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TESTIMONIOS MISIONEROS
La Hna. Roberta Estrada Cruz, Misionera del Buen Pastor, es la nueva Coordinadora Nacional de la Unión de Enfermos Misioneros en Ompe México. Aquí nos cuenta un poco de cómo surgió su vocación:
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A todos nuestros lectores los saludo con mucho gusto, esperando sea de provecho esta experiencia. Al compartirles mi experiencia vocacional lo hago con mucho cariño y respeto para que oren por mí y por todos los consagrados; pero también para que pidamos a Dios el aumento de vocaciones.
Mi nombre es Roberta Estrada Cruz, soy la octava de nueve hermanos. Originaria de la comunidad de La Mina, Tuxtepec. Oaxaca. Les comparto que entre los 7 y 8 años de edad, empecé a tener la inquietud de «hacer algo por Diosito» y se lo decía a mi mamá, desde entonces mi mamá solía decirme: Ándele pues barre la casa por Diosito, lava los trastes por Diosito y todo por Diosito… a veces me molestaba porque no sabía cómo expresar mi inquietud. Fui creciendo y estudiando siempre inquieta, traviesa, juguetona, bromista y muy amiguera con todas las personas adultas y pequeñas, pues creo que nunca hice distinción de ninguna clase.
En una ocasión atropellaron a una señora de la comunidad en la carretera federal que va de Tuxtepec a Playa Vicente, Veracruz, y comentaron que unas monjitas se detuvieron para rezarle y cuando escuché
de ellas, le dije a mi mamá: «Yo quiero ser esponjita mami», ella me dijo que no se decía así, sino monjitas. También me dijo que estaba loquita, que eso era muy caro y que en Tuxtepec no había un lugar para estudiar eso. Me dio un poquito de tristeza pero ya no comentamos nada después.

A los 11 años, en el verano, me fui sin que mis padres se dieran cuenta con un grupo de compañeros a un templo evangélico, pues teníamos una compañera que nos invitó a un curso bíblico. Mis papás no lo sabían, al terminar el curso nos dieron un diploma–reconocimiento y recuerdo que llegué muy contenta gritando: «Soy salva, soy salva». Mi mamá me pregunto que qué pasaba, por qué gritaba tanto. Yo le expliqué lo aprendido pero ella me reprendió, diciéndome: «yo no te he enseñado ese camino, nunca me has visto ahí, siempre los he llevado a la Iglesia católica, a la catedral en Tuxtepec y tú ¿por qué haces eso? ¿Así te vas a preparar para tu comunión y confirmación?»
Me integré a la comunidad participando en el coro, en el grupo juvenil, los jueves a la Hora Santa, a los cursos bíblicos y a la catequesis para prepararme para mis sacramentos. Mi hermano mayor participaba en la Renovación Carismática en el en Espíritu Santo, en la Catedral, también asistía los domingos a la celebración Eucarística; nos comunicó que se estaba invitando a todos los que pudieran apoyar en el servicio de edecanes en la sección de enfermos y orden, durante el mes de Noviembre de 1991 en el primer Congreso de Renovación Carismática en el Espíritu Santo. Participaron mis papás, algunos de mis hermanos y yo también. Recuerdo cómo la inquietud era más fuerte.
El Pbro. Emiliano Tardiff oró por las vocaciones sacerdotales y religiosa y dijo que estaban surgiendo diez vocaciones a la vida consagrada; la verdad no comprendí nada en ese momento. Este mismo hermano mayor compraba los libritos de «Vidas Ejemplares» recuerdo haber leído la vida de san Francisco de Sales y santo Domingo de Guzmán entre otros santos… los menciono porque me motivaron mucho en mi vocación.
A los doce años recibí mis dos sacramentos de manos del Excelentísimo Señor Obispo Don José de Jesús Castillo Rentaría MNM. Primer Obispo de la Diócesis de Tuxtepec. Eso me motivó más todavía, por lo que seguí participando en algunas actividades de la comunidad. Pero seguí sintiendo un gran vacío en mi interior, algo que no comprendía, necesidad de conocer más a Dios, de ayudar a los demás pero no comprendía qué era. Empecé a ir todos los domingos a misa de las diez de la mañana en la catedral, a esa hora celebraba el señor Obispo.

Recuerdo que en el mes de Junio de 1992 en uno de los domingos escuché el texto bíblico de Mateo, capítulo 8, versículos 20–22, decía: «las zorras tienen guarida, y las aves del cielo su nido; pero el Hijo del Hombre no tiene




donde reclinar la cabeza…». Sentí que algo más fuerte entró en mi interior, la necesidad de hacer algo más por Dios, al grado de soñar mi primera experiencia de misión. Antes de la bendición, el Señor Obispo, dio los avisos parroquiales entre ellos invitó a participar de la primera jornada vocacional para mujeres, que se realizaría del 21 al 23 de julio del mismo año en la casa de la Iglesia; me entró la inquietud de saber qué era eso de «Jornada vocacional» pues algunos de mis hermanos habían participado en las jornada de de la Escuela de la Cruz y no vocacional.

Saliendo de misa lo alcancé para saludarlo y preguntarle de qué se trataba la jornada vocacional, me respondió que me explicaría, pero al otro día, lunes, a las diez de la mañana en la oficina, pues él estaba con otros pendientes en ese momento. Recuerdo que llegué a la oficina un minuto antes que él. Me atendió en seguida y me preguntó mi nombre, edad, quiénes eran mis papás y de dónde era yo. Le respondí todo lo que me preguntó, que mis papás eran parte de la Escuela de La Cruz, pero al darle mi edad me respondió que era muy pequeña y que no podría aguantar ya que iniciaría con toda la congregación. Le respondí que yo era grande y que sí podía y aguantaría todo, después de platicar me dio la invitación. Para participar le comenté a mis papás y, queriendo o no, me dieron permiso para asistir.
La verdad no sabía ni cómo llegar al retiro, pues no conocía el lugar, pero preguntando llegué derechito a la jornada. Participamos 65 jóvenes, nos explicaron sobre la vocación humana, cristiana y especifica; la vida consagrada en concreto. En la comida la madre superiora nos preguntó a las que estábamos cerca de ella comiendo, ¿Quién de ustedes se decide para ingresar? Yo sin titubear le respondí que sí me iba con ellas. Me respondió que no podría porque iniciaríamos de todas a todas, y le dije que yo sí podía eso y más. Me respondió «así me gusta».
En el pre-vida vocacional, nos dijeron que nos recibirían del 11 al 15 de Agosto para quienes teníamos la inquietud y deseos de ingresar a la nueva congregación religiosa. Yo aún estudiaba y formaba parte de la escolta en la telesecundaria; me inquietaba todo, pues una de las profesoras tomó lo iniciativa de dar un curso de verano para los que quisiéramos participar y me anoté en el curso que terminaba precisamente el día 11 de agosto, día en que me tenía que ir al convento. Los días pasaban muy rápido y no les había comentado nada a mis papás, mucho menos a mis hermanos, pues creía que no me entenderían, que no me apoyarían en mi decisión. Recuerdo que algunas noches no dormía, tenía los nervios de punta, mucho miedo,
UNIÓN DE ENFERMOS MISIONEROS
La Iglesia siempre se ha preocupado por que todas las células que forman el Cuerpo Místico de Cristo estén vivas y sea transmisoras de vida.
Cada una de estas células tiene una potencialidad maravillosa dada por Dios. No obstante, muchas de ellas son subestimadas por sí mismas o por los demás y se mantienen al margen de la acción evangelizadora de la Iglesia, sin luchar por la realización personal y felicidad de ellas, ni proyectarse a sus hermanos. Nos referimos a los enfermos, ancianos y personas con capacidades diferentes.

Estos hermanos han despertado iniciativas en la Iglesia que tienden a reincorporarlos a una vida productiva, tanto en el plano espiritual como el material. Ya no se desea ver al enfermo sólo como objeto de apostolado ni reafrmar en él un sentimiento de inutilidad y dependencia, sino como auténticos e imprescindibles agentes evangelizadores.

La Unión de Enfermos Misioneros (UEM) trata de dar una respuesta positiva a nuestro mundo, cada vez más deshumanizado, por medio de la participación activa y efcaz de los enfermos, ancianos y con capacidades diferentes, quienes se convierten en apóstoles desde el dolor y el sufrimiento y cuyo testimonio de vida termina cuestionando a sus semejantes sanos y enfermos.

nervios, dudas, inseguridad, confusión. Pensaba que estaba huyendo de algún problema o situación familiar, pero también sentía que Dios me llamaba para servir de una manera diferente que yo no conocía. Como mi mamá sabía mis inquietudes de irme a un convento, ella quería que estudiara enfermería, corte y confección, y así se me quitaría la inquietud de ser religiosa, pues decía que era muy caro y en la diócesis no había convento. Yo solo le respondía que eso no y no me gustaba, que ya no insistiera.
Días antes de terminar el curso de verano organizamos la convivencia, y le dije a la profesora que no estaría presente sino solo al terminar la ultima materia y me preguntó ¿por qué? Ella y una compañera de clase eran las únicas que sabían que me iba al convento. Y así lo hice.
El día lunes 10 de agosto por la noche les dije a mis papás con mucho temor y miedo a que me dijeran que no, pero al mismo tiempo con la esperanza de que me apoyaran. Primero le dije a mi mamá y me respondió: dile a tu papá; le dije a mi papá y me respondió lo mismo que mi mamá. Les dije que me tenían como una pelota, porque me mandaban de un lado para otro y como no me respondían solo les dije: miren yo tengo hechas mis maletas, ya tengo listas mis cosas, solo me faltan mis documentos para guardarlos y me voy. Viendo mi decisión solo se miraron entre ellos sin decir nada. Mi mamá no me podía llevar por cuestiones de salud de su mamá y la llevaría al médico; mi papá por su trabajo de campo. Solucioné el problema diciéndoles que no hacía falta que me llevaran, que yo podía irme sola, que solo me dieran el dinero para el pasaje de ida porque el de regreso no lo necesitaba. La verdad yo sentía que era ese el momento de mí decisión, de lo contrario no lo haría después ya que me conozco como soy. El martes 11 de agosto de 1992 llegué al convento a las 4:35 pm. En compañía de mi papá. Ingresé a la comunidad a la edad de 15 años.

La Congregación de Misioneras del Buen Pastor fue fundada el 2 de Septiembre de 1992 en la Diócesis de Tuxtepec, Oaxaca. La fundación se realizó por gracia de Dios bajo la inspiración del Espíritu Santo y en la persona de la Rvda. Madre Genoveva Eulalia Pozos Cortes.
Ahí continúe mis estudios académicos y religiosos, ya que es necesario para dar un servicio adecuado en la misión con nuestros hermanos indígenas, pobres y olvidados, mediante la evangelización, catequesis y promoción humana entre otras actividades en las que colaboramos en las parroquias. Si tienes inquietud a la vida consagrada, ¡no temas! Dios no quita nada y lo da todo antes de pedirnos algo. El miedo, las dudas e inseguridades son parte de la vocación pero no nos deben intimidar, mucho menos robarnos la vocación que es un regalo tan maravilloso que Dios da a quien Él quiere.
La Iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la sociedad, con una sensibilidad, una intuición y unas capacidades peculiares que suelen ser más propias de las mujeres que de los varones. Por ejemplo, la especial atención femenina hacia los otros, que se expresa de un modo particular, aunque no exclusivo, en la maternidad. Reconozco con gusto cómo muchas mujeres comparten responsabilidades pastorales junto con los sacerdotes, contribuyen al acompañamiento de personas, de familias o de grupos y brindan nuevos aportes a la reflexión teológica.

Evangelii Gaudium, 103
Los ojos de la misión
