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GASTRONOMÍA a traves de LOS SENTIDOS

Comer es una necesidad básica y vital, pero los seres humanos hemos sabido convertirlo también en un placer. Y es que la comida nos entra por los sentidos. Son estos los que nos ayudan a saber que un alimento tiene la calidad adecuada para ser consumido. Pero yendo más allá, los alimentos gracias a nuestros sentidos son capaces de evocarnos emociones, sensaciones y recuerdos. No en vano podemos decir que ha surgido incluso una nueva corriente dentro de la gastronomía, la neurogastronomía, que se centra en la experiencia sensorial que supone el acto de comer.

Hoy en día muchos de los grandes chefs de todo el mundo, son conscientes de la importancia de la neuro-gastronomía y de cómo esta puede influir en el éxito de sus platos. Por ello han incluido esta ciencia entre sus prioridades, pues los ensayos llevados a cabo por esta innovadora ciencia nos dicen que el gusto y el olfato no son los únicos responsables de nuestra percepción de la comida. Al no comer por impulso como los animales, gran parte de la información proviene del resto de los sentidos.

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Lo cual nos hacen percibir cada plato de una manera diferente: por su aspecto, su textura, el olor, la forma o la temperatura. Teniendo un impacto directo en nuestra experiencia sensorial. Haciendo de la cocina un arte que se elabora con el objetivo de impresionar al comensal transmitiéndole esa sensación plena de placer al comer. Todo ello crea una inteligencia emocional gastronómica que influirá en la percepción que el comensal tendrá, no solo del plato, sino de su experiencia en general.

La vista es el primer sentido que utilizamos. Esa primera sensación general es crucial, nos conduce a través de las formas, los colores, la cantidad, la presentación, la decoración, el ambiente… también será la responsable de identificar cada plato.

Con el olfato descubrirán los aromas de cada uno de los ingredientes que junto con el gusto nos harán sentir una explosión de sabores. Nos ayuda a generar apetito y tiene la capacidad de recordarnos el pasado, ¡es el sentido con más memoria!

El tacto nos permitirá percibir las diferentes texturas y temperaturas. Esto hace que la percepción sobre un plato cambie dependiendo de si este está más frío o más caliente. Sucede lo mismo con el estado del plato, nos puede apetecer más o menos.

El oído completa nuestro viaje por los sentidos a través del crujir de ciertas texturas. Ayuda al comensal a percibir la frescura de los alimentos, algo tan simple como oír crujir un bocado de zanahoria transmite la sensación de frescura total.

Y, por último, el protagonista principal: el gusto. Encargado de despertar y crear emociones en nuestras papilas gustativas. Evidentemente, una experiencia culinaria se desarrolla en base al gusto y el resto de sentidos cobran relevancia en torno a él.

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