamos a hablar a las mujeres que se habían reunido» (Hechos 16:13).
• «Después de haber pasado por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. Y según la costumbre de Pablo, los visitó, y durante tres sábados discutió con ellos sobre las Escrituras» (Hechos 17:1-2).
• «Y Pablo discutía en la sinagoga [de Corinto] todos los sábados, y trataba de persuadir a judíos y griegos» (Hechos 18:4).
En Hechos 16, Pablo y sus tres colegas llegan a la ciudad romana de Filipos y el sábado buscan un lugar de oración fuera de las murallas de la ciudad, probablemente porque no hay sinagoga en esa municipalidad. A diferencia de todas las demás referencias al sábado, esa no está directamente relacionada con una sinagoga, sino que simplemente indica un lugar donde el culto podría ser un poco menos formal. La prominencia de las mujeres en esa narrativa también sugiere que la falta de hombres judíos en la ciudad puede haber obstaculizado la formación de una asamblea oficial en la sinagoga.
Las dos últimas referencias de visitas a una sinagoga en sábado apenas son mencionadas por la mayoría de los comentaristas, a pesar de que las referencias sugieren que Pablo visitó esas sinagogas semanalmente durante un período de tiempo: «durante tres sábados» en Tesalónica (Hechos 17:2) y «todos los sábados» en Corinto (Hechos 18:4).
Viaje #3
En Hechos 18:24-26, Lucas nos dice que mientras estaban en Éfeso, Priscila y Aquila, dos de los colaboradores de Pablo, conocieron a «un judío llamado Apolos» que estaba bien educado en las
Escrituras y hablaba y enseñaba acerca de Jesús en la sinagoga. Lo interesante es que esa reunión tuvo lugar en la sinagoga de Éfeso y, con toda probabilidad, en sábado.
Lucas, en su estilo práctico de escribir, describe a Apolos como «enseñando con exactitud las cosas concernientes a Jesús», todo sin un conocimiento previo de Pablo y su misión. Parece obvio que el propósito de Apolos para estar en la sinagoga no era parte de la misión de Pablo de alcanzar primero a los judíos y después a los gentiles si los judíos rechazaban su evangelio. El ministerio de Apolo fue idea de él mismo.
Así que tenemos a un judío devoto, Apolos, que asiste a los cultos en la sinagoga y predica acerca de Jesús. Un poco más tarde, Lucas afirma que mientras estaba en Éfeso, Pablo también «entró en la sinagoga y habló con valentía durante tres meses, discutiendo y persuadiéndolos acerca del reino de Dios» (Hechos 19:8).
Parece que ese es el mismo patrón que encontramos en referencias anteriores a las visitas de Pablo a los lugares judíos de culto en sábado. ¿En conclusión? Pablo fue un hombre que defendió y respetó la religión de su nacimiento mientras proclamaba al Mesías resucitado a todos los que quisiesen escucharlo.
Construyendo puentes
Creo que la descripción de Lucas de las muchas visitas de Pablo a las sinagogas en sábado reconoce el carácter judío y la naturaleza del cristianismo primitivo y reconoce que lo que está sucediendo en el libro de los Hechos es una continuidad genuina entre el cristianismo incipiente y el judaísmo del primer siglo. El sábado está sirviendo como un puente espiritual entre esas dos ideologías.
Por lo tanto, ya no es extraño afirmar que los primeros creyentes cristianos adoraban en sábado en el contexto de sus sinagogas dispersas mientras demostraban una profunda reverencia por Jesús, el Hijo de Dios, y su nueva fe.
La observancia del sábado por parte de Pablo en el libro de los Hechos es evidencia de esa continua
y a menudo exitosa construcción de puentes, un modo de evangelismo que llegó a ser cada vez más rechazado y finalmente abandonado por las generaciones posteriores.
Sin embargo, el reconocimiento de una relación entre el cristianismo primitivo y el judaísmo debería proporcionar una motivación clara para un estudio continuo de la descripción que hace Lucas de esa relación entre los judíos tradicionales y los creyentes en Jesús, el Mesías. Destaca la relación de los primeros cristianos con las sinagogas geográficamente dispersas; el contexto del testimonio de Pablo a los judíos, prosélitos y griegos; y los conflictos que surgieron entre Pablo y algunos dentro de la comunidad judía.
También podemos concluir con seguridad que las descripciones de Lucas de los conflictos que Pablo experimentó no pueden percibirse como una controversia entre el cristianismo y el judaísmo, sino entre dos formas de judaísmo, una de las cuales creía en Jesús como el Mesías y permitía la inclusión de los gentiles en la comunidad sin someterse al rito de la circuncisión. Todas esas ideas sacan a la luz nuevas posibilidades en el estudio de la observancia del sábado en el cristianismo primitivo.
Eso también debería abrir la puerta a un estudio continuo sobre cómo el sábado puede actuar como un puente entre las ideologías de hoy, especialmente entre los adoradores que comparten los mismos fundamentos doctrinales e historicos. En este tiempo de agitación y controversia, el sábado puede convertirse en nuestra Puerta Hermosa para la interacción amorosa y el intercambio de ideas y conclusiones basadas en la evidencia. Todo lo que se necesita para que eso suceda son personas que, como Pablo, «irán, se pondrán de pie y hablarán a la gente en el templo».
Denis Fortin es profesor de teología en el Seminario Teológico Adventista del Séptimo Día de la Universidad Andrews, Berrien Springs, Michigan. Este artículo ha sido tomado de Remembering: It Matters How We Tell the Sabbath Story (Oak & Acorn Publishing, 2023), pp. 65-87.
El buen sábado
Por Sigve K. Tonstad
Pocas palabras son más conspicuas en el relato bíblico de la creación que la entusiasta declaración: «Dios vio que era bueno».
A medida que revisaba el trabajo de cada día, esa declaración seguía inmediatamente. La luz era buena, la tierra seca era buena, las plantas que daban semillas y los árboles que daban fruto eran buenos, el sol y la luna eran buenos, las criaturas del mar y las aves del cielo eran buenas, los animales salvajes, los animales domésticos y todo lo que se arrastra por la tierra eran buenos, eran buenos, eran buenos (Génesis 1:4-31).
Finalmente, cuando se completó la creación de los seres humanos en el sexto día, el narrador reforzó esa palabra: «Dios vio todo lo que había hecho, y en verdad era muy bueno» (Génesis 1:31, énfasis añadido).
Parece que la existencia material es tanto ecológica (el vínculo entre los seres vivos y su entorno) como relacional (cómo los seres vivos interactúan entre sí). Por lo tanto, esa red de conexión debe ser considerada también como buena por el Creador.
Lo cual nos lleva al séptimo día de la semana de la creación.
El día de reposo no fue una ocurrencia tardía,
un asunto periférico, o un simple complemento en la mente de Dios. Génesis lo identifica como el acto culminante de la creación (Génesis 2:1-3). Pone un brillante sello de aprobación a lo que vino antes. Certifica oficialmente todas las cosas celebrando su existencia y conexión con el mundo material.
Por otra parte, el sábado no es sólo retrospectivo (un marcador de origen), también es posible (un marcador de futuro).
En Génesis no hay un mandamiento divino de observar el sábado, al menos no explícitamente, pero hay un compromiso divino para hacerlo. Cuando Dios descansó en ese día, se insertó en la línea de tiempo de este mundo. No se alejó para observar la tierra desde una distancia segura. No, el día de reposo demuestra la participación personal y el compromiso de Dios con el mundo y sus habitantes.
Las semillas de la bendición
Creo que el sábado pertenece a lo que yo llamo una teología de la bendición. Pero, como veremos, el alcance de esa bendición a menudo se ve eclipsado o comprometido por el pecado.
Podemos reconocer esa conexión entre el sábado y la bendición en el valor divino de las semillas.
Las semillas son la maravilla ecológica en el gobierno de abundancia de Dios. «Entonces dijo Dios: “Produzca la tierra vegetación: plantas que den semilla, y árboles frutales de toda clase en la tierra que den fruto con semilla según su especie”. Y así fue. La tierra produjo vegetación: plantas que dan semilla de toda clase y árboles de toda clase que dan fruto con semilla según su especie. Y vio Dios que era bueno» (Génesis 1:11-12).
Entonces, ¿qué es exactamente la biología y la teología de las semillas? Son un elemento de la vida que reverbera con renovación, diversidad, sostenibilidad, predictibilidad y abundancia.
Hay un dicho que insiste en que no puedes tener tu pastel y comértelo también. Eso puede ser cierto, hasta que se trata de semillas. Las semillas se aseguran de que una nueva planta brote cuando es plantada, y las semillas de esa planta madre son a menudo demasiado numerosas para contarlas.
Otro adagio sostiene que no existe tal cosa como un almuerzo gratis. Si bien eso puede estar basado en la evidencia, se contradice rotundamente con la existencia de las semillas. Dados esos asombrosos granos de vida, especialmente como fueron introducidos en Génesis, existe tal cosa como un almuerzo gratis. La introducción de plantas y árboles frutales con semillas en ellos por parte de Dios ofrece el concepto no solo de abundancia y renovación, sino también de seguridad futura.
La sencilla semilla es la expresión ecológica de lo que es una bendición. A pesar de que las criaturas no humanas fueron las primeras que estuvieron en fila para recibir esa bendición, posteriormente también se le otorgó a los humanos.
Por primera vez en la Biblia, escuchamos a Dios hablando directamente de lo que ha creado. «Y Dios los bendijo, diciendo: Fructifiquen y multiplíquense, y llenen las aguas de los mares, y multiplíquense las aves en la tierra» (Génesis 1:22). En otras palabras, «usen sus semillas».
Sus palabras, su invitación, su mandamiento fue-
ron una bendición para toda planta y animal viviente de la tierra. De esa manera, Génesis anuncia que hay un propósito para la naturaleza y todos sus habitantes. Cada uno entra en posesión de esa declaración de derechos ordenada por Dios. Esa es la bendición que da alas al mensaje ecológico del relato de la creación y al sábado.
Por lo tanto, se debe deducir que se espera que los seres humanos actúen hacia la creación no humana dentro de los límites de esa bendición. Se descarta la opresión y la explotación. Los diversos elementos de la creación humana y no humana se pertenecen mutuamente en una relación de interdependencia y apoyo mutuos. Somos parte de la misma comunidad: la comunidad de la creación. Este mundo no es para que lo usemos solo para nuestro beneficio. Es un lugar donde toda la vida debería existir en mutua admiración y protección.
Cesamiento
El cesamiento (dejar de hacer algo) es el principio natural de funcionamiento del sábado, ya sea que lo encontremos en el descanso divino en la creación (Génesis 2:2), el mandamiento del sábado (Éxodo 20:8-11), o en los «puestos de avanzada» del sábado como el año sabático y el jubileo (Éxodo 23:10-11, Levítico 25).
El día de reposo establece otra meta para nuestra existencia, aparte de completar una lista interminable de tareas pendientes —una forma como muchos miden el éxito—. Incluso si el impacto ecológico del cesamientoes secundario a la intención espiritual, los dos van de la mano.
El cesamiento enseña dependencia. Y es un poderoso antídoto para el pecaminoso deseo humano de importancia personal. De hecho, como lo demuestra el experimento del maná cuidadosamente coreografiado en Éxodo, el cesamiento en el séptimo día es otra expresión del regalo que es el sábado (Éxodo 16:1-30).
El cesamiento también está escrito en gran me-
dida en los dos puestos de avanzada del sábado en el Antiguo Testamento: el año sabático y el Jubileo. Levítico 25:2-4 sugiere que la tierra, no los arrendatarios, son el sujeto principal del requisito establecido. El texto dice literalmente que «la tierra cesará» o que «la tierra descansará». Ese mandato de descanso de la tierra se entrega con la misma preocupación que encontramos con respecto al descanso sabático semanal diseñado para el disfrute de los humanos.
El descanso semanal de Dios era y debe ser un elemento integral de la vida para todas las cosas creadas. Demuestra que somos parte de algo mucho más grande que nosotros mismos. Pertenecemos a una comunidad de creación compleja y que afirma la vida. Vivir fuera de armonía con esa comunidad entra directamente en el plan continuo de Satanás para descarrilar nuestra relación con el Creador.
Plenitud
«Plenitud» significa abundancia que no extrae beneficio de un grupo (especie, individuo, nación o de algún otro tipo) a expensas de otro. Esa plenitud no se basa en una producción ilimitada o en un consumo imprudente. Se basa en el descanso.
La plenitud es una forma de restricción. «Seis días trabajarás, pero el día séptimo descansarán tus bueyes y tus asnos, y recobrarán sus fuerzas los esclavos nacidos en casa y los extranjeros» (Éxodo 23:12).
Al igual que con el año sabático, el reposo semanal se establece con compasión «para que coman los pobres de tu pueblo; y lo que dejen, los animales salvajes lo comerán» (Éxodo 23:11). Eso significa que el sábado promueve el contentamiento y la compasión como intereses complementarios y no contrapuestos. Podemos extrapolar hacia atrás y hacia adelante a partir de esas estipulaciones; hacia atrás hasta la historia de la creación (Génesis 1:26-30; 2:15) y hacia adelante hacia la visión profética de la tierra hecha nueva (Isaías 11:1-10).
En una mirada retrospectiva, Dios comisiona
a los seres humanos para que «llenen la tierra y la sojuzguen; y se enseñoreen» (Génesis 1:28). En la mirada hacia adelante, tenemos la visión de Isaías de que «un retoño saldrá del tronco de Isaí» (Isaías 11:1). Parece que una intervención ocurriría cuando las condiciones fuesen terribles y las expectativas fuesen bajas.
Entonces, ¿qué de hoy?
Los ideales y prácticas comerciales valoran la producción por encima de la plenitud con respecto a la gestión de la tierra y el uso de las semillas, pero en ninguna parte son más evidentes que en el tratamiento industrializado de los animales.
Cuando el presidente Herbert Hoover prometió a los estadounidenses «un pollo en cada olla y un coche en cada garaje», no estaba pensando en Génesis. Irónicamente, son las gallinas en todas las ollas y los coches en todos los garajes los que sirven de base para nuestra actual crisis ecológica.
El autor Brian G. Henning ofrece estas alucinantes estadísticas: «En 2007, se produjeron 275 millones de toneladas de carne en todo el mundo, suficiente para 92 libras por persona».1
Eso representó un aumento de cuatro veces en la producción de carne desde 1960; una tendencia insostenible, incluso cuando supera con creces la promesa del presidente Hoover. Henning continúa informando que «más de 56 mil millones de animales son sacrificados cada año; un promedio de 650 animales son asesinados cada segundo de cada día».2
Las cifras actuales son las siguientes solo en los Estados Unidos: «Aproximadamente 25 millones de animales de granja son sacrificados cada día en los Estados Unidos. Aproximadamente el nueve por ciento, más de 850 millones, de los animales criados para la alimentación en los Estados Unidos cada año nunca llegan al matadero porque ya han muerto de enfermedades o lesiones inducidas por el estrés».3
¿Qué pasó con la plenitud de Dios? ¿Qué pasó con el ideal de Dios de la comunidad de la creación? La respuesta es dolorosamente obvia. Sucedió el amor al
dinero. Sucedió el apetito. Sucedió el pecado.
El sábado al rescate
La civilización se está acercando a un punto crítico que está más allá de la capacidad de los humanos para corregir. La víctima, en todo esto, es también el perpetrador. Nosotros mismos.
«El sábado al rescate» no es un eslogan vacío, ya sea a nivel de teología, ideología o práctica. Ve al mundo a través de una lente diferente; viene con un conjunto distintivo de percepciones. Al estudiar y participar en la ordenanza del día de reposo, aprendemos de la bondad del mundo material, en contraste con nuestras arraigadas tradiciones. Obtenemos una lección introductoria sobre ecología a través de la cascada de bendiciones en Génesis (Génesis 1:20-2:3). Se nos ofrece una lección ecológica intermedia a través del cesamiento y el principio de funcionamiento ecológico del sábado y sus puestos de avanzada: el año sabático y el jubileo, los cuales nos preparan para la lección avanzada: la plenitud — pertenecer a una red de relaciones que promueven lo que es bueno para todos—.
Pero el día de reposo al rescate puede resultar
difícil de lograrse si se deja únicamente a la discreción humana. La comisión de ejercer «dominio» (Génesis 1:26), reforzada por la comisión de preservar y proteger (Génesis 2:15), no es una invitación a dar la espalda a grupos selectos de compañeros de viaje en esta tierra. Se nos advierte que no nos presentemos ante Dios en la postura desafiante de Caín, diciendo, como él lo hizo: «¿Soy acaso el guardián de mi hermano?» (Génesis 4:9).
Si hemos leído correctamente, el sábado vendrá al rescate porque, como lo muestra Génesis e Isaías lo confirma, significa el compromiso de Dios con nosotros. Solo necesitamos comprometernos más con él y con toda su creación.
Sigve K. Tonstad es profesor de religión y profesor asistente de medicina en Loma Linda University. Este artículo ha sido adaptado de Remembering: It Matters How We Tell the Sabbath Story (Oak & Acorn Publishing, 2023), pp. 169-191.
1Brian G. Henning, “Standing in Livestock’s ‘Long Shadow’: The Ethics of Eating Meat on a Small Planet”, Ethics and the Environment 16, no. 2 (septiembre de 2011), p. 63.
2Henning, p. 64.
3www.animalmatters.org
Una señal de relación
Por Jean Sheldon
En el mundo antiguo reflejado por la Biblia, el dar y recibir señales servía como una faceta importante de la vida. A lo largo de Mesopotamia (el área entre los ríos Tigris y Éufrates, ahora conocida como Irak), las señales generalmente provenían de dioses populares que usaban su método elegido para interactuar con la humanidad. Esos dioses hablaban a través de «especialistas» que eran necesarios para leer e interpretar sus mensajes.
En Israel, sin embargo, su único Dios dio señales bastante públicamente mientras utilizaba a sus especialistas escogidos, como Moisés y los profetas, para presentarlos. Esos intercambios eran diseñados para que todos fueran testigos.
En Israel, una de esas señales era el sábado.
Algunos pasajes de la Biblia hebrea hablan del sábado como una «señal». La primera está en Éxodo 31:12-17. Después, Ezequiel sigue con dos versículos en Ezequiel 20:12 y 20.
A diferencia de Ezequiel, Éxodo habla del sábado no solo como una señal, sino también como un pacto. En contraste con los antiguos contratos y tratados del Cercano Oriente, un pacto hebreo era originalmente un vínculo de confianza que se basaba en una promesa divina.
¿Qué es una señal?
Hoy en día, los letreros suelen transmitir información o publicidad. Pero en la Biblia hebrea, una señal representaba una revelación de Dios entregada directamente a su pueblo. Las señales servían para
resaltar su poder o su carácter.
Al conmemorar dos grandes acontecimientos —la creación del mundo y el éxodo de Egipto— el sábado anuncia a todos que Dios es tanto el Creador como el Libertador. Eso se refleja en el Decálogo de Éxodo 20:11 y en Deuteronomio 5:15. Dios creó el mundo en seis días y descansó en el séptimo. Dios sacó a Israel de la esclavitud egipcia.
Al dar el sábado semanal como una señal de esos dos eventos trascendentales, Dios se asegura de que aquellos que lo guardan inteligentemente no olviden al Dios que los hizo realidad.
Esas revelaciones significadas por el día de reposo se pueden entender más plenamente si se contrastan con las señales babilónicas, los días sagrados y las visiones teológicas de los orígenes y la adoración humana. Al comparar el sábado bíblico con las prácticas y conceptos babilónicos relevantes, podemos entender más claramente el significado tanto de la señal como de la intención del día santo de Dios.
Lectura de las señales
En los textos babilónicos, las señales pertenecen al ámbito de la adivinación en el que los dioses envían ilustraciones literales que reflejan sus mensajes en los cielos, en las entrañas de los animales sacrificados y en otras manifestaciones y eventos físicos.
Para el adivino, y para aquellos cuyos presagios «lee», esas señales representaban una interacción judicial de los dioses, ya sea que involucrase un mensaje positivo o negativo. En el caso de eso último, los simples mortales podrían cambiar el resultado negativo solo tratando de apaciguar la ira de ese dios y recuperar su favor. Las señales hostiles no creaban los desastres que amenazaban; las señales simplemente advertían de su aparición como resultado de la decisión de algún dios molesto.
La señal del sábado tiene poca semejanza con ese punto de vista. Con sus vínculos con la creación y la libertad de la esclavitud, se encuentra fuera de la esfera judicial. El sábado, por lo tanto, no se trata de juzgar o condenar a las personas. Se trata de darles descanso y recreación.
El único aspecto judicial del sábado bíblico es la
adición en Éxodo 31:12-17 que sugiere que trabajar en el día santo es un crimen capital. Ese concepto hace un extraño contraste con los babilonios que, como esclavos de sus dioses, nunca podían dejar de trabajar o descansar. Uno pensaría que el pueblo de Dios, recientemente liberado de la esclavitud, se regocijaría en un día semanal en el que no tendría que trabajar y podría descansar con seguridad con Dios.
Sorprendentemente, algunos de la multitud le dieron la espalda al día de reposo al principio de su viaje de Egipto a Canaán. Por lo tanto, es posible que la amenaza de la pena de muerte se haya añadido para motivar a esos exesclavos, acostumbrados a tan severas advertencias, a aceptar el regalo de gracia de Dios del sábado y sus significados especiales.
La entrega original del sábado carecía de cualquier elemento judicial tan severo. De hecho, el marco mismo de Éxodo 31:12-17 describe la relación que proporcionó. «El día de reposo es una señal entre ustedes y yo», anuncia Dios en Éxodo 31:13. «Es una señal perpetua entre yo y los israelitas», añadió (Éxodo 31:17). Por lo tanto, el día santo significa una revelación de Dios que invoca una relación uno a uno entre los que guardan el sábado y él.
El mandamiento del sábado, tal como se entregó en el Sinaí, contenía una prohibición simple: no trabajar en sábado. Pero creo que se considera con razón que ese singular mandamiento ofrece un marcado contraste con las prácticas comunes en el antiguo Cercano Oriente que no ofrecían ningún día semanal de descanso del trabajo. Para los hijos de Israel, al trabajar en sábado, cortaron esa conexión divina con Dios.
Días malos
En la lectura asirio-babilónica de las estrellas, ciertos días podían ser favorables o desfavorables, particularmente para realizar ciertas actividades. Los babilonios llamaban a los más sorprendentes de ellos «los días malos». Es interesante especular si la inclusión de numerosas prohibiciones de actividades en el sábado que surgieron más tarde dentro del judaísmo reflejó la influencia que pudieron haber absorbido durante el exilio babilónico.
Además de «los días malos», el día 15 del calendario lunar hace su aparición en varias obras asirias y babilónicas. Su nombre, shapattu, recuerda a los lectores la palabra hebrea shabat o «sábado». Figura en dos mitos babilónicos de la creación. Uno de ellos fue la epopeya de Atraḫasis
Al parecer el dios Enki tomaba un baño purificador el primero, séptimo y decimoquinto (shapattu) días del mes. Después de ese tercer baño, el dios Wê-ila fue asesinado y Nintu, la diosa del nacimiento mezcló su sangre y carne con arcilla para crear a los seres humanos. A través de ese proceso, Mami, la partera divina, eliminó el duro castigo de los dioses que anteriormente se habían rebelado por su trabajo, y lo colocó sobre los seres humanos creados a partir de la arcilla y la sangre de la deidad asesinada.
Eso contrasta firmemente con la historia de la semana de la Creación, en la que Dios no mata a un ser divino con el propósito de crear a la humanidad para que sean sus esclavos.
Una vez más, el día de reposo define nuestra relación con Dios, no como sus esclavos, no como aquellos que tienen que apaciguar su ira o experimentaron la violencia, sino como personas libres a quienes Dios ofrece la santa experiencia de descansar con él en el día de reposo.
Lazos de relación
El sábado, como señal entre Dios y su pueblo, significa que puede existir un vínculo de relación entre ellos. Descansan, no solo porque Dios descansó, sino porque descansan con Dios. Esa impactante imagen se magnifica mediante la comprensión de los conceptos babilónicos del descanso.
Como se señaló anteriormente, en la labor de Atraḫasis, los dioses decidieron crear a los seres humanos como su mano de obra sustitutiva, ya que se habían rebelado contra su trabajo. Ese concepto, que se remonta a la época sumeria, era una visión persistente de los antiguos mesopotámicos. Los seres humanos, incluidos los reyes, se veían a sí mismos como esclavos de los dioses para los que no había descanso. Al igual que sus esclavos trabajaban todos los días del mes, excepto, posiblemente, en las fiestas, ellos también trabajaban sin cesar para satisfacer a los dioses. Los dioses podían descansar, pero no sus esclavos humanos.
Ezequiel, que vivía en Babilonia, bien pudo haber entendido ese hecho. Quizás eso es lo que lo llevó a desviarse de Éxodo 31 cuando declaró: «Incluso les di mis días de reposo para que fueran una señal entre ellos y yo, para que supieran que yo, YHWH, los santifico» (Ezequiel 20:12, traducción mía).
Esa idea ofrece percepciones impactantes sobre el estatus de los observadores del sábado. Recuerda la importancia de la creación humana: Dios en el Génesis hace a los seres humanos a su imagen, compartiendo con ellos el estatus de gobernantes, no unos sobre otros, sino sobre el mundo natural.
Dentro de un contexto babilónico, el sábado como una señal contrarrestaría todos los días que pudie-
Pero lo que parece ser el significado de ese 15º día lunar es que parece implicar una limpieza en preparación para la creación de la humanidad. También implica sacar a los dioses de la esclavitud y crear seres humanos para que ocupen su lugar. En la epopeya de Atraḫasis, esa esclavitud de los seres humanos apaciguó a los dioses que se habían rebelado contra el dios supremo por tener que trabajar en exceso. De acuerdo con esa línea de pensamiento, una frase que cualifica a la shapattu lunar dice: «Día del descanso del corazón», una frase que significa «apaciguamiento de (muy probablemente) los dioses», ya que la palabra «descanso» a menudo se usa en forma verbal como apaciguamiento, especialmente cuando se usa con «corazón». En contraste, la Biblia ofrece a los observadores del sábado un tipo diferente de experiencia en la que Dios ordena descansar; un descanso que se asemeja al suyo al final de la semana de la creación. En lugar de un baño purificador y el asesinato de un dios, el día de Dios es santo y él es el que también santifica a las personas. Ezequiel registra: «Incluso les di mis días de reposo para que fueran una señal entre ellos y yo, para que supieran que yo, YHWH, los santifico» (Ezequiel 20:12, traducción mía). (YHWH es el nombre de Dios en la Biblia hebrea, pronunciado «Yahweh»).
ran considerar favorables o desfavorables para ciertas actividades. Apartándose del calendario lunar, cada siete días, el sábado semanal, le recordaba al pueblo de YHWH que él les había dado ese don común de descansar con él y recordar su liberación de la esclavitud, todo en total rechazo a cualquier condición de esclavos. Ese descanso no violento, esa libertad de la esclavitud, ese pacto de relación, es la forma como Dios los santificó.
Para que supieran
Ezequiel añade en el versículo 20:20: «Les di mis días de reposo para que supieran que yo soy YHWH su Dios» (traducción mía). Ezequiel coloca la identidad del nombre de Dios con su don del sábado. Dios no solo da su día de reposo para significar que él santifica a las personas, sino también para significar que él es su Dios.
Por lo tanto, la señal del sábado lleva un mensaje no solo de Dios, sino acerca de Dios. A diferencia de las muchas deidades babilónicas que eran egoístas, orgullosas, hambrientas de poder, violentas y que se deleitaban en la guerra y la esclavitud, el verdadero Dios del sábado revela el carácter de alguien que crea el mundo y después entrega su creación a los dos seres humanos que él hizo a au propia imagen. Debían hacerse cargo del mundo para cuidarloo. Dios le da a su pueblo la libertad de actuar y pensar por sí mismos mientras le sirven.
El Dios Creador se revela como alguien que no exige trabajo absoluto ni se enseñorea de nosotros. Más bien, desea desinteresadamente más que cualquier otra cosa disfrutar de la comunión con nosotros para que podamos llegar a conocerlo más plenamente. Como un Dios que nunca necesita apaciguamiento, nos ofrece su regalo semanal de un descanso sabático con él para hacer posible la unidad de la comunión. Al hacerlo, nos hace santos.
Jean Sheldon, PhD, es profesora emérita y profesora adjunta de Antiguo Testamento en Pacific Union College. Este artículo es una versión abreviada de su capítulo que apareció en Remembering (Westlake Village, CA: Oak & Acorn Publishing, 2023), pp. 19-30.
Un día para sanar
Por Andrew Blosser
Fue a la sinagoga. Se asoció con otros adoradores. Participó en los cultos. Leyó las Escrituras y discutió sus significados ocultos con otras personas. Sí, Jesús era un judío fiel que hacía lo que los judíos fieles hacían en su santo día de reposo.
Pero hizo algo más, algo que debería arrojar una luz brillante sobre nuestro papel como observadores del sábado en la actualidad. Además de asistir, asociarse, participar, leer y analizar, Jesús dirigió su atención a los enfermos, lisiados o marginados de la sociedad debido a alguna dolencia física o mental. Después los sanó.
De los Evangelios, emerge un elemento inconfundible de la ética del sábado: el sábado, sea lo que sea, era un dia para la curación. Pero había un propósito más amplio para las acciones de Cristo. Realizó sus milagros de sanidad en ese día como provocaciones intencionales. Consideremos, por ejemplo, Lucas 6:6-10 (mi paráfrasis):
En otro sábado, había ido a la sinagoga y estaba enseñando. Había un hombre en la congregación cuyo brazo derecho estaba seco; y los intérpretes de la ley y los fariseos estaban
atentos para ver si Jesús lo curaría en sábado, para que pudieran encontrar una acusación contra él.
Pero él sabía lo que pensaban y le dijo al hombre del brazo seco: «Levántate y párate aquí». Así que se levantó y se quedó allí. Entonces Jesús dijo: «Les pregunto: ¿Está permitido hacer el bien o el mal en sábado, para salvar la vida o para destruirla?» Miró a todos y luego le dijo al hombre: «Extiende el brazo».
Así lo hizo y su brazo fue restaurado.
A Jesús no le fue pedido por nadie, ni siquiera por el hombre discapacitado, que realizara ese milagro en particular. Cristo lo buscó en ese momento y lugar porque quería hacer un punto, porque «sabía lo que había en sus mentes».
No es que Jesús fue «atrapado» sanando a alguien e inventó después una justificación de por qué era aceptable hacerlo. Como dice un escritor cristiano: Jesús «no tropieza con esos conflictos por accidente... Las curaciones se llevan a cabo por una cuestión de principios».1
Su actitud de confrontación acerca de la curación del sábado sirve para varios propósitos en los
Evangelios, como demostrar su autoridad sobre las instituciones religiosas o protegerse contra los rituales deshumanizantes. Me gustaría centrarme en los aspectos éticos y en lo que significa hacer de la curación una parte central de la observancia del sábado, tanto entonces como ahora.
Enfermedades vs. padecimientos
En nuestro mundo moderno, influenciado por el desarrollo de la medicina científica, hay un significado específico para la palabra «curación». Tendemos a pensar en ello como una forma de resolver problemas biológicos. Incluso cuando nos referimos a la «enfermedad mental» normalmente la reducimos a varios desequilibrios químicos, algunos de los cuales pueden ser reparados por medicamentos terapéuticos. Sin embargo esa actitud no siempre fue así, especialmente en el mundo antiguo.
Las enfermedades son disfunciones corporales que perjudican la salud física. Esas disfunciones pueden ser el resultado de patógenos o toxinas. La medicina moderna, por regla general, intenta curar las enfermedades.
Los padecimientos, por otro lado, son diferentes aunque están estrechamente relacionados. Un padecimiento es una condición social o política más amplia que a menudo puede dar lugar a una enfermedad. No se puede curar un padecimiento con un medicamento o un procedimiento quirúrgico. Solo se puede curar cambiando la posición social o las circunstancias personales de una persona.
Un ejemplo antiguo sería el fenómeno de la vergüenza social impuesta por algunas sociedades, como las que se encuentran en la Palestina del siglo primero. En una sociedad así, el padecimiento de la exclusión social podría ser la causa de muchas enfermedades, lo que daría lugar a una letanía cada vez mayor de padecimientos.
La historia más prominente en la que surge esa distinción podría ser la mujer con el trastorno menstrual mencionado en los Evangelios sinópticos (Mateo 9:20-22, Marcos 5:25-34, Lucas 8:43-48).
Sufría de dos problemas distintos. El primero era la enfermedad: el fenómeno corporal de la menstruación persistente. El segundo era el padecimiento: el estigma social alimentado en parte por la ley levítica, que la etiquetaba como constantemente impura y, por lo tanto, excluida del contacto o la interacción humana.
No se necesita mucha imaginación para darse cuenta de que esas dos dolencias probablemente se alimentaban mutuamente. El odio a sí misma, la ansiedad y el estrés corporal asociados con la enfermedad probablemente mantenían a la enfermedad en su lugar, y viceversa.
Es dentro de ese tipo de marco cultural que los chamanes, hechiceros y otros curanderos populares se involucran en un proceso simbólico de reestructuración social. Al «expulsar a un demonio» o tocar a una persona con una enfermedad de la piel, es posible que no crean un remedio biológico, pero cambian la posición social de la persona. En algunas sociedades antiguas, ese tipo de acción podía ser fundamental para ayudar a una persona en todos los niveles de su vida.
Parece que Jesús llevó a cabo acciones simbólicas que cambiaron efectivamente el estatus de varias personas que sufrían de padecimientos sociales. Su método de curación restauró su identidad. Al tocar físicamente a personas con enfermedades de la piel o mujeres con trastornos menstruales, estaba ejerciendo un poder para transformar su falta de autoestima impuesta socialmente.
La restauración de Jesús de la identidad de una persona y las circunstancias de la vida a través de la sanidad también es visible en su explicación de su milagro en Juan 7:21-24. En ese pasaje, Jesús da una respuesta como un abogado a aquellos que consideraban que sus curaciones quebrantaban el sábado:
Hice una acción, y todos ustedes están asombrados. Por esa razón, Moisés les ha dado la circuncisión (no es que sea de Moisés, sino de los padres), y aun en sábado circuncidan a un
hombre. Si un hombre recibe la circuncisión en un día de reposo para que la Ley de Moisés no sea quebrantada, ¿están enojados conmigo porque he sanado a todo un hombre en un día de reposo? No juzguen por las apariencias, sino juzguen con justo juicio.
La idea de que las curaciones de Jesús abordaban la existencia de una persona y las circunstancias sociales no implica que Jesús no curara también las enfermedades. Como se señaló anteriormente, las enfermedades y los padecimientos a menudo se refuerzan mutuamente, y cualquier intento de curar solo uno es probablemente equivocado y, más que probablemente, menos efectivo a largo plazo.
Además, el objetivo de este análisis es mostrar que Jesús no estaba involucrado en alguna forma de confusa psicoterapia cuando sanaba. Cuando Jesús curaba a una persona, no se detenía a decirle simbólicamente el equivalente social de «Ahora estás bien». No. Les dio la bienvenida a una comunidad de justicia, un nuevo entorno social que reorganizó su enfoque de la vida. Como hacedor de milagros para curar enfermedades, Jesús no hizo menos que los médicos y terapeutas modernos. Hizo más.
Establecer la agenda
Para los lectores de la Biblia que se identifican como seguidores de Cristo, creo que la práctica de Jesús debería establecer la agenda para la observancia contemporánea del sábado.
En muchas comunidades cristianas modernas, las discusiones sobre la ética del sábado giran en gran medida en torno a qué día es el día de reposo de Dios, cuáles son sus orígenes y qué tipo de actividades deben evitar los adoradores durante ese día.
El sábado a menudo ha sido enmarcado como una institución gobernada por Dios a la que le debemos nuestra lealtad. El problema con ese enfoque es que deja de lado la reflexión práctica sobre lo que los observadores del sábado podrían y deberían lograr para el mundo en ese día en particular.
La observancia del sábado por parte de Jesús indica que el día tiene un propósito principal: corregir circunstancias profundamente arraigadas que crean la enfermedad en primer lugar.
Por ejemplo, el cambio climático funciona como un padecimiento. Crea los síntomas de la pobreza, la desigualdad, la migración masiva, la reducción de la biodiversidad, entre otros. Los científicos que desean curar la enfermedad tienen una agenda principal: reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Si se pueden reducir las emisiones, los síntomas desaparecerán y la enfermedad se curará.
Pero es posible que ese enfoque no aborde completamente la enfermedad, que es una relación poco saludable entre los seres humanos y la tierra. Esa relación surge de una actitud en la que los seres humanos creen que es su responsabilidad manipular los recursos de la tierra con el propósito de avanzar económicamente. Debido a que nuestra sociedad funciona a través de la explotación de esos recursos, nos encontramos incapaces de superar los cimientos profundamente arraigados de la opresión ecológica.
En verdad, cada vez que compramos o vendemos, participamos en ese conjunto de circunstancias fun-
damentalmente erróneas.
El sábado también podría ser un tiempo para sanar ese padecimiento ecológico. Siguiendo el modelo de Jesús, los observadores del sábado podrían emplear intencionalmente el día como un dia para cambiar las actitudes destructivas de la explotación de la tierra. Eso podría suceder, en parte, simplemente a través del cese de la actividad humana. Al desconectarse de las compras compulsivas, de conducir en exceso y de consumir recursos de todo tipo, los observadores del sábado pueden ejercer una influencia sanadora en la Tierra.
Sin embargo, si las acciones de Jesús son nuestra guía, debemos de hacer más. También debemos crear rituales que se dirijan a la enfermedad de la explotación de la tierra. Por ejemplo, algunos practicantes del sábado asociados con el «Proyecto Sábado Verde» utilizan comidas comunitarias ecológicas (orgánicas a base de plantas) y otros eventos educativos para aumentar la consciencia para resaltar la relevancia del sábado en relación a nuestro padecimiento ambiental.
Incluso la acción política abierta, algo que muchos observadores del sábado ven como transgresor del sábado, puede desempeñar un papel clave en la curación de la tierra.
Trabajo sabático
Es importante darse cuenta de que esas actividades pueden parecer «trabajo», y los observadores tradicionales del sábado pueden resistirse a participar en ellas. Es por eso que es crucial que los pastores y maestros enfaticen que tales actividades están perfectamente en línea con el propio modelo de curación de Jesús, que a su vez fue criticado como «trabajo» por algunos tradicionalistas de su época. La pandemia de covid obviamente involucró una enfermedad. Pero, al mismo tiempo, su gravedad se debió en parte a un padecimiento social. Prueba de ello es que las tasas de infección y mortalidad eran mucho más altas entre las minorías y los pobres. El virus también ha funcionado bien como resul-
tado de una cultura social desconectada en la que la responsabilidad por el bienestar de los demás se ha dejado de lado en favor de la libertad personal sin restricciones. El sábado podría jugar un papel importante en la curación de ese padecimiento social dividido de «salvarme e ignorar a los demás».
De la misma manera, la epidemia de obesidad que enfrentan muchos estadounidenses podría abordarse en parte mediante la participación de comunidades que observan el sábado en actividades que promuevan la salud, como clases de cocina, eventos de alimentación saludable, programas de ejercicio e invitaciones a caminar, todo sin vergüenza ni coerción.
El estándar
En este mundo sobrecalentado, los observadores del sábado necesitan reclamar la noción del sábado como un día de curación. Como en todas las áreas de la ética cristiana, el ejemplo de Jesús debe proporcionar la norma. El hecho es que sus curaciones no eran simplemente curas mágicas para dolencias corporales. También provocaron la reestructuración de la injusta mentalidad social, señalando a los cristianos una forma diferente de ver las relaciones de humanos a humanos, muchas de las cuales se han visto empañadas por una actitud sádica hacia la creación de Dios.
Nosotros, los cristianos que amamos a Dios, leemos la Biblia y guardamos el sábado, tenemos el poder de ayudar a sanar mentes y cuerpos. ¿Qué mejor momento para trabajar en colaboración con el Gran Médico que en du santo día de curación?
Andrew Blosser es profesor adjunto de religión en el Carthage College y en la Loyola University Chicago. Este capítulo es un resumen del capítulo «The Sabbath Healings and Biblical Sabbath Ethics: An Interpretation» en el libro Remembering: It Matters How We Tell the Sabbath Story (Westlake Village, CA: Oak & Acorn, 2023), pp. 263-280.
1Sigve Tonstad, The Lost Meaning of the Seventh Day (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 2009), pp. 186-187.
Jesús escoge el sábado para sanar
Por John Brunt
chicle en sábado». Cuando le pregunté por qué, me respondió: «No lo sé. Creo que sería una buena regla». Mi esposa y yo siempre habíamos tratado de hacer del día de reposo un día positivo para nuestros hijos. Habíamos evitado conscientemente las reglas y los «no hacer» tanto como fuera posible. Pero de alguna manera, establecer reglas para el día de reposo parecía ser algo natural para nuestra hija.
En realidad, la mayoría de nosotros tenemos una inclinación hacia la creación de reglas. Con frecuencia
del mejor de los motivos: el deseo de obedecer fielmente la voluntad de Dios y preservar la santidad del sábado. Pero, por desgracia, ese deseo también puede conducir a resultados devastadores. Puede fomentar el establecimiento de más y más reglas para la observancia del sábado, el mismo tipo de acumulación de reglas a las que Jesús dijo «no» en sus milagros de curación en sábado. Hay que recordar que los fariseos también comenzaron con los mejores motivos, pero su deseo de preservar la santidad del día de
¿Cómo podemos evitar los peligros tanto del legalis mo como del descuido? ¿Qué clase de ayuda para la observancia real del sábado nos presenta Jesús en esos milagros?
Cuando vemos la actividad sanadora en sábado de Jesús en el contexto de la observancia judía del sábado en sus días, surgen dos actitudes o mentalidades muy diferentes hacia el sábado. A falta de mejores etiquetas, las llamaremos la «mentalidad de reglas» y la «mentalidad relacional».
sábado se pierde y la responsabilidad ética se embota a medida que las reglas adquieren más y más importancia. En última instancia, disminuyen la importancia y el valor de las personas. Pero lo peor de todo es que se olvida el significado positivo del sábado.
Afortunadamente, Jesús no solo dice «no» al uso de reglas, sino que también nos señala un camino mejor. En la mentalidad relacional a la que él señala, la esencia del sábado no son las reglas. Más bien, Jesús se pone a sí mismo en el centro. El sábado es un día
en el que su actividad se manifiesta. Ahora la pregunta no es: «¿He guardado todas las reglas?», sino «¿he entrado en comunión con Cristo para que su presencia se experimente en mi vida, sanándome, abriendo mis ojos y completándome?» El enfoque es positivo en lugar de ser negativo.
Pero la mentalidad relacional incluye más que nuestra relación con Dios. Jesús también señala las relaciones humanas, porque podemos experimentar nuestra relación con Cristo en comunión con los demás. La participación con los demás, ayudándoles a experimentar la curación y la salvación de Cristo, también constituye la verdadera observancia del sábado. El día de reposo no es solo mi tiempo para recibir la sanidad que Cristo ofrece. También es un momento en el que me convierto en su agente para sanar a los demás. En esa mentalidad relacional, la adoración y la comunión del día de reposo en realidad ayudan a desarrollar una relación con Cristo, y en esa relación el creyente encuentra vida. Como Juan registra en la conversación que sigue a la curación del hombre en el estanque, Jesús dice que el que tiene al Hijo tiene vida eterna. El día de reposo trae vida solo cuando el enfoque está en Jesús y en su actividad sanadora y salvadora, en lugar de en las reglas.
Pero alguien dirá: «Espera un minuto. ¿Significa eso que no tenemos reglas? ¿Realmente podemos desecharlas y aún así preservar la santidad del sábado? ¿No abre eso la compuerta para que cualquiera pueda hacer lo que le dé la gana en sábado y para que cada uno haga lo que es correcto a sus propios ojos? ¿No hay respuestas? Y si no las hay, ¿no llegamos automáticamente a descuidar el guardarlo?»
Bien entendida, la mentalidad relacional nos
hace ser más cuidadosos en nuestra observancia del sábado. Ciertamente no significa descuido y falta de preocupación por nuestras actividades. Pero toda actividad es vista como un medio, nunca como un fin en sí misma.
Al desafiar deliberadamente la mentalidad de las reglas del sábado en sus días y al conectar deliberadamente el día de reposo con su actividad de curación y salvación, Jesús nos guía a una nueva comprensión del día de reposo. Ya no es un día de reglas; es un día para sanar. Ya no nos comportamos de cierta manera en el día de reposo porque las reglas lo exigen. Hacemos lo que hacemos en sábado debido a lo que significa el día de reposo en términos de nuestra relación con el Señor, quien nos provee sanidad y vida.
¿Significa eso que no tenemos directrices específicas? Por supuesto que no. Ciertas acciones difícilmente podrían contribuir a una experiencia del sábado que esté de acuerdo con su significado. Tanto las Escrituras como los escritos de Ellen White señalan algunos de esos detalles. Pero el resultado final de lo que constituye la observancia del sábado nunca será una especie de lista de verificación. En cambio, siempre será la pregunta positiva: «¿Ha contribuido este día a la comunión especial con Cristo que provee curación y vida?»
El hecho de que esa pregunta sea el resultado final excluye la posibilidad de una lista definida de actividades apropiadas o inapropiadas para la observancia del sábado, ya que las actividades siempre son relativas a una relación. Así como difieren los tipos de actividades que realzan la relación especial que tengo con cada miembro de mi familia, así también difiere la relación especial entre Dios y cada uno de sus hijos.
La pregunta no es: «¿He guardado todas las reglas?», sino «¿he entrado en comunión con Cristo para que su presencia se experimente en mi vida, sanándome, abriendo mis ojos y completándome?» El enfoque es positivo en lugar de ser negativo.
Las cuestiones de personalidad, antecedentes y cultura condicionan esa relación. Por lo tanto, es necesario un alto grado de libertad para que no intente imponer las actividades que mejoran mi tiempo especial con mi Padre Celestial a sus otros hijos, para quienes la misma actividad podría tener un valor, efecto y significado completamente diferentes. La libertad es inherente a la mentalidad relacional hacia el sábado. Esa libertad, por supuesto, es precisamente lo que los rabinos no permitían y lo que Jesús exigió cuando desafió su mentalidad orientada a las reglas.
Por lo tanto, aunque los milagros en el día de reposo de Jesús no nos proporcionan la lista definida de las actividades apropiadas para el día de reposo ni las respuestas a todas nuestras preguntas sobre la observancia del sábado, sí nos muestran la mentalidad adecuada que nos llevará a la verdadera observancia del sábado.
Así como mi relación con mis hijos me hace considerar sus cumpleaños como algo especial y hacer planes para ellos, así también mi relación con Cristo me hace ver el significado especial de su día de reposo. Reconozco que la comunión con él provee curación, vida y plenitud. Reconozco que se me ha dado el privilegio de entrar en esa hermandad. Reconozco que Jesús conectó deliberadamente el día de reposo con su obra de dar vida.
Por lo tanto, veo una nueva dimensión en el sábado. Dios no solo ha ordenado que lo guarde como un memorial de la Creación, sino que también me ha invitado a guardarlo como una oportunidad para tener comunión con el Hijo de Dios. Ahora Jesús está en el centro del sábado. Es por eso que lo espero con ansias y lo planifico cuidadosamente. Quiero que todas mis acciones armonicen con su significado y contribuyan a su celebración.
Así que, como se puede ver, la mentalidad relacional demuestra ser un antídoto tanto para el legalismo como para el descuido secular. Pero nótese que varias veces hemos hablado de planificación. No es suficiente entender lo que se supone que significa el sábado en nuestra vida, porque incluso entonces la
experiencia del sábado no es automática. No podemos simplemente llegar al viernes por la noche y después, de alguna manera, esperar que suceda. Somos personas ocupadas, acostumbradas a horarios apretados, y no nos es fácil «descansar» (al menos descansar sin tener que desmayarnos). Por lo tanto, todos hemos experimentado momentos de aburrimiento en las largas tardes de sábado, cuando nos cansamos de leer, no sabemos qué hacer y deseamos que se ponga el sol.
La clave para evitar que los sábados sean aburridos es necesaria una planificación cuidadosa dentro del contexto de una comprensión relacional del significado del sábado. Tal planificación de ninguna manera le resta valor al significado del sábado. Los nuestros momentos más importantes con las personas son los momentos que planificamos con más cuidado. Eso no solo es cierto para los cumpleaños, sino que también se aplica para las fechas especiales, los aniversarios y todo tipo de ocasiones importantes. ¿No debería aplicarse también a nuestra cita semanal especial con nuestro Salvador? Pero el centro de atención en esa planificación no es simplemente lo que vamos a hacer. Es la forma como nuestras acciones contribuirán a esa relación.
La mejor noticia de todas es que a medida que evitamos los peligros del legalismo y el descuido y encontramos las horas del día de reposo llenas de comunión positiva, los milagros de sanidad en el día de reposo suceden de nuevo. No son meramente eventos históricos, porque al tener comunión con Jesús, descubrimos que el sábado no es solo un día para sanar, sino también nuestro día para sanar. Y nos regocijamos cuando la curación y la salvación de Jesús se cumplen en nosotros.
John Brunt fue pastor de Azure Hills Seventh-day Adventist Church en Grand Terrace, California. Se graduó de La Sierra University y Andrews University, tiene un Ph.D. en estudios del Nuevo Testamento de Emory University. Este artículo se tomó de su libro Un día para sanar (Westlake Village, CA: Oak & Acorn Publishing, 2025), pp. 87-98.
Eternidad en el tiempo
Experimentar el sábado como tiempo santo es también experimentar la eternidad
Por Fritz Guy
No sabemos exactamente cuándo ni dónde sucedió y no sabemos los nombres de las personas que estaban allí; pero sí sabemos que sucedió en un día de reposo y que involucró a Jesús y a algunos de sus discípulos, y también a algunos de sus críticos.
También sabemos que lo que sucedió fue importante para los primeros cristianos y que recordaban la historia, porque está incluida en los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas. Este es el relato de Mark sobre el incidente:
«Un sábado, Jesús iba por los campos de trigo, y mientras sus discípulos caminaban, comenzaron a recoger algunas espigas. Los fariseos le dijeron: “Mira, ¿por qué hacen lo que está prohibido hacer en sábado?”» (Marcos 2:23, 24). Evidentemente suponían que los discípulos estaban cosechando, una de las 39 clases de actividades prohibidas en el sábado.
«Él respondió: “¿Nunca han leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros tuvieron hambre y necesidad? En los días del sumo sacerdote Abiatar, entró en la casa de Dios y comió el pan consagrado, que solo es lícito comer a los sacerdotes. Y también dio algo a sus compañeros.”
«Entonces les dijo: “El día de reposo fue hecho para el hombre, no el hombre para el día de reposo. Así que el Hijo del Hombre es Señor del sábado”» (Marcos 2:25-28). Es decir, «el sábado nació por el bien de la humanidad, no la humanidad para el sábado». Eso nos recuerda la historia de la Creación, que termina con Dios acabando su obra, descansando y santificando el séptimo día.
La historia de la Creación es la historia de la esencia de las cosas, de la verdadera naturaleza del mundo y de la humanidad, antes de que las desastrosas consecuencias del pecado lo distorsionaran todo. Parte de esa «esencia de las cosas» es el sábado. Llegó a existir, dijo Jesús, por el bien de la humanidad. Ser humano es, entre otras cosas, tener el sábado como día de reposo. Y tener el día de reposo y experimentarlo verdaderamente es ser verdaderamente humano.
¿Qué es el sábado?
Lo que sea que queramos decir sobre el sábado, lo primero y más obvio es que es un día, un período de tiempo. No es un lugar u objeto santo, sino un tiempo santo. No necesitas estar en ningún lugar en particular para experimentar el sábado.
La segunda cosa que hay que decir acerca del sábado es que es un tiempo especial, un tiempo santo. Tiempo que de alguna manera está especialmente relacionado con Dios. Es tiempo destinado a ayudarnos a relacionarnos con Dios.
Por lo general, no nos sentimos bien con el tiempo. O tenemos demasiado (de modo que nos aburrimos), o muy poco (de modo que estamos frenéticos).
El tiempo es una forma como experimentamos las consecuencias del pecado: sentimos que se nos acaba y sentimos que nos acabamos a nosotros mismos. Sabemos que tenemos una «fecha límite» definitiva. El tiempo es a menudo una experiencia de nuestra difícil situación humana, de fragmentación y frustración.
Pero el tiempo santo es significativamente diferente, porque nos permite experimentar no la fragmentación, sino la totalidad. El día de reposo es una oportunidad para apañar nuestro tiempo (y por lo tanto, a nosotros mismos).
El sábado es una oportunidad para entrar en contacto con el pasado: nuestro pasado, en el que nos hemos convertido en lo que somos; el pasado de nuestra familia genealógica y espiritual; el pasado de la revelación de Dios de sí mismo en Jesús; el pasado de la obra creadora de Dios; y el pasado definitivo del amor de Dios, la razón de todo lo que es.
El sábado es también una oportunidad para entrar en contacto con el futuro: nuestro propio futuro de posibilidades y sueños; el futuro de nuestros hijos biológicos y espirituales; el futuro de la venida de Dios de nuevo en la persona de Jesús; el futuro de la recreación del mundo; y el futuro definitivo del amor de Dios, la meta de todo lo que es.
Y el día de reposo es una oportunidad para expandir el presente para que incluya el pasado y el futuro. Es una oportunidad para experimentar de
manera preliminar la totalidad de la eternidad ahora mismo.
La eternidad es simplemente el tiempo como un todo, incluyendo todo nuestro pasado y todo el pasado de Dios, y todo nuestro futuro y todo el futuro de Dios. Debido a que el día de reposo puede ponernos en contacto con todo eso, puede ser una experiencia de eternidad en el tiempo. Y debido a que el pasado supremo es el amor de Dios y el futuro supremo es el amor de Dios, una experiencia sabática de la eternidad está destinada a ser, más que cualquier otra cosa, una experiencia del amor de Dios.
La tercera cosa que hay que decir sobre el sábado es que es un tiempo particular: su «séptimo día» no es negociable, porque eso es parte de lo que es el sábado. El sábado simplemente es cuando es. En ese sentido, es algo así como un cumpleaños; puedes ignorar un cumpleaños o fingir que es otro día, pero en realidad permanece cuando es, según los hechos históricos.
La idea de un día de reposo en el séptimo día proviene únicamente de la comprensión de la revelación de Dios de su actividad y de su voluntad. Por lo tanto, se basa generalmente en la autoridad religiosa de los documentos bíblicos. Y se basa especialmente en la autoridad del ejemplo de Jesús.
Así que ese es el sábado: una experiencia del séptimo día como tiempo santo, que también es una experiencia de la eternidad.
¿Qué significa el sábado?
Cada día de reposo viene como un regalo… a pesar de que no estamos realmente preparados, el regalo del día de reposo llega de todos modos, porque Dios nos ama de todos modos.
El sábado también se basa en hechos, en cosas que sucedieron: Dios descansó en el séptimo día (Génesis 2:2, 3); el cuarto mandamiento identifica explícitamente el sábado con el séptimo día (Éxodo 20:10; Deuteronomio 5:14); y Jesús aclaró y modeló el significado del sábado (Marcos 2:27; Lucas 4:16; y en otros lugares a lo largo de los Evangelios).
Y, sin embargo, ese «séptimo día» del sábado es en cierto modo «arbitrario», porque podría haber sido diferente. No hay ninguna razón astronómica para que la semana sea de siete días. Y el día en sí no es diferente de otros días. Sus horarios son los mismos y su clima también.
Además, no hay manera de que el séptimo día sábado pueda ser determinado sobre la base de algún principio moral o teológico general. En ese sentido, el cuarto mandamiento es diferente de los otros nueve.
El significado del sábado es la verdad de que Dios es amor, amor creativo, perdonador, redentor y transformador. La experiencia del sábado significa que el amor de Dios es el centro de nuestra existencia. Es un reconocimiento de Dios como Creador, la fuente máxima de todo lo que tenemos y somos. Ninguna persona se hace a sí misma, por mucho que se esfuerce para lograrlo. El día de reposo también nos recuerda que el significado de nuestra vida no depende del éxito de nuestro trabajo. Nuestro trabajo es importante, por supuesto, y también lo es tener éxito. Pero ninguno de ellos es supremamente importante. El día de reposo nos ayuda a evitar confundir lo que es bueno con lo que es definitivo. El significado de nuestra vida no depende de lo que logramos, sino por el hecho de que somos amados y aceptados, perdonados y redimidos por Dios mismo. Y el día de reposo significa descanso en Cristo. «Vengan a mí», dijo, «todos los que estan cansados y agobiados, y yo los haré descansar» (Mateo 11:28). Y sabemos, especialmente en el día de reposo, que hemos encontrado ese descanso.
Cada día de reposo viene como un regalo. No es una recompensa por seis días de duro trabajo ni por una diligente preparación el viernes por la tarde. Ninguna persona que sea espiritualmente percep-
tiva supone que está verdaderamente lista para ese tiempo santo. Sin embargo, a pesar de que no estamos realmente preparados, el regalo del día de reposo llega de todos modos, porque Dios nos ama de todos modos. El «don» de cada experiencia sabática es una experiencia de descansar en Cristo de todos nuestros esfuerzos por ser lo suficientemente buenos para que Dios nos salve.
De modo que el día de reposo es un símbolo apropiado del don de la vida eterna. ¿Cómo podría alguien estar preparado para la presencia de un Dios santo? Por supuesto, al igual que con el día de reposo, queremos prepararnos lo mejor que podamos, pero nos alegramos de que la vida eterna sea un regalo, no una recompensa.
Aquí hay otra manera en que el día de reposo puede ser para nosotros una experiencia de la eternidad en el tiempo. La experiencia del sábado es una consciencia de la presencia de Dios, una experiencia de Emanuel, «Dios está con nosotros». Y aquí vemos por qué la experiencia cristiana del sábado no es simplemente la continuación de una antigua costumbre hebrea. Jesús lo transforma todo, incluso la experiencia del sábado.
¿Qué hace el sábado?
¿Qué hace el sábado? Podemos dar dos respuestas.
Primero, proporciona un «descanso» periódico, una liberación de la rutina diaria y un ritmo para nuestras vidas, un tiempo de regeneración y restauración. El sábado también tiene la intención de ser un tiempo de liberación psicológica de la presión y la prisa, de la frustración y la preocupación. Es, como dice el himno, «el deleite de mi alma cansada» y, como dice el rabino Abraham J. Heschel, «una oportunidad para reparar nuestra andrajosa vida».
En segundo lugar, el día de reposo proporciona tiempo para la adoración. Detiene las actividades cotidianas tanto como sea posible para que podamos concentrarnos en nuestra relación con Dios. Nos da tiempo para reafirmar nuestro compromiso con
nuestros valores supremos y tratar de comprender sus implicaciones para nuestra vida.
Dios y nuestros valores básicos nunca están ausentes de nuestra vida o consciencia, pero la mayor parte de la semana otras cosas exigen nuestra atención principal. El día de reposo nos da tiempo para dirigir nuestra atención a las realidades eternas.
Es algo así como estar enamorado. Cuando estás en el trabajo, tiendes a pensar principalmente en tu trabajo, aunque la persona que amas nunca está completamente ausente de tu consciente. Pero necesitas y quieres ocasiones en las que tu atención se centre principalmente en la persona que amas. El tiempo para el culto es para la vida religiosa lo que el tiempo para la intimidad es para el amor.
El hecho de que el día de reposo sea un día de descanso para proporcionar tiempo para la adoración explica por qué prestamos cierta atención al tipo de cosas que hacemos. El sábado es un día para disfrutarlo profundamente, no para desperdiciarlo. Es un momento para ser feliz pero no es algo frívolo. Cualquier cosa que estimule nuestra consciencia de Dios nos ayuda a tener una experiencia genuina del sábado.
Shalom
Una de las palabras más grandes en cualquier idioma es la palabra hebrea shalom. Significa «paz», pero significa más que la ausencia de hostilidad. También significa profunda felicidad y alegría, satisfacción y realización. Significa la experiencia suprema de la humanidad que Dios nos da. Sin embargo, no es el resultado del ingenio y el trabajo duro; es un don de la gracia. Shalom es prometido en la vida eterna que está por venir. Puede comenzar en la experiencia del sábado ahora mismo. Shalom es lo que el sábado es, significa y hace por nosotros.
Fritz Guy fue pastor y maestro por mucho tiempo en el sur de California y, por tres años, fue presidente de La Sierra University como su primer presidente. Pasó al descanso en julio de 2023.
¿Qué es un día?
Por Mila León
En nuestra sociedad moderna y acelerada, donde el tiempo es dinero y cada segundo cuenta, es fácil olvidar el simple valor de un día.
Las empresas operan las 24 horas del día, los 7 días de la semana, la autoestima a menudo se reduce al patrimonio neto y la felicidad se vende en forma de pequeñas píldoras. Para muchas personas, incluso la adoración es ahora más un tema académico que una experiencia vivida. En un mundo así, el concepto del descanso sabático, un día apartado del trabajo y de las preocupaciones mundanas, se siente lejano, incluso extraño.
La vida moderna es una avalancha constante de elecciones, decisiones y tareas, cada una más compleja y abstracta que la anterior. Las partes más comunes y más trascendentales de nuestras vidas se igualan con recordatorios del calendario. Muchas culturas y tradiciones que antes nos guiaban en lalabor de vivir ahora son materia de nostalgia. Mientras tanto, las redes sociales pueden distorsionar nuestras identidades en versiones de dibujos animados, a menudo deprimidos y a solas.
Pero, ¿qué es realmente un día? ¿Y qué sucede cuando intencionalmente
dejamos de esforzarnos constantemente por tener o lograr más y simplemente hacemos una pausa? ¿Por qué debemos tomar un tiempo para descansar, cuando el tiempo perdido parece significar dinero perdido? ¿Qué podría ofrecernos física, mental y espiritualmente ese tipo de pausa? ¿Por qué deberíamos molestarnos con ello, y por qué Dios se molestría por ello? Ese es el tipo de preguntas que exploraremos aquí a medida que veamos más de cerca el concepto del sábado, una tradición establecida al comienzo de la Creación, mantenida durante más de 6.000 años por la fe judía y, sin embargo, casi olvidada en el mundo moderno. ¿Hay alguna manera de recuperar la belleza original del sábado? Y lo que es más importante, ¿sigue teniendo relevancia en nuestra vida hoy en día?
Para muchas personas, la idea del sábado está estrechamente ligada al legalismo, es decir, a la
observancia rígida de reglas y regulaciones. Los cristianos modernos, especialmente, a menudo rechazan la noción de que un día puede ser más santo que otro. Dedicar un día entero a Dios parece innecesario en una cultura que considera que asistir a un servicio dominical por la mañana es más que suficiente. En un mundo donde dominan el trabajo y el éxito financiero, el sábado es visto con frecuencia como un obstáculo en lugar de un regalo. Si una mañana entera en la iglesia se ve como una obligación, entonces, ¿cómo podemos justificar reservar aún más tiempo cuando hay tanto más que hacer, que ver o ganar?
Tres objeciones principales al sábado surgen frecuentemente en nuestra sociedad contemporánea. La primera es la cantidad de tiempo involucrado: 24 horas completas. En una era en la que nuestro entretenimiento e información vienen
en trozos del tamaño de un bocado (programas de televisión de 22 minutos, actualizaciones de noticias de 5 minutos), un día entero de descanso parece algo excesivo, si no absurdo. ¿Qué pasa si algo importante sucede durante ese tiempo? ¿Qué pasa si un jefe o colega necesita comunicarse con nosotros? ¿Qué pasa si los acuerdos se desmoronan o se pierden las ventas? En un mundo que valora la productividad por encima de todo, reservar un día para descansar parece casi imprudente.
La segunda objeción es el aburrimiento. ¿Qué diantres se supone que debemos hacer durante todo un día sin trabajo, televisión, Facebook, TikTok o ir de compras? Incluso si asistimos a los servicios de iglesia durante unas horas en la mañana, ¿qué viene después? Nuestra cultura nos ha entrenado a esperar estímulos constantes: el ruido de fondo de la televisión, la música en el automóvil, los niños pegados a sus teléfonos inteligentes. Anhelamos
el entretenimiento desde el momento en que nos despertamos hasta el momento en que nos dormimos. La idea de pasar 24 horas completas sin esas distracciones no solo es desalentadora, sino francamente aterradora para algunos.
La tercera cuestión es la de la autoridad. Muchos de nosotros tenemos una resistencia natural a que nos digan qué hacer, y esa resistencia solo aumenta cuando se trata de nuestro tiempo libre. Durante la semana laboral, seguimos las instrucciones de los jefes y satisfacemos las demandas de la vida diaria. El gobierno establece las regulaciones que tenemos que seguir, incluso en la carretera, nos adherimos a los límites de velocidad y a las leyes de tránsito. Después de una semana de obligaciones, lo último que queremos hacer en nuestro fin de semana es seguir otro conjunto de reglas. La idea de observar un día de descanso, dictado por la tradición religiosa o incluso por Dios, se siente como otra capa de
El sábado no tiene que ver con reglas rígidas o restricciones sin sentido. Tiene que ver con descansar, un descanso real y refrescante para el alma.
autoridad a la que no estamos interesados en someternos.
Lo cierto es que las mejoras en la tecnología han hecho que lo que sucede en el mundo físico sea menos preocupante; por ejemplo, después de COVID-19, muchas personas ya no necesitan estar ubicadas en el mismo lugar para trabajar juntas de manera efectiva . Las ideas sobre qué valorar, nuestra identidad, vestimenta, comportamiento, cómo debemos relajarnos, están todas influenciadas y moldeadas por la tecnología que tenemos disponible. La vida moderna y la tecnología han facilitado la vida de muchas formas materiales, pero este entorno de alta tecnología no es necesariamente útil para nuestra salud mental. También tenemos que hacer esto sin (para muchos de nosotros) ningún conocimiento sobre el funcionamiento interno de los dispositivos en los que confiamos. Es aquí donde dedicar un día a la semana al descanso es fundamental. El sábado ofrece ese sociego que tanto nuestro cuerpo como nuestro espíritu necesitan.
No es cuestión tampoco de simplemente recargar nuesteras pilas. En cierto modo tiene que ver con una especie de renacimiento. Es invuirnos de una capa de protección que va más allá del centro de nuestro ser.
A primera vista, el sábado parece completamente fuera de contacto con la vida moderna. Se siente como una reliquia obsoleta, al igual que los carruajes tirados por caballos o los corsés: encantadores a la vista en los libros de historia, pero poco prácticos e irrelevantes en la actualidad. Es demasiado fácil racionalizar el descartar el día de reposo como algo que simplemente no encaja en nuestra ocupada vida. Pero, al hacerlo, ¿nos estamos perdiendo algo importante?
Cuando hacemos una pausa para echar un vistazo más cercano y tranquilo al sábado, el panorama comienza a cambiar. El día que Dios apartó como santo se transforma de una carga
arcaica en algo mucho más hermoso, algo deseable. Sí, el sábado es antiguo. Fue instituido hace más de 6.000 años, en los albores de la creación. Y, sin embargo, su importancia se extiende mucho más allá del tiempo. Isaías 66:23 nos dice que el día de reposo continuará hasta la eternidad, en el cielo. Si eso es cierto, y si Dios mismo estableció el sábado, entonces seguramente debe tener alguna sabiduría profunda y valor duradero.
Entonces, ¿qué sucede cuando comenzamos a vislumbrar ese valor? Comenzamos a ver que nuestro concepto moderno y apresurado del sábado ha perdido su verdadera esencia. El sábado no tiene que ver con reglas rígidas o restricciones sin sentido. Tiene que ver con descansar, un descanso real y refrescante para el alma. Se trata de alejarse del ritmo frenético del mundo y reconectarse con algo más profundo, algo eterno. Es un regalo, no una carga.
En nuestro mundo de ininterrumpida actividad, el sábado nos ofrece la oportunidad de respirar, reflexionar y recargar energías. Físicamente, proporciona un descanso muy necesario para nuestro cuerpo, sobrecargado de trabajo. Mentalmente nos da el espacio para reducir la velocidad y silenciar el ruido constante de la vida moderna. Y espiritualmente, nos permite reconectarnos con Dios de una manera significativa, lejos de las distracciones que tan a menudo nos alejan de éll.
Tal vez el sábado, lejos de ser irrelevante, es exactamente lo que necesitamos en el mundo del siglo XXI. No se trata solo de tomarnos un tiempo libre del trabajo, se trata de tomarnos un tiempo para nosotros mismos, para nuestras relaciones interpersonales y para nuestra relación con Dios. Cuando comenzamos a ver el día de reposo por lo que realmente es, podemos descubrir que no es un inconveniente, es una bendición.
Mila León es una escritora independiente de Tucson, Arizona.
«Que nadie los juzgue»
A«sí que nadie los juzgue por lo que comen, beben o con respecto a días de fiesta religiosa, de luna nueva o de sábado. Todo eso es una sombra de las cosas que están por venir; la realidad se halla en Cristo». Esas palabras del apóstol Pablo en Colosenses 2:16-17 han estado en el centro de un debate de larga data. ¿Abolió Pablo el sábado? ¿Se ha perdido el cuarto mandamiento en la obsolescencia con la venida de Cristo?
Consideremos ese pasaje no con temor o desconfianza, sino con certeza de que las Escrituras
interpretarán las Escrituras, y que el Dios que creó el sábado todavía habla a través de su Palabra. Viajemos a través de la historia, la teología y las palabras inspiradas de Pablo para comprender lo que realmente fue clavado en la cruz y lo que permanece clavado en nuestros corazones.
Antes del pecado, antes de las ceremonias, antes de los sacrificios, estaba el sábado. Génesis 2:2–3 declara que Dios mismo descansó en el séptimo día, lo bendijo y lo santificó. El sábado no era un remedio para el pecado, sino una celebración de la creación.
Jesús afirmó esa intención original cuando dijo:
Pablo y la eternidad del sábado
Por Alberto Valenzuela
«El día de reposo fue hecho para el hombre, y no el hombre para el día de reposo» (Marcos 2:27). Eso no era simplemente una ordenanza cultural para los judíos, sino un regalo universal para toda la humanidad. Ellen White se hace eco de eso al decir: «El día de reposo fue confiado a Adán, el padre y representante de toda la familia humana» (Patriarcas y Profetas, p. 48). Así que, desde el principio, el día de reposo es una ordenanza de la creación, no una sombra ceremonial. El sábado nos lleva de vuelta al Creador, recordándonos que no nos hicimos a nosotros mismos y que la vida es un don divino.
Cuando el pecado entró al mundo el sábado adquirió un significado adicional. Ya no era sólo un memorial de la creación; se convirtió en una señal de redención y santificación. Éxodo 31:13 dice: «Ciertamente guardarán mis días de reposo... para que sepan que yo soy el Señor que los santifico». De esa manera, el sábado sirvió como símbolo del poder de Dios no solo para crear, sino también para recrear, para restaurar a la humanidad pecadora. En el servicio del santuario, ese mensaje fue reforzado: así como Dios una vez había moldeado la tierra a partir del caos, así también él podía remodelar nuestras vidas
de las ruinas del pecado. Ellen White añade aquí un impactante punto de vista: «El poder que creó todas las cosas es el poder que recrea el alma a su propia semejanza. Para los que santifican el día de reposo, es señal de santificación» (Testimonios para la Iglesia, vol. 6, p. 351).
Ahora pasemos al núcleo de nuestra pregunta: ¿Qué quiso decir Pablo en Colosenses 2:14-17? Pablo no está hablando en el vacío. Se está enfrentando a una herejía real: una extraña mezcla de rituales judíos, filosofía agnóstica, adoración de ángeles y rígido ascetismo (Colosenses 2:8, 18-23).
Algunos maestros de Colosas estaban haciendo un mal uso de elementos del sistema judío, incluidos los sábados, las lunas nuevas y las leyes alimentarias, no para glorificar a Cristo, sino para atar a los creyentes a una religión sombría y legalista. Estos «sábados» (en plural) a menudo incluían sábados ceremoniales vinculados a festivales judíos (ver Levítico 23), no el sábado semanal del séptimo día. Pablo no está tratando de clasificar todos los elementos de la adoración del santuario como sombras. Los Diez Mandamientos eran un código moral, la adaptación de la voluntad de Dios como guía moral de la familia humana. Nunca tuvo la intención de ser un código de sombras temporales.
Por lo tanto, los «sábados» en Colosenses 2 no se refieren al sábado semanal consagrado en el Decálogo, sino a los días de descanso ceremonial asociados con las fiestas de Israel, días que prefiguraron la obra de Cristo y han encontrado su cumplimiento en él.
Pablo dice en Colosenses 2:14 que Cristo ha «borrado la escritura de los requisitos que estaba contra nosotros... habiéndola clavado en la cruz» (traducción literal). ¿Qué significa eso? La «escritura de requisitos» se refiere a la ley ceremonial, las ordenanzas detalladas escritas por Moisés en un libro, colocadas junto al arca (Deuteronomio 31:26). En contraste, los Diez Mandamientos, incluyendo el sábado, fueron escritos por el dedo de Dios en piedra y colocados dentro del arca (Éxodo 31:18;
Deuteronomio 10:5).
Cristo no abolió la ley moral. De hecho, él afirmó: «No piensen que he venido para abrogar la ley o los profetas», dijo. «No he venido para abrogar, sino para cumplir» (Mateo 5:17). La ley moral continúa, no como un medio de salvación, sino como una guía para una vida santa, escrita no solo en piedra, sino en los corazones a través del Espíritu Santo (Hebreos 8:10). El sábado no es simplemente una reliquia antigua, sigue siendo una señal divina. Ezequiel 20:20 declara: «Santifiquen mis días de reposo, y serán una señal entre mí y ustedes, para que sepan que yo soy el Señor su Dios». Isaías 66:22-23 habla de un tiempo en el que «de un día de reposo [sábado] a otro, toda carne vendrá a adorar delante de mí». Esa es una profecía de la nueva tierra, que muestra que la observancia del sábado continuará incluso en la eternidad. Eso no es legalismo. Eso es estar en una relación. El sábado no es una carga, es un don de comunión. Como Ellen White escribió bellamente: «El día de reposo es una señal de poder creativo y redentor» (La educación, p. 250). Une el Edén pasado, el Calvario presente y el Cielo futuro.
«Que nadie los juzgue», escribe Pablo, no porque esas cosas no valgan nada, sino porque su mal uso conduce a la esclavitud, no a la libertad. La herejía de los colosenses distorsionó el sistema del santuario de Dios y reemplazó la centralidad de Cristo con formas vacías. El punto de Pablo no es abolir el sábado, sino volver a enfocar a los creyentes en lo importante: Cristo mismo. «Lo importante es de Cristo». Cuando descansamos en el día de reposo, descansamos en Cristo, no porque estemos ganando la salvación, sino porque confiamos en el Dios que la provee.
El último libro de la Biblia nos lleva al círculo completo. Apocalipsis 14:12 identifica al pueblo remanente de Dios como «los que guardan los mandamientos de Dios y tienen la fe de Jesús». Apocalipsis 11:19 revela el arca del pacto en el templo celestial, que todavía contiene los Diez Mandamientos, que incluyen el sábado.
En el conflicto final, la adoración es
central (Apocalipsis 13-14). Y el sábado, la señal del Creador, está en el corazón de la verdadera adoración. Honrar el día de reposo es reconocer la autoridad de Dios, su gracia y su legítimo derecho a nuestra lealtad.
El sábado no se abolió, se afirma, se enriquece y se cumple en Cristo. Sigue siendo una señal de creación, salvación y santificación. Nos invita a descansar, no solo físicamente, sino espiritualmente. En un mundo de constante algarabía, estrés y productividad, el sábado nos dice: «Detente. Descansa. Recuerda». No se trata de reglas; se trata de una relación. De una relación personal con el Señor de la creación, con el Señor del sábado.
Así que nadie te juzgue por rechazar las vacías sombras ceremoniales. Pero que todos te vean honrando gozosamente al Señor del día de reposo, Jesucristo, quien dijo: «Vengan a mí... y yo los haré descansar» (Mateo 11:28). Honremos el día de reposo no como una sombra, sino como una luz que brilla desde el Edén hasta la eternidad.
Alberto Valenzuela es director asociado de comunicación y relaciones comunitarias y editor del Recorder
El canto del día de reposo
Incrustadas en el día de reposo hay nuevas percepciones sobre lo que estamos destinados a ser y lo que podemos llegar a ser
Por Kendra Haloviak
Alo largo de los siglos, la gente ha estado cantando el canto de Dios en una tierra extraña. En la tradición de Israel, el canto de Dios era, en palabras de Walter Brueggemann, tanto un canto de dolor como un canto de esperanza.1 Era un canto que reconocía dolorosas realidades presentes. Y era un canto de esperanza que celebraba un futuro alternativo.
El canto de Dios comenzó como un clamor. El intenso dolor hacía que las palabras fueran imposibles de expresar. Esclavizado en Egipto, Israel conoció el dolor y clamó a Dios. Los clamores eran una reacción al sistema de Egipto: su rígida jerarquía, su trabajo forzado, su asesinato de niños hebreos.
Israel no podía soportar pasivamente, así que
clamó. En el momento en que Israel clamó, el sistema de Egipto fue puesto en tela de juicio. En el momento en que Israel clamó, las pretensiones del imperio egipcio comenzaron a desmoronarse; porque Dios escuchó los clamores: «Entonces el Señor dijo: “He visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus capataces; yo conozco sus sufrimientos, y he descendido para librarlos de la mano de los egipcios”» (Éxodo 3:7-8).
¡Liberación! ¡Libertad! ¡Igualdad! ¡Justicia! El horror que era Egipto se convirtió en la celebración del Éxodo. El clamor, el canto de dolor, se convierte en el canto de esperanza: «Entonces Moisés e Israel cantaron este cántico al Señor: “Cantaré en honor del Señor, que tuvo un triunfo maravilloso al hundir en el
mar caballos y jinetes. Mi canto es al Señor, quien es mi fuerza y salvación”» (Éxodo 15:1, 2).
Los clamores de Israel se convirtieron en una visión de un futuro alternativo. Y la visión condujo a una nueva forma de vida y a un movimiento. Para enfatizar ese movimiento, Israel se movió físicamente de Egipto hacia Canaán; y el movimiento los llevó hacia el Monte Sinaí, donde Dios les dio el decálogo con los diez mandamientos. Entre ellos estaba el cuarto mandamiento: «Acuérdate del día de reposo para santificarlo» (Éxodo 20:8-11).
¿Qué significa el día de reposo?
Mi primer recuerdo de ese mandamiento acerca del día de reposo es como un versículo de memoria
en la escuela sabática del jardín de infantes. A esa edad, solo teníamos que memorizar: «Acuérdate del día de reposo para santificarlo».
Más tarde, en la escuela primaria, tuvimos que memorizar todo el mandamiento. Así que lo practiqué una y otra vez con mis compañeros de clase, tratando de reducirlo a una fórmula de palabras para que pudiéramos recitarlo y salir al recreo.
Como adolescentes, nunca tuvimos que recitar Éxodo 20:8-11, pero debatimos lo que significaba. Debo decir que debatimos la parte que dice: «No harás trabajo alguno». ¿Eso significaba que no se podía nadar? ¿Y qué de andar en bicicleta? ¿Qué tal si jugamos a la pelota con calma? ¿Qué hay de comer fuera el sábado? ¿Y si uno trabaja en una profesión
de cuidado de la salud durante las horas del sábado? Después, cuando nos convertimos en atareados estudiantes universitarios la pregunta era: ¿podemos hacer la tarea de la clase de religión el sábado?
Pero no leíamos todo el texto. Nos detuvimos en la parte de «trabajar» en lugar de la parte que tiene que ver con las «personas». Descuidamos por completo la parte de quién es lo que no trabaja: tú, tus hijos, tus sirvientes (tanto hombres como mujeres), los animales, los extraños [forasteros].
¿Por qué los sirvientes no tienen que trabajar? ¿Por qué el mandamiento exigiría que los animales descansaran? ¿Quién es el «forastero»? La Traducción en Lenguaje Actual llama a esa última categoría de persona «el extranjero que trabaje para ustedes». Es decir, esas personas en nuestras comunidades que trabajan día y noche tratando de sobrevivir. Se supone que también deben descansar en sábado. A menudo olvidamos que fueron los esclavos liberados los que viajaron de Egipto al Sinaí. Y Dios les dio el día de reposo. Sabían lo que significaba ser esclavo siete días a la semana. Sabían lo que significaba ser un forastero. Conocían de primera mano la impotencia. A un grupo de esclavos recién liberados, Dios les dio el sábado. ¡Y ese día, como en ningún otro, celebraron su condición de igualdad ante Dios! ¡Todos descansaron!
Nuevas alternativas
Como adventista del séptimo día, estoy muy agradecida de ser parte de una tradición de fe que valora el sábado. Realmente tenemos algo que compartir con la gente.2 En el día de reposo se destruyen las etiquetas humanas arbitrarias como «amo» y «esclavo». Se borra la distinción de la sociedad entre «ciudadano» e «inmigrante ilegal».
En la comunidad de Israel, el sábado se convirtió en un desafío continuo a la injusticia. Israel iba a vivir en una nueva realidad, diferente del sistema de Egipto. El sábado imagina otro camino, el camino de Dios. En las palabras de Abraham Joshua Heschel, el sábado es «participación en el espíritu que une lo que está abajo y lo que está arriba».3
¿Cuál es la razón que Dios da para esa forma alternativa de vida?
Según el relato del Éxodo, Israel debe guardar el sábado debido a la Creación, «porque en seis días
hizo Jehová los cielos y la tierra».
De acuerdo con el relato de Deuteronomio del mandamiento del sábado, Israel debe santificar el séptimo día debido a la redención, en celebración de las acciones de Dios para liberarlos de la esclavitud.
«Acuérdate de que eras esclavo en la tierra de Egipto, y el Señor tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y brazo extendido; por tanto, el Señor tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo” (Deuteronomio 5:15).
¿A cuántos de nosotros se nos presenta el mandamiento del sábado desde el punto de vista de la redención? Recuerdo la primera vez que me compartieron esa idea como una adolescente. Una amiga dijo: «Al sexto día, la humanidad fue creada y, antes de hacer cualquier trabajo, fue invitada a descansar con Dios. Después, miles de años más tarde, en otro viernes, la humanidad fue recreada cuando Dios murió en una cruz. Entonces, antes de haber siquiera trabajado, se invitó a la gente a descansar con Dios».
Debido a la Creación y a la redención, Israel debía guardar el sábado. Y «guardarlo» no tiene simplemente que ver con cómo uno define el «trabajo» para abstenerse de hacerlo. «Guardarlo» tiene que ver con las personas que descansan en ese día: ¡todas las personas, cada persona redimida por Dios para una nueva forma de vida! En el caso de Israel, fueron liberados de las ataduras de Egipto y caminaron hacia la Tierra Prometida, una tierra que manaba leche y miel, justicia e igualdad.
Dios le dio a Israel el sábado: un día cada semana para recordar a Dios quien los había guiado en el pasado y que Dios los guiaría en el futuro. El sábado era la música que tomaba el gemido de dolor y las palabras de esperanza y creaba un canto.
Pero el canto del día de reposo no solo recuerda la Creación y la forma como estábamos destinados a ser. No es solo un canto que recuerda la salvación y la forma como Dios redimió a la humanidad de la esclavitud.
También es un canto de inclusión, un canto que afirma el lugar de cada persona en la familia de Dios: el extranjero residente, la madre inmigrante, la familia coreana que vive al lado, el adolescente latino, el hombre que muere de SIDA, las mujeres de todas las razas que conocen la violencia doméstica,
todos los marginados de la sociedad. El sábado es un santuario para el extranjero, un santuario donde siempre hay espacio para otra persona, porque es un lugar en el tiempo, no en el espacio.
El canto olvidado
Eventualmente, cuando Israel se apartó de Dios, se acabó la justicia, particularmente hacia los impotentes de la sociedad. Cuando Israel dejó a Dios, Israel olvidó lo que significaba guardar el sábado. El enfoque se convirtió en la parte que tiene que ver con «trabajar» en el mandamiento en lugar de la parte que tiene que ver con la «gente». El debate se centró en lo que significaba «no hacer trabajo alguno» en lugar de en la asombrosa realidad de que en el día de reposo todas las personas han de descansar. Cuando Israel abandonó a Dios, perdió el canto del sábado.5
En el Nuevo Testamento, Lucas registra una escena con un grupo de personas que pensaban que estaban guardando el sábado, pero que habían olvidado el canto del sábado. Lucas 13:10-17 nos presenta el caso de la mujer encorvada que fue sanada por Jesús en sábado, lo cual molestó a los líderes judíos.
Descendiente de los esclavos israelitas liberados, esa mujer encorvada entró en la sinagoga ese sábado. Sabía lo que era vivir bajo una carga. Al igual que los esclavos en Egipto, era incapaz de caminar recta y erguida, ni de mirar a los ojos al amo de los esclavos. Estaba atada a su cuerpo y a la injusticia de la sociedad que conllevaba ser una mujer, una mujer encorvada.
¡Pero Dios tenía una nueva alternativa para ella! Ese día de reposo ella se encontraría con el Señor del canto del día de reposo. Ese sábado sería un día de liberación de todo lo que la deshumanizaba. El momento de igualdad que llega en el sábado se convirtió, en la persona de Jesús, en una vida para vivir con justicia y tratar a las personas con dignidad, con igualdad, con misericordia.
Jesús le dijo: «Mujer, has sido liberada de tu enfermedad». La práctica del sábado critica y supera las distinciones de poder. Es un orden radicalmente diferente del cielo y la tierra. Es el ideal de Dios. Es el ejemplo de Jesús.
De todas las comunidades cristianas, los Adven-
tistas del Séptimo Día, aquellos que guardan el sábado, deberíamos tomar en serio el mejorar la condición de los marginados de la sociedad. Deberíamos tomar en serio la justicia. Debido al día de reposo, deberíamos tomar en serio la igualdad. El evangelio llega a la sociedad. El evangelio trata de desafiar a los poderes que silencian a hombres, mujeres y niños cargados de penas. Se trata de cantar el canto de Dios. Se trata de cantar el canto del sábado.
¿Te unirías a cantar el canto de Dios en una tierra extraña? Comienza con clamores, pero tiene grandes esperanzas en un futuro alternativo.
Cantar el canto de Dios puede ser una afrenta a los poderes sociales establecidos.5 Cuando los marginados encuentran esperanza, los poderosos temen. Pero el canto continúa. Y es un canto de reposo. Es un canto de personas que antes eran esclavas, pero que ahora son libres. Un canto de esperanza que visualiza un futuro alternativo que comienza hoy. Es un canto que anticipa una nueva tierra, donde la injusticia es eliminada para siempre por la presencia misma de Dios. Una nueva tierra donde la comida se distribuye abundantemente a todos, y donde el hambre, la violencia y la codicia ya no existen.
El sábado es un día feliz, porque el sábado es un día de noticias asombrosamente buenas: ante Dios y ante los demás todos somos iguales.
Como Jesús nos enseñó con su respuesta a la mujer encorvada: cuando guardamos el sábado, cantamos el canto de Dios.
Kendra Haloviak era profesora asistente de religión en el Columbia Union College y estudiante de doctorado en Graduate Theological Union en Berkeley, California, cuando escribió este artículo. En la actualidad es maestra de religión en La Sierra University.
1Walter Brueggemann, “The Rhetoric of Hurt and Hope: Ethics Odd and Crucial,” in Old Testament Theology (Minneapolis: Fortress Press, 1992).
2Personas de diversas tradiciones religiosas ven el día de reposo como un llamado a la igualdad y a la plenitud espiritual. Ver, por ejemplo, Michael D. Guinan, “Keep Holy the Sabbath,” in To Be Human Before God: Insights in Biblical Spirituality (Collegeville, Minn.: The Liturgical Press, 1994).
3Abraham Joshua Heschel, The Sabbath (New York: Noonday Press, 1951), p. 32.
4Véase la poderosa reprimenda del profeta Amós en el capítulo 8. 5Brueggemann, p. 61.
El hombre no puede salvarse a sí mismo por sus obras. Nada de lo que realiza o logra le hace ganar la aceptación de Dios. La observancia del sábado, por lo tanto, no puede tener nada que ver con la justificación desde ese punto de vista. Por el contrario, el sábado en sí mismo simboliza la gracia de Dios, el hecho de que la salvación no es el producto de nada de lo que el hombre hace, sino de todo lo que Dios hace.
Primero, el día de reposo que Adán y Eva guardaron cayó el primer día después de ser creados. Descansaron, no por algo que hubieran hecho, sino como resultado de que Dios terminó su obra creativa. No pudieron presentar nada de lo que habían hecho. Todo lo que podían hacer era ver lo que Dios había hecho para ellos. En consecuencia, se acercaron al sábado con las manos desprovistas de algún mérito humano. El día de reposo, apareciendo siempre en su experiencia como su primer día, les recuerda que no tienen nada que ofrecer a Dios. Les fue daddo para que lo acepten como un regalo de Dios para ellos.
Karl Barth escribió: «Su historia [del hombre] bajo el mandato de Dios realmente comienza con el Evangelio y no con la Ley, con una celebración acordada y no con una tarea requerida,
El sábado y la justificación
Por Sakae Kubo
con un regocijo preparado y no con preocupación y trabajo, con una libertad dada y no una obligación impuesta, con un descanso y no con una actividad... La primera acción divina que el hombre puede presenciar es que Dios descansó en el séptimo día, lo bendijo y santificó. La primera obligación que se le dio, la primera obligación que se le hizo saber es que, sin ninguna obra ni mérito, descansara con Dios y se dedicara después a su obra».1
Segundo, en el día de reposo cesamos de nuestras propias obras. Dios nos invita a apartar la mirada de nosotros mismos y de nuestros esfuerzos, y a mirar a Dios y a sus obras. En el día de reposo, él quiere recordarnos que debemos dejar de lado los logros y los esfuerzos humanos en su presencia. Viene a decirnos que no podemos justificarnos a nosotros mismos y que no debemos confiar en nuestra propia capacidad. «Lo que realmente [nos] prohíbe... no es trabajar, sino confiar en... [nuestras] obras».2
Por lo tanto, «el objetivo del mandamiento del sábado es que el hombre deje y permita que la gracia omnipotente de Dios tenga la primera y la última palabra en todo punto; que se entregue a su gracia por completo, tanto en las cosas más pequeñas como en las más grandes; que se ponga
a sí mismo, con su conocimiento, voluntad y acción, incondicionalmente a su disposición. Apunta a esa completa rendición y capitulación señalando un día, el séptimo, y por lo tanto la séptima parte de toda la vida de cada hombre, desde la secuencia de sus días de trabajo, prohibiéndole hacer de ese día otro día de trabajo, y pidiéndole que se coloque en ese día directamente, por así decirlo, en relación con la omnipotencia [sic] gracia de Dios y bajo su control».3
Cuando el hombre cesa de sus obras, debe darse cuenta de que no son tan importantes y que, aunque las detenga, el mundo sigue adelante sin él y sin sus obras. Lo que hace no es indispensable. Aunque la obra creadora de Dios ha cesado, su actividad sustentadora continúa. Es Dios y lo que él hace lo que es vital.
El sábado también nos dice que Dios toma la iniciativa. Él crea, actúa, da, provee, invita, bendice. Él santifica. El hombre es el destinatario creado, el espectador, el invitado. «El significado fundamental del sábado es, por lo tanto, que es una señal de que la salvación es totalmente, en primera y última instancia, de Dios, en su relación de pacto con su criatura, que descarta todo lo que el hombre puede hacer, por sí mismo para sí mismo, o pensar por sí mismo
acerca de sí mismo. Comprender el contenido del día de reposo es llegar a esa abnegación en cuanto a la obra de perfeccionamiento iniciadora, continua y final de Dios que todo lo abarca en su santificación del hombre, esa fe que renuncia a sí misma es el verdadero descanso de las obras del hombre prevista en el cuarto mandamiento mosaico, que es también el primer y omnicomprensivo mandamiento de Dios sobre su creación y en el cual el hombre descansa de sí mismo y se regocija en libertad para sí mismo, para sus semejantes y para Dios».4
Incluso lo que Dios manda, el hombre puede prostituir en un reclamo de justicia propia. Por ejemplo, ha utilizado la oración, las ofrendas y el ayuno como formas de reclamar méritos ante Dios. Y reconocemos que los hombres han tergiversado incluso el sábado. Pero hay algo en el sábado que milita en contra de ese espíritu legalista: su carácter arbitrario. El mandamiento del día de reposo no sólo requiere la observancia del día de reposo, sino que especifica qué día es. El séptimo día no tiene conexión con ningún fenómeno natural en los cielos o en la tierra, como la Pascua, Pentecostés, la Fiesta de los Tabernáculos y las lunas nuevas. Solo podemos entenderlo a partir de la Biblia, que lo declara como el día que conmemora el descanso de Dios después de haber culminado su Creación. En cierto sentido, es un día algo arbitrario. En última instancia, la observancia del sábado en el séptimo día es un acto de fe obediente y de renuncia a sí mismo en el reconocimiento de la soberanía de Dios sobre nosotros.
Como lo expresa un escritor judío: «Para el sábado, sin embargo, no hay lugar en esta periodicidad físico-humana. Al no tener otro vínculo con la naturaleza que el cambio del día y la noche, el ciclo sabático es indiferente a la armonía del universo. Representa una estructuración neutra del tiempo vacío.
«Puesto que el ritmo del día de reposo es la única excepción a ese ritmo natural prevaleciente, y puesto que la excepción de ninguna manera se
deriva del tiempo como tal ni es rastreable a ningún aspecto del tiempo experimentado en el antiguo Cercano Oriente, es probable que la dicotomía entre el día de reposo, por un lado, y la naturaleza, por el otro, no fuera involuntaria. La intención era, sugiero, llenar el tiempo con un contenido que no esté contaminado por nada relacionado con el tiempo natural y que sea distinto del mismo.
«Ese contenido, desplazando las diversas ideas y fenómenos asociados con el tiempo natural, es la idea de la soberanía absoluta de Dios, una soberanía no condicionada ni siquiera por un conocimiento indirecto del dominio de otros poderes. A medida que el hombre presta atención al día de reposo y lo santifica, no sólo renuncia a la oportunidad de usar parte de su tiempo como le plazca, sino que también renuncia a la opción de vincularlo al orden seguro y beneficioso de la naturaleza. La celebración del sábado es un acto completamente diferente de cualquier cosa comparable en la vida del antiguo Israel. El sábado es un fenómeno aislado y extraño, no sólo en el mundo, sino también en el mismo Israel».5
La soberanía de Dios sobre el hombre y su tiempo, que se manifiesta en el mandamiento de observar el sábado, se extiende a todo el tiempo del hombre y a todo el hombre. Su reclamo sobre nosotros en el día de reposo de una manera especial no significa que podamos hacer lo que nos plazca el resto de la semana. Si bien no todo el tiempo es santo como lo es el sábado, es tiempo en el que debemos vivir bajo el reconocimiento de que Dios es soberano sobre nosotros y que siempre debemos vivir en relación con él y sus principios.
El mandamiento del sábado en un gueto judío donde toda la comunidad está de acuerdo con él no representa tanto un desafío a la autonomía del hombre como lo es en las demandas contrapuestas de una sociedad pluralista. En la sociedad contemporánea del siglo XXI las costumbres y prácticas frecuentemente van en contra de lo que Dios requiere de nosotros. El sábado no sólo debe tratar de sobrevivir
entre aquellos que abrazan un mundo orientado al domingo, sino también en una sociedad que no reconoce ningún día de adoración. La sociedad de ocio se ha apoderado del fin de semana sin pensar en ningún reclamo de Dios. El fin de semana se centra en los egoístas placeres humanos. El sábado, así como el domingo, sufre hoy día. En tal contexto, el reclamo de Dios con relación al séptimo día desafía la autonomía del hombre. Muchos no pueden aceptar tal interrupción. Algunos han pensado en tener servicios religiosos antes de que comience el fin de semana para poder disfrutar el resto del mismo. La mayoría simplemente no tiene tiempo para Dios. Pero la afirmación de Dios es insistente. Si adoramos a Dios, solo podemos hacerlo a su manera. No podemos manipularlo y a su día de reposo a nuestra conveniencia.
Dios sabe que necesitamos algo más que relajación y tiempo libre o de placer. El hombre necesita a Dios y la verdadera plenitud llega solo cuando pone en primer lugar el reino de Dios y aprende a valorar las cosas del espíritu y de la eternidad más que las del tiempo y la materia.
El sábado, entendido como aquello que nos despoja de nuestras obras y de nuestra autonomía ante Dios, no ofrece ninguna oportunidad para la autojustificación. Su naturaleza milita en contra de su uso de tal manera. El sábado es verdaderamente la señal de la gracia y la soberanía de Dios, y de la recepción y dependencia del hombre.
Sakae Kubo enseñó en el seminario teológico adventista en Andrews University y en Walla Walla University. Falleció en Chico, California, en abril de 2025. Este artículo fue tomado de su libro God Meets Man.
1Karl Barth, Church Dogmatics (Edinburgh, Scotland: T&T Clark, Ltd, 1961), Vol. III, parte 4, p. 52.
2Ibíd., p. 54.
3Ibíd., p.p. 54-55.
4James Brown, «The Doctrine of the Sabbath in Karl Barth’s Church Dogmatics», Scottish Journal of Theology, 20 [1967], pp. 7-8.
5Matitiahu Tsevat, «The Basic Meaning of the Biblical Sabbath», Zeitschrift für die alttestamentliche Wissenshaft 84 [1972], pp. 457-458.
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