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Presentación

El libro que tengo el agrado de presentar en esta ocasión es el resultado del trabajo en equipo que el Ministerio de Cultura, a través de la Dirección de Patrimonio Inmaterial y la Dirección Desconcentrada de Cultura de Puno, ha venido desarrollando en los últimos años a fin de visibilizar y salvaguardar el extraordinario patrimonio inmaterial que se produce en el altiplano peruano. Una serie de iniciativas de gestión cultural e investigación académica que han permitido reconocer en el bagaje folclórico puneño, expresado en las danzas, música y conocimientos tradicionales, una valiosa expresión de la diversidad cultural que caracteriza a nuestro país.

Bajo el título Sicuris, máscaras y diablos danzantes, el libro aborda la historia de la Diablada puneña, a partir de la reconstrucción de un personaje arquetípico del mundo festivo en los Andes, el diablo danzante. Desde sus tempranos orígenes coloniales, los puentes culturales que fueron tendiéndose entre el Viejo y el Nuevo mundo permitieron que el diablo cristiano pudiera incorporarse dentro del imaginario popular andino, un escenario cultural sincrético que fue asociándolo a nuevos atributos y funciones e incorporándolo a diferentes espacios festivos, en la costa, la sierra y, sobre todo, en el altiplano, donde fue ocupando un lugar significativo conforme avanzaba el siglo XX.

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El diablo danzante puneño, sea integrando agrupaciones musicales como los sicuris o conformando conjuntos de diabladas, representa una de las prácticas más significativas para la población puneña contemporánea. La música y coreografías, así como la confección de la vestimenta festiva, son expresiones artísticas que han permitido que las creaciones culturales colectivas e individuales se conviertan en el soporte para expresar la complejidad ritual y la reafirmación identitaria de la sociedad altiplánica.

El personaje está profundamente asociado al uso de las máscaras, estas caretas multicolores que han terminado definiendo la imagen del danzante para el público local y nacional. La Diablada puneña es producto de un complejo proceso de hibridez cultural que, iniciado en el mundo colonial, no ha dejado de transformar la estética de los trajes, las máscaras y la música de los diablos hasta nuestros días. Y, enmarcada por el desbordante universo festivo del altiplano, la Diablada ha trascendido fronteras, reafirmando los históricos intercambios culturales entre los pueblos surandinos que, ya en tiempos republicanos, han sido marcados por la división geopolítica establecida por la frontera que hoy separa al altiplano peruano de los territorios de Bolivia y Chile.

El trabajo del historiador Juan Carlos La Serna nos ofrece también una reflexión acerca de la construcción de la narrativa folclórica en la ciudad de Puno, reconociendo la manera en que, a lo largo de un siglo, diversos intelectuales, instituciones y gestores culturales locales fueron construyendo una propuesta cultural e identitaria donde el bagaje musical y coreográfico permitió a Puno incorporarse dentro de la narrativa identitaria nacional, consolidándose como la “Capital del Folklore Peruano”.

En este sentido, el texto representa, además de un significativo aporte a la valoración del patrimonio altiplánico, un reconocimiento al esfuerzo de numerosas instituciones y gestores culturales puneños, como las agrupaciones populares del Barrio de Mañazo y Juventud Obrera, los conjuntos musicales Masías, Theodoro Valcárcel y la Agrupación Puno de Arte, Folklore y Teatro-APAFIT, pasando por el Instituto Americano de Arte, la Federación Regional de Folklore y Cultura de Puno y el gobierno municipal, los cuales lograron construir, de manera conjunta y progresiva, una propuesta artística y cultural que ha ubicado a Puno como epicentro del escenario festivo de nuestro país. Y, este logro de la ciudad del lago, hoy lo celebramos todos.

Alejandro Neyra Sánchez

Ministro de Cultura