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Los conjuntos de sicuris en la ciudad del lago Anotaciones sobre el diablo y las comparsas musicales

completa irreverencia a la Majestad Divina con acciones indecentes y bulla de cencerros»55 .

Un aspecto interesante de este informe parroquial es el hecho de que el autor no hace mayor diferencia entre estos dos personajes: el lanlaco y el diablo, apreciación que se repite en las fuentes posteriores. Así, por ejemplo, en el texto de Juan Alberto Cuentas, publicado a finales de la década de 1920, se mantiene esta descripción del lanlaco como un diablo danzante, especie de bufón “verdaderamente monstruoso” que hacía su aparición en las celebraciones del Corpus Christi:

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«Este es un baile exclusivo de la fiesta del Corpus. Entonces aparecen los Lanlacus o bufones, disfrazados de diablos, con caretas de yeso verdaderamente monstruosas, grandes cuernos de color verde, negro, rojo y blanco, rematan la parte superior de la careta. Y, alrededor de la cintura, se amarran cinco u ocho esquilas grandes, que conforme saltan y hacen piruetas producen un sonido de lo más desagradable y típico. El calzón corto de color y la chaqueta de aso, las medias verdes, rosadas o blancas, son la indumentaria de esta danza (…)»56 .

LOS CONJUNTOS DE SICURIS EN LA CIUDAD DEL LAGO

«Los danzantes de sicuris son cholos, expertos, trabajadores con conciencia de clase, quienes pertenecen a los sindicatos, aún conservan el amor al color y a la música de los indígenas. Ellos practican tocando y danzando juntos por semanas antes de la fiesta, al aire libre en la fría noche, dejando su trabajo por semanas».

Frances Toor, Three worlds of Peru, 1949.

La mayoría de los testimonios de viajeros, notas periodísticas y reseñas folcloristas de finales del siglo XIX y primeras décadas del XX, coinciden en destacar a los conjuntos de sicuris como las manifestaciones vernáculas más representativas del mundo festivo puneño. Estas agrupaciones musicales, formadas entre los sectores populares urbanos

55. Arriaga, Mariano. “El que suscribe hace presente a su dignísimo Prelado el Sor.

Obispo como cura inter de la Doctrina de Atuncolla, de los abusos que ha observado en diferentes doctrinas para su total extirpación y con celo sacerdotal”. Puno, 22 agosto de 1868. En: Estadística y otros documentos pertenecientes a la Curia, años 1868-1869. Archivo del Obispado de Puno. La danza de los lanlacos también ha sido anotada en el valle del Colca, en el departamento de Arequipa. 56. Cuentas, J. Alberto. Idem.

y las comunidades indígenas, encarnaron el complejo proceso de hibridez cultural que atravesó la población altiplánica, donde elementos prehispánicos terminaron asociándose a prácticas y símbolos del mundo popular ibérico, introducidos en el surandino desde el período virreinal y que, más adelante, fueron modificándose a consecuencia de las nuevas pautas culturales asociadas a la urbanización y la modernización.

El sicuri debe ser entendido como una práctica originalmente indígena que, con los años, fue transformándose merced a la incorporación de elementos culturales externos. Un conjunto en el que participan músicos y bailarines57 . Tradicionalmente, los ejecutantes de sicus o zampoñas iban acompañados de danzantes disfrazados en diferentes motivos —v. gr. caporales, diablos, ángeles, chinas diablas, toreros, animales diversos, etc.—, aunque había ocasiones en las que su presentación se organizaba independientemente de los danzantes. Así, hacia mediados de la década de 1840, el viajero Paul Marcoy señalaba la presencia de ejecutantes de zampoña, quienes integraban conjuntos musicales que participaban de la fiesta religiosa y feria de Pucará, realizada en el mes de diciembre en esta localidad:

«Una orquesta formada por una treintena de ejecutantes cerraba dignamente la marcha.

Los instrumentos se componían de trompetas de hojalata, de pututos o cuernos de Ammon [concha fosilizada], de flautas de cinco agujeros, de tambores, de guitarras, de charangos y de zampoñas. Como ningún tema musical había sido puesto con anticipación a los artistas, que se contentaban de [tocar] largamente cada uno de ellos jugando a su fantasía y de este amasijo de inspiraciones y de instrumentos emana una melodía original pero ensordecedora» [nuestros corchetes y traducción libre] (Marcoy 1877: 257).

Si bien los estudios arqueológicos dan cuenta de la presencia de sicus de piedra en el altiplano desde 5000 años a.C. y la existencia de conjuntos de músicos interpretando dicho instrumento se destaca desde las tempranas fuentes coloniales en diversas celebraciones que recorren el surandino, fue su presencia en la fiesta religiosa de la Virgen de la Candelaria, en la ciudad de Puno, la ocasión en la cual alcanzó mayor reconocimiento dentro de las

57. En el año 2003, el Instituto Nacional de Cultura [luego, Ministerio de Cultura] declaró a los sikuris como Patrimonio Cultural de la Nación, por Resolución Directoral N° 842 / INC 2003. En la declaración se les definió como «agrupación de personas que interpretan colectivamente el arte de la práctica del siku».

fuentes republicanas peruanas58. Numerosos testimonios dan cuenta de la presencia de conjuntos de sicuris concentrados en la plaza Pino, frente al templo de San Juan, acompañando las procesiones del 2 de febrero y de la octava de la Virgen, integrándose al jolgorio popular «cubriendo el ambiente de sonidos de sus vocingleras músicas»59 .

Estudiar el origen de los conjuntos de sicuris que participan en la celebración de la Virgen de la Candelaria de Puno nos exige acercarnos a la piedad popular católica de finales del siglo XVIII, una vez que la festividad de la virgen se constituye en la celebración popular más importante de la ciudad del lago. En este contexto, diferentes comparsas musicales formadas en las parcialidades cercanas al Cercado —Mañazo, Huaraya o Checca—, así como otras comunidades de la provincia de Puno, se integraron a la celebración urbana. La disposición de estas agrupaciones debe ser entendida como parte del universo cultural indígena, donde el sujeto colectivo está presente y la participación de los conjuntos de música en la ciudad del lago dependía del patrocinio de los alferados quienes, anualmente, tomaban la responsabilidad de organizar la fiesta en cada comunidad. Así, serían ellos quienes, además de pagar los derechos parroquiales para las celebraciones religiosas, asumían parte del costo de los alimentos y el alcohol que debían consumir las comparsas en el trayecto hacia la ciudad de Puno y durante las procesiones en honor a la imagen de la Virgen.

En el caso de las agrupaciones urbanas, el proceso ha sido similar. Tanto los gremios artesanales que existían en la ciudad en el período colonial —v.gr. plateros, zapateros, panaderos, carniceros, arrieros— como los nuevos oficios surgidos en el siglo XIX —cargadores, marineros, obreros ferroviarios, etc.— organizaron asociaciones que reafirmaron la identidad gremial. Entre las primeras asociaciones surgidas, desde el período colonial, están justamente las cofradías religiosas. Estas cofradías, que realizaban las celebraciones a los diferentes santos patrones en la ciudad del lago —v. gr. la Virgen del Rosario, el Santo Sepulcro, San Juan de Dios, la Santísima Concepción o la Virgen de la Candelaria— debieron ser la base asociativa sobre la cual se terminaron de construir las agrupaciones musicales que destacan en la documentación del siglo XIX60 .

58. Sobre el origen del sicu altiplánico, véase: Calisaya y Medrano 2013. 59. Anónimo. “La Octava de Nuestra Patrona”. El Eco, 11 de febrero de 1919. 60. En este sentido, un documento emitido por el Consejo Provincial de Puno de 1888 anota la “acostumbrada” participación de cuadrillas de bailes formadas por

«indígenas de las parcialidades del Distrito» y «artesanos del pueblo» en la fiesta

Ahora, de una temprana organización «espontánea», se pasa a una segunda etapa de «institucionalización» de las comparsas populares de sicuris61. A finales del siglo XIX aparecen dos agrupaciones musicales que se convierten en icónicas dentro de este proceso: los conjuntos de sicuris del Barrio Mañazo y Juventud Obrera, instituciones que han alcanzado el mayor reconocimiento y presentan la más larga trayectoria62 .

Según la tradición oral, los historiadores puneños han fechado la fundación del conjunto del Barrio Mañazo en febrero de 1892, con motivo de las celebraciones de la Virgen de la Candelaria en Puno (Macedo, 2016). De la misma manera, a partir de testimonios locales, algunos autores datan la fundación de la agrupación de sicuris Juventud Obrera el 20 de enero de 188463. Sin embargo, el «acto» de fundación es un hecho controversial. Es probable que su surgimiento haya sido consecuencia del empuje de grupos de entusiastas y que su «institucionalización» recién se haya alcanzado algunos años después.

de la Virgen de la Candelaria. Ver: Oficio del alcalde de Puno al subprefecto de la provincia del Cercado, 1 de febrero de 1888. Archivo Histórico Regional de Puno (tomado de Calsín, 2015). 61. Con «institucionalización» nos referimos a la presencia de determinadas prácticas que permiten la consolidación y el reconocimiento de una asociación, en este caso, una comparsa musical, con prácticas representativas propias de la sociabilidad urbana: la selección y el reconocimiento de una directiva, el establecimiento de libros de actas, convocatoria a reuniones de socios, acuerdos en base a votos individuales, pago por inscripción y derechos, etc. 62. En el año 2012, el Conjunto de Sicuris del Barrio Mañazo fue reconocido como

Personalidad Meritoria de la Cultura por el Ministerio de Cultura. Del mismo modo, en el año 2017, el Conjunto de Arte y Folklore Sicuris Juventud Obrera también fue reconocido como Personalidad Meritoria de la Cultura. Véase: Gómez, Rolando. "Juventud Obrera 'Personalidad meritoria de la cultura' ". Los Andes, 30 de enero de 2017; Vásquez Cuentas, Guillermo. “Sikuris de Mañazo recibe premio del Ministerio de Cultura”. Los Andes, 23 de agosto del 2012. 63. En este caso, se afirma que la agrupación Juventud Obrera nace alrededor de los trabajadores del ferrocarril –establecido en Puno desde la década de 1870 y administrado por la Peruvian Corporation, tras la firma del Contrato Grace, en 1889– y los marineros de los vapores y trabajadores del muelle, administrados por la misma empresa, que realizaban actividades entre el puerto de Puno y el de Guaqui, en territorio boliviano. La población urbana pasó a denominarlos «pampeños», por ubicarse cerca de una gran pampa que colindaba con el casco urbano del antiguo

«cercado de Puno», o también «vaporinos», por el vapor Yavarí, eje de las actividades en el muelle. Con el tiempo, dicha agrupación pasó a ser conocida como Juventud

Obrera. Y, en algunas notas periodísticas, se les llama «Obreros del Arco», por ser el Arco Deustua el lugar de su reunión durante las celebraciones a la Virgen de la

Candelaria. Para inicios del siglo XX, la agrupación incluía a una gama de individuos que desempeñaban diversos oficios en la ciudad de Puno: panaderos, sastres, zapateros, vendedores del mercado, mercachifles, canillitas, ferroviarios, entre otros. En tal sentido, la historia de esta agrupación se vincula a tres instituciones especialmente significativas dentro de la sociabilidad popular urbana de la ciudad a inicios del siglo XX: el Club Sport Juventud Obrera, la Sociedad Fraternal de Artesanos y el Conjunto Musical Obrero Masías. Percy Zaga Bustinza. Entrevista personal, Puno 15 de marzo del 2017.

Con los años, los miembros de estas agrupaciones fueron estableciendo determinadas prácticas que buscaron reforzar la identidad y los lazos entre sus integrantes, por ejemplo, las reuniones en casas o quintas en los días de fiesta. Así, una nota de 1937 describe las actividades de la comparsa de sicuris Juventud Obrera, con motivo de las celebraciones de la octava de la Virgen de la Candelaria de ese año. Acabada la misa, los simpatizantes e integrantes del conjunto pasaron a la casa N° 5 del jirón Lima. Luego, conjuntamente a los invitados, se trasladaron a la Quinta Huáscar —en el balneario de Huajje—, a las afueras de la ciudad, donde se reunieron — según informa un cronista de la época— cerca de 5 mil personas:

«Después del consabido lunch criollo, alternado con vino, cerveza y (...) se inició el baile de la "pandilla" a los acordes de una numerosa banda de "Sicuris" muy bien presentada, ingresando la comparsa a la ciudad por el Arco Deustua en número de 44 parejas, delante de las cuales marchaba, para abrirles paso una pandilla de diablos, chunchos, pieles rojas, chuttas, en número considerable. Acabado el recorrido en el Arco Deustua y la plaza Pino, se retornó al local de la Calle Lima N° 5»64 .

Dichas comparsas, cuyos miembros provenían de los «nuevos» barrios de la ciudad, así como de otras comunidades adyacentes al área urbana de Puno, terminaron definiendo el carácter indígena y popular que adquirió la celebración religiosa en el tradicional «cercado» puneño:

«Desde la mañana del sábado una cabalgata de indios en su mayor parte ebrios, han interrumpido el silencio de nuestra ciudad con la tradicional entrada, acompañados de morenos, llameros y todo el conjunto de devotos que componen los bailes. Un movimiento inusitado de indios y el bullicio que genera estas fiestas fue precursora de la fiesta de la Candelaria. (...)

A las 2 y media de la tarde salió la procesión, la Virgen que lucía elegante (...) recorrió las calles de Lima, desde el templo de San Juan, para dar una vuelta completa a la Plaza de Armas, para regresar por la calle de Arequipa (…). Numerosos fieles en su mayor parte indios, escoltaban la procesión, junto con los llameros, morenos, sicuris, etc., formando una apiñada muchedumbre, no ha faltado el tradicional danzante, y otros rezagos de los tiempos atrás que todavía subsisten. (...) Hoy ha quedado restablecido el silencio; sin embargo, uno que otro moreno con su vestido vistoso y sus plumas coloreadas transita las calles»65 .

64. Anónimo. “La fiesta obrera de ayer”. Los Andes, 15 de febrero de 1937. 65. Anónimo. “Fiesta de la Patrona”. El Inca. Diario de la tarde. 5 de febrero de 1912, p. 1.

Comparsa de sicuris puneña Probablemente, conjunto de sicuris del barrio de Mañazo, hacia finales de la década de 1920. Tomado de Cuentas (1929). La fotografía muestra la composición del conjunto de sicuris, músicos acompañados de danzantes disfrazados de morenos y enmascarados de diablos. Para entonces, los conjuntos mixtos de sicuris, entre instrumentalistas y bailarines, fueron distinguidos como uno de los ejemplares vernáculos más importantes del altiplano, integrándose a las primeras comitivas folclóricas que representaron al departamento en certámenes y exhibiciones nacionales. Asimismo, los “mañazos” acostumbraban participar de distintas festividades en todo el altiplano, en las provincias puneñas, como en las fiestas de Copacabana y Oruro, en Bolivia. Dice la reseña original: «Los "sicuris", danzas típicas de la meseta del Titikaka, son los bailes lujosos, mitad indígenas y mitad criollos, son las bandas populares».

Culminadas las procesiones y cumplidas las presentaciones de las comparsas ante la Virgen durante la celebración de la octava, la ciudad de Puno seguía dominada por la presencia de conjuntos y danzarines durante la semana siguiente, cuando se realizaban las consabidas visitas de las agrupaciones a las casas de las autoridades políticas, religiosas y familias notables, con presentaciones que eran retribuidas con comida y con alcohol:

«Después de concluida la procesión en ese día llamado la “Octava” (…) los danzarines siguen por las calles de la ciudad, 2, 3, 4 y hasta 7 días en los cuales pasan de visita por las diferentes casas de los personajes como el Subprefecto, donde el Obispo, visitan la Prefectura, al Presidente de la

Corte i, en fin, a todos aquellas personas que ellos creen convenientes i donde serán atendidos por la visita que han sido objeto»66

Del mismo modo, una nota de 1921 del diario El Siglo, describe la fiesta de la Virgen de la Candelaria de ese año, haciendo referencia a la participación de cinco conjuntos musicales, los que incluían personajes disfrazados, entre diablos, ángeles, toreros, morenos y llameritos, que precedían a la procesión de la imagen por las calles de la ciudad67. En otra nota de 1928, también sobre esta festividad, el cronista Mario Galván describe las comparsas de sicuris como agrupaciones «mixtas» de músicos y danzantes: «El miércoles por la noche un enjambre popular invadió el parque Pino, al sonido armonioso de zampoñas, tañidas por varias comparsas de danzantes, los populares “sicuris”»68 .

Por su parte, el destacado intelectual puneño Emilio Romero ofrece una descripción detallada de la indumentaria de los sicuris que, para la década de 1920, se presentaban en las diversas celebraciones religiosas del departamento:

«Consiste en un grupo de indios vestidos de caballeros de la edad media, con grandes anacronismos. Entre ellos hay que ver al torero, con auténtico traje de luces, la sota de bastos del naipe español vestido de fino terciopelo, los caballeros de empolvada peluca y levitas bordadas con brocados de oro y filigranas de plata junto a las piedras preciosas, falsas o legítimas, millares de lentejuelas y cintas de sedas brillantes. Todos llevan la zampoña en la mano y bailan en rueda arrastrando los pies en pasos menudos al compás de la música que toca una fanfarria que repiten elegantemente» (Romero, 1928: 210).

El autor afirma que, entre todas las danzas indígenas existentes en el altiplano, los sicuris representaban la música «más alegre, más entusiasta y llena de vida» (Romero, 1928). Al mismo tiempo, es cauto en reconocer que, si bien la danza pertenece al mundo indígena, las comparsas están compuestas por individuos pertenecientes a los sectores indígenas económicamente más dinámicos y urbanizados: «Es uno de los más bellos y generalizados de la meseta, en el que toman parte los que pueden disponer de medios para adquirir los costosos trajes que es necesario vestir» (Romero, 1928: 210).

66. Vera Paredes, Héctor. Fiesta de la Candelaria. Archivo Histórico Regional de Cusco.

Monografías, Vol. XX, N° 22, p. 21. 67. El Siglo, 10 de febrero de 1921 [Tomado de Calsín, 2015: 68] 68. Galván, Mario. “La Fiesta de la Candelaria”. El Siglo, 4 de febrero de 1928