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La mujer dominicana

MARIANA RAMÍREZ MC-LEAN | PERIODISTA

mramirez@revistamujerunica.com / twitter: @mramirezmaclean

Entrenar la vida Cuando supe de su hazaña, no lo podía creer –todavía me cuesta hacerlo, de hecho–. ¿Cómo era posible que una mujer con dos hijos y tres trabajos consiguiera algo semejante? ¿Cómo, pero es que cómo? Porque si yo estoy obsesiva con el tema deportivo, ella lo está multiplicado por mil. Vamos, seamos honestas: ¡está loca! (y yo muero de ganas de compartir el loquero). La había conocido hace un tiempo, pero fue un hola y un chao. Hace poco, sin embargo, me tocó entrevistarla para un blog de deportes (ahora me creo atleta), y ahí me cayó la teja: Thais, la primera dominicana en completar un Ironman, es literalmente todo lo que se entiende por una superwoman. No vuela, pero nada. No se teletransporta, pero pedalea. No lanza rayos por los ojos, pero corre. Y lo hace en grande: un Ironman consiste en 3.86 kilómetros de natación, 180.25 k de bicicleta (112 millas), y 42.2 k de trote o corrida (una maratón). ¿Se cansan de tan solo leerlo? ¡Yo también! ¿A qué viene todo esto? Veamos: además de su conquista deportiva, suma a su agenda laboral el hecho de ser la directora de Futuro Posible, una organización dominicana que ejecuta programas a favor de la niñez. Y además, como les adelanté, tiene dos hijos y un marido. Ya con eso tendría suficiente en qué ocuparse, ¿no? Sí, su hazaña es digna de alabar. Sus levantadas a las 4 de la madrugada para entrenar, su inteligencia para integrar la vida familiar con sus horas de ejercicio –hijos y marido hacen algún deporte-, su ánimo para promover su proyecto Kilómetros por la Educación, todo eso, merece una estatua. Yo se lo cuento a quien quiera oírlo, por un simple motivo. Durante la entrevista, Thais me dijo algo que se me ha colado en los huesos y que he grabado a fuego en mi retina (auch, metáfora dolorosa): “el único 88 1 mujer única 1 julio 2012

ILUSTRACIÓN: LUIS HIDALGO

entrenamiento malo es el que no se hace”. Me lo decía en vista de mi dificultad para incorporar un plan muy básico de entrenamiento en mi vida: “no importa si un día no puedes completar los kilómetros planificados, lo que importa es que algo hiciste”. Entonces entendí que ni siquiera se trataba de entrenar. Se trata de la vida misma. La costumbre de oír –y de usar– la excusa de la falta de tiempo para cumplir metas o sueños, la cantinela del “me encantaría hacer tal o cual cosa por mí, pero a qué hora, muchacha”, la letanía de la rutina, la vida del pretexto. Todas, evasivas acomodaticias para nuestra pereza. ¿A quién engañamos con tantas justificaciones? Solo a nosotras. ¿Quién se

pierde la posibilidad de tener un tiempo para sí misma? Nosotras. ¿Y quién andará refunfuñando por la vida por la falta de oportunidades? Ya entendieron: nosotras. Escribo todo esto muy consciente de lo evidente que es. Comprendo que el discurso de “hay que robarle tiempo al tiempo” está trillado y enerva a cualquiera. Entiendo que la rutina pesa, y soy la primera en sucumbir frente a ella. Pero, entonces, está Thais. Y la imagino corriendo, o pedaleando, o nadando cuando el sol ni se ha despertado, y me animo a salir al parque. Porque, claro, no importa si hoy estoy muy cansada para correr 10 kilómetros. Correré 4. Y diré que el entrenamiento ha sido un exitazo.


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