El Panteón de Agripa, Santa Sofía de Constantinopla y el Duomo de Florencia. Por Don Curro
E
n la Antigüedad, para intentar mostrar la grandeza de un pueblo y por consiguiente de sus dioses o regidores, se recurría a la sobrecogedora monumentalidad de los templos que les consagraban, esperando que de ellos se hablase con admiración en las tierras extranjeras. Que un ser humano sea ridículamente pequeño en relación con la basa de una pilastra de San Pedro del Vaticano, es decir, con un elemento que en su escala habitual no levanta del suelo más que un par de palmos, es sin duda algo intencionado. De hecho, aun hoy en día los regidores se pelean para conseguir un Fosters, un Ghery o un Calatrava que exporte una imagen de riqueza de su localidad al extranjero. Un primer ejemplo es el Templo de Salomón; sus dimensiones hoy en día serían relativamente modestas, sin embargo, ha llegado a nuestros días como una de las construcciones más grandiosas jamás realizadas por la humanidad,������������������������������������������������� y en su época, sólo se podía�������������������� n explicar sus imposibles dimensiones por la intercesión e inspiración divina. No se trataba más que de una nave con una luz libre de soportes de unos 10 metros de ancho, lo que sí debió ser inédito hace tres milenios y maravillar al visitante. Probablemente sea el primer edificio monumental que se haya ganado tal calificativo gracias a la habilidad de sus creadores, más que al empleo de la fuerza y la paciencia. Simplemente se trataba de disponer de unas grandes vigas de madera atravesando perpendicularmente el techo de la nave, aún quedaba muy lejos San Pedro.
La conveniencia de que la técnica desarrollada para la construcción de los grandes templos no fuese divulgada entre los feligreses o entre los extranjeros inició una tradición ocultista en la historia de la arquitectura: en Egipto o en China se sacrificaba al maestro director de las obras con la conclusión de éstas; en el Templo de Salomón, al igual que en las catedrales góticas, se dice que se contrataron leprosos como albañiles para, de alguna manera, evitar que los secretos técnicos no saliesen de la obra por la falta de vida social de estos; ahí nace la sociedad secreta de la masonería con su anagrama compuesto por el compás y la escuadra. Pronto hubo que superar las dimensiones del Templo de Salomón para crear grandiosos monumentos que preservasen el misterio de su construcción; entonces, fueron las cúpulas las que dieron la solución técnica al problema: recurriendo a esta forma tan simbólica, se consiguieron encerrar los espacios más amplios jamás conocidos hasta entonces. ¿No ocurrió con el santuario dedicado a Apolo en Dídima (Turquía) que fue planteado con tales dimensiones que no hubo forma de cubrir la nave principal y aquellos griegos tuvieron que contentarse con construir otro templo más pequeño en su interior para albergar al pobre Apolo? La primera gran proeza en la construcción de cúpulas debió de ser el Panteón de Agripa en Roma, de la tercera década antes de Cristo. Otras dos obras que merecen una especial mención son la Iglesia de Santa Sofía de Constantinopla y la cúpula que cubre el Duomo de Flo-
The Journal of Feelsynapsis | NO. 1 | Noviembre 2011
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