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Solo meccanica… ma mi piace!

No es la primera vez que decimos que ciertas empresas son una prolongación de la personalidad de quienes la crearon, y entrar en esos negocios supone sentirse como en casa de la persona en cuestión. Este es el caso que nos ocupa, y sin rubor debemos admitir que ClassicCo es un lugar donde estarás necesariamente bien acogido ya que cualquier detalle es un homenaje a esta filosofía de las dos ruedas que nos envenena.

Contextualicemos a nuestros protagonistas: un referente para minorías necesita una gran metrópoli para garantizar su viabilidad, y Moto Guzzi es una marca sin ínfulas de grandeza porque ya está cómoda siendo como es, un maravilloso microcosmos donde sus escasos usuarios se sienten especiales. ClassicCo es Servicio Oficial Moto Guzzi en Madrid capital desde hace más de 25 años, cuatro en la ubicación actual, con dos talleres diferenciados (uno específico para las Guzzis y otro para “joyas sobre ruedas” de las que luego hablaremos), más una zona de recepción donde pisas suelo de parket, contemplas algunas Guzzis clásicas de competición –y una Kreidler aupada en un altar-, los sofás son de piel y la decoración ya la querrías para el salón de tu casa…

¿Empiezas a entender el rollo de esta gente?

Mauro Abbadini es la cara visible de ClassicCo. Originario de un pueblo alpino cercano a Mandello del Lario, desde pequeño ya trasteaba motores en el taller de sus tíos, donde aceptaban desde motos hasta tractores. Tras estudiar Económicas en Inglaterra, a principios de los años 90 montó su primer taller en Brighton, por supuesto especializado en Moto Guzzi. En aquellos tiempos, recordaba que compraba Guzzis “a peso” en los desguaces españoles, las cargaba en camiones y se las llevaba a su taller para despiezarlas o incluso restaurarlas, como fue el caso de dos “Le Mans” que compró achatarradas por cien mil pesetas, y las revendió en Inglaterra por un millón cada una.

En 1993, compró todo el inventario de un desguace español que se declaró en quiebra, momento en que se deshicieron de sus intereses en la isla británica, estableciendo un pequeño taller en la Ciudad Lineal de Madrid. Más tarde se trasladaron a Arganda, donde arraigaron quince años en una nave de 500 metros cuadrados hasta su mudanza en 2018 a un coqueto chaflán cerca de la plaza de toros de las Ventas. No te fíes de su angosta entrada, dentro hay un local de quinientos metros cuadrados -más otros 125 de almacén-, donde trabajan cuatro personas (Ángel en recepción, Rafa y Félix en el taller, y el propio Abbadini). La venta de motos no es el leitmotiv de ClassicCo, aunque traen a demanda cualquier modelo que les pidan. Mauro Abbadini siempre ha apostado por Moto Guzzi, que en los últimos años han diversificado su gama, tocando la fibra de los clientes y por lo tanto dando un subidón en ventas para lo que es la filosofía de los italianos.

Hablando de restricciones urbanas…

En un momento de la conversación, Mauro Abbadini ha mostrado su preocupación por las restricciones al tráfico que están por implantarse en Madrid: a partir de 2025, las motos sin etiqueta no podrán entrar en el centro. Cuando se le pone al día de la situación en Barcelona, donde a día de hoy es imposible entrar en los límites de la ciudad con un vehículo sin etiqueta, se queda absolutamente patidifuso: “pero entonces… ¿qué han hecho los dueños de las motos clásicas?” Pues entrar a la ciudad fuera de horas (que sí está permitido) o bien pedir una “autorización especial diaria”, con un límite de 10 al año. Y así continuarán los barceloneses, re -

ClassicCo (Madrid) | tallerdelMes

Clientes de toda la península

El mantenimiento del día a día en la gama moderna es lo que paga las facturas del negocio, y signados a comulgar con la utopía de la alcaldesa más abiertamente hostil contra el vehículo privado que ha visto aquella ciudad; no ha tenido miramientos ni con la singularidad de los históricos, pequeñas piezas de museo costeadas por particulares que consideran sus vehículos mucho más que meras máquinas de transporte. a la vez permite a ClassicCo dedicar largas horas a lo que ellos consideran “lo más bonito del oficio”: la restauración, transformación y cuidado integral de motos clásicas, sean Guzzis o no. Si quieres saber lo que es un flechazo, solo tienes que echar un vistazo a los ejemplares que esperan turno para el taller: BMW, Ducatis, una Moto Morini de cuando eran Moto Morini, e incluso una Yamaha TZR “infiltrada” entre tanto venerable hierro. Mauro Abbadini y su equipo se jactan de saber “lo que le pasa” a cualquier motor bicilíndrico en V solo con escuchar su ralentí: no son magos, es la experiencia de décadas. Tienen clientes que vienen desde Galicia hasta Andalucía pasando por Portugal e incluso un par de motos francesas, el año pasado.

Viendo los trofeos expuestos en la estantería, es casi inevitable adivinar que Mauro Abbadini hizo sus pinitos en la competición, básicamente resistencia y clásicas. En 1998 compró una Ducati 748 para hacer carreras de resistencia de dos horas, descubriendo que aquellos balancines se fundían al cabo de treinta minutos. También usó un par de Aprilias RSV, una Honda… Ha estado como público en el Tourist Trophy de la isla de Man: competir allí son palabras mayores, y una espinita que Abbadini todavía no se ha podido sacar.

ClassicCo encara el futuro con confianza e ilusión: pese al varapalo pandémico, la consolidación de la gama Moto Guzzi (más los modelos que están por llegar) han convertido a la

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