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LA MISIÓN HOY
Fraternidad
Desde mi punto de vista teológico y reflexionando a la luz espiritual ¿qué le falta al mundo para construir la fraternidad? Le falta principalmente amor, si hay amor hay respeto, valores, ética, moral cristiana de la iglesia o ética civil, pero, como podemos darnos cuenta, eso ya no existe.
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Tristemente nos invaden puros antivalores, todos los medios de comunicación nos hablan de aborto, eutanasia, muerte, de todo lo que es un mundo egoísta, inhumano, vale todo, todo se puede, piensan que nada tiene censura, no hay respeto ni por su propia persona; ¿en qué lo veo? En cómo hablan, cómo se visten, cómo se comportan, no hay amor ni para sí mismos, solo odios, rencores, solo piensan en dañarse a sí mismos, como van a tener amor por el otro si todo es individual y ni ellos mismos como personas se aman; no se aman, con sus familias, papás, primos, prójimos, solo se ven muchos vicios, drogadicción, alcoholismo, violencia, muy pocas familias fomentan el amor y de ahí sale como lo menciona la Encíclica Fratelli Tutti que son los doctores, enfermeras, farmacéuticos, paramédicos, personal de salud y personal de limpieza los que quieren y dan su vida por el otro. Ya observando hay muy poco altruismo, hay más puntos a tratar, pero haciendo recuento pensemos ¿Cómo hacer que la persona se ame, primero yo y luego si la persona está bien en sus cuatro cuerpos va a aprender a amar a sí misma? Quien tiene amor para sí tiene amor para el otro y le importan los demás, respeta su vida y la ajena, se preocupa y se ocupa de los demás, solo así revisándose a sí mismo podemos darnos cuenta de que se puede crear la fraternidad, ya que como la palabra lo dice, es una unidad de personas que crean una comunidad, que se ven como hermanos interesándose en el bien de los demás y así formando un mundo de amor, de personas comprometidas con ellas mismas para poder interactuar con los demás.
Gran tarea fomentar lazos fraternos a nivel personal, revisar su persona muy minuciosamente para interesarse por el otro, ya que todo es individual y a nivel personal egoísta, solo yo, primero yo y que me importa el otro. Solo con la fuerza del amor podemos darnos a los otros como lo dice la santa biblia en primera de corintios 1-13-13 el himno teológico el amor, y así mismo nos lo explica desde la voz del pastor monseñor José Rafael Palma Capetillo obispo auxiliar de Xalapa en el año 2018 en su artículo “El Amor” nos da la descripción del amor o caridad como virtud, el amor o caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas, por el mismo y al próximo como a nosotros mismos, por amor de Dios (CatIC,n.1922). El papa Juan Pablo I señaló que amar significa que algo desde adentro te empuja y te inclina, casi te lleva, te hace ir con ánimo hacia


lo que amas, amar significa viajar, correr hacia los que amas. Amar a Dios es viajar con el corazón hacia Dios. Un viaje precioso, pero el viaje comporta a veces implica sacrificios. Pero estos no nos deben detener (Alocución semanal, 27 de septiembre de 1978).
San Máximo de Abad, el confesor, nos explica que «la caridad es aquella buena disposición del ánimo que nada antepone al conocimiento de Dios. El que ama a Dios antepone su conocimiento a todas las cosas por él, creadas y todo su deseo y amor tienden continuamente hacia él. El que ama a Dios ama también inevitablemente al próximo; y el que tiene este amor verdadero no puede guardar para si su dinero, sino lo reparte según Dios a todos los necesitados». «La caridad no se demuestra solamente en la limosna, sino sobre todo con el hecho de comunicarse con los demás, las enseñanzas divinas y prodigarles los cuidados corporales» (Sobre la caridad. Centuria I, caps. 1-40). En efecto, el amor a Dios y el amor al próximo son inseparables. Solo si se ama a Dios profundamente, se llega a amar a todos cada vez más plenamente. Él aposto Pablo menciona la caridad como la mayor de las virtudes teologales (cf. 1Cor 13,8-13), puesto que permanece en la otra vida. El amor puede ser llamado también caridad, solidaridad y su máxima expresión es la misericordia. Toda la sagrada escritura narra el amor que Dios tiene. Dios es el origen y la fuente de todo amor. Su amor eterno y fiel (cf. Sal 108, 1-4; Jr 31,3 Dt 7,9; Is 54,9). El amor de Dios de parte del ser humano es superior a todo; requiere de toda la mente, la fuerza, el alma, el corazón, «todo su ser» (Dr 6,5; Mc 12,30; Lc 10,27). El amor de cada uno a Dios es la respuesta que Dios espera de su pueblo. Desde el antiguo testamento, el mandamiento del amor a Dios es completado por el «segundo mandamiento» amarás a tu próximo como a ti mismo (Lv 19,18). Este segundo mandamiento es presentado de modo menos solemne que el primero (cf. Dt 6,4-13), pero como semejante punto el amor al próximo es superior a todos los bienes de la tierra. Dios los señala como el ayuno que a él le agrada (cf. Is 58, 6).
En el nuevo testamento Juan identifica a Dios con el amor: «Dios es amor» (1Jn 4,8-12). Cristo en su persona y en su vida, nos ha dado ejemplo de cómo amar a los hermanos. Este «Mandamiento nuevo» es la ley escrita en el corazón del hombre y no en tablas de piedra (cf. 2Cor 3,5). Amar no es simple consejo, recomendación, sino que es un mandamiento de cristo (cf. Jn 13,34), pero sobre todo es una caridad, Dios nos ama y nos ha dado la capacidad de amar. Cristo nos pide amar como él nos ama, y nos invita también a permanecer en el amor (cf. Jn 15, 9-10), es decir perseverar.
En la parábola del buen samaritano (cf. Lc 10, 29-37), Cristo da por entendido que el amor al prójimo se dirige hacia el más cercano, porque «la caridad empieza en casa»; sin embargo, Jesús aclara en un sentido más amplio y profundo, ya que amar al prójimo significa acercarme por amor al que me necesita, es decir, al que yo puedo acercarme. Es también importante la coherencia en el amor que «quien no ama a su próxima miente si dice que ama a Dios» (1Jn 4,20-21). El que ama sinceramente a los hermanos, ama auténticamente a Dios, ¿Quién le dará el premio eterno como si hubiese beneficiado
La importancia del amor en la sagrada escritura.

directamente a él? Amar es perdonar las ofensas recibidas (cf. Mt 5, 23-24). La sagrada escritura insiste en el amor permanente, que se da cuando es verdadera virtud. «nada puede apagar el amor» (Ct. 8,7). «El amor no pasa nunca» (1Cor 1, 13-8).
Dimensiones del amor o caridad.
No se puede amar a una persona por encima del amor de Dios, pero hay que amarla precisamente porque amamos a Dios. El afecto y la atracción están desordenados hacia las cosas y a las personas, nos aleja del amor de Dios y contradicen también el amor al próximo. El amor al próximo contiene el efecto natural característico del corazón humano, pero está basado en el amor de Dios, benévolamente.
Las dimensiones del amor (o caridad) se consideran dos, un aspecto sensible y otro espiritual, los cuales con inseparables en la experiencia humana (cf. Benedicto XVI, Deus caritas est, 7):
a. Amor de concupiscencia (eros): es el amor sensible, imperfecto, que ama por lo que recibe, es decir, se mueve por interés. Se refiere a las palabras y otras expresiones de ternura y cariño. (cf. Is 49, 15), a las caricias; incluye el placer o sensación de agrado. El amor sensible es natural, sensible y conveniente para las relaciones humanas; pero sino trasciende puede desviarse, degradarse o pervertirse. La exageración del amor sensible que es el erotismo contradice la nobleza y la dignidad de los efectos y la emotividad humana.
b. El amor de benevolencia (ágape): es el amor espiritual que perfecciona los efectos y emociones, fruto de la acción del espíritu santo, es incondicional, no necesita nada a cambio: simplemente se da (cf. 1Jn 3, 16-17). El que ama no exige ser amado, aunque lo espera. El mismo dinamismo del amor pleno suscita que sea correspondido y permanece fiel. Su amor despierta el amor. Proviene de Dios y conduce a Dios y al compromiso con el próximo.
El amor humano se vive con ambas dimensiones, sensible y espiritual, vividas de modo armónico y expresadas oportuna y libremente, conservando su sentido propio. El amor al próximo no es solo sensible y superficial, sino es también interior y siempre activo. El amor sin obras no es sincero ni completo, sino débil y rígido. Por otra parte, las obras buenas, sin efecto ni cariño son siempre frutos de amor como virtud, puesto que la motivación gira en torno a otros intereses o intenciones, que, aunque sean buenas buscan otra compensación.