LA CIENCIA DE LAS MUJERES

LA CIENCIA DE LAS MUJERES ANDRÉS GALLARDO

A ANDRÉS, EN SU AUSENCIA

Desde que usted tuvo que partir, yo ya no sé si el que no está es usted o soy yo.

Ha sido una etapa muy difícil, en la que usted se ha mantenido presente, siempre, y en todos los lugares que frecuentamos. Todos, porque estábamos siempre juntos. Porque nuestros proyectos eran comunes. Por eso, Andrés, ahí donde yo esté, usted se establece.

En el campo, en Angol, iba a buscarlo al río esperando encontrarlo en una rama, en una carta dentro de una botella, en una carta de cardo, en el aire tibio, en un beso suyo soplado.

Al volver a Santiago, descubrimos, con Leonardo, una verdadera plantación de tomates, en la jardinera, entre las plantas. De inmediato pensé que usted estuvo ahí, que fue un regalo suyo, un “no me olviden”.

Desde que usted tuvo que partir, al regresar a nuestra casa recorro los espacios y no puedo dejar de mirar el escritorio, lo veo escribiendo.

Cuando me acerco a nuestro sector en Huechuraba, lo veo caminando algo mal genio…

Recordarlo y recordar es una constante, y también agradecer: jamás olvidaré la casa de la Ximena Olivos y De Cangrejo a Conejo.

En relación con la memoria: tampoco olvido las décimas que nos escribíamos cuando todavía no nos casábamos, y usted vivía en Concepción, y yo en Santiago. Y las décimas que hicimos en uno de nuestros paseos a Cobquecura, con la Adrianita y Fidel y la Sole. En

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la playa, a pasos de La Lobería. Fue la misma vez que usted se puso a cantar como Pedro Vargas en ese fantástico lugar al aire libre. Cuando usted era “nuestro pololo”.

Meditando y manejando, en nuestro automóvil, pensé que usted ha sido el serio más divertido y el cuerdo más loco que he conocido.

Ahora, Andrés, ha llegado el momento de descorchar la champaña o espumante, regalo de la Memé, que tan celosamente he guardado durante meses para este momento. Es muy especial, solo digna de una publicación como La ciencia de las mujeres.

Mariana Prat agosto de 2018

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CAPÍTULO 1

Fue Uno mismo el que tuvo la idea absurda, al encontrarse con el Otro a las cuatro de la tarde, en pleno centro de la ciudad, Uno y el Otro visiblemente dedicados a no hacer nada o, mejor dicho, dedicados a mirar vitrinas de tiendas comerciales que ofrecían zapatos, artículos de escritorio, electrodomésticos, ropa interior, libros; Uno y el Otro dedicados a considerar con interés despliegues de pelucas, centrales de homeopatía, ópticas, implementos de caza y pesca, relojes digitales que a las cuatro de la tarde, segundo más segundo menos, emiten trozos de melodías famosas o silbidos que obligan a consultar la precisión del propio reloj.

——Es absurdo encontrarse a las cuatro y un minuto y veinte segundos de la tarde, en el centro de la ciudad, vitrineando sin la menor intención de consumir, mientras todo el mundo trabaja.

——En primer lugar, son las cuatro y treinta y siete segundos. En segundo lugar, yo vitrineo con claras y precisas intenciones consumistas: tengo que comprarme una hoja de afeitar y estoy cotizando precios.

——Perdón, he hablado precipitadamente.

——Y, en tercer lugar, no he estado toda la tarde de ocioso. He estado trabajando hasta hace veinte minutos. Tenía una reunión en la Casa Central de la Universidad y ahora, antes de volver a mi oficina, me permito unos minutos de relajación y para ello nada mejor que este vitrineo terapéutico y pragmático.

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CAPÍTULO 2

Una de las ventajas de los constantes estados de emergencia decretados por la Autoridad, es que ayudaban a los pobres ciudadanos a ir tomando conciencia de la precariedad de la vida. Y si algunos pobres ciudadanos ya de por sí vivían sus vidas precariamente, entonces el estado de emergencia ya podía llamarse simplemente la normalidad, tan normal como el miedo diario, tan normal como el silencio espeso, tan normal como el aprender a deslizarse por las calles brumosas tratando de no ser más que discreta bruma en la bruma.

La exseñora del Amigo Ahí llegó a la casa de Uno, donde la señora de Uno evidentemente la estaba esperando, pues la exseñora no necesitó anunciar su presencia. La puerta se entreabrió y se cerró apenas con un chirrido que tenía más de quejido que de falta de lubricación.

——Entra rápido. En estos estados de emergencia nunca se sabe.

——Venía muerta de miedo. Por las calles no anda un alma.

——Y parece que van a decretar toque de queda antes de las diez.

——¿Llegó la señora del Otro?

——Hace rato que espera.

Ambas señoras entraron en silencio en una habitación semipenumbrosa, donde la señora del Otro esperaba, en efecto, muy posesionada de la circunstancia misteriosamente trascendente que, sin duda, concitaba la reunión, y sin más preámbulos, las tres damas se entregaron de lleno a la más confidencial de las pláticas de que se tenga noticia.

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CAPÍTULO 3 Historia de encuentros, desencuentros y reencuentros

La señora del Otro, complacida con la solícita atención de la señora de Uno y de la exseñora del Amigo Ahí, dio comienzo a su historia de esta manera: ——De esto hace ya muchos años, no tantos, claro, como para que las cosas buenas hayan perdido su regusto amable o como para que las cosas no tan buenas hayan borrado su dejo de frustración o de sano rencor.

Por aquellos años, la universidad era una meta que ni siquiera formaba parte de las fantasías de las muchachas, para qué decir de las muchachas provincianas. Yo vivía en Curaco de Vélez, en las míticas nieblas marinas de Chiloé. La ilusión máxima de las muchachas más despiertas de la isla de Achao era irse a estudiar a la Escuela Normal de Ancud. Pero yo no quería ser profesora, yo quería solo dos cosas: ser escritora o triunfar en la vida; mirándolo bien, quizás yo quería una sola cosa, que era triunfar en la vida como escritora. Yo les contaba a mis amigas que quería ser escritora y ellas soñaban que yo escribiría versos para niños en la revista de la Escuela Normal de Ancud. Yo pensaba en Gabriela Mistral y soñaba que algún día me iba a ganar el Premio Nobel escribiendo poemas de amor más encendidos que los versos de amor de Alfonsina Storni. Yo no hablaba de estas cosas

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CAPÍTULO 4

Uno podría haber aceptado la posibilidad de enfrentar en público al cincuenta por ciento, aproximadamente, de los cuatro millones de potenciales irónicos o solapados espectadores desparramados por la ciudad; Uno podría haber aceptado la posibilidad de mirar desafiante o despectivo a dos millones, aproximadamente, de varones y hasta sonreírles burlón y comer y beber delante de ellos. ¿Pero qué hacer con las espectadoras? ¿Cómo enfrentar las miradas desdeñosas o, peor aun, las miradas compasivas de los aproximadamente dos millones de damas y damiselas que adornaban los distintos rincones de la ciudad? Uno sabía que, aunque después se fueran a reemplazar los dientes idos, el recuerdo de los huecos permanecería vivo en las mentes femeniles, impidiéndole a él para siempre la posibilidad de figurar en las más honestas conversaciones de sobremesa como tenue objeto de consideración en su calidad de macho funcional. Por eso, Uno consideró razonable exigirle a la dentista que la extracción inevitable de los otros dos dientes malditos se hiciera de noche y sin ayudante, aunque ello hiciera el proceso más lento, más doloroso o, peor aun, más caro y más complicado o imprevisible.

En estas condiciones, el ambiente del último rincón de la casa de Uno empezó a adquirir un matiz de permanencia similar a los estados externos de excepción, con el camastro siempre a medio hacer y el ropero entreabierto, con la campanilla para llamar a la señora en caso 63

ÍNDICE

A ANDRÉS, EN SU AUSENCIA ........................................................... 7 PRÓLOGO DEL AUTOR

Para poner algunas cosas en su sitio ............................................... 11

CAPÍTULO 1 ......................................................................................... 17 CAPÍTULO 2 ......................................................................................... 33 CAPÍTULO 3

Historia de encuentros, desencuentros y reencuentros ................ 49

CAPÍTULO 4 ......................................................................................... 63 CAPÍTULO 5

(Prescindible) Perorata del patriarca subdesarrollado .................. 77

CAPÍTULO 6 ......................................................................................... 85 CAPÍTULO 7 ......................................................................................... 99 CAPÍTULO 8 ......................................................................................... 115 CAPÍTULO 9 ......................................................................................... 129 CAPÍTULO 10

Historias de la cautiva empresarial ................................................. 145

CAPÍTULO 11 ....................................................................................... 155 CAPÍTULO 12 ....................................................................................... 171 CAPÍTULO 13 ....................................................................................... 187 CAPÍTULO 14

Historia del poeta impertinente ...................................................... 201

CAPÍTULO 15 ....................................................................................... 211 CAPÍTULO 16 ....................................................................................... 227 CAPÍTULO 17 ....................................................................................... 235 CAPÍTULO 18 ....................................................................................... 249 CAPÍTULO 19 ....................................................................................... 265 CAPÍTULO 20 ....................................................................................... 277 CAPÍTULO 21

La historia del industrial de mala facha. (Donde la señora de la cocinería del Mercado de Chillán, tía del Otro y del Viejo de los Neumáticos, narra a Uno y al Amigo Ahí una historia del pasado) ........................................................................... 293

LUGARES DONDE OCURRIERON HECHOS IMPORTANTES EN LA HISTORIA DE LOS PEREGRINOS DE “LA CIENCIA DE LAS MUJERES” .......................................................................... 301 POSTFACIO A ESTA EDICIÓN ........................................................... 309

Esta es una novela póstuma del catedrático, escritor y dramaturgo chileno Andrés Gallardo, autor de Tríptico de Cobquecura, La nueva provincia y Cátedras paralelas, entre otras obras.

Como comenta Adriana Valdés, en La ciencia de las mujeres son ellas quienes manejan el verdadero poder, “ese que no sale en la foto”, en situaciones relatadas con maestría en un libro que, además, “hace reír a carcajadas”. Sus protagonistas son tres varones en decadencia corporal y laboral que conversan largamente, en una dinámica tan subsidiaria de Los tres chiflados como de los personajes de Raúl Ruiz en Tres tristes tigres. Sus correrías, tanto en Santiago como en la provincia, muestran un Chile y exhiben un lenguaje que este autor tanto parodió como amó profundamente.

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