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ESPIRITUALIDAD MISIONERA
Experimentar la presencia de la Virgen María desde el dolor
Objetivo
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Reflexionar desde el dolor de María sus actitudes y vivencias, para vivir el dolor humano encontrando el sentido redentor del sufrimiento en nuestra realidad actual.
La humanidad se encuentra en un momento crítico, el mal ha querido sembrar en los corazones de los hombres diferentes tipos de ideologías que no hacen más que dividir y poner a unos en contra de otros. Una crisis mundial nos ha enseñado lo susceptibles que podemos llegar a ser, un virus que ataca nuestra naturaleza biológica ha destruido más que nuestra salud física, se ha llevado nuestra humanidad. Este virus llamado COVID-19 ha tomado lo más preciado del hombre, confinándolo en sus hogares, rompiendo toda relación humana con las demás personas, y ha sido tan desgarrador que, la muerte llega de una manera cruel en la que el enfermo se encuentra solo sin poder tener contacto con nadie, sin poder ver por última vez a sus seres queridos. Por otra parte, la familia que sufre la pérdida solo contempla una caja con un puñado de cenizas; esto ha provocado una separación deshumanizante y desgarradora en la que no se pueden despedir o celebrar un rito funerario ante un cadáver, un día entras al hospital con la esperanza de sanar y días después eres entregado a tu familia en una caja fría y llena de Dolor.
En el evangelio de Lucas se nos narra que: «Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción — ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!— a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones» (Lc 2, 34-35). Con estas palabras María puede intuir que su caminar con Jesús no sería nada fácil, pero al mismo tiempo por lo impresionada que estaba
I. Contemplar
II. Discernir

no logro dimensionar lo que sus oídos estaban escuchando, es decir no sabía de qué manera sufriría, pero estaba dispuesta a asumir este caminar con su Hijo por amor. Muchos años después María comprendería que esta profecía no era sino el preámbulo de la muerte de su hijo, una muerte desgarradora y humillante.
Juan en su evangelio nos narra el camino de sufrimiento de María en la crucifixión de Jesús y dice lo siguiente: «Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo» Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa (Jn 19, 25-27)”. María no solo caminó en vida con su Hijo, sino que lo acompañó en los momentos más difíciles, fue testigo de la muerte y veía como su hijo en el camino al calvario iba derramado su sangre, ella con gran impotencia lo acompañó y su corazón latía con la impotencia de querer hacer algo, pero se lo impedían. No es fácil ver morir a un hijo, mucho menos lo es si este hijo a cada paso que da derrama sangre, dolor y sufrimiento en una agonía lenta y humillante, pero a todo esto solo caminó en silencio con un gran testimonio de fe, sabiendo que los designios de Dios, aunque son dolorosos tienen un sentido redentor.
Sin duda en estos tiempos hemos podido conocer el dolor por la pérdida de un ser querido, ya sea de la propia familia o algún amigo cercano. Este virus que nos ataca nos pone frente a una realidad dolorosa y desgarradora, inclusive pone tambaleante nuestra fe y en muchas ocasiones nos hace renegar, cuestionar o rechazar la voluntad de Dios, pensando que el dolor que sentimos es un castigo o inclusive, un abandono por parte de Dios. Todo esto es parte de nuestra humanidad que se ve débil ante este tipo de situaciones que se escapan de nuestras manos. Pero también es en estos momentos en donde debemos abandonarnos a Dios y
III. Proponer
Nuestra Señora de los Dolores - Salamanca. Crisologo 2017


pedirle que nos envié sus dones para lograr comprender lo que sucede, y de este modo alcanzar la resignación divina, esto quiere decir que sepamos aceptar lo que vivimos pensando que Dios nos dará el consuelo necesario y la compresión para asimilar nuestros sentimientos.
La imagen de María es muy reveladora, ya que al igual que ella nos vemos frágiles ante una realidad que rebasa nuestras fuerzas y nos pone de manifiesto que ante estos momentos que quisiéramos actuar, no podemos. Lo que si podemos hacer es pedirle a María que interceda por nosotros para ser pacientes al caminar cerca de nuestros enfermos, tratando de hacer lo que está en nuestras manos. María se abandonó a Dios ante aquello que sus ojos veían, y fue un momento de crisol para ella, nosotros también estamos llamados a abandonarnos en la oración, pidiéndole a Dios que tenga misericordia, ya sea por nuestros enfermos o por aquellos que son víctimas de la enfermedad, sin olvidarnos de los que han perdido a un ser querido.
Ante estos momentos de perdida no debemos sentirnos solos, abandonados ya que por medio de María Dios nos acompaña en el dolor, si hermanos María camina de la mano con nosotros, en cada persona que llora un ser querido que muere, ella también lo siente como si estuviera perdiendo a su hijo nuevamente, María enjuga nuestras lágrimas, nos consuela y reconforta. Sintamos su presencia que nos fortalece y ayuda a salir adelante cada día, busquemos configurarnos con ella en su dolor, en su templanza, en su Fe y en su abandono a la voluntad de Dios. Reconozcamos que la muerte no es un fin, sino que es el inicio de una nueva vida, en la que ya no hay sufrimiento, ni dolor, en la que nuestros seres queridos participan de la gracia y la bondad de Dios. Sigamos los pasos de María en su dolor y convirtámonos en testigos de la fe, consolando y dando la mano a quienes nos necesitan. Que nuestro corazón sea fuerte como el corazón de María para que, en estos momentos de dolor, seamos fortalecidos y nos haga crecer en nuestra fe y en nuestra confianza en Dios.
Pregúntate:
• En estos momentos de dolor ¿Qué tanto te has acercado a la oración?
• ¿Reconoces en tu vida la acción intercesora de María? • ¿Cómo has vivido tu proceso de dolor ante esta realidad que vivimos?
Celebrar
Terminemos estos momentos de reflexión encendiendo una veladora ante una imagen de María y encomendando el alma de nuestros seres queridos que se han adelantado. En un momento de silencio respiremos profundo, inhalamos y comenzamos a sacar el aire lentamente para tratar de encontrar paz en nuestro corazón.
Continuamos iniciando un dialogo, en silencio, con María pidiéndole su intercesión en estos momentos de dolor, también pidamos para que fortalezcamos nuestra fe y nos enseñe a comprender los designios de Dios.