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JORNADA DEL ENFERMO
El animador de la UEM a la luz de la Fratelli Tutti
OBJETIVO: Obtener elementos que motiven en la acción del animador de la UEM para fortalecer su espíritu misionero a favor de los más necesitados.
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META: Darnos cuenta que no podemos reducir nuestra labor misionera a los enfermos sino incluir a los excluidos.
CONTEMPLAR:
Al contemplar nuestra labor de animadores de la UEM a la luz de la realidad que vivimos podremos llegar a concluir de que no podemos seguir realizando nuestra acción misionera como lo veníamos haciendo antes de la pandemia. «Hoy podemos reconocer –nos dice el Papa– que “nos hemos alimentado con sueños de esplendor y grandeza y hemos terminado comiendo distracción, encierro y soledad, nos hemos empachado de conexiones y hemos perdido el sabor de la fraternidad. Hemos buscado el resultado rápido y seguro y nos vemos abrumados por la impaciencia y la ansiedad. Presos de la virtualidad hemos perdido el gusto y el sabor de la realidad”. El dolor, la incertidumbre, el temor y la conciencia de los propios límites que despertó la pandemia, hacen resonar el llamado a repensar nuestros estilos de vida, nuestras relaciones, la organización de nuestras sociedades y sobre todo el sentido de nuestra existencia» (Fratelli Tutti).
Es muy conveniente que revisemos a conciencia tarea misionera de UEM para que podamos reactivar lo que realizamos pero al mismo tiempo generar procesos nuevos de acompañamiento misionero. En Cristo, hemos de aprender a recrear nuestras estructuras pastorales, cambiarlas, transformarlas,
pero antes necesitamos cambiar nuestro corazón, nuestra mentalidad, nuestros esquemas, paradigmas y actitudes, según el modelo de Cristo (Flp 2, 4-11), de tal manera que en lo primero que debemos trabajar es en la conversión pastoral, personal y comunitaria de sus agentes: obispos, presbíteros, diáconos, religiosas, religiosos, laicos y todo el pueblo de Dios (cf. Aparecida, 365-370; PGP, 146).
DISCERNIR
Como animadores de la UEM debemos tener presente que «hay un reconocimiento básico, esencial para caminar hacia la amistad social y la fraternidad universal: percibir cuánto vale un ser humano, cuánto vale una persona, siempre y en cualquier circunstancia» (Fratelli Tutti, 106). Con esto reafirmamos una vez más que «Todo ser humano tiene derecho a vivir con dinidad y a desarrollarse integralmente, y ese derecho básico no puede ser negado por ningún país» (Fratelli Tutti, 107).
No podemos dejar de decir que el deseo y la búsqueda del bien de los demás y de toda la humanidad implican también procurar una maduración de las personas y de las sociedades en los distintos valores morales que lleven a un desarrollo humano integral (Fratelli Tutti 112). Es muy necesario que «volvamos a promover el bien, para nosotros mismos y para toda la humanidad, y así caminaremos juntos hacia un crecimiento genuino e integral» (Fratelli Tutti 113).
Hoy más que nunca urge vivir la solidaridad con los demás, realizar obras de caridad con el hermano necesitado, como lo afirma el papa Francisco: «El servicio de la caridad es también una dimensión constitutiva de la misión de la Iglesia y expresión irrenunciable de su propia esencia. Así como la Iglesia es misionera por naturaleza, también brota ineludiblemente de esa naturaleza la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve» (Evangelii Gaudium, 179). «En estos momentos donde todo parece diluirse y perder consistencia, nos hace bien apelar a la solidez que surge de sabernos responsables de la fragilidad de los demás buscando un destino común. La solidaridad se expresa concretamente en el servicio, que puede asumir formas muy diversas de hacerse cargo de los demás». El servicio es «en gran parte, cuidar la fragilidad. Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo». En esta tarea cada uno es capaz de «dejar de lado sus búsquedas, afanes, deseos de omnipotencia ante la mirada concreta de los más frágiles […] El servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, siente su projimidad y hasta en algunos casos la “padece” y busca la promoción del hermano. Por eso nunca el servicio es ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que se sirve a personas» (Fratelli Tutti, 115).
PROPONER
Revisar y recrear nuestra estructura como animadores de la UEM elaborando procesos de acompañamiento no solo a los enfermos sino a los ancianos y aquellos hermanos que se encuentran en situación de vulnerabilidad o fragilidad que con su oración y testimonio puedan ser colaboradores en la obra evangelizadora de nuestra Iglesia.
Optar por el cultivo de la amabilidad, ya que la persona que tiene esta cualidad ayuda a los demás a que su existencia sea más soportable, sobre todo cuando cargan con el peso de sus problemas, urgencias y angustias.
Animar a los integrantes de la UEM a vivir con dignidad y fraternidad con quienes los rodean, así como la vivencia de los valores morales.
Promover en los integrantes de a UEM a que vivan la caridad y solidaridad desde su propia enfermedad o situación que están viviendo.
La compasión de Dios

OBJETIVO: Crear conciencia del amor misericordioso de Dios mediante el cambio de mentalidad, encarnando en nuestros corazones el Evangelio, para actuar con nuestro prójimo, con la pasión que animó toda la vida de Jesús.
CONTEMPLAR:
Como sociedad nos hemos olvidado de los demás actuando egoístamente, encerrados en nuestro mundo, ignorando el dolor humano cuando vemos al que sufre, actuamos con indiferencia nos acostumbramos a ver al prójimo como un objeto al grado de desecharlo. Si se trata de ayudar, damos tantos rodeos para evitarlo si no me interesa o no necesito de él. Como Iglesia estamos inmersos en la misma realidad, cada uno está estacionado en su comodidad y como el levita o el sacerdote mejor damos la vuelta a los problemas a las situaciones actuales de dolor en su máxima expresión. Cuidamos de no contagiarnos, evitamos los conflictos, nos defendemos tanto al grado de no comprender los sufrimientos de nuestros hermanos; «ojalá así cuidáramos nuestra alma».
DISCERNIR
Lucas (10, 30-36) presenta la parábola del Buen Samaritano la cual pretende unir el amor a Dios y el amor por el prójimo como las dos partes de una balanza; ¿qué debo hacer para ganar la vida eterna? Un experto en la ley pregunta a Jesús; tanto el experto en la ley como Jesús están de acuerdo en que el amor a Dios y el amor al prójimo son condiciones para alcanzar la vida eterna. Pero el diálogo no termina ahí, ya que el experto quería justificarse, Jesús transciende las fronteras, sociales, religiosas, políticas, culturales y con este texto da a entender la superioridad del amor sobre el legalismo.
La compasión que siente el samaritano se traduce en acción, cuida del moribundo. La parábola relata una serie de acciones específicas realizadas por el samaritano: se acercó a él, vendó sus heridas echándoles aceite y vino, lo puso sobre su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y se hizo cargo de él para que pasara la noche (cuando había más riesgo de que muriera). Al día siguiente, pagó dos denarios al dueño del alojamiento (equivalente a dos días de salario) y le garantizó que lo compensaría a su vuelta si había otros gastos.

¿Qué nos transmite esta parábola? En primer lugar, el amor a Dios y el amor al prójimo son dos caras de una misma moneda: «Amamos porque Dios nos amó primer» (1Jn 4, 19). Este principio sirve para los grandes mandamientos del Deuteronomio 6, 5 y del Levítico 19, 18. En segundo lugar, esta parábola es un ejemplo perfecto de lo que el amor compasivo y misericordioso puede lograr: es capaz de hacernos parar y ver la necesidad del prójimo; hace que nos identifiquemos con el prójimo necesitado, nos dispone a hacer sacrificios por los otros, a ser suficientemente generosos como para usar nuestro tiempo y compartirlo con los otros; nos dispone a caminar una milla más para aliviar el sufrimiento de los otros y nos dispone para el servicio de amor a los otros, «Cuanto hicisteis a uno de mis hermanos más pequeños, me lo hicisteis a mí» (Mt 25, 40).
PROPONER
Para concluir este tema sobre esta parábola, el padre Thomas Rosica CSB, habla de las cuatro «P» de esta parábola que transmiten el mensaje central de la historia: Poderosa, Personal, Pastoral y Práctica. Escribe: «La historia de Lucas es de gran alcance, Poderosa, ya que habla de la fuerza del amor que trasciende todos los credos y culturas y "crea" un prójimo de un completo desconocido. La parábola es Personal, porque describe con profunda simplicidad el nacimiento de una relación humana que tiene un toque personal, físico, más allá de los tabúes sociales y culturales, ya que una persona cura las heridas del otro. La parábola es Pastoral, pues se llena con el misterio de la atención y la preocupación que está en el corazón de los seres humanos. La historia es sobre todo Práctica, ya que nos insta a cruzar todas las barreras de la cultura y de la comunidad e ir y hacer lo mismo».
Construyamos la Fraternidad Universal

OBJETIVO: Reflexionar a la luz de la Encíclica Fratelli Tutti sobre las actitudes que pueden contribuir a la construcción de un mundo más fraterno y abierto.
CONTEMPLAR: La realidad de nuestro mundo
El contexto internacional está conformado de luces y sombras. Por una parte, están los anhelos de unión, paz, progreso e integración entre las naciones y los pueblos. Por la otra, renacen conflictos bélicos que se creían superados y, desafortunadamente, surgen nuevas confrontaciones armadas debido a ideologías religiosas, políticas o nacionalistas exacerbadas que conducen al egoísmo, la manipulación, la polarización, la exasperación y la violencia (Cfr. Fratelli Tutti, 10-11. 15); además, está la pretensión de querer imponer una economía y cultura global que ha generado más pobreza, vulnerabilidad y dependencia, así como la búsqueda sólo de los intereses personales y la perdida de la conciencia histórica (Cfr. Fratelli Tutti, 12-14); asimismo, el agotamiento de los recursos naturales, la contaminación y el deterioro de la casa común, la migración, las legislaciones en favor del aborto, la eutanasia y el control de la natalidad, las constantes violaciones a los derechos humanos y a los derechos de los trabajadores, las mujeres y minorías (ancianos, enfermos, étnicas, etc.), y la proliferación de organizaciones criminales han generado sensaciones de soledad, miedo, inseguridad e incertidumbre ante el futuro (Cfr. Fratelli Tutti, 17-53).
Estos factores, entre otros que menciona la Encíclica, no favorecen «el desarrollo de la fraternidad en el mund» (Fratelli Tutti, 9).
DISCERNIR ¿Es posible construir la fraternidad en el mundo?
Dejémonos iluminar por la palabra de Jesús, quien se hizo hermano de todos al encarnarse en el seno de María Santísima para asumir nuestra naturaleza. Leamos el texto de Lc 10, 25-37 (la parábola del Buen Samaritano). El Papa Francisco al reflexionar sobre esta parábola en la Encíclica Fratelli Tutti, nos invita a mirar las actitudes de ese samaritano que se detuvo para auxiliar a un israelita moribundo que estaba tirado en el camino, víctima de la violencia de sus propios compatriotas que lo despojaron de todo. Un extranjero sin tanta instrucción religiosa como la de los sacerdotes, levitas y fariseos; un extraño, como tantos que van por los caminos del mundo, es quien abre su corazón para reconocer en el caído, en el que sufre, a un hermano.
Construir la fraternidad universal es un desafío permanente. Para ello, Dios ha derramado y «sigue derramando en la humanidad semillas de bien» (Fratelli Tutti, 54). La reciente pandemia fue una oportunidad para constatarlo a través de tantos hombres y mujeres, compañeros y compañeras de viaje, que reaccionaron donando la propia vida en favor de los demás: «médicos, enfermeros y enfermeras, farmacéuticos, empleados de los supermercados, personal de limpieza, cuidadores, transportistas, hombres y mujeres que trabajan para proporcionar servicios esenciales y seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas»
y muchos otros más, porque han comprendido «que nadie se salva solo» (Fratelli Tutti, 54). Todos ellos han abierto un camino de esperanza para la humanidad pues nos enseñan a «mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte» y nos invitan a abrirnos a los «grandes ideales que hacen la vida más bella y digna»: la verdad, la bondad, la belleza, la justicia y el amor (Fratelli Tutti, 55).
El papel de los discípulos-misioneros en este mundo es el de ser samaritanos, es decir, hombres y mujeres que movidos por el amor a Dios —el cual han experimentado en Cristo Jesús quien se hizo prójimo del ser humano hasta dar su vida por nosotros— se convierten en auténticos ciudadanos del propio país y del mundo entero, constructores de un nuevo orden político y social, persecutores del bien común, tejedores de relaciones verdaderamente humanas, manifestando en signos concretos que la existencia de cada persona – en la que reconoce a Cristo mismo – está ligada a la existencia de los demás (Cfr. Fratelli Tutti, 66. 85). En otras palabras, la tarea del discípulo de Jesús es hacer realidad la propuesta del amor fraterno (Cfr. Jn 13, 3435), la única que puede hacernos superar las fronteras del egoísmo, del individualismo, del aislamiento, de la separación y de la división, pues sólo el amor nos permitirá «construir una gran familia donde todos [en este mundo] podamos sentirnos en casa» (Fratelli Tutti, 62).
PROPONER Discípulos de corazón abierto
Construir un mundo más fraterno, abierto e inclusivo sólo es posible si abrimos el corazón a los otros. Dos factores pueden ayudarnos a descubrir si nuestro corazón está abierto a los demás. Primero, la «entrega sincera de uno mismo a los demás» por amor (Fratelli Tutti, 87). Ya que «el amor crea vínculos y amplía la existencia cuando saca a la persona de sí misma hacia el otro” puesto que fuimos «hechos para el amor» (Fratelli Tutti, 88). El segundo es consecuencia del anterior, pues el amor a los demás no puede ser abstracto, exige ir al «encuentro de los otros», en razón de que «nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar» (Fratelli Tutti, 87): la familia, los amigos. Sin embargo, la propuesta cristiana va más allá, en vista de que para los discípulosmisioneros es imposible entender la vida «sin un tejido más amplio de relaciones», las cuales «nos abren a los otros, nos amplían y enriquecen” hasta ser capaces de «acoger a todos» (Fratelli Tutti, 89), particularmente a los pobres y marginados (enfermos, migrantes, indígenas, afrodescendientes, etc.), a ejemplo de tantas personas y comunidades que han hecho de la hospitalidad un medio para responder al reto de crear un ambiente más fraterno que permita trascendernos a nosotros mismos, abriéndonos a los demás (Cfr. Fratelli Tutti, 90).
En síntesis, Fratelli Tutti vuelve a proponer el amor como el camino para la construcción de un mundo más fraterno, abierto e inclusivo. Teniendo en cuenta que el amor implica «algo más que una serie de acciones benéficas», fruto del altruismo o de la filantropía (Cfr. Fratelli Tutti, 94); supone acciones que nos lleven a alcanzar todas las periferias de la existencia humana, esas deben brotar «de una unión que inclina más y más hacia el otro considerándolo valioso, digno, grato y bello, más allá de las apariencias físicas o morales. El amor al otro por ser quien es, nos mueve a buscar lo mejor para su vida. Sólo en el cultivo de esta forma de relacionarnos haremos posibles la amistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta a todos» (Fratelli Tutti, 94).
PREGÚNTATE
• ¿Qué acciones, en concreto, realizas para manifestar amor, apertura, inclusión y fraternidad a los demás? • ¿Qué te motiva para llevarlas a cabo? • ¿Quiénes son los beneficiarios de dichas acciones (recuerda sus nombres y rostros)? • Si descubres que aún no estás haciendo alguna acción en favor de los demás, ahora es el momento para que te lo propongas. Piensa en personas concretas que necesitan de ti para sentirse amadas, acogidas, aceptadas como hermanos y lo que está en tus manos realizar para lograrlo.