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EL RINCÓN DEL CUENTO
Ahora, Elisa se pregunta por qué los recuerdos ingratos siempre aparecen y los agradables se borran de inmediato. Esta noche, con la muerte cercenando su garganta, uno, quizá el más cruel, viene a su mente…
Su primer embarazo seguía su curso, frecuentemente requería hospitalización, nadie sabía la razón, pero el “producto” -así decían los doctores-, no quería quedarse con ella y aunque el Doctor recomendaba reposo y tranquilidad, era imposible, él se encargaba de que no fuera así.
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Esa madrugada, como todas, Israel vociferaba algo ininteligible cuando sus amigos lo llevaron hasta la cama, totalmente inconsciente, escondieron las posibles armas y se fueron entre recomendaciones… pero él no estaba tan borracho como aparentaba… la obligó a levantarse…
Ella empezó a llorar y fue a refugiarse al pequeño patio… hasta donde la siguió Israel, entre insultos y burlas a su figura, lamentándose de haberse casado con ella… allá, afuera, estaban todas las novias que desairó por su causa, reclamando su presencia… pobrecitas ellas, hijas de buenas familias, tan exquisitas, tan finas, tan bellas, nada comparadas con la enorme figura de Elisa, que se bamboleaba de un lado a otro al caminar, con sus ocho meses de embarazo a cuestas.
Escuchar eso la indignaba, hería profundamente sus sentimientos, pero no tuvo tiempo de protestar, ni siquiera de seguirse lamentando, cuando un proyectil se estrelló a un lado de su cabeza.
Con furia, Israel le lanzaba toda clase de objetos, vasos, platos, pedazos de tabique y ella solo atinaba a mover la cabeza de un lado a otro, rogando a Dios que se detuviera y no fuera a darle un golpe en el vientre…
Tal vez Dios oyó sus ruegos o fue que tan solo a Israel se le cansó el brazo o decidió que necesitaba más diversión… Elisa nunca lo supo, solo recuerda que se le acercó y de los cabellos la llevó hasta la pileta llena de agua.
Elisa no entendió en ese momento y nunca lo entendería después, por qué Israel la atacó con ese odio desmedido y aunque ella le imploró que la dejara, eso solo fue el aliciente para que él la lastimara más, la tenía a su merced, voluminosa, gorda, asustada y rogándole que no la lastimara y entonces, como haciéndole un favor, el favor de no ahogarla, tomó una cubeta llena de agua y la vació sobre ella, repitiendo una y otra vez su acción…
Empapada Elisa sentía que el frío de la madrugada le calaba hasta los huesos, irónicamente, mientras el chorro de agua helada escurría por su cara y cuerpo, ella, estremecida de frío y coraje, daba gracias a Dios de que Israel no la hubiera sumergido en la pileta, mientras él, solo se reía, con ese sonido demencial que acompañarían sus recuerdos, por mucho tiempo…
Sabes que tu amor en mi vida, fue como un barco en la tormenta, luchando siempre por arribar a un lugar seguro y de pronto, me doy cuenta que nuestro barco naufragó hace tiempo y que, aunque quisimos reconstruirlo, ya no fue posible unir los pedazos.
En ese estira y afloja de su vida con Israel, en más de una ocasión se separaron y aunque Elisa trató de rehacer su vida, él siempre volvía, llorando, pidiendo perdón y amenazando con matarse. Así llegó el segundo hijo…
_ Tú vas a ser la culpable si mis hijos se quedan sin padre. Si no quieres que regrese contigo, entonces me voy a largar y ellos te lo van a reprochar toda tu vida… parecía que estaba ahí para recordarle que no tenía derecho de volver empezar y a fuerza de escucharlo, Elisa se convenció que sobre sus hombros descansaba la responsabilidad de que ese matrimonio no terminara y siempre regresaba con él.
Con el tiempo, Elisa se fortaleció y los reclamos de Israel cambiaron, ahora ya no era la fea, la inútil, ahora era una belleza a la que todos deseaban… solo de esa manera se explicaba la obsesión de Israel por los “amantes” de su mujer. En su mente alcoholizada, la lista era más grande que un directorio telefónico y ella se aprovechaba de eso, lo utilizaba para hacerlo enojar.
Total, si pensaba eso de ella, nunca lo iba a hacer cambiar de opinión… entonces, ¿por qué no devolverle un poco del dolor que él le había causado en todos esos años perdidos? Elisa se volvió más fuerte emocionalmente y llegó a creer que tenía derecho a hacerle pagar todas las humillaciones que él le había hecho, pero olvidó que la vida siempre cobra las facturas y en ese juego perverso, fue muriendo un poco cada día.